Datos personales

Especialista en Teatro Venezolano

martes, 12 de junio de 2012

Rodolfo Porras




Se incluyen aquí las obras:
       - La celada
       - Cuarteto de amor para una historia de dos
       - Acorde final
       - Luvina 


LA CELADA
Como único decorado hay una silla de comedor, de madera, cuyas proporciones son más del doble de una silla normal.  Caben dos personas adultas una al lado de la otra con comodidad.  Los pies le quedan colgando.  Adriana espera impaciente. Camina de un lado a otro. Llega Gustavo, su marido.

Adriana
Gustavo, siéntate, tenemos que hablar

Gustavo (Displicente)
Ajá.

Adriana
Hace mucho tiempo que hemos debido tener esta conversación.

Gustavo (Irónico)
No puedo imaginarme qué será.

Adriana (Perdiendo aplomo)
Tu falta de imaginación es sorprendente.

Gustavo
¿Hablas o seguimos con nuestro acostumbrado día a día?

Adriana (Trata de recuperar el aplomo con un suspiro)
Quiero el divorcio.

Gustavo se ríe, primero levemente, luego comienza a reír con más fuerza, sin llegar nunca a la carcajada.  Adriana lo mira desconcertada. Gustavo se sienta y la mira como esperando una explicación.

Adriana
Lo nuestro no puede seguir así.

Gustavo ríe de nuevo.  Trata de decir algo pero la risa lo interrumpe.

Gustavo
Perdóname, pero es que es tan cómico.

Adriana
Te estoy pidiendo el divorcio, ¿qué tiene eso de cómico?

Gustavo
¿Un divorcio? Nada. (Ríe de nuevo)

Adriana
¿Qué es lo raro?

Gustavo
En tu circunstancia… es raro, y ese tonito de papa en semana santa, ¿qué te pasa? ¿Mucha televisión?

Adriana
Y mucho libro, y mucho radio.  Ya no aguanto más.

Gustavo
Quien eligió quedarse en casa fuiste tú.

Adriana
Sí, pero tengo años diciéndote que me harté. No quiero más este maldito encierro.

Gustavo
No, no, no es un maldito encierro. Es un encierro moderado, romántico, tranquilo, seguro.  Comes.  Puedes viajar alrededor del mundo cuando quieras.  Tienes televisión por cable.  ¿Cuántas mujeres en tú condición desearían poder viajar alrededor del mundo en la comodidad de su hogar?

Adriana
¿Cuántas mujeres existen en mi condición?

Gustavo
Apuesto a que te crees la única.

Adriana
Quiero el divorcio.

Gustavo se levanta y se nota que está dispuesto a darle una paliza.  De hecho se quita el cinturón.  Adriana retrocede asustada.  Gustavo está muy serio y aparentemente calmado.  Se dirige hacia Adriana como quien tiene que cumplir una tarea.

Adriana (Suplicante)
Por favor…

Gustavo
¿De dónde sacas tanta determinación? ¿Has estado viéndote con alguien?

Adriana
¿Estás loco? ¿Encerrada aquí? ¿Dónde puedo ver a alguien?

Gustavo
Sencillamente no eres tú.

Adriana
¡Claro que soy yo! ¿No me recuerdas hace años? Yo era así.  Como un gran felino en libertad.

Gustavo
Ni yo lo hubiera dicho mejor.  Eras así.  Ya eso pasó.  Ahora eres otra cosa.

Gustavo se sienta de nuevo, sigue con la correa en la mano.

Adriana
¿Soy una cosa?

Gustavo
No, una cosa no.

Adriana se sienta en el piso, lo mira. Gustavo ríe para sí.

Gustavo (Repite para sí)
No, una cosa no.

Adriana
Todavía no entiendo. Yo no te hice nada. ¿Por qué este desprecio? ¿Por qué me odias?

Gustavo (La mira extrañado)
Yo no te odio… desprecio sí… pero, ¿odio? ¡Nunca! Yo te amo.

Adriana hace un gesto de desesperación.

Gustavo (Severo)
Es verdad, ¡te amo! ¡Y deja el drama!

Choca la correa contra el piso a manera de látigo.  Adriana se estremece asustada.  Adriana trata de sonreír.

Adriana (Sonriendo dulce)
¿Quieres café?

Gustavo (Satisfecho y cariñoso)
¡Ya es hora!

Adriana ríe de nuevo con mucha dulzura, se levanta del piso.  Gustavo le da una nalgada cariñosa. Adriana a espaldas de Gustavo, reacciona con un estremecimiento lleno de temor y odio.  Él se entrega, confiado, a su comodidad.  Adriana sale de escena, regresa con un café.  Gustavo la mira y ambos se sonríen.

Marca de elipsis temporal.

Adriana está muy ansiosa.  Realiza los mismos movimientos de la primera escena.  Pero más rápidos y es claro que la ansiedad la pone más tensa.  Entra Pablo.  Adriana lo abraza.  Pablo le devuelve el abrazo pero sin entregarse.  La aparta sin soltarla, la toma por los hombros.

Pablo
¿Se lo dijiste?

Adriana (Niega avergonzada)
No entiendo.  ¿Cómo haces para entrar?

Pablo
¿No? Pero juraste…

Adriana
Claro que hablé… se burló de mí y casi me da una paliza.  (Trans.) Si puedes entrar yo puedo salir.  Vámonos, vamos a escaparnos… ¿Para qué el divorcio?  Me gustaría verle la cara cuando no me encuentre.  Me va a buscar hasta dentro del excusado. (Ríe)

Pablo la mira con severidad.

Pablo
Ya te lo he explicado. Tienes que enfrentar tú problema. Tenemos que enfrentarlo.  Es la única manera de ser libres.  Si no, seremos esclavos… siempre escapando.

Adriana
Pero, yo prefiero esa esclavitud.  Sería libre.

Pablo
A veces eres tan ridícula que entiendo a tu marido.

Adriana (Furiosa)
No vuelvas a decir eso nunca más.

Pablo
¿Ridícula?

Adriana
No, no vuelvas a decir que entiendes a ese maldito… claro que soy ridícula. ¿Qué esperas de una persona encerrada durante años viendo pura televisión? Ni por teléfono puedo hablar.

Pablo (Tratando de llegar a algo)
Y por qué será… ¿Celos?

Adriana
Te he dicho que no lo sé.

Pablo
Pero tienen que ser celos… qué otra cosa puede impulsar a un hombre…

Adriana
A un hombre lo impulsan muchas cosas.

Pablo
Pero estamos hablando de éste.

Adriana
Gustavo no es nada celoso.  Vámonos de aquí Pablo… mi mamá me tiene un dinero.  Podríamos ser dueños de nosotros.

