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Especialista en Teatro Venezolano

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Leoncio Martínez (Leo)


EL VIEJO ROSAL
(Comedia en un acto)


Estrenada en 1925.
Re-estrenada en 1939.
Publicada en 1940.


Personajes:
Mariantonia
Carmen
Encarnación
Padre Vélez
Coronel Camargo
Los muchachos de la parranda
Ercilia
Josefina
Margot
Rafael
Javier 



Época de la Obra:
¿Época? Se sabe que esto ha pasado y esto seguirá pasando. Mientras no mueran definitivamente estas costumbres, lo mejor es no embadurnarlas de cosas extraordinarias.

Escenario:
Sala de costura en casa colonial de pueblo.
Máquina costurera, de pedal.
Muebles indispensables, antiguos mesclados con modernos.

Todo esto debe estar enmarcado en una cámara de color oscuro.

Para fines de la lumínica hay que decir que la acción comienza en las primeras horas de la tarde y finaliza al anochecer.


CARMEN.- (Entra detrás de Encarnación que lleva una cesta) Anda lo más rápido que puedas y no te olvides del paquetico de té.
ENCARNACIÓN.- Yo sé lo que tengo que comprar.
CARMEN.- Ayer se te olvidó la cerveza negra para Mariantonia.
ENCARNACIÓN.- ¡No fastidies tanto, mujer!
CARMEN.- De paso le dices a las Pedrosas que me presten el patrón de cuello bordado que hace días que me ofrecieron.
ENCARNACIÓN.- ¡Caramba! ¡Va a caer una tempestad…!
CARMEN.- ¿Con ese cielo tan claro?
ENCARNACIÓN.- (Furiosa) Basta que to diga que está lloviendo para que tú digas que no llueve.
CARMEN.- Serán las lluvias finales de octubre.
ENCARNACIÓN.- ¿No ves que el año se ha metido en agua?
CARMEN.- ¡Pobre jardín!
ENCARNACIÓN.- Di más bien: ¡pobre viejo rosal!
CARMEN.- Está totalmente cargado de rosas.
ENCARNACIÓN.- Y son las últimas.
CARMEN.- Demasiado ha florecido. Tiene ya muchos años.
ENCARNACIÓN.- Me horroriza un vendaval.
CARMEN.- Ya las rosas se le desmoronan con solo tocarlas.
ENCARNACIÓN.- Después de estas… ni una más.
CARMEN.- ¿Crees tú?
ENCARNACIÓN.- Ojalá no sea como lo pienso.
CARMEN.- ¡Que de recuerdos dulces y amargos tiene para nosotros!
ENCARNACIÓN.- ¡Qué de recuerdos…! No. No voy a llorar. (Sale y se le oye recordar) Té. La cerveza negra. El cuellito bordado. (Pausa. Luego llama) Carmen.
CARMEN.- ¿Qué quieres?
ENCARNACIÓN.- (Dentro) Aquí está el Coronel Camargo y el Padre Vélez.
CARMEN.- Que pasen adelante. (Llama) Mariantonia.
MARIANTONIA.- (Dentro) Voy, mamá.
CARMEN.- Apúrate, hija. ¡El Padre Vélez y el Coronel!
MARIANTONIA.- (Dentro) Recíbelos.
CARMEN.- (En el foro) tanto gusto de verlos por aquí.
CAMARGO.- (Entra) El gusto es mío.
PADRE VÉLEZ.- (Entra) Mi estimada señora Carmen.
CARMEN.- Siéntense. Están en su casa.
CAMARGO.- Gracias.
PADRE VÉLEZ.- Gracias.
CARMEN.- ¿A qué debemos el honor de su visita, Coronel Camargo?
CAMARGO.- Al gusto de saludarlas.
CARMEN.- Es una gran sorpresa. ¿Verdad, Padre?
PADRE VÉLEZ.- Sí. El Coronel está siempre sumamente ocupado.
CARMEN.- Me complace verlos juntos.
CAMARGO.- (Sentándose) El padre me hizo visitar hoy a medio pueblo.
CARMEN.- Dicen que el que a buen árbol se arrima buena sombra lo cobija.
CAMARGO.- Cuando este cura estira la mano… nadie le dice que no.
PADRE VÉLEZ.- Porque saben que a usted no hay que rogarle para que pegue multas.
CAMARGO.- ¿Entonces usted se aprovecha de mí?
PADRE VÉLEZ.- No. Eso no. Aprovecho santamente su autoridad. (Risas)

