LAS TIJERAS
Drama en un acto
PERSONAJES
POR ORDEN DE APARICIÓN:
La
mujer
El
hombre
Acción:
Final de la tarde un día cualquiera
Época:
Actual
MUJER:
(Cosiendo)
Natur, no te importaría encender la bobilla, se me ha hecho imposible ensartar
las agujas.
HOMBRE:
¿Por
qué no la enciendes tú misma?... estoy ocupado.
MUJER:
Tejo
un sweter para ti.
HOMBRE:
Yo
leo el Código Civil para mantenerte (Pausa).
MUJER:
Leer
con poca luz hace mal para la vista.
HOMBRE:
Tejer
sin ella también.
MUJER:
Sí,
tienes razón, (Silencio).
HOMBRE:
(Dejando
de leer) No se puede leer en esta oscuridad. Estos libros fueron hechos para
ser leídos por águilas. No sé por qué usaran tipos tan pequeños.
MUJER:
Está
la noche muy oscura; siempre a esta hora la habitación clara permanece clara
como si estuviese la luz encendida.
HOMBRE:
Las
noches de juicio siempre son oscuras, bien lo sabes (Toma la prensa) Si al
menos pudiera leer la prensa…
MUJER:
Si
no enciendes no podrás, querido, casi ni se distinguen los muebles.
HOMBRE:
Sí,
tienes razón. Tendré que conformarme con leer los titulares (Comienza a leer).
MUJER:
¿Te
gustaría que charlásemos un poco, Natur?
HOMBRE:
¿Cómo
quieres que lo haga si estoy leyendo? Sabes muy bien que no me gusta charlar
cuando lo hago; ni se pone atención a lo que se lee, a lo que se dice.
MUJER:
¡Siento
unos deseos inmensos de hablar!
HOMBRE:
Antes
solías hacerlo con tu sombra durante horas… (Maligno) ¿Por qué no pruebas?
(Ríe)
MUJER:
(Amarga)
No, para qué, nunca me contesta (Pausa) ¿Natur, nunca has sentido el deseo
vehemente de charlar?
HOMBRE:
Muchas
veces, Fora, pero hoy no sucede así.
MUJER:
Sí,
claro está… no sentimos los mismos deseos todos los días (Pausa. Él lee)
HOMBRE:
En
verdad que da asco leer los diarios… están plagados de crímenes, robos y
atracos por momentos. ¡Qué barbaridad! (Pausa) ¿Leíste lo que ocurrió ayer en
el foro?
MUJER:
No.
HOMBRE:
¿Cómo
no lo has leído si aparece en primera plana?
MUJER:
No
he tenido tiempo de tocar la prensa (Pausa)
HOMBRE:
Imagínate
que el señor Pupil, el laborista, trató de comerciantes del mercado negro a
todos los republicanos que se encontraban en el recinto. ¿Sabes por qué? Porque
se negaron a aprobar la ley que propuso para la prohibición de la exportación
de hierro. ¿No te parece su gesto una muestra de lealtad hacia el pueblo?
MUJER:
¡Ujú!
HOMBRE:
(Riendo
animadamente) ¡Insultarlos en pleno foro! Con ese gesto deja demostrado que es
un hombre de una gran talla moral como los hay pocos (Ríe) ¡Insultarlos en
pleno foro! ¿Verdad qué es risible?
MUJER:
(Muy
seria) ¡Ujú!
HOMBRE:
Ya
me imagino a los republicanos, verdes de ira, sin poder articular palabra
alguna. Les hacía falta un escarmiento, ¿no lo crees?
MUJER:
¡Ujú!
HOMBRE:
Se
necesita tener el carácter del señor Pupil para poder proceder en esa forma;
otro hombre no se hubiera atrevido a tanto.
MUJER:
Sí,
es obvio.
HOMBRE:
Ese
proceder suyo le proporcionará muchos votos a los laboristas en las próximas
elecciones, no lo dudes.
MUJER:
¡Ujú!