Pablo
¿Tu mamá? ¿Y por qué no te ha llamado?

Adriana
Pablo… aquí no hay teléfono.

Pablo
Pero, ¿no te ha buscado? ¿Por qué no trata de sacarte de aquí?

Adriana
No sé… supongo que Gustavo la habrá engañado con alguna cosa… no sé, pero si la veo, seguro que me da lo que me pertenece… es mucho.  ¡Te lo juro! Lo comparto contigo… te lo doy todo… ¡Por favor!

Pablo
No quiero dinero… solamente quiero que seamos felices.

Adriana
Gustavo es como un avaro, pero en vez de monedas lo que desperdicia en un baúl es mi vida… nunca me va a dar el divorcio.

Pablo
Pero la salida no es escapar.  Se trata de alcanzar una situación íntegra.

Adriana
Hace años, como a la media noche, iba en el carro con Gustavo, en esa época yo creía en él.  Por no sé qué cuento, pasamos despacio al lado de una plaza.  En ese momento… De espalda a nosotros, dos indigentes caminaban hacia la obscuridad, uno al lado del otro, iban tranquilos.  Y sentí por ellos dos cosas contrarias a la vez.

Pablo
¿Contrarias a la vez?

Adriana
Perdóname, dije una tontería, siempre se sienten cosas contrarias al mismo tiempo. (Trans) Sentía compasión, no sé, todos ellos estaban obligados a estar ahí… pero sobre todo sentía envidia, ellos eran de la noche… a lo mejor sentían miedo, pero estaban allí.  No gobernaban la noche, solamente la deambulaban.  Y sentí que esa era la relación que yo quería con la vida.  (Sonríe amarga) Dejé de trabajar… supuse que podía buscar eso.

Pablo
¿Adónde quieres llegar?

Adriana
Ahora estoy sintiendo lo mismo… con andar por la vida me basta.

Pablo
Y yo, ¿qué significo? ¿No he dado todo por ti?

Adriana
Solamente quiero salir.

Pablo
Entonces, ¿no me quieres?

Adriana
Pero, Pablo. ¡Por Dios! ¿Te volviste loco?

Pablo
Cada día yo corro un riesgo terrible y te lo hago correr a ti.  Si no hay amor todo esto es una lamentable pérdida de tiempo.

Adriana
¿Lamentable? Si este tiempo es perdido, nunca lo voy a lamentar.

Pablo
Pero el amor es mucho más que eso.

Adriana (Hace un gesto de repugnancia)
Sí, ya lo sé… pero no estábamos hablando de amor… estábamos hablando de escapar… te lo juro ya no aguanto esta soledad, y si llega Gustavo es peor.

Pablo se aparta y la mira con cierto enojo.

Pablo
¿Hacen el amor?

Adriana (A punto de entrar en crisis)
Pero, ¿qué pregunta es esa? Tú también me quieres volver loca. (Para sí) Ya no puedo… esto es infinito, más grande que yo… no doy más. Será que estoy en la pesadilla más larga del mundo. (Se pellizca. Mira a Pablo con rencor) ¿Cómo me preguntas esa tontería? No, Pablo, no hacemos el amor… Gustavo me posee cuando quiere, y hago todo lo que me pide el señor. Y si me dices que estás sorprendido… (Trans. Decidida) Quiero que te vayas y no vuelvas más nunca… prefiero podrirme aquí que ser libre con un estúpido como tú.

Pablo
Creo que no entendiste mi pregunta.

Adriana (Sarcástica)
¿No?

Pablo
¡No! Estoy tratando de entender a tu marido, quiero saber si toda esta locura es por celos.

Adriana (Estalla)
¡Qué importa si es por celos, por manía o por que le salió del forro! Igualito estoy presa, igualito tú no quieres sacarme de aquí. Nada cambia.

Pablo
Si descubrimos qué pasa, podemos usarlo a nuestro favor.

Adriana
¿Qué quieres decir?

Pablo
Conociendo sus razones podemos manipular la situación.

Adriana (Con esperanzas)
¿Tú crees?

Pablo
Sí…

Pablo hace ademán de irse. Adriana lo detiene entre aterrada y llena de deseos.

Adriana
No me dejes.

Pablo mira el reloj.

Adriana (Suplicante)
Un momento nada más…

Pablo
Si me descubre aquí todo estará perdido.

Adriana
Creo que sí son celos.

Pablo
Con más razón tengo que irme.

Adriana
¡Pablo!

Pablo
¿Qué quieres? ¿Qué nos mate?

Adriana
¿Cómo voy a querer eso Pablo? Solamente te lo digo porque si podemos hacer algo, vamos a hacerlo.

Pablo mira para los lados.  Está tenso.

Pablo
Si viene ahora estamos perdidos.

Adriana
No va a llegar tan pronto.  Tenemos tiempo.

Pablo se comienza a quitar la camisa con resignación.

Adriana
No.  Solamente háblame de esa posibilidad.

Se arregla la camisa con premura.

Pablo
Sí podemos hacerlo llegar al límite. Será nuestro. Y serás libre. Seremos libres tú y yo.

Adriana
¡Es muy peligroso! Si sólo con que sospeche es un infierno, imagínate si lo provoco.

Pablo (Grandilocuente)
La libertad requiere de sacrificios.

Adriana (Irónica)
Sacrificios míos.

Pablo se levanta ofendido, muy digno.  La mira con gravedad. Adriana baja la vista apenada.

Adriana
Lo siento.

Pablo
Si no eres capaz de creer que tu sufrimiento es el mío, nada de esto vale la pena.

Adriana (Con violencia contenida)
Dije que lo siento.

Pablo
Tengo que irme.

Adriana (Suplicante)
No tengas miedo, todavía tenemos tiempo.

Pablo
No es miedo.

Adriana (Baja la cabeza)
Sí… perdóname.

Pablo (Tierno)
Este encierro te ha embrutecido.

Adriana
Tal vez tengas razón (Trans.) tengo que confiar en ti.  Dime, ¿qué hacemos?

Pablo
Si despertamos sus celos de una sola vez eres mujer muerta.  Pero si lo vamos haciendo poco a poco, será nuestro.

Adriana (Sin entender)
Y que vamos a hacer cuando sea nuestro.

Pablo
Nada, supongo que enterrarlo con todo y obituario…

Suena la puerta.  Adriana tiene un sobresalto.  Ambos se miran aterrados.

Adriana
Es Gustavo.

Pablo
Te lo dije.
Adriana
Vete por el balcón.

Pablo
Estás loca… es un segundo piso.

