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Especialista en Teatro Venezolano

domingo, 10 de febrero de 2013

Paul Williams

LA ESCOPETA
Comedia



PERSONAJES POR ORDEN DE APARICIÓN:

CORÍN TELLADO (Maracucha)

MARÍA JESUSA (Caraqueña)

JACINTA

ROSALINDA


ESCENOGRAFÍA:
Rancho miserable en un cerro caraqueño. La escenografía representa lo que viene a ser el recibo, cocina, comedor y en último caso el dormitorio. A la derecha puerta que conduce a la habitación, y a la izquierda otra puerta que sirve de entrada. Al fondo, centro una pequeña ventana.

A la izquierda primer plano, mesa con televisor, frente a esta dos sillas. Al fondo, izquierda, cocina fregadero. En el centro de la escena mesa con dos sillas a su alrededor. A la derecha cerca de la puerta, sofá desvencijado, y al fondo altar con algunos cuadros que representan santos y alguna que otra imagen de yeso. Cerca de la ventana, una vitrina llena de trastos y un tocadiscos antiguo.


PRIMER ACTO

(AL LEVANTARSE EL TELÓN MARÍA JESUSA Y CORÍN TELLADO SE ENCUENTRAN SENTADAS EN EL SOFÁ. LA PRIMERA LEE UNA REVISTA MIENTRAS QUE LA SEGUNDA REVISA UNA FAJA)

CORIN:           
¡Caray, María Jesusa, con esta faja debes tener al pobre carajito más apretado que moneda en mano de avaro! Yo no sé cómo puedes pasarte todo el día con esa vaina puesta.

MARIA J.:               
De que es incómodo es incómodo, pero yo prefiero andar como   una hallaquita, a tener que calarme ruqui-ruqui que me armaría    todos los días mamá, si se entera que tengo ocho meses preñada y de incógnito.
CORIN:           
¿Bueno chica y cuándo se lo piensas decir? Porque tarde o       temprano tendrás que aflojar la lengua.

MARIA J.:               
Claro que se lo voy a decir pero quiero esperar hasta el último momento. Si lo digo ahora imagínate el aguacerito llanero que   voy a tener que soportarme; en cambio, si lo cuento todo cuando empiece a sentir los dolores de parto, ya no podrá hacer otra cosa que callarse y llevarme a golpe de sirena a la maternidad.

CORIN:                   
Ponte a creer; con el carácter que tiene tu vieja, lo más seguro es que te lleve a carajazos hasta la maternidad y te haga parir por el camino.

MARIA J:        
No hombre, chama, con la sorpresota que se va a llevar no creo que tenga tiempo en pesar en reprimendas.

CORIN:           
¡Ay, a mí se me pone la carne de gallina de sólo pensar en el escándalo que va a armar! ¿Tú te lo has imaginado María Jesusa?

MARIA J.:       
Claro que sí,... ¿Acaso no soy yo la que salió preñada? Pero  que se va a hacer; a lo hecho pecho y que sea lo que Dios quiera.  Anda, pásame la bicha esa para ponérmela de una vez, no sea que se le ocurra llegar de repente y me encuentre inflada como un globo; así sí que se moriría del susto.

CORIN:           
No estaría ni mal, porque así te librarías de semejante peo.

MARIA J.:       
¡Ay, chica, no seas muérgana...! tampoco la vaina es así. Bueno, ¿me das o no me das la faja?

CORIN:           
(SE LA DA). María Jesusa...  ¿Tú no has pensado que el pobre carajito debe estar pidiendo cacao allá dentro?

MARIA J.:       
¡Ay, Corin, tú siempre imaginando vainas raras! Por algo los muchachos te pusieron ese apodo y requetebién que te queda.      Mira, chama, por más que apriete al carajito no le puede pasar nada... ¿Y sabes por qué?... pues porque él está metido en una especie de cápsula especial llamada matriz.

CORIN:   
(ASOMBRADA) ¿Qué? ¿Quién te dijo eso, María Jesusa? La verdad es que esta es la primera vez que oigo decir eso.

MARIA J.:        Pues es bueno que leas para que te enteres. Fíjate que tiene un conducto por donde el chamito recibe agua y comida.

CORIN:   
¿Así es la cosa? Si es así entonces no hay de qué preocuparse. (SARCASTICA) De todos modos, por si acaso, procura sentarte con las piernas bien abiertas para que no le falte aire al chamito.

MRIA J.: 
(RIENDO) ¡Hay, chama, tú si inventas vainas!

CORIN:    Un consejo nunca está demás.

MARIA J.:       
Si... a ver si por seguir tu consejo cojo un mal aire y me nace el muchacho resfriado.

CORIN:   
Anda, chica, ponte la bicha esa que no me gusta verte así.

MARIA J.:       
Sí, déjame darme prisa. (PAUSA) Corín, qué te parece si a la nochecita nos damos una vueltecita por...

CORIN:   
¡Qué va, chama; conmigo no cuentes! Después tu mamá me va a poner el remoquete de cabrona y sin ninguna necesidad. Ya yo sé por experiencia cómo es la lengua de tu vieja a la hora de poner por el suelo la honra de los demás.

MARIA J.:       
¿Y tú le vas a para bolas a la lengua de mamá, Corin? Sabes mejor que nadie que mi vieja está más loca que una cabra. (ENTRA EN LA HABITACIÓN).

CORIN:    ¿Loca? ¡Yo te aviso! (HABLANDO PARA SI, MIENTRAS BUSCA QUE COMER EN LA NEVERA). Loca  para algunas cosas; pero para otras siempre está bien cuerda. Para lo único que ha resultado loca, sorda y ciega, ha sido para enterarse que su hija andaba repartiendo por allí; pero si hubiésemos sido la China, la Camba o yo las bollo loco, segurito que hubiese dicho el número de polvos que nos echaron en cada revolcada. (COME ALGO QUE A TOMADO DE LA NEVERA).

MARIA J.:       
(DESDE EL INTERIOR DE LA HABITACIÓN). ¡Cierra ese chorro, lengua de víbora! Pareces descendiente en línea directa de mamá.

CORIN:   
¡Dios me ampare y me favorezca!

MARIA J.:       
(ENTRA CON LA FAJA EN LA MANO) ¡Qué vaina, Corín, a la mierda ésta se le desprendió el cierre! ¿Y ahora qué vamos hacer? (CORÍN SE ATORA, TOCE, DISIMULA Y TOMA LA FAJA).

CORIN:    Déjame ver... ¡ahora sí que pusimos la torta, porque esto no te lo remienda ni Carolina Herrera!

MARIA J.:       
La única forma es pasándola a máquina.

CORIN:    ¿Y de dónde vamos a sacar una máquina de coser, tonta?

MARIA J.:       
La señora Petronila tiene una.

CORIN:   
¿Y qué... vas a ir así a que te cosa la faja?

MARIA J.:       
¿Yo? ¡Ni pensarlo! (PAUSITA). Pero podrías ir tú.

CORIN:   
¡Que va, chica, olvídate de eso! (VA SE SIENTA ANTE LA MESA, MARÍA J. LA SIGUE Y LA ACOSA POR AMBOS LADOS).
MARIA J.:       
Bueno, Corin... ¿tú eres amiga mía o no?

CORIN:    Sí, chama, yo soy tu amiga, pero me da la impresión de que tú eres enemiga mía. Y mira, no es que quiera echarte la partida para atrás, el problema es la señora Petronila. Tú sabes que la lengua de esa señora es peor que la de tu mamá. Y si le llevo la faja para que le cosa el cierre, empezará a decir por allí, “que quién sabe que vaina estoy ocultando que ando remendando fajas”.

MARIA J.:       
¡Siempre andas haciéndole caso al qué dirán! (PAUSITA). Anda, vale, hazme el favorcito. Y no te preocupes... si te pregunta algo dile que la faja es mía y asunto concluido.

CORIN:    ¡Sí, sí, todo lo ves muy fácil, pero sucede que yo no!

MARIA J.:       
Y si se pone hablar de ti, que importa; cuando se entere de que la preñada soy yo la cogerá conmigo y dejará de rajarte el cuero a ti.

CORIN:   
Sí, pero ya mi honra estará echa leña; y entonces será tu mamá la que apuntará con sus baterías para acabar con lo poco que quede.

MARIA J.:       
¡Ay, mujer, no seas trágica! (PAUSA). Ándele, pues, hágame el favorcito.

CORIN:   
No chica, ya te dije que no.

MARIA J.:       
¡Está bien, chama, está bien... ya se ve que uno no puede confiar en nadie! ¡Y eso que dices que eres mi mejor amiga! (SOLLOZA). (LA MIRA DE REOJO)

CORIN:   
¿Ah, pues, ahora te vas a poner sentimental? (PAUSITA. LA MIRA DE REOJO Y LUEGO PONE LA CARA DE RESIGNACIÓN). ¡Está bien! Dame acá la porquería esa. Pondré el pellejo a la disposición de la señora Petronila y todo por la amistad. (MARÍA JESUSA NO SE MUEVE) ¿Me vas a dar o no la mierda esa? (MARIA JESUSA SE LA TIENDE. ELLA LA TOMA CON RABIA). ¡Y deja la moqueadera, que aquí no ha pasado nada! (VA HACIA LA PUERTA).

MARIA J.:       
Y no te vayas a demorar haciendo sebo por allí; acuérdate que mamá está a punto de llegar.

CORIN:    (SE DEVUELVE MOLESTA). ¡¿Bueno, chama... y cuándo me has conocido tú a mí como sebosa?!

MARIA J.:       
¡No te molestes, chica, lo dije en juego!

CORIN:   
¿Juego? ¡Yo te aviso! ¡Y deja de tirarme indirectas, porque si me haces arrechar no voy!

MARIA J.:       
Corín, deja ya de hablar y márchate de una vez.

CORIN:   
Voy como un rayo... (VA Y SE COLOCA FRENTE EL ESPEJO, SE ACICALA CON LENTITUD PARA MOLESTAR A MARÍA JESUSA) No te olvides de poner la telenovela, ya debe de haber empezado.

MARIA J.:       
Ya voy a encender el televisor y cuando regreses te cuento lo que haya pasado.