HOMBRE:
Mi
abuelo hizo lo mismo en 1907. Les lanzó a la cara todos sus errores, igual que
hiciera ayer el senador Pupil.
MUJER:
(Indiferente)
¿Sí?
HOMBRE:
Claro
que esa vez la cosa fue distinta, en cierta forma. Mi abuelo era republicano
(Pausa) Los papeles se representaron a la inversa… (Ríe) En esa ocasión fue un
republicano el que cantó las verdades a los laboristas. ¿Eso no lo sabías,
verdad?
MUJER:
(Fingiendo
no haber oído) ¿Qué cosa?
HOMBRE:
Lo
de mi abuelo.
MUJER:
¿Lo
de tu abuelo?
HOMBRE:
Sí,
lo que hizo en 1907.
MUJER:
(Lenta)
¿Hizo algo tu abuelo en 1907?
HOMBRE:
Te
lo acabo de contar… dijo a los laboristas…
MUJER:
Ah,
sí, ya lo sé, creo que me lo habías contado ya (Pausa) ¿Y en realidad… qué fue
lo que hizo?
HOMBRE:
(Animado)
Enfrentarse a los laboristas y criticarles sus múltiples fallas ante todos los
asistentes.
MUJER:
No
sigas… lo recuerdo perfectamente; ya me lo habías contado en otra oportunidad
(Silencio. Él evoca el momento)
HOMBRE:
Si
vieras cómo se pone mi abuela cuando recuerda ese suceso. Glorioso para
nosotros, claro está. De veras que da gusto verla. Según cuenta; mi abuelo, con
el pecho inflado como un palomo, la cabeza en alto y los ojos despidiendo
llamaradas de fuego, abandonó la sala en medio de los aplausos que le
tributaron los asistentes (Ríe) Sólo los laboristas se negaron a aplaudir, como
era de esperar.
MUJER:
Sí,
claro está… ¿Y por qué no aplaudieron los laboristas?
HOMBRE:
Pues
porque… (Molesto) ¡Pues porque no les dio la gana!
MUJER:
En
realidad no termino de comprender…
HOMBRE:
(Animado
de nuevo) Mi abuelo era un hombre grande… ¿sabes?
MUJER:
¡Ujú!
HOMBRE:
¡Fora…
estoy hablando contigo!
MUJER:
Te
estoy escuchando, Natur.
HOMBRE:
Te
he contado todo esto, porque dijiste que deseabas hablar.
MUJER:
(Lenta)
Sí, perdóname… pero ya no deseo charlar.
HOMBRE:
¿Estás
molesta?
MUJER:
No,
¿por qué habría de estarlo? (Pausa ligera)
HOMBRE:
(Malignamente)
En días pasados querías que hablásemos de nuestro hijo… podemos hacerlo ahora, antes
de acostarnos… eso si no te importa.
MUJER:
Ya
te dije que no sentía deseos de charlar.
HOMBRE:
(Lento)
Oh, vamos, querida… compláceme ahora que yo quiero.
MUJER:
¿De
veras qué deseas hablar?
HOMBRE:
Sí,
amorcito, se buenecita. Desde hace un instante estoy sintiendo “deseos
vehemente” de sostener una conversación contigo.
MUJER:
Bien,
si me lo pides con tanta amabilidad. (Pausa) Pero no hablaremos del chico.
HOMBRE:
¿Eso
por qué?
MUJER:
Porque
no quiero hablar de él. (Falsamente) Me ha hecho sufrir mucho en estas últimas
semanas.
HOMBRE:
(Triunfante)
Por esa misma razón debemos tocar ese tema.
MUJER:
(Se
levanta distraídamente y va hacia la ventana, finge no oír) ¿Has visto lo mal
que quedó después de la reparación?
HOMBRE:
(Se
vuelve a ella) Fora… quiero que hablemos del chico, es importante.
MUJER:
(Mirando
por la ventana) Da la impresión de que nunca un mecánico hubiese puesto la mano
sobre él.
