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Especialista en Teatro Venezolano

domingo, 10 de febrero de 2013

Paul Williams

LAS TIJERAS
Drama en un acto



PERSONAJES POR ORDEN DE APARICIÓN:
La mujer
El hombre


Acción: Final de la tarde un día cualquiera


Época: Actual



MUJER:  
(Cosiendo) Natur, no te importaría encender la bobilla, se me ha hecho imposible ensartar las agujas.

HOMBRE:       
¿Por qué no la enciendes tú misma?... estoy ocupado.

MUJER:  
Tejo un sweter para ti.

HOMBRE:       
Yo leo el Código Civil para mantenerte (Pausa).

MUJER:  
Leer con poca luz hace mal para la vista.

HOMBRE:       
Tejer sin ella también.

MUJER:  
Sí, tienes razón, (Silencio).

HOMBRE:       
(Dejando de leer) No se puede leer en esta oscuridad. Estos libros fueron hechos para ser leídos por águilas. No sé por qué usaran tipos tan pequeños.

MUJER:  
Está la noche muy oscura; siempre a esta hora la habitación clara permanece clara como si estuviese la luz encendida.

HOMBRE:       
Las noches de juicio siempre son oscuras, bien lo sabes (Toma la prensa) Si al menos pudiera leer la prensa…

MUJER:  
Si no enciendes no podrás, querido, casi ni se distinguen los muebles.

HOMBRE:       
Sí, tienes razón. Tendré que conformarme con leer los titulares (Comienza a leer).

MUJER:  
¿Te gustaría que charlásemos un poco, Natur?

HOMBRE:       
¿Cómo quieres que lo haga si estoy leyendo? Sabes muy bien que no me gusta charlar cuando lo hago; ni se pone atención a lo que se lee, a lo que se dice.

MUJER:  
¡Siento unos deseos inmensos de hablar!

HOMBRE:       
Antes solías hacerlo con tu sombra durante horas… (Maligno) ¿Por qué no pruebas? (Ríe)

MUJER:  
(Amarga) No, para qué, nunca me contesta (Pausa) ¿Natur, nunca has sentido el deseo vehemente de charlar?

HOMBRE:       
Muchas veces, Fora, pero hoy no sucede así.

MUJER:  
Sí, claro está… no sentimos los mismos deseos todos los días (Pausa. Él lee)

HOMBRE:       
En verdad que da asco leer los diarios… están plagados de crímenes, robos y atracos por momentos. ¡Qué barbaridad! (Pausa) ¿Leíste lo que ocurrió ayer en el foro?

MUJER:  
No.

HOMBRE:       
¿Cómo no lo has leído si aparece en primera plana?

MUJER:  
No he tenido tiempo de tocar la prensa (Pausa)

HOMBRE:       
Imagínate que el señor Pupil, el laborista, trató de comerciantes del mercado negro a todos los republicanos que se encontraban en el recinto. ¿Sabes por qué? Porque se negaron a aprobar la ley que propuso para la prohibición de la exportación de hierro. ¿No te parece su gesto una muestra de lealtad hacia el pueblo?

MUJER:  
¡Ujú!

HOMBRE:       
(Riendo animadamente) ¡Insultarlos en pleno foro! Con ese gesto deja demostrado que es un hombre de una gran talla moral como los hay pocos (Ríe) ¡Insultarlos en pleno foro! ¿Verdad qué es risible?

MUJER:  
(Muy seria)  ¡Ujú!

HOMBRE:       
Ya me imagino a los republicanos, verdes de ira, sin poder articular palabra alguna. Les hacía falta un escarmiento, ¿no lo crees?

MUJER:  
¡Ujú!

HOMBRE:       
Se necesita tener el carácter del señor Pupil para poder proceder en esa forma; otro hombre no se hubiera atrevido a tanto.

MUJER:  
Sí, es obvio.

HOMBRE:       
Ese proceder suyo le proporcionará muchos votos a los laboristas en las próximas elecciones, no lo dudes.