MARIANTONIA.- (Entrando) ¿De qué ríen con tantas ganas?
CARMEN.- ¡Estos sí que tienen cosas, hija!
PADRE VÉLEZ.- (De pie dando la mano) ¿Qué novedades, Mariantonia?
MARIANTONIA.- Hay buenas noticias, Padre. (Al Coronel) ¿Cómo está, Coronel?
CAMARGO.- (De pie, sin dar la mano) ¿Cómo está, señorita?
MARIANTONIA.- Tenga la bondad de sentarse.
PADRE VÉLEZ.- Encantados.
(Se sientan)
MARIANTONIA.- Ya tengo la primera recolecta de ropa vieja para los niños pobres.
PADRE VÉLEZ.- ¿Y la recolecta para refaccionar el Templo?
MARIANTONIA.- (Dándole un sobre) Aquí tiene la lista.
CAMARGO.- (Mientras el Padre lee) Se acomodó el hombre.
MARIANTONIA.- Siéntese, Coronel. No crecerá más de ahí.
CAMARGO.- Vamos a complacerla.
CARMEN.- Gracias a Dios. Este pueblo es sumamente caritativo.
MARIANTONIA.- Les advierto que no hemos visitado a todos, Coronel. Por lo menos a usted…
PADRE VÉLEZ.- Eres una gran mujer.
CARMEN.- Casi nadie se ha negado, Padre.
PADRE VÉLEZ.- Lo hacen más que todo por Mariantonia.
MARIANTONIA.- No, Padre. Sencillamente creen que es una obra de bien.
PADRE VÉLEZ.- No vengas con eso. Dios primero. Luego tú reinas en todos los corazones.
MARIANTONIA.- Mil gracias por su bondad. (Entregándole otro sobre) Aquí está el dinero. La lista dio…
PADRE VÉLEZ.- Ochocientos sesenta y tres bolívares con real y medio y cuartillo y cinco céntimos.
MARIANTONIA.- Vea si estamos conformes.
CAMARGO.- (Mientras el padre cuenta) ¡Qué negoción!
CARMEN.- No sea maluco.
MARIANTONIA.- (Sonriente) Ellos se tratan así, mamá.
PADRE VÉLEZ.- (Guardando el dinero) Conforme, Mariantonia.
CAMARGO.- ¿Cómo voy yo ahí, mi Padre?
PADRE VÉLEZ.- ¿Para dónde quiere usted ir, Coronel?
CAMARGO.- Digo que cómo quedo yo en ese negocito.
PADRE VÉLEZ.- Con los ojos claros y sin vista.
CARMEN.- (Riendo) Es dinero sagrado, ¿verdad, Padre?
PADRE VÉLEZ.- Pero este señor se empeña en profanarlo.
CAMARGO.- ¿Entonces yo ahí no consigo ni agua?
MARIANTONIA.- (Amable) Usted tiene que dar, Coronel Camargo.
CAMARGO.- Hum. ¿Qué pájaro es ese?
CARMEN.- Déjese de bromas.
PADRE VÉLEZ.- ¿Qué participación puede querer usted en limosnas?
CARMEN.- ¿Ajá?
MARIANTONIA.- ¿Qué dice, Coronel?
CAMARGO.- Mejor es que dejemos eso así.
(Risas)
PADRE VÉLEZ.- Hablando en serio… la verdad es que hoy le di un trote muy grande al Coronel para las Fiestas de la Virgen.
CAMARGO.- Guá, hoy no he ido yo a la Jefatura. Me quitarán.
MARIANTONIA.- No diga eso. ¿Quitarlo ahora que yo necesito pedirle algo que no debe negarme?
CAMARGO.- Nada tengo, señorita. ¿Qué puedo dar?
PADRE VÉLEZ.- (Burlón) Sí. Nada.
CAMARGO.- Usted lo dirá en broma, pero es así.
PADRE VÉLEZ.- ¿Y… el ordeño?
CAMARGO.- Se refiere a las vacas que poseo.
PADRE VÉLEZ.- (Malintencionado) Me refiero al ordeño.
CAMARGO.- Los impuestos municipales me dan menos a mí que a usted las misas de réquiem.
PADRE VÉLEZ.- (Simulando rabia) ¡Un momento! ¡Eso sí que no! (Se levanta)
CAMARGO.- ¡Pues eso sí que sí!
CARMEN.- (Asustada) No vayan a disgustarse por tan poca cosa.
MARIANTONIA.- Mamá, no seas niña. Tú no lo has visto juntos en esta casa. Ellos se la pasan bromeando. Eso es todo.
CARMEN.- Con permiso voy a ver cómo marcha eso ahí dentro. (Sale)

PADRE VÉLEZ.- (Riendo) Es una santa.
CAMARGO.- La verdad es que el Padre dice unas cositas que calientan.
MARIANTONIA.- Bueno… Siéntense.
PADRE VÉLEZ.- Es una orden, Coronel. (Se sienta)
CAMARGO.- Vamos entonces. (Se sienta)
MARIANTONIA.- ¿Será usted capaz de complacerme, Coronel?
CAMARGO.- ¿Complacerla?
PADRE VÉLEZ.- Responda sí o no. Usted es un caballero.
CAMARGO.- Hombre… Si yo supiera lo que quiere.
MARIANTONIA.- Ya lo veo dispuesto, Coronel. Eso es bastante. Vengo en seguida. Perdón. (Sale)

PADRE VÉLEZ.- No había visto antes mujer más noble y más activa.
CAMARGO.- (Riendo malévolo) Es la maravilla de las maravillas.
PADRE VÉLEZ.- ¿Por qué se burla usted?
CAMARGO.- ¿Quién? ¿Yo?
PADRE VÉLEZ.- (Para sí) ¿Cómo pudo resignarse a vivir en este medio? (Se levanta)

MARIANTONIA.- (Entra con paquete) Esto es la ropita que le dije. (Coloca el bulto sobre la máquina) Son pañales, escarpines y camisitas. ¿Quiere verlos?
PADRE VÉLEZ.- No. No hay que deshacer el paquete. ¡De qué manera te van a bendecir los necesitados!
MARIANTONIA.- Lo importante es conseguir algo. Sepan ustedes que esta es la obra de nuestra juventud.
CAMARGO.- (Ríe sarcástico) La señorita Mariantonia siempre dale y dale con la juventud.
MARIANTONIA.- (Dolorosamente humilde) Para ver si me contagio. (Baja la cabeza. La levanta. Se recupera) ¿Qué pasa?
PADRE VÉLEZ.- (Cabizbajo) Nada, Mariantonia.
MARIANTONIA.- Voy a salir un momento al vecindario. Les ruego que me esperen.
PADRE VÉLEZ.- Por mi parte...
CAMARGO.- Por mí no se preocupe.
MARIANTONIA.- Es un niño pobre. Está enfermo. No soy médico pero debo verle. Gente muy pobre, ¿saben? Ya viene mamá. Les está preparando una sorpresa. ¿Me esperan?
PADRE VÉLEZ.- (De pie) Yo espero.
MARIANTONIA.- Se los ruego por el amor de Dios. Gracias, Coronel. (Sale)