Adriana
Te va a matar.

Pablo corre al balcón. Entra Gustavo. Adriana se ve tensa, tiene la cabeza baja, encogida sobre sí misma. Gustavo la mira con superioridad. Ríe despectivo.

Gustavo
De nuevo me estás esperando en la sala.

Adriana no dice nada. Nii se mueve.

Gustavo
Quieres que tengamos una conversación tan edificante como la de ayer.

Adriana niega casi imperceptiblemente.  Está a punto de llorar.  Gustavo queda de espaldas al balcón. Pablo se asoma y le hace señas indicándole que es muy alto.  Adriana lo mira y está punto de quebrarse.  Pablo se esconde rápidamente.  Gustavo ni cuenta se da.

Gustavo
¿Qué coño te pasa?

Adriana de nuevo niega casi sin moverse.

Gustavo
¿Y por qué pareces un perro con frío?

Gustavo acerca mucho el rostro, la escudriña muy de cerca, la huele.  Adriana está a punto de entrar en pánico.

Gustavo
Me estás cansando mujer… me tratas como si yo fuera un dictador. No he llegado y ya tienes esa actitud… o es que acaso temes algo… ¡Habla coño!

Adriana
No me pasa nada… es que ayer…

Gustavo
¿Ayer? Ayer no existe… y menos ese ayer de ayer. Por tu bien lo voy a olvidar.

Adriana
Gracias.

Gustavo
¿Te estás burlando de mí? ¿Cómo que gracias? Solamente te estoy humillando.  Sé que en el fondo eres tú la que se burla de mí. Pero tienes que disimularlo.

Adriana (Humilde)
Tú dijiste…

Gustavo
Sé mejor que nadie que fue lo que dije.  Tú estás muy rara.  Siempre disimulas nuestra situación… a veces hasta te alteras y exiges, pero hoy pareces una verdadera cucaracha. Y eso que ayer te traté de lo mejor… ¿O no?

Adriana asiente.

Gustavo
Me hartas.  No me sigas la corriente. Prefiero que llores y hasta que me repliques, pero tanto servilismo. ¿Qué es eso? ¿Una nueva estrategia?

Gustavo la mira con desprecio.  Sonríe burlón.

Gustavo
Necesito aire.

Gustavo se dirige al balcón. Adriana que ha permanecido inmóvil reacciona lentamente.  Luego se apresura a alcanzarlo.

Adriana
¡No!

Adriana lo toma por un brazo. Gustavo la mira extrañado. Adriana lo abraza. Él no le devuelve el abrazo y la mira más extrañado todavía.

Adriana
¡Perdóname!

Gustavo
¿Qué?

Adriana
Fue una locura.

Gustavo
¿Qué pasa?

Adriana
Estoy loca, estoy loca.  Ayer… no debí decirte eso…

Gustavo
Claro que estás loca… me has pedido el divorcio mil veces… no sé a qué viene tanto drama.  Y ahora déjame, que literalmente estoy ahogado con tus tonterías.

La aparta con brusquedad y desaparece hacia el balcón. Adriana queda en escena esperando lo peor. Pasa un lapso y no ocurre nada. Adriana está muy extrañada.

Gustavo (en off)
¡Mujer!

Adriana cierra los ojos con fuerza, siente que se va a desmayar y se sienta en la silla.  Entra Gustavo.

Gustavo
¿Qué haces en mi silla?

Adriana se levanta apresuradamente.

Gustavo
¿No escuchaste que te llamé?

Adriana asiente.

Gustavo
Pero a qué coño estás jugando. ¡Habla!  Me tienes atormentado con tu silencio.

Adriana (Aliviada. Casi alegre)
Discúlpame… ¿Quieres café?

Adriana sonríe de manera idéntica a la escena anterior cuando le ofrece café.  Él también sonríe de manera idéntica, pero luego muta de improviso hacia la severidad.

Gustavo (Severo)
Para eso te estaba llamando… (Trans) Para disfrutar de un rico café al abrigo de las estrellas. (Trans. Severo) ¿Qué esperas?

Adriana sale apresurada.  En el camino se detiene.  Mira extrañada hacia el balcón. Sale despacio. Gustavo sale hacia el balcón.

Transición de tiempo.
Adriana está mirando hacia el público. Entra Pablo por detrás. Lleva muletas y una pierna vendada. Adriana no lo ha visto. Pablo la sorprende y Adriana aunque se sobresalta sabe que es él y voltea sonriendo. Descubre que está con muletas y se preocupa pero inmediatamente le sobreviene la risa. Pablo finge estar enojado con la risa.

Pablo
No se te ocurra reírte.

Adriana (Riendo)
Perdóname… pero acabo de entender cómo fue que no te descubrió anoche. (Se preocupa) ¿Es muy grave?

Pablo (Niega)
Un esguince… pronto estaré como nuevo.

Adriana lo abraza contenta, su alegría es juvenil.  Pablo se deja. Adriana intenta llevarlo al cuarto.  Al principio cree que es la resistencia a causa del vendaje, pero al ver que le cuesta se da cuenta que Pablo se resiste a voluntad.

Adriana
¿Qué te pasa?

Pablo
Tenemos que hablar.

Adriana (Se entristece)
Vas a dejarme.

Pablo
No seas boba.

Adriana
¿Qué pasa?

Pablo saca un fósforo de madera. Se lo muestra. Adriana trata de entender. Pablo prende el fósforo. Lo sopla. Le da el fósforo. Adriana sonríe tratando de entender. Como si fuera un juego le devuelve el fósforo. Él la mira con severidad.

Adriana (Alegre)
¿Qué? No, un fósforo no. ¡Quiero algo tuyo! Algo que me recuerde tu… ¡Ya sé!

Adriana sale, regresa con una tijera y recorta un pedazo del vendaje de la pierna.

Pablo
¿Qué haces?

Adriana (Con alegría infantil)
Un recuerdo tuyo de verdad. No ese fósforo. ¿Qué significa un fósforo? ¡Nada!

Pablo
¡Exactamente!

Adriana
Y, ¿para qué me lo das?

Pablo
Por eso…

Adriana (Juguetona e intrigada)
Anda dime. ¿Qué planeas?

Pablo (Serio)
Ponlo en un lugar en el que Gustavo pueda encontrarlo.

Adriana
¡Estás loco!

Pablo
Haz lo que te digo

Adriana
Me va a matar.

Pablo
No.

Adriana
No me hagas esto.

Pablo
Tú misma lo dijiste un fósforo no significa nada.  Solamente tienes que jurarle que no sabes de dónde salió.

