Pequeño Teatro
Indígena
Venezolano de Eduardo Calcaño
Caracas,
2010.
Dedicatoria:
Al
profesor y actor José Luís Lugo,
por su
extraordinario papel en la tierra
y su
estrella en el cielo.
EDUARDO CALCAÑO. Premio Nacional de Teatro 1987-1988. Actor, director y prolífero
dramaturgo. Nació el 8 de marzo de 1909 en Caracas, donde falleció el 18 de
febrero de 1991 a los 81 años de edad. Licenciado en Ciencias Políticas de la
Universidad Central de Venezuela. Abogado. Actor del Teatro Universitario dirigido
por Luís Peraza; también del Teatro del Pueblo del que además fue director. Secretario
de la Escuela de Artes Escénicas y Danza. Hombre del magisterio, figura como director
y profesor de las Escuelas Municipales del Distrito Federal. Profesor de la
Escuela de Marionetas del Instituto de la Radiodifusora Nacional y de la Escuela
Militar. Fundador, primer actor y director de la Sociedad de Amigos del Teatro;
así mismo fundador del Teatro Popular de Ritmos Negros de América. Pionero en el teatro para personas con discapacidad visual. Colaboró en
la Revista Tricolor y en otras
publicaciones del Ministerio de Educación Nacional, en la Revista Nacional de
Cultura, Revista Don Simón, entre otras. Su autodidactismo quizás motivó su
interés por el trabajo en el área de la formación teatral, y en esa misión
divulgativa del teatro dirigió varios grupos de aficionados en colegios y
liceos capitalinos, en el que sobresale su labor de por lo menos 30 años como
director del Teatro Estudiantil del Liceo Andrés Bello de Caracas.
Introducción
AYAJÚY
CAPEY
ACALAPIYEIMA
LA
MARACA DEL BÁQUIRO SALVAJE
Glosario
Pequeño Gran Teatro de Eduardo Calcaño
Introducción
El juego inmanente del arte y la vida implica el fenómeno
por el cual el arte se alimenta de la vida pero también, y en el mejor de los
casos, la vida se llega a nutrir del arte. El teatro en su condición de arte
vital tiene como función primordial expresar los valores latentes de toda
sociedad y, así mismo, que esos valores se reviertan en conciencia crítica
hacia ella, en atención a su compromiso de enaltecer la humanidad. La obra de
arte y de vida del venezolano Eduardo Calcaño se erigió en virtud a ese
compromiso supremo del teatro.
En la obra de Calcaño se puede apreciar la constante
búsqueda de la savia de valores; aquellos valores que son más para ser sentidos
que aprehendidos por la inteligencia y
en los que se dinamiza la cultura para el orgánico florecimiento de lo
nacional; así, que en esta su obra, emerge una lúcida revisión del pasado
histórico y una honda preocupación por su proyección desde el campo que domina
la sensibilidad artística.
Los cuatro textos que comprende esta presentación abordan
temas de leyendas indígenas venezolanas adaptadas al teatro para niños; de allí
que lo hayamos denominado Pequeño Teatro Indígena Venezolano; y
que constituya una muestra de la preocupación y búsqueda de un teatrero que
tuvo conciencia y fe en el papel social que desempeña todo auténtico artista. En
ese su afán educativo, Calcaño llegó a distinguir entre lo que calificó como
“el teatro de los niños” y “el teatro para los niños”, señalando a este ultimo
como el más propicio pues, el primero es hecho exclusivamente para ser
representado por los niños, calcando viejos dogmas de moral y resultando la más
de las veces pobre y repetido. En cambio, del teatro para los niños apuntó:
El teatro para los niños, el
teatro escrito para ser captado por los niños y del cual son los actores los
adultos o bien los niños que hacen a modo de los mismos (…) muestra de manera
sencilla los problemas de un mundo adulto que sospecha sin adentrar, sin lograr
comprender el lazo de unión entre su mundo y ése complejo mundo de los grandes,
entre su vida psíquica, llena de dudas y contradicciones, y los principios de
carácter positivo universal, que rige la vida general.
Calcaño también quiso enfatizar la
diferencia que existe entre el “teatro pedagógico” aquella obra ilustrativa de
materias enseñadas en la escuela; y el que consideró como “teatro libre” aquel que se forja en el terreno emotivo y tiende
a sublimizar la obra artística y a excitar el desarrollo psicológico del niño.
Por esta última vía encaminó su labor de repasar los mitos y leyendas
originarios, aquellos preservados por la literatura oral, donde se encuentran
inmersas las grandes preocupaciones del mundo aborigen; siempre relacionados
con la abrumadora presencia de la Naturaleza, la angustia por la sobrevivencia
de su poder fecundante y el consecuente deseo por su dominación que se
manifiesta a través del gesto, las frases, las alusiones mágicas, los
exorcismos, los conjuros, y todo el carácter religioso que exalta la voluntad transformadora
del mago Piache o Chamán y que se
transmite a las generaciones de la etnia.
En ese
sentido, postergamos el análisis minucioso de los textos teatrales aquí
presentados en favor de la más enriquecedora amplitud de criterios, y estimamos
pertinente el cabal conocimiento de los mitos y leyendas tratados por el
dramaturgo para mayor comprensión de la cosmovisión aborigen y la mayor apreciación
de la obra teatral que de ellos trasciende.
AYAJÚY,
por ejemplo, forma parte del mito de
la creación de la etnia indígena Guajira o Wayuú que se encuentra ubicada
en la península de la Guajira del Estado Zulia, y que nos cuenta el origen del mal. Un Dragón ancestral (Ayajúy) capaz de convertirse por maleficio en iguana
(woosole echi) o en culebra de siete cabezas (wui), habita amenazante en lo
profundo de una caverna; y siempre que Mma (La Tierra) necesita ser fecundada
por Juyá (La Lluvia) aparece en terrible dragón para impedirlo, castigando a la
tierra abriéndole sendos surcos y atacando a Juyá para que no descienda. En
medio de la disputa, un poderoso ritual se celebra anualmente en honor a Juyá,
con el cual éste cobra fuerza y consigue el triunfo que viene a simbolizar el
poder creador contra la fuerza del mal, la muerte y el caos.
CAPEY
es el relato de cómo la luna subió al cielo entre
el pueblo Taurepang, perteneciente al grupo étnico Pemón, de filiación Caribe,
que comprende otras dos comunidades o pueblos: Arekuna y Camaracoto. El grupo
étnico pemón abarca desde la Gran Sabana y se extiende a todo lo largo del
Parque Nacional Canaima. Según Gilberto Antolínez, en la cosmogonía taurepang el
mundo era cuadrado o, más bien, cúbico, compuesto por una parte central que era
el Mundo Terrestre o plano humano; otra parte superior o Mundo Celeste de plano
supra-humano; y la parte inferior constituida por el Mundo Subterráneo o plano sub-humano. En el todo iría atravesado
el Gran Árbol del Mundo, a manera de banano y otras veces de bejuco,
sustentador de la progenie humana cuya raigambre iría a perderse en el Mundo
Subterráneo (la región de los antepasados de la Raza) y cuya copa frondosa
llenaría los ángulos del Mundo Celeste o de los dioses. Así mismo, esta etnia
creía que sobre el primer cielo habían superpuestos diez cielos más donde los
astros se distribuían según su propia jerarquía.
En la leyenda de Capey (La Luna) -que según los taurepang
representa un ser masculino- se cuenta que éste no tenía su choza (casa) en el
cielo, sino en la tierra; pero al querer apoderarse de la belleza del alma de
un niño se tuvo que esconder, en complicidad con sus dos hijas, del Piache
(Brujo sacerdote) y de varios Ayug (Sombra o alma del Árbol, partidario de los
brujos en sus curas), para que finalmente fuera expulsado por ellos de la
tierra y decidiera emigrar al cielo junto a sus hijas, subiendo por un bejuco a
modo de escalera.
Capey representa la luna que señorea en el primer cielo;
y sus hijas, las estrellas, habitan otros cielos alumbrando el camino de los
muertos (Mundo Subterráneo), también conocido como río mágico o Vía Láctea.
ACALAPIYEIMA,
es el primer hombre, según otra leyenda
Taurepang. Se dice que el Gran Árbol del Mundo viene a ser el gran tepuy (montaña)
Roraima a manera de banano. Antolínez nos señala que según la creencia, la copa
del banano, al caer, formó la región boscosa; y el tronco, la sabana, menos favorecida en vegetación; y
que atravesándose a las orillas del Caroní se convierte en una imponente
piedra, próxima a la catarata. De los cimientos de la montaña salen numerosos
ríos que nutren las hoyas hidrográficas del Orinoco, Amazonas y Esequibo. Y es
así como al Mundo Subterráneo se va por agua, a través del camino de los
muertos conocido también como río mágico o Vía Láctea antes mencionado, y por
donde pasa la canoa del Sol (Uei) con sus dos hijas las estrellas; razón por la
cual, esta agua le devuelve la lozanía a aquel que se bañe en ellas. Pero
también estas aguas conducen a una isla arruinada y tormentosa llena de frío y
oscuridad, en donde padeció Acalapiyeima.
Encima del mítico gran árbol se coloca unas veces el Rey
de los Zamuros, otras veces Walomá (el Sapo de las lluvias). Según la
leyenda, Acalapiyeima se paraba al pie
del árbol para atrapar a Walomá, pero éste sapo lo montó en su espalda y lo
zambulló en el agua hasta llevarlo a la isla tenebrosa; y allí lo dejó
abandonado debajo de un árbol donde el zamuro lo llenaba de estiércol mientras
el hombre dormía. Acalapiyeima en la isla tiritaba de frío y estaba todo
fétido; y ni Cainanog (El lucero del alba) ni Capey (La luna) quisieron
ayudarlo porque éste ofrendaba sólo al sol sus tortas de casabe.
Por fin vino el Sol (Uei) en una canoa junto a sus dos hijas, las estrellas; y
recordaron las ofrendas del hombre y se conmovieron de él. El Sol ordenó a sus
hijas las estrellas bañar a Acalapiyeima, cortarle los cabellos y hacerlo
remozar. Era muy temprano y el Sol todavía no tenía fuerza, por eso el hombre
atería de frío por el baño y por sentarse en la proa de la canoa. Uei se puso
un tocado de plumas de loro y, sobre éste, un sombrero de plata y le dijo a
Acalapiyeima que se volteara de espaldas para que no viera el secreto de su
fuego e intentara robarlo. Una vez de espalda, Uei le colocó unos élitros de
escarabajo, con lo que Acalapiyeima se recalentó, pues ya se había hecho de
tarde. El Sol subió muy lejos al hombre porque lo quería como yerno, y antes de
irse le dijo: “Te casarás con una de mis hijas, mas no te dejes seducir por
ninguna de las mujeres y no abandones la canoa”. Pero Acalapiyeima lo
desobedeció y saltó a la tierra y allí se encontró con unas mozas, hijas del
zamuro. Cuando vino el Sol con sus hijas, encontraron a Acalapiyeima retozando
en medio de las hijas del zamuro. Entonces Uei le dijo: “Si hubieras seguido mi
consejo te habrías casado con una de mis hijas y hubieras quedado como yo,
siempre joven y bello”. Así dicho, una vez que se fue el Sol en su canoa con
sus dos hijas las estrellas, Acalapiyeima se encontró en medio de los zamuros
viejo y feo. El hombre se casó con una hija del zamuro e hizo su vida. Fue el
padre de todos los indios. Y por eso, cada vez que el Sol se va el hombre se
hace más viejo y feo. Es la leyenda del primer hombre y el origen de su vejez.
