BUITRES, S.A.
Comedia en un acto
PERSONAJES POR ORDEN DE APARICIÓN:
ROMA: Viuda de Rómulo; de uno treinta
años y muy apetitosa.
ROMULO: Difunto, esposo de Roma.
ROMO: Dueño de la Funeraria “Un
paso al más allá”
REMI; Dueño de La Funeraria Váldez.
REMO: Fotógrafo del estudio “El momento
supremo”
RIMA: Maquilladora del salón de belleza
“El muerto sexy”
REMU: Cura del poblado.
ESCENOGRAFÍA:
CAJA NEGRA: A la izquierda, puerta que
conduce al interior de la casa. Al centro, urna colocada sobre dos burros de
madera pintados de dorado; el que va colocado en la cabecera deberá ser más
alto que el otro para más comodidad del actor que interpreta el papel de
Rómulo. La urna, un extraño artefacto color bermellón con una pequeña antena
parabólica, una serie de bombillitas a todo lo largo, así como varias
palanquitas ubicadas cerca de la cabeza del difunto. Cuatro candelabros muy
altos colocados uno en cada esquina de la urna. Un crucifijo muy alto detrás de
la cabecera, y un poco más hacia el fondo un pequeño telón con mucho colorido
en el que se pueden apreciar dos angelitos regordetes y sonrosados, con
cara de mariconcitos, que miran de frente mientras se abrazan amorosamente. En
los extremos del telón, ángeles pequeños de medio torso que tocan doradas
trompetas; como si celebraran el romance de sus compañero. Nubes de un azul
pastel y guirnaldas de flores de distintas especies completan el cuadro. A la
derecha, un biombo de madera y tela de cuatro paneles y ante este dos sillas de
madera de las usuales en los funerales. A la izquierda, dos sillas más; sobre
una de ellas una cajita pequeña envuelta en un llamativo papel. Al frente, al
pie de la urna, una corona de flores plásticas levemente rociadas de dorado.
ACCIÓN:
AL LEVANTARSE EL TELÓN PODEMOS VER A
ROMA SENTADA EN UNA DE LAS SILLAS, VISTE UN ELEGANTE TRAJE NEGRO, ZAPATOS
GRICES Y UN CINTILLO DEL MISMO COLOR QUE SOSTIENE SU CABELLO. LLORA
DESCONSOLADAMENTE PAÑUELO EN MANO.
ROMA: ¡Dios mío!
¡Dios mío! ¡Al fin solos, al fin solos, Rómulo! (PAUSITA) A decir verdad la
frase suena un tanto macabra en este preciso instante… ¿No lo crees así,
amorcito?
RÓMULO:
¡Ujú!
ROMA: Desde el
día en que nos casamos ésta es la primera vez que puedo decirla; porque siempre
nuestro matrimonio resultó un trío y no un dueto como era lo correcto.
Cuando no nos acompañaba la pesada de tu madre teníamos que
soportar el martirio de tener como chaperona a mi progenitora. ¿Te acuerdas lo
que solías decir cada mañana al levantarte? (IMITANDO LA VOZ DE ROMULO) ¡Cuándo
la vieja bruja de tu madre se marchará y nos dejará vivir solos y en paz de una
vez por todas!… (SUSPIRA) Pero tuviste mala suerte, amor, porque ella que se
marcha antier, arrecha y jurando no volver a poner los pies en esta casa, y tú
que te mueres de peritonitis al día siguiente. (PAUSITA. LUEGO SE PONE A LLORAR
DE REPENTE Y A MOCO SUELTO) ¡Ay, qué dolor el mío! ¡Qué dolor el mío!
RÓMULO:
¿No te importaría bajarle un poco el
volumen al llanto? Dentro de esta caja cualquier ruidito retumba como un
trueno.
ROMA: Perdona mi
amor, pero no estaba al tanto de eso. (PAUSITA). En realidad, y para ser
sincera una vez en la vida, siento mucho que te hayas muerto, Rómulo.
RÓMULO:
Lo sé, Roma.
ROMA: Eso a
pesar de tu mal carácter, tu extrema pichirres, del mal olor que despedían tus
pies y de tu insignificante aparato urinario, que más que eso parecía una
colilla de cigarrillo.
RÓMULO.
Si, reconozco que siempre tuve mal carácter… ¿pero por qué no me dijiste lo del
sudor de los pies? ¿Por qué te quedaste callada?
ROMA: ¿Y por qué
crees que todas las noches me empeñaba en que durmieras con los zapatos
puestos?
RÓMULO:
Yo siempre pensé que se trataba de alguna aberración tuya y por eso te seguía
el juego.
ROMA: No querido,
no sufro de ninguna aberración, sólo que tengo el olfato demasiado
desarrollado.
RÓMULO:
Bien… creo que es lo mejor que dejemos el tema hasta allí.
ROMA: (GRITANDO
DE REPENTE) ¡Ay, que tragedia la mía! ¡Qué dolor el que estoy padeciendo en
este instante! (MOLESTA) Lo que no termino de entender fue ese empeño tuyo de
morirte precisamente ahora.
RÓMULO:
¡Y qué! ¿Es que crees que me morí porque
quise? Esas son cosas del destino que
no se pueden evitar.
ROMA: (PASEANDOSE
FURIOSA) ¡El destino! ¡El destino! ¡Al carajo con el destino! ¡Lo que sucede es
que no fuiste otra cosa que un haragán inconsciente; porque de no ser así
hubieras hecho un esfuercito y te hubieses quedado viviendo hasta que
canceláramos las deudas que tenemos pendientes! Pero no; hiciste como hacías
siempre que teníamos que resolver un problema importante; te colgaste el morral
al hombro y tomaste las de Villadiego.
RÓMULO:
¿Lo dices por lo de la hipoteca de la casa?
ROMA: ¡Lo digo
por eso y por otras cosas más!
RÓMULO:
Reconozco que tienes razón en estar molesta; acepto que fui bastante negligente
con ese asunto. ¿Pero de qué nos sirve lamentarnos ahora, Roma? Como
puedes ver mi situación actual no me permite meterle el pecho al asunto.
ROMA: ¡Eso no
tienes ni que decirlo! (PASEÁNDOSE ALREDEDOR DE LA URNA) ¡Qué vas hacer ahora
que estás muerto, si cuando estabas repleto de vida nunca quisiste hacer el más
mínimo esfuerzo! (MORDAZ) ¡Ni siquiera en nuestros momentos más íntimos
mostraste la menor disposición para hacer las cosas como Dios manda!
RÓMULO:
¿A qué te refieres?
ROMA: ¡A la
salchicha de coctel que tienes en la entrepierna!
RÓMULO:
Te agradezco que cambies de tema y que no vuelvas a tocarlo nunca jamás.
ROMA: ¿Qué no
vuelva a tocarlo? ¡Pero si en ese aspecto nunca lograste proporcionarme ni una
milésima de felicidad!
RÓMULO:
Pues lo siento mucho… lamento que fuera así y no de otra manera.
ROMA: ¡Lo
sientes mucho! En todo caso la única que debe sentirlo soy yo, que perdí todo
estos años de mi vida como una mismísima pendeja.
RÓMULO:
Pero tú siempre me hiciste creer que te conformabas con…
ROMA: Te decía
eso para que no te sintieras mal; pero ese no era el caso. (PAUSITA) Yo me casé
contigo tan ilusionada… tan contenta… y luego, la noche de la boda… ¡Puaf! ¡El
gran chasco! ¡Un granito de maní en medio de un pelero!
RÓMULO:
¡Basta ya, Roma! ¡Cortemos esta conversación o voy a terminar por enojarme; y cuando
me enojo tú bien sabes que me convierto en una fiera y no respondo de mis
actos!
ROMA: ¡A la
mierda tú y tu enojo! ¡Y deja ya de gritar! ¡Comienza a comportarte como un
muerto decente y no como un animador de feria!
(TOCAN A LA PUERTA. ROMA SE SOBRESALTA)
RÓMULO:
¿Quién será?
ROMA:
Seguramente es el hombre de la funeraria. Ese necio no ha hecho otra cosa que
molestar y requete molestar cobrando tus cosas; me refiero a esa urna tan
costosa que luego se tendrá que sepultar bajo la tierra.
(TOCAN NUEVAMENTE)
RÓMULO:
El hombre insiste en tocar.
ROMA: Le
convencen a una de que le compren sus cochinos enseres mortuorios, y luego
comienzan a hostigarte como turcos hambrientos, para obligarte a pagar de
contado lo que hipócritamente te ofrecieron cancelar en cómodas cuotas. Ni
siquiera te dejan el tiempo suficiente como para cogerles el gustico a las
cosas. ¡Esos no son otra cosa que unos malditos desalmados!
(TOCAN FUERMETENTE EN LA PUERTA)
RÓMULO:
Parece que está perdiendo la paciencia, mujer.
ROMA: (MOLESTA)
Si está perdiendo la paciencia eso no es mi problema. ¡Qué espere, y si
no quiere hacerlo que se marche y vuelva otro día!
(TOCAN AHORA MUCHO MÁS FUERTE)
RÓMULO:
Lo que te acabo de decir, perdió la paciencia.
ROMA: ¡Vaya grosería
la del tipo ese! Toca como si tuviera la malvada intención de derribar la
puerta. ¿Qué se habrá creído el pelele ese?
(TOCAN SUAVEMENTE. TOMA SILLA DE LA DERECHA Y LA LLEVA A LA IZQUIERDA)
RÓMULO:
Parece que se calma.
ROMA: Así está
mejor; al menos resulta más civilizado (SE SIENTA) Rómulo… ¿Te sientes bien en
tu urna? Aún no me has comentado nada al respecto. (PAUSITA) Te confieso que
ese color bermellón que escogiste a mí me parece espantoso; pero como no soy yo
la que se la va a llevar puesta, me tiene sin cuidado.
RÓMULO:
De todas las que tenían en exhibición ésta era la más sobria; de las otras ni
hablar. Sabes bien que detesto los floreados así como las combinaciones de
rayas con dibujos… por lo demás es sumamente cómoda y fresca gracias al aire
acondicionado. Lo único que me incomoda es la gran cantidad de botones y
palanquitas que tiene a todo lo largo y que aún no sé para qué sirven… y claro
está, el no poder estirar las piernas a todo lo largo.
ROMA: Si te
hubieses tomado la molestia de leerte el manual de instrucciones, ya sabrías
qué finalidad tiene cada palanca y cada botón. (MOLESTA) ¡Y no me vengas
con el cuento de que no has tenido tiempo; pues has estado acostado allí todo
el día sin mover ni una mano! (TOMA EL MANUAL DE ISNTRUCCIONES QUE SE ENCUENTRA
A LOS PIES DE ROMULO Y SE LO DA) ¡Toma, aprovecha de leerlo antes de que le
pongan la tapa a la urna!
RÓMULO:
¡Está bien, pero no te enojes!
ROMA: Y sobre lo
que acabas de decir sobre la urna y tus piernas, yo no tengo la culpa de que te
resultara corto el cajón. Así que ahora te aguantas y te dejas de
necedades. Si quieres descansar, saca los pies un ratito y luego los vuelves a
meter… es lo único que se me ocurre de momento. Además, fuiste tú y no yo quien
trató con el dueño de la funeraria el asunto de las medidas.
RÓMULO:
(SACA LOS PIES Y COMIENZA A LEER) ¡Ahhhhh! Así sí que me siento cómodo…
(PAUSITA) Oye, Roma… ¿Y cómo voy a hacer cuando coloquen la tapa?
ROMA: (PENSÁNDOLO
UN MOMENTO) Pues… pues… pues te doblas de cuello, aprietas las nalgas, frunces
el culo, subes el pecho, encoges las rodillas, tuerces las piernas y luego
introduces los pies dentro de la urna. ¡Estás loco si crees que voy a mandarle
abrir agujeros al féretro para que puedas sacar los pies y estar a tu entera
satisfacción!
(TOCAN DE NUEVO)
RÓMULO:
Parece que el tipo despertó de nuevo.
ROMA: ¡Coño, ese
hombre sí que fastidia! (MIRANDO HACIA LA PUERTA) …Se vería antiestética y se
meterían dentro toda clase de bichos al instante de ponerte bajo tierra.
(TOCAN DE NUEVO, ELLA MIRA HACIA LA PUERTA CON AIRE DE MOLESTIA. SE ACERCA DE
NUEVO A LA URNA)
RÓMULO:
Tienes razón, prefiero estar doblado como un resorte a tener que dormir
acompañado de toda esa fauna. Me aterroriza el pensar… tú bien sabes que no
puedo ver un gusano ni en pintura.
(TOCAN CON GRAN FUERZA)
ROMA: ¡Pero qué
hombre tan ladilloso, cómo fastidia!
RÓMULO:
¿Qué sucede, ha hecho algo indebido?
ROMA: (QUE SE PASEA
FURIOSA) ¿Es que no escuchas la forma tan violenta como está tocando la puerta?
¡Por lo visto está dispuesto a derribarla! Rómulo… ¿Qué opinas… la abro o no?
RÓMULO:
Ábrele; él viene a cobrar lo suyo.
ROMA:
(REMEDÁNDOLE) ¡Ábrele; él viene a cobrar lo suyo! ¿Y con qué dinero crees que
voy a pagarle?
RÓMULO:
Si yo recordara…
(CAE DERRIBADA LA PUERTA. ROMA ASUSTADA MIRA HACIA LA PUERTA Y LUEGO CORRE Y COLOCA
LA CABEZA SOBRE EL ESTÓMAGO DE RÓMULO Y FINGE LLORAR. ENTRA ROMO, DUEÑO DE LA
FUNERARIA “SOLO SE MUERE UNA VEZ”. VISTE DE RIGUROSO COLOR NEGRO).
ROMO: Mi señora le
pido mil excusas por haber derribado la puerta, pero preocupado al ver que no
abría, llegué a pensar que tal vez usted, sumida en el tremedal de su dolor,
había tomado la drástica determinación de seguir a su difunto esposo al
tenebroso, oscuro y frió reino de la muerte. (IRÓNICO) Pero como puedo ver que
se encuentra vivita y coleando y que sólo se trataba de una sordera momentánea,
producida tal vez…
ROMA: ¡Ay virgen
de la Coromoto, qué dolor el mío!
ROMO: …el terrible
horror de sentirse sola y sin apoyo en el mundo después que su costilla se
rindiera ante la nada.
ROMA: (LLORANDO
FALSAMENTE) ¡Sírvase disculparme, señor Romo; siento mucho no haberle oído
tocar! Pero es tan grande el dolor que me embarga que a cada instante, aunque
usted no me lo crea, me evado de la realidad de este mundo.
ROMO: La comprendo
señora, la comprendo, pero como puedo ver que en este preciso instante se
encuentra entre nosotros los “terrícolas”… aprovecharé su breve
aterrizaje para presentarle una vez más mis condolencias y algo que exige
mi trabajo… (CON TONO FÚNEBRE)… las facturas de cancelación de los útiles
mortuorios adquiridos por usted… (MORDAZ)… y quiero hacerlo antes de que se
evada de nuevo a mundos desconocidos y le acometa de nuevo el alelamiento y la
sordera.
ROMA: ¿Las
facturas? ¡Ah! ¿Pero así, tan de repente?
ROMO: Si le trauma
recibirlas todas juntas, se las puedo ir mostrando una por una y con un breve
intervalo de tiempo.
ROMA: (TRÁGICA,
VA Y SE SIENTA EN LA SILLA EN LA QUE ESTA LA CAJITA, APARTANDOLA)
¡Ay, Dios mío, qué hacer!
ROMO: Lo más
aconsejable, doñita, es pagar. Si Dios todopoderoso le pudiera dar un consejo
desde las alturas, estoy seguro que le sugeriría lo mismo… ¡Bajarse de la mula!
ROMA: ¿Y a
cuánto asciende la suma?
ROMO: Una tontería,
señora… muy poco en realidad... yo me atrevería a decir que se trata de una
miseria. A ver… por aquí tenemos una de diez mil quinientos por la urna.
ROMA: (ASOMBRADA)
¡Tanto!
ROMO: ¿Le parece cara
mi señora?
ROMA:
Exageradamente cara, señor. ¿Qué opinas tú, Rómulo?
RÓMULO:
Soy de la misma opinión. Diez mil quinientos bolívares por una urna
es un verdadero escándalo.
ROMO: (PACIENTE) Parece
olvidar usted, que escogió la última innovación en féretros. Recuerde que este
modelo tiene: (LEE) Antena parabólica, VHS, Internet, televisor a color en
miniatura, equipo musical digital, miradores laterales de cristal, CD, tubo de
escape para los pedos, palanca de retroceso, porta cédula, guantera, cartera
para la documentación, lonchera, yesquero de batería, cenicero, espejo frontal,
calefacción, reloj despertador, bolsa para ser utilizada en caso de vómito así
como otras para guardar los desperdicios, botiquín de emergencia… y además está
forrada en una costosísima y hermosa tela de DALMATA importada de Dalmacia.
Como usted podrá ver… (SUENA EL TELÉFONO CELULAR) ¡Ah, olvidaba el celular!
¿Por qué sin él cómo se comunicará del más allá con el más acá? Ninguna otra
urna le puede brindar tantas comodidades por tan poco precio. Piense además,
que no sólo se trata de un féretro, sino de la morada eterna de su esposo.
ROMA: A pesar de
todas esas comodidades, adelantos y lujos de que habla, considero su costo muy
elevado.
ROMO: (MOLESTO) ¿Y qué
clase de entierro es el que quiere usted?
ROMA: No se
altere, por favor… creo que no nos hemos entendido. Para una persona con
suficientes recursos económicos puede resultar baratísima, casi una ganga… pero
para unos po…
ROMO: (CORTANTE) Luego
tenemos otra facturita de dos mil ochocientos por el alquiler de
los cuatros candelabros de plata.
ROMA: ¡Dos mil
ochocientos!
ROMO: Disculpe, sólo
son ochocientos, perdone mi equivocación. Una de… a ver… dos mil por el
alquiler de las cuatro sillas…
ROMA: ¿Me las
está alquilando o vendiendo?
ROMO: Alquilando,
señora… luego tenemos otra de mil doscientos por… por… ah, sí… por el
alquiler del Cristo.
ROMA: (ATERRADA)
¡¿También alquilan al Cristo?!
ROMO: (SANTIGUÁNDOSE)
Es una herejía, es verdad… ¡Qué Dios nos perdone! Pero sí señora, también
alquilamos el Cristo. Ésta es otra de dos mil por suministro de cirios.
Tres mil por el hermoso telón de fondo que usted ve allí colgado…
(LEYENDO OTRA FACTURA)… de ¡ah, sí! Vea usted… como uno de los burros de montar
la urna está un tanto deteriorado, se lo vamos alquilar en novecientos
bolívares y el bueno y sano en dos mil. Ésta es por la alfombra… por
estar algo deteriorada se la alquilaremos en quinientos. (ROMA AL NO VER
LA ALFOMBRA VA A PROTESTAR, PERO ROMO LA CORTA RAPIDAMENTE)… El letrero que
colocamos afuera, en la calle… ese que dice… ”Abandono este mundo pecaminoso,
injusto y cruel, para marchar anhelante al cielo limpio y blue”… ese se lo
vamos a poner baratico… mil novecientos… es tan lindo y emotivo… ¿No le parece?
ROMA: Estoy a
punto de desmayarme…
ROMO: Tranquila, que
ya terminé con las facturas. Ahora vamos a sumar… diez mil quinientos… más…dos
mil ochocientos… más… más… suman totalmente, totalmente suman… cuatro… más dos…
más siete… Le incluimos en la cuenta dos mil por el transporte de los
útiles de ida y vuelta y novecientos por la corona que nuestra funeraria
obsequia al difunto… más quinientos por gastos de empleados y papelería. Esto no
es nada si consideramos que sólo se muere una sola vez en la vida.
ROMA: Usted
habla… habla y aún no me ha dicho cuanto es el total.
ROMO: ¡Ah, sí, tiene razón,
perdone! Son treinta mil doscientos bolívares con cero cero céntimos.
ROMA: (A PUNTO DE
DESMAYARSE) ¿Y de dónde cree usted que yo voy a sacar ese dineral?
ROMO:
Eso yo no lo sé, mi doña. ¿No tiene usted cuenta bancaria?
ROMA: No, como
se le ocurre.
ROMO: ¿Tarjetas Visa,
Master Card y American Expressssss?
ROMA: ¡Ni
pensarlo! ¿Cómo cree usted que una muerta de hambre como yo va a tener acceso a
esas tarjetas?
ROMO: (ENFURRUÑADO)
¿Me imagino que tiene entonces algún negocio que le produce para vivir, supongo
yo?
ROMA: ¡Ojalá lo
tuviera! Escúcheme, señor; no tengo ni siquiera dónde caerme muerta.
ROMO: (SE TAMBALEA POR
EL IMPACTO DE LA NOTICIA) ¿Cómo dice? Usted no me estará hablando en serio.
ROMA: Muy es
serio, aunque usted lo ponga en duda. Además, no creo que este sea un momento
adecuado para bromear.
ROMO: ¿Y si no tenía
dinero con que pagar, porque aceptó utilizar nuestros servicios?
ROMA: Pensé que
los gastos no pasarían de ochocientos mil bolívares… es todo lo que tenemos… o
mejor dicho, lo que cree tener mi marido; porque como el peorcito perdió la
memoria, no recuerda si los gastó o si los escondió en alguna parte.
ROMO: (DESPECTIVO)
¡Ochocientos mil bolívares! (RIENDO SARCÁSTICO) Mire, señora, por esa suma
nuestra funeraria no entierra ni una sardina.
ROMA: ¿Y
entonces qué vamos hacer?
ROMO: Eso se lo
pregunto yo a usted: Si es verdad lo que dice entonces la única alternativa que
me queda es llevarme los útiles mortuorios de insofacto… pero eso sí, le aclaro
que tendrá que cancelar un monto muy elevado por el tiempo que me ha hecho
perder, por el transporte de traída y regreso de los adminículos, así como por
los daños y perjuicios que nos causará… esto último por lo que nos afecta
psicológicamente el hecho de que no se celebre el sepelio.
(COMIENZA SACANDO LA CORONA DE FLORES PLÁSTICAS Y UNO DE LOS CANDELABROS. ENTRA
REMY Y OBSERVA LA ESCENA DESDE EL ARCO DE LA PUERTA)
ROMO: ¡Así que a
decidir, señora, y procure hacerlo cuanto antes!
ROMA: ¿Y qué
hacemos ahora, Rómulo? Tenemos que pensar en alguna salida.
RÓMULO:
Sí lo sé; aunque creo que lo más indicado es dejar que se lleve esos enceres
tan costosos y buscar una funeraria que cobre más barato.
ROMA: Pero,
Rómulo, tú sabes muy bien que de los dueños de funerarias que se acercaron a mí
en aquel aciago momento, este fue el único que me ofreció facilidades y precios
de realización. ¡Ay, San Rigoberto, qué hacer!
REMY. (ENTRANDO
Y ACERCÁNDOSE A ROMA) ¡No desespere, señora, que aquí, cual ángel guardián, me
he apersonado yo para resolverles ese terrible dilema en que se encuentran
metidos!
ROMA: (EXTRAÑADA)
¿Y puede saberse quién es usted?
REMY: ¿Yo? Pues
lo que ve. Un hombre honesto, justo y considerado, que sin poder evitarlo se ha
enterado de la infamia que pretende cometer contra ustedes el dueño de la
funeraria “Sólo se muere una vez”. ¡Que atropello! ¡Que injusticia la de ese
hombre! ¡¿Hombre?! No, ese no es un hombre; esa palabra le queda demasiado
grande; ese no es más que un vil degenerado. (PASEÁNDOSE) ¡Estoy asombrado de
tanta vileza! ¡Qué acto tan bochornoso! Aprovecharse de la desesperación de una
desolada viuda para tratar de explotarla inmisericordemente.
RÓMULO:
Eso que dice usted es muy cierto; ese ha tratado de aprovecharse de la
desesperación y la indefensión de mi mujer para envolverla y estafarla. Todo
porque sabe que yo no puedo valerme por mí mismo.
ROMA: Discúlpeme,
señor, pero aún no nos ha dicho quién es usted.
REMY: Digamos
que soy… que soy… vuestro salvador.
ROMA: ¿Nuestro
salvador? La verdad es que no entiendo.
REMY; Pues que
estoy aquí para rescatarles de las garras de esa hiena, de ese truhán, de ese
innoble que les ha vendido todos esos tereques por esa suma tan exorbitante,
Yo, Ciro Cevedo, dueño de la funeraria “Valdés” asumiré el rol de paladín y así
les libraré de esa víbora venenosa.
ROMA: ¡Ay, señor, si
es así, bendita sea su llegada; porque ese hombre me ha puesto entre la espada
y la pared!
REMY: Bien…
olvidemos tan desagradable situación y vayamos al grano. Mi funeraria les
ofrece algunas ventajas que no se las puede proporcionar el de la competencia.
Nosotros somos otra cosa, señores. Nuestros servicios abarcan todas las esferas
sociales de la sociedad. Podemos atender a la crema y nata, a la clase media
alta, a la baja, así como a los mugrientos que conforman lo que llaman
vulgarmente “proletariado”. ¡Así que alegre esa cara señora! Porque de que va
haber entierro de fiambre no le debe quedar la menor duda.
RÓMULO:
¿Y qué puede ofrecernos que esté al alcance de nuestras posibilidades?
REMY: (SACA DOS
FOLLETOS MUY LUJOSOS DE SU MALETIN Y TOMA LA CAJITA QUE MIRA CON
CURIOSIDAD) Para la crema y nata de la sociedad contamos con servicios
inigualables… claro está; ellos tiene suficiente dinero como para pagar el lujo
y la belleza.
ROMA: Claro, eso
nadie lo pone en duda.
REMY: (DANDO UN
FOLLETO A ROMULO Y LA CAJITA A ROMA) Fíjense ustedes. Tenemos el Salón Luis XV,
donde todo el mobiliario es de esa faustuosa época y donde alquilamos a los
dolientes- para que estén a tono- trajes del siglo XVIII. Si ustedes pudieran
ver lo chic del ambiente se quedarían con la boca abierta. ¡Qué finura! ¡Que
elegancia!
ROMA: No tiene
ni qué decirlo, con sólo oírlo contar una se lo imagina.
REMY: (DA EL
OTRO FOLLETO A ROMA, ÉSTA LE REGRESA LA CAJITA) Candelabros con forma de
guillotina y el finado con su traje de terciopelo y su peluca blanca de
algodón, Y lo más sublime… mientras los deudos lloran su desgracia, una pequeña
orquesta interpreta con delicado gusto la música de Oscar de León.
RÓMULO:
Me imagino que debe ser carísimo.
(ROMULO LE REGRESA EL FOLLETO Y ELLA Y
LE DA LA CAJITA, ÉL LA MIRA CON CURIOSIDAD)
REMY: Pues no lo
crea: sólo le cuesta cuarenta mil bolívares. (SACA DOS FOLLETOS) También
tenemos el salón Egipcio… (DA FOLLETO A ROMULO QUE LE REGRESA LA CAJITA)…. allí
alquilamos trajes de la época de los faraones egipcios de Egipto; y como toque
de clase y distinción, (LE DA FOLLETO A ROMA JUNTO CON LA CAJITA) se vela al
difunto sentado sobre un camello disecado. Pero como nosotros desconocemos las
técnicas de embalsamamiento que utilizaba ese pueblo ancestral,
encolamos los cadáveres con pega loca para que se mantengan bien tiesos y
así no se deslicen y se caigan del animal.
ROMA: Ni se
moleste en decirnos el precio… ya nos imaginamos lo que puede costar ese
servicio tan sofisticado.
REMY: (PONE CARA
DE FASTIDIO Y LES ARREBATA LOS FOLLETOS A AMBOS)) Para los nacionalistas
tenemos algo muy especial. ¡El salón criollo! Es una verdadera locura. El salón
está decorado con hojas de palma, caña amarga y bambú; y el velatorio se lleva
a cabo a golpe de arpa, cuatro y maracas, mientras que el fallecido, trajeado
con un elegante liquiliqui amarillo, duerme el sueño final en una decorativa
hamaca tejida en pabilo color negro.
ROMA: Ese ni
pensarlo.
REMY: (CORTANTE)
Para la clase media de la mitad tenemos el Salón Luis V… para diferenciarlo del
de la gente acomodada le restamos diez, así evitamos las protestas de la gente
de alcurnia al verse igualadas. (DA FOLLETO A ROMULO) Es bonito; sólo que no
está dotado de sanitario, y cuando algunos de los asistentes tienen ganas de
hacer alguna necesidad filológica, tiene que bajar una cuesta que está al final
y buscar el monte, ¡Culebras hay, y de las venenosas!... pero como se trata de
dolientes por consideración nunca se atreven a picarlos, ¿tampoco les sirve?
RÓMULO:
(DA FOLLETO A ROMA QUE LE DA LA CAJITA) Señor… usted bien sabe que…
REMY: (LE CORTA
MOLESTA) Ahora les toca a ustedes… (HACE GESTO A ROMA QUE LE LLEVA EL FOLLETO)
Para la gente pobre… del sur proletariado tenemos... a ver… ¡ah, sí, el “Salón
de los Arrecostados”! Se llama así porque no está dotado de sillas, y por eso
los dolientes tienen que arrecostarse de la única pared que existe en el local.
Este les cuesta veinte mil… ¿Les cuadra?
ROMA: No, señor,
tampoco está a nuestro alcance.
REMY: ¿No?
Bueno… vamos con otro. “El Salón Celestial”… no tiene sillas pero tiene
sanitario y no permitimos ninguna clase de arrecostadera de las paredes, porque
están construidas con planchas de zinc y se nos desbarata el galpón… Diez mil…
¿Les va?
ROMA: Es barato…
pero creo que no vamos a poder costearlo.
REMY: (MUY MOLESTA)
Para los que mientan con el nombre de lumpen, carroña, chusma o patas en el
suelo, tenemos el entierro llamado, “El Enmochilado”; el cual consiste en una
mochila de meter papas teñida de negro y clavada en un pedazo de cartón piedra.
Estos entierros se celebran en un patio de jugar bolas criollas anexo a la
funeraria…
ROMA: Señor, ni
tanto ni tan poco…
REMY: (SIN
HACERLE EL MENOR CASO) …Que si bien tiene el piso de tierra cuenta con la
ventaja de poseer un sanitario construido con dos planchas de abesto.
¡Imagínese esa belleza! ¡Un velorio a la luz de la luna y con el cielo
hermosamente estrellado!
RÓMULO:
Señor... ¿Nos permite hablar un instante?
REMY:
(LANZÁNDOLE UNA MIRADA DEMOLEDORA) Si da la casualidad de que llueve y hay
velorio, hacemos la concesión humanitaria a los dolidos de dejarlos que apoyen
al difunto contra la única pared que hay; esto para que no se moje y se destiña
la mochila. Este les cuesta cinco mil sin derecho a traslado.
ROMA: ¿Sin
traslado?
REMY:
Efectivamente… Nosotros no cubrimos ese rubro. Pero por tratarse de gente
humilde, y siempre llevados por nuestra generosidad, les prestamos una carretilla
para el traslado del difunto o les llamamos un taxi para que lo lleve dentro de
la maleta.
ROMA: ¿Has oído,
Rómulo?
RÓMULO:
Si, Roma, escuché todo… y por lo que intuyo ya me veo metido de cabeza en una
mochila de cargar papas.
ROMA: ¡Eso nunca
ocurrirá! ¡Primero muerta!
RÓMULO:
No te preocupes, mujer, que en todo caso
el Estado se encargará de enterrarme. Ahora dile al tipo este que se largue,
porque nos ha resultado mucho más buitre que el otro.
REMY: (TOMANDO A
RÓMULO POR LA PECHERA Y ZARANDEÁNDOLO) ¡¿Buitre yo?! ¡Repíteme eso, muerto del
carajo! ¡Buitre yo, que he venido a salvarlos de la especulación!
ROMA: Señor,
cálmese y deje de zarandear a mi marido. Él está muerto y se merece respeto.
REMY: ¡Llamarme
Buitre a mí! ¡Ustedes no son otra cosa que un par de malagradecidos! ¡Además de
unos pobres limpios! (SEDIRIGE A LA SALIDA).
ROMA: Ese hombre
está a punto de estallar como un petardo de la rabia que tiene.
(REMY DA VUELTAS SIN ENCONTRAR LA SALIDA)
REMY: ¡Mira,
chica, dónde está la salida de esta mierda!
(ELLOS LE SEÑALAN LA PUERTA. EL SALE)
(AL INSTANTE REGRESA FURIOSO)
REMY ¡Y vete
preparando difunto pendejo, porque
a los muertos de hambre como tú, el único
féretro que les sale es la mochila de meter
papas teñida de negro.
RÓMULO:
¡Eso nunca, primero muerto! Roma…
ROMA: Dime.
(ROMULO LE DA LA CAJITA)
RÓMULO:
Si las cosas se ponen difíciles tendremos que recurrir al Gobierno, ellos en
todo caso tendrán que enterrarme.
ROMA: ¡Ponte a
creer! Con el papeleo que habrá que llenar, los viajes de una institución a
otra, y con los calmudos que son los empleados públicos, cuando te vengan a
enterrar ya estarás putrefacto y lleno de gusanos. (PASA A LA DERECHA Y PONE LA
CAJITA SOBRE UNA SILLA)
RÓMULO:
Vamos, mujer, no seas tan exagerada.
ROMA:
¿Exagerada? Está bien, soy una exagerada; pero al menos reconoce que tú eres el
único culpable de lo que nos está pasando. Porque si tú no te pones de necio a
esperar la cita esa que dieron en el Seguro Social, no hubieras estirado las de
andar. Lo más indicado era acudir a un médico particular y no arrancharse a
esperar.
RÓMULO:
Si pagamos el Seguro Social tenemos derecho a utilizarlo, Roma.
ROMA: Sí, eso lo
sé; pero si te hubiesen atendido cuando te empezaron los dolores, no te hubiese
ocurrido lo que te sucedió.
RÓMULO:
Considera, mujer, son tantos los que van para ser atendidos…
ROMA: Mira,
Rómulo, mejor dejamos eso de ese tamaño porque me vas a hacer arrechar. Digas
lo que digas a mí no me vas a convencer. Si el médico te atendió hace quince
días, era absurdo que te fijara cita para finales de mes cuando tus síntomas
indicaban peritonitis.
RÓMULO:
Una equivocación la tiene cualquiera.
ROMA: Eso es muy
cierto, allí tienes el resultado de una pequeña equivocación.
RÓMULO:
¿Y qué quieres que hagamos ahora?
ROMA: Pues que
trates de recordar en qué sitio escondiste el dinero que dices que te quedaba.
ROMO: (ENTRANDO)
Espero, señora, que el tiempo que he gastado montándole a la camioneta un
caucho que se espichó, le resultará suficiente para pensar en lo que vamos
hacer.
ROMA: No, aún no
he pensado… (PAUSA)… ¿Y a cuánto ascienden los gastos si devuelvo los enceres
mortuorios?
ROMO: A ver… (SACA
LAPIZ Y LIBRETA DE UNO DE SUS BOLSILLOS) ¡Ajá… ¡Ujú! … ¡Ajajá!... Tendría
que cancelarme dos mil doscientos bolívares.
(ENTRA EL FOTÓGRAFO)
REMO: ¡Qué tal
mamí! ¿Llego a tiempo o con retardo?
ROMO: ¿Y este tipo de
dónde salió? (TOMA DOS SILLAS, UNA DE LA IZQUIERDA Y LA QUE ESTÁ A LA
DERECHA Y SALE A LA CALLE)
REMO: (ABRAZANDO
A ROMA) ¡A tus bellos pies, ricura, con mis más dolorosas condolencias! (LA
ABRAZA MAS FUERTE) ¡Ay, ya me imagino lo que estarás sufriendo, mi tierna
señora! ¡Por qué en verdad que esta tierna! (LE DA SENDOS BESOS) ¡Pero si no
hay más que verla para uno adivinar que está necesitando que le den consuelo!
¡Ummmm! (LE BESA) Un consuelito por aquí… (LE DA OTRO BESO)… otro consuelito
por aculla!
ROMA:
(SOLTÁNDOSE MOLESTA) ¡Pero qué pasado es usted! ¡¿A qué viene tanta
besuqueadera?!
REMO: No lo
tomes a mal, caramelito; yo lo único que pretendo es expresarte mi pesar por el
fallecimiento de tu media mitad. (LE ABRAZA DE NUEVO) ¡Usted no se imagina lo
que me conduela la muerte de su esposo! (CON DISIMULO LE TOCA EL TRASERO)
ROMA: (SE APARTA
DÁNDOLE UN EMPUJÓN) ¡Pero que atrevido es usted! ¡Apártese! ¡Apártese de mí!
REMO: Está bien…
está bien… me aparto. (CHOCA CON LA URNA) ¡Coño! (A ROMULO) Mi más sentido
pésame.
ROMA: ¿Y en
definitiva, qué es lo que quiere usted? Rómulo… ¿Tú conoces a este señor?
RÓMULO:
Jamás en mi vida lo había visto.
REMO: Claro que
los dos me conocen… ¡Sabrosona!... soy el fotógrafo.
ROMA:
¿Fotógrafo? ¿Y qué es lo que desea?
REMO: ¿Qué
deseo? Si supiera usted lo que estoy deseando en este momento… Ummm, con sólo
verla se me ha puesto la líbido a millón. (INTENTA ABRAZARLA DE NUEVO)
ROMA: ¡Ni lo
intente!
REMO: ¡Oh, ustedes
las mujeres son los seres más encantadores y olvidadizos del mundo. Soy el
“fotógrafo”, mujer divina.
ROMO: (ENTRA HABLANDO
SOLO, TOMA DOS CANDELABROS Y SALE MIENTRAS HABLA) ¡Echarme esa vaina a mí, y
día lunes, no joda! Lo que me provoca es comprarme un revolver y pegarme dos
tiros. (SALE)
REMO: ¿Y qué le
sucede a ese señor que anda hablado solo? (LA ABRAZA).
ROMA: Es que se
le acaba de estropear un negocio y cogió una enorme rabieta. (SE APARTA) ¡Pero
hombre, deje ya de toquetearme! (PAUSITA) ¿Usted dijo que era fotógrafo, no es
así? ¿Y qué tenemos que ver nosotros con usted?
REMO: Le ilumino
la mente, dulce y hermosa viuda. Soy el profesional que tomo las fotos
(INTENTA ABRAZARLA, ELLA SE DESPLAZA RAPIDAMENTE. ÉL LE LANZA UN BESO)
ROMA: ¿Pero cuándo
tomó esas fotos?
REMO: El día de…
ROMO: No se puede
negar que tengo una pava siriaca encima. Ayer se me escapa la mujer con el
fabricante de urnas y hoy me echan esta tronco de vaina.
REMO: …el día de
ayer, cuando murió su marido. ¿No me recuerda usted? (ELLA NIEGA) ¡No puede
ser! Es imposible que me haya olvidado. Vamos, haga memoria. ¿Es que acaso no
me recuerda cuando corría alrededor de la cama matrimonial en mi empeño de
captar con mi cámara los últimos estertores de su fallecido esposo?
ROMO: (QUE HA
PERMANECIDO ATENTO A LA CONVERSACIÓN, DEJA DE OIR Y SALE MALDICIENDO CON LA
CRUZ Y EL CANDELABRO) ¡Maldita sea mi suerte! ¡Maldita sea la muerte! ¡Malditos
todos aquellos que se mueren los días lunes!
(ROMA Y REMO LO MIRAN SALIR, LUEGO CONTINÚAN CON SU CONVERSACIÓN).
REMO: Yo era el
apuesto mozo que vestía un finísimo traje de lino blanco y que llevaba un
clavel rojo como sangre en la solapa. El que la tomo en sus brazos así…
(APROVECHA PARA ABRAZARLA)… cuando se desmayó al lado de la cómoda esa… (LA
BUSCA CON LA MIRADA PERO NO LA VE) ¿Dónde está? Bueno, creo que se encontraba
allí.
ROMA:
(SOLTÁNDOSE) ¡Ah, si ahora le recuerdo! (RIENDO) ¡Y yo que pensé que se trataba
de un enfermero!
REMO: (OFENDIDO)
¿Enfermero? ¡Usted me ofende, señora! Yo soy el fotógrafo del estudio “El
momento supremo”. (GLACIAL) Tome, aquí tiene el resultado de mi arduo trabajo…
(LE DA LAS FOTOS)
ROMA:
(HORRORIZADA) ¡¿Pero qué es esto?!
(ENTRA ROMO Y COMIENZA A DESCOLGAR EL TELÓN DE FONDO)
REMO: ¿Le
gustan?
ROMA: ¡Dios
santo, qué cosa tan repugnante es esta!
ROMO: Toda una mañana
perdida, y el negocio cerrado y sin nadie que lo atienda; porque hasta la
secretaria se confabuló hoy contra mí y no se presentó a lo suyo.
RÓMULO:
Anda, Roma, déjame ver las fotos.
REMO: (AL LADO
DE ROMA) Esa cosa horripilante que ve usted allí es su marido diez minutos
antes de exhalar el último suspiro… ¡Guapísima! (LE LANZA UN AGARRON DE
NALGAS).
ROMA: ¡Qué
horror! (DA UN SALTO Y SE SEPARA DE ÉL) Mírate. Rómulo, (LE DA LA FOTO)
RÓMULO:
(LA MIRA) ¡Carajo!
REMO: (SE ACERCA
A ROMA) Esa que está mirando la tomé cuando sólo le faltaban cinco minutos para
cruzar la frontera.
ROMA: (LLORANDO)
¡Ay, Dios mío, es increíble… es increíble! (LE PASA LA FOTO A RÓMULO)
RÓMULO:
¿Pero es imposible que esta cosa horrenda sea yo?
REMO: Espere un
momento, la está mirando al revés
ROMO: (QUE HA
TERMINADO DE DOBLAR EL TELÓN) ¡Coño por qué no me dará un infarto ahora mismo!
(SALE)
REMO: (AL LADO
DE ROMA) En esta sólo le faltan tres segundos… y en la que sigue, tres cuartos
de segundos… y en esa última ya cruzó la recta final.
ROMA: (DÁNDOLE
LAS FOTOS A RÓMULO) ¡Ay, mi pobre amorcito! ¡Mi pobre amorcito!
RÓMULO:
Parecen las fotos de un queso grullere… me ha dado nauseas verlas.
ROMA: (DANDO UN
ALARIDO) ¡Ay, Dios de mi corazón!
REMO: (ABRAZÁNDOLA
MIENTRAS LA ACARICIA) ¡Vamos, vamos, hay que resignarse, hay que tener valor,
niña, para afrontar los dolores que nos depara la vida!
ROMA:
(SOLTÁNDOSE) Si, acepto su consejo, pero deje ya de manosearme porque estoy
comenzando a arrecharme.
REMO: No piense
que he querido propasarme, señora, sólo quiero ayudar a superar su dolor… usted
equivoca mis sanas intenciones.
ROMA: (LLORANDO
A GRITO PELADO) ¡Ay, cómo le quería! ¡Era un cúmulo de defectos, es verdad,
pero en su fondo más recóndito era “medianamente” bueno! ¡Ay, ay, ay, ay! ¡¿Qué
voy hacer ahora sin su manía de comer mango sobre la cama hasta altas horas de
la noche?¡ ¡Ay, Dios de mis entrañas! ¡¿Cómo me voy a sentir de ahora en
adelante sin sus golpes! (A REMO EN TONO DE CONFIDENCIA) Porque allí donde
usted lo ve, era sumamente mano floja cuando bebía… ¡Y como bebía el hijo de
puta! (DRAMATICA) ¿Ay, Rómulo, por qué te has ido, por qué no me llevaste
contigo? (SE DETIENE ASUSTADA ANTE LO QUE HA DICHO) Bueno… esto último no me lo
tomes en serio… tú sabes bien que cuando uno se enajena habla muchas
pendejadas. ¡Qué pena la mía! ¡Qué dolor tan grande y tan profundo!
REMO: Bueno,
doñita, deje su lamentadera por un momento y vamos a lo nuestro. Me molesta ser
tan “realista” en un momento como este, pero tenemos que hablar del cochino
dinero.
ROMA: ¿Dinero?
Pues sepa que no tengo ni un centavo, señor “fotógrafo”
REMO: Si no le
gustaron las fotos y está buscando la forma de eludir el pago, le aclaro que
eso no va a ser posible. Lo que usted vio en el material no es otra cosa que la
faz de su marido, que entre paréntesis, es más feo que un testículo de
elefante.
ROMA: Lo que le
he dicho es la pura verdad, señor.
REMO: A mí no me
venga con cuentos, señora, yo de esa cabuya tengo un buen rollo.
ROMO: (ENTRA Y TOMA
LAS DOS SILLAS DE LA IZQUIERDA. TOMA LA CAJITA Y SE LA DA A REMO)
¡De ulceras va a ser mi fin, de eso estoy bien seguro! Eso si no me muero antes
de un ataque al corazón.
ROMA: Pues si no
quiere creerme allá usted.
REMO: (MIRANDO
LA CAJITA CON CURIOSIDAD) Señora, le agradezco que no me haga perder la
paciencia, deje de tomarme el pelo y cancéleme las fotos.
ROMO: Si la señora le
ha dicho que no tiene con qué pagarle, créale, está diciendo la pura verdad.
(EN VOZ MUY ALTA) ¡No tiene dinero ni para comprar un cochino miligramo de
mierda!
REMO: ¿Y cómo lo
sabe usted? ¿Es acaso familiar del difunto?
ROMO: No, señor. Ni
familiar de la señora y menos del bacalao ese que está tendido allí. Soy el
encargado, administrador y dueño de la funeraria “Sólo se muere una vez”…
la cual pongo a sus gratas órdenes. (DA TARJETA A REMU Y ESTE LE REGRESA LA
CAJITA)
REMO: (PARA SÍ)
¡Coño, ya éste se me adelantó y dejó limpia a la viuda! (A ROMO) ¡Gracias, es
usted muy amable! Entonces debo suponer que usted cobró lo suyo y que por eso
está al tanto de que la señora…
ROMA: Roma.
REMO: Sí… Roma…
de que la señora Roma se quedó más limpia que talón de lavandera.
ROMO: Me da la
impresión de que usted no me entendió. Lo que le quise decir es que nuestra
horrible cliente no tiene ni un mísero centavo partido por la mitad. Aquí lo
único que nos queda es poner pie en polvorosa y anotar esta casa en la lista
negra. Yo no me he marchado porque estoy en espera de que la señora se siente y
piense- si es que tiene capacidad para ello– de dónde va a sacar setecientos
mil bolívares que tiene que pagarme, para terminar de recoger mis trastos y
marcharme con mi música a otro entierro.
REMO: Entonces estamos
jodidos. (ENTRA RIMA CON SU MALETICA LLENA DE MAQUILLAJE).
ROMO: (LA MIRA) ¡Y
bien jodidos, por lo que veo!
RIMA:
¡Buen día, señores! (RIE) ¡Oh, perdonen ustedes mi falta de sentido; decir
buenos días donde se vela un cadáver! ¡Mis condolencias a todos!
REMO: ¿A todos?
ROMO: ¿Lo dirá por lo del
pago?
REMO: No lo
dudo… esa tiene cara de ser familiar del difunto.
(RIMA SE DIRIGE APRESURADAMENTE HACIA LA URNA, COLOCA LA MALETICA SOBRE EL
ESTÓMAGO DE RÓMULO Y LA ABRE)
RIMA:
Señora… ¿Podría conseguirme una taza con agua?
ROMA: ¡Ay,
señorita, en esta casa ya no quedan esos artefactos, todo se vendió para…!
RIMA:
Puede ser un vaso.
ROMO: (MIENTRAS SALE
CON LAS DOS SILLAS) Al salir de aquí voy derechito a darme un baño de ruda con
cariaquito morado para quitarme esta maldita pava que cargo encima.
RIMA: Lo
que necesito es un recipiente para mojar la esponja.
ROMA: ¿Mojar la
esponja? ¿Cuál esponja?
RIMA: (SE
LA MUESTRA) Esta. Si no la humedezco no puedo ponerle el pankake al
difunto.
ROMA: ¿El
pankake? La verdad es que no la entiendo.
(REMO CURIOSEA DETRÁS DEL BIOMBO)
RIMA: Para
maquillar a su marido necesito colocarle antes una capa de pankake.
ROMO: (ENTRA Y SACA LA
TAPA DE LA URNA) Lo que me dan ganas es de coger una piedra y machacarme las
bolas de un solo carajazo.
ROMA: ¿Maquillar
a Rómulo? ¿Pero para qué, señorita? En vida mi marido fue siempre un hombre muy
serio, y no creo que ahora después de muerto…
RIMA: Nada
de eso. No se preocupe. Yo soy empleada de la agencia de maquillaje mortuorio
“El muerto sexy”, y he sido enviada para metamorfosear a su marido.
ROMA: ¿Pero para
qué?
(ROMO Y REMO, FASTIDIADOS,
DESAPARECEN HACIA EL INTERIOR DE LA CASA)
REMO: Otra que
se embarcó… y que tronco de embarque.
ROMO: Otra que vino a
perder el tiempo.
RIMA:
¿Para qué? Para que llegue hermoso al mundo que le espera. Un hombre viejo,
repulsivo y feo como su esposo no merece ni siquiera recibir la gracia del
Señor; en cambio un hombre guapo, con apariencia de galán de cine, siempre es
bien recibido en cualquier parte donde llegue. ¿Tengo o no tengo razón? ¡Claro
que la tengo! Y siendo así… ¡Manos a la obra! ¿Cómo le gustaría que le
maquillara? ¿Le parece bien a lo Tom Cruise?...
RÓMULO:
Mire niña, lo que quisiera es que dejara de hablar sandeces y me quitara esa
maleta que me colocó sobre el estómago.
RIMA: (SIN
HACERLE EL MENOR CASO) ¿O prefiere que le haga parecerse a Antonio Banderas?
(ENTRA REMU CON POSE DE GALAN, RIMA LO MIRA COQUETA, EL LE PIDE LA MANO, Y AL
DARSELA LE PONE LA CAJA EN ELLA RUDAMENTE Y SALE. ELLA MIRA LA CAJA EXTAÑADA)
RÓMULO:
¡Lo que quiero es que me quite ese peso que colocó sobre mi barriga; eso si no
quiere verme alterado!
RIMA:
(PREPARANDO SUS IMPLEMENTOS) Últimamente se ha desatado una furia por parecerse
a Ricky Martin o a Chayanne, y un delirio asombroso por llegar al purgatorio
con el físico de Brad Pit.
ROMA: (QUE HA
SALIDO DURANTE EL DIÁLOGO ANTERIOR ENTRA CON UN VASO DE AGUA) ¡Aquí tiene el
agua!
RIMA:
Gracias… (LE DALA CAJA A ROMA) Marlon Brando, Robert Redford, Silvestre
Stallone y Chuck Noris ya no le llaman la atención a ningún difunto… todos se
lanzan por…
RÓMULO:
Mira, chica, es que tú eres sorda. Ya te dije, y creo que bien claro, que a mí
no me interesa esa necedad del maquillaje.
RIMA:
(PONE ATENCIÓN A UN RUIDO MUY FUERTE QUE LLEGA DEL INTERIOR DE LA CASA. SE
ESCUCHA COMO SE ABREN Y CIERRAN PUERTAS Y CAJONES QUE SON MOVIDOS DE UN LUGAR A
OTRO) ¡Vaya escándalo! ROMA DA CAJITA A ROMULO Y VA A VER QUE SUCEDE) (PAUSA)
¿Qué me dice? ¿Ya se decidió? Si lo desea puede optar por la onda de, los
deportistas… ¿No le agrada Juan Arango?
RÓMULO:
No.
RIMA: ¿Y
Omar Vizquel?
RÓMULO:
¡Que ladilla con esta mujer!
RIMA: Yo
le sugeriría a Luis Miguel… o si le parece le puedo dar un toquecito a lo Juan
Gabriel.
RÓMULO:
¡Ni se le ocurra, no quiero parecerme a nadie y a ese menos que a ninguno,
Roma, por favor, llévate a esta mujer de aquí o no respondo de mis actos.
ROMA: Vamos,
Rómulo, no seas pesado. La señorita tiene razón. Yo también creo que no te
vendría mal una mejoradita.
RIMA:
¿Mejoradita? ¡Cambio total es lo que necesita!
RÓMULO:
Ya le dije que no quiero saber nada de eso; y otra cosa, si me acerca la mano a
la cara se la voy a arrancar de un mordisco.
(REMO CRUZA LA ESCENA, ABRE UNA
PUERTA Y DESAPARECE)
RIMA: Sea
razonable, señor. Piense que en los últimos años, debido al sistema en que
vivimos, la buena presencia ha pasado a ocupar el lugar de la capacidad así
como la mediocridad el puesto de la inteligencia. Entonces… ¡Póngase bello para
que figure! ¿Admira usted a algún actor de la televisión? También podemos…
RÓMULO:
¡Carajo, que terca es usted! Ya le dije que no quiero saber nada de esas
mariqueras. Además, no tenemos dinero para pagar sus famosas transformaciones.
(ENTRA REMO)
RIMA:
¿Habla usted en serio?
RÓMULO:
Señorita, dígame una cosa… ¿Tengo cara de muerto o de payaso de circo?
ROMA: Vamos,
Rómulo, no la trates con tanta dureza.
REMO: Si duda de
la palabra del difunto, siéntese y espere; pero le advierto que le van a salir
telarañas en el trasero.
(ENTRA ROMO LLENO DE POLVO Y TELARAÑA)
RIMA: Lo
que no entiendo es para que el Cardenal Remu me mandó a perder el tiempo en
esta casa si sabía que esta gente…
(TODOS A CORO, MENOS RIMA) ¡El Cardenal Remu!
RIMA: Si,
el padre Remu, ¡¿Hey, pero a qué viene esas caras de asombro?!
ROMA: ¿El padre
Remu les mando a venir?
RIMA: Sí,
señora, y en mala hora. Me dio la dirección de esta casa y me exigió el diez
por ciento adelantado sobre lo que iba a obtener de ganancia… y ahora miren el
gran chasco.
REMO: ¿El diez
por ciento? Pero si a mí me pidió el quince… siempre me cobra el quince…
ROMO: ¡Cálmense,
señores, porque ustedes han salido en caballo blanco; a mí el curita tracalero
ese me cobró el treinta más una contribución para el arreglo de la fachada de
la iglesia! ¿Y quién se atreve a enemistarse con el clero?
ROMA: Lo que
deben hacer ustedes, es ir a reclamarle su dinero. (GIRANDO ALREDEDOR DE LA
URNA; LOS OTROS LA SIGUEN) No es justo que se dejen estafar de esa manera… ¿No
lo crees así, Rómulo?
RÓMULO:
Tienes razón, deben ir todos y reclamarle lo que les pidió como adelanto.
RIMA:
¡Están locos! No creo que a ninguno de nosotros nos interese cargar con una
excomunión encima.
ROMA: ¿Entonces
van a perder su dinero?
REMO: La que
está obligada a cancelarnos ese adelanto es usted, no el Padre Remu.
ROMO: Muy cierto, el
muerto es suyo y no de él. ¿Por qué no ayuda a su marido a recordar donde
escondió el dinero que dice tener?
RÓMULO:
(CANDIDO) Ya lo recordé hace un instante.
TODOS SE DETIENEN AL MISMO TIEMPO:
BAILAN, ROMO CON RIMA, ROMA CON REMU QUE TRATA DE TOCARLA. LUEGO CAMBIAN DE
PAREJA)
RIMA: ¡Al fin,
entonces nos salvamos!
ROMO: ¡Este muerto es un
fenómeno!
REMU: ¡Alabado
sea Dios! ¡Alabado sea Dios!
RIMA: ¡Lo que
provoca es agarrar al muerto este y darle un par de besos! (ROMULO APROVECHA Y
LE DA LA CAJITA)
ROMULO:
¡Esperen, no se alegren tanto! (PAUSITA) Hace poco lo pude recordar… los utilicé
para pagarle los honorarios al abogado que nos estaba resolviendo el problema
de la hipoteca.
RIMA: ¡Ahora
sí que perdimos toda esperanza!
REMO: (GRITANDO)
¡Quiero mi dinero, mi dinero! ¡Quiero mi dinero! ¡Quiero mi dinero!
ROMA: (MOLESTA)
¡Deje ya de gritar, hombre; ya creo haberles dicho y bien claro, que no tengo
ni un centavo! Además, recuerden que yo a ustedes no les llamé.
ROMO: (AGRESIVO) ¡A
ellos tal vez no, pero a mí sí y hasta me firmó un contrato! ¡Contrato que
estoy dispuesto hacer valer!
ROMA: Usted me
enredó; se aprovechó de mi desesperación, de mi dolor de esposa mártir, y me
vendió a precio de oro esos trastos que ahora me veo imposibilitada de poder
pagar. Me aturdió tanto con su parlanchinería y sus halagos, que firmé sin
saber por qué lo hacía y qué cosas compraba; además, me ofreció tantas
facilidades que…
RIMA: ¡Oh,
vamos, señora, no llore que con lágrimas no va a solucionar el problemón en que
se encuentra metida! Cálmese y piense… algo de valor debe tener… ¿Por qué no va
y mira?
REMO: ¡Ni
cucarachas hay en esta casa, señorita; las pobres se deben haber muerto de
tanto pasar hambre! Ya el señor Romo y yo hicimos una inspección hasta en el
más oscuro rincón y no encontramos más que polvo y miseria por todas partes.
¡Ni muebles hay, para ser más exactos!
ROMA: Es cierto;
los que teníamos los rematé para pagarle al médico que atendió a Rómulo cuando…
REMO: (GOLPEANDO
FUERTEMENTE LA URNA) ¡Señora, yo no puedo perder mi material ni seguir perdiendo
el tiempo! ¡Exijo al menos el pago del material!
ROMA: ¿Pero de
dónde voy a sacar dinero?
REMO: (GOLPEANDO
MAS FUERTE LA URNA) ¡Eso no es problema mío! ¡Eso no es problema mío! (RÓMULO SE
ACURRUCA DENTRO DE LA URNA) ¡Eso no es problema mío! (LE ARREBATA LAS FOTOS A
RÓMULO) ¡Dame acá mis fotos, muerto del carajo!
RIMA: ¡Lo
mío es poquito, doñita, sólo le pido que me pague la hora de trabajo!
ROMO: ¡Señora, quiero
que me cancele mis setecientos mil bolívares o de aquí no me moveré!
REMO: (GOLPEANDO
LA URNA CON MAS FUERZA) ¡Quiero que me cancele mi dinero! ¡Quiero que me
cancele mi dinero! (RÓMULO SE ACURRUCA AUN MAS DENTRO DE LA URNA DOBLANDO LAS
RODILLAS. TRATA DE VERSE LO MENOS POSIBLE) ¡Quiero mi dinero!
(DESFALLECIENDO) ¡Mi dinero! (DA UN
GOLPE FINAL A LA URNA)
ROMO. (MOLESTO) ¡Mire,
jovencito, me parece muy bien que usted reclame su dinero, pero por favor, no
me escoñete la urna!
(ENTRA EL PADRE REMU)
REMU: El
escándalo que tienen armado ustedes se puede oír a tres cuadras de distancia…
¿podría saberse a qué se debe?
RIMA: ¡Lo
que nos ha pasado es terrible, Padre! (VA A ELY LE DA LA CAJITA)
REMO: ¡Hemos
sido estafados, burlados!
ROMO: ¡Este negocio es
un fraude, un fraude!
ROMA: (LLORANDO)
¡En que lío me ha metido, Cardenal Remu!
REMU: Aquí se
está hablando de estafa, burla y fraude… ¿Podría saber a quién se refieren
ustedes? (REVISA LA CAJITA)
REMO: (TEMEROSO)
En ningún momento nos hemos referido a usted, Cardenal.
ROMO: Dios nos libre
de abrigar tal pensamiento.
RIMA:
¡Ninguno de nosotros sería capaz de ofender a un ministro del Señor!
REMO: Sería un
grave pecado llamar a un ministro del Señor tracalero. ¿Verdad, amigos?
REMU: Si todos
hablan al mismo tiempo no podremos aclarar que es lo que ha sucedido ni nos
entenderemos jamás (PAUSA) Hable usted, señor Romo. Qué es lo ha sucedido.
(INQUIERE A ROMULO SOBRE LA CAJITA, ESTE HACE GESTO DE NO SABER DE QUE SE
TRATA)
ROMO. ¡Algo inaudito,
insólito! ¡Esta “señora”, dice no tener dinero para cancelar los compromisos
que ha contraído con nosotros tres!
RIMA: Y
como usted ya nos cobró por ade…
REMU:
(CORTÁNDOLA RAPIDAMENTE) ¿Y eso es lo que ha causado todo ese barullo?
REMO: ¿Le parece
poca cosa?
REMO: Vamos,
señores, no parecen cosa de ustedes. Yo particularmente no veo el motivo para
que se comporten de manera tan destemplada. Todo en esta vida suela tener
solución con la ayuda de Dios Todo Poderoso. Cálmense y tratemos de estudiar el
asunto. (SE PASEA ALREDEDOR DE ROMA MIRÁNDOLA CODICIOSO). La señora tiene
alguna pertenencia de valor… algún bien material; ¿ya que no posee haberes en
oro ni plata?
ROMA: No,
Cardenal.
REMU: ¿No tiene
alguna cosa que se pueda rematar?
RIMA: No
tiene nada, Cardenal, dice haber vendido hasta la cama.
REMU: ¿Eso dice?
Bien… ¿Pero supongo que la casa es de su propiedad, no es así?
ROMA: Si, pero
está hipotecada.
REMU: ¡Ah,
Carajo! (AVANZA APUNTÁNDOLA CON UN DEDO A MEDIDA QUE ELLA RETROCEDE. LOS OTROS
TRES AVANZAN TRAS EL CURA) ¿No tiene algún terrenito… alguna vaquita… o algún
dinerito colocado a interés?
ROMA: No, señor;
sólo me queda ese biombo que usted ve allí, y el catrecillo que se encuentra
colocado detrás de él; allí dormía mi madre y de ahora en adelante dormiré yo.
Hasta he tenido que vender mi ropa y la de Rómulo para poder pagar las últimas
medicinas que le recetaron. Sólo me queda, aunque usted no lo crea, el vestido
que llevo puesto y… bueno… la ropa interior… y trescientos bolívares para
comer alguito esta noche y mañana.
REMU: Siendo así
la vaina se pone fea.
ROMO: ¿Fea?
¡Horripilante, diría yo!
RIMA: ¡El
tiempo corre y corre y no se decide nada!
REMO: ¡Jamás me
había sentido tan vejado como en el día de hoy!
ROMO: ¡Esto para mí
significa la quiebra, la ruina, la catarsi! ¡Yo aquí como un estúpido y el
negocio cerrado sin nadie que lo atienda!
REMU: ¡Silencio,
señores, silencio! Tengan paciencia! (PAUSITA. CAMINA POR LA HABITACIÓN
MIENTRAS MEDITA) Señor Romo... ¿Cuánto le debe la
viuda?
ROMO: Por la anulación
del contrato, dos mil doscientos bolívares.
REMU: ¿Y a
usted, señor Remo?
REMO: Tres mil
quinientos por los gastos de material y revelado; y no cobro el tiempo perdido
en esta horrible disputa por consideración de la señora... pero eso sí...
quiero que me dé mi plata inmediatamente, antes de que sufra un ataque de
cólera y desbarate el cadáver a coñazos. (RÓMULO SE SIENTA Y SE VUELVE A
OCULTAR RAPIDAMENTE).
REMU: ¡Señor
Remo, le agradezco que mantenga la compostura! (SE ACERCA A RIMA) ¿Cuánto le
debe a usted señorita Rima?
RIMA: Dos mil
quinientos.(TODOS SILVAN) … es lo que cobro por una hora de trabajo…
TODOS: ¡Carajo!
RIMA: Pero si no se
soluciona rápido este asunto voy a tener que cobrarle el doble.
TODOS:
¡Verga!
REMU:
(PASEÁNDOSE A TRANCOS LARGOS) Bien, señores, he aquí mí juicio. (PAUSA) Después
de analizar rápidamente el asunto, he llegado a la siguiente conclusión: Como
la viuda carece de bienes materiales, pero es abundante en bienes “físicos”...
muy apetitosos por cierto... creo que podríamos llegar a un acuerdo.
ROMO: ¡Acepto lo que
sea contar de salvar mi dinero!
REMO: Estoy de
acuerdo con el señor Romo.
RIMA: Digo
lo mismo. ¿De qué se trata Cardenal Remu?
REMU: Siendo
así, he aquí mí proposición. (PAUSITA) Señor Remo... ¿Cuánto le paga usted a
una de esas mujeres... a una de esas que llaman de mal vivir cuando va a pasar
un rato con ellas?
REMO: (APENADO
POR ROMA Y RIMA) Pues... bueno... yo diría... Caramba padre, me pone usted en
un atolladero.
REMU: (MOLESTO)
¡Vamos, hombre, déjese de melindres y diga “cuánto” de una vez por todas!
REMO: Entre
doscientos y trescientos bolívares, pero claro, eso es los que se les paga a
las majunchitas.
ROMO: Eso que dice el
señor Romo es muy cierto, porque las de categorías están por las nubes;
su tarifa no baja de los quinientos.
REMU:
¡Suficiente con esa información. Ahora
veamos si podemos llegar a un acuerdo con la
señora
Roma.
REMO: Y en qué
consiste ese acuerdo.
REMU: Usted dice,
señor Remo, que la viuda le debe setecientos mil, ¿no es así? (ROMO ASIENTE)
Pues bien, como la señora Roma es debutante, o lo que es lo mismo, mercancía
nueva, puede brindarle cuatro instantes de amor al precio de quinientos
bolívares cada jaleo, con lo que quedaría saldada su cuenta... (EL VA A
PROTESTAR)... pero como sobran doscientos, los aceptaré como una donación suya
para los pobres que visitan mi templo. ¿De acuerdo?
ROMO: (DE MALA GANA)
¡Qué se va a hacer! De acuerdo. (SACA LA CARTERA Y LE DA LOS CIEN MIL BOLIVARES
AL PADRE REMU) Tome, aquí tiene los doscientos.
REMU: (TOMANDO
RAPIDAMENTE EL DINERO) ¡Gracias! A usted, señor Remo, la viuda le proporcionará
un instante de amor por la baratija de tres mil quinientos... pero como sobran
quinientos, los aceptaré gustoso como un aporte de su persona al patrimonio de
las viudas que asisten a la misa de los lunes. ¿Okey?
REMO: Pero,
Cardenal Remu, usted me está estafando, a él usted le dio….
REMU: Vamos...
vamos... que quiero terminar con este asunto de una vez por todas. (REMO SACA
EL DINERO Y SE LO DA) ¡Así me gusta! A la señorita Rima... A la señorita Rima...
A la señorita Rima... Bueno, a ella luego veremos cómo le solucionamos su
problema. En lo que a mí respecta, y considerándome afectado al igual que
ustedes, tan sólo cobraré dos mil bolívares por la absolución del señor Rómulo,
trescientos por el traslado de mi persona del templo a esta casa, y
viceversa, y mil quinientos machacanes por mis honorarios al servir de abogado
en este litigio... que darían un total de dos mil ochocientos, más
trescientos del IVA. La viuda me los cancelará con dos instantes de pasión de a
cien mil bolívares y un tercero de setenta mil por mi condición de
eclesiástico. ¿Estamos todos de acuerdo?
TODOS: Sí, aceptamos.
ROMO: (MURMURANDO) Y
que otra alternativa nos queda.
ROMA: ¡Me niego
a aceptar su proposición; es indigna y repugnante!
(CAMINA. ELLOS LA SIGUEN CODICIOSOS).
REMU: ¿Y acaso
no es mejor vivir con la conciencia tranquila que andar escondiéndose de los
cobradores?
ROMA: ¡Padre
Remu, yo soy una señora decente!
REMU: Lo era...
ahora se ha convertido en una apetecible viuda.
ROMA: (CORRE
HACIA LA URNA Y TRATA DE DESPERTAR A RÓMULO) ¡Rómulo! ¡Rómulo! ¡Rómulo! ¿Me
escuchas? (SACUDIÉNDOLO) ¿Oíste? ¿Te has enterado de lo que quieren hacer
conmigo? ¡Rómulo; no te hagas el dormido! (LO SACUDE) ¡Rómulo! El hijo de puta
se ha quedado dormido en el momento en que más lo necesito; o se está siendo el
loco para evadir su responsabilidad.
REMU: ¡Señores,
basta de esperas! ¡Manos a la viuda!
ROMA: ¡No
quiero, esto es una canallada!
REMO: Que
hacemos, padre, se está negando a cancelar sus deudas.
REMU: Si no
acepta nuestra proposición la demandaremos, cosa que le resultará peor.
¡Decida, señora; tres o cuatro años de cárcel o cancelar sus deudas ya!
ROMA: ¡Esto es
horrible! ¡Horrible! (LLORA).
ROMO: ¡Vamos, niña,
déjate de melindres y a la cama! (COMIENZA UN FORCEJEO ENTRE ROMA Y LOS TRES HOMBRES.
CADA UNO LA QUIERE PARA SI) ¡Vamos a saldar mi cuenta ya; no puedo perder más
tiempo!
REMO: ¡Un
momento, señor Romo, yo la agarré primero!
ROMO: Tendremos que
sorteárnosla a ver quién inicia.
REMU: ¡Calma,
señores, exijo calma, la iglesia tiene prioridad, exijo calma!
ROMO: ¡Vamos, muévete,
tonta, muévete!
REMO: Así...
así... así...
REMU: (TRATANDO
DE APARTARLOS) ¡Calma, señores, orden, orden, por favor! (SE DETIENEN) ¿Por qué
no pasamos detrás del biombo? Creo que le debemos respecto a la señorita Rima.
REMO: ¡Si, es
cierto... vamos, ricota, que ya no aguanto más!
ROMO: ¡Calma, señores,
calma... que todo es mejor con clama! (PASAN TRAS EL BIOMBO. APAGON LEVE Y
CENITAL Y QUE CAE SOBRE LA FIGURA DE RIMA).
RIMA:
(SOLA EN LA ESCENA) ¡Qué mujer tan sublime! Sacrificar su honestidad para no
quedar como una vulgar morosa. Eso es lo que se llama valentía. Quedará como
cucharón de sacar chicha, pero podrá andar con la cabeza erguida y desafiante.
¡Cómo me gustaría estar en su lugar; cancelando cuentas a brazo partido como
una moderna Juana de Arco. Sólo una mujer de principios sería capaz de tal
nobleza de tan grande sacrificio. Bueno… sacrificio a medias, porque el
fotógrafo ese es como una especie de postre después de una mala comida. ¡Qué
niño, Dios mío! ¡Pero el par de viejos ni pensarlo, primero muerta que dejarme
poner un dedo encima por alguno de esos carcamales!
(VUELVE LA LUZ. LOS TRES HOMBRES SALEN
DE DETRÁS DEL BIOMBO ARREGLANDOSE LA ROPA. ROMA PERMANECE OCULTA TODAVÍA)
RIMA: ¿Que
tal la viuda?
ROMO: ¡Excepcional! Si
se dedicara a la profesión se haría millonaria.
REMO: Eso es
cierto, a la señora le sobran condiciones y energías. Parece que tenía meses de
abstinencia, porque liquidó sus cuentas en un dos por tres y sin parar.
(ENTRA ROMA LLORANDO)
REMU: ¡Señores…
ésta que acaba de hacer su aparición, ésta es una mujer sin deudas… en el
nombre de Dios! (TODOS APLAUDEN) Vamos, hija, no llores; ya verás que el señor
te ayudará para premiar así tu sacrificio. (PAUSITA) Bien… ahora que ya todos
tenemos cancelados nuestros honorarios… (PAUSITA) ¿Todos? ¡Huuuuuuu! (SE ACERCA
A ROMA) Mira, chica, afloja los trescientos bolívares del IVA, anda,
anda… (ELLA SE LOS DA) ¡Miren a la mosquita muerta; primera vez que se dedica
al negocio y ya ha empezado haciendo trampa!
RIMA: ¿Y
cómo quedo yo en este asunto? Aún no he cobrado lo mío.
REMU: Señorita
Rima, ya en esta casa no queda nada de valor; sólo un pedazo de biombo que no
vale ni un centavo, y tras él, una cama que acaba de partirse en dos bajo el
peso de nuestros cuerpos… ¡Ah, claro está! Queda también el cadáver… ¿pero para
que otra cosa sirve un cadáver qué no sea para enterrarlo?
RIMA:
(SORPRENDIDA. LUEGO DA UN GRITO DE ALEGRÍA) ¡Ah, sí, aún queda el cadáver!
REMU: ¿Y?
RIMA: Pues
sepa, Cardenal Remu, que un cadáver es un cadáver. ¿No sabe usted que en
la Escuela de Medicina los compran a buen precio para que practiquen los
estudiantes? Por este viejo no me darán gran cosa, pero algo es algo, y peor es
no recibir nada. ¡Me quedaré con el difunto!
REMU: El único
inconveniente que yo veo radica en que la esposa acepte que usted se lo lleve
como cancelación de su pago.
RIMA: ¿Qué
dice, mi señora, acepta el cambalache?
ROMA: Hagan lo
que quieran… si lo dejan no tendré cómo ni dónde enterrarlo.
RIMA: ¡Qué
amable! Se nota que quiere quedar bien con todos sus acreedores.
REMU: ¡Entonces,
señores, a trabajar! (ENTRE ROMO Y REMO SACAN EL CADAVER Y SE LO LLEVAN. RIMA Y
EL CURA SACAN LA URNA. ENTRAN ROMO Y REMO. ROMO SALE CON LOS BURROS DE COLOCAR
LA URNA).
ROMO: ¡A sus pies,
señora! (SALE)
REMO: ¿No quiere
que le tome una foto de este supremo momento? ¿No? (ELLA NO CONTESTA) Bien,
será en otra oportunidad. ¡Hasta la vista! ¡Hasta la vista! ¡Dije, hasta la
vista! (ELLA NO CONTESTA) Vaya con lo rara que son las mujeres; uno le toca
hasta el culo y luego no te quieren ni hablar. (SALE MOLESTO. ENTRA REMU
SILENCIOSAMENTE).
REMU: Hija… ¿no
sientes ahora tu alma aliviada de un peso enorme?
ROMA: Sí, padre.
REMU: ¿Eso
quiere decir que te sientes mejor, no es así?
ROMA: Sí,
Cardenal.
REMU: Más
alegre, claro está… es natural, ya estás en paz con todo el mundo. Ya
entregaste a cada quien lo suyo, lo que les pertenecía.
ROMA: Sí,
Cardenal.
REMU: Entonces,
hija, como ministro de la iglesia, yo te perdono en el nombre de Dios, por el
mal rato que nos hiciste pasar a todos.
ROMA: Gracias,
Cardenal.
REMU: Bonito
vestido.
ROMA: Sí… es el
único que me queda… o lo único… porque también me queda ese biombo viejo.
REMU: Parece de
firma.
ROMA: Sí, lo es…
me lo trajo una amiga de París.
REMU: ¿Cuánto
crees que darán por él en una de esas casas que compran ropa usada?
ROMA: Unos
doscientos bolívares aproximadamente.
REMU: ¡Pues
entonces manos a la obra!
ROMA: No le
entiendo…
REMU: ¡El
vestido!
ROMA: ¿No
pensará usted?...
REMU: (AGRESIVO)
¡El vestido!
ROMA: Padre
Remu… usted no pretenderá que…
REMU: ¡No se
trata de eso, niña, sólo quiero el vestido!
ROMO: ¿Pero para qué?
REMU: Se me
había olvidado decirte, que antes de venir a esta casa había rezado cuatro
rosarios por el eterno descanso de tu marido… y los rezo a cincuenta
bolívares cada uno. Me debes aún veinte mil bolívares.
ROMA: ¿Veinte mil
bolívares?
REMU: Si, hija,
contantes y sonantes. Cancélalos y quedarás al fin en paz con el
infinito. (LE TIENDE LA MANO Y VUELVE LA CABEZA HACIA OTRO LADO).
ROMA: ¡Pero ya
le he dicho que es el único que me queda, no tengo otra cosa que ponerme!
REMU:
(IMPERATIVO) ¡El vestido!
(ROMA SE QUITA EL VESTIDO Y SE QUEDA EN ROPA INTERIOR. SE LO TIENDE A REMU QUE
LO TOMA DE UN TIRON)
REMU: ¡Ahora sí
que quedaron las cuentas claras! Bueno, hija, por tu sacrificio y honestidad…!
¡Yo te absuelvo in el nomine del pater, del figlio y del espíritu santo! ¡Amén!
(EL TELÓN BAJA RAPIDAMENTE)
FIN
Caracas, 24 de junio de 1987.-
RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS DE
AUTOR. Cualquier reproducción o representación parcial o total, por medio
literario, audiovisual o teatral sin autorización del autor o sucesorio, queda
sometido a las penalidades que estipula la Ley de derecho intelectual.