Adriana
No me lo va a creer… y si me lo creyera, de todos modos va a ser un buen motivo para darme una paliza. No, llévatelo.

Pablo la toma por los hombros con cierta violencia.

Pablo
¿Quieres salir de aquí? ¿Sí o no?

Adriana
¿No es más fácil que nos vayamos ahorita? Buscamos el dinero que tiene mi mamá y ya.

Pablo (Le da el fósforo)
Este es el inicio de tu liberación.

Adriana
Un fósforo apagado.

Pablo
Los caminos de Dios son inconmensurables.

Adriana trata de sonreír. Asiente. Se guarda el fósforo en algún bolsillo. Le toma la mano y lo arrastra con cierta sinuosidad hacia el aforo. La luz va saliendo poco a poco.

Marca la transición temporal.

Cuando está todo negro pasa un cortísimo lapso y entra luz. Vemos a Gustavo con el fósforo en la mano. Lo tiene frente a sus ojos.

Gustavo (Llama)
¡Adriana!

Adriana entra mal disimulando su turbación.

Gustavo
¿Qué vaina es esta?

Adriana se aproxima al fósforo y mira extrañada a Gustavo.

Adriana (Como tratando de adivinar)
¿Un fósforo?

Gustavo
Claro que es un fósforo imbécil.

Adriana lo mira confundida.

Gustavo
¿De dónde lo sacaste?

Adriana
¿Yo? ¿Y de dónde voy a sacar yo un fósforo…? la cocina es eléctrica.  Tienes que haberlo triado tú. ¿Dónde lo conseguiste?

Gustavo
Debajo de mi silla.

Adriana
Seguramente se te cayó el día que llegaste borracho.

Gustavo
Eso fue hace quince días… ¿Acaso tú no barres la casa?

Adriana
Es verdad… se te debe haber caído hoy.

Gustavo
No se me cayó hoy, no se me cayó hoy ni nunca.  Ese fósforo estaba ahí y yo no lo traje.

Gustavo se queda mirando alternativamente el fósforo y a Adriana. Es claro que no está convencido.  Sin dejar de mirar a Adriana a los ojos se guarda el fósforo.

Gustavo
Este misterio se va a aclarar, pase lo que pase.

Adriana
Yo también quiero saber qué pasa con ese fósforo.

Adriana sale. Gustavo se queda mirando cómo se aleja. Saca el fósforo y lo mira. Se rasca la cabeza y sonríe de su manera prepotente. Va a botar el fósforo pero no lo hace. Se lo guarda de nuevo en el bolsillo. Sale. Adriana, con otro vestido, cruza el escenario barriendo el piso.  Entra Gustavo con una bata de casa, se sienta.  Suena el timbre.  Gustavo mira su reloj.  Va a abrir.  Entra con Pablo.

Gustavo (Llama)
Adriana.

Entra Adriana y a duras penas ahoga un grito.

Gustavo
¿Y ahora qué te pasa?

Adriana
Nada.

Gustavo
No ves que tenemos visita.

Adriana baja la cabeza.  Gustavo sonríe con superioridad.

Adriana
Sí…

Gustavo (A Pablo)
Esta es mi mujer… ya te hablé de ella.

Adriana mira sorprendido a sus interlocutores.

Pablo
Mucho gusto.

Adriana (Con la cabeza baja)
Sí.

Gustavo
¿Cómo “sí”? Esa no es una respuesta.  Él es Pablo Ojeda, lo contraté para que haga un trabajo.

Adriana
¿Un trabajo?

Gustavo (Amenazante)
Relacionado con cierto fósforo misterioso que apareció bajo mi silla.  El señor es detective.  Tráenos café.

Adriana sale y los dos hombres se sientan en la silla.

Gustavo
Debajo de esta misma silla encontré  el dichoso fósforo.  No encuentro explicación como ya le dije.

Pablo
En qué parte de la silla se encontraba.

Gustavo
¿Yo? Pues arriba, como usted y yo ahora.

Pablo
El fósforo.

Gustavo
Estaba debajo.

Pablo
¿Y qué hacía usted debajo de la silla?

Gustavo
No estaba debajo de la silla.

Pablo
¿Y cómo hizo, entonces, para verlo?

Gustavo
Me asomé.

Hace el gesto de asomarse, pero al mismo tiempo se siente tenso. Mira de reojo a Pablo.

Pablo
Siga, siga...

Entra Adriana con dos tazas de café. Gustavo no se percata. Adriana y Pablo cruzan una mirada tratando de comunicarse. Gustavo repite el movimiento mirando de reojo a Pablo. Adriana ahoga una risa. Gustavo se da cuenta de la presencia de Adriana y se incorpora apresuradamente, tratando de disimular.

Gustavo
Y qué carajo haces tú aquí... no ves que los hombres estamos conversando.

Adriana le muestra el café.

Gustavo
Tráelo y vete.

Adriana hace lo que le mandan, no sin antes cruzar una mirada llena de complicidad y picardía con Pablo.  Ellos dos se quedan en silencio.  Tomando café y mirando al vacío.  Adriana se queda semi escondida escuchando la conversación. Pablo puede distinguirla fácilmente.

Pablo (Rompe)
También pudo haber sido ella.

Adriana mira a Pablo con reproche.

Gustavo
Eso es lo que yo creo.

Adriana está a punto de estallar.

Pablo
¿A qué lugares suele ir su esposa?

Gustavo
¿Adriana?

Pablo (Asiente obvio)
Su esposa.

Gustavo
A ningún lado... no acostumbra a ir a ningún lado.

Pablo
¡Qué mala costumbre!

Adriana le recrimina con un gesto

Gustavo
De eso mejor no hablamos.

Pablo
Entonces no pudo ser Adriana. ¿Quién más visita esta casa?

Adriana sonríe agradecida.

Gustavo
Solamente usted.

Adriana se asusta tanto que desaparece de escena.

Pablo (Amoscado)
¡¿Cómo?!

Gustavo
Aquí no viene nadie... usted es la única persona, aparte de nosotros dos que ha atravesado esa puerta en los últimos años.

Pablo (Señala hacia el lugar por donde salió Adriana)
¿En todos estos años sólo nos ha visto a usted y a mí?

Gustavo
Sí.

Entra Adriana a recoger las tazas.

Pablo
Entonces el misterio del fósforo se complica.  No fue ni usted ni Adriana.

Pablo se ríe y Gustavo lo mira estupefacto.

Pablo
La lógica dice que ese fósforo lo traje yo.

Adriana, que ya estaba saliendo se detiene en seco y deja caer las tazas.

Gustavo
¿Pero qué es lo que te pasa?