PADRE VÉLEZ.- ¿Se da cuenta de lo que hizo usted?
CAMARGO.- (Frío) ¿Qué hice yo?
PADRE VÉLEZ.- Mariantonia es más joven que muchos jóvenes, para que usted lo sepa. Corazones así no tienen edad. Se resiste a ser inútil. ¿Por qué ha sido usted tan cruel?
CAMARGO.- ¿En qué sentido?
PADRE VÉLEZ.- Eso es… “la señorita Mariantonia siempre dale y dale con la juventud”.
CAMARGO.- (Burlón) ¿Es ofensa decir eso?
PADRE VÉLEZ.- Ella no es joven. Y usted lo dice por eso. Nada más que por eso.
CAMARGO.- Hablemos claro. Si usted imagina que yo he sido cruel; si ella se ha tomado las cosas se las ha tomado… está bien. Tengo mis motivos.
PADRE VÉLEZ.- No hay motivo que justifique su actitud.
CAMARGO.- ¿Quiere confesarme sin confesonario?
PADRE VÉLEZ.- ¿No entiende usted que ella no quiere derrotarse?
CAMARGO.- Ya debería saber que es una vieja.
PADRE VÉLEZ.- Pero conserva la ilusión de un marido.
CAMARGO.- ¿Y a qué viene toda esta discusión?
PADRE VÉLEZ.- Coronel, no es difícil adivinar lo que a usted le ocurre.
CAMARGO.- Más valdría no haberle tocado lo de la edad.
PADRE VÉLEZ.- No soy muy antiguo en esta feligresía. Pero conozco muchos cuentos, muchas historias.
CAMARGO.- ¿Y qué tiene que ver…?
PADRE VÉLEZ.- Téngame confianza, Coronel.
CAMARGO.- ¿Qué más quiere?
PADRE VÉLEZ.- Usted odia una mujer que sufre y lo disimula repartiendo caridad y regocijo.
CAMARGO.- ¿Qué mujer?
PADRE VÉLEZ.- ¡Mariantonia!
CAMARGO.- Mire… (Queda sumido en larga pausa)
PADRE VÉLEZ.- Hay en Mariantonia un desbordamiento de ternura reprimida. No habiendo encontrado un hombre digno a quien entregarse íntegra, su corazón se desparrama, inunda cuanto la rodea.
CAMARGO.- En realidad… no me interesa.
PADRE VÉLEZ.- Es usted demasiado reservado conmigo. (Pausa larga)
CAMARGO.- Le voy a decir lo que jamás a nadie dije.
PADRE VÉLEZ.- Sí.
CAMARGO.- Ella era muy joven cuando fue a sus estudios en la Capital. Yo era casi un niño. Recuerdo sus ojos, sus cabellos… Recuerdo que pasaba erguida frente a nosotros los pobrecitos. Sin saludar. Volvió a la muerte del padre. Como si a nadie conociera. Días después se volvió a la Capital. Regresó definitivamente cuando se arruinó la familia. Era casi una desconocida para nosotros.
PADRE VÉLEZ.- Quiere decir que les olvidó siempre.
CAMARGO.- Por mucho tiempo se creyó una princesa destronada.
PADRE VÉLEZ.- Yo la encuentro tan sencilla...
CAMARGO.- Ahora. Usted no la conoce desde largo tiempo. Se dedicó a desdeñar, a ridiculizar a los muchachos nativos de este pueblo que amorosamente le decían algo.
PADRE VÉLEZ.- Tengo entendido que tuvo pretendientes y uno que otro compromiso formal.
CAMARGO.- Con forasteros. Nada más que forasteros.
PADRE VÉLEZ.- ¿Fue usted una víctima?
CAMARGO.- Mejor es hablar de otra cosa, porque…

CARMEN.- (Entra con dos pequeños paquetes) Este es para usted, Coronel.
CAMARGO.- (Tomándolo) Muchísimas gracias.
CARMEN.- Merengues según la fórmula de Mariantonia. Se los come con su señora. Este es el suyo, Padre.
PADRE VÉLEZ.- (Tomándolo) Me encantan los merengues bien hechos.
CARMEN.- ¿Con quién se los va a comer?
PADRE VÉLEZ.- Con mi señora.
CARMEN.- (Riendo) ¡Padre!
CAMARGO.- ¡Vagabundón!
PADRE VÉLEZ.- ¡Con mi señora…! ¡Nuestra Señora de Coromoto!
(Risas)

ENCARNACIÓN.- (Entra) Con permiso. Carmen…
CARMEN.- ¿Ajá?
ENCARNACIÓN.- (Dándole la cesta) Está todo para que no me regañes.
CARMEN.- (Luego de revisar) ¿Y el modelito de cuello bordado?
ENCARNACIÓN.- ¡Válgame los justanes de San Pedro! Se me olvidó.
PADRE VÉLEZ.- ¿Y qué tiene que ver los justanes de San Pedro con tu mala memoria?
ENCARNACIÓN.- Ustedes no dicen que San Pedro se olvidó del cantío del gallo.
CARMEN.- Esta Encarnación…
(Ríen)
ENCARNACIÓN.- (Saliendo) Está puesta una tempestad…

PADRE VÉLEZ.- ¿Cuántos años tiene Encarnación con ustedes?
CARMEN.- Desde mucho antes de casarme, Padre.
CAMARGO.- Es parte de la familia.

JAVIER.- (Entra, se detiene en el foro) Buenas tardes.
TODOS.- Buenas tardes.
CARMEN.- Pase más adelante, Javier Castaño.
JAVIER.- Muy amable, señora Carmen. ¿Y la señorita Mariantonia?
CARMEN.- No dilata. Salió un momento. A ver un niño.
JAVIER.- Entonces… volveré luego.
CARMEN.- ¿Por qué no se sienta y la espera?
JAVIER.- No, señora. Más tarde vengo. Que la pasen ustedes muy bien. (Sale)
TODOS.- Igualmente, Javier.