MUJER:  
¡Ujú!

HOMBRE:       
Mi abuelo hizo lo mismo en 1907. Les lanzó a la cara todos sus errores, igual que hiciera ayer el senador Pupil.

MUJER:  
(Indiferente) ¿Sí?

HOMBRE:       
Claro que esa vez la cosa fue distinta, en cierta forma. Mi abuelo era republicano (Pausa) Los papeles se representaron a la inversa… (Ríe) En esa ocasión fue un republicano el que cantó las verdades a los laboristas. ¿Eso no lo sabías, verdad?

MUJER:  
(Fingiendo no haber oído) ¿Qué cosa?

HOMBRE:       
Lo de mi abuelo.

MUJER:  
¿Lo de tu abuelo?

HOMBRE:       
Sí, lo que hizo en 1907.

MUJER:  
(Lenta) ¿Hizo algo tu abuelo en 1907?

HOMBRE:       
Te lo acabo de contar… dijo a los laboristas…

MUJER:  
Ah, sí, ya lo sé, creo que me lo habías contado ya (Pausa) ¿Y en realidad… qué fue lo que hizo?

HOMBRE:       
(Animado) Enfrentarse a los laboristas y criticarles sus múltiples fallas ante todos los asistentes.

MUJER:  
No sigas… lo recuerdo perfectamente; ya me lo habías contado en otra oportunidad (Silencio. Él evoca el momento)

HOMBRE:       
Si vieras cómo se pone mi abuela cuando recuerda ese suceso. Glorioso para nosotros, claro está. De veras que da gusto verla. Según cuenta; mi abuelo, con el pecho inflado como un palomo, la cabeza en alto y los ojos despidiendo llamaradas de fuego, abandonó la sala en medio de los aplausos que le tributaron los asistentes (Ríe) Sólo los laboristas se negaron a aplaudir, como era de esperar.

MUJER:  
Sí, claro está… ¿Y por qué no aplaudieron los laboristas?

HOMBRE:       
Pues porque… (Molesto) ¡Pues porque no les dio la gana!

MUJER:  
En realidad no termino de comprender…

HOMBRE:       
(Animado de nuevo) Mi abuelo era un hombre grande… ¿sabes?

MUJER:  
¡Ujú!

HOMBRE:       
¡Fora… estoy hablando contigo!

MUJER:  
Te estoy escuchando, Natur.

HOMBRE:       
Te he contado todo esto, porque dijiste que deseabas hablar.

MUJER:  
(Lenta) Sí, perdóname… pero ya no deseo charlar.


HOMBRE:       
¿Estás molesta?

MUJER:  
No, ¿por qué habría de estarlo? (Pausa ligera)

HOMBRE:       
(Malignamente) En días pasados querías que hablásemos de nuestro hijo… podemos hacerlo ahora, antes de acostarnos… eso si no te importa.

MUJER:  
Ya te dije que no sentía deseos de charlar.

HOMBRE:       
(Lento) Oh, vamos, querida… compláceme ahora que yo quiero.

MUJER:  
¿De veras qué deseas hablar?

HOMBRE:       
Sí, amorcito, se buenecita. Desde hace un instante estoy sintiendo “deseos vehemente” de sostener una conversación contigo.

MUJER:  
Bien, si me lo pides con tanta amabilidad. (Pausa) Pero no hablaremos del chico.

HOMBRE:       
¿Eso por qué?

MUJER:  
Porque no quiero hablar de él. (Falsamente) Me ha hecho sufrir mucho en estas últimas semanas.

HOMBRE:       
(Triunfante) Por esa misma razón debemos tocar ese tema.

MUJER:  
(Se levanta distraídamente y va hacia la ventana, finge no oír) ¿Has visto lo mal que quedó después de la reparación?

HOMBRE:       
(Se vuelve a ella) Fora… quiero que hablemos del chico, es importante.

MUJER:  
(Mirando por la ventana) Da la impresión de que nunca un mecánico hubiese puesto la mano sobre él.

HOMBRE:       
(Va hacia ella) ¡Vamos mujer, no seas impertinente! ¿Consideras acaso más importante hablar del auto que del futuro de nuestro hijo?

MUJER:  
(Sin volverse) ¡Oh, querido, es prematuro hablar de futuro, sólo tiene trece años! El mecánico demostró plenamente ser un simple aprendiz.

HOMBRE:       
(Con maldad) Hoy le estuve observando… le noté algo disgustado.

MUJER:  
(Aceleradamente) También yo, se negó a andar a pesar de  los tres intentos que hice para lograrlo.

HOMBRE:       
(Lento) Debe sentirse mal.

MUJER:  
(Se desplaza y le deja plantado) Tal vez… la culpa es del aprendiz ese que le dejó peor que como estaba. Hacen las revisiones a la ligera, para obligarnos a visitarles una y otra vez (Enciende las velas del candelabro) ¡Qué oscuridad!

HOMBRE:       
A su edad los chicos suelen sentirse mal. Es el desarrollo… algo muy natural.

MUJER:  
(Con odio) No anda bien desde que le maltrataste en la avenida Central… debiste ser más cuidadoso.

HOMBRE:       
Volverá a estar bien, no hay que preocuparse.

MUJER:  
Lo mejor será llevarle de nuevo a una revisión.

HOMBRE:       
Todo mal pasa. Le llevaré a chequear y asunto concluido.

MUJER:  
Pero esta vez debemos tener mucho cuidado en escoger el que ha de revisarle. Esos no son más que unos aprovechadores (Se sienta y cose)

HOMBRE:       
La culpa es del colegio que les permite toda clase de trácalas. ¿Recuerdas el dineral que gastamos cuando papá? (Se le acerca)

MUJER:  
Sí, pero hay que proceder a tiempo. No se le puede dejar a la mano de Dios; porque poco a poco se irá empeorando hasta quedar convertido en nada.

HOMBRE:       
¡Si lo hubiésemos llevado donde uno de a tiempo…!

MUJER:  
(Sonriente se dirige a la ventana) Aparentemente se conserva en buen estado… sólo le afea el golpe que le dio el chico de los vecinos.

HOMBRE:       
Yo lamenté mucho haberle golpeado… aún lo lamento.

MUJER:  
¡Me asusté tanto… y cómo lloré! ¡Nos había costado tanto dinero!

HOMBRE:       
Habíamos dado parte de nuestras vidas para poder tenerlo. Cuido, enseñanza…

MUJER:  
Pero valía la pena, valía la pena haber dejado de hacer y tener muchas cosas para poder tenerle con nosotros. ¡Luchamos tanto por tenerle!

HOMBRE:       
¡Cómo luchamos por tenerle!

MUJER:  
(De espaldas a él) A brazo partido, pero valía la pena.

HOMBRE:       
Pero tuvimos suerte… ¿No lo crees así?

MUJER:  
(Se vuelve) Sí tengo que reconocerlo.

HOMBRE:       
Debemos cuidarle mucho.

MUJER:  
Le cuido como si fuera parte de mi cuerpo.

HOMBRE:       
¡En cierta forma lo es!

MUJER:  
Invertí parte de mis pertenencias para poder tenerle.

HOMBRE:       
¡Y ha salido tan buenecito!

MUJER:  
De óptima calidad, diría yo… sólo que a veces…

HOMBRE:       
Falla de vez en cuando, claro está, pero eso es natural.

MUJER:  
Claro, todos fallan.

HOMBRE:       
Pero debemos perdonárselas, querida.

MUJER:  
(Con maldad) Siempre termino por perdonárselas… (Silencio largo) ¡Natur!

HOMBRE:       
¿Qué quieres?

MUJER:  
Si quieres hablamos de…

HOMBRE:       
De nada… prefiero permanecer callado.