Adriana está de pie totalmente paralizada frente a las tazas en el piso.  Está tratando de contener un llanto que le brota de manera compulsiva.  Gustavo la mira con desprecio y enojo. Ella da todo el aspecto de una niña desamparada.

Gustavo
Esto lo vas a pagar muy caro.

Adriana (Suplicante)
Por favor...

Pablo
Volvamos a nuestro asunto.

Gustavo (A Adriana)
Recoge eso y lárgate... no te quiero más por aquí.

Adriana sale, entra con una pala, recoge apresuradamente las tazas y platos.  Sale lentamente. Hasta ese momento Pablo y Gustavo se han limitado a observarla.

Pablo
Decía usted que la única persona que pudo haber colocado el fósforo debajo de la silla soy yo.

Gustavo (Desconcertado)
No, no dije eso.

Pablo
Si lo dijo.

Pablo se levanta de la silla y comienza a andar de un lado a otro. Gustavo lo sigue con la mirada de una manera mecánica, como quien ve un juego de tenis.

Pablo
Su esposa no pudo haber sido dada su particular circunstancia, usted sabe de facto que usted no ha traído semejante adminículo a su propia casa... y admite, sin empachos, que la única persona distinta a usted que ha entrado a esta casa en los últimos tres años soy yo, por ende y sin que quede alguna duda al respecto, usted asoma la pasibilidad de que yo soy quien trajo el referido fósforo a su sala.

Gustavo
Con la salvedad de que usted entró a mi casa a consecuencia del fósforo.

Pablo
¿Qué dice? ¿Qué yo entré a su casa a poner este fósforo? Quiero pedirle disculpas amigo mío, pero creo que usted está bastante perturbado con todo este asunto.  En primer lugar yo no viene a su casa de manera voluntaria... si mal no recuerdo usted me invitó, en segundo lugar no existe razón lógica para que alguien venga a esta casa, ni a ninguna, con la mera intensión de colocar un fósforo apagado debajo de su silla, en tercer lugar (Suspende el discurso), llame a su esposa.

Gustavo
¿Qué?

Pablo
Ya me escuchó.

Gustavo
Pero...

Pablo
Es necesario para continuar con la investigación. Haga que su esposa venga aquí.

Gustavo (Llama)
¡Adriana!

Entra Adriana inmediatamente. Es evidente que estaba escuchando. Ellos cruzan mirada.

Pablo
Señora, ¿Le importaría si le hago algunas preguntas?

Gustavo
No, no le importaría. (A Adriana) Responde a lo que te pregunte.

Adriana asiente con un gesto.

Pablo
¿Conoce a este fósforo?

Adriana asiente de manera idéntica.

Pablo
¿Lo colocó usted debajo de la silla de su marido?

Adriana
No.

Pablo
¿Sabe quién lo colocó?

Adriana
No.

Pablo
¿Usted comprende la importancia de todo esto?

Adriana
No.

Gustavo
¿Cómo que no?

Adriana (Se apresura)
Si lo comprendo.

Gustavo
Esto me está costando una fortuna, para que te vayas enterando de sí es importante o no.

Pablo (Irónico)
Bueno, “una fortuna”.

Adriana
¿Una fortuna? Pero si apenas es un fósforo apagado.

Gustavo
No es el fósforo... ¡Bruta!

Pablo (Aparentemente extrañado)
¡Ah! ¿No?

Gustavo
Evidentemente no... es lo que significa.

Adriana (Ingenua)
¿Y qué significa un fósforo apagado?

Gustavo
¡Qué alguien estuvo aquí! ¡Fumando seguramente!

Pablo
¿Y las cenizas? ¿Y el resto del cigarro?

Gustavo
Ella los pudo haber limpiado.

Adriana
Yo no he hecho nada de eso.

Pablo
¿Y si limpió las cenizas por qué no se encargó del resto?

Gustavo
¿Cuál resto?

Pablo
El fósforo.

Gustavo
Se le puede haber pasado.

Adriana
En esta casa no se me pasa nada... no se me puede pasar nada... no tengo otra cosa que hacer...

Gustavo
¿Y entonces qué carajo hace el fósforo allí?

Adriana
No sé... tú fuiste quien me lo enseñó...

Pablo
No tiene lógica que si su señora quisiera esconder algún hecho se le pasara algo tan trascendental como un fósforo.  Evidentemente tendría cuidado y no dejaría nada al azar.

Adriana
Además, ¿cómo haría para dejar entrar a alguien?

Pablo
Para eso siempre hay trucos.

Gustavo
Esta casa es impenetrable.

Adriana
Además,  si pudiera dejar entrar a alguien, también yo podría salir.

Pablo
¿Qué quiere decir con eso?

Gustavo
Sí. ¿Qué quieres decir con eso?

Adriana
Creo que no estuviésemos hablando de un maldito fósforo apagado si yo pudiera salir de aquí.

Gustavo (Amenazante)
Todavía no sé qué quieres decir.

Pablo
Claro. Si la señora pudiera salir... aquí no habría misterio. Es decir, lo que a usted le preocupa es imposible que ocurra, porque o no hubiera encontrado el fósforo o, en su defecto, no la hubiera encontrado a ella. (Para sí. Con entusiasmo). ¡Es el típico caso de la habitación cerrada!

Gustavo (Amenazante)
¿Cómo que no la hubiera encontrado a ella?

Adriana (Clamando comprensión)
Gustavo, estoy prisionera.

Pablo
Hubiera escapado, querido señor.

Gustavo
¿Hubieras escapado de mí?

Pablo
Por lo menos lo hubiera intentado.

Gustavo
¿Adriana?

Adriana (En tono cansino)
De ti, de estas cuatro paredes, de ver televisión por cable, de cocinar, de traerte café...

Gustavo (Furioso)
Estamos frente a extraños...

Gustavo se aproxima a Adriana. Adriana busca apoyo visual en Pablo.

Pablo (A Gustavo)
Por lo menos espere que se vaya la visita... en realidad no soy afecto a estos espectáculos.  Por otro lado creo que el asunto del fósforo es totalmente irrelevante.  Después de lo que nos acaba de confesar esta señora, es obvio que el adminículo nada tiene que ver con ella.  Así que, querido amigo, nuestro objeto reviste un misterio en tanto su procedencia, pero no significa nada en relación con una posible infidelidad  o de algún lazo secreto de esta mujer con cualquier otro ser humano. Si usted desea continuar con la investigación, impulsado por la curiosidad científica o metafísica que este misterio puede entrañar, no dude en contar conmigo, ya que hasta tengo curiosidad de saber cómo fue que vino a parar debajo de la silla pero, por otro lado, sospecho que la razón puede ser tan bizarra como que el dichoso fósforo se le haya pegado en el zapato y al sentarse en la silla éste se desprendiera de la suela luego, más tarde, usted lo descubre, y lo demás es historia.

Gustavo se derrumba.

Gustavo
Sí, es muy posible... pegado a mi suela. ¿cómo no se me ocurrió antes?

Pablo
Porque al que tenía que ocurrírsele es a mí... es mi trabajo. Bueno creo que aclarado el misterio debo retirarme.

Adriana mira sorprendida a Pablo y le clama con la mirada que no se vaya.

Adriana
¿No quiere un café? Antes de marcharse.

Pablo
No, gracias...

Adriana
Pero...

Hace un gesto señalando a Gustavo y sus intenciones.

Pablo
Otro café y me va a dar acidez...

Adriana (Desesperada)
Refresco, agua... unas galletas.

Gustavo
Adriana.

Pablo
Muy amable, pero ya tengo que irme... además ustedes tienen cosas pendientes.

Adriana (A punto de llorar)
Pueden esperar.

Gustavo (Sádico)
No sé si pueden esperar.

Pablo se dirige hacia la puerta acompañado de Gustavo que, mientras, se desabrocha la correa.

Adriana
¡Ese fósforo! ¡Yo lo puse! ¡Yo lo puse! Señor no se vaya, tiene que escuchar... por favor, el misterio... hay otras cosas... ¡Quédese señor!

Gustavo
Es claro que el fósforo se vino en mi zapato.

Pablo
En realidad es una hipótesis...

Adriana respira aliviada, Gustavo hace un gesto de impaciencia disimulada. Pablo ríe.

Gustavo (Por educación. Contenido)
¿Sólo una hipótesis?

Gustavo se abrocha el cinturón con un gesto resignado.

Pablo
Pero una buena hipótesis...  cualquier otra arrojaría el mismo resultado: Su esposa no tiene nada que ver con el misterio. Así que si me lo permiten tengo que irme... Mañana le paso la factura con mis honorarios... Que tengan dulces sueños.

Pablo sale. Gustavo sonríe y de nuevo se desabrocha el cinturón. Adriana llora.

Black Out.


ACTO DOS
Adriana está sentada en el piso, recostada en una de las patas de la silla.  Está totalmente derrumbada. Entra Pablo, la trata de sorprender por la espalda.  Ella voltea sin sobresaltarse. Lo mira inmutable. Pablo deja de reír.

Pablo
¿Qué pasa?

Adriana lo mira y no contesta.

Pablo
No me digas que ese desgraciado te cortó la lengua.

Ella lo sigue mirando sin hacer un gesto. Él se encoge de hombros y hace ademán de irse. Se detiene antes de salir.

Pablo
¿Estás bien?

Adriana hace gesto de asentimiento. Pablo imita el gesto y reinicia su camino.

Adriana
Tú eres peor que él.

Pablo regresa, se agacha, la toma por los hombros y la mira.  Ella al principio trata de rehuir la mirada, pero luego se repone y lo mira con intenso rencor. Se ponen de pie sin dejar de mirarse.

Adriana
Lamento haberte conocido.

Adriana le da la espalda.  Él la va a tomar por los hombros. Ella se aparta bruscamente.

Adriana
No me vuelvas a tocar.

Pablo
No entiendo nada.

Adriana
¿No entiendes nada? Ese sucio casi me mata.  Tú has podido impedirlo, inventar algo. Sabías lo que me iba a hacer y más bien se lo recordaste. Ni siquiera te quedaste un momento para que se le pasara la rabia. No solamente no lo impediste, sino que lo forzaste a hacerlo. Y yo de tonta, llenita de esperanzas, con lo del fósforo apagado, con el asunto de los celos.  ¿Qué tengo yo, Dios mío, para que todos los hombres traten de hacerme daño? Yo no te hice nada.  Es como si me hubieras descubierto, no sé cómo hiciste.
Cambio de atmósfera.
Fueron tus piedritas por la ventana del baño. (Comienza a actuar).  Escuché el ruido contra las ventanas y desde el principio supe que era conmigo, que eran para mí y me subí como pude, donde pude.  Y casi sin verte te saludé. Más bien preocupada porque tú no me habías visto. No sé cómo estoy. ¿Sabes? No sé si ahora soy fea o sigo siendo bonita. Los espejos no son suficientes. Una se mide hasta con las otras mujeres, como te ven los hombres. Aquí sin nadie... Antes era bonita.  Estaba preocupada: si me habías visto y te resultaba fea ya no llamarías más mi atención. Y si resultaba que todavía era bonita y no me habías visto a lo mejor perdías el interés. Cuando volviste a los tres días...

Pablo
Dos días...

Adriana
Dos días; cuando volviste me sentí feliz. Y nunca pensé, ni siquiera lo soñé porque creía que era imposible, que nuestra relación pasaría de una silueta detrás del vidrio de la ventanita, y aun así, cada día la misma desesperación secreta para estar sola y esperarte. Cuando entraste a la casa, rebasaste hasta los sueños que no me atrevía a confesarme. Mi vida fue otra o fue de nuevo una vida... no sé. Y arriesgué todo lo que podía arriesgar, que tal vez no es mucho, a lo mejor esperarte y ser tuya como tú quisieras, no es mucho, pero era todo lo que yo tenía. ¿Y para qué? Para llenarme con promesas de libertad, para que esta vida sea cada día más insoportable. Para que provocaras que Gustavo me diera una paliza peor a cualquiera que me había dado. Es que tengo un imán para atraer sádicos. Dicen que es así, que todo lo que a uno le pasa, lo provoca inconscientemente. ¡Mierda, tengo un inconsciente que me odia!

Vuelve la atmósfera anterior.

Adriana
Vete, vete Pablo... si regresas se lo voy a decir a ese animal para que termine conmigo de una vez... A ti, seguramente, no te hará nada, pero no importa, con que me mate a mí es suficiente.

Pablo
Es verdad... yo propicié esa paliza.

Adriana
¡Guao! ¡No me había dado cuenta!

Pablo
¡Déjame hablar! Era necesario que tuviera fe en mí...

Adriana (Irrumpe)
¡Claro! ¡Maten a Adriana y alcancen la fe!

Pablo
Escúchame... Sin que él te pegara, sin que no le quedara muy claro que ese fósforo no podía venir de ti, sin eso el plan no podía continuar... él tenía que convencerse de la imposibilidad de que tú puedes meter objetos extraños en la casa, si eres capaz de tener un fósforo apagado también puedes escapar.  Y como no has escapado, no puedes ser tú... sea lo que sea que entre a esta casa no lo puedes traer tú...

Adriana (Con rabia contenida)
¡Ya eso lo escuché! ¡Mil veces! ¡Pégale, porque si ella ve la puerta abierta se escapa! ¡No quiero volver a escuchar esa maldita afirmación! ¿Quieres ver mi piel? Todavía hay partes en carne viva... No vuelvas a explicármelo, ya eso lo tengo marcado en el cuerpo.

Pablo
Sí, pero estás viva y puedes ser libre.

Adriana (Esperanzada)
Ahora sí. ¿Nos vamos? ¿Busco mis cosas?

Pablo
No, Adriana, ya te he dicho mil veces que así no.

Adriana se derrumba y comienza a llorar.

Pablo
Resiste... estamos más cerca.

Adriana
Por favor, por favor... vámonos ya... déjate de ese cuento de la libertad, conque no me golpeen es suficiente.

Pablo
No, no es suficiente y en el fondo tú sabes que es así.

Adriana (Suplicante)
¿Pero, qué hago?

Pablo
La segunda parte... estoy seguro que va a ser definitivo.  Así podrás vivir sin esconderte, buscar tu dinero, mandar completamente en tu vida. De lo contrario vas a salir de aquí sin esperanzas, conformándote con cualquier migaja, que yo o cualquiera quiera darte.

Adriana
No me importa.

Pablo
A mí sí.

Adriana
No te creo... no puedo creerte nada.

Pablo
Porque tienes miedo.

Adriana
¡Claro que tengo miedo!

Pablo
Adriana, ya dimos el paso más difícil y doloroso... no te puedes rendir ahora.

Adriana
Lo siento, ya me rendí.

Pablo
Si no lo haces voy a procurar que Gustavo te torture todos los días hasta que mueras.

Adriana
Yo cocino.

Pablo
¿Y?

Adriana
El cuchillo de desgrasar pollos... no me van a encontrar viva.

Pablo
Adriana.

Adriana
Después de la muerte no hay sufrimiento posible, vete... el torturador te espera.

Pablo
Adriana, te lo juro... esta segunda parte del plan y ya.

Adriana, con la idea del suicidio ha recuperado el ánimo.

Adriana
A ver, a ver, a ver... ¿Qué me ofreces que sea mejor?

Pablo
Ya te lo dije... libertad, paz y una vida feliz, ajena al suicidio como única salida.

Adriana (Aplaude)
¡Muy bonito! A Gustavo debes haberle hablado así para poder entrar a esta casa.

Pablo (Sonríe)
Lo abordé en el bar. (Ríe) Le dije que tenía cara de preocupado. Y que su preocupación era al mismo tiempo misteriosa y doméstica.  De allí en adelante me convertí en una especie de Gurú para él. (Trans) Tienes que seguir el plan... ya hemos llegado muy lejos.

Adriana
A ver, ¿qué es lo que tengo que hacer en esta segunda fase? ¿Dejarme cortar las manos? ¡Tú sabes, para que el tipo te adore!

Pablo
Solamente dejar que Gustavo encuentre esta carta.

Adriana lo mira asombrada. Le arranca la carta, lee.

Adriana
Pero si es una carta de amor. (Lee en silencio un nuevo trozo). ¡Ah! ¡Y una cita! (Sarcástica) La segunda parte del plan es mejor, no sólo me van a cortar las manos y los pies, también me van a sacar los ojos. Gustavo se postrará. Ya entiendo a qué te refieres cuando me hablas de libertad. (Amarga) Prefiero mi Hara Kiri con el cuchillo del pollo.

Pablo
Esta vez no habrá ni un rasguño... por lo menos no para ti.

Adriana (Ríe burlona)
Sí, en lo que encuentre la carta, decidirá torturarse a sí mismo.

Pablo
Él está convencido de que tú no tendrías una cita porque, de poder salir, te escaparías.

Adriana
¿Y cómo explico una carta?

Pablo
De la misma manera que explicaste lo de fósforo... no lo sabes.

Adriana (Sarcástica)
Le digo que se le pegó en el zapato.

Pablo
Le dices que no tienes ni idea.

Adriana
No, olvídalo.

Pablo
No te va a pegar... no lo va a entender y hará lo que yo le diga.

Adriana
¿Y si te equivocas?

Pablo
Carga el cuchillo...

Adriana (Seria)
Nunca había pensado cuánta libertad existe en un cuchillo para desgrasar pollos.

Marca de elipsis temporal.

Adriana le está dando masajes en los pies a Gustavo.  Este lee el periódico. Adriana lo hace de manera mecánica. Gustavo ríe.

Gustavo
Aquí dice que un hombre mordió a un perro...

Adriana
Eso lo he escuchado desde que era niña.

Gustavo
Yo también, por eso me da risa.

Adriana
Será por eso que siempre repiten esa noticia.

Gustavo
¿Por qué?

Adriana
Porque la gente se ríe así sepa que es mentira.

Gustavo
Y quién coño te dijo que era mentira... lo que pasa es que cada cierto tiempo un hombre muerde a un perro.

Adriana
Sí.

Gustavo
Cada cierto tiempo la tortilla se vuelve.

Adriana
Sí.

Gustavo
¿Te acuerdas... cuando tú eras la inteligente, la que mejor ganaba? Y tú misma le diste vuelta a la tortilla.  Tú misma decidiste quedarte en casa.  Y yo crecí. Me sentí libre, poderoso, respetado por mis amigos, con más agallas para enfrentar los problemas del trabajo...

Adriana
Mientras peor estoy, mejor te sientes.

Gustavo
No empieces.

Adriana (Comprendiendo. Para sí)
Esa es la razón... ¡Qué sencillez!

Gustavo
¿Qué estás susurrando?

Adriana
¿Por eso me tienes así?

Gustavo (Displicente)
Básicamente.

Adriana observa furtivamente a Gustavo, éste no despega la vista del diario. Es evidente que Adriana está reuniendo fuerzas. De pronto en un acto de decisión se mete la mano en el bolsillo y saca la nota que le entregara Pablo. Flaquea, pero como una de las manos de masajear los pies lo hace con más fuerza de lo normal, Gustavo aparta el diario a ver qué sucede. Adriana trata de esconder el papel de nuevo en su bolsillo. Gustavo vuelve al periódico. Adriana respira aliviada.

Gustavo (Sin apartar la mirada del diario)
¿Qué tienes allí?

Adriana
¿Qué cosa?

Gustavo
Lo que escondiste.

Adriana
Nada.

Gustavo
¡Ah!

Adriana se dedica al masaje. Gustavo cierra el periódico lentamente. Sonríe. Adriana, poco a poco deja de dar el masaje. Se miran, él prepotente, ella sumamente acobardada. Él con una lentitud amenazante va extendiendo su brazo, hasta quedar completamente estirado y con la palma hacia arriba.  Sonríe de nuevo. Adriana niega con la cabeza asustada. Él asiente con la misma lentitud y esbozando su terrible sonrisa. Adriana se incorpora y corre. Él se levanta y la alcanza. La somete. La echa al piso.

Gustavo
Dámelo.

Adriana
Gustavo, por favor...

Gustavo ni se mueve. Ella se levanta, se mete la mano en el bolsillo y saca el cuchillo. Gustavo se sobresalta un poco.

Gustavo
¿Qué es eso?

Adriana toma el cuchillo por la punta, con dos dedos de manera que el cuchillo cuelga en su mano con el mango hacia abajo. Así se aproxima a Gustavo y hace el ademán de entregárselo. Gustavo no se mueve.

Gustavo
¿Acaso pensabas cortarme un pie?

Adriana niega. Ambos permanecen muy quietos. Él erguido y ella con el brazo extendido y el cuchillo colgando.

Gustavo
¿Pensabas matarme?

Adriana
No.

Gustavo
¿Qué es ese cuchillo?

Adriana
El cuchillo del pollo.

Gustavo
No me interesa para qué lo hicieron. ¿Por qué estaba en tu bolsillo?

Adriana
Para quitarme la vida.

Gustavo (Ríe)
¿Te vas a suicidar?

Adriana
No... ya no.

Gustavo
Entonces, guárdalo en la cocina.

Adriana asiente y sale. Gustavo la ve partir, trata de entender qué pasa. Se sienta, pero está claramente preocupado. Toma el periódico, pero no puede concentrarse. Lo deja sobre sus piernas. Entra Adriana con una taza de café. Gustavo toma la taza, sonríe y le acaricia la cabeza como quien soba a un perro.

Gustavo
¿Por qué te arrepentiste?

Adriana
No sé.

Gustavo
¡Vamos! Mujer, a mi puedes decírmelo.

Adriana
Eres a la única persona a quien podría decírselo.

Gustavo
¡Claro! Pero no me lo vas a decir.

Adriana
Creo que tengo derecho a ser feliz... No es justo que me suicide.

Gustavo
Pues si quieres ser feliz vas a tener que acostumbrarte a esta vida. Yo no la pienso cambiar.

Adriana
Sí, yo sé.

Gustavo
¿Y entonces? ¿Cómo vas a hacer?

Adriana
A lo mejor me acostumbro.

Gustavo
Si crees que me estás engañando estás loca. Algo estás tramando.  No sé si es matarte o matarme a mí, o algo... pero lo que sea yo lo voy a saber. No te creas la niña astuta, porque no lo eres.

Adriana
No lo soy.

Gustavo
Me tienes harto.

Gustavo sale. Adriana recoge la taza de café que él dejó sobre la silla y sale.

Entra Adriana. Ha pasado un día. Ella tiene un delantal. Barre. Se detiene. Saca de su bolsillo el papel. Traga saliva y lo esconde en el piso detrás de la silla. Lo ve allí, se pone nerviosa y corre, sale del escenario. Luego entra despacio, como quien se acerca a una bomba. Con cautela, lo toma. Se sienta en la silla y lee.

Adriana (Lee)
“Te amo y lo sabes. Creo que nuestra vida podría tener sentido. Solamente tienes que decidirte a ser libre, te espero el jueves en la entrada del “Callejón El Carmen”. A la orilla del río. A las once de la noche. Tenemos que hablar y decidir nuestras vidas de una vez. Una vez más te amo.” (Deja de leer) No, esto es una locura.

Adriana niega con la cabeza y de nuevo guarda la nota en su bolsillo.

Adriana
Tengo que desaparecerla... si la encuentra...

Saca la nota del bolsillo. De nuevo duda. Camina de un lado a otro. Se sienta de nuevo en la silla. Su comportamiento, ahora, es señorial. Está jugando, se comporta como una reina. Sin perder el gesto ampuloso, saca el papel y lo coloca de nuevo en su escondite. Sale de escena en la misma actitud de reina. El escenario queda solo. Se marca elipsis temporal.
Entre Gustavo. Se sienta.

Gustavo (Llama)
Adriana, ya llegué.

Adriana (En off)
Siéntate. Te esperaba un poco tarde, pero ya todo está listo.
Gustavo
Apúrate, me fastidia esperar.

Adriana (En off)
Voy...

Entra Adriana, sonríe. Lleva unas pantuflas de él en una mano, una bandeja con un jugo y unas galletas, el periódico, una almohada pequeña. Se desembaraza con pericia de todo esto. Le quita los zapatos, le coloca las pantuflas. Le da el periódico, le acomoda la cabeza en la almohada y antes de retirarse deja los zapatos cerca de la nota.

Gustavo
¿Qué te pasa? Ahora eres de nuevo la esposa ideal.

Adriana
Sí... creo que me rendí.

Adriana sale. Gustavo nota que no se llevó los zapatos. La va a llamar, pero mira los zapatos y descubre la nota. Se baja de la silla, la lee. Mira asombrado hacia el lugar por donde salió Adriana. Toma la nota, la lee. Mira de nuevo asombrado por el lugar por el que salió Adriana. Va a llamar, pero se arrepiente. Se sienta. Entra Adriana, recoge los zapatos, se da cuenta de la ausencia del papel. Mira sorprendida a Gustavo. Éste finge leer el periódico. Toma el vaso del jugo y sale. Gustavo baja lentamente el periódico y sale a la calle. Inmediatamente entra Adriana al escenario. Busca con nerviosismo y corrobora que la nota ha desaparecido.

Marca de elipsis temporal.

Adriana se arrodilla sobre la silla, saca el cuchillo del pollo y está a punto de hacerse el Hara Kiri. Suena la puerta. Adriana se baja de la silla apresuradamente. Esconde el cuchillo. Entra Gustavo con la nota en la mano. Ella lo mira aterrada. Detrás de él entra Pablo.

Gustavo (A Adriana)
Ni te imaginas qué es este papel, ¿verdad?

Adriana niega.

Gustavo (A Pablo)
Y usted tiene otra buena hipótesis para explicar esto.

Adriana
¿Pero qué pasa con ese papel?

Gustavo
Eso es lo que quiero saber yo. (Va a leer)

Pablo (Lo interrumpe)
No lea eso por favor. (A Adriana) ¿Nos puede dejar solos?

Gustavo
¡Lárgate!

Adriana sale de prisa.

Gustavