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Especialista en Teatro Venezolano

lunes, 11 de febrero de 2013

Paul Williams

EL GENERAL CUENTA SUS MEDALLAS
Comedia dramática en un Acto



PERSONAJES POR ORDEN DE APARICION:

GENERAL EVOL RUIZ ------------ General Retirado

MORNA -------------------------------- Su mujer

INGRIT --------------------------------- Hija de ambos

TOLA ------------------------------------ Criada

ACCIÓN:  En un país cualquiera.

EPOCA:   Actual


ACTO ÚNICO


ESCENOGRAFIA:
IZQUIERDA: Piano pequeño arrimado a la pared. Sobre este retrato al óleo de Morna en sus mejores años. Cerca del piano, ventana. Al fondo: Puerta que conduce al exterior; junto a esta, silla Luis XVI con la tapicería descolorida. Al centro: Sofacito Sheraton, mesita inglesa y dos sillas de un estilo que quiso ser Reina Ana  pero que no resultó. Su tapicería estará completamente divorciada del sofá. DERECHA: Vitrina exhibidor llenas de porcelanas de calidad, mezcladas con otras de poco valor; cerca de esta, puerta que conduce a la cocina y otra que conduce a las habitaciones. Al fondo: Consola Luis XV y un espejo veneciano sobre ella. AL CENTRO: Mesa inglesa redonda y cuatro sillas vienesas a su alrededor. Cuadritos de dudoso valor, cortina de un estampado algo escandaloso, y uno que otro adorno en yeso o cristal veneciano. Una alfombra de dibujo incaico remata al decorado por un lado, y una lámpara con pantalla de papel de arroz que cae sobre la mesa, por el otro.

ACCION: 
Son casi las cinco de la tarde. Al levantarse el telón, el General Ruiz se contempla en el espejo mientras habla a Morna e Ingrit. La primera se encuentra sentada en la butaca del piano, y recostada a este, mientras la segunda juega con un cojín detrás del sofá.

GENERAL:     
Desde cualquier extremo que lo mires, no me lo negarás que se trata de una distinción. Piensen ustedes que al General Freites no se le incluyó en la lista, y a los Generales Castro e Iturriza se les eliminó a última hora; eso sin contar con aquellos que ni siquiera pueden aspirar a que se les olvide, pues ya han pasado a la historia sin letras ni sonidos. (RIE SOLO).

MORNA:         
No se puede negar que hoy te encuentras de buen talante. La invitación, por lo que veo, te ha retornado a tus años de “brillo refulgente”.

INGRIT:  
Es lógico que así sea. Papá había sido olvidado injustamente. Tal vez en el Estado Mayor se han dado cuenta de lo que significó para las Fuerzas Armadas y para la patria  y tratan de enmendar su error. Creo que en su caso me sentiría contenta, igual que él.

MORNA:  
¿De verdad, Ingrit?

GENERAL:     
Pues debes sentirte contenta, Ingrit. No todas las muchachas tienen la suerte de poseer un padre como el que te ha tocado a ti. (RIE).

MORNA:
(LE MIRA LARGAMENTE) ¿No te parece absurdo que asistas con ese uniforme?  ¿No sería mejor que...?

GENERAL:     
La circular decía que...

MORNA: 
Sé lo que decía... ¿Pero tú no crees que...?

GENERAL:     
Creo exactamente lo que ves que acabo de hacer.

MORNA:
Tengo la completa seguridad de que los otros preferirán...

GENERAL:     
¡Los otros son los otros, yo soy el General Ruíz!

MORNA: 
(CON INTENCIÓN) ¡Eras!

GENERAL:     
¡Soy!

MORNA: 
No olvides que has pasado a retiro.

GENERAL:     
Eso nada tiene que ver. Bien sabes que sigo conservando el mismo rango. (PAUSA CORTA) Según tu modo de ver las cosas, si un médico deja de ejercer, su título también deja de tener validez, ¿No es así?

MORNA: 
No confundas las cosas, es distinto.

GENERAL:     
¿Por qué es distinto?

INGRIT:  
Por favor dejen ya de discutir. Mamá, si él desea ir con su antiguo uniforme, por qué no dejarle... la circular decía...

MORNA:  ¡Sé muy bien los que decía la circular, no tienes por que repetirlo!

GENERAL:     
(SE ACERCA A INGRIT) ¿Qué tal te luzco? No se lo pregunto a su madre, porque sé de antemano la respuesta que me ha de dar. (ENTRA LA CRIADA Y COMIENZA A PONER LA MESA)

INGRIT:  
¡Pareces un sol, papá!

MORNA:
(COLOCÁNDOSE FRENTE AL PIANO) ¡Con tantos resplandores de grandeza, quién no!

GENERAL:     
Que cáustica amaneció tu lengua hoy, Morna. (ELLA LEVANTA LA TAPA DEL PIANO Y COMIENZA A TOCAR UNA PIEZA MUY ALEGRE) Creo en parte, que tu anticipada vejez no se debe a otra cosa que al mal humor que siempre te acompaña, y a ese cúmulo de energía gastadas en busca de que destruir.(ELLA DETIENE LA MÚSICA) El mal humor te ha convertido en pocos años, en una mujer que aparenta el doble de edad que en realidad tienes. (ELLA SE LLEVA LAS MANOS AL ROSTRO, PERO ANTES DE LLEGAR LAS DETIENE Y LAS COLOCA DENUEVO EN EL REGAZO, Y ÉL SE LE ACERCA) Estás gastada, Morna... has dejado de ser apetecible por tu propia culpa.

INGRIT:  
(SUAVE, PERO CON CARÁCTER) ¡Papá, por favor, que se te hace tarde! (SALE LA CRIADA)

GENERAL:     
(MIRANDO EL RELOJ) Además, y eso te lo perdono, me has dado una hija muy discreta... sencillamente discreta... o tal vez, con una intuición muy desarrolladas para predecir tormentas.

MORNA: 
¡Quieres marcharte de una vez, sol radiante! (DE ESPALDAS AL PIANO NUEVAMENTE)

INGRIT:  
¡Mamá, por favor!

GENERAL:     
Tú comenzaste a atacarme, lo que hago es defenderme.

INGRIT:  
(TOMANDO LA GORRA DEL GENERAL, QUE SE ENCUENTRA SOBRE LA SILLA QUE ESTA COLOCADA CERCA DE LA PUERTA DE SALIDA) Toma tu gorra, papá. Es increíble que se haya conservado tan bien después de tantos años de estar guardada en el desván.

MORNA: 
La gorra del sol, nunca deja de estar radiante... tiene luz propia.

GENERAL:     
¡Pero la esposa del sol, sí! Un cuarto menguante la atrofió, y para siempre. ¡Tola! ¡Tola! ¡Mis medallas! ¡Mis medallas!

INGRIT:  
¡Déjale, papá déjale! No molestes a Tola. Yo ya te las lustré y aquí las tengo. (ALEGRE) Ven están aquí. (SE DIRIGE A LA VITRINA Y TOMA UNA CAJITA DE UNO DE LOS TRAMOS. SE LA ENTREGA. ÉL COLOCA LA CAJA SOBRE LA MESA Y MIRA SU CONTENIDO CON ORGULLO. LUEGO VACIA EL CONTENIDO  Y TOMA UNA DE ELLAS. INGRIT LE MIRA SONRIENTE CON LAS MANOS TOMADAS A SU ESPALDA)

GENERAL:     
¡Gracias, hija, gracias! ¡Ah, si no fuera por tu diligencia!

INGRIT:  
(EN SECRETO A ESTE) Yo sabía que no irías  sin ellas; estaba segura de que las llevarías.

GENERAL:     
No, no podía ir sin ellas. Me sentiría desnudo si no las llevo conmigo... representan mi pasado... mis momentos felices... mi gloria, si es que se puede decir así. (LE TIENDE LA MEDALLA) ¿Quieres?

INGRIT:  
¿Qué?

GENERAL:     
Tener el honor de condecorar a su padre...

INGRIT:  
(ALEGRE) ¡Oh, claro que sí, papá! ¡Claro que sí, será un placer! (LE HACE UNA REVERENCIA. MORNA SE VUELVE AL PIANO) ¿Acostumbras a colocarlas en algún orden?

GENERAL:     
Sí, suelo colocarlas según el grado de antigüedad.

MORNA: 
Dirás... “solía”...

INGRIT:  
Entonces, a cual le corresponde ser la primera.

GENERAL:     
A esta. (LE DA LA QUE TIENE EN LA MANO) Esta fue la primera que obtuve. ¿Es linda, verdad?

INGRIT:  
Sí, es linda de verdad... ¿Qué dice la leyenda?

GENERAL:     
“Al héroe de la revolución de Marzo”... Me la otorgaron cuando...

MORNA: 
(RIE) ¡Héroe! ¿Y acaso se puede considerar héroe a un hombre que envía a sus soldados a combatir, y se esconde en el desván con terror de mujer preñada?

GENERAL:     
(SE LE ACERCA FURIOSO) ¡Sí, sí, me escondí en el desván de tu puta madre!

MORNA: 
Oh, vamos, no te enojes. (PAUSA. PASA UN DEDO POR EL TECLADO Y SE VUELVE A ÉL) No niego que organizaste todo lo concerniente al ataque a los guerrilleros, sería injusto de mi parte; como tampoco oculto, que si se ganó el combate, fue sencilla y llanamente porque se entendieron las cosas al contrario como tú las propusiste. El craso error de tus subordinados les proporcionó el triunfo; y tu, invadido por una enfermedad misteriosa, producto de ingerir alimentos en mal estado con la finalidad de no asistir a la escuela – oh, perdón – a la guerrilla, recibiste con honores y música de viento, en el desván del hospital, el precio de tu cobardía y del desatino de tus subordinados. (TOCA UNA MELODIA MUY CORTA) Afortunadamente para el ejército, decidiste enfermarte, pues de no ser así, otro gallo les hubiese cantado a los muchachos. (DA DOS NOTAS) ¡Dios sabe lo que hace, o lo que induce a hacer!

GENERAL:     
¿Qué estas tratando de insinuar?

MORNA: 
¿Insinuar? ¿Alguien a tratado de insinuar algo, Evol? (PAUSA. DA TRES NOTAS) Y cuando los ilusos se dieron cuenta de su despropósito, ya estabas honrado y condecorado, y no les convenía errar nuevamente arrancándote del pecho la inmerecida medalla.
GENERAL:     
Eres venenosa y traicionera como una serpiente.

MORNA: 
Las serpientes atacan para defenderse, el veneno es su arma.  (PAUDA. DA TRAS COMPASES) ¿Y acaso has olvidado que fui tu dactilógrafa y confidente cuando redactabas tu abominable proyecto de ataque a las guerrillas? ¿Ya lo has olvidado? Pues te refresco la memoria. (PAUSA)  Soy inteligente, Evol, aunque tú lo dudas  y niegas de plano, y siendo así, era justo que me diera cuenta, hasta donde me lo permitían mis conocimientos de los términos militares, de cómo había de realizarse la ofensiva. Yo preguntaba mucho, Evol, no sé si lo recuerdas; también tuve la precaución de leerme el informe que de la acción trajiste del Ministerio. Además, las descripciones que de ella hicieron  en los diarios y revistas, y la forma en que se llevaron a cabo las operaciones, coincidían en muy poco con tu plan.

INGRIT:  
¡Mamá!


MORNA:  ¡Pónsela, hija, pónsela! Él es tan orgulloso que no va a dejar de llevarla, aunque sepa que yo tengo toda la razón.

GENERAL:     
¿Y cuando has tenido tu razón? ¡Puaf!

MORNA: 
La he tenido, cuando tú no me la has quitado.

INGRIT:  
(MEDIADORA) Papá, ¿esta es la que sigue en orden, verdad? Su fecha lo indica así.

MORNA: 
La que sigue en orden a esa, es una que dice... “Honor al Mérito”. Es la más pequeña que le acabas de colocar y que esa que tienes en la mano... su color es azul caldeado... llamo azul caldeado al azul con un tinte rojizo. (TOCA UN TROZO DE SAMBA Y SE VUELVE A ÉL) Oye, Evol... nunca me has podido explicar, por que las medallas al honor militar son tan pequeñas en nuestro país; Eso se presta a especulaciones, ¿no crees?

CRIADA: 
(ENTRANDO) Señora, ¿puedo servir la mesa?

MORNA: 
No, Tola, yo le avisaré cuando pueda hacerlo. Debemos esperar un poco, hasta que se marche el SOL.

CRIADA: 
Ya el sol se ha ocultado, señora, son casi las seis.

MORNA: 
No, aún no se ha ocultado completamente. Vaya a la cocina que yo le avisaré cuando deba servir.

CRIADA: 
Bien, señora. (SALE)

GENERAL:     
Morna, te agradezco que...

MORNA: 
Si me vas a reprender por lo que le dije a la criada, cumplo con recordarte que su sueldo lo cancelo de mis rentas; así que puedo dirigirme a ella de la forma que mejor me venga en gana.

GENERAL:     
¡Tus rentas! ¡Siempre sale a reducir tus cochinas rentas!

MORNA: 
Sí, mis cochinas rentas; pero ellas han contribuido en gran parte, a que pudiésemos vivir durante varios años sin pasar necesidades. (SE PASEA)

INGRIT:  
(SUBIENDO EL TONO LES INTERRUPE. YA TIENE LA MEDALLA INDICADA EN LA MANO) ¿Es esta, papá? Corresponde a la  descripción de...

MORNA: 
(SE ACERCA A ELLA Y SE LA QUITA DE LA MANO) A ver... si, si, esta es... (SE LA DEVUELVE) Esa condecoración tiene también su historia. (RIE) “Honor al Mérito”. (CORRE AL PIANO, DA TRES COMPASES Y CORRE Y SE COLOCA TRAS EL SOFA) Resultó una ironía que te la concedieran el mismo año en que te siguieron juicio...  o mejor dicho, se te intentó seguir juicio por peculado. (CORRE AL PIANO Y MARCA CUATRO COMPASES).

GENERAL:     
(INTENTA ATRAPARLA) Si caes en mis manos voy a retorcerte el cuello.

MORNA: 
(CORRIENDO ALREDEDOR DEL SOFA) Entrega de medalla, y a los tres meses... ¡Cataplun!... y el gran escándalo.

GENERAL:     
¿Y que probó, Morna, si puede saberse?

MORNA: 
¡Nada! (SE DIRIGE AL PIANO E INTERPRETA UNA MARCHA FUNEBRE) Nada, nada, nada. (DEJA DE TOCAR) En esa época se hablaba de golpe militar y una cosa compensaba la otra... (DA DOS COMPACES).

GENERAL:     
¿Qué tratas de insinuar?

MORNA: 
Solo repito lo que oí murmurar a algunos de tus compañeros.  (TOCA Y DEJA DE TOCAR) Se llegó a decir, que tú habías delatado a todos los posibles golpistas,  a cambio del silencio acerca de tu caso.

GENERAL:     
(SE LE ENFRENTA, ELLA SE LEVANTA) ¡Tú bien sabes que no eran más que habladurías! ¡Calumnias viles, producida por resquemores y envidias!

MORNA: 
Si mi hija nació discreta, como dices, es porque lo heredó de su madre... (LE EMPUJA Y VA A LA VITRINA, SE DEDICA A ORDENAR SUS PORCELANAS).

GENERAL:     
Creo que esta tarde te has propasado conmigo, Morna. Te has dedicado a insultarme frente a Ingrit, no sé con qué intención. Pero supongo que debe haberla. Nunca has hecho o dicho algo en contra mía que no sea con la finalidad de desprestigiarme y hacerme quedar mal ante los demás. Bien muestra tu próxima baraja.

MORNA: 
¡Desprestigiarte! ¡Bah! Quien te escucha pensará que alguna vez tuviste prestigio.

GENERAL:     
Te has atrevido a llamarme cobarde y ladrón y...

MORNA: 
¡No dije ladrón, dije peculador!

GENERAL:     
¡Pruébame que fui peculador, pruébamelo!

INGRIT:  
¡Papá, por favor!

MORNA: 
Un automóvil de contado, dos casas y un negocio de víveres no se adquieren con un sueldo de 5.000 monedas mensuales, Evol.

GENERAL:     
¿Qué sabes tú de nada?

MORNA. 
Sé que toda aduana o rancho produce dividendos, y que toda delación también.

GENERAL:     
En caso de que fuera cierto todo lo que dices, tu también te alimentaste y vestiste con ese dinero que dices que obtuve indignamente.

MORNA: 
Sí, eso lo sé muy bien. Es más lo conozco. La comodidad es grata y yo no era la que me robaba el dinero. (EL SE LE ACERCA RAPIDAMENTE CON LA MANO ALZADA).

INGRIT:  
¡Papá!

MORNA: 
¡Vamos, baja esa mano, que yo no soy uno de tus antiguos subordinados! ¡Soy tu mujer, o si te parece mejor, tu verdugo! (SE VUELVE Y CONTINÚA ARREGLANDO SUS PORCELANAS DE UNA FORMA EXTRAÑA. LAS COLOCA EN UN SITIO Y LAS RETIRA ENSEGUIDA PARA COLOCARLAS EN OTRO) ¡Márchate de una vez, sol radiante!

GENERAL:     
(SE VUELVE NERVIOSO A INGRIT)  Ingrit, ¿qué hora es?

MORNA: 
¿¡Por qué no la miras en tu reloj!? Lo tienes colgado en tu muñeca. (DE ESPALDAS A ÉL) Y no te preocupes, no voy a voltear;  no me gustaría ver cómo te tiembla la mano.

INGRIT:  
Son las seis y dos minutos, papá.

GENERAL:     
Démonos prisa, hija, no quiero ser el último en llegar. Lugo dirán que lo hice para darme importancia y no volverán a invitarme. Esos militarcitos de ahora...

MORNA: 
¿Se diferencian en algo a los de antes?

GENERAL:     
Son presumidos y faltos de...

MORNA: 
¡Bah! Todos ustedes, jóvenes y viejos son presumidos y orgullosos. Siempre les he encontrado gran parecido con los pavos reales, que se sienten amos y señores del corral, por  el simple hecho de que saben que tienen buenas y afiladas espuelas, y que los que le rodean no son más que polluelos.

INGRIT:  
¡Mamá, por favor!

MORNA: 
Dime, hija ¿Quieres algo? ¿Te duele algo?

GENERAL:     
Toma, hija, esta es la que sigue. (SE COLOCA DE ESPALDAS A MORNA)

MORNA: 
(SE LE ACERCA) ¡Hey, no seas malo, déjamela ver! (LA MIRA) ¡Oh, pero si se trata de esa! (SE ACERCA A UNAS DE LAS CORTINAS, DESATA UNO DE LOS CORDONES Y LO ANUDA TORPEMENTE DE  NUEVO) De tus condecoraciones, la que me causa mayor risa es esa. “Otorgada por el Instituto de Cultura  por su contribución  al desarrollo de las artes” (SE DIRIGE AL PIANO Y DESLIZA UN DEDO SOBRE LAS TECLAS CON CIERTA FUERZA) Si mal no recuerdo, querido, tus artículos en defensa de las representaciones teatrales y la danza, te los redactaba, Sergio, tu furriel. El muchacho tenía gran talento para todo aquello que se relacionaba con las artes y el periodismo... ¡Lástima que lo malgastara en hacer quedar bien a los demás!

GENERAL:     
Lo único que hacía Sergio, era pasar en limpio mis impresiones, y darles cierto estilo que yo no dominaba.

MORNA: 
Lo hacía todo: corregía tus horribles garabatos, aclaraba conceptos, incluía citas de autores que tu desconocías, y emitía sus propios juicios y opiniones; transformando el original en algo irreconocible, para bien de los lectores.

GENERAL:     
¡Está bien, está bien, vamos a darte la razón! ¡Sergio era el autor de mis escritos, y yo solo un vulgar impostor que me aprovechaba de su talento! ¡Sí, soy un fracasado como ser humano, como profesional, y al igual que tú, un fracasado como artista! Aspiraba convertirme en ensayista de reconocido talento y tuve que conformarme con escribir artículos para mi propio consumo; y tu, que ambicionabas llegar a la cima de la fama como concertista excepcional, fracasaste en tu intento y tuviste que resignarte con ser una simple y mediocre ejecutante, de esas que son incapaces de interpretar la más sencilla melodía sin desafinar. Y lo siento, pero no por ti, lo siento por el pobrecito piano, que ha tenido que soportar que durante años se martillee sobre el, sin poder emitir la más mínima protesta; porque si Dios, es un momento de gracia divina, le concediera facultad para hablar, seguramente emitiría tan grandes lamentos, que cielo y tierra se sentirían conmovidos desde lo mas profundo. ¡Y no hablemos del dominio que he tenido que hacer gala para no tener que suicidarme, en esas oscuras horas en que oía mutilar sin clemencia preludios, polonesas, sonatas, valcesitos criollos e importados; al escuchar como un minueto se convertía en samba, y una mazurca adquiría ritmo de fox - trot; al sentir como gemía el desdichado piano ante la impotencia  que significaba seguramente para él, tener que dejar escapar tan aborrecibles combinaciones. (GRITANDO) ¡Lo siento por ustedes, músicos ultrajados! ¡Lo siento por ustedes, Boccherini, -Schubert, Chopin, Schumannn, por haber tenido la desgracia de gozar del fervor de mi mujercita! ¡Qué el Señor se apiade de ustedes; pues mientras a la desnaturalizada le resten fuerzas en las viles manos, serán asesinadas todas sus composiciones a fuerza de notas discordantes! ¡Qué el señor se apiade de nosotros, y de vosotros!

INGRIT:  
No puedo entender que les está sucediendo. He dejado de verles durante dos años y encuentro que las relaciones entre ustedes han cambiado hasta convertirse en una guerra a muerte. Se agreden el uno al otro por la más pequeña insignificancia y no dudan en utilizar los procedimientos más viles para lograrlo. ¿Qué sucede, mamá? ¿Qué hizo que todo cambiara entre ustedes, papá?

MORNA: 
Hija, no te alarmes, aún no has visto nada.

INGRIT:  
Si siempre se hieren como hoy lo han hecho, preferiría no ver más de lo que he visto, ni oír más de lo que he oído.

MORNA: 
Si tu padre me ataca, tengo que defenderme.

GENERAL:     
El primer ataque vino de tu parte, no lo olvides.

MORNA: 
Te tomé ventajas, eso es todo.

GENERAL:     
En tu juventud ganaste dos concursos de belleza, y nunca me he dedicado a echarles cuchillo, como hoy has estado haciendo con mis medallas.

MORNA: 
Si quisieras podrías hacerlo. En el primero triunfe, porque nuestro compadre era Presidente de la Casa Militar; en el segundo obtuve el Título de “La Señora más bella de las Fuerzas Armadas”, porque eras Comandante del Destacamento de Policía y tu hermano y dos de tus cuñados, miembros del jurado. Los fraudes estaban a la vista y no era necesario usar anteojos para verlos. (PAUSA) Yo no era fea del todo, aceptémoslo, pero tampoco bella para competir con mujeres jóvenes y de una gran frescura como Cecilia de Perozo y Luisa de Atúnez, o de un charm y don  de gentes, como los de Graciela de Velásquez e Ines de Molijani.

GENERAL:     
Me causa asombro tu modestia de este instante. Antes te considerabas la más agraciada de las mortales y ahora reconoces que han existido mujeres con cualidades que tú no posees. Antes te dedicabas a despotricar de todas las de tu sexo, y terminas por reconocer que “no eras fea del todo”, y que otras eran más bellas que tu; y lo reconoces ahora que tanto tu como ellas están listas para la hoguera.

MORNA: 
Nunca he criticado a las de mi sexo.

GENERAL:     
Sí, sí lo hacías: a las jóvenes por carecer de experiencia y soltura, a las maduras, por encontrarlas afectadas y poco femeninas, y a las viejas, porque te resultaban demasiado fastidiosas y recargadas...  y ahora dices que...

MORNA: 
Superaba a muchas en buen gusto y...

GENERAL:     
(A LA CARGA, PASEÁNDOSE AGITADAMENTE) ¿Buen gusto? (RIE) ¿Buen gusto? ¡Mierda! Esa es la palabra con que se puede designar  lo que llamas “tu buen gusto”. (RIE) ¡Pero si toda la vida he vivido horrorizado de tu incompetencia en lo que se refiere a combinar un color con otro! ¿Y qué prueba más fehaciente de lo que digo, que el disparate cromático que tenemos a la vista? ¿Qué opinas, Ingrit?

INGRIT:  
No tengo nada que opinar, papá.

GENERAL:     
Creía que habías dejado de ser la muchachita tímida de antes; que sentía miedo de criticar el gusto de tu madre.

INGRIT:  
No creo que mamá tenga mal gusto, solo que a ti...

GENERAL:     
¡Oh, vamos, no seas hipócrita! ¿Es que no te has fijado en este horror de cortinas? (LAS TOCA CON RUDEZA) Si no las has visto te encuentras ciega... ¿Por qué quien no se fijaría en semejante birria? Y esos adornitos de porcelana que tanto manosea tu madre... ¿Te has detenido a constatar su mala calidad? ¡Porque son malas, y feas además! ¡Nadie, excepto tu madre, se atrevería a tener en su casa tantas baratijas!

MORNA: 
La cuarta medalla, según el orden de antigüedad sería... a ver. (PIENSA MIENTRAS LE MIRA CON MALICIA) ¡Oh, sí, ya recuerdo! ¡LA GRAN CRUZ DE HONOR! (CORRE HASTA EL PIANO Y TOCA UNA FANFARRIA) No cabe la menor duda de que esa fue una medalla bien otorgada en esa época... Habías dejado preñada a nuestra criada, Celia, y sostenías con tu influencia una cadena de burdeles. Tu Padre, como te dije antes era Comandante de Policía... y como era natural, tenía muchos amigos “honorables”.

INGRIT:  
¡Mamá, son las seis y media!

MORNA: 
Si tienes hambre, ve y come en la cocina. Yo no lo haré hasta tanto no se marche el sol.

INGRIT:  
No me refiero a eso.

MORNA: 
¿A qué, entonces?

INGRIT:  
Me refiero a papá y sus medallas.

MORNA: 
¿Te referías a eso? Ah, ya te comprendo... quieres saber cómo se ganó la que sigue en orden a esas cuatro.

INGRIT:  
(CORTANTE) No quiero saber nada, mamá.

MORNA: 
Me aterra que no te intereses en conocer las pasadas glorias de tu padre, hija. Eso es imperdonable. De todos modos te hablaré de ellas. Nosotras las madres estamos en el deber de revelar a nuestros hijos las virtudes de sus padres. ¿No lo crees así, Evol? Para que te pregunto si se de antemano que vas a estar de acuerdo conmigo. (PAUSA) La que sigue es esta. (LA PONE CONTRA LA LUZ) La conozco al pelo. El Ministro de Educación se la otorgó porque tuvo la desfachatez de donarle a la Biblioteca Nacional los libros que yo heredara de mi padre y que este coleccionara durante toda su vida. ¿Y sabes para qué? Simplemente para construir en el salón donde esta se encontraba, dos compartimientos diminutos... ¿Y no te imaginas con qué fin, Ingrit?... ¿No?... Pues te lo diré. El primero de ellos, para construir una pequeña ciudad de juguete con sus trecientos eléctricos... te debes acordar de ella. (PAUSA) ¿No la recuerdas?  (PAUSA) ¡Oh, pero si es verdad que él no permitía  que nadie entrara allí. Solo él, el General Ruiz, podía jugar con el trencito. El segundo cuartito lo utilizábamos para guardar el contrabando... o dicho elegantemente... “lo que nos obsequiaban los señores que introducían mercancías ilegalmente al país” (MIENTRAS ELLA A DICHO TODO ESTO, LE HA COLOCADO CON CIERTA DIFICULTAD, DOS MEDALLAS)

GENERAL:     
(LA TOMA DE LOS BRAZOS) ¿No crees que ya es  hora de que te calles, de que cierres el pico y dejes de decir sandeces?
 
MORNA: 
No, todavía no es la hora. (SE LE SUELTA) ¡Esa medalla! ¡Esa que te has colocado allí! (SEÑALA HACIA LA GUERRA)...  ¡Esa la ganaste a costa de la sangre de... (EL SE ABALANZA HACIA ELLA Y LA BOFETEA).

INGRIT:  
¡Papá, papá, por favor! (EL GENERAL AHORA A TOMADO A MORNA POR EL CUELLO).

GENERAL:     
¡Callarás de una vez por todas!

MORNA: 
(SE LE SUELTA Y SE LE ESCUDA TRAS LOS MUEBLES) ¡Y esa! ¡La que has colocado a su lado, es la que me causa más risa! “AL HONOR, AL AMOR, A LA VERDAD Y A LA VIRTUD”. (ESCUPE) ¡Cuando tú ni siquiera conocías el dignificado de esas palabras!

(CORRE  TRAS ELLA, PERO SE DETIENE AL ENTRAR LA CRIADA).

CRIADA: 
Señora, ya el sol se ha ocultado... ¿Puedo servir?

MORNA: 
No, ya le he dicho que esperemos a que se marche el sol y aún no lo ha hecho. ¿Es que no me ha entendido?

CRIADA: 
Pero acabo de ver... (CONFUNDIDA) Bien, señora, usted me avisará cuando desee que les sirva. (SALE RAPIDAMENTE).

GENERAL:     
Lo siento, Morna, de veras que lo siento.

MORNA:  Olvídalo... la culpa fue mía, te exasperé.

INGRIT:  
No sé qué es lo que ganan con insultarse en esa forma. Ambos se están comportando como chiquillos. (MORNA CON UNA SONRISA SE DIRIGE AL PIANO E INTERPRETA LA DANZA MACABRA) Anda, papá, que se te hace tarde.

MORNA: 
(DE ESPALDAS MIENTRAS TOCA) Noté que en el pecho te faltaba el “SOL DE PERU”. ¡Que imbéciles son esos peruanos que otorgan medallas sin conocer  bien a la gente! Se dejan llevar por las apariencias, sin averiguar, y entonces meten la pata hasta la cadera.

INGRIT:  
¡Mamá, por favor, ya basta!

MORNA: 
Pones la cara como si sufrieras un fuerte dolor de estómago. ¿Por qué no sales y te das una vueltecita, Ingrit?

INGRIT:  
No tengo ganas de dar vueltecitas, mamá.

GENRAL:
Voy por mi sable.

INGRIT:  
¡Te lo traeré, espera!

GENRAL:
No, yo mismo lo buscaré... gracias de todos modos, linda. (SALE).

INGRIT:  
(DESPUES DE UNA PAUSA) ¿Por qué le has herido en esa forma, mamá?

MORNA: 
Solo he dicho la verdad.

INGRIT:  
¿Y qué ganas con eso?

MORNA: 
¡Que no se vuelva a sentir poderoso! ¡No quiero que sus sucias botas pendan nuevamente sobre mi cabeza!

INGRIT:  
Se comportaba apaciblemente, tú lo violentaste.

MORNA: 
Antes, él era el fuerte; ahora yo le supero en resistencia. Si me hiere una vez, yo le infiero dos heridas; y si ataca y me da dos garrotazos, me levanto y le suministro cuatro sablazos. Cada estocada que le doy es una noche soledad que me cobro. Un insulto que da en blanco equivale a borrar una mancha de pintura labial de uno de sus pañuelos. Una humillación pública es un olor a vómito de borracho que perfumo con gardenias; y cada recuerdo desagradable que hago aflorar a su memoria, me sirve para dar paso al olvido de una traición.

INGRIT:  
Té expresas como si te hubiese hecho la vida imposible.

MORNA: 
En cierta forma sí. Y estoy asqueada de él, de sus amigos, de las mujeres de sus amigos y de su maldito reglamento.  “Prohibido reírse fuerte”... “Prohibido cruzar las piernas”... “No pise la grama”... “No fume en el salón”... “No tome en exceso”...  “No utilice este pasillo, ni el otro ni el que sigue”... “No fornique con el marido de su marido”...  “No ande en autobús”...  “Prohibido andar con paquetes”... ¡Cuidado con el honor! (RIE) Y las mujeres de los Generales humillando a las mujeres de los Comandantes y estas a las de los Mayores;  quienes a su vez destripan a las de los Capitanes; y para no ser las de menos, las Capitanas descargan todo su odio contra la media mitad de los Tenientes, las cuales siquitrillan a las féminas de los Subtenientes. Y ellas como es natural, vuelven papilla a las de los Sargentos Técnico, terminando estas por convertir en trocitos a las pobres mujeres de los Guardias Nacionales. Grupitos y más grupitos. Categorías y más categorías. Usted en la suya y yo en la mía, hasta que llegue el próximo ascenso que nos ha de colocar en la que sigue, sin que nunca podamos alcanzarnos. Maratones de fastidio a los que uno llega a acostumbrarse. Si, Ingrit, yo también llegué a acostumbrarme a tanta mediocridad. Me llegué a sentir a gusto entre tanta mierda por el solo hecho de verme alagada falsamente por los que estaban un poquito más abajo que nosotros, según el reglamento.

INGRIT:  
¡Mamá, hoy estás imposible!

MORNA: 
Pero si es la verdad, hija. Y no solo me consideraba una gran señora, sino la más culta y refinada. Y era tan señora, que fui incapaz de buscarme un amante y recibirlo cuando él no estaba;  como hacían muchas de mis amigas. (PAUSA) Esto no me lo creas, no me hubiese atrevido... me sentía intimidada por el Sol Naciente.

INGRIT:  
Entonces... eso quiere decir... que ya no le quieres.

MORNA: 
No sabría decírtelo a ciencia cierta... (CURSILONA) En una época le quise como jamás otra mujer... (SE DETIENE Y RIE) Oh, bueno, eso lo decimos todas, y  es tan cursi... (CON (TONO APAGADO) pero poco a poco todo fue desapareciendo... dejé de amarle... pero se me hizo imposible dejar de depender de él.  Estaba acostumbrada al lujo, y él podía brindármelo. Estaba acostumbrada a ser alagada, y a su lado esto no era necesario pedirlo. Estaba acostumbrada a no hacer ni producir nada, y él me proporcionaba quien hiciera todo por mí. Me acostumbre a humillar a las mujeres de los Oficiales de menor rango y su posición me permitía hacerlo con frecuencia. Y en medio de todo, conservaba mis rentas y hasta llegué a duplicarlas... en cierta forma.

INGRIT:          
(PAUSA LARGA) ¿Y no mereció ninguna, mamá?

MORNA: 
¿Te refieres a las medallas?

INGRIT:   Sí.

MORNA: 
¡Claro que no! ¡Y como él, la mayoría! Creo que se las dan para que tengan con que adornarse la guerrera.

INGRIT:  
¿Y cuándo considerarás que te has cobrado todo lo que te ha hecho?

MORNA: 
Yo misma no lo sé... tal vez, cuando no tenga ya el menor brillo. Lo hostigo tratando de hacerle devolver las medallas; pero sé que es absurdo esperar que lo haga, al igual que sé, que es absurdo que después de tanto tiempo vaya donde ellos y les diga: “Vengo a devolverles sus medallas, no las merezco”.

INGRIT:  
Si lo hace, lo más probable es que lo consideren loco y lo envíen donde un psiquiatra.

MORNA: 
Sí, lo sé... quizá lo que quiero en el fondo es que se convenza de que no le pertenecen...  que nunca las mereció. Si eso sucediese, ya no me importaría que brillara de nuevo en casa... porque sería un brillo distinto. ¿Me entiendes? Un brillo sin resplandores falsos.

INGRIT:  
Te entiendo.

MORNA: 
Pero moriría si tuviera que prescindir de ellas. Se ha acostumbrado a su peso y a su brillo y no soportaría el tener que dejar de vivir sin esa mentira. Él mismo se ha convencido, a fuerza de repetírselo día a día, que se las ganó en una causa noble... ¿y quién le quita esa idea?

INGRIT:  
¿Por qué dices... acostumbrado a su peso y a su brillo... si casi nunca las usa?

MORNA: 
Eso es lo que crees, hija. Todas las tardes se pone su guerrera,  se coloca sus medallas y se sienta a saborear sus antiguas glorias.

INGRIT:  
¡Mamá!

MORNA: 
Y no está tocado del cerebro, no... es... que le hacen falta para vivir. Todas las tardes se sienta allí, en su habitación, y rememora todos aquellos sucesos importantes de su vida... Su graduación, sus grados, sus hazañas... y poco a poco va creando un mundo falso alrededor de cada una de sus medallas. Y se repite asimismo que todo es cierto; que todo es real... real como esa luz que nos alumbra.

INGRIT:  
¡Mamá, cuanto lo siento! ¡Me imagino cuanto habrás sufrido! ¿Por qué no me escribiste y me lo contaste todo?

MORNA: 
Para qué. No creo que la función de las madres sea la de destruir la buena imagen que puedan tener los hijos de su padre. Ven vamos a ver que ha preparado Tola para la cena(SE ABRAZAN Y SALEN. PAUSA CORTA. ENTRA EL GENERAL CON EL SABLE PUESTO).

GENERAL:     
¡Ingrit! ¡Ingrit! (SE DA CUENTA DE QUE NO ESTAN) ¿Por qué no esperaste para darme tu visto bueno, Ingrit? (SE DETIENE ANTE LA CONSOLA Y SE MIRA ANTE EL ESPEJO) ¡Ha llegado el General Ruíz! ¡Señores, de pie, ha llegado el General Ruíz! He aquí al hombre que fue capaz de acabar con un solo manotón a las guerrillas, ideando un plan salvador para el ejército. ¡Mírenlo! ¡He aquí el único militar que pudo invadir los terrenos del arte y opinar sobre sus defectos; al único General que ha contribuido a su desarrollo! ¡De pie, el General Ruiz acaba de llegar! ¡Y con él,  la representación del honor y la virtud!(GIRANDO ALREDEDOR DE LA ESCENA) ¡De pie, militarcitos! ¡De culo a la pared, que ante ustedes va a pasar un hombre de verdad, y no un fantoche que se esconde tras un uniforme! ¡A temblar, quiero ver temblar esas carnes, militarcitos de mierda!  ¡Mis medallas están a la vista de ustedes! ¡Ellas son mi gloria! ¡Representan mi ilustre pasado! ¡Y son reales! ¡Reales! (LAS PALPA) Las siento sobre mi pecho... las toco, así... así... y puedo asegurar que son reales... verdaderas. (SOLLOZANDO) ¡Morna no tiene razón cuando dice que no las merezco! ¡Por su boca solo habla la perfidia, el odio que siente al verse opacada  ante  mí! ¡Soy honorable! ¡Soy honorable! ¡Sergio no escribía mis artículos, solamente los mecanografiaba! ¡Sergio era un inútil! ¡Soy honorable! ¡La criada mintió, solo me permití cortejarla para burlarme de ella; y Morna lo sabe! (APARECEN MORNA E INGRIT, ÉL AUN NO LAS HA VISTO) ¡Soy honorable! Y ellas son reales, las palpo...  así... así... ¡Soy honorable!

INGRIT:  
¡Papá!...  ¿Te sientes bien?

GENERAL:     
(VOLVIENDO DE SU ENSUEÑO) ¡Oh, si, si, hija, me siento mejor que nunca.

MORNA: 
Rememoraba sus pasados y falsos triunfos.

GENERAL:     
¿Qué tal me veo, Ingrit?

INGRIT:  
Te ves maravilloso, papá. (PAUSA) ¿Papá, no crees que te verías mejor sin ese uniforme? Creo que te verías más joven... más elegante...

GENERAL:     
¡Ah, yo veo, ya veo! ¡Ya veo por que camino vienes! En mi ausencia tu madre me ridiculizó  y te pidió que me convencieras de que desistiera de asistir a la recepción, con mi uniforme, ¿no es así?

INGRIT:  
No, estás equivocado. Mamá nada me ha dicho. Yo pienso... dije “yo pienso”, papá, que deberías ir sin él. Es lo que “yo pienso”. ¿Para qué tanto resplandor si la luz es artificial?

GENERAL:     
No te entiendo ni quiero entender. La reunión es a las siete, y faltan... (MIRA SU RELOJ NERVIOSAMENTE)... diez minutos. Espero no ser el último.

INGRIT:  
¡Papá!

GENERAL:     
¡Cómo voy a reírme cuando les vea las caras a esos Oficiales novatos, de zapatos relucientes y cabezas vacías, cuando me vean entrar con todas mis medallas!

INGRIT:  
(CEDIENDO CON CIERTO DOLOR) Te envidiarán, no cabe duda.

GENERAL:     
(ANIMÁNDOSE) Hasta mis compañeros de promoción se sentirán incómodos. Ninguno de ellos ha logrado obtener tantas medallas como yo.

INGRIT:  
(COMIENZA A ANIMARSE TAMBIEN) Es cierto, has ganado hasta un “Sol del Perú”, papá.

GENERAL:     
Sí, señorita, un Sol otorgado por el Gobierno del Perú. Su máxima condecoración.

INGRIT:  
(DEJÁNDOSE LLEVAR SIN DARSE CUENTA) En la escuela mis compañeras siempre me envidiaban. Cuando te veían llegar, notaba la rabia y la envidia reflejada en sus ojos. Y como me sentía de feliz y orgullosa. La semana pasada, cuando me despedí de ellas, muchas se acercaron a mí, y emocionadas me felicitaron por tener el padre que tengo. ¡Y como me sentí! No te lo puedes imaginar.

GENERAL:     
¿Te sentiste?

INGRIT:  
Me siento... papá. Me siento muy orgullosa de ti.

GENERAL:     
Siempre hemos sido víctimas de la envidia. Cuando tu madre ganó el reinado de la Casa Militar...

MORNA: 
(CON FALSA MODESTIA)  Oh, vamos, no hablemos de eso.

GENERAL:     
No seas modesta, mujer, cuéntale a nuestra hija, como fue. (PAUSA) ¡Anda, vamos, cuenta!

MORNA: 
(INICIANDO EL RELATO CON CIERTA TIMIDEZ) Pues había doce candidatas...

GENERAL:     
(MUY ANIMADO) Quince...  Quince, y cual más bellas.

MORNA: 
Yo llegué con mi traje blanco adornado con flores rosadas, y tan solo al entrar...

GENERAL:     
¡Vamos, no te detengas, continúa! ¡Cuando tu madre entró, Ingrit, no se escucharon más que aplausos, gritos y exclamaciones de asombro! ¡Y Morna, refulgente de belleza...!

MORNA: 
(ATRAPADA EN EL JUEGO! No, no exageremos, Evol. El traje de la hija del General Otaizola, era más bello que el mío al igual que el de...

GENERAL:     
¿Bello? Pero que tonterías dices. ¡Si no era más que un trapo! Figúrate, Ingrit... azul claro y armado en esta forma (IMITA LA FORMA DE UN GLOBO A SU ALREDEDOR), y con adornos color sangre. (RIE) Era de tan mal gusto que aún no se me borra de la memoria. ¡Y dices que era mejor que el tuyo, que era un verdadero sueño! ¡Si, hija, el de tu madre sí que era un traje para no ser olvidado jamás! ¡Y ella dentro de él... ella dentro de él hacía que el traje se sintiera ruborizado, y avergonzado de ser menos bello!

MORNA: 
¡Exagerado! Me favorecía mucho el peinado, al igual que el adorno que llevaba. Tengo que reconocer que si no era el mejor, era uno de los más bellos. ¡Cuántos aplausos! ¿Recuerdas, Evol, como deshicieron algunos de los adornos florales para lanzar las rosas y claveles a mi paso? (RIE) ¡Papá andaba inflado como un pavo real mirando a los demás concursantes como gallina que mira sal! (RIE).

 GENERAL:    
Y yo no te quitaba los ojos de encima...
MORNA:  Sí... Evol... acababas de ganar tus primeras medallas...

GENERAL:     
(EN EL COLMO DE LA ANIMACION) Si, por mi contribución a la creación del Casino Militar y por mí destacada actuación en los Juegos    Inter – Institutos  Militares. ¿Morna, dónde están esas medallas que no las he vuelto a ver?

MORNA: 
No lo sé, tendré que buscarlas un día de estos. Como nunca las usabas por considerarlas ordinarias al lado de estas, opte por guardarlas, pero no recuerdo donde.

GENERAL:     
Bien, otro día las buscaremos. (SACA EL PECHO, ALZA LA CABEZA Y SE DIRIGE A LA PUERTA. UNA DE LAS MEDALLAS SE DESPRENDE Y EL LA PISA SIN DARSE CUENTA) ¡Hasta luego! ¡Ya les contaré el regresar! (DA UN TROPEZON Y SALE).

MORNA: 
(SARCASTICA) ¡Qué tengas buena suerte, Evol!

INGRIT:  
(CON SINCERIDAD) ¡Suerte, papá, mucha suerte!

MORNA: 
(SE DIRIGE A LA PUERTA Y LA CIERRA. DE REGRESO MIRA LA CONDECORACION  EN EL PISO) ¿Qué es esto? (SE AGACHA Y TOMA LA MEDALLA) ¡Qué calamidad, tu padre a aplastado una de sus medallas!

INGRIT:  
¡No puede ser!

MORNA: 
Claro, tonta, ven y mira.

INGRIT:  
¡Qué desgracia, la ha aplastado completamente!

MORNA: 
Se pondrá hecho una furia cuando se entere.

INGRIT:  
¿Cuál es, mamá?

MORNA: 
A ver...

INGRIT:  
¿Quedó muy estropeada?

MORNA: 
Sí, hija, sí... (PAUSA)... ¡qué ironía de la vida, hija! ¡Tu padre acaba de pisotear a “EL HONOR,  AL AMOR,  A LA VERDAD Y A LA VIRTUD!”.


TELÓN RÁPIDO Y FIN



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