MUJER:  
¡Sabes que no puedo!

HOMBRE:       
(Lentamente) Inténtalo (Le tiende la prensa) Toma, hoy no has recortado tus figuritas de papel.

MUJER:  
(Lo toma) Gracias (Comienza a recortar la figurita de un hombre. Una figura del tamaño de la hoja de diario. Al terminarla la contempla y se dirige a él) Natur… ¿quieres que hablemos del chico? (Él se encuentra de espaldas).

HOMBRE:       
¿Del chico? ¿Oh, vamos, acaso ya no lo hicimos?

MUJER:  
No importa… quiero hablar del chico.

HOMBRE:       
Bueno, si te es imposible estar callada  te complaceré… pero hablamos del auto.

MUJER:  
¡No quiero hablar del auto, quiero hablar del chico!

HOMBRE:       
Pero yo no quiero hablar nuevamente acerca de nuestro hijo.

MUJER:  
¡Compláceme, Natur!

HOMBRE:       
¡No te basta con lo que hemos hablado ya de nuestro muchacho!

MUJER:  
(Angustiada) ¡Sí, sí, pero es que no quiero estar callada! ¡No puedo estar callada!

HOMBRE:       
Pues habla del chico con tu sombra… conmigo no lo vas a hacer.

MUJER:  
(Paseándose nerviosamente) ¡Me volveré loca si le hablo y no me contesta!

HOMBRE:       
¡Habla con tu sombra!

MUJER:  
¡No quiero estar callada, Natur, y tampoco quiero hablar del auto! Quiero que hablemos del chico (Se llega hasta la mesa)

HOMBRE:       
(Sin mirarla) ¡Habla con tu sombra… háblale hasta que te conteste! (Silencio muy largo)

MUJER:  
(Comienza a mirar fijamente la figura, luego la apuñalea con las tijeras. Ríe histéricamente) Ja, ja, ja.

HOMBRE:       
¿De qué te ríes?

MUJER:  
De la figurita… me ha contado algo tan divertido.

HOMBRE:       
Siempre que conversamos, terminas ensuciando el piso con tus figuritas de papel. No sé qué placer encuentras en mutilar a diario a esos hombrecitos que recortas (Pausa. Ella continúa riendo) ¿De qué quieres que platiquemos? (Ella calla) ¿Qué sucede ahora, no quieres hablar? (Silencio) Fora… te estoy hablando.

MUJER:  
Te escucho.

HOMBRE:       
Contesta cuando te hablo.

MUJER:  
Hablaba con mi sombra.

HOMBRE:       
Mira querida… si quieres podemos hablar de… de tu madre… o… de la vaca del tío Nonos. ¿Qué te parece?

MUJER:  
¿Por qué me haces escoger una conversación sobre mi madre y una horrible vaca?

HOMBRE:       
Bueno… no creo que eso tenga nada de particular. Ahora si lo prefieres, nos quedamos calladitos y…

MUJER:  
No, no, eso no.

HOMBRE:       
Entonces eres dueña de escoger.

MUJER:  
Hablaremos de mi madre.

HOMBRE:       
¿Y por qué no, de la vaca del tío Nonos?

MUJER:  
¡No quiero hablar de esa horrible vaca! (Se levanta y se pasea nerviosa)

HOMBRE:       
(Le sigue) ¡Y yo no quiero hablar de tu horrible madre!

MUJER:  
¡Mi madre es una santa!

HOMBRE:       
¡Tu madre es una puta vil!

MUJER:  
¡Y la vaca del tío Nonos es un animal pestilente! (Largo silencio. Él calla obstinadamente, seguro de su triunfo) ¡Natur, está bien, como quieras… hablaremos de la vaca del tío Nonos… pero por favor, no te quedes callado, ya no resisto mas estar en silencio!

HOMBRE:       
Bien, me agrada que seas razonable (Paseándose) Te dije antes que ella era una puta vil y lo sostengo.

MUJER:  
¡Oh, no le ofendas; si anda con todos es debido a que es la única entre tantos machos!

HOMBRE:       
Yo por mi parte la detesto y no pierdo las esperanzas de verla asarse en una inmensa parrilla.

MUJER:  
¿Para qué sacrificarla? Está tan flaca que no creo que dé carne suficiente para tres personas (Toma las tijeras y la prensa y comienza a recortar otra figura masculina)

HOMBRE:       
Créemelo, que si tuviera poder para enviarla a la última paila del infierno ya lo hubiera hecho.

MUJER:  
A mí, por el contrario, nunca me ha pasado por la mente hacerle daño. Tiene una mirada dulce.

HOMBRE:       
Confíate de las miradas dulces y estarás ¡perdido! Eso dice el adagio y yo estoy de acuerdo. Ella no es más que una arpía que esconde toda su maldad detrás de una cara de ángel otoñal.

MUJER:  
Exageras… siempre ha sido tan leal.

HOMBRE:       
¿Leal? ¿Dices leal? Leal y se burla de mí tan sólo al volver la espalda.

MUJER:  
(Sonríe) ¿Cómo podría burlarse de ti si no razona?

HOMBRE:       
Eso es lo que crees tú; pero me he puesto a observarla y me he dado cuenta de que hace morgas de mí cuando con sus dulces ojos recargados de rinmel.

MUJER:  
(Riendo) ¿De dónde sacas esas cosas, Natur?

HOMBRE:       
¡A veces pienso en lo mucho que habrá gastado en cremas para no verse vieja!

MUJER:  
Vamos, deja de hacer morfa del animalito.

HOMBRE:       
¿Animalito? ¡Pero si es un monstruo! (Ríe).

MUJER:  
Si prosigues haciendo burla de ella, me iré a acostar y no continuaré hablando contigo.

HOMBRE:       
Lo que deberías hacer es arrodillarte y pedirme disculpas.

MUJER:  
No creo haberte ofendido.

HOMBRE:       
Sí, sí, si me lo has hecho.  Me has obligado a hablar sobre tu madre y me has llevado la contraria descaradamente, dedicándote a hablar de la vaca del tío Nonos… ¿Creías acaso que no me había dado cuenta?

MUJER:  
Me obligaste a hablar de la vaca, Natur.

HOMBRE:       
Discúlpate o no te hablaré en muchas semanas, Fora.

MUJER:  
Está bien, está muy bien (Pausa) Discúlpate, reconozco que me he comportado como una necia. He sido un poco idiota.

HOMBRE:       
¿Un poco o mucho?

MUJER:  
(Angustiada) ¿Qué prefieres que te conteste ahora?

HOMBRE:       
Escoge.

MUJER:  
¡No quiero equivocarme!

HOMBRE:       
Eso es asunto tuyo, no mío.

MUJER:  
Disculpa, querido, reconozco que he sido “demasiado idiota”.

HOMBRE:       
¿Y si yo te dijera que te has extralimitado?

MUJER:  
Lo admitiría.

HOMBRE:       
Pues ha sido todo lo contrario; sólo has sido un “poco idiota”.

MUJER:  
Sí, lo reconozco.

HOMBRE:       
Espero que no vuelvas a tratar de engañarme como lo acabas de hacer (Pausa) Has dicho “demasiado”, en vez de “muy poco”, tratando de ganarme con halagos.

MUJER:  
Está bien, reconozco que mentí, pero no volverá a suceder.

HOMBRE:       
¿Quieres que sigamos hablando?

MUJER:  
No, me siento algo cansada.

HOMBRE:       
Yo no (Pausa) ¿Me complacerías si te pidiera que hablásemos?

MUJER:  
Sí, claro que sí.

HOMBRE:       
¿Hablas sinceramente?

MUJER:  
Sí, sinceramente.

HOMBRE:       
Recuerda que antes me mentiste… ya no puedo confiarme. Uno nunca confía dos veces en el mentiroso. ¿No es cierto, querida?

MUJER:  
Sí, tienes razón.

HOMBRE:       
Hablemos, pues.

MUJER:  
(Se pasea nerviosa con la figura entre las manos) Ya te dije que me encuentro cansada.

HOMBRE:       
Sí, no lo he olvidado; pero si quieres reivindicarte ante mí, debes complacer mi deseo.

MUJER:  
(Traspasa la figura con las tijeras) Sí, sí, sí, hablaremos si así lo quieres (Pausa) ¿De qué quieres que hablemos? (Ríe)

HOMBRE:       
¿De qué te ríes ahora?

MUJER:  
De nada… de nada, Natur.

HOMBRE:       
Oh, vamos, deja de comportarte como una niña.

MUJER:  
(Sombría) ¿De qué vamos hablar ahora?

HOMBRE:       
Elige el tema.

MUJER:  
No, no voy a elegir el tema. Si lo hago sé que te gozarás contradiciéndome.

HOMBRE:       
(Va hacia ella) Me quieres decir con eso, que soy un impertinente, ¿no es así?

MUJER:  
No, no, no quise decir eso (Estruja la figura. Luego ríe)

HOMBRE:       
¿Qué sucede… acaso eres necia?

MUJER:  
¡No quiero elegir, no quiero elegir!

HOMBRE:       
(Triunfante) ¡Hablaremos del auto, entonces! (Le vuelve la espalda. Ella tira la figura y la pisotea)

MUJER:  
¿Hablaremos de nuevo del auto?

HOMBRE:       
¿De nuevo? (Sin volverse lentamente) ¿Cómo de nuevo, si aún no hemos hablado de ello?

MUJER:  
(Nerviosa) Sí, tienes razón… (Pausa)… ¿Hablamos del auto?

HOMBRE:       
No, no lo haremos… acabo de cambiar de parecer… ¿Por qué no hablar mejor de tu padre?

MUJER:  
¿De mi padre?... (Pausa) ¿Por qué no hablar mejor del tuyo?

HOMBRE:       
Dije que hablaríamos de tu padre.

MUJER:  
Pero yo quiero hablar del tuyo… mi padre es un hombre de Dios.

HOMBRE:       
¡Un hombre de Dios! ¿Sabes en donde se halla en estos momentos?

MUJER:  
(Con odio) Seguramente en un prostíbulo. (Escupe) ¡Viejo inmundo! A sus años y no se preocupa de otra cosa que sobar y babosear a cuanta puta se le pone por delante.

HOMBRE:       
¡Y quien pensaría que debajo de esa cara de ángel se esconde un miserable enfermo sexual!

MUJER:  
(Paseándose nerviosa) Yo jamás me dejé engañar por su aspecto… descubrí sus vicios desde muy temprano.

HOMBRE:       
No sé cómo las mujeres logran unirse a él (Ríe) Y sabiéndolo así la puta vieja ha soportado vivir a su lado todos estos años.

MUJER:  
Es fácil de comprender; es de los hombres que consiguen que cualquier mujer se apegue a ellos. Es un sucio en la cama.

HOMBRE:       
(Ríe) ¡Y quien ve a la vieja puta!

MUJER:  
(Luego con vacilación) Sabes… en cierta ocasión me propuso participara en una de sus suciedades… ¡Oh, qué asco!

HOMBRE:       
Se atrevió a…

MUJER:  
¡Sí, ya te lo dije!

HOMBRE:       
¡Miserable! Pero no es de dudar… de un degenerado de su clase no se puede esperar otra cosa.

MUJER:  
Creo que un día de estos voy a matarle, si no cesa de molestarme.

HOMBRE:       
¿Serías capaz de cometer un parricidio?

MUJER:  
Sólo tú me unes a él.

HOMBRE:       
Mi pobre y dulce, Fora. ¡Cómo habrás sufrido, mi pequeña! (La abraza)

MUJER:  
Sí, mucho, mucho… no me atrevía a decírtelo por tu ira.