LA
MARACA DEL BÁQUIRO SALVAJE, una leyenda del
pueblo Camaracoto del grupo étnico Pemón, es aquella del hombre bueno para nada llamado Maichak, que vivió tiempo antes de
que se formara el cerro Auyantepuy.
Maichak era un indio muy pobre porque no sabía ningún
oficio ni poseía ninguna habilidad. Cuando sus cuñados iban a pescar o a cazar
aves, dantas o báquiros, éste salía con ellos con su arco templado al cuerpo y
sus flechas amoladas; pero al regresar, sus cuñados se ufanaban de todo cuánto
habían pescado o cazado y Maichak siempre volvía con las manos vacías. La
esposa y el hijo, desencantados, se alimentaban con lo que les daban sus
familiares vecinos; pues todos sabían del hombre que aún sin beber cachirí, era
torpe e incluso llegaban a burlarse de él; sus manos, daban al traste cuando
había que tejer el sebucán o modelar la masa de tierra para las vasijas y hasta
para buscar las chamizas y encender el fuego; todos lo tenían por tonto.
Entonces, Maichak comenzó a irse solo al bosque para huir de la gente y, con
sus instrumentos, permanecía encima de una piedra viendo con tristeza los peces
del río cristalino y siempre abstraído en sus pensamientos.
Hasta que un día, encima de la piedra, le ocurrieron al
hombre cuatro grandes sucesos: En el primero, surgió de entre las aguas el
Espíritu de los Ríos en forma de creciente bulto de espuma y agua chorreante
que, conmovido, le ofreció al hombre una tapara para que con ella lo secara y
pudiera coger los peces sin dificultad; pero el descuido del hombre puso la
tapara mágica en manos extrañas y esto provocó una gran inundación que arrasó
con toda la tribu. En el segundo, se le presentó el Espíritu del Cachicamo, que
llevaba prendida a la pata una maraca con la que sonaba la canción que atraía
en baile a los báquiros del bosque, y que el hombre robó para cazarlos sin
dificultad; pero la envidia hizo que sus cuñados se apoderaran de la maraca y
la mal sonaran, desatando una gran estampida que acabó con la vida de muchos en
la tribu. En el tercero, un araguato de hermosa y largas barbas, cuando se
peinaba, hacía aparecer muchas aves en el cielo, y el hombre quiso el peine
para cazar las aves y el araguato se lo entregó con el peligro, para los no
entendidos, de que al pasarse el peine
más de la cuenta de tres las aves taparían el cielo y se lo arrebatarían, como
de hecho ocurrió. En el cuarto y último, el espíritu del Rey Zamuro encontró al
hombre huyendo a través del bosque y entonces le enseñó los oficios y las
habilidades para sobrevivir y, viendo que era bueno, le hizo casar con su hija;
pero el hombre en vez de agradar al rey, lo asustó, y la furia de éste produjo
un gran terremoto que removió la tierra y tragó al hombre, y con lo cual se
formó el Auyantepuy: el cerro o montaña de los espíritus.
El teatro que nos entrega Eduardo Calcaño al tomar estos
temas de la mitología y leyendas de nuestros aborígenes se revela a nuestros
cinco sentidos y nos devuelve el sentido mágico de la vida: aquel sentido que
integra lo natural desafiado por lo sobrenatural; en la lúdica ampliación de
los medios expresivos teatrales que van más allá de la palabra. Así lo llegó a
reconocer el insigne teatrero venezolano Luís Peraza al referirse en específico
a esta obra creativa de nuestro autor: “Eduardo
Calcaño, gran representativo –por su cultura, su devoción y espíritu de
sacrificio- de nuestro arte escénico, es el pionero de esta modalidad, no sólo
en Venezuela sino en América Latina”. El estudio de un decorado de belleza
y magia sin igual cuyo dinamismo en efectos visuales y sugerencias forma parte
de la acción dramática; el vestuario o disfraz: indumentarias de tejidos o de
pintura corporal, así como el poder transformador de la máscara representando espíritus
biomorficos, los tocados, collares y los más variados accesorios; la indagación
sobre la luz y el color; la danza ritual y alegórica; la música, el canto, el
gesto; el culto al alimento o el banquete, lleno de olores y sabores; el giro
tragicómico y aleccionador; constituyen a grosso modo las características y
potencialidades de un teatro ancestral que nos explica como nación, enriquece
la labor creativa del oficio y es propicio para el desarrollo de la
sensibilidad, no solamente del espectador infantil, sino del público en general.
A Y A J Ú Y
Una leyenda de la Guajira
Venezolana
(1951)
Figuras:
PATSHONOUY,
Libélula.
SICHISÍ,
Flor del Suspiro.
ARITASÍ,
Flor del Taparo.
JUYÁ,
Dios de la Lluvia.
LA SEQUÍA.
LAS TRES NUBES.
LOS DOS MENSAJEROS.
EL DRAGÓN.
ESTAMPA PRIMERA
La Sequía
La llanura guajira. Tierra seca, áspera. Árboles
descoyuntados extienden sus brazos sin hojas. Un ocaso en oro viejo bruñe la
llanura. Se siente la sequía. Al fondo, en un sitio vecino al horizonte, tres
nubes negras ejecutan un ritmo indeciso. Surge un coro de indígenas macilentos,
cabizbajos, que hacen fila, como en los viejos vasos de tierra, apoyando sus
brazos sobre los hombros de sus predecesores. Hacen una marcha lenta y sorda.
Se detienen, caen de hinojos, y levantan sus brazos al cielo clamando:
CORO
DE INDÍGENAS.- “¡Juyá!” “¡Juyá!”
“¡Juyá!”.
Se doblegan y pegan sus frentes a la tierra árida. Hay un
silencio que nada interrumpe. Levantan de nuevo sus frentes, y de sus pechos
sale un largo lamento. Se incorporan y continúan su marcha, lenta y sorda,
desapareciendo en la llanura árida. Una melodía guajira entonada por un coro
interior, acompaña la marcha. Las nubes oscuras avanzan hacia el centro de la
escena, inclinadas sobre la tierra.
NUBE
1ª.- Ahora soplan brisas favorables.
NUBE
2ª.- Pronto tendrá la tierra lo que se merece.
NUBE
3ª.- El agua prometedora de nuevos verdes.
NUBE
2ª.- De oro nuevo de espigas.
NUBE
1ª.- ¡Bailemos! ¡Volquemos nuestros cántaros frescos sobre los surcos secos!
NUBE
2ª.- ¡Bailemos! ¡Hagamos el milagro de la lluvia!
NUBE
3ª.- ¡Bailemos hasta que el padre Viento detenga nuestra danza!
Inician un paso de danza al son de flautas remotas, e
inclinan sus cántaros frescos sobre la tierra estéril. Pero el milagro es
interrumpido bruscamente: la presencia de la SEQUÍA con ruda indumentaria de fibras secas
intimida a las NUBES que huyen de nuevo al fondo.
SEQUÍA.-
¡Nunca! ¡Sobre esta tierra árida no podréis marcar huellas! ¡Pasarán muchas
lunas antes de que una gota de lluvia cristalina calme su grito áspero! ¡Es mío
el tiempo! ¡Soy la Sequía y sé reinar con calma sobre la llanura desolada!
Alejaos. ¡Sólo sois nubes; nubes pesadas y viciosas que anegáis los caminos,
desbordando las aguas que corren! ¡Atrás! ¡Es mi ocasión! ¡Los hombres ya me
habían olvidado, pero me hago sentir cuando me olvidan! ¡Mueren las plantas, y
hombres y bestias huyen de mí, siguiendo otros caminos, dejando sobre sus
huellas tristes sus blancos huesos o sus cabezas deformes y deshechas! ¡Atrás,
he dicho!
Suena con aspereza su
matraca de huesos y las nubes huyen definitivamente. La Sequía lanza una
carcajada sarcástica y dice:
LA
SEQUÍA. -¡Es mi hora! ¡Es la hora fatal de la sequía!- .
Ejecuta un giro rápido
y sale. Su risa destrozada se pierde en una evidente lejanía. Ahora es el
silencio. Luego un tambor insistente y, por fin, la presencia de Patshonouy y
sus hermanas, la bella Sichisí y la siempre fragante Aritasí. Patshonouy luce
al viento sus alas transparentes, mientras las hermanas arrastran sus batas
guajiras y sus capas flotantes y multicolores.
SICHISÍ.-
(Suspirando)
¡Detengámonos! ¡Quiero un poco de alivio!
ARITASÍ.-
¡No, avancemos algo más! ¡Está lejos el agua y moriríamos si dejáramos de
apresurarnos!
PATSHONOUY.-
Bien te cuadra el nombre: Sichisí.
SICHISÍ.-
¡Soy la flor del suspiro! (Orgullosa)
ARITASÍ.-
Pero no podemos atender tu reclamo. Patshonouy (Señalando al hermano) también
lleva prisa, y el camino por andar es largo.
SICHISÍ.-
Será corto el descanso.
PATSHONOUY.-
No. Juyá, nuestro padre se enojaría aún más si no recibiera a tiempo nuestras
dádivas.
ARITASÍ.-
La lluvia tardaría en venir aún más tiempo; sería su venganza y, entonces, ya
nada calmaría la ira de Juyá.
SICHISÍ.-
(Suspirando
de nuevo) Como queráis. Yo me quedaré sola sobre esta tierra seca. Mis
piernas ya se rinden y no podría dar un paso más. (Cae lentamente sobre la tierra).
ARITASÍ.-
Te esperamos entonces. No puedes quedar sola a merced de la sequía despiadada.
No la has visto de cerca todavía. ¡Morirías de horror!
PATSHONOUY.-
Además, ya es de noche y te perderías sola en medio de la oscuridad.
SICHISÍ.-
Quedaos entonces; así dormiréis un rato largo antes de continuar la marcha. (Se
dispone a dormir).
ARITASÍ.-
Serás complacida, hermana Sichisí. (Se tiende a su lado).
PATSHONOUY.-
(Inclinándose
sobre Sichisí. Despertándola) ¡Hermana!
SICHISÍ.-
(Sin
incomodarse) Duerme, Patshonouy; aún es temprano.
PATSHONOUY.-
No, Sichisí; calmarías el hambre y la sed que me consume.
SICHISÍ.-
¿Qué dices? (Incorporándose, con su hermana)
PATSHONOUY.-
¡Eso! ¡Que
sabré imponer la ley del fuerte! ¡Que
sabré devorarte!
SICHISÍ.-
(Lanzando
un grito. Escapando) ¡No! Suelta, Patshonouy. ¡Estás loco!
PATSHONOUY.-
¡Esta sequía me mata! ¡Venid! (Persiguiéndolas) Alguien tiene que
perecer para que vivan otros. ¡Y esta vez es mía la vida!
ARITASÍ.-
(Luchando
con Patshonouy) ¡No! ¡Huye Sichisí! ¡La oscuridad será tu salvadora! (Sichisí
huye mientras Aritasi logra soltarse) ¡Y ahora serás tú quien morirá
rendido por el hambre y la sed! (Huye).
PATSHONOUY.-
(Incorporándose.
Alzándose del suelo, donde lo ha dejado tirado Aritasí. Amenazante). ¡Me
vengaré! ¡Sabréis de mi poder como hermano mayor! ¡Os daré al monstruo de
Ayajúy! Seréis su presa, antes que el padre Sol reine en el horizonte. (Sale
veloz por la derecha). (TELÓN)
ESTAMPA SEGUNDA
La Lluvia
El cerro del Ayajúy. Al fondo, los
picachos hirientes se destacan sobre el cielo del amanecer. A la derecha, la
cueva del dragón. Rocas ásperas. Vegetación mezquina, con ausencia de verdes.
El monstruo –de colosal tamaño- duerme en la boca de la cueva. Sus ásperas
escamas tienen extrañas irisaciones, y de su boca cuelga la lengua viscosa y
múltiple. Los suaves tonos de la aurora ya se anuncian sobre el cielo del
fondo. Sobre un silencio, el coro interior repite la exclamación:
CORO
INTERIOR.- “¡Juyá!”…“¡Juyá!”.
De nuevo el redoble del tambor anuncia la llegada de
Patshonouy con su conocida expresión de desequilibrio.
PATSHONOUY.-
(Aproximándose,
sigiloso, al monstruo) Aún duerme. Lanzaré mi grito para despertarlo.
No hay tiempo que perder. El día se anuncia y no tardarán ellas en pasar por
estos contornos. (Gritando).
¡Ayajúúú…! (Repitiéndolo acompañado por el eco). ¡Ayajúúú…!
El monstruo se
incorpora, abre sus grandes ojos y estira su lengua trémula, mientras prolonga
sus enormes fauces en un bostezo.
PATSHONOUY.- (Temerario). ¡Despierta! ¡Es tiempo! ¡Se anuncia un
nuevo día promisor de alegrías!
DRAGÓN.-
(Como
un estertor). ¿Qué… dices?
PATSHONOUY.-
Que el padre Sol es anunciado por la Aurora y que con él llegará el nuevo día
con sus dádivas de luz, de flores, de sustento.
DRAGÓN.-
(Bostezando
de nuevo). ¡Hay…! hambre.
PATSHONOUY.-
(Desafiante).
¡Qué importa! Mis dos hermanas pasarán por aquí; la suave Sichisí y la
tierna Aritasí. Son portadoras de dádivas fecundas al padre de la lluvia, al
gran Juyá.
DRAGÓN.-
(Tornando
sus ojos amenazadores). ¿Ju… yaáá?
PATSHONOUY.-
¡Sí! ¡Sichisí, la menuda, la ágil!...
DRAGÓN.-
(Abriendo
de nuevo sus fauces). ¡Ahhhh…!
PATSHONOUY.-
¡Aritasí, suave flor del Taparo, llena de gracia y de color!
DRAGÓN.-
(Lanzando
un rugido de apremio y de ira). ¡Ahhh…! ¡Devorarlas…! sabré.
PATSHONOUY.-
(Imponiéndose).
¡Calla! ¡Si el gran Juyá te oyera acabaría contigo y aplacaría su furia
castigándome injustamente!
DRAGÓN.- (Desafiante).
¡Soy…! Ayajúy… Ayajúúú-y… el temible.
El redoble del tambor anuncia la llegada
de las hermanas, temerosas y ágiles.
PATSHONOUY.-
¡Silencio! ¡Llegan! ¡Pronto estarán aquí! ¡Yo vuelo a otras regiones en busca
del rocío fresco y de la flor sincera! (Huye por la derecha).
Entran las dos hermanas, por la
izquierda, cogidas de las manos. Vacilan. Su paso tardo y sus miradas inquietas
buscan orientación.
SICHISÍ.-
(Sin
advertir el Dragón, que se ha ocultado momentáneamente en su cueva).
Estamos perdidas.
ARITASÍ.-
Sí. Este no es el camino.
SICHISÍ.-
Hemos dejado atrás Paraguaypoa…
ARITASÍ.-
Sí; hemos debido tomar a la derecha, hacia el lago azul de crestas blancas.
SICHISÍ.-
(Levantando
al Cielo sus ojos límpidos). ¡Juyá nos proteja!
ARITASÍ.-
(Inclinando
suavemente su cabeza). ¡Juyá nos proteja!
SICHISÍ.-
Avancemos; tal vez encontremos el camino…
Avanzan. El monstruo asoma de nuevo a la
boca de la cueva y las deja paralizadas de terror al abrir de nuevo sus enormes
fauces y lanzar un grito temible.
SICHISÍ.-
¡Hermana!...
ARITASÍ.-
¡Estamos perdidas…!
(El monstruo abre de nuevo sus fauces y lanza su aliento
mefítico)
SICHISÍ.-
¡Huyamos! (Llorando).
ARITASÍ.-
¡No puedo: su aliento me adormece!
Comienzan a vacilar y llevan sus manos a
la cabeza.
SICHISÍ.-
(En
un último esfuerzo). ¡Ju
yaáá…!
ARITASÍ.-
(Con
grito débil pero desgarrado). ¡Juyaáá…!
El monstruo avanza
sobre las hermanas. Abre aún más sus fauces y las envuelve con su lengua
múltiple… Se retira hacia su cueva. Hay un breve silencio. Luego el estampido
de un trueno que colma todo el ambiente y, al fondo, a medias, sobre los
picachos hirientes, aparece la figura imponente de Juyá, con su haz de rayos en
las manos.
JUYÁ.-
(Lanzando
su voz grave y resonante). ¿Quién me llama? ¿Quién ha turbado mi
reposo? ¡Sichisí!... ¡Aritasí!... ¿Dónde estáis?
ECO.-
¿Dónde estáis?...
JUYÁ.-
(Tras
una pausa). ¡Monstruo feroz del Ayajúy! ¡Sal fuera! ¡Te conjuro! (El
Dragón aparece, trémulo ante la fuerza de Juyá). ¡Lo he visto desde mis
alturas! Has devorado a mis hijas: la tierna Sichisí y la suave Aritasí. Han
implorado mi clemencia, y serás castigado.
(Levantando su haz de rayos).
¡Morirás fulminado por mi cólera y tu sangre hará charco mefítico de aguas
envenenadas! ¡Caiga sobre ti mi cólera celeste!
(Lanza sobre el
monstruo su haz de rayos. El monstruo cae fulminado, mientras un gran trueno
retumba y ensordece)
JUYÁ.-
En cuanto a ti, Patshonouy, vivirás errante por una eternidad y tu cuerpo de
libélula insensata será blanco de codicia y de maldad.
(Lanza un nuevo rayo
hacia la altura y desaparece en medio de la claridad. Hay un silencio. Se
escucha el ruido de la lluvia lejana y un coro interior entona un cántico de
gracia. Amanece. La media luz da paso a la luz plena del día nuevo, y el coro
de indígenas, portadores de flores frescas, de espigas doradas, de granos
henchidos y fecundos, toma posición al centro de la escena)
CORO.-
¡Juyá!... ¡Juyá!... ¡Juyá!...
(Elevan al Cielo la
fertilidad de sus presentes. Juyá aparece de nuevo sobre el cielo del fondo, en
actitud generosa y serena)
CORO.-
¡Gracias, Juyá! (Se prosternan).
MENSAJERO
1º.- La lluvia fertilizante, que ha acompañado a tu celeste ira, ha fecundado
ya nuestras cosechas.
MENSAJERO
2º.- El sacrificio de la tierna Sichisí, de la suave Aritasí, traicionadas por
su hermano Patshonouy y devoradas por el monstruo de Ayajúy, ha sido
fructífero.
CORO.-
¡Sean bendecidas!
MENSAJERO
2º.- Cada gota de lluvia cristalina sea un canto a sus memorias sobre la haz de
la tierra.
CORO.-
(Prosternado).
¡Juyá! ¡Juyá! ¡Juyá!
El dios tiende sobre
ellos sus manos justicieras.
TELÓN
C A P E Y
(Una leyenda de los indios
Taurepang)
(1946)
Personajes:
CAPEY
(La Luna)
EL
PIACHE
LA
MADRE
EL
PADRE
EL
NIÑO
HERMANO
PRIMERO
HERMANO
SEGUNDO
PRIMERA
HIJA DE CAPEY
SEGUNDA
HIJA DE CAPEY
EL
NIÑO BLANCO
ÁRBOL
PRIMERO
ÁRBOL
SEGUNDO
ÁRBOL
TERCERO
EL
PÁJARO DE LA SELVA
CUADRO
PRIMERO. La Casa del Niño.
Antes de subir el telón sale del
interior el Niño Blanco y dice:
NIÑO
BLANCO.- ¡Capey! ¡No han visto a Capey! ¡Hay que esconderse! ¡Se roba a los
niños y los lleva a su guarida! ¡Hay que esconderse! ¡De día corre los caminos
fijándose en los niños! ¡De noche los ciega con su luz y se los lleva a la
montaña! ¡Capey! ¡Hay que esconderse! (Baja al público y se esconde entre los
espectadores).
Se descorre el telón y aparece el
dormitorio del niño. Éste duerme en su cuna y la madre lo arrulla con tierna
voz).
MADRE.-
(Cantando)
Arrunango,
niño mío…
Arrunango,
corazón.
Arrunango,
Vida mía.
Arrunango…
Termina de cantar. Arropa cuidadosamente al
niño y sale de puntilla. Hay gran silencio. De pronto, por la ventana
entreabierta, se apoya una viva claridad y en el marco de la misma surge la
figura de Capey, que despide intensa luz. Se acerca sigiloso a la cuna del
niño, se inclina sobre él, sin despertarlo, y lo toma en sus brazos. Luego,
sigiloso, se dirige hacia la ventana. El niño despierta y grita:
NIÑO.-
¡Mamá! ¡Mamá!
Pero es tarde: Capey ha
ganado la ventana y sale por ella con el niño en brazos. La Madre entra,
atendiendo las voces del niño, ve el resplandor de la ventana, con marcada
extrañeza, y se acerca a la cuna. Al hallarla vacía corre angustiada a la
ventana.
MADRE.-
(Gritando) ¡Hijo! ¡Hijo! (Rompe a llorar desesperada)
¡Capey! ¡Ha sido Capey! (Cae de rodillas en el suelo).
PADRE.-
(Entrando,
con los dos hermanos) ¿Qué sucede?
MADRE.-
¡Capey! ¡Nos ha robado el niño! ¡Capey! ¡He visto su luz clara en la ventana!
PADRE.-
¡Hay que seguirlo! (Resuelto)
MADRE.-
¡Sería inútil!... Su luz te cegaría y quedarías en el camino como un árbol.
PADRE.-
¡Has debido cerrar la ventana!
MADRE.-
La noche quemaba; habría muerto el niño.
PADRE.-
Y ahora, ¿qué hacer?
MADRE.-
(Llorando)
¡Capey! ¡Capey!
HERMANOS.-
¿Qué hacer…?
NIÑO
BLANCO.- (Desde el público) ¡Yo sé lo que hay que hacer!
PADRE.-
¿Quién habla?
NIÑO
BLANCO.- Soy yo: el Niño Blanco.
PADRE.-
¿Y dices que sabes lo que hay que hacer?
NIÑO
BLANCO.- ¡Sí!
PADRE.-
Pues sube acá.
El Niño Blanco sube al escenario y dice:
NIÑO
BLANCO.- ¡Capey! ¡Ha sido Capey! ¡Lo he visto desde allí; entró por la ventana
y se llevó al niño en sus brazos!
PADRE.-
¿Y qué podemos hacer contra Capey?
NIÑO
BLANCO.- Muy fácil: yo conozco al Piache, él sabrá encontrar a Capey y nos
devolverá al niño sano y salvo.
PADRE.-
Pues ve a buscarlo; te aguardamos.
Sale el Niño Blanco.
Pausa. El Padre se arrodilla junto a la cuna y toma su cabeza entre las manos.
Vuelve el Niño Blanco con el Piache, que viste un traje primitivo y lleva en
sus manos una macana.
TODOS.-
¡Piache! ¡Piache! (De rodillas)
PIACHE.-
Paz, hijos míos. Contad lo que os pasa.
MADRE.-
(Avanzando)
¡El niño…!
PADRE.-
(Concluyendo)
¡Capey nos ha robado el niño!
NIÑO
BLANCO.- Ha entrado por la ventana con su luz y se ha llevado el niño en
brazos.
PIACHE.-
(Alzando
sus brazos) ¡Capey ha huido a la montaña! ¡Capey roba a los niños y se
los lleva a su choza! ¡Capey será castigado!
TODOS.-
¡Piache! ¡Piache! (Caen de nuevo de rodillas)
PIACHE.-
De pié, hijos míos. Hay que subir a la montaña. El Niño Blanco, me acompañará.
Ustedes, esperan aquí. En el camino los árboles amigos seguirán nuestros pasos.
Aguarden; ellos traerán al niño perdido de sus brazos. ¡Que el Señor de todos
los creyentes quede con ustedes en mi ausencia! (Levanta su mano, suspendiendo el
dedo índice y el medio, y sale suavemente seguido del Niño Blanco).
Telón
lento.
INTERMEDIO.
El Coro canta a media voz.
CORO.-
Capey se roba al niño,
lo lleva a la montaña,
lo guarda en su cabaña,
Capey lo dormirá.
Sigamos el camino
que lleva a su choza,
sus múcuras de loza
el Piache romperá.
Los árboles amigos
sus sombras prestarán,
al niño de la mano
a casa volverán.
CUADRO
SEGUNDO. La Casa de Capey.
La montaña. Un paisaje
árido. Cardos y espinos. A la izquierda, la choza de Capey con su techo de
palmas. Vasijas y redes por el suelo. Una escala de cuerda en un rincón. Sobre
una estera, duerme el niño. Capey habla con sus dos hijas.
CAPEY.-
No estamos seguros. El piache acecha. El piache sabe todo.
HIJA
1.- Podremos esperar hasta mañana.
HIJA
2.- Tendremos tiempo.
CAPEY.-
No, el piache acecha. El piache vendrá pronto.
HIJA
1.- ¿Y qué haremos cuando venga?
CAPEY.-
Un saludo de respeto.
HIJA
2.- ¿Y le entregaremos al niño?
CAPEY.-
No; el niño es bello. El niño hay que guardarlo con nosotros.
HIJA
1.- ¡Pero es difícil engañarlo!
CAPEY.-
Sí, hija mía, pero su astucia tiene límites. Sabremos esconderlo.
HIJA
1.- ¿Cómo, padre?
CAPEY.-
Muy fácil. ¿Veis aquellas dos vasijas?
HIJAS.-Sí.
CAPEY.-
Esconderemos al niño debajo. Son las ollas de cocer el alimento; el piache no
sospechará nunca que el niño esté debajo.
HIJA
1.- Está bien, padre.
CAPEY.-
Ayúdenme entonces a esconderlo. No hay tiempo que perder. El sol avanza y el
piache no tardará llegar.
Capey toma al niño en
sus brazos y lo coloca en el suelo. Las dos hermanas alzan la olla pequeña y
tapan con ella al niño. Capey contempla su obra.
CAPEY.-
¡Bien! Y ahora a mí, cuando llegue el piache le diréis que he salido; sabría
leer en mi semblante la mentira. ¡Colocadme la olla grande! (Las
hijas lo obedecen. Capey asomando la cabeza antes de ocultarse
definitivamente). ¡Y no
digáis a nadie dónde estoy yo ni el niño!
HIJA
1.- ¡Descuidaos, padre! (Pausa) ¡Y ahora corramos a nuestra
casa y cerremos la puerta! ¡Me da mucho miedo ver al piache!
HIJA
2.- ¡Y a mí…! (Entran en la casa y atrancan la puerta)
(Pausa. Por la derecha, sigiloso, entra
el Piache con el Niño Blanco, seguido de los árboles amigos que se sitúan al
fondo)
PIACHE.-
Esta es la casa. Capey duerme. Será fácil sorprenderlo.
ÁRBOL
1.- No está en la casa.
ÁRBOL
2.- El ceibo nos lo ha dicho en el camino.
PIACHE.-
Lo sé hermanos. Pero duerme. Su luz no se ve por ninguna parte.
NIÑO
BLANCO.- Toquemos a su puerta.
ÁRBOL
1.- ¡Chisss! ¡Cuidado!
ÁRBOL
3.- ¡Podría escaparse!
PIACHE.-
No hay temor. Venceremos sus crudas artes. (Se acerca a la puerta de la choza y la
golpea con su macana. Silencio).
NIÑO
BLANCO.- ¡Nadie!
El Piache golpea
nuevamente la puerta y una tercera vez. La puerta se abre y salen afuera las
dos hijas.
PIACHE.-
¿Dónde está vuestro padre? (Las hijas callan) ¡Hablad! (Las
hijas callan) ¡Hablad! (Amenazándolas)
¡Está bien! ¡Pero lo sabré en seguida! (Al Público) ¿Dónde está Capey?
PÚBLICO.-
¡Allí, debajo de la olla!
ÁRBOL
1.- (Burlón.
Riendo) ¡Mírale las orejas!
ÁRBOL
2.- ¡Y el rabito!
ÁRBOL
3.- ¡Fuera el bribón!
TODOS.-
¡Afuera!
El Piache se acerca a
la olla grande y la rompe con su macana. Capey se endereza, librándose de los
tiestos rotos, y queda de pie, cabizbajo, ante el Piache.
PIACHE.-
(Amenazando
a Capey con su macana) ¿Dónde está el niño? ¡Habla! (Capey
calla) ¿Es poca tu infamia? ¿Quieres añadir tu silencio y esconder por
más tiempo lo que no es tuyo? (Capey calla. El Piache lo amenaza de nuevo
con energía) ¡Habla! (Capey calla) ¡Está bien! Sabré
encontrar lo que me escondes. (Al Público) ¿Dónde está el niño?
El Público responde y el Piache rompe la olla pequeña.
NIÑO
BLANCO.- ¡El niño!
PIACHE.-
(Levantando
al niño con cuidado y entregándoselos a los árboles). Tomadlo. Está dormido. Llevadlo en
vuestros brazos y entregadlo a sus padres. No le hagáis hacer camino; se
romperían sus piececitos.
ÁRBOL
1.- ¡Es menudo como una almendra dulce!
ÁRBOL
2.- ¡Es liviano como la flor del ceibo!
(Salen Árbol 1 y 2).
PIACHE.-
(Volviéndose
a Capey) En cuanto a ti, Capey, aléjate de aquí. No quiero verte más ni
a ti ni a tus dos hijas. Has manchado con el pecado la tierra hospitalaria y no
eres digno de vivir más en ella. (Capey escucha cabizbajo) ¡Que no
vuelvan mis ojos a hallarse con los tuyos! ¡Vamos niño! (Toma al Niño Blanco de la mano y
sale con reposo y dignidad).
CAPEY.-
(Después
de un silencio. Sentándose en una piedra del camino) Hijas mías: es
doloroso dejar la tierra, nada es comparable al bienestar que nos proporciona.
Pero lo habéis oído: el piache me arroja de ella. De nada valdría el
arrepentimiento del pecado; cuando el piache habla, hay que obedecerle.
HIJA
1.- Y ¿a dónde iremos?
HIJA
2.- Todos los caminos nos llevan a la tierra.
CAPEY.-
Sí, hijas mías. Sólo una idea se me ocurre: recurrir a las artes mágicas que he
heredado de mis padres y convertirme en animal.
HIJA
1.- ¿Y qué animal serás?
HIJA
2.- ¡Conviértete en Chigüire!
CAPEY.-
(Meneando
la cabeza) No, Chigüire será comido.
HIJA
1.- Conviértete en Danta.
CAPEY.-
(Negando)
No, Danta será comida por los indios.
HIJA
2.- Entonces, transfórmate en Báquira.
CAPEY.-
No, Báquira y todos los animales de pelo serán comidos.
HIJA
1.- Tendrás entonces que tomar la forma de un pájaro. ¡Vuélvete un Paují!