HOMBRE:
(Va
hacia ella) ¡Vamos mujer, no seas impertinente! ¿Consideras acaso más importante
hablar del auto que del futuro de nuestro hijo?
MUJER:
(Sin
volverse) ¡Oh, querido, es prematuro hablar de futuro, sólo tiene trece años!
El mecánico demostró plenamente ser un simple aprendiz.
HOMBRE:
(Con
maldad) Hoy le estuve observando… le noté algo disgustado.
MUJER:
(Aceleradamente)
También yo, se negó a andar a pesar de
los tres intentos que hice para lograrlo.
HOMBRE:
(Lento)
Debe sentirse mal.
MUJER:
(Se
desplaza y le deja plantado) Tal vez… la culpa es del aprendiz ese que le dejó
peor que como estaba. Hacen las revisiones a la ligera, para obligarnos a
visitarles una y otra vez (Enciende las velas del candelabro) ¡Qué oscuridad!
HOMBRE:
A su
edad los chicos suelen sentirse mal. Es el desarrollo… algo muy natural.
MUJER:
(Con
odio) No anda bien desde que le maltrataste en la avenida Central… debiste ser
más cuidadoso.
HOMBRE:
Volverá
a estar bien, no hay que preocuparse.
MUJER:
Lo
mejor será llevarle de nuevo a una revisión.
HOMBRE:
Todo
mal pasa. Le llevaré a chequear y asunto concluido.
MUJER:
Pero
esta vez debemos tener mucho cuidado en escoger el que ha de revisarle. Esos no
son más que unos aprovechadores (Se sienta y cose)
HOMBRE:
La
culpa es del colegio que les permite toda clase de trácalas. ¿Recuerdas el dineral
que gastamos cuando papá? (Se le acerca)
MUJER:
Sí,
pero hay que proceder a tiempo. No se le puede dejar a la mano de Dios; porque
poco a poco se irá empeorando hasta quedar convertido en nada.
HOMBRE:
¡Si
lo hubiésemos llevado donde uno de a tiempo…!
MUJER:
(Sonriente
se dirige a la ventana) Aparentemente se conserva en buen estado… sólo le afea
el golpe que le dio el chico de los vecinos.
HOMBRE:
Yo
lamenté mucho haberle golpeado… aún lo lamento.
MUJER:
¡Me
asusté tanto… y cómo lloré! ¡Nos había costado tanto dinero!
HOMBRE:
Habíamos
dado parte de nuestras vidas para poder tenerlo. Cuido, enseñanza…
MUJER:
Pero
valía la pena, valía la pena haber dejado de hacer y tener muchas cosas para
poder tenerle con nosotros. ¡Luchamos tanto por tenerle!
HOMBRE:
¡Cómo
luchamos por tenerle!
MUJER:
(De
espaldas a él) A brazo partido, pero valía la pena.
HOMBRE:
Pero
tuvimos suerte… ¿No lo crees así?
MUJER:
(Se
vuelve) Sí tengo que reconocerlo.
HOMBRE:
Debemos
cuidarle mucho.
MUJER:
Le
cuido como si fuera parte de mi cuerpo.
HOMBRE:
¡En
cierta forma lo es!
MUJER:
Invertí
parte de mis pertenencias para poder tenerle.
HOMBRE:
¡Y
ha salido tan buenecito!
MUJER:
De
óptima calidad, diría yo… sólo que a veces…
HOMBRE:
Falla
de vez en cuando, claro está, pero eso es natural.
MUJER:
Claro,
todos fallan.
HOMBRE:
Pero
debemos perdonárselas, querida.
MUJER:
(Con
maldad) Siempre termino por perdonárselas… (Silencio largo) ¡Natur!
HOMBRE:
¿Qué
quieres?
MUJER:
Si
quieres hablamos de…
HOMBRE:
De
nada… prefiero permanecer callado.
MUJER:
¡Sabes
que no puedo!
HOMBRE:
(Lentamente)
Inténtalo (Le tiende la prensa) Toma, hoy no has recortado tus figuritas de
papel.
MUJER:
(Lo
toma) Gracias (Comienza a recortar la figurita de un hombre. Una figura del
tamaño de la hoja de diario. Al terminarla la contempla y se dirige a él)
Natur… ¿quieres que hablemos del chico? (Él se encuentra de espaldas).
HOMBRE:
¿Del
chico? ¿Oh, vamos, acaso ya no lo hicimos?
MUJER:
No
importa… quiero hablar del chico.
HOMBRE:
Bueno,
si te es imposible estar callada te
complaceré… pero hablamos del auto.
MUJER:
¡No
quiero hablar del auto, quiero hablar del chico!
HOMBRE:
Pero
yo no quiero hablar nuevamente acerca de nuestro hijo.
MUJER:
¡Compláceme,
Natur!
HOMBRE:
¡No
te basta con lo que hemos hablado ya de nuestro muchacho!
MUJER:
(Angustiada)
¡Sí, sí, pero es que no quiero estar callada! ¡No puedo estar callada!
HOMBRE:
Pues
habla del chico con tu sombra… conmigo no lo vas a hacer.
MUJER:
(Paseándose
nerviosamente) ¡Me volveré loca si le hablo y no me contesta!
HOMBRE:
¡Habla
con tu sombra!
MUJER:
¡No
quiero estar callada, Natur, y tampoco quiero hablar del auto! Quiero que
hablemos del chico (Se llega hasta la mesa)
HOMBRE:
(Sin
mirarla) ¡Habla con tu sombra… háblale hasta que te conteste! (Silencio muy
largo)
MUJER:
(Comienza
a mirar fijamente la figura, luego la apuñalea con las tijeras. Ríe
histéricamente) Ja, ja, ja.
HOMBRE:
¿De
qué te ríes?
MUJER:
De
la figurita… me ha contado algo tan divertido.
HOMBRE:
Siempre
que conversamos, terminas ensuciando el piso con tus figuritas de papel. No sé
qué placer encuentras en mutilar a diario a esos hombrecitos que recortas
(Pausa. Ella continúa riendo) ¿De qué quieres que platiquemos? (Ella calla)
¿Qué sucede ahora, no quieres hablar? (Silencio) Fora… te estoy hablando.
MUJER:
Te
escucho.
HOMBRE:
Contesta
cuando te hablo.
MUJER:
Hablaba
con mi sombra.
HOMBRE:
Mira
querida… si quieres podemos hablar de… de tu madre… o… de la vaca del tío
Nonos. ¿Qué te parece?
MUJER:
¿Por
qué me haces escoger una conversación sobre mi madre y una horrible vaca?
HOMBRE:
Bueno…
no creo que eso tenga nada de particular. Ahora si lo prefieres, nos quedamos
calladitos y…
MUJER:
No,
no, eso no.
HOMBRE:
Entonces
eres dueña de escoger.
MUJER:
Hablaremos
de mi madre.
HOMBRE:
¿Y
por qué no, de la vaca del tío Nonos?
MUJER:
¡No
quiero hablar de esa horrible vaca! (Se levanta y se pasea nerviosa)
HOMBRE:
(Le
sigue) ¡Y yo no quiero hablar de tu horrible madre!
MUJER:
¡Mi
madre es una santa!
HOMBRE:
¡Tu
madre es una puta vil!
MUJER:
¡Y
la vaca del tío Nonos es un animal pestilente! (Largo silencio. Él calla
obstinadamente, seguro de su triunfo) ¡Natur, está bien, como quieras…
hablaremos de la vaca del tío Nonos… pero por favor, no te quedes callado, ya
no resisto mas estar en silencio!
HOMBRE:
Bien,
me agrada que seas razonable (Paseándose) Te dije antes que ella era una puta
vil y lo sostengo.
MUJER:
¡Oh,
no le ofendas; si anda con todos es debido a que es la única entre tantos
machos!
HOMBRE:
Yo
por mi parte la detesto y no pierdo las esperanzas de verla asarse en una
inmensa parrilla.
MUJER:
¿Para
qué sacrificarla? Está tan flaca que no creo que dé carne suficiente para tres
personas (Toma las tijeras y la prensa y comienza a recortar otra figura
masculina)
HOMBRE:
Créemelo,
que si tuviera poder para enviarla a la última paila del infierno ya lo hubiera
hecho.
MUJER:
A
mí, por el contrario, nunca me ha pasado por la mente hacerle daño. Tiene una
mirada dulce.
HOMBRE:
Confíate
de las miradas dulces y estarás ¡perdido! Eso dice el adagio y yo estoy de
acuerdo. Ella no es más que una arpía que esconde toda su maldad detrás de una
cara de ángel otoñal.
MUJER:
Exageras…
siempre ha sido tan leal.
HOMBRE:
¿Leal?
¿Dices leal? Leal y se burla de mí tan sólo al volver la espalda.
MUJER:
(Sonríe)
¿Cómo podría burlarse de ti si no razona?
HOMBRE:
Eso
es lo que crees tú; pero me he puesto a observarla y me he dado cuenta de que
hace morgas de mí cuando con sus dulces ojos recargados de rinmel.
MUJER:
(Riendo)
¿De dónde sacas esas cosas, Natur?
HOMBRE:
¡A
veces pienso en lo mucho que habrá gastado en cremas para no verse vieja!
MUJER:
Vamos,
deja de hacer morfa del animalito.
HOMBRE:
¿Animalito?
¡Pero si es un monstruo! (Ríe).
MUJER:
Si
prosigues haciendo burla de ella, me iré a acostar y no continuaré hablando
contigo.
HOMBRE:
Lo
que deberías hacer es arrodillarte y pedirme disculpas.
MUJER:
No
creo haberte ofendido.
HOMBRE:
Sí,
sí, si me lo has hecho. Me has obligado
a hablar sobre tu madre y me has llevado la contraria descaradamente,
dedicándote a hablar de la vaca del tío Nonos… ¿Creías acaso que no me había
dado cuenta?
MUJER:
Me
obligaste a hablar de la vaca, Natur.
HOMBRE:
Discúlpate
o no te hablaré en muchas semanas, Fora.
MUJER:
Está
bien, está muy bien (Pausa) Discúlpate, reconozco que me he comportado como una
necia. He sido un poco idiota.
HOMBRE:
¿Un
poco o mucho?
MUJER:
(Angustiada)
¿Qué prefieres que te conteste ahora?
HOMBRE:
Escoge.
MUJER:
¡No
quiero equivocarme!
HOMBRE:
Eso
es asunto tuyo, no mío.
MUJER:
Disculpa,
querido, reconozco que he sido “demasiado idiota”.
HOMBRE:
¿Y
si yo te dijera que te has extralimitado?
MUJER:
Lo
admitiría.
HOMBRE:
Pues
ha sido todo lo contrario; sólo has sido un “poco idiota”.
MUJER:
Sí,
lo reconozco.
HOMBRE:
Espero
que no vuelvas a tratar de engañarme como lo acabas de hacer (Pausa) Has dicho
“demasiado”, en vez de “muy poco”, tratando de ganarme con halagos.
MUJER:
Está
bien, reconozco que mentí, pero no volverá a suceder.
HOMBRE:
¿Quieres
que sigamos hablando?
MUJER:
No,
me siento algo cansada.
HOMBRE:
Yo
no (Pausa) ¿Me complacerías si te pidiera que hablásemos?
MUJER:
Sí,
claro que sí.
HOMBRE:
¿Hablas
sinceramente?
MUJER:
Sí,
sinceramente.
HOMBRE:
Recuerda
que antes me mentiste… ya no puedo confiarme. Uno nunca confía dos veces en el
mentiroso. ¿No es cierto, querida?
MUJER:
Sí,
tienes razón.
HOMBRE:
Hablemos,
pues.
MUJER:
(Se
pasea nerviosa con la figura entre las manos) Ya te dije que me encuentro
cansada.
HOMBRE:
Sí,
no lo he olvidado; pero si quieres reivindicarte ante mí, debes complacer mi
deseo.
MUJER:
(Traspasa
la figura con las tijeras) Sí, sí, sí, hablaremos si así lo quieres (Pausa) ¿De
qué quieres que hablemos? (Ríe)
HOMBRE:
¿De
qué te ríes ahora?
MUJER:
De
nada… de nada, Natur.
HOMBRE:
Oh,
vamos, deja de comportarte como una niña.
MUJER:
(Sombría)
¿De qué vamos hablar ahora?
HOMBRE:
Elige
el tema.
MUJER:
No,
no voy a elegir el tema. Si lo hago sé que te gozarás contradiciéndome.
HOMBRE:
(Va
hacia ella) Me quieres decir con eso, que soy un impertinente, ¿no es así?
MUJER:
No,
no, no quise decir eso (Estruja la figura. Luego ríe)
HOMBRE:
¿Qué
sucede… acaso eres necia?
MUJER:
¡No
quiero elegir, no quiero elegir!
HOMBRE:
(Triunfante)
¡Hablaremos del auto, entonces! (Le vuelve la espalda. Ella tira la figura y la
pisotea)
MUJER:
¿Hablaremos
de nuevo del auto?
HOMBRE:
¿De
nuevo? (Sin volverse lentamente) ¿Cómo de nuevo, si aún no hemos hablado de
ello?
MUJER:
(Nerviosa)
Sí, tienes razón… (Pausa)… ¿Hablamos del auto?
HOMBRE:
No,
no lo haremos… acabo de cambiar de parecer… ¿Por qué no hablar mejor de tu
padre?
MUJER:
¿De
mi padre?... (Pausa) ¿Por qué no hablar mejor del tuyo?
HOMBRE:
Dije
que hablaríamos de tu padre.
MUJER:
Pero
yo quiero hablar del tuyo… mi padre es un hombre de Dios.
HOMBRE:
¡Un
hombre de Dios! ¿Sabes en donde se halla en estos momentos?
MUJER:
(Con
odio) Seguramente en un prostíbulo. (Escupe) ¡Viejo inmundo! A sus años y no se
preocupa de otra cosa que sobar y babosear a cuanta puta se le pone por
delante.
HOMBRE:
¡Y
quien pensaría que debajo de esa cara de ángel se esconde un miserable enfermo
sexual!
MUJER:
(Paseándose
nerviosa) Yo jamás me dejé engañar por su aspecto… descubrí sus vicios desde
muy temprano.
HOMBRE:
No
sé cómo las mujeres logran unirse a él (Ríe) Y sabiéndolo así la puta vieja ha
soportado vivir a su lado todos estos años.
MUJER:
Es fácil
de comprender; es de los hombres que consiguen que cualquier mujer se apegue a
ellos. Es un sucio en la cama.
HOMBRE:
(Ríe)
¡Y quien ve a la vieja puta!
MUJER:
(Luego
con vacilación) Sabes… en cierta ocasión me propuso participara en una de sus
suciedades… ¡Oh, qué asco!
HOMBRE:
Se
atrevió a…
MUJER:
¡Sí,
ya te lo dije!
HOMBRE:
¡Miserable!
Pero no es de dudar… de un degenerado de su clase no se puede esperar otra
cosa.
MUJER:
Creo
que un día de estos voy a matarle, si no cesa de molestarme.
HOMBRE:
¿Serías
capaz de cometer un parricidio?
MUJER:
Sólo
tú me unes a él.
HOMBRE:
Mi
pobre y dulce, Fora. ¡Cómo habrás sufrido, mi pequeña! (La abraza)
MUJER:
Sí,
mucho, mucho… no me atrevía a decírtelo por tu ira.
HOMBRE:
¡Palomita
mía!
MUJER:
¿Le
hablarás, le exigirás que deje de molestarme?
HOMBRE:
Sí,
y si no me obedece le echaré a patadas de esta casa.
MUJER:
¡Eso
no, Natur, es tu padre!
HOMBRE:
Sólo
tú me unes a él, y trato de defenderte de sus…
MUJER:
No
lo tomes así, es sólo un viejo…
HOMBRE:
Lo
que sea… es monstruoso lo que me has contado, Fora.
MUJER:
Si
hubiese sabido que lo tomarías así, nada te habría dicho.
HOMBRE:
¿Le
has contado a tu madre?
MUJER:
No,
no he querido contarle nada… eso no haría más que empeorar las cosas.
HOMBRE:
¿Empeorarlas?
¿Acaso no es su mujer? Ella debe al menos…
MUJER:
¿Su
mujer? ¿Pero qué dices… de qué estás hablando?
HOMBRE:
Me
refiero a tu madre, ella debe saber de las proposiciones que te ha hecho tu
padre.
MUJER:
¿Mi
padre? Yo no me refería a mi padre, Natur.
HOMBRE:
¿No
hablabas de tu padre… y de quien entonces?
MUJER:
Me
refería al tuyo (Pausa) Tu padre ha sido el que ha intentado abusar de mí.
HOMBRE:
Oh,
no querida… no me meterás gato por liebre. Hablabas de tu padre y ahora tratas
de engañarme de nuevo diciendo que te referías al mío… pero no, no te lo voy a
creer. Yo te pedí que hablásemos de tu viejo y no del mío; y estoy plenamente
seguro de que ha sido así. ¿No es cierto que ha sido así, Fora? (Amenazante)
¡Contesta! (Pausa) Si me has estado burlando, paloma, estarás meses y meses
encerrada sin oír voz humana; eso te lo juro. ¿A quién te referías… a tu padre
o al mío?
MUJER:
¡No
lo sé, no lo sé!
HOMBRE:
¡Vamos,
mujer, habla!
MUJER:
¡Oh,
déjame en paz de una vez!
HOMBRE:
¿Hablas
o no?
MUJER:
(Sombría)
Me refería a mi padre.
HOMBRE:
¿Lo
reconoces, entonces?
MUJER:
Sí.
HOMBRE:
Siéntate,
Fora (Ella lo hace. Toma las tijeras y comienza a recortar una figura. Lo hace
mecánicamente y con cierta rapidez) Tu acción, palomita, merece realmente un
castigo severo. Pero esta vez voy a ser suave contigo… muy suave… suave en
extremo (Pausa) ¿Qué sucede últimamente contigo, Fora? Ya no sé de qué medios
valerme para corregirte. Desde hace mucho tiempo te vienes comportando como una
niña malcriada, y en estos últimos meses se ha acentuado ese rasgo en ti
(Pausa) Fora… ¿Me escuchas?
MUJER:
Sí.
HOMBRE:
Bien.
Pues te decía que ya no sabía que hacer contigo para corregirte… para… como
diría… hacerte reaccionar… esa es la palabra (Pausa) Voy a probar esta vez con
un castigo muy suave, querida (Con voz potente) He decidido que de ahora en
adelante no tendrás a la chica que te ayuda en las labores de la casa; como
tampoco irás de compras a las tiendas y mucho menos al almacén… yo me encargaré
de ello, eso hasta que comiences a comportarte sensatamente (Alejándose de
ella) Hablarás con tu sombra, como en otras ocasiones, ya que conmigo no podrás
hacerlo. Cenaremos cada uno en una habitación diferente… y dormiremos juntos… sólo
cuando yo así lo crea conveniente (Mira la figura) ¡Oye, déjame verla! (La
toma) ¡Qué gracioso! (Ríe) Cualquiera que la vea diría que se parece a mí (Ríe)
No bien dijo el sabio, que con la práctica se hacen los buenos artistas (Se la
devuelve) ¡Bien, muy bien! (Enérgico) ¡Ahora pondrás las manos sobre la llama y
sin chistar!
MUJER:
¡No,
eso no!
HOMBRE:
¡Las
manos en la llama, paloma!
MUJER:
¡Oh,
no, Natur, no! ¡Te prometo que seré buena de ahora en adelante!
HOMBRE:
Ya
me has prometido en otras ocasiones y no me has cumplido (Enérgico) ¡Vamos,
mujer, no me hagas perder la paciencia!
MUJER:
¡Esta
vez sí me portaré bien, te lo prometo!
HOMBRE:
¡Las
manos en la llama!
MUJER:
¡De
ahora en adelante no tendrás más quejas de mí, te lo juro!
HOMBRE:
No
quiero más tus quejas y tus juramentos (Pausa) ¡Las manos sobre la llama,
palomita, si no quieres que yo mismo te ayude a hacerlo! Si lo haces tú,
tendrás opción de quemarte poco… pero si me obligas a que lo haga yo… no te
imaginas el tiempo que puedo demorarme.
MUJER:
¡No
soy una chiquilla!
HOMBRE:
¡Pero
te comportas como tal!
MUJER:
¡Soy
tu mujer, no tu esclava!
HOMBRE:
¡Pues
precisamente, corrijo a mi mujer!
MUJER:
¡Te
odio!
HOMBRE:
¡Me
odiarás aún, pero me obedecerás!
MUJER:
¡Te
odio, te odio!
HOMBRE:
Sí,
ya me lo has dicho… pero coloca las manos en la llama (Da un paso hacia ella)
MUJER:
¡No
te acerques! (Él se detiene) ¡No te acerques que yo misma lo haré! (Corre hacia
la vela. Vacila. Él avanza. Ella de espaldas al público se quema las manos en
la llama. Se retuerce, pero no llora. Luego se queda inmóvil sin demostrar
dolor)
HOMBRE:
Ya
ha pasado todo, paloma, ya estás purificada de nuevo (Le tiende las manos) Ven,
pequeña, ven a mí…
MUJER:
¡Te
odio!
HOMBRE:
Ven,
ven que calmaré el dolor de tus manos con mis besos, ven. ¿No quieres? (Pausa.
Baja las manos) ¿En verdad me odias, Fora?
MUJER:
No
te odio, Natur, te mentí de nuevo.
HOMBRE:
Me
siento tan feliz de que no me odies, que te perdono esa nueva mentira, oh,
vamos, querida, vamos que hay que madrugar.
MUJER:
Sube
tú, yo subiré luego.
HOMBRE:
Como
quieras… (Se detiene) ¿Haremos el amor antes de dormir?
MUJER:
Sí,
querido… como siempre que me quemas las manos.
HOMBRE:
¿Dos
veces?
MUJER:
Mil,
si así lo prefieres.
HOMBRE:
No
tardes.
MUJER:
Enseguida
subo (Él hace mutis. Ella corre hacia la mesa con odio y toma la figura, luego
las tijeras. Con ira la hiere varias veces) ¡No, no, no dejaré de comportarme
como una niña! (Atraviesa la figura) ¡No seré buena! ¡No seré buena! ¡No dejaré
de mentir! (Ríe para terminar llorando. Se sienta con las tijeras en la mano.
Las mira embelesada. Luego mira hacia la habitación por donde desapareció el
marido)
VOZ
DEL HOMBRE:
¡Fora…!
¿Qué sucede? ¡Sube inmediatamente!
MUJER:
(Guardándose
las tijeras en el escote, a la vez que toma una hoja del diario) Sí, querido ya
subo. (Saca del escote las tijeras, las mira y va a ponerlas vacilante sobre la
mesa. Luego, como en un arrebato, se las guarda de nuevo y la lanza la hoja del
diario) ¡No! ¡No! ¡Ya no han de ser de papel! (Apaga la vela y sale
rápidamente)
TELÓN
RÁPIDO
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