HOMBRE:       
¡Palomita mía!

MUJER:  
¿Le hablarás, le exigirás que deje de molestarme?

HOMBRE:       
Sí, y si no me obedece le echaré a patadas de esta casa.

MUJER:  
¡Eso no, Natur, es tu padre!

HOMBRE:       
Sólo tú me unes a él, y trato de defenderte de sus…

MUJER:  
No lo tomes así, es sólo un viejo…

HOMBRE:       
Lo que sea… es monstruoso lo que me has contado, Fora.

MUJER:  
Si hubiese sabido que lo tomarías así, nada te habría dicho.

HOMBRE:       
¿Le has contado a tu madre?

MUJER:  
No, no he querido contarle nada… eso no haría más que empeorar las cosas.

HOMBRE:       
¿Empeorarlas? ¿Acaso no es su mujer? Ella debe al menos…

MUJER:  
¿Su mujer? ¿Pero qué dices… de qué estás hablando?

HOMBRE:       
Me refiero a tu madre, ella debe saber de las proposiciones que te ha hecho tu padre.

MUJER:  
¿Mi padre? Yo no me refería a mi padre, Natur.

HOMBRE:       
¿No hablabas de tu padre… y de quien entonces?

MUJER:  
Me refería al tuyo (Pausa) Tu padre ha sido el que ha intentado abusar de mí.

HOMBRE:       
Oh, no querida… no me meterás gato por liebre. Hablabas de tu padre y ahora tratas de engañarme de nuevo diciendo que te referías al mío… pero no, no te lo voy a creer. Yo te pedí que hablásemos de tu viejo y no del mío; y estoy plenamente seguro de que ha sido así. ¿No es cierto que ha sido así, Fora? (Amenazante) ¡Contesta! (Pausa) Si me has estado burlando, paloma, estarás meses y meses encerrada sin oír voz humana; eso te lo juro. ¿A quién te referías… a tu padre o al mío?

MUJER:  
¡No lo sé, no lo sé!

HOMBRE:       
¡Vamos, mujer, habla!

MUJER:  
¡Oh, déjame en paz de una vez!

HOMBRE:       
¿Hablas o no?

MUJER:  
(Sombría) Me refería a mi padre.

HOMBRE:       
¿Lo reconoces, entonces?

MUJER:  
Sí.

HOMBRE:       
Siéntate, Fora (Ella lo hace. Toma las tijeras y comienza a recortar una figura. Lo hace mecánicamente y con cierta rapidez) Tu acción, palomita, merece realmente un castigo severo. Pero esta vez voy a ser suave contigo… muy suave… suave en extremo (Pausa) ¿Qué sucede últimamente contigo, Fora? Ya no sé de qué medios valerme para corregirte. Desde hace mucho tiempo te vienes comportando como una niña malcriada, y en estos últimos meses se ha acentuado ese rasgo en ti (Pausa) Fora… ¿Me escuchas?

MUJER:  
Sí.

HOMBRE:       
Bien. Pues te decía que ya no sabía que hacer contigo para corregirte… para… como diría… hacerte reaccionar… esa es la palabra (Pausa) Voy a probar esta vez con un castigo muy suave, querida (Con voz potente) He decidido que de ahora en adelante no tendrás a la chica que te ayuda en las labores de la casa; como tampoco irás de compras a las tiendas y mucho menos al almacén… yo me encargaré de ello, eso hasta que comiences a comportarte sensatamente (Alejándose de ella) Hablarás con tu sombra, como en otras ocasiones, ya que conmigo no podrás hacerlo. Cenaremos cada uno en una habitación diferente… y dormiremos juntos… sólo cuando yo así lo crea conveniente (Mira la figura) ¡Oye, déjame verla! (La toma) ¡Qué gracioso! (Ríe) Cualquiera que la vea diría que se parece a mí (Ríe) No bien dijo el sabio, que con la práctica se hacen los buenos artistas (Se la devuelve) ¡Bien, muy bien! (Enérgico) ¡Ahora pondrás las manos sobre la llama y sin chistar!

MUJER:  
¡No, eso no!

HOMBRE:       
¡Las manos en la llama, paloma!

MUJER:  
¡Oh, no, Natur, no! ¡Te prometo que seré buena de ahora en adelante!

HOMBRE:       
Ya me has prometido en otras ocasiones y no me has cumplido (Enérgico) ¡Vamos, mujer, no me hagas perder la paciencia!

MUJER:  
¡Esta vez sí me portaré bien, te lo prometo!

HOMBRE:       
¡Las manos en la llama!

MUJER:  
¡De ahora en adelante no tendrás más quejas de mí, te lo juro!

HOMBRE:       
No quiero más tus quejas y tus juramentos (Pausa) ¡Las manos sobre la llama, palomita, si no quieres que yo mismo te ayude a hacerlo! Si lo haces tú, tendrás opción de quemarte poco… pero si me obligas a que lo haga yo… no te imaginas el tiempo que puedo demorarme.

MUJER:  
¡No soy una chiquilla!

HOMBRE:       
¡Pero te comportas como tal!

MUJER:  
¡Soy tu mujer, no tu esclava!

HOMBRE:       
¡Pues precisamente, corrijo a mi mujer!

MUJER:  
¡Te odio!

HOMBRE:       
¡Me odiarás aún, pero me obedecerás!

MUJER:  
¡Te odio, te odio!

HOMBRE:       
Sí, ya me lo has dicho… pero coloca las manos en la llama (Da un paso hacia ella)

MUJER:  
¡No te acerques! (Él se detiene) ¡No te acerques que yo misma lo haré! (Corre hacia la vela. Vacila. Él avanza. Ella de espaldas al público se quema las manos en la llama. Se retuerce, pero no llora. Luego se queda inmóvil sin demostrar dolor)

HOMBRE:       
Ya ha pasado todo, paloma, ya estás purificada de nuevo (Le tiende las manos) Ven, pequeña, ven a mí…

MUJER:  
¡Te odio!

HOMBRE:       
Ven, ven que calmaré el dolor de tus manos con mis besos, ven. ¿No quieres? (Pausa. Baja las manos) ¿En verdad me odias, Fora?

MUJER:  
No te odio, Natur, te mentí de nuevo.

HOMBRE:       
Me siento tan feliz de que no me odies, que te perdono esa nueva mentira, oh, vamos, querida, vamos que hay que madrugar.

MUJER:  
Sube tú, yo subiré luego.

HOMBRE:       
Como quieras… (Se detiene) ¿Haremos el amor antes de dormir?

MUJER:  
Sí, querido… como siempre que me quemas las manos.

HOMBRE:       
¿Dos veces?

MUJER:  
Mil, si así lo prefieres.

HOMBRE:       
No tardes.

MUJER:  
Enseguida subo (Él hace mutis. Ella corre hacia la mesa con odio y toma la figura, luego las tijeras. Con ira la hiere varias veces) ¡No, no, no dejaré de comportarme como una niña! (Atraviesa la figura) ¡No seré buena! ¡No seré buena! ¡No dejaré de mentir! (Ríe para terminar llorando. Se sienta con las tijeras en la mano. Las mira embelesada. Luego mira hacia la habitación por donde desapareció el marido)

VOZ DEL HOMBRE:
¡Fora…! ¿Qué sucede? ¡Sube inmediatamente!

MUJER:  
(Guardándose las tijeras en el escote, a la vez que toma una hoja del diario) Sí, querido ya subo. (Saca del escote las tijeras, las mira y va a ponerlas vacilante sobre la mesa. Luego, como en un arrebato, se las guarda de nuevo y la lanza la hoja del diario) ¡No! ¡No! ¡Ya no han de ser de papel! (Apaga la vela y sale rápidamente)



TELÓN RÁPIDO




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