CAPEY.-
No, Paují será comido.
HIJA
2.- Transfórmate en Camata, entonces.
CAPEY.-
No, Camata y todos los pájaros, lo mismo que los peces, serán comidos. Es mejor
que me marche de la tierra, como dijo el piache. Me voy al cielo. En el cielo
se está uno más tranquilo. Desde allí alumbraré las noches de mis hermanos los
hombres. He pecado, es verdad, pero ha sido la belleza que me ha inducido a
ello. ¡Vayámonos al cielo!
HIJA
1.- ¿Pero cómo subiremos? ¡Está lejos el cielo y el camino es muy largo!
CAPEY.-
Todo puede resolverse con un poco de ingenio. (Acercándose a un rincón y
tomando un bejuco de cadena) ¿Veis este bejuco? Anudaremos su extremo y
por él subiremos al cielo.
HIJA
2.- Y ¿cómo podríamos sujetarlo? ¡Volvería a caer aunque lo lanzáramos muy
lejos!
CAPEY.-
Es fácil, hijas mías. Siempre es fácil encontrar un amigo quien nos tienda la
mano. (Silbando) ¡Pajarito de la selva! ¡Hermano! ¡Ven aquí! ¡Es
Capey quien te llama!
(Por
el aire, entra un pajarito multicolor)
PAJARITO.-
¿Qué quieres, hermano?
CAPEY.-
Contéstame, ¿te he hecho daño alguna vez?
PAJARITO.-
Nunca, hermano.
CAPEY.-
Estoy en un apuro. ¿Podrías servirme?
PAJARITO.-
Siempre y cuando pueda, Capey.
CAPEY.-
Quiero fijar este bejuco en el cielo; quiero subir por él. El piache me arroja
de la tierra y quiero ir al cielo a alumbrar desde allí a mis hermanos los
hombres.
PAJARITO.-
Está bien. Podré servirte. Haré un vuelo alto. Coloca el bejuco en mi pico y yo
lo llevaré hasta el mismo cielo. (Capey lo hace)
El Pajarito se aleja con el bejuco en el pico por lo
alto. Capey se agarra firmemente al extremo del bejuco y empieza a elevarse
gradualmente.
CAPEY.-
(A
sus hijas) ¡Seguidme, hijas mías! Yo subiré hasta lo alto y desde allí
alumbraré las noches de los hombres. Vosotras iréis más lejos; seréis dos
nuevas estrellas que adornarán el cielo con su belleza. ¡Arriba, hijas mías,
arriba…! (Se pierde en lo alto y las dos hijas tienden sus manos tratando de
alcanzarlo. El telón cae lentamente).
Aparece de nuevo el Niño Blanco y dice a telón corrido:
NIÑO
BLANCO.- Y fue así como Capey, que era un hombre como nosotros, subió a los
cielos a alumbrar las noches con su luz clara y suave. Hoy lo llaman La Luna y
reina en el espacio acompañado de sus dos hijas Las Estrellas. (Se
oculta).
Fin.
A C A L
A P I Y E I M A
(1950)
FIGURAS:
ACALAPIYEIMA, el primer hombre.
CAINANOG, el lucero del alba.
LA LUNA.
EL SOL.
LA TARDE.
LA CURIOSIDAD.
PRIMERA HIJA DEL SOL.
SEGUNDA HIJA DEL SOL.
EL SAPO.
CORO DE NUBES.
CORO DE TINIEBLAS.
ACTO ÚNICO
DECORADO:
Una isla desierta. Al fondo, el mar azul; a la izquierda, una palmera
solitaria.
ACCIÓN:
Un silencio. Luego se oye el croar áspero del sapo y salta éste a escena con
Acalapiyeima sobre su espalda. Croa de nuevo, ejecutando un nuevo giro, y logra
derribar al hombre, a quien deja tendido en tierra, y sale por el lado opuesto
con ritmo grotesco.
ACALAPIYEIMA.-
(Acongojado,
retorciéndose sobre la arena). ¡Ah! ¡Piedad! ¡No he querido ofenderte!
¡Piedad! (Solloza) ¡Ah, cuánto frío! (Tirita) ¡Ah! (Consigue
ponerse de rodillas). ¡Y…! ¿Dónde estoy? (Gritando) ¿Dónde estoy?
ECO.-
(Dentro)
¿Dónde estooy…?
ACALAPIYEIMA.-
¡Solo! (Se tumba de nuevo y solloza)
CAINANOG.-
(Apareciendo
por la derecha). ¡El hombre! ¡Siempre el hombre! (Lo toca con la punta de su pie).
¿Quién eres?
ACALAPIYEIMA.-
(Incorporándose.
Reconociéndolo) ¡Ah! ¡Tú! (Sorpresa. Desconcierto). ¿Eres…?
CAINANOG.-
Sí. Soy Cainanog, el lucero del alba. Cada día gozas de mi belleza sin
concederme más que tu mirada. Ya veo que me conoces.
ACALAPIYEIMA.-
(Frenético)
¡Tú! ¡Sí! ¡Tú…! Dime tú: ¿dónde estoy?
CAINANOG.-
En la isla sagrada que queda en el centro mismo de los mares. Estás solo;
completamente solo.
ACALAPIYEIMA.-
¡Solo! (Llora) Muero de frío; es la noche y la sombra.
CAINANOG.-
Es tu pena. Sólo se llega aquí por el castigo de una culpa.
ACALAPIYEIMA.-
(Humillado)
Quise atrapar al Sapo para jugar con su piel verde y reír de sus ojos de agua;
pero él logró derribarme y me ha traído sobre sus lomos, a través de los mares
salados, hasta esta tierra sola.
CAINANOG.-
¿Y qué quieres que haga? (Se dispone a salir)
ACALAPIYEIMA.- (Suplicante)
¡No! ¡No! ¡Detente! ¡Tengo frío! ¡Estoy frío!
CAINANOG.-
(Implacable)
¡Nada puedo yo hacer!
ACALAPIYEIMA.-
¡Sí! ¡Llévame lejos! ¡Puedes! ¡Tiende tu mano y llévame prendido a un hilo de
tu luz, hasta los cielos! ¡Ten compasión! ¡Ayúdame!
CAINANOG.-
No puedo. Nada me has dado todavía. Al Sol ofreces siempre tus tortas de
casabe; durante el día las pones sobre el techo de tu rancho y, por las noches,
no dejas nada para mí. Arréglatelas solo, yo te veré de lejos en cada amanecer. (Va
a salir).
ACALAPIYEIMA.-
¡No! ¡Espera! ¡No te pediré tanto! ¡Dame tan sólo un poco de calor! ¡Ya me
siento morir! El frío sacude mis huesos uno a uno.
CAINANOG.-
No te quiero ayudar. Pídele ayuda al Sol. Él recibe cada día tus dádivas. Yo
no. Te dejo con tu soledad y tu miseria.
ACALAPIYEIMA.-
¡Ah! (Llora
desesperado). ¡Pobre abandonado! (Se incorpora. Camina a tientas. Una luz por
la izquierda lo deslumbra). ¡Ah! ¡La madre de luz! ¡Tú sí! ¡Tú sí! ¡Oh,
Luna! Consuela mi dolor.
LUNA.-
(Por
la izquierda). ¿Qué quieres? Hace rato que te siento gemir. Tu lamento
perturba mi serenidad e inquieta la calma fría de mis metales.
ACALAPIYEIMA.-
¡Quiero que me lleves de aquí! ¡Viviré en tu palacio y seré tu mensajero de los
hombres!
LUNA.-
Imposible. Has sido malo. Lo he visto desde mis alturas. El sapo subió al árbol
verde y oscuro y vivía allí con la luz y con la sombra. No hacía daño a nadie.
Pero tú envidiabas su quietud y querías atraparlo. Rondabas noche y día a su
alrededor, le lanzabas guijarros y, una noche, esta noche, mientras dormía,
conseguiste atraparlo. Todos sabemos que es vengativo. Su amenaza se ha
cumplido. Te ha cargado sobre sus lomos, erizados de pústulas, y te ha
abandonado en esta isla, que es la última del mundo.
ACALAPIYEIMA.-
¡Perdón! ¡Sí! ¡Pero sálvame! ¡Llévame a su morada! ¡Dame tu luz y tu contacto
tibio!
LUNA.-
Imposible. La ley de las compensaciones lo prohíbe. Nada he recibido de ti.
Acude al Sol, a quien rindes tributo. Él recibe tus dádivas, tus tortas de
maíz, tu ofrenda de casabe. Él sabrá socorrerte. (Va a salir).
ACALAPIYEIMA.-
(Desesperado).
¡Detente! ¡Escucha!
LUNA.-
Imposible. ¡Es la ley de las compensaciones!
ACALAPIYEIMA.-
Está lejos el Sol.
LUNA.-
Espera. Más lejos aún está de mí y, sin embargo: espero. (Sale).
ACALAPIYEIMA.-
¡Oh! ¡Ni Cainanog ni Ella! ¡Sólo me queda el Sol! ¡Esperaré su vuelta! (Se
tumba sobre la arena y duerme).
Melodías de flautas y tambores. Amanece.
Por el fondo, en una barca luminosa, llega el Sol con sus hijas. Las sombras,
envueltas en negros velos, atraviesan la escena.
SOL.-
(Desembarcando).
¡Es la hora! Hay que detenerse en estas regiones antes de continuar el viaje.
HIJA
1ª.- Ya han huido las sombras.
HIJA
2ª.- Ya Cainanog se hizo invisible.
SOL.-
¡Atentas, hijas! ¡Un ser humano! ¡Ha sido mancillado este alto!
HIJA
1ª.- ¡Un hombre!
HIJA
2ª.- ¡Un hombre!
Los dos hijas del Sol llenas de asombro
se arrodillan, junto a Acalapiyeima y lo vuelven cara arriba.
SOL.-
(Contemplándolo).
¡Ah! ¡Es Acalapiyeima!
ACALAPIYEIMA.-
(Bruscamente
de pie, enceguecido). ¿Quién eres?
SOL.-
Soy el Sol.
ACALAPIYEIMA.-
¡El Sol! ¡El Sol! ¡Tú sí! ¡Tú sí puedes salvarme!
SOL.-
¿Qué te ocurre? ¿Cómo te hallas aquí?
ACALAPIYEIMA.-
El Sapo. El Sapo perverso y maligno me arrojó a esta costa solitaria. Estoy
rodeado por los mares salados. ¡Sálvame! ¡Llévame a tu morada!
SOL.-
Serás llevado. Cada día recibo tu mensaje de amor, tu ofrenda de casabe y tu
pan de maíz. Serás salvado. En cuanto al Sapo, cada día quemaré sus lomos con
mis rayos.
ACALAPIYEIMA.-
(Tiritando).
¡Calor, padre, un poco de calor!
SOL.-
Aguarda. Vuélvete de espaldas. Hijas mías, ornad mi frente con los atributos;
mi sombrero de plata, mi tocado de plumas de loro y mis orejas de élitros de
escarabajo.
Las hijas corren a la barca y traen los
ornamentos que van colocando simultáneamente al Sol. Éste extiende sus manos
hacia el hombre arrodillado y la espalda de Acalapiyeima comienza a calentarse.
ACALAPIYEIMA.-
(Lanzando
un grito agudo). ¡Ah! ¡Ya está bien, padre; me abraso!
SOL.-
Ahora ve con mis hijas. Ellas refrescarán tu piel cansada con el azul del mar,
ellas prenderán tus cabellos y cubrirán tu cuerpo con vestiduras frescas.
Puedes pedir cuanto desees. Lo mereces. Es la ley de la compensación. Has sido
bueno conmigo y quiero premiar tu devoción dándote por esposa a una de mis
hijas. Puedes escoger, a tu gusto. Yo voy a hacer un rato de descanso. (Sale
por la izquierda).
Las dos hijas llevan a Acalapiyeima,
indeciso, a la orilla del mar y allí lavan su rostro y sus manos con aguas
frescas y saladas, y coronan su frente con rosas que sacan de la barca y ornan
su cuello con guirnaldas de flores multicolores. Acalapiyeima ríe. Suave música
de flautas acompaña el milagro. Acalapiyeima contempla a las hijas del Sol sin
comprender cuál es la más hermosa.
HIJA
1ª.- ¡Estás servido, Acalapiyeima!
HIJA
2ª.- Estás servido.
Entra el Sol.
HIJA
1ª.- ¡Padre! ¡Ya hemos cumplido!
SOL.-
Estás fuerte y hermoso, Acalapiyeima. Ahora duerme. Reposa en mi canoa y
emprenderemos viaje al caer de la tarde. Me alejo con mis hijas a cumplir mis
funciones. Lo tendrás todo, pero sé obediente: no salgas de mi barca hasta la
llegada de la tarde, pues sino perderás tu belleza y serás indigno de sentarte
a mi diestra en el palacio de los altos. ¡Obedece, Acalapiyeima!
ACALAPIYEIMA.-
(De
hinojos). Padre, cumpliré tus mandatos.
Salen el Sol y sus hijas. Acalapiyeima
se dirige a la barca y se tiende dentro de ella. Una melodía primitiva teje su
sueño blando. La luz se hace fugaz e indecisa. Una figura sombría, barbada y
cubierta de lianas se acerca lentamente a la barca y le llama:
CURIOSIDAD.-
¡Acalapiyeima! ¡Acalapiyeima! ¡Acalapiyeima!
ACALAPIYEIMA.-
(Incorporándose).
¿Quién me llama?
CURIOSIDAD.-
Soy yo. La compañera de todo solitario. La que vive en la tierra y en los
cielos. Soy la curiosidad. Ven conmigo, iremos lejos en busca de lo
desconocido. Puedo ofrecerte mucho. Soy más fuerte que nuestro padre el Sol.
¡Ven! (Toma a Acalapiyeima de una mano y lo hace salir de la barca).
Ten con fuerza los hilos de mi traje y déjate venir conmigo. Por ellos podrás
conocer las bellezas que encierran los lugares nuevos. ¡Ven! (Acalapiyeima
obedece y sale, como un sonámbulo, prendido de los hilos de la curiosidad).
Hay una pausa y un coro lejano se deja
oír. Es la tarde que llega con sus atributos de estrellas pálidas y su coro de
nubes multicolores, cantando una melodía simple.
TARDE.-
Este es el sitio. El padre Sol vendrá a cumplir su cita como siempre y, como
siempre a mi lado, partirá hacia la región rubia del nuevo día. Vosotras
formaréis el cortejo.
Las nubes se postran y aparece de nuevo el Sol,
acompañado de sus hijas.
SOL.-
Bienvenida. Tardabas. La fatiga empieza ya a rendirme. Me cansaba el andar
errante y anhelaba mi barca para ir en busca de los nuevos horizontes.
CORO
DE NUBES.- ¡Padre Sol! ¡Padre Sol! ¡Padre Sol!
TARDE.-
Parte. Ya se acerca la noche con sus cortejos fúnebres que no quieren nada de
ti. ¡Parte!
SOL.-
(Se
inclina). Vamos. Pero antes despertamos al joven durmiente, al valiente
Acalapiyeima, que hoy forma parte del cortejo. (Se acerca a la barca y queda
atónito de no encontrarle. Luego lanza su voz amenazante).
¡Acalapiyeima! (Pausa) ¡Acalapiyeima!
Acalapiyeima aparece por la derecha, con
sus ropas en desorden, su tez cuarteada y sus cabellos blancos.
ACALAPIYEIMA.-
(Solloza).
¡Padre! ¡Padre! (Cae de hinojos ante el Sol).
Las dos hijas
cubren sus rostros, llenas de horror.
SOL.-
(Autoritario).
¿Dónde has ido? ¿Quebrantaste mi mandato?
ACALAPIYEIMA.-
¡Ella! ¡Ha venido a buscarme! Me ha ofrecido su reino que es la tierra y el
cielo y el renovarse eternamente. Me ha llevado consigo.
SOL.-
¡Y has quebrantado mi mandato!
ACALAPIYEIMA.-
¡Perdón, padre! Me he mirado al espejo de una fuente y he encontrado el horror
de mi cara surcada y mis cabellos muertos. ¡Perdón padre! Dame la vida; tu vida.
¡Concédeme de nuevo tu hermosura y tu fuerza!
SOL.-
Imposible. Has desobedecido y soy inexorable. No hay perdón para ti. Vivirás
muchos años; es lo que te concedo. Pero conocerás la muerte y tu descendencia
padecerá el mal gris de la vejez. El mismo que ahora afea tu rostro y mata tus
cabellos. (Vuelve la espalda a la tarde). ¡Vamos!
El Sol toma a la tarde de la mano y sale seguido de sus
hijas y el cortejo de nubes.
ACALAPIYEIMA.-
¡Oh, Sol! ¡Oh, padre Sol! (Solloza. Cae por tierra).
Las tinieblas acuden
presurosas y tienden sus negros mantos sobre Acalapiyeima entonando suavemente,
por lo bajo, sus himnos funerarios.
TELÓN
LA MARACA DEL BÁQUIRO SALVAJE
(Una leyenda de la Guayana
Venezolana)
(1965)
Personajes:
MAICHAK, el cazador.
DOÑA
ARDITA, ardilla.
DON
MATACO, el cachicamo.
PUPE,
la hermana.
MOLU,
el cuñado.
DON
BÁQUIRO.
CORO
DE BÁQUIROS.
CUADRO PRIMERO
ESCENARIO:
Un lugar en lo más intrincado de la selva. El color juega
en rojo, azul y verde. Al foro derecha, un bejucal con entradas. Foro izquierda
abre su boca la cueva de don Mateo, el cachicamo. Es la hora de la tarde,
cuando retozan las ardillas y los báquiros y los felinos de la selva empiezan
su ronda habitual.
Con sinfonías de tambores, flautas y maracas, entre voces
perdidas, se abre la cortina.
VOCES.-
(Dentro,
llamando). ¡Maichak! (Pausa) ¡Maichak! (Silencio)
¡Maichak! (El llanto del Araguato responde).
ARAGUATO.-
(Dentro)
¡Hum hi! ¡Hum hi! ¡Hum hi!
Redobla el tambor.
Maichak salta a escena. A su espalda la aljaba y la
cerbatana, en sus manos, el arco tenso. Una pluma flexible adorna su cabeza. Se
inclina hacia atrás y dispara su flecha. Luego se inclina sobre la barandilla e
invoca al gran dios:
MAICHAK.-
¡Iboroquiano!
ARDITA.-
(Saltando
y sentándose en la barandilla. Saludando). ¡Maichak! ¡Buenas tardes,
Maichak!
MAICHAK.-
¡Doña Ardita! ¿Qué busca por aquí? Hay cunaguaros cerca, hay osos colmeneros y
algún puma celoso que anda en busca de ardillas.
ARDITA.-
Ya lo sé. Más no me importa: tengo el cuerpo más ágil de la selva. ¿Lo ves? (Se
mueve haciendo gracias). ¡Y la cola más firme! (La mueve, acariciando las
narices de Maichak).
MAICHAK.-
(Estornudando).
¡Aaah, chís!
ARDITA.-
Ando en busca de huevos para mis pequeñuelos, y aunque la casa es alta, los
tendré entre mis manos. Si se caen, son manjar delicioso para el oso y el
tigre. Los huevos de paují son mejores
que ardillas masticadas. Se comen con más gusto. Y tú, ¿qué haces?
MAICHAK.-
Ya lo has visto: lanzar mi flecha en vano. Antes del mediodía ya cruzaba la
selva. He gastado mis dardos y ni una sola presa ha caído a mis manos. Luego
Pupe, mi hermana, me dice que soy flojo y que sólo estoy listo durmiendo en el
chinchorro, cuando cazo soñando. Mi cuñado, al volver, me recibe a estacazos.
Por eso, como ves, al cristal de la tarde disparo rosas blancas, que son sueño;
y clavellinas, que son pasión y muerte; y alguna que otra estrella que ha
dormido en mi aljaba y es talento perdido.
Maichak llora sobre la barandilla.
ARDITA.-
¡Pobre Maichak! No llores. En este mundo inquieto de la selva todo tiene
remedio… Escóndete conmigo en ese bejucal y verás un milagro del gran
Iboroquiano, que es nuestro padre eterno.
Maichak y Doña Ardita se esconden en el
bejucal.
Dentro de su cueva, se oye cantar a Don Mataco, el
cachicamo.
MATACO.-
(Cantando).
Poyen, poyin, maracayi
maraca sicha camuay.
Don Mataco sale de la cueva cantando y
bailando. En sus manos lleva una gran maraca.
ARDITA.-
(Subiendo
por el tronco que se encuentra en medio del bejucal). ¡Sube! ¡Sube! (Maichak
trepa detrás de la ardilla). ¡Calla! ¡Y mira!
MATACO.-
(Carcajada).
¡Ja, ja, ja, ja, ja! ¡Y ahora son ellos los que bailan! ¡Ja, ja, ja, ja, ja!
Levanta la maraca sobre su cabeza y la
sacude una vez y otra y otra: tres veces. Se escucha un gran gruñido colectivo
que se acerca. El cachicamo se retira a la boca de su cueva. Una manada de
báquiros llena el claro de la escena y empieza a bailar al canto del mataco.
MATACO.-
(Cantando).
Poyen, poyin, maracayi
maraca sicha camuay.
ARDITA.-
¿Lo ves? ¡Está encantada! ¡La maraca del cachicamo está encantada!
MAICHAK.-
Si disparo los dardos que me quedan, mataré cuatro o cinco.
ARDITA.-
¡Espera! Al dar fin esa danza, al marcharse los báquiros, caerás sobre el
mataco y tendrás la maraca. Entonces los báquiros del bosque serán tuyos.
¡Espera! ¡Espera y triunfa!
El cachicamo deja de cantar, cesa la
danza y los báquiros huyen en todas direcciones.
ARDITA.-
¡Ahora, salta!
Maichak desciende del viejo tronco y,
abriéndose paso por entre los bejucos, cae de sorpresa sobre el cachicamo.
MATACO.-
(Gritando).
¡No! ¡No! ¡Favor! ¡Suelta!
Logra escapar y Maichak lo persigue por todo
el teatrillo. Maichak imita el grito y el rugido de las fieras para
amedrentarlo. Sobre la barandilla lo domina y le arranca la maraca.
MAICHAK.-
¡Dámela!
MATACO.-
¡Mía! ¡Mía! ¡Mía! (Procurando reconquistarla).
MAICHAK.-
¿Por qué es tuya?
MATACO.-
La he robado al Gran Báquiro, el rey de la manada, y hace tiempo que es mía. A
mi astucia la debo.
MAICHAK.-
Hoy puede más mi fuerza, que es la ley de la selva.
MATACO.-
(Llorando).
No me la quites. ¡Dámela!
MAICHAK.-
¡No quiero! Paso hambre muchas veces. Con ella tendré carne: los báquiros son
míos.
MATACO.-
(Dando
un gran salto). ¡Dámela!
MAICHAK.-
¡Quieto! ¡Te tengo en puntería!
Apuntándolo con la flecha en su arco tenso.
La maraca a la espalda.
MATACO.-
Estoy perdido. No puedo contra ti. Eres el poderoso.
MAICHAK.-
¡Dame el secreto!
MATACO.-
Suénala. Por sobre tu cabeza. Una vez y otra y otra. Son tres veces. Los
báquiros acudirán a ti. Ya los has visto; cantas, y bailarán. Pero no es todo:
sólo tres veces sonarás la maraca. ¡Ten cuidado, Maichak! Si más de tres veces
la suenas los báquiros marcharán sobre ti, perderás tu poder y serás victima de
su venganza. Son muy crueles, Maichak, y nada se parecen a un pobre cachicamo.
Eso es todo, Maichak. ¿Me dejas libre?
MAICHAK.-
¡Vete! Pero si falla tu secreto verás arder tu casa por todos los rincones.
MATACO.-
No temas. Seré ladrón astuto, pero no sé mentir. Buenas tardes, Maichak; y otra
vez, por nobleza, no abuses del vencido. (Se retira a su cueva).
ARDITA.-
(Desde
lo alto del tronco, ríe). ¡Ja, ja, ja, ja, ja! (Se esconde en el bejucal).
MAICHAK.-
(Canta).
Poyen, poyin, maracayi
maraca sicha camuay.
MAICHAK.- (Levanta la maraca sobre su cabeza y la
suena tres veces). ¡Una…! ¡Dos…! ¡Tres…!
Entran de nuevo los báquiros y bailan,
mientras Maichak canta:
Poyen, poyin, maracayi
maraca sicha camuay.
Arma el arco y dispara una flecha y otra
y otra sobre los báquiros indefensos.
MAICHAK.-
¡Una…! ¡Dos…! ¡Tres…! ¡Ja, ja, ja!
Tres báquiros caen muertos sobre la
barandilla, los demás huyen; Maichak los recoge y los arrastra.
MAICHAK.-
¡Ahora Pupe y Molú no dirán que soy un holgazán!
C
O R T I N A
CUADRO SEGUNDO
ESCENARIO:
La patali, la casa de Pupe y Molú. Tonos
sepias. Botijos de barro. Múcuras de superficies ahumadas. Un pilón primitivo.
Arcos y aljabas en las paredes. Al fondo, un chinchorro. Pupe, mujer fuerte, la
mayor de la casa, muele granos sobre un pilón de piedra y canta entre dientes una
canción incomprensible.
PUPE.-
¡Hum! ¡Hum! ¡Hum!
El marido entra por la derecha.
MOLÚ.-
¿Y Maichak?
PUPE.-
(Sin
dejar de trabajar). Duerme. Nació dormido y morirá dormido. ¡Ahí está!
, en el chinchorro.
MOLÚ.-
(Se
acerca al chinchorro). ¡No! ¡Maichak no duerme! Su sitio está vacío.
PUPE.-
¡Lo habría jurado! Andará por la selva,
o en el río, viendo correr las nubes en las ondas.
MOLÚ.-
Si vuelve con las manos vacías, le cruzaré la espalda a bejucazos…
Entrando Maichak.
MAICHAK.-
¡Ja, ja, ja! Con tu bejuco harías mejor un lazo para colgar las presas. Mira
bien lo que traigo. (Muestra los báquiros).
MOLÚ.-
¡Báquiros! (Se mueve junto a los animales que descansan sobre la barandilla).
¡Y están muertos!
MAICHAK.-
¡Bien muertos!
PUPE.-
(Acercándose).
¿Báquiros?
MAICHAK.-
¡Báquiros!
PUPE.-
¿Cómo has hecho? Tus flechas nunca han dado en el blanco. Disparas a los cielos
rosas o clavellinas o estrellas de color.
MAICHAK.-
Hermana: mis flechas son certeras. Soy un buen cazador. Desde hoy volveré
siempre con tres o cuatro presas. ¡Como esas! ¿Las veis? Voy a dejar mis armas
y a lavar en el caño mi cuerpo fatigado. La luz Chía, que alumbre la montaña,
me limpiará de culpas. (Deja la maraca y las armas en el chinchorro
y sale por la puerta de la derecha).
PUPE.-
(Repitiendo,
recelosa, la frase de Maichak). “La luz Chía, que alumbre la montaña,
me limpiará de culpas”. Molú, ¿qué piensas de esto?
MOLÚ.-
¡Que hay trampa!
PUPE.-
¡Maichak, mal pescador y peor cazador, no ha matado estos báquiros!
MOLÚ.-
¡Hay trampa!
PUPE.-
Algo habrá de por medio. Amuletos, poderes de Canaima…
MOLÚ.-
¡Hay trampa!
PUPE.-
Requisa su armamento.
MOLÚ.-
(Se
acerca al chinchorro). Sólo una cerbatana, un arco y una flecha.
PUPE.-
¡Mira bien! ¡Eres lerdo!
MOLÚ.-
Un arco… y una flecha… Y una maraca inmensa…
PUPE.-
¿Una maraca has dicho?
MOLÚ.-
Mírala. (La suena).
PUPE.-
Será algún hechicero que le ha dado poderes… ¡Suénala! (Molú suena la maraca de nuevo). Tiene
un sonido extraño, como tiembla la selva ante el fuego y el trueno. (Molú
vuelve a sonarla).
Maichak entra inesperadamente.
MAICHAK.-
¡Mi maraca! ¿Por qué la suenas?
PUPE.-
¿Dónde la has encontrado?
MAICHAK.-
Es la voz de la selva. ¡Déjala, cuñado! ¡Déjala! ¡La persigue un castigo!
MOLÚ.-
¡Mientes! Tendrá una fuerza mágica.
MAICHAK.-
¡Déjala, cuñado, déjala!
Persigue a Molú, que huye; Pupe se arma
de un palo y golpea a Maichak, que cae sobre Molú. En la barandilla Pupe golpea
equivocadamente a Molú, que se escapa hacia el exterior, cruzando la puerta;
Maichak le sigue, todo esto entre gritos y voces. Pupe espera; Maichak regresa
con la maraca en la mano, seguido de Molú, que llora.
MAICHAK.-
¡Es mía! ¡Es la maraca del Mataco! ¡Posee un secreto mágico! Yo sólo lo
conozco, quien se sirva de ella morirá devorado por los báquiros.
PUPE.-
Esperaremos. La fuerza de la espera me dará tu amuleto.
C
O R T I N A
CUADRO TERCERO
ESCENARIO:
El mismo ambiente del primer cuadro. Los
colores juegan caprichosamente sobre la selva en atardecer. Entran, sigilosos,
Pupe y Molú. Éste último con arco y flechas.
PUPE.-
¡Corramos! Está cerca Maichak. Las sendas de la selva lo arrastran a este
claro. ¡Mira! Un bejucal espeso. Es el sitio mejor para esconderse.
Pupe y Molú se ocultan en el bejucal.
Entra Maichak.
MAICHAK.-
(Cantando,
acompasando su paso). ¡Hum! ¡Hum! ¡Hum! ¡Este es el sitio! El bejucal,
la cueva, y una calva de luz sobre la selva oscura. (Silba en tres tonos distintos.
Escucha). Nada. Todos viven, pero la selva duerme. (Lanza un grito agudo y gutural.
Escucha). Nada: ni Mataco, ni Ardita. (Hoy cazaré báquiros. Son míos.
Soy su dueño. Empieza su canto:)
Poyen, poyin, maracayi
maraca sicha camuay.
Agita
tres veces la maraca sobre su cabeza.
¡Un…!
¡Dos…!
¡Tres…!
Entran los báquiros y empiezan su danza,
mientras Maichak canta:
Poyen, poyin, maracayi
maraca sicha camuay.
Maichak arma su arco y dispara.
¡Un…!
¡Dos…!
¡Tres…!
¡Ja!
¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!... ¡Es bastante! Son tres báquiros grandes.
Huyen los báquiros. Salen Pupe y Molú de su escondite.
PUPE.-
¡Maichak!
MAICHAK.-
(Asustado).
¿Qué haces aquí?
PUPE.-
Todo lo he visto.
MOLÚ.-
¡No te muevas! (Apuntando a Maichak con su dardo).
PUPE.-
¡Entrega la maraca!
MOLÚ.-
(Amenazador).
Si das un paso solo…
PUPE.-
Aquí está. (Tomando la maraca que ha dejado Maichak sobre la barandilla).
MAICHAK.-
¡No, hermana! ¡No la suenes!...
PUPE.-
La has sonado tres veces y has matado tres báquiros. Yo la sonaré siete. Mataré
siete báquiros ¡y uno más, por castigo! ¡No comerás la carne de estos báquiros!
MAICHAK.-
¡No hermana! ¡Morirás si la suenas!
MOLÚ.-
Tú eres el que morirás si no huyes de la selva
para siempre. (Lo persigue. Maichak huye).
PUPE.-
Y ahora, solos, cazaremos. (Canta cómicamente:)
Ba…
Ba…
Kudu…
Kudu…
Suena la maraca.
¡Una!
¡Dos!
¡Tres!
Entran los báquiros. Pupe canta de nuevo:
Ba…
Ba…
Kudu…
Kudu…
Los báquiros corren entre gruñidos dando
vueltas. Pupe suena de nuevo la maraca.
¡Cuatro!
Los báquiros gruñen enfurecidos, entran
nuevos báquiros y todos persiguen a Pupe y a Molú, que con el arco tenso no
saben qué hacer y gritan dando giros.
MOLÚ.-
¡Pupe! ¡Pupe!
PUPE.-
¡Ay! ¡Ay! ¡Huyamos! ¡Aquel tronco! ¡Subamos!
Pupe y Molú entran por el bejucal y
suben al tronco, mientras gritan; los báquiros rodean el bejucal y el árbol,
embistiendo con feroces gruñidos. El viejo tronco cae, y con él Molú y Pupe.
Los báquiros los rodean.
CAE
LA CORTINA
EPÍLOGO
Un viejo báquiro aparece ante la
cortinilla con la maraca entre sus manos y dice:
BÁQUIRO.-
Niños y niñas de todas las edades, niños y niñas grandes y chicos, niños de
siempre: Visteis la historia del ladrón inconforme. El cachicamo, don Mataco,
robó su fuerza al báquiro y Maichak, a su vez, robó al Mataco lo que nunca fue
suyo. El Mataco perverso hacía correr los báquiros, Maichak los báquiros y
Molú, su cuñado, quiso ser más perverso: su ambición lo ha perdido. Aquí está
la maraca. Tomadla. Es vuestra. No robéis. No matéis, y sonadla tan sólo cuando
bailéis al ritmo de un corazón sincero.
Entrega la maraca a los Niños, se
esconde. Música.
FIN
GLOSARIO
ALBA:
Primera luz del día antes de salir el Sol. Amanecer.
ALJABA:
Caja portátil para flechas.
ARAGUATO:
Mono americano de 70 cm., con barba larga.
ARAWAK:
Grupo cultural indígena que comprende las etnias: Guajira o Wayuu, Paraujano o
Añú, Bare, Kurripako o Kurrim, Baniba, Piapoco o Tsase y Warekena.
ARCO: Arma
que sirve para disparar flechas.
AUYAN-TEPUY:
Cerro o montaña de los espíritus.
BANANO: Árbol
del plátano y sus especies.
BEJUCO:
Plantas sarmentosas o trepadoras.
BÁQUIRO (VÁQUIRO):
Especie de cerdos monteses.
BUDARE:
Disco de barro cocido, plano o ligeramente cóncavo, en que se cuece el pan de
yuca o maíz.
CACHICAMO:
Armadillo.
CACHIRÍ: Bebida
de la yuca hervida y fermentada. Licor.
CAMÁTA:
Especie de gallina silvestre de color gris mosqueado de pardo, cuya carne es
comestible.
CANAIMA:
Espíritu del Bosque.
CANOA: Barca
enteriza y alargada, de regular capacidad.
CARIBE:
Grupo cultural de de feroces guerreros y diestros navegantes que, procedentes
de Brasil, invadieron todo el Atlántico y las islas del Mar de la América
Intertropical (Caribe) al que debe su nombre en alusión al pequeño y voraz pez
que habita sus costas. Comprende las etnias: Pemón, Kariña, Yukpa, Yekuana o
Maquiritare, Panare o E’ñepa, Arawayo y Yavarana.
CARONÍ:
se traduce como “hija de la luna”.
CASABE:
Torta elaborada con la harina de la yuca o mandioca.
CEIBA:
Árbol americano de las familias bombáceas, de 30 mts., de altura, hojas
palmeadas y flores rojas.
CERBATANA:
Canuto para lanzar dardos soplando por un extremo.
COCÚYO:
Insectos luminosos del orden de los escarabajos.
CONUCO:
Sementera. Labranza.
CHIGÜIRE:
Roedor.
CHINCHORRO:
Hamaca ligera tejida de cordeles que cuelgan, es el lecho usual de los
indígenas.
CHOZA:
Cabaña formada por estacas y cubierta de ramas y pajas.
DANTA:
Cuadrúpedo rumiante, tapir.
ESTERA: Tejido
grueso de esparto, juncos, palmas y otros tallos entrelazados usado como
acomodo en el suelo.
EXORCISMO:
Conjuro contra un espíritu maligno.
FLECHA:
Arma arrojadiza puntiaguda, que se dispara con arco.
GUAJIRO o WAYUU:
La palabra “guajiro” se dice que es una variante de la palabra “guachir” que
significa: rico. También se les conoce como los Wayuu. Forman parte del grupo
cultural Arawak. El territorio tradicional de este pueblo o etnia indígena es
la península de la guajira en el Estado Zulia. La península guajira se
caracteriza por su aridez, acentuada por los largos veranos y frecuentes
sequías; sin embargo, los aborígenes lograron adaptarse a las condiciones
ambientales y emplearon como formas de subsistencia la agricultura de invierno,
la caza, la recolección y la pesca costera.
GUARURA:
Caracol usado como bocina.
IBOROQUIANO:
Espíritu del Viento.
LIBÉLULA:
Insecto con cuatro alas transparentes y abdomen alargado, cuyas larvas viven en
las charcas.
MACANA:
Arma ofensiva a manera de Machete.
MAÍZ:
Gramíneas. Grano.
MANARE:
Harnero, cedazo, tamiz hecho de tiras de caña entretejidas y destinado a cerner
harina y otros usos.
MARACA:
Sonajera hecha de un calabazo seco, pequeño y redondo, con algunos granos de
maíz o capacho dentro, y provista de un mango para sonarla como sistro.
Instrumento musical.
MATRACA:
Instrumento de sonido seco y desapacible.
MOCHILA:
Especie de morral que llevan los viajantes.
MORICHAL: Manantial,
o agua corriente que de él procede, donde crecen grupos de palma de moriche.
MÚCURAS:
Cántaro de pronunciada barriga, cuello largo, de boca pequeña y sin pico.
OLLA:
Vasija redonda con una o dos asas, que se usa para cocinar.
PAUJÍ:
Ave grande de plumaje negro y pico grande.
PEMÓN:
Vocablo significa “persona o gente”. Forman parte del grupo cultural Caribe. Esta
comunidad o pueblo étnico se encuentra ubicado al sureste del Estado Bolívar. De
acuerdo a sus variaciones dialectales se dividen en tres subgrupos:
Taurepang, Arekuna y Camaracoto. Los
Arekunas se encuentran en la zona norte del territorio pemón; los Taurepang se
ubican al sur, en dirección este-oeste en la boca del río Maurak; y los
Camaracotos se encuentran en la región Camarata y Urimán. La mayoría de las
comunidades o pueblos de este grupo étnico están asentados en áreas de sabana,
en las proximidades de ríos y bosques.
PIACHE:
Voz Caribe. Sacerdote indígena, que, según los casos, era al mismo tiempo
brujo, hechicero o herbolario.
PILÓN:
Soporte plano de piedra en que se muele.
REI-ZAMURO:
Ave rapaz diurna. Mide 84 a 89 cm., de largo, 180 de brazas, 23 de cola. Ave
rei de los buitres, horripilante imperio que ejerce sobre los zamuros.
SABANA:
Llanura dilatada y extensa.
SEBUCÁN:
Cedazo de fibra vegetal, que sirve para separar el almidón de la yuca.
TAPARA:
Pequeña olla hecha del fruto del taparo, seco y ahuecado.
TORTA:
Masa de harina de figura redonda.
YUCA:
Planta liliácea de América Tropical, con raíz larga, de la que se saca una
harina alimenticia. Mandioca.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
Alvarado,
Lisandro. Obras Completas,
Fundación
Casa de Bello (Colección Humanistas Venezolanos, vol. 2)
Caracas,
1989.
Antolínez,
Gilberto. Concepción del mundo entre las tribus indígenas de Venezuela,
En: Revista Nacional de Cultura, Nº 6.
(Caracas, abril 1939).
Calcaño,
Eduardo. El teatro infantil y sus proyecciones en Hispanoamérica. En:
Educación: revista para el magisterio, Nº 6. Ministerio de Educación Nacional
(Caracas, julio 1940)
Centro
Venezolano del Instituto Internacional de Teatro. Dossier Premios Nacionales
de Teatro, Caracas, s/f.
Mannarino,
Carmen. Bibliografía del teatro infantil en Venezuela 1892-1974,
CELCIT-
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Peraza,
Luís. El indio y el negro en nuestro teatro, En: El Farol, Nº 84.
(Caracas,
1946)
Rivero,
Dalila y otros. Enfoques de etnias indígenas de Venezuela.
Documento
de trabajo. Ministerio de Salud y Desarrollo Social / Agencia de Cooperación
Alemana. (Caracas, agosto 2002)
PEQUEÑO GRAN TEATRO VENEZOLANO DE EDUARDO CALCAÑO
Teatro Indígena:
Teatro Indígena:
·
AYAJUY
·
CAPEY
·
ACALAPIYEIMA
·
LA MARACA DEL BÁQUIRO SALVAJE
·
OLLANTAY (Adaptación del quechua)
Teatro
Histórico:
·
BURIA (EL SUEÑO) ------ Teatro Afro
venezolano
·
SIMÓN RODRÍGUEZ
·
LA CANCIÓN NACIONAL
·
BLASÓN
·
LA CRUZ DE SOLFERINO
·
MIRANDA
----------------------------------------------
Inéditas
·
VARGAS
·
URDANETA
·
MUERTE DEL LIBERTADOR
·
EL HONOR DE BOYACÁ
·
EL CAPITÁN DE CARACAS
Teatro
para Títeres:
·
EL GALLO DE BELÉN
·
LA VIUDITA
·
EL SEÑOR POLICHINELA
·
EL LOBO ENAMORADO
·
EL SEÑOR CURA
Teatro
General
·
HISTORIA DEL CHIVO, EL MONO Y
LOS TIGRES DE LA MONTAÑA
·
EJEMPLO DEL LABRADOR Y SU HIJO
·
EL MAGO DE LAS FLORES
·
COCORÍ
·
DE CANDILEJAS INFANTILES
·
EL CONGRESO DE LOS ANIMALES
·
COMEDIA INFANTIL DE NAVIDAD
·
LA CALLE
·
EL PESCADOR Y EL PECESITO
·
EL SEÑOR DON GATO
·
LA VIEJA INÉS (Basado en el juego infantil)
·
LAS TRES PREGUNTAS
·
EL BASTÓN
Teatro
para Adultos:
·
EL POLO NEGATIVO (Comedia)
·
LA CASA DE ARENA
·
EL ESPEJO