CAMARGO.- La cuestión es con la señorita.
CARMEN.- ¡Es tan bueno y tan tímido…!
CAMARGO.- (Intrigante) Tengo tiempo que no lo veo en la misa de los domingos.
CARMEN.- ¡Jesús, Coronel!
PADRE VÉLEZ.- Él lo dice por meter cizaña. Nada saca con eso. Seguramente Javier acomoda su bodeguita el día domingo y… no es que sea enemigo de la Iglesia.
CAMARGO.- Pero… usted a mí no me perdona.
PADRE VÉLEZ.- Trabajar es también cumplir con Dios.
CARMEN.- ¿Escuchó, Coronel?
CAMARGO.- Vamos a ver si cae, doña Carmen.
CARMEN.- Si el Señor lo tiene dispuesto…
PADRE VÉLEZ.- ¿Y qué tiene de particular?
CAMARGO.- En buena hora, queridos amigos.
CARMEN.- ¿Y por qué pensamos en lo que quizás Mariantonia no está pensando?
CAMARGO.- ¿No cree usted que hay castigo para los soberbios?
PADRE VÉLEZ.- Javier no es un castigo. En el menor de los casos sería un premio.

MÚSICA.- (Se oye a lo lejos una canción romántica)

CARMEN.- ¡Los muchachos!
CAMARGO.- Empezó bien temprano el sábado.
PADRE VÉLEZ.- ¡Qué bien están cantando!
CARMEN.- Esta noche no van a dejar dormir a nadie.
CAMARGO.- Si fastidian mucho les mando a parar la parrandita.
PADRE VÉLEZ.- Estese quieto.
CARMEN.- Esas diversiones son necesarias para la juventud.

(Quedan escuchando hasta que termina la canción)

CARMEN.- (Al foro) ¿Por qué no pasan, muchachos, y cantan otra canción?
ERCILIA.- (Dentro) Vinimos a buscar a Mariantonia para ir a la Estación.
CARMEN.- ¡No es posible que llegue el tren tan temprano!
ERCILIA.- (Dentro) Ya se fueron los músicos.
CARMEN.- ¿Por qué?
ERCILIA.- (Dentro) En el tren viene Teresita Rodríguez.
CARMEN.- ¿Por qué ustedes no pasan adelante un momento?
JOSEFINA.- (Dentro) ¿Está Mariantonia, señora Carmen?
CARMEN.- Pasen aunque sea un momentico.

ERCILIA.- (Entra) Bendición, Padre.
PADRE VÉLEZ.- El Señor te bendiga.
ERCILIA.- ¿Cómo está, Coronel?
CAMARGO.- No tan bien como usted.
JOSEFINA.- (Entra) Muy buenas tardes.
CAMARGO.- Buenas.
PADRE VÉLEZ.- Dios te guarde.
MARGOT.- (Entra y abraza a Carmen) ¡Madrinita!
CARMEN.- Saluda, hija.
MARGOT.- ¡Al Padre no!
CARMEN.- ¡Muchacha!
PADRE VÉLEZ.- Pídame la bendición, Margot.
MARGOT.- Usted me regaña mucho cuando se me olvida el Padrenuestro.
JOSEFINA.- Ya te lo sabes. Rézaselo.
ERCILIA.- Anda. Ya no te equivocas.
MARGOT.- No se lo rezo y no se lo rezo.
CARMEN.- Déjate de malacrianzas, Margot.
PADRE VÉLEZ.- Pídeme la bendición.
CAMARGO.- Vamos, niñita.
MARGOT.- (Violenta) ¡Ción!
TODOS.- (Risas)
PADRE VÉLEZ.- Incompleta… pero algo es algo. Dios te bendiga. Tendrás al Ángel de la Guarda cuando aprendas lo que siempre se te olvida: el “líbranos de todo mal. Amén”.
MARGOT.- ¿También del Jefe Civil?
TODOS.- ¡Margot! (Ríen)
MARGOT.- ¿Y qué dije, pues?
CAMARGO.- Niñita, no le busques tres pies al Gobierno porque le encontrarás cuatro.
JOSEFINA.- No lo dice por mal, Coronel.
CAMARGO.- Ella repite lo que oye.
CARMEN.- Son cosas de niño.
MARGOT.- ¿De niño? Seré yo varón.
PADRE VÉLEZ.- Bueno, bueno. Hablemos de otra cosa.

MARIANTONIA.- (Entra) ¿Tardé mucho?
CARMEN.- ¡Por fin!
PADRE VÉLEZ.- Por algo ha tardado la capitana.
JOSEFINA.- Vinieron los muchachos a cantarte.
MARIANTONIA.- ¡Qué lástima!
ERCILIA.- Ya deben ir llegando a la Estación del Tren.
CAMARGO.- Lamento mucho, pero... me voy.
MARIANTONIA.- ¿Por qué tanto apuro?
PADRE VÉLEZ.- Ya es demasiado larga la visita.
CARMEN.- No diga eso.
PADRE VÉLEZ.- Oigo decir que van ustedes a la Estación del Tren.
CAMARGO.- Coja su paquete, Padre Vélez.
MARIANTONIA.- No. Se lo llevará Encarnación. (Llama) Encarna.
ENCARNACIÓN.- (Dentro) ¿Qué quieres?
MARIANTONIA.- Ven para que hagas un mandado.
PADRE VÉLEZ.- No se moleste. Lo llevo yo.
MARGOT.- (Alegre) Ya la van a ver echado chispas.
CARMEN.- No te metas con ella.
ENCARNACIÓN.- (Entra) ¿Qué hay?
MARIANTONIA.- (Dándole el paquete) Lleva esto a la Casa Parroquial.
ENCARNACIÓN.- ¡Ah vaina!
MARGOT.- ¡Sin gruñir!
ENCARNACIÓN.- ¡Mocosa! (Saliendo) La burra sirve lo mismo para el Nacimiento que para la entrada a Jerusalén.

MARGOT.- (Saltando) Va lo que se llama bien furiosa.
TODOS.- (Ríen)
ERCILIA.- Es más buena que el pan blanco.
JOSEFINA.- ¡Cómo adora a doña Carmen y a Mariantonia!
CARMEN.- La conozco desde que nací.
MARIANTONIA.- La palabra leal en ella tiene toda su pureza. Es como... ¡como un perro!
MARGOT.- (Asustada) ¿Entonces muerde?
TODOS.- (Risas)
MARIANTONIA.- Debería morder a niñas malcriadas... como tú.
MARGOT.- (Rabiosa) No me importa.
JOSEFINA.- ¡Cállate, niña!
ERCILIA.- ¡Falta de respeto!
MARGOT.- (Llorosa) Sí. Sí. “Falta de respeto”.
CARMEN.- (Acariciándola) Si te pones así, Mariantonia no te quiere más.
MARGOT.- (Gimoteando) Mariantonia no me quiere.
CAMARGO.- Niñita.
PADRE VÉLEZ.- Margot...
MARIANTONIA.- (Abrazándola) ¿Quién no te quiere? No digas eso. Eres inteligente. Pocas niñas hay como tú.
MARGOT.- (Recuperada pero triste) No te quiero y no te quiero.
PADRE VÉLEZ.- Con perdón de ustedes. Esto está muy bueno. Pero yo tengo que marcharme.
CAMARGO.- Lo mismo digo yo.
MARIANTONIA.- Hace poco le dije que necesitaba pedirle algo, Coronel.
PADRE VÉLEZ.- ¡Hombre, no me acordaba!
CAMARGO.- ¿Usted... pedirme algo?
MARIANTONIA.- Nada le cuesta. Es de mí a usted. Como si hoy nos conociéramos. Como si nada pudiera limitarnos. ¿Me lo negará?
CAMARGO.- Diga.
MARIANTONIA.- Diga si me lo niega.
CAMARGO.- Lo... lo que usted diga, señorita.
MARIANTONIA.- ¡La libertad de Nicasio!
CAMARGO.- ¿La libertad de Nicasio?
MARIANTONIA.- La libertad de Nicasio, Coronel.
CAMARGO.- (Meditando) Huuuuuuuuuuuuuuuu.
MARIANTONIA.- ¿Qué es lo que tanto piensa?
CAMARGO.- ¿Usted no puede pedirme... otra cosa?
TODOS.- ¡No!
MARIANTONIA.- Nada cuesta lo que le pido.
CAMARGO.- Nicasio es una calamidad cuando bebe.
MARIANTONIA.- Muchos beben -o no beben- y son calamidades peores.
CAMARGO.- ¿Usted quiere pasar por la Jefatura para que vea las denuncias?
MARIANTONIA.- Usted es un hombre hecho y derecho. Es la primera de nuestras autoridades civiles. ¿Cuándo lo ha llamado para darle un consejo?
MARGOT.- (Gritando) Cuando lo ha llamado para ponerlo preso.
TODOS.- (Callando a Margot) Siiiiiiiiiiiiiiiiii.
MARIANTONIA.- Nicasio es el pan de su pobre familia. Cuando no sale a la calle... no come la madre inválida.
MARGOT.- Y como usted no le paga los días que lo tiene preso...
CAMARGO.- ¡Las niñas hablan cuando las gallinas mean!
TODOS.- (Largas risas)
MARIANTONIA.- ¿A usted no le remuerde la conciencia?
CAMARGO.- Soy autoridad, señorita. Convenga en eso. Tengo que corregir.
MARIANTONIA.- Por eso le pido lo que le pido. Nicasio habla tonterías.
CAMARGO.- ¡Habla horrores del Gobierno!
MARGOT.- ¡Qué hombre tan odioso! (Se sienta en el suelo, distante, y mete la cabeza entre las piernas)
MARIANTONIA.- ¿Cuántos no hablan mal del Gobierno dentro del mismo gobierno y nada les acontece?
CAMARGO.- Entiéndame una cosa, señorita: cuando Nicasio se embriaga no hace sino hablar mal de mí.
MARIANTONIA.- Si usted es inocente, Nicasio es difamador. Pero son los tribunales de justicia los encargados de condenar o absolver.
CAMARGO.- No me opongo. En eso podemos estar de acuerdo.
ERCILIA.- (Emocionada) Suelte a Nicasio.
CAMARGO.- ¡Un momento!
JOSEFINA.- ¡No sea tan malo!
CARMEN.- ¡Son muchachas las que le piden una cosa tan simple!
CAMARGO.- (Indeciso) Resulta que unas declaraciones...
MARGOT.- (Abrazándole las piernas) Si no lo suelta no lo quiero más.
(Larga pausa donde todos muestran facialmente sus emociones)
CAMARGO.- ¿Cuánto tiempo tienen ensayando este ataque?
TODOS.- ¡Nicasio! ¡Nicasio! ¡Nicasio! ¡Nicasio!
MARIANTONIA.- (Sonriente) No es ataque. Es Nicasio.
CAMARGO.- Yo les prometo estudiar la cuestión.
MARGOT.- (Retirándose) ¿Sí?
ERCILIA.- Queremos que Nicasio vaya hoy con nosotros a la Estación del Tren.
JOSEFINA.- Imagínese que a todo el pueblo le dijimos que usted lo soltaría.
CARMEN.- Hágalo por lo que usted más quiera, Coronel.
PADRE VÉLEZ.- No le rueguen más a ese hombre.
CAMARGO.- ¿Cómo?
PADRE VÉLEZ.- ¡Está en libertad Nicasio!
TODOS.- ¡Bravo!
CAMARGO.- (Riendo) ¿En libertad Nicasio?
PADRE VÉLEZ.- ¡Lo mando yo!
CAMARGO.- ¿Y quién es usted?
PADRE VÉLEZ.- Soy un Ministro. Usted... un Jefe Civil.
CAMARGO.- ¿Ministro de qué?
PADRE VÉLEZ.- Ministro... del Señor. Y un Ministro puede más que usted. (Toma una peinilla) ¿Qué dice ahora?
TODOS.- (Ríen)
PADRE VÉLEZ.- ¡Déjenlo! Vénganse para acá.
TODOS.- (Hacen un semicírculo que encabeza el Padre)
CAMARGO.- ¿Puedo hablar?
PADRE VÉLEZ.- (Amenazándolo con la peinilla) ¡Cállese y obedezca!
TODOS.- (Risas)
CAMARGO.- (Tomándolo por el lado humorístico) Santa palabra. (Ríe largamente) Todas las faldas contra mí.
PADRE VÉLEZ.- (Rompiendo fila) ¿Da o no da lo que le piden con sobrada razón?
CAMARGO.- (Desarmando al Padre) Deme acá ese hisopo.
PADRE VÉLEZ.- (Tranquilo) Yo no hago nada con eso.
CAMARGO.- (Poniendo la peinilla donde estaba) Aquí. En tu sitio. (Vuelve) No ha pasado nada. Venga, Padre. Vamos a la Jefatura.
PADRE VÉLEZ.- Si es para darme a Nicasio.
CAMARGO.- Sígame. Buenas tardes. (Sale)
PADRE VÉLEZ.- Vuelvo... o no vuelvo. (Sale)

MARIANTONIA.- (Fatigada se sienta) Perdonen.
CARMEN.- (Acercándose) ¿Qué tienes, hija?
MARIANTONIA.- (Amable) Nada, mamá.
CARMEN.- No mientas por hacerte la fuerte.
MARIANTONIA.- Eres más niña que una niña, mamá.
CARMEN.- Voy a dar una vuelta por la cocina. (Sale)

MARIANTONIA.- Sí. Ve. (Pausa) ¿Qué les pasa, muchachas?
TODAS.- Como tú estás como cansada...
MARIANTONIA.- Vengan. Sólo estaba pensando en Nicasio. Creo que pronto estará en libertad.
ERCILIA.- Mariantonia... (La hemicicla en el suelo con las otras)
MARIANTONIA.- ¿Alguna novedad?
ERCILIA.- Aquí estuvo Javier Castaño...
JOSEFINA.- Y se fue con la cara muy triste.
MARIANTONIA.- (Sonriente) Javier Castaño viene aquí todas las tardes.
MARGOT.- Pero nunca sale así.
ERCILIA.- Nosotros estábamos con los muchachos que cantaban en el zaguán.
JOSEFINA.- Salió de tu casa. Iba pálido. No nos saludó.
MARIANTONIA.- Demasiado saben ustedes que Javier es un hombre muy tímido, muy reservado.
ERCILIA.- Claro que lo sabemos. Pero... ¿a qué vienen las visitas que te hace todas las tardes desde hace tres días?
MARIANTONIA.- Es la única visita que no me quita de mi trabajo. Coso... (Arreglando piernas de pantalón para coser) Nunca responde a nada que no le pregunte. ¿Ya se dice que tengo algo con él?
JOSEFINA.- El comentario es que te visita con pulsera de matrimonio.
MARIANTONIA.- ¡No me hagan reír! Y no de Javier Castaño. Lo advierto. No me hagan reír de los que dicen... No me hagan reír.
ERCILIA.- Yo no creo que no te haya dicho nada.
MARIANTONIA.- Tienes vocación de inquisidora.
JOSEFINA.- ¡Dígame eso! Todo el pueblo creyendo que Javier Castaño es un tonto. (Ríe)
MARIANTONIA.- ¿Te ríes de Javier Castaño?
ERCILIA.- (Acercándose) ¿No se te ha declarado?
MARIANTONIA.- ¿Tú estás loca?
JOSEFINA.- (Levantándose) Cállate, Ercilia. Javier no es de la categoría de Mariantonia.
ERCILIA.- Es un pobre bodeguero. Hombre malo no es.
JOSEFINA.- ¿Te disgusta que comentemos esto?
MARIANTONIA.- No. ¿Por qué?
ERCILIA.- Estás como si no estuvieras con nosotras. Algo así... como ausente.
MARIANTONIA.- Pensamientos.
JOSEFINA.- ¿Pensamientos?
MARIANTONIA.- Algunas veces me llevan muy lejos.
ERCILIA.- O demasiado cerca.
MARIANTONIA.- Demasiado lejos de lo que puede estar cerca. Demasiado cerca de lo que puede estar lejos.
JOSEFINA.- ¿Cómo se llamaba el telegrafista que quiso matarse por ti?
MARIANTONIA.- ¿Quién te ha contado eso?
ERCILIA.- La lista de los hombres que tú has despreciado es inmensa, Mariantonia.
MARIANTONIA.- ¿Qué mujer no tiene o ha tenido pretendientes?
JOSEFINA.- ¿Cuántas cartas te han escrito?
MARIANTONIA.- (Mientras se levanta, toma a Margot por una mano y camina) ¿Cartas? ¿Quién no ha recibido una carta? Esas cosas... Esas cosas. Tienen importancia. Todo es importante. Las novias... Las novias. Yo soy novia del Imposible.
MARGOT.- ¿Quién es el imposible?
MARIANTONIA.- Viaja en un tren que nunca se detiene... definitivamente.

SONIDO.- (Pito de tren a lo lejos)

ERCILIA.- (Jubilosa) Sí. En tu colección hay un agente viajero.
MARIANTONIA.- (Riendo histérica) ¿Quién les ha contado semejante cosa? ¡Cómo hablan! A este pueblo viene mucha gente. Desde hace muchos años. (Su risa se transforma en llanto) Y muchos Agentes Viajeros. Eso no quiere decir nada. Nada en absoluto. (Se recupera) Nada quiere decir. Un Agente Viajero es... un Agente Viajero. (Queda envuelta en el recuerdo)

RAFAEL.- (Entra jadeante) ¡Viene el tren! ¡Viene el tren!
JOSEFINA.- ¡El tren, Mariantonia!
ERCILIA.- ¡¡¡EL Tren!!!

SONIDO.- (Pito de tren acercándose)

MARIANTONIA.- (Triste) El tren.
MARGOT.- Vamos a ver al viajero que nunca se detiene siempre, Mariantonia.
MARIANTONIA.- Rafael, perdona. ¿Vamos?
RAFAEL.- Allá están los muchachos con sus guitarras y sus cuatros.
JOSEFINA.- ¿Pero qué hacemos que no vamos?
MARIANTONIA.- (Llamando) Mamá.
CARMEN.- (Dentro) Ya voy.
RAFAEL.- ¡No perdamos tiempo!

SONIDO.- (Pito de tren cercano y ruido de locomotora)

JOSEFINA.- ¡Vamos a llegar tarde!
ERCILIA.- ¡Doña Carmen sabe que vamos a la Estación, Mariantonia!

CARMEN.- (Entra) Con el perdón de ustedes. Hija, aquí estuvo Javier hace rato. No quiso sentarse. Dijo que volvería. Según él... es un asunto. Un asunto que quiere hablar personalmente contigo.
JOSEFINA.- ¿Ajá?
ERCILIA.- ¡Qué bien!
MARGOT.- (Suplicando) Vamos a la Estación, Mariantonia.
JOSEFINA.- No vayas. Espera.
ERCILIA.- Sí. Es mejor.
RAFAEL.- Quédese, Mariantonia.
MARIANTONIA.- Mañana voy contigo, Margot. (La besa)
MARGOT.- (Saliendo disparada y furiosa) No me gusta que me besen.
CARMEN.- ¡Malcriada!

(Rafael, Josefina y Ercilia salen en fila cantando una marcha nupcial)

MARIANTONIA.- (Cuando se hace silencio) ¿Llueve?
CARMEN.- No. Hay una fuerte brisa. (Pausa) ¿Qué piensas?
MARIANTONIA.- Un vendaval destruiría las rosas...

MARGOT.- (Entra corriendo) ¡Mariantonia!
MARIANTONIA.- ¿Qué te pasa?
MARGOT.- Permiso, madrina. (Habla al oído de Mariantonia, pero en voz alta) Javier Castaño viene para acá. Está en la esquina.
MARIANTONIA.- (Sonriente) Vete con los muchachos a la Estación. Después me cuentas.
MARGOT.- Sí. (Sale disparada)

CARMEN.- ¿Entonces todos saben lo que yo solamente supongo?
MARIANTONIA.- ¿Estoy muy pálida?
CARMEN.- ¿Piensas que soy curiosa o entrometida?
MARIANTONIA.- ¿Cómo puedes pensar que pienso tal cosa, mamá?
CARMEN.- ¿Qué dice Javier Castaño cuando viene?
MARIANTONIA.- Lo que se dice... cuando no se tiene nada qué decir.
CARMEN.- ¿Javier es tonto o... es tímido?
MARIANTONIA.- (Cortada) Mamá, por favor...
CARMEN.- No estás para jueguitos, hija. Si es tímido, ayúdalo.
MARIANTONIA.- (Corriente) Mamá. (Ruido de viento tempestuoso)
JAVIER.- (Dentro) Buenas tardes.
CARMEN.- (Al foro) Pase, Javier.
MARIANTONIA.- (Sentándose en la máquina) ¿Qué se hizo la otra pierna del pantalón?

JAVIER.- (Entra) ¿No molesto?
CARMEN.- En absoluto, Javier. Perdone. Tengo que ir dentro. Pase. (Sale)

JAVIER.- (Avanzando) Como se ha metido el tiempo en agua.
MARIANTONIA.- Comienza el invierno. (Cose)
JAVIER.- (Excusándose) Dispense. Buenas tardes.
MARIANTONIA.- Estoy terminando unos pantalones, Javier.
JAVIER.- Yo nunca la interrumpo.
MARIANTONIA.- No, Javier. Usted no. ¿Se sienta?
JAVIER.- Si es de su gusto. (Se sienta)
MARIANTONIA.- (Cosiendo) ¿Qué hay de nuevo?
JAVIER.- (Complacido) Usted... siempre cosiendo.
MARIANTONIA.- Siempre.
JAVIER.- No se cansa.
MARIANTONIA.- No me canso. (Detiene la máquina)
JAVIER.- El trabajo... honra.
MARIANTONIA.- También dicen que dignifica. Sea lo que sea... a mí me parece indispensable.
JAVIER.- Anteriormente no me atrevía. ¿Ahora me atrevo si me lo permite?
MARIANTONIA.- ¿Qué?
JAVIER.- (Sacando cigarrillos y fósforos) Mientras más la conozco, más la estimo.
MARIANTONIA.- Hoy lo noto raro, Javier.
JAVIER.- Es que... a medida que le tomo confianza...
MARIANTONIA.- ¡Qué viento!
JAVIER.- Sus amiguitas, ¿regresan ya?
MARIANTONIA.- No dijeron que volvían.
JAVIER.- ¡Qué bueno!
MARIANTONIA.- ¿Por qué?
JAVIER.- Estaremos solos. Podré hablarle...
MARIANTONIA.- (Tierna) ¿Háblame?
JAVIER.- Comentan que yo la visito y... se burlan.
MARIANTONIA.- (De pie) ¿Y qué importa, Javier?
JAVIER.- ¿Por qué hay gente tan mala?
MARIANTONIA.- (Hacia Javier) Son seres vacíos.
JAVIER.- ¿Qué saben del interés que tengo en hablar con usted?
MARIANTONIA.- ¿Será un interés de amistad pura?
JAVIER.- Amistad no le digo que no. Pero algo sobre la amistad.
MARIANTONIA.- ¿Le gusta alguna de mis amigas y quiere que yo le ayude?
JAVIER.- (Sintiéndose incomprendido) Esta vida... (Tose)
MARIANTONIA.- ¿Quiere un poquito de agua?
JAVIER.- Lo que yo quiero, señorita... es con usted.
MARIANTONIA.- ¿Entonces?
JAVIER.- Si usted no dispone otra cosa.
MARIANTONIA.- ¿Ha meditado bien todo lo que dice?
JAVIER.- Si en este pueblo hay mujeres admirables por lo que han hecho y por lo que hacen, usted es la primera.
MARIANTONIA.- He cumplido y cumplo con mi deber.
JAVIER.- Trabaja. Su casa no está en la miseria. Usted la mantiene.
MARIANTONIA.- No me acostumbré a no saber nada mientras lo tenía todo.
JAVIER.- Yo sé que usted no me rechazará.
MARIANTONIA.- ¿Qué quiere usted?
JAVIER.- Soy nadie. Por usted doy mi contribución a quien la pida.
MARIANTONIA.- Se lo agradezco.
JAVIER.- Hoy me sentí con ánimo de suplicarle.
MARIANTONIA.- ¿Para qué suplica?
JAVIER.- Ni delante de su mamá se lo diría.
MARIANTONIA.- Nadie hay en este momento.
JAVIER.- ¿Por qué no me atrevo?
MARIANTONIA.- (Insinuante) Dí.
JAVIER.- (Deslumbrado) ¿Cómo?
MARIANTONIA.- ¡Olvídate de ti!... El tímido, el retenido. Es necesario ser audaz.
JAVIER.- Soy soltero.
MARIANTONIA.- ¿Qué no se sabe aquí, Javier?
JAVIER.- Mi pequeña bodega no me da sino para que ambos vivamos.
MARIANTONIA.- Lo importante es que no eres un mendigo.
JAVIER.- Duermo y como en mi bodega. Ni debo ni me deben.
MARIANTONIA.- Estar en paz... es vivir.
JAVIER.- Ahora me falta una mano de mujer.
MARIANTONIA.- (Sin mirarlo) “No es bueno que el hombre esté solo” dijo el Creador.
JAVIER.- Escuché decir eso. ¿Dónde?
MARIANTONIA.- ¿No has pensado en casarte?
JAVIER.- Sí... Pero no sé... (Levantándose) Es tarde.
MARIANTONIA.- ¿Tarde?
JAVIER.- (Mirando el reloj) Las cinco de la tarde. (Inicia el mutis)
MARIANTONIA.- ¿Entonces qué ibas a decirme?
JAVIER.- Se me hace... se me hace sumamente difícil.
MARIANTONIA.- Puedes decir todo lo que quieras.
JAVIER.- ¿No se disgustaría usted?
MARIANTONIA.- No.
JAVIER.- Sentiría mucho que usted se ofendiera.
MARIANTONIA.- ¿Por qué tengo que ofenderme?
JAVIER.- ¡Dios le pague el poco ánimo que me dá!
MARIANTONIA.- ¿Qué quieres de mí?
JAVIER.- Señorita...
MARIANTONIA.- (Asiéndolo por los brazos) ¡Habla con entera confianza!
JAVIER.- (Emocionado) No.
MARIANTONIA.- ¡Haré lo que pidas!
JAVIER.- ¿Puede... hacerme media docena de interiores?
MARIANTONIA.- (Lo deja y se sienta en la máquina) ¡Váyase!
JAVIER.- (Aterrado) Señorita...
MARIANTONIA.- (Con la cabeza sobre los brazos) ¡Por favor!
JAVIER.- Usted me obligó. No quería decirle nada.
MARIANTONIA.- (Levantando la cabeza) ¡Retírese y no vuelva más!
JAVIER.- Buenas tardes. (Pausa) Perdóneme. (Sale)

(El ruido del viento crece. Mariantonia trabaja en su máquina)

ENCARNACIÓN.- (Dentro, llorosa) ¡Carmen! ¡Carmen!
CARMEN.- (Dentro) ¿Qué pasa?
ENCARNACIÓN.- (Dentro) ¡El viejo rosal!
CARMEN.- (Dentro, furiosa) ¡Habla, mujer de Dios!
ENCARNACIÓN.- (Dentro, más cerca) ¡Lo destrozó el viento! (Gime)
CARMEN.- (Entra y observa al foro) Sí. Ven para que veas, Mariantonia.

SONIDO.- (Pito de tren que llega y se detiene)

ENCARNACIÓN.- (Entrando) Eran las últimas rosas.
CARMEN.- ¡Qué le vamos a hacer! (A Mariantonia) ¿Qué te dijo?
MARIANTONIA.- Nada.
ENCARNACIÓN.- ¿Quieres tu cervecita negra o tu tacita de té?
MARIANTONIA.- Nada. (Continúa cosiendo)

Telón lento.


                       Fin.