CORIN:   
(JUNTO A LA PUERTA) ¡Coño, María Jesusa... la verdad es que te ves bien fea con esa barriga! Pareces un camión Cisterna parado en dos patas. (SE MARCHA)

MARIA J.:       
(ENCENDIENDO EL TELEVISOR MIENTRAS RIE) Espero que la loca esa no se demore mucho. (SE SIENTA Y MIRA FIJAMENTE LA TV).

ACTRIZ 1:      
Es que yo no puedo creer que mi hija esté enamorada de ti... Luis Miguel no es capaz de hacernos esto, enamorarse de una mujer de color, de una mujercita como tú que no eres otra cosa que nuestra cachifa.

ACTRIZ 2:      
Pues aunque usted no lo pueda soportar, es la verdad, la purísima verdad... Luis Miguel me ama y va a casarse conmigo...

ACTRIZ 1:      
Eso lo veremos ¡Primero tendrán que pasar sobre mi cadáver, tanto tú como él, así sea mi primogénito! (ACORDES DE TENSIÓN).

VOZ ACTOR:  
¡He oído sin querer todo lo que has dicho, madre, y lamento decirte que si tengo que renegar de ti por Azabache, estoy dispuesto a eso y mucho más!

ACTRIZ 1:      
¿Renegarías de mí por esa morcilla parlante? ¡No lo creo Luis Miguel... eso no lo creeré jamás! (ACORDES).

JACINTA:
(ENTRA CARGADA DE PAQUETES Y SE DIRIGE A LA MESA Y COMIENZA A UBICAR LOS VIVERES SOBRE ESTA Y PARTE EN LA COCINA Y LA NEVERA) ¡Como siempre! ¡Con el televisor encendido y a todo volumen y seguramente que ni has tendidos las camas, ni tienes la masa de las empanadas lista... ¿No es así?

MARIA J.:       
(SE LEVANTA SIN ACORDARSE QUE NO LLEVA LA FAJA PUESTA) Pero mamá, si solo son las tres de la tarde.

VOZ FEMEN:  
(CON MÚSICA DE FONDO) ¡Ahora sí me siento fresca, desde que uso toallitas sanitarias “Caricia” la única toalla que le proporciona seguridad y que puede ser usada dos o tres veces. Toallas sanitarias “Caricia”, ¡la toalla de la mujer moderna!

JACINTA:
(QUE HA ESTADO VACIANDO LAS BOLSAS QUE TRAJO CONSIGO) ¡Mira, María Jesusa, apaga ese televisor sino quieres tener un pleito conmigo!

VOZ MASC.:   
(ACOMPAÑADA DE MÚSICA) ¡El más grande milagro o el más espantoso crimen! ¡Averígüelo usted el próximo domingo a las ocho de la noche en su cine especial! (GRITOS ATERRADORES Y VOCES SUSURRANTES ACOMPAÑADOS DE MÚSICA DRAMÁTICA).

MARIA J.:       
(VA HACIA EL TELEVISOR) Está bien, mamá, pero no se moleste.

(JACINTA EXTRAÑADA ABRE LOS OJOS DESMESURADAMENTE)

VOZ FEM.:     
¡Ella mató a su hija... ella la mató! ¿Cómo puede explicarme eso, Sor Emily? (MAS GRITOS ATERRADORES) (MARÍA JESUSA APAGA EL TELEVISOR).

JACINTA:
María Jesusa... ¿Qué ociosidad es esa? ¿Qué es lo que tienes metido allí?

MARIA J.:       
¿Metido, dónde mamá?

JACINTA:
¡Debajo del vestido... sobre la barriga!

MARIA J.:       
(SE ACUERDA QUE NO LLEVA LA FAJA) Debajo del... ¡Ay, Dios mío, Dios mío! (SE CUBRE LA BARRIGA CON LAS MANOS).

JACINTA:
(VA HACIA ELLA) ¿Qué vaina es esa, María Jesusa? (SE DETIENE) ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay, San Judas Tadeo, hazme el milagro de que sólo sea una almohada o cualquiera otra cosa; porque si resulta lo que estoy pensando me voy a morir de un infarto! ¡Dígame de una vez por todas, que es lo que tiene usted metido allí, María Jesusa!

MARIA J.:       
Bueno, mamá, que se va a hacer... ya me vio usted... ya no se lo puedo seguir ocultando.

JACINTA:       
(LLEVÁNDOSE LAS MANOS A LA CABEZA). ¡Ay, Virgen de la Coromoto, que no sea verdad, que sea sólo una mamadera de gallo; porque si resulta  cierto me voy a caer muertica ahoritica mismo!

MARIA J.:       
¡Pues entonces va a tener que irse cayendo muertica de una vez, mamá, porque lo que usted está viendo es la pura verdad!

JACINTA:       
¿La verdad verdadera, María Jesusa?
MARIA J.:       
Si, mamá... es la pura verdad.

JACINTA:
¡Mientes!

MARIA J.:       
No, no le estoy mintiendo... tarde o temprano se tenía que enterar... y bueno... ya lo acaba de saber.

JACINTA:
(TRAGICA) ¡Entonces es cierto, María Jesusa!

MARIA J.:       
Sí... es cierto... (JACINTA GRITA) ¡Ay, mamá, no se ponga así que le puede dar algo... además, ya no podemos hacer nada, “todo el mal está hecho”!

JACINTA:
¡Todo el mal está hecho! ¡Y con que tranquilidad lo dices, desgraciada! (CORRE TRAS ELLA) ¡Ven acá, condenada, descarada! ¡Si te agarro me vas a dejar las greñas entre los dedos!

MARIA J.:       
¿Qué me va a hacer, mamá?

JACINTA:
¡Y lo preguntas, coño de tu madre! ¡Ven acá degenerada!

MARIA J.:       
¡Pero, mamá, espere, tenga calma!
JACINTA:
¿Calma? ¿Me pides que tenga calma después de lo que has hecho? ¡Párate allí, María Jesú, no me hagas agitar!

MARIA J.:       
¡Cuidado si me le haces daño al carajito, mamá! ¡A mi hágame todo lo que quiera, pero a él no me lo maltrates!

JACINTA:
A ti, por puta, te voy a arrancar los pelos como dije, y el carajito va a nacer prematuramente de la coñaza que te voy a dar. (SE DETIENE) ¡Hay virgen del Rosario, que vergüenza, mi hija preñada y sin casarse ante Dios y ante ti!

MARIA J.:       
Pero no se lo tome así, mamá... algún día tenía que tener un hijo... ¿Acaso no soy una mujer?

JACINTA:
¡Cállate María Jesú, cállate! ¡Cállate si no quieres que te vuele los dientes de una pescozada! (TRÁGICA) ¡Ay, Dios mío, y pensar que era la única que me quedaba virgen!  ¡Y pensar que yo había puesto en ella todas mis ilusiones de verla casada... vestida de blanco como las novias de las revistas!(CORRE TRAS ELLA NUEVAMENTE). ¡Pero esta me las vas a pagar, condenada.

MARIA J.:       
(CORRIENDO ALREDEDOR DE LA MESA) ¡No se agite así, vieja piense en su enfermedad!

JACINTA:       
(DETIENE SU CARRERA) ¡Ay, Dios misericordioso, y lo que irán a decir los vecinos! ¡Ay, Santa Rita, que vergüenza la mía! ¡Dónde voy a meter la cara cuando me enfrente a los vecinos de la cuadra! (CORRE TRAS ELLA DE NUEVO) ¡Párate allí, mal nacida, párate allí o va a ser peor! (SE DETIENE) ¡Y mi comadre Lastenia! ¿Qué irá a decir mi comadre cuando se entere? (CORRE DETRÁS DE MARÍA JESUSA). ¡Pero desgraciada... ¿Es qué tú ni siquiera pensaste en lo que iba a decir tu madrina? (SE DETIENE) ¡Ay, ay, con solo pensar en lo que se va a murmurar de nosotras en el barrio se me quitan los deseos de vivir! (SE SIENTA PESADAMENTE EN UNA SILLA, JUNTO A LA MESA Y SE LLEVA UNA MANO AL CORAZÓN) ¡Ay, ay!

MARIA J.:       
(ASUSTADA) ¡Mamá! ¿Se siente mal?

JACINTA:
(FURIOSA) ¡Esa vaina no es asunto suyo! ¡Si me siento bien o mal es mi problema! (MARÍA JESUSA SE LE ACERCA) ¡Y quítese de mi presencia! (PAUSITA) Ya me imagino lo que se pondrá a decir tu tía. Si antes se la pasaba diciendo por todas partes que todas ustedes tenían la cabulla demasiado larga y que no eran otra cosa que unas brinconas que andaban buscando machos, que no dirá ahora cuando se entere que metiste la pata.

MARIA J.:       
(ALTANERA) ¡A mí no me importa un comino los que digan los vecinos, como tampoco me importa lo que se ponga a hablar mí tía! ¡Yo no vivo de la humanidad!

JACINTA:
¡Claro, que te va a importar! Si no te importó abrir las piernas de par en par, menos te puede importar lo que digan los demás. (CORRE TRAS ELLA) ¡Pero muérgana, aunque sea un carajazo te tengo que dar! (SE DETIENE) ¡Ay, Santo Niño de Atoche,  las palpitaciones! ¡Debe ser la tensión que se me subió! (SE SIENTA).

MARIA J.:        ¿Le preparo la medicina, ma?

JACINTA:       
(FURIOSA). ¡No, no quiero me prepare nada; no quiero nada que venga de sus manos! (PAUSA. LUEGO LLORANDO). ¡Ay, Ángeles del cielo... y lo que irá a decir el doctor Zerpa de la Farmacia Capuchinos, que estaba tan enamoriscado de ti!

MARIA J.:       
(ALTANERA)  ¡Bueno, mamá, creo que ya le dije, y bien claro, que a mí no me importa un carajo lo que diga la gente! Además; yo no soy la primera mujer que sale preñada sin casarse; y si salí premiada eso es problema mío.

JACINTA:               
(SE LEVANTA VIOLENTAMENTE) ¿Problema tuyo? ¡Pues bien, allá tú con tu problema! ¡A Dios gracias que lo reconoces! Y como acabas de decir que  “es tu problema”, ve a ver como lo resuelves, porque yo no tengo nada que ver con eso ni quiero pasar como entrépida metiéndome en lo que no me incumbe.

MARIA J.:       
¡Creo que es lo mejor para las dos!

JACINTA:
Claro que es lo mejor. (VA  A LA COCINA Y TOMA UNA BANDEJA, UN PAQUETE DE HARINA Y AGUA DEL FREGADERO MIENTRAS HABLA) ¡Qué divina es la vida cuando una no tiene ninguna preocupación! ¡Una se siente fresquecita! ¡Allá las que no pueden decir lo mismo! (VIENE HACIA LA MESA) ¡A trabajar, Jacinta, que ya Don Nicanor debe estar  preocupado porque no he ido a llevarle  las empanadas! (COMIENZA A PREPARAR LA MASA HACIÉNDOLO CON UNA GRAN FURZA PARA TRATAR DE OCULTAR SU RABIA).

MARIA J:        
(OBSERVA COMO SU MADRE GOLPEA LA MASA Y DESPUÉS DE PAUSA  SE LE ACERCA)  ¿Quiere que le ayude?

JACINTA:
(MOLESTA) ¡Quítese de mi presencia, María Jesú; porque si no lo hace voy a cometer una barbaridad! ¡Y sépalo usted muy bien... no quiero ni que me ayude ni que me dirija la palabra nunca más en la vida... ya lo sabe. (PAUSA LARGA MIENTRAS AMASA) Decididamente el que nace barrigón ni que lo fajen chiquito. ¡Tráeme agua en la totuma!

MARIA J.:       
¿Le pongo sal?

JACINTA:
¡No! ¡Dije agua sola! (PAUSA)  Si al menos fueras menor de edad el asunto sería distinto... como sucedió con tu hermana Milagros y la Consuelo... pero tu tenías que esperar cumplir la mayoría de edad para meterme la canilla. (PAUSA CORTA) ¡Y quien te veía, mosquita muerta! (DA UN GOLPE FUERTE A LA MASA) ¡Pero ésta me la tienes que pagar! (LE PERSIGUE DE NUEVO) ¡No me huyas, María Jesú, no me huyas; que aunque sea cuando estés dormida te voy a agarrar y te voy a dar tus carajazos! (SE DETIENE) ¡Ay, Santa Lucía, por qué me castigas de esa forma¡ (PAUSITA) ¡Esto es un castigo del cielo, parir trece hijas hembras y que todas metieran la pata! ¡Que ni siquiera pudiera darme el gusto de ver una sola casada con su vestidito blanco... con su corona... su bouquette... y su cola de tul llevada por sus sobrinitos!  ¡¿Por qué, Dios Santo, todas tenían que meterme la pata?!

MARIA J.:       
(MOLESTA) ¡Bueno, mamá, cual es el rollo, acaso usted no metió la pata también y trece veces!

JACINTA:
(GOLPEADA) ¡María Jesusa!

MARIA J.:       
Lo que le acabo de decir es la verdad.

JACINTA:
(CONSTERNADA) ¡Te atreves a criticar a tu madre, a juzgarla, muchacha del demonio! (LA PERSIGUE ALREDEDOR DE LA MESA) ¡Si, si, metí la pata trece veces como tu dices, desgraciada, y con hombres distintos, pero lo hice para que ustedes no pasaran trabajo y necesidad, desagradecida! (SE DETIENE Y SOLLOZA) Siempre que un hombre se acercaba a mi pensaba en ustedes, en nuestra soledad... y siempre tenía la ilusión de que ese sería distinto y se quedaría a vivir con nosotras para siempre... pero todo me salió mal; siempre me salió el tiro por la culata; Y aquí estoy... sola, triste y vieja... (COMIENZA A AMASAR DE NUEVO) En fin... el que nace para triste ni que le toquen merengues.

MARIA J.:       
No se ponga usted así, ma, yo no quise ofenderla.

JACINTA:
Lo sé, hija, lo sé. (PAUSA. LUEGO INICIA DIALOGO CALMADAMENTE HASTA TERMINAR RABIOSA) La Maribel al menos metió la canilla a los trece y la Karina a los dieciséis, por eso pude meter por el aro a los seductores; Pero tu, pedazo de pendeja, esperaste la mayoría de edad  para traerme mi diploma. Si al menos hubieses salido preñada el año pasado la cosa hubiera sido distinta.

MARIA J.:       
¡Cuando una se enamora no se fija en nada, ma!

JACINTA:
Dímelo a mí, que siempre vi el resultado de mis amores a los nueve meses.

MARIA J.:       
Son cosas del destino que no se pueden evitar.

JACINTA:       
¡El destino! ¡Ahora le vas a echar la culpa al destino! (MOLESTA DE NUEVO) ¡Lo que no veo es porque carajo no tomaste una de esas pastillas que mientan y que “anticonflictivas”; Así te hubieras evitado todo este conflicto! (SARCASTICA) Si en mis tiempos hubieran existido esas pastillitas muchas de ustedes no hubieran venido al mundo jamás. (PAUSITA. LUEGO ESTALLA) ¡Mire, María Jesú! ¿Y puede saberse cuanto tiempo tiene usted “así”?

MARIA J.:       
¿Cómo así?

JACINTA:       
¡Mira, chica, no te hagas la pendeja que tú sabes muy bien de que te estoy hablando!

MARIA J.:               
Bueno... tengo... ocho meses...

JACINTA:       
(ASOMBRADA) ¡Ocho meses! ¡Ocho meses y yo sin darme cuenta! ¡Yo que soy un lince y que no se me escapa nada! Claro con esas modas de hoy en día y con la chorrera de carajitos que tengo que estar cuidando, que me voy a estar dando cuenta de esas cosas.  (PAUSA LARGA. LUEGO EXPLOTA) ¡Mire, María Jesú! ¿Y es que usted no piensa tender las camas hoy? El que me saliera preñada no la releva de sus oficios en esta casa; eso sépalo muy bien.

MARIA J.:       
Enseguida las tiendo. (ENTRA EN EL CUARTO).

JACINTA:
Y puede saberse... si no es entrepitura mía... ¿Dónde conoció al señor ese?

MARIA J.:       
(DESDE EL CUARTO) ¿Cuál señor, mamá?

JACINTA:
¡Cuál va ser! ¡El que te puso el muchacho! ¡O es que crees que te estoy preguntando por el Presidente de la República!

MARIA J.:       
Lo conocí en la fiesta de cumpleaños de Palmira.

JACINTA:
Seguramente te lo presento la degenerada esa... ¿No es así? Pero una se lo tiene bien merecido, por dejar que sus hijas anden con esa clase de mujeres. Yo sabía que esa se las traía... con sus habladeras de amor libre... liberación femenina... liberación sexual y otras vainas más. Pues bien allí tenemos el resultado de la amistad con la Palmira... ¡Y qué resultado!

MARIA J.:       
(ENTRA A LA  HABITACIÓN DONDE SE ENCUENTRA SU MADRE) La Palmira no me lo presentó... se presentó el mismo.

JACINTA:       
¡Se presentó el mismo! Entonces te montó el cuento del amor a primera vista y del te quiero mucho... ¿No es así?

MARIA J.:       
No, mamá, no es así, él siempre se comportó conmigo como un caballero.

JACINTA:
¡Cómo un caballero! ¡Y te infló sin ningún tipo de consideraciones! Gracias adiós que era un caballero porque de no ser así...

MARIA J.:       
Él es un caballero, mamá... figúrese usted que me regaló un anillo de lo más lindo con una esmeralda de lo más bonita.

JACINTA:
¿Sí? Y entonces usted por su amabilidad se bajó las pantaleticas y zuas, a Dios que te he visto. A ver... muéstrame la esmeraldita esa. ¡Y no pongas esa cara, que la única que tiene derecho a arrugar la cara en esta casa soy yo!

MARIA J.:       
Espere un momento, enseguida se la traigo. (ENTRA EN EL CUARTO).

(PAUSA LARGA).

MARIA J.:       
(REGRESA) Mírela usted, mamá... ¿Verdad que es bien linda?

JACINTA:
¡Caray, y la tenías bien escondida! ¿Por qué no guardaste tu virgo igual que la sortijita ésta? Déjame ver... (LA MIRA) ¡Pero mira que eres pendeja, muchacha! ¡Esto no es más que un culo de botella montado sobre cobre o latón dorado! ¿Por esta porquería te dejaste seducir? (CORRE TRAS ELLA) ¡Ven acá, carajo! ¡Está bien que me resultaras puta, pero necia también, ya es el colmo!

MARIA J.:       
¡Pero mamá, que sé yo de prendas!

JACINTA:       
¡Cuándo no se sabe se pregunta! ¡Estúpida! ¡Dejarte engañar por un sinvergüenza!

MARIA J.:       
¡Sinvergüenza no, mamá! Él no es ningún sinvergüenza... él tiene un negocio y una camioneta.

JACINTA:
¿De verdad? Pues entonces te felicito. Ya veo que te sacaste la lotería al encontrarte en el cerro un hombre de empresa. ¡Si yo no supiera como es el golpe! ¡Qué va, hija, de esa cabuya yo tengo un buen rollo! (LLEVA LAS EMPANADAS AL CALDERO QUE ESTA EN LA ORILLA DE LA COCINA) ¿Y qué piensa hacer usted, María Jesú?

MARIA J.:       
¿Con respecto a que, ma?

JACINTA:
(REGRESA A LA MESA) Anda, ve poniendo las empanadas en el caldero (MARIA JESU VA A LA COCINA). Pues con tu situación de futura madre. Tráeme más guiso.

MARIA J.:       
¡Qué sé yo!

JACINTA:
¡Apúrate! Si, ya sé que la que va a tener que joropear voy a ser yo... (PAUSA). Y por fin... usted no me ha dicho quién es el tipo ese... ¿O es que no me lo piensas decir?

MARIA J.:       
(VIENE A LA MESA CON UNA OLLA DE GUISO). Aquí tiene el guiso... (PAUSITA). Usted no lo conoce.

JACINTA:
Alcánzame una cucharadita de sal... ¿Cómo sabes que no lo conozco?

MARIA J.:       
(VA POR LA SAL A LA COCINA). Por qué yo sé que usted no le conoce. (TOMA LA SAL Y REGRESA).

JACINTA:
¿Y cómo sabes que no le conozco? (MARIA J. VA A ECHARLE LA SAL A LA MASA). ¡No, no se la eches toda necia!

MARIA J.:       
Él no vive en este barrio, sólo viene de visita.

JACINTA:
(MORDAZ) ¡Venía! Porque seguramente se debe haber ido a temperar a otro lugar.

MARIA J.:       
¿A temperar?

JACINTA:
¡Ay, mija, ya veo porque te madrugó el tipo ese! ¡Pero como no iba a hacerlo si estás en la luna! (PAUSITA). Lo que quiero decirte, es que tu empresario ya debe haber volado bien lejos para no tener que aceptar su responsabilidad.

MARIA J.:       
Eso no es así... él no se puede haber ido del barrio donde vive.

JACINTA:
Revisa el caldero a ver si tiene suficiente aceite. (ELLA VA A LA COCINA ATENDIENDO LA INDICACIÓN DE SU MADRE) ¿Y cómo sabes que no se ha ido?

MARIA J.:       
Guá, porque lo sé.

JACINTA:
¿Eres adivina acaso? Porque si lo eres, deberías haber adivinado las consecuencias de tu mal paso.

MARIA J.:       
No se puede haber ido porque como ya le dije, él tiene un negocio, un taller mecánico y una venta de neveras de segunda mano; y no creo que...

JACINTO:       
¡Ay, casta paloma, se ve que tú no conoces a los hombres! ¿Acaso los negocios no se venden o se traspasan? Mira, angelito inocente; en muchos casos ni siquiera son de ellos, sino que los hacen pasar como suyos para deslumbrarnos y lograr que caigamos más fácil. Pon estas empanadas en el caldero. (PAUSA) ¿Y puede saberse en que sitio tenía... o mejor dicho... tiene... ya que usted asegura que el tipo ese no se ha pirado... el bendito negocio?

MARIA J.:       
En Caricuao.

JACINTA:
¡Caray, y bien lejos que se fue usted a meter la canilla! Del Barrio Maca de Petare hasta Caricuao. Al menos pudo haberse buscado un hombre que viviera más cerca, así su madre no iba a caminar mucho haciendo las averiguaciones. (VA A LA COCINA). Déjame a mí eso y ve a limpiar la mesa.

MARIA J.:       
Ya le dije que cuando una se enamora...

JACINTA:
Sí, ya lo sé, ya lo sé. (PAUSA). De seguro que seguiste el ejemplo de tu hermana Trina, que tuvo las bolas de irse a culear con el turco que me vendía los perfumes, nada menos que para Ciudad Bolívar. ¡Catorce horas de carretera a pleno sol, para luego tener que andar como un globo durante nueve meses! ¡Y esa si tuvo mala suerte, porque el tipo tuvo buen tino y me la premió con morochos!

MARIA J.:       
Isabelita se fue más lejos y usted nunca la menciona.

JACINTA:
¡Ah, Isabelita! (PAUSA). Isabelita ha sido mi mayor deshonra... pero aun así la quiero... porque es carne de mi carne y sangre de mi sangre. (PAUSA MIENTRAS SE SECA UNA LAGRIMA).

MARIA J.:       
¿Estás llorando, ma?

JACINTA:
(RECOBRANDOSE) No, hija, no... no estoy llorando. (PAUSITA). A mí me paso lo que a muchas madres, que después que pasaron las cosas, cuando ya no había nada que salvar, me di cuenta que debí enseñarles algunas cosas... entre ellas a conocer a los hombres de nuestro país... ¡Porque caray, no creo que ninguna mujer los conozca mejor que yo!

MARIA J.:       
No todos son malos, mamá... es igual que nosotras las mujeres... algunas somos buenas... otras malas...

JACINTA:
En eso tienes algo de razón... pero la mayoría actúan y piensan de la misma manera... creen que ser machos es andar seduciendo el mayor número de mujeres y abandonándolas después con su carga. Nos gozan, María Jesusa, y luego nos olvidan... como si no nos hubieran conocido nunca. (VA HACIA LA PUERATA DE LA CALLE Y MIRA FIJAMENTE HACIA LA OSCURIDAD. MARÍA J. HA DEJADO DE LIMPIAR LA MESA Y LA MIRA CON TRISTEZA. DE REPENTE JACINTA SE VUELVE HACIA LA COCINA Y EXPLOTA) ¡Mujer! ¡Anda y vigila ese caldero! ¿Es que no ves que se están quemando las empanadas? (PAUSA).

MARIA J.:       
Mamá... siéntese un rato...

JACINTA:
(SIN PRESTARLE ATENCIÓN) Todos los hombres de mi familia pensaban de igual forma... todos... y yo creo, dentro de mi poca inteligencia, que es algo que llevan en la sangre todos nuestros hombres... aunque el profesor Mata, el papá de tu hermana Victoria se lo achacara a algo que él llamaba... sub... sub...

MARIA J.:       
Sub-desarrollo, mamá...

JACINTA:
Sí, esa es la palabra, él decía que ese era un mal de todos los pueblos subdesarrollados... que era parte de la herencia que nos había dejado España, junto con otros males. Él me lo explicaba una y otra vez y yo nunca entendía ese montón de cosas que me explicaba, usando ese palabrerío tan extraño...

MARIA J.:       
Siéntese, mamá... descanse un poco.

JACINTA:
Mi abuelo decía diariamente y a pleno pulmón, que hombres machos bebían hasta rascarse, que tenían que ser capaces de seducir hasta a su propia hermana y de romperle la jeta de un solo coñazo al que le mirara demasiado... que era de mariquitas estudiar y tratar cortésmente a los demás... y toditicos sus hijos terminaron pensando igual que él. (VUELVE A LA REALIDAD). Y muchos de los hombres con quien llegué a encariñarme pensaban de igual  forma... por eso creo que lo llevan en la sangre o en la mente... aunque el profesor Mata, que si es inteligente y sabe muchas cosas piensa lo contrario.

MARIA J.:       
Debe ser terrible ser hombre... ¿Verdad, mamá?

JACINTA:       
No hija, más terrible resulta ser mujer... y peor en este país... aquí, desde el mismo momento en que el hombre se levanta de la cama y se va, los machos tenemos que ser nosotras... claro que algunas tienen suerte, pero en Venezuela, la mayoría de las mujeres tenemos que ser madres y padres al mismo tiempo. ¿Qué quieres que sea, María Jesusa?

MARIA J.:       
¿Qué cosa, ma?

JACINTA:       
¡Ay, muchacha, tú estás caída del castre! ¿A qué otra cosa me voy a referir que no sea a la criatura?

MARIA J.:       
Me gustaría que fuera hembra... como nosotras, ma.

JACINTA:
Yo preferiría que fuera varoncito... para que no sufriera como tenemos que sufrir nosotras, María Jesú.

MARIA J.:       
Pero si nace machito va a hacer sufrir a otras como nosotras... ¿Es que no se da cuenta?

JACINTA:
(SERIA). Quizá sería preferible que fuera. (SE SANTIGUA) ¡Bicho del Diablo, las vainas que se le ocurren a una de repente! Anda, termina de escurrir las empanadas que tengo que llevarlas a la bodega. ¡Uf, como se nos ha pasado el tiempo dándole a la lengua sin parar!

(PAUSA).

MARIA J.:       
¡Mamá!

JACINTA:
¿Qué quieres?

MARIA J.:       
¿Parir duele mucho?

JACINTA:
En muchos casos... más que morir... (PAUSITA) ¿Quieres mucho a ese hombre?

MARIA J.:       
Ya no tanto, ma...

JACINTA:
¿Y eso por qué?

MARIA J.:       
Porque cuando le dije que iba a tener un chamito se molestó mucho y me dijo que no quería volverme a ver  más... entonces sentí que algo se rompió dentro de mí...

JACINTA:
La misma historia de siempre... ellos se comen la fruta y luego no quieren ni ver la mata.

MARIA J.:       
Y yo que pensé que al decírselo iba a ser todo tan bello... tan distinto... que todo sería como en la telenovela “Peregrina de amor”, esa que pasaron por el canal 6... ¿Se acuerda, mamá?

JACINTA:
¡Jesús, muchacha, como me voy a estar acordando de esas necedades! ¡Con el atajo de nietos que tengo que cuidar, las empanadas y los oficios de la casa me basta y sobra!

MARIA J.:       
Como no la va a recordar... es aquella que veíamos juntas todas las noches... aquella donde el muchacho seduce a la Peregrina y luego regresa arrepentido para casarse con ella.

JACINTA:
¿Y tú te comiste ese cable? ¡Ay, hija, bájate de esa nube porque te puedes desprender y el coñazo va a ser grande! ¡Mírate en mi espejo! Yo esperé quince príncipes azules... y aquí me ves... hecha una porquería... y ninguno de los hijos de puta que dijeron amarme han regresado llenos de arrepentimiento a buscarme... y cuando alguno se dio una vueltecita por aquí, fue solamente para ver si aún quedaba algún pellejo fresco que llevarse en el pico. ¡Despierta, bella durmiente, pues por lo que veo aún estas dormida! (PAUSA. MIENTRAS PONE LAS EMPANADAS EN LA CESTA). ¿El tipo ese es casado o soltero?

MARIA J.:       
Soltero.
JACINTA:
Soltero... bueno, vamos a esperar que sea verdad... ¿Y los negocios que tiene que tal son?

MARIA J.:       
Muy grandes... le costó un dineral la instalación... según me dijo.

JACINTA:
¡Ujú! Eso está muy bien siempre y cuando no te haya mentido. Eso está muy bien...

MARIA J.:       
¡Mamá! Si usted dice que el profesor Mata era distinto a los demás hombres... ¿Por qué entonces no se casó con usted?

JACINTA:
Porque era casado y yo no quería destruir su hogar... él decía que me quería a mi tanto como a la otra, pero yo me negué a aceptar esa situación... por eso le dije que se fuera y no volviera nunca más.

MARIA J.:       
(QUE SE ASOMA DISTRAIDAMENTE A LA PUERTA DE LA CALLE). ¿Y no era preferible aceptar esa situación que quedarse sola y...?
JACINTA:
Lo que pasó, pasó y  ya nada podemos remediar.

MARIA J.:       
(MIRANDO ASUSTADA HACIA LA CALLE) ¡Ay, Dios mío! ¡Dios mío!

JACINTA:
(ALARMADA) ¿Qué te sucede, muchacha? ¡No me vengas ahora con un parto prematuro porque te jodo!

MARIA J.:       
No... no es eso... es que... ¡Oh, Dios mío! ¡Dios mío!

JACINTA:
¡Pero habla, di que te sucede! ¡Te has puesto como si hubieras visto al demonio!

MARIA J.:       
¡Es que “él” viene subiendo el cerro!

JACINTA:
¿Él? ¿De quién estás hablando, María Jesú?

MARIA J.:       
¡De Rosalino, mamá, de Rosalino!

JACINTA:
¿Y puede saberse quién es Rosalino?

MARIA J.:       
Él es mi... mi... mi...

JACINTA:
¡Ah, ahora entiendo... el que viene subiendo el cerro es tu seductor! ¿Y qué viene a hacer este señor en esta casa... lo sabes tú?

MARIA J.:       
¡Qué voy a saber yo! Supongo que viene porque quiere hablar conmigo.

JACINTA:
Está bien... está bien... ahora cálmate. (PAUSA) Mal indicio si viene a hablarte... a menos que se halla arrepentido... pero como yo no soy adivina... (CORRE Y BUSCA DETRÁS DE LA VITRINA) ¡La escopeta! ¡Donde carajo está la escopeta!

MARIA J.:       
¡¿Qué va a hacer usted, mamá?!

JACINTA:
¡Eso no es asunto tuyo sino mío!

MARÍA J.:       
(LLEVÁNDOSE LAS MANOS A LA CABEZA) ¡Usted va a matarlo! ¡Usted va a matarlo!

JACINTA:
(CON FUERZA) ¡Nadie ha dicho que vaya a matarlo!

MARIA J.:       
(SOLLOZANDO) ¡Usted va a matarlo! ¡Usted va a matarlo y yo no quiero que lo haga! (CORRE Y SE PARA ANTE LA PUERTA).

JACINTA:
(SACA LA ESCOPETA Y CORRE A LA PUERTA) ¡Apártate de la puerta! ¡Apártate de la puerta, María Jesusa!

MARIA J.:       
¡Usted va a matarlo! ¡Yo no voy a dejar que lo mate!

JACINTA:
¡A la que le voy a volar los sesos de un disparo es a ti si no te apartas de la puerta! ¡Apártate te digo! (DE UN EMPUJON LA APARTA DE LA PUERTA. LE SEÑALA UNA SILLA CERCA DEL TELEVISOR) ¡Siéntate allí y no te muevas! ¡No voy a hacerle daño, te lo juro! ¡Bueno, carajo, te sientas o no! (MARIA JESUSA SE SIENTA. JACINTA REVISA LA SCOPETA Y LA ESCONDE DETRÁS DE LA PUERTA DE  LA CALLE LA CUAL DEJA ABIERTA DESPUES DE MIRAR  HACIA FUERA). ¡María Jesusa!, toma una silla y siéntate cerca de la vitrina... yo voy a mirar un poco televisión. (MARIA JESUSATOMA UNA SILLA Y SE SIENTA FRENTE A LA VITRINA MIENTRAS QUE JACINTA ENCIENDE EL TELEVISOR Y LO DEJA SIN VOLUMEN).

MARIA J.:       
¡Mamá, júreme que no va a matarlo! ¡Júremelo!

JACINTA:
Está bien, te lo juro, no voy a matarlo... a menos que... a menos que no me resulte lo que estoy maquinando.

TELON RAPIDO

FIN DEL PRIMER ACTO



ACTO SEGUNDO

(SE INICIA  LA  ACCIÓN  EN  EL  INSTANTE EN  QUE  CULMINA EL ACTO ANTERIOR. JACINTA MIRANDO HACIA EL TELEVISOR, SIN VERLO  REALMENTE,  Y   MARIA  JESUSA  QUE MIRA  HACIA LA PUERTA CON LOS OJOS ATERRORIZADOS)

ROSALINO:    
(APARECIENDO EN EL MARCO DE LA PUERTA QUE CONDUCE A LA CALLE) ¡María Jesusa! ¡María Jesusa!

MARIA J.:       
(SIN LEVANTARSE DE LA SILLA) ¡Hola, Rosalino!

ROSALINO:    
Ven acá un momento, que quiero hablarte.

MARIA J.:       
Ahorita no puedo.

ROSALINO:    
¿Cómo que no puedes? Acaso no estás sola...

JACINTA: (VA HACIA LA PUERTA)
No, señor, la Jesusa no está sola, está acompañada de su madre. Pero pase, pase adelante, jovencito. (SE DIRIGE A LA MESA).

ROSALINO:    
Perdone que les moleste a estas horas, señora... pero es que quería hablar con María Jesusa... (EN VOZ MUY BAJA) María Jesusa... ¿Podría hablar contigo un momento aquí afuera?

JACINTA:
(SIN VOLVERSE) Si ha hablado con ella todo este tiempo afuera, en la calle, creo que ahora es justo que pase y le hable dentro de su casa... ¿No lo cree usted así? ¡Pase! (SE VUELVE) ¡Pase adelante! (EL PERMANECE EN LA PUERTA) ¡Vamos, entre, que en esta casa no hay tigres que se coman a la gente! (ROSALINO ENTRA) Yo soy Jacinta, y como ya le dije, soy la madre de María Jesusa.

ROSALINO:    
(ENTRANDO Y TENDIÉNDOLE LA MANO)  Mucho gusto, señora...

MARIA J.:       
(AHOGADAMENTE) ¡Rosalino, ella te va a...!

JACINTA:
¡Cállate, María Jesusa! ¡Y no me hagas arrechar! (VA CIERRA LA PUERTA. LA ESCOPETA QUEDA A LA VISTA) ¡Siéntese... siéntese usted! ¿Así que venía a hablar con la Jesusa?

ROSALINO:    
(SENTÁNDOSE EN EL SOFA) Bueno... si... en realidad venía a hablar un momento con ella.

JACINTA:
Y si no es mucha entrepitura... ¿Podría saber de qué?

ROSALINO:    
No puedo decírselo señora... lo que le vengo a hablar con  María Jesusa solo nos concierne a ella y a mí.

JACINTA:
Eso no lo dudo... ya sé que la muchacha y usted tienen sus “asuntos privados”.

ROSALINO:    
(LEVANTÁNDOSE) ¿Qué me quiere decir con eso, señora?

JACINTA:
Usted sabe muy bien a que me refiero, no se haga el tonto... y  vuélvase a sentar que la conversación va hacer muy larga y desagradable, más de lo que usted se imagina.

MARIA J.:       
¡Rosalino, mamá lo sabe todo!

ROSALINO:    
¿Todo? ¿Pero de que estás hablando, mujer?

MARIA J.:       
¡Mamá sabe todo lo del hijo!

ROSALINO:     ¿Lo del hijo? ¿Pero de qué hijo estás hablando tú, María Jesusa?

JACINTA:
Mire, amigo, no se haga el pendejo que yo no soy ninguna tonta criada con alpiste. Yo estoy al tanto de todo... de toditico... así que quítese la careta y hablemos claro de ahora en adelante. ¡Párate, María Jesusa!

MARIA J.:       
(AVERGONZADA) ¡Pero, mamá...!

JACINTA:
¡Te he dicho que té pares, carajo! ¿Es que te va a dar pena que te vea así, cuando ya te vio en los puriticos cueros? ¡O te paras o te paro yo de dos trompadas! (ELLA SE LEVANTA) ¡Ahora mírela usted! ¿Qué le parece? ¿Verdad que ya no está tan buenamozota como antes, no es así?

ROSALINO:    
(CON LA BOCA ABIERTA) ¡Dios mío!

JACINTA:
Igualito dije yo cuando la vi esta tarde. ¡Dios mío!

ROSALINO:    
¡Es asombroso!

JACINTA:
¿Asombroso? Yo no le veo nada de asombroso, yo diría que es lo normal. Lo que si me asombra a mí, es que ustedes me hayan estado engañando durante ocho meses haciéndome pasar por tonta... pero eso, jovencito, no se los voy a perdonar a ninguno de los dos.

ROSALINO:    
¿Y usted cree que yo soy responsable de “eso”?

JACINTA:
¿Qué es lo que usted llama “eso”? Vamos, explíqueme...

ROSALINO:    
Me refiero a... bueno... me refiero al estado de María Je...

JACINTA:
¡Ah, usted quiere decir que no es el responsable de la barriga de mi muchacha! ¿No es así?

ROSALINO:    
¡Claro que no lo soy!

JACINTA:
¿No lo es? Entonces tendré que creer que María Jesusa salió preñada por obra y gracia del Espíritu Santo. ¡Yo te aviso chirulí!

ROSALINO:    
Si quiere culpar a alguien, échele la culpa a ella, no a mí. (VA HACIA LA PUERTA).

JACINTA:
(SE INTERPONE) ¡Epa, espere un momento! ¿Para dónde va usted, señor mío? Ya le dije que teníamos que hablar y que la conversación iba a ser larga... así que siéntese que aún no hemos comenzado.


ROSALINO:    
Ya le dije bien claro que nada tengo que ver en este asunto.

JACINTA:       
¡Deje de decir necedades! Ambos son culpables y por eso  les voy a dar su merecido. A usted por engañarla a ella y a ella por dejarse engañar y engañarme a mí.

ROSALINO:    
¿Y qué culpa tiene un hombre si una mujer se le entrega?

JACINTA:
Cuando una mujer se entrega es porque el hombre ha estado calentándole el oído con promesas; y todo resulta más fácil cuando se trata de una muchacha inocente como mi hija.

ROSALINO:    
¡Inocente! La mayoría de las mujeres cuando se entregan lo hacen porque están virreondas, faltas de macho.

JACINTA:
No generalizamos, señor... no nos meta a todas en un mismo saco.

MARIA J.:       
¡Tú me prometiste que te casarías con migo si te daba una prueba de amor... y yo no quería, Rosalino, tú bien lo sabes que yo no quería!

ROSALINO:    
¿Pero cediste, no es así?

MARIA J.:       
Porque te quería, por eso lo hice.

ROSALINO:    
No lo hiciste porque me querías, lo hiciste porque te gustaba hacer el amor, no lo niegues. ¿Quién era la que me perseguía por todas partes? ¿Eras tú o no? ¿Miento, María Jesusa?

MARIA J.:       
Te seguía porque te quería... después... qué importaba todo lo demás... y mucho después, pensé que tal vez el chamito podría hacer de que te decidieras a casarte conmigo. Te perseguí porque te quería... lo demás dejó de importarme... ni mi madre... ni la gente... ¡Nada! Solo nuestro amor.

ROSALINO:    
¡Yo te dije bien claro que no iba a casarme contigo!

MARIA J.:       
¡Sí... pero lo dijiste después... antes decías lo contrario!

JACINTA:
¿Y si no tienes la menor intención de casarse con ella a que vino entonces? ¿O es que vino a buscar la valiosa sortijita que le regaló a Jesusa?

ROSALINO:    
¡Señora, no voy a permitirle que se burle de mí!

JACINTA:
¿Burlarme de usted? Pero si el que se está burlando de nosotras es usted.

MARIA J.:       
¡Mamá, por favor!

JACINTA:
¡Tú te callas! Entonces dígame algo... si no piensa casarse con Jesusa... ¿a qué vino?

ROSALINO:    
Vine porque quería proponerle que fuéramos donde una mujer que... que... hace ciertos trabajos...

JACINTA:
¡Ah, no siga usted, no siga, que yo sé por qué camino viene! ¡Usted quiere hacerla abortar para seguir disfrutándosela!

ROSALINO:    
¡Señora!

JACINTA: ¡Vamos, hombre, quite esa cara de cabrona vieja que no le queda nada bien! (PAUSITA) Se ve a simple vista que usted no sabe nada de niños en gestación, porque cuando un muchacho ya tiene ocho meses en el vientre de la madre no se puede pensar en abortarlo sin causar la muerte de esta.

ROSALINO:    
Yo de esas cosas no se nada, señora.

JACINTA:
Pero yo sí, y como para dar clases en la Universidad... además, yo nunca permitiré que mis hijas aborten los hijos sé que buscaron, porque en esta casa la que mete la pata tiene que parir para que sepa lo que es bueno, pues nadie las manda a engendrar criaturas para luego botarlas en el primer barranco que se les presente.

MARIA J.:       
¡Mamá, por favor!

JACINTA:
Yo parí trece hembras y dos varones y nunca me pasó por la cabeza quitarles la vida a alguno de ellos... y otra cosa, le dije que los dos me la iban a pagar y yo nunca he dicho nada que no haya cumplido después.

ROSALINO:    
¡Su hija se acostó conmigo por su propia voluntad, yo no le puse un revólver en el pecho!

JACINTA:       
¡Si, me imagino que no le puso un revólver, pero si algo que tiene una forma parecida! (VA Y ABRE LA PUERTA)  Mire, amigo... ¿Por qué no arreglamos las cosas por las buenas?

ROSALINO:    
Es que usted llama “por las buenas” casarse, y yo estoy muy joven para echarme esa vaina encima.

MARIA J.:       
¡Mamá, déjalo ya!

JACINTA:
¡Cállate necia! Usted está muy joven para el matrimonio, pero no para dejar hijos regados por allí... ¿Verdad?

ROSALINO:    
Eso es culpa de las mujeres que no se cuidan.

JACINTA:
¿Y si debido a su juventud no se saben cuidar?

ROSALINO:    
Coño, señora, el mundo tiene más de cinco mil años; creo que es tiempo más que suficiente como para que ustedes las mujeres hubieran aprendido a cuidarse. Además, si usted dice que es una cátedra en materia sexual... ¿Por qué no enseñó a María Jesusa a cuidarse?

JACINTA:
¿Y usted supone que eso es muy fácil, verdad?

ROSALINO:     Yo eso no lo sé...

JACINTA:
Sí, usted en cierta forma tiene razón, para que mentir... a mí siempre me resultó incomodo explicar esas cosas y preferí que las aprendieran por intermedio de las amigas. (PAUSA CORTA. LUEGO VIOLENTÁNDOSE) ¡Pero bueno, carajo! ¡No crea usted que me la va a ganar así por así! ¡Respóndame esta pregunta... ¿Si la mujer no se cuida por que no sabe cómo hacerlo ya que no se lo enseñaron y sale preñada? ¿Cuál es la responsabilidad del hombre, según usted, para con la criaturita?

ROSALINO:     ¿De qué responsabilidad habla usted? Yo no creo que tengamos ninguna... nadie manda a la mujer a...

JACINTA:       
¡A abrir las piernas! Dígalo... ¿Acaso no era eso lo que iba a decir?

ROSALINO:    
Por favor, señora, no utilicemos un lenguaje tan crudo.

JACINTA:
Esa es mi forma de hablar y no pienso cambiarla, y si no le gusta de todas formas se la va a tener que aguantar. (PAUSA MUY CORTA MIENTRAS PIENSA) Entonces dígame... ¿Usted le va a parar bolas al hijo que va  a  tener la Jesusa o no?

ROSALINO:    
Yo no he dicho que no... tal vez después... luego lo veremos.

JACINTA:
¡Luego lo veremos no, yo quiero saberlo ahora mismo para decidir que represalias tomar.

ROSALINO:    
Acláreme eso que dijo de  “tomar represalias” (ELLA CALLA) Mire doñita, la vida es breve y hay que gozarla... dándose sus gusticos... sus caprichitos... yo no puedo joder mi juventud por una aventurita pasajera. Yo soy un hombre, aquí donde usted me ve... fogoso, sensual, bien dotado y con un carisma arrecho para las mujeres... entonces como quiere usted...

JACINTA:
¡Caray, después de oírle esa descripción lo que me provoca es pasarlo para el cuarto para que me ponga un muchacho a mí también!

MARIA J.:       
¡Mamá!

JACINTA: (REMEDÁNDOLA)
¡Mamá! ¡¿Es que no sabes decir otra cosa pedazo de güevona?!

ROSALINO:    
Mi padre, doña Jacinta, fue un hombre de pelo en pecho, y tan macho que dejó tres o cuatro mujeres preñadas en cada pueblo por el que pasó...

JACINTA:
Espero que no haya sido agente viajero.

ROSALINO:    
Pues exactamente, esa era su profesión. Trabajaba para un laboratorio y visitaba todas las farmacias del interior del país.

JACINTA:
Entonces usted debe de tener hermanos y hermanas como para formar un partido político.

ROSALINO:    
(SIN PRESTARLE ATENCIÓN A SUS COMENTARIOS) Y fíjese, con ninguna de ellas se llegó a casar; y usted, por una simple aventurita con su hija ya quiere meterme por el aro del matrimonio.

JACINTA:
Lo que no entiendo es porque, habiendo tantas mujeres malas por allí, no van ustedes en su busca  y dejan tranquilas a las muchachas inocentes.

ROSALINO:    
Es que a todos los hombres nos gusta los estrenos, doñita, y estos se consiguen precisamente entre las muchachas buenas y no entre las malucas.

JACINTA:
Mire, señor Avelino... o Marcelino... o Laurentino o  como se llame usted... vamos a poner las cartas sobre la mesa. Yo entiendo que soy una defensora a como dé lugar de la mujer, y que me ciego y me niego a reconocer que en muchos casos somos las culpables de lo que nos pasa... de que ustedes se aprovechen de nosotras... pero en este caso se trata de mi hija... de una muchacha inocente como muchas otras... y además... está el carajito.

ROSALINO:    
Ni siquiera utilizando la onda sentimental va a lograr convencerme, doñita. De matrimonio, niente, como dicen los italianos.

JACINTA:
¿Escuchaste eso, María Jesú? Según el señor, te vas a quedar con los crespos hechos. A mí me sucedió lo mismo que a ti pero muchas veces... muchísimas... yo siempre fui como un detector de mierda, que donde había una plasta allí me detenía... y me cegaba hasta que todo terminaba y... (INFLAMÁNDOSE DE IRA POCO A POCO) Pero hoy me he dado cuenta que nosotras las mujeres tenemos que cambiar, que tenemos que dejar de ser las pendejas  que siempre hemos sido, que tenemos que hacernos respetar por los hombres. Ya es hora de que nos dejemos de pendejadas, de andar haciéndonos creer que somos las débiles, cuando siempre hemos  demostrado ser tan fuertes como ellos en este país de mierda. ¡Nosotras María Jesusa, tenemos que empezar a pensar con el cerebro y dejar de hacerlo con la vagina... y si es posible hacer nuestra revolución!

MARIA J.:       
¡Mamá, cálmate!

JACINTA:
¡Si, hacer nuestra revolución! Para meterle a estos coños de madre los grillos en los calzones y obligarlos a ser responsables. ¡Pero que el orden empiece en casa!... ¡María Jesusa, cierra esa boca o te la cierro de un carajazo!

ROSALINO:    
¡Lo que no pensé fue encontrarme una guerrillera líder en esta casa!

JACINTA:
¡Es que estoy harta, harta! ¡Harta de que me jodan, de que se aprovechen de mí!

ROSALINO:    
Usted exagera... la vida tiene que haberle dado algunas satisfacciones...

JACINTA:
Sí, he tenido mis satisfacciones “pendejas”, como tal vez las considerará usted... por ejemplo, cuando de noche me detenía junto a la cama de cada una de mis muchachitas, con la barriga vacía, pero sabiendo que las de ellas estaba bien templada con el pan y el café que se habían comido... y al mirarlas una a una sentía un contento que me subía desde los talones hasta la cabeza... entonces me sonreía como cuando nos hacen cosquilla con una pluma de gallina... ¡y me sentía la mujer más feliz del mundo!... aunque después terminaba llorando como una bolsa diciéndome que lo que me sucedía no era justo... porque no es justo.

ROSALINO:    
Señora, ya es tarde y yo tengo que marcharme.

JACINTA:       
Sí, es tarde, pero antes de que se marche quiero que definamos la situación... si mi entendimiento no me engaña, la Jesusa va a tener que quedarse mirando para el techo. ¿No es así?

ROSALINO:    
Yo creo que usted no me ha entendido bien... no se trata de que yo no quiera la Jesusa; el problema está en que uno no se casa con la mujer que se le entrega, a menos que sea a la fuerza, y además está la otra razón.

MARIA J.:       
¿Y no se casan con nosotras por qué?

ROSALINO:    
Porque no le podríamos tener confianza.

MARIA J.:       
¿Y no cree que una también debería desconfiar de quien pide ofreciendo y luego no quiere cumplir?

ROSALINO:    
Eso es distinto.

MARIA J.:       
¡No, no es distinto! Si yo no te quisiera no me hubiese empatado contigo... yo no lo hice porque... ¡Mamá, terminemos esto... creo que no vale la pena insistir ni en el compromiso! Perdí, que se va  a hacer.

JACINTA:
¡Perdiste tú! ¡Pero en esta ocasión yo no voy a perder ni permitiré que mi hija quede burlada! ¡Yo voy hacer la revolución pero a mi manera! ¡Usted, grandísimo hijo de puta, va a casarse con la Jesusa!

ROSALINO:    
¡Usted no puede obligarme, María Jesusa es mayor de edad!

JACINTA:
¿Qué no puedo? ¿Qué no puedo, dice usted? ¡Pues ahora va a ver que sí! (CORRE, CIERRA LA PUERTA Y TOMA LA ESCOPETA) ¡Parece de esa silla y ya! ¡No quiero que su culo jediondo se siga posando sobre mis muebles! ¡Que se pare, le digo!

ROSALINO:    
(SE LEVANTA ASUSTADO) ¡¿Qué piensa hacer, se ha vuelto loca?!

JACINTA:
¡Voy a hacer algo que no se me había ocurrido hasta hoy, pero que creo me va a dar buen resultado! ¡Esta es la última oportunidad que tengo de joder a un hombre y no la voy a perder! ¡La Ley nunca me ha  protegido, pues bien, yo voy a crear mi ley! ¡María Jesusa, registra a este tipo a ver si trajo chequera, y si la tiene quítasela. (MARÍA JESUSA LO HACE).

MARIA J.:       
¿Pero mamá, qué piensa hacer usted?

JACINTA:
¡Cierra el pico y obedece! (MARÍA JESUSA MUESTRA UNA CHEQUERA).

ROSALINO:    
(EL VER QUE ELLA DIRIGE EL CAÑON DE LA ESCOPETA HACIA SU HUMANIDAD) ¡Cuidado con esa escopeta, señora, se le puede disparar!

JACINTA:
No se preocupe, que tengo el pulso firme, y si se dispara es porque puse el dedo en el gatillo.

ROSALINO:    
(MOVIÉNDOSE DE UN LADO A OTRO TRATANDO DE GANAR LA PUERTA) ¡Si me mata irá a la cárcel y le pondrán de treinta a cincuenta años de presidio!

JACINTA:
(QUE NO DEJA DE APUNTARLO) Eso no me importa si antes lo dejo vuelto un colador. ¡María Jesusa, que sucede que no me obedeces! ¿Qué esperas para buscar el bolígrafo?

MARIA J.:       
¡Voy como un rayo! (ENTRA CORRIENDO EN LA HABITACIÓN)

ROSALINO:    
¿Qué es lo que propone usted, señora?

JACINTA:
Voy a darle una lección que no olvidará jamás.

MARIA J.:       
(ENTRA CON UN BOLÍGRAFO Y UN TALONARIO DE GIROS) Aquí están el talonario y el bolígrafo, ma. ¿Y ahora qué hago?

JACINTA:
Ponlos sobre la mesa uno al lado del otro.

MARIA J.:       
(LO HACE) Ya está... ¿Y ahora?

JACINTA:
Dile a  tu seductor que te de la Cédula de Identidad... quiero que la firma que va a estampar en los cheques sea igualitica a la que en ella aparece. ¡Andando, amigo, la Cédula!

ROSALINO:    
¡Usted no es quien para pedirme la Cédula!

MARIA J.:       
Anda, Rosalino, dame la Cédula o mamá se va a enojar.

ROSALINO:    
¡No! ¡No pienso darles la Cédula a ninguna de las dos!

JACINTA:
(DA DOS PASOS HACIA ÉL) ¡O le da la Cédula a la Jesusa o le vuelo la cabeza de un disparo!

ROSALINO:    
Está bien, aquí la tiene. (SE LA ENTREGA A MARIA JESUSA) ¡Además de guerrillera, PTJ!

JACINTA:
Jesusa, coloca junto a la chequera el bolígrafo y apártate. (ELLA LO HACE) Ahora, señor Marcelino, va a sentarse ante la mesa y me va a firmar tres cheques de un millón seiscientos mil bolívares cada uno a nombre de Laudelino Paiva; la primera de elllas pagadera en el término de tres días. Las quiero con una letra bien clara y con una firma y número de Cédula iguales a los que en ese documento aparecen. ¡Hágalo ya! ¡Porque si no lo hace le juro que le voy a volar sus sucios sesos!

ROSALINO:    
¡Usted está loca! ¡Yo no puedo firmarle esos cheques. Además... ¿Con qué dinero voy a responderle en caso de que lo hiciera?

JACINTA:
¿Dice que no tiene con qué responder? ¿Y el taller y la venta de neveras? Por lo demás, si tiene o no es asunto suyo y no mío. Por el virgo de mi hija nadie quiere responderme y por eso he tomado esta determinación. ¡Vamos, siéntese y escriba antes de que le deje sin cabeza!

ROSALINO:    
¿Y quién es ese Laudelino Paiva? Yo no...

JACINTA:
Deje de hablar y escriba.

ROSALINO:    
La Ley me amparará cuando diga de que medios se valió para hacerme firmar estos cheques, ya lo verá.

JACINTA:
¡María Jesusa, prepárate un cafecito para los tres! (MARIA JESUSA VA A LA COCINA) Eso de que la Ley lo va a proteger no se lo crea. La ley en este país solo protege a los ricos; no a los pendejos como usted  y como yo.

ROSALINO:    
Le hice una pregunta y no me la ha respondido... se la hago de nuevo... ¿Quién es Laudelino Paiva?

JACINTA:
Un abogado compadre mío, súper tracalero, buen pleitista y que me quiere como si yo fuera su madre. Él me ha prestado su ayuda en otros casos y no dudo que en este también me prestará su colaboración. ¿Quiere saber algo más antes de llenar los giros?

ROSALINO:    
Usted es un miembro honorable de la mafia.

JACINTA:
No sé qué me quiere decir con eso ni me interesa... lo que quiero es que se siente y escriba.

ROSALINO:    
¡No voy a sentarme y mucho menos llenar esos cheques! (SE DISPARA LA ESCOPETA.  MARÍA JESUSA CORRE Y SE LANZA EN EL SOFA DONDE SE CUBRE EL ROSTRO CON UN COJIN, ROSALINO SE METE DEBAJO DE LA MESA, MIENTRAS QUE JACINTA TRATA DE RECOBRARSE DEL SUSTO).

MARIA J.:       
¡Dios mío, lo mató, lo mató! (SOLLOZA)

ROSALINO:    
(DEBAJO DE LA MESA) ¡No siga disparando, doñita, no dispare! ¡Haré lo que quiera, pero no dispare!

JACINTA:
(SONRIENTE) Así me gusta... ya veo que comienza a ser razonable. Anda salga de allí y siéntese... pero antes de escribir espere a tener el pulso nuevamente firme. ¡María Jesusa, búscale un vaso de agua a tu seductor. (MARÍA JESUSA VA AL FREGADERO).

ROSALINO:    
(SALE DE DEBAJO DE LA MESA) Señora... no me vaya a disparar, ok!

JACINTA:
Si es buenecito y obediente,  claro que no voy a hacerlo.
ROSALINO:    
(SE LEVANTA Y SE SIENTA SIN DARLE LA ESPALDA) Ahora voy a llenarle los cheques... y mire en vez de tres le voy a firmar cuatro.

JACINTA:
Gracias por su generosidad, pero me conformo con los tres que le pedí.

MARIA J.:       
(SE ACERCA A LA MESA CON EL VASO DE AGUA) Toma aquí tienes el agua.

ROSALINO:    
¡Quítate de mi presencia! ¡Por tu culpa estoy metido en este lío! ¡Aparta ese vaso de aquí y no te me acerques! (ESCRIBE) ¡Aquí están sus cheques, Señora!

JACINTA:
María Jesusa, tómales y tráemelos junto con la Cédula.

MARIA J.:       
(LO HACE) Aquí los tiene.

JACINTA:
(LES ECHA UN VISTAZO) Revísalos tu ahora... y hazlo bien. Fíjate si la firma es la misma que aparece en la Cédula.

MARIA J.:       
(REVISA) Sí, todo está correcto.

JACINTA:
Ahora llévalos para la habitación y guárdalos en el escaparate, y después que lo hagas esconde la llave.

ROSALINO:    
María Jesusa... ¿Y tú te vas a prestar a esa vagabundería?

MARIA J.:       
Yo no sé nada, Rosalino, yo sólo hago lo que dice mi mamá. (ENTRA EN LA HABITACIÓN).

JACINTA:
Ahora quiero que se siente en esa silla que está ante el televisor y que me escuche... ande, siéntese.

ROSALINO:    
¡Qué cagada! ¡Quién me mandaría a venir a esta casa! (SE SIENTA DONDE ELLLA LE HA INDICADO)

JACINTA:
(CERCA DE ÉL) Señor Nicolino, los tres chequecitos que me firmó van a estar en mi poder hasta que usted decida casarse con la Jesusa... si lo hace, los tendrá de nuevo y tal como me los acaba de entregar... pero si decide dejarla plantada, le juro que le voy a dejar hasta sin calzoncillos.

MARIA J.:       
(DESDE LA PUERTA DE LA HABITACIÓN) ¡El tesoro ha sido bien guardado, ma!

JACINTA:
¡Espero que lo esté, como no estuvo tu honra!

ROSALINO:    
¿Eso es todo, señora?

JACINTA:
Pues sí.

ROSALINO:    
¡Pues sepa que no estoy dispuesto a acceder, prefiero que cobre usted el dinero!

JACINTA:
Entonces ya no hay más nada que hablar...

ROSALINO:    
Yo creo lo mismo.

JACINTA:
Para mi compadre será un negoción pasarle la raqueta, él goza una enormidad desplumando pavos y pajarracos... ¿Por qué no lo piensa un poco?

CORIN:   
(ENTRA CORRIENDO SIN VER A JACINTA Y ROSALINO SE DIRIGE A DONDE SE ENCUENTRA MARÍA JESUSA) ¡Qué vaina, chama; me senté a ver la telenovela con la vieja Petronila y se me olvidó que tu mamá...!

MARIA J.:       
(NERVIOSA AL VER QUE JACINTA Y ROSALINO ESTÁN PENDIENTES DE ELLAS DOS) Si, bien Corín... ya la telenovela terminó... mañana la veremos juntas.

CORIN:   
Si vieras lo que tuve que correr cuando me di cuenta de la hora; pero la novela estaba tan interesante que los minutos pasaron sin que me diera cuenta. ¿Tu vieja no ha llegado, me figuro?

MARIA J.:       
(LE HACE SEÑA CON LA CABEZA TRATANDO DE INDICARLE  QUE SE CALLE PORQUE HAY GENTE PRESENTE) Después hablamos de eso, Corín. Nos vemos mañana.

CORIN:   
¡Bueno, chica, tú  como que me estás echando! Si estas arrecha porque me demoré, creo haberte explicado muy bien lo que sucedió. Lo importante es que regresé antes de que llegara tu mamá.

MARIA J.:       
(HACIENDO SEÑAS  NUEVAMENTE) Sí, sí no te preocupes... yo no estoy disgustada,  contigo.

CORIN:   
Me lo juras.

MARIA J.:       
Te lo  juro. (LE HACE OTRAS SEÑAS) Ahora vete y hablamos mañana...

CORIN:   
¿Tú como que té estas volviendo loca, María Jesusa? (LE MIRA FIJO) ¿Por qué mueves la cabeza en esa forma? Que va, yo me voy a marchar y mañana paso a hablar contigo; tu tienes una vaina rara entre manos y yo no quiero verme complicada en eso. Toma aquí tienes la faja... la señora Petronila... (SE LA TIENDE).

JACINTA:
¿Por qué no me la das a mí, Corín?

CORIN:   
(DANDO UN GRITO)  ¡Ay, Virgen de la Chiquinquirá! ¡Ay, Dios santo! (JACINTA SE LE ACERCA) ¡Señora Jacinta! ¿Usted estaba aquí?

JACINTA:
Claro que estaba... ¿Acaso no me estás viendo? ¿Qué te sucede? Por la cara que has puesto da la impresión de que viste un fantasma.

CORIN:   
(RIE FALSAMENTE) ¡Qué fantasma ni que fantasma! Es que estaba viendo la novela del canal 6 y vengo medio impresionada todavía (MIRA Y DESCUBRE A ROSALINO) ¡Ay, padre eterno, en que peo me he metido!

JACINTA:
¿Qué te sucede ahora, muchacha,  como que viste al Diablo?

CORIN:   
Puedo tomarme ese vaso de agua, misia Jacinta... es que me ha entrado un calorón de  repente.

JACINTA:
Claro que sí, Corín, tómatelo.

CORIN:   
(SE LO TOMA SIN PARAR) Ahora me voy a marchar para mi casa...  hoy me encuentro un poco nerviosa... debe ser el calor. Bueno... hasta mañana, María Jesusa... adiós, señora Jacinta.

JACINTA:
Espérate, Corín, no te marches todavía... tú no te vas a marchar de aquí sino después que hables conmigo. ¿Tú te fijaste bien en María Jesusa? ¿La viste bien?

CORIN:   
Claro... acaso no la estoy viendo.

JACINTA:
¿Y no le notas algo raro?

CORIN:   
¿Algo raro? Pues la verdad que no (LLEVÁNDOSE DE REPENTE LAS MANOS A LA CABEZA) ¡Ay, Dios Santo, pero si es verdad! ¡Y yo, misia Jacinta no me había dado cuenta de nada! ¡Es que ando tan aturdida! ¿María Jesusa, y como hiciste para engordar así, tan de repente?

JACINTA:
¡Mira, Corín, no te hagas la pendeja,  que María Jesusa ya me confesó que tú eras su celestina, encubridora, cabrona y cómplice!

CORIN:   
(MOLESTA) ¡Coño, chica, tú sí que tienes esa lengua bien larga y floja! ¿Por qué me metiste a mí en ese lío? Tú me habías prometido solemnemente que si tú...

JACINTA:
Con que así es la cosa...

MARIA J.:       
Pues te vendiste sola, necia, porque yo no le he dicho nada a mamá.

JACINTA:
Te voy a proponer algo Corín Tellado... eso si no quieres que vaya ahora mismo donde tu papá y le diga en qué clase de negocios te encuentras metida. Y tu sabes muy bien que si le digo a tu viejo que andabas cabroneando a la Jesusa y que esta salió preñada, lo más seguro es que te den una buena tunda y luego te embarque en un autobús para Maracaibo.

CORIN:   
(CON LA CARA DE RESIGNACIÓN) ¿Y que es lo que quiere que haga?

JACINTA:
Quiero que me sirvas de testigo... testigo en algo que no has participado, que no has visto, pero en caso de que sea necesario deberás decir que ocurrió ante tus narices.

CORIN:   
¿De qué se trata? ¡Ay, Dios mío, todo esto me pasa por estar de pepa asomada!

JACINTA: Vamos, no te angusties que es facilito... solo vas a decir... en caso de que sea necesario, que estuviste presente en el momento de que este señor, que supongo debe ser amigo tuyo también, le firmó cuatro cheques de un millón seiscientos mil bolívares, a mi compadre, el abogado Laudelino Paiva, que tu conoces muy bien porque me has acompañado a su bufete en tres oportunidades. ¿Estamos de acuerdo?

CORIN:   
Sí, está bien... diré lo que usted quiera.

JACINTA:
Pero no lo digas en esa forma... si tienes algún impedimento...

CORIN:   
¿Impedimento? Ninguno, misia Jacinta, ninguno. Si para mí es un placer servirla. Haré lo que usted diga con tal de no verme metida en ese mierdero. ¡Y ahora voy a esfumarme, como dice mi pure! Usted sabe... hay que tender las camas... preparar la cena... y ya mi viejo debe estar a punto de llegar del trabajo. (VA HACIA LA PUERTA PERO SE DETIENE EXTRAÑADA) ¿Y qué hace usted con esa escopeta, señora Jacinta?

JACINTA:
La estaba engrasando, hija.

CORIN:    ¿Y qué...  no me irá a decir que va de cacería?

JACINTA:
Fui... pero no pude cazar el pavo que quería para la cena... pero obtuve algo más sustancioso.

CORIN:   
(SIN ENTENDER) ¿Pavo? ¿Algo más sustancioso? La verdad es que no la entiendo. Esa era la escopeta del sereno que trabajaba en el Servicio Metropolitano... ¿No es así?

JACINTA:
Sí, efectivamente... la dejó olvidada cuando se desapareció con la Carlotica.

CORIN:   
¿Y  no ha sabido más nada de ella?

JACINTA:
No mucho... dicen que la vieron por Barquisimeto...

CORIN:   
Bueno, no pierdo más tiempo... ¡hasta luego “señor”!... ¡Hasta prontico, señora Jacinta! ¡María Jesusa... luego me cuentas! (DESAPARECE RAPIDAMENTE).

ROSALINO:    
Creo que ya es hora de que yo también me marche. Señora...

JACINTA:
Dígame.

ROSALINO:    
Usted no me va a disparar cuando vaya bajando el cerro, ¿verdad?

JACINTA:
Ni que fuera tan estúpida. Hacerlo sería un error ahora que tengo en mis manos la oportunidad de volverme rica.

ROSALINO:    
(CERCA DE LA PUERTA) Sobre la boda... ¿Cuándo le gustaría que fuera?

JACINTA:
Eso lo dejamos a su elección. (MIRA A LA JESUSA CON SONRISA DE TRIUNFO)

ROSALINO:    
¿Les parece bien el miércoles?


JACINTA: Y si se celebra el jueves o el viernes también... lo que me interesa es que se lleve a cabo... pero antes de que nazca el chamito, claro está.

ROSALINO:    
El miércoles por la tarde pasaré por usted y por María Jesusa.

JACINTA:
Esta bien le esperamos los tres, porque mi compadre Laudelino Paiva no puede dejar de asistir... además si usted  decide no venir el miércoles, él irá el jueves a cobrarle la primera de las letras.

ROSALINO:    
No se preocupe... ¡Vendré! (SALE APRESURADAMENTE)

MARIA J.:       
¡Lo vio usted, mamá, ni siquiera se despidió de mí! (DOLIDA) ¡Ni siquiera me miró al marcharse!

JACINTA:
¡No te preocupes, tonta, ya te hartarás de oírlo despedirse de ti cada mañana!

MARIA J.:       
Me hizo sentir tan mal.

(JACINTA COLOCA LA ESCOPETA FRENTE A LA VITRINA, VA CIERRA LA PUERTA Y SE RECUESTA A ESTA. COMIENZA A SOLLOZAR).

MARIA J.:       
El medio de lograr que se casara conmigo no es muy honesto que digamos... ¿No lo crees así, mamá?

JACINTA:
¡”El fin justifica los medios”!... Como decía siempre el poeta Brizuela, el papá de tu hermana Tomasa. (LLORA MÁS FUERTE).

MARIA J.:       
(VA HACIA ELLA) ¿Por qué llora mamá?  No veo por qué tiene que llorar sí todo ha salido bien con el favor de... (MIRA LA ESCOPETA)... Bueno... de Dios no... con el favor de ella. ¡Mamá, deje de llorar! ¿Qué le sucede?

JACINTA:
Estoy llorando, hija, al pensar en lo distinta que hubiese sido la vida, si hace cuarenta años hubiera tenido la experiencia que tengo hoy, y una escopeta como esa entre las manos.


TELON RAPIDO

FIN DE LA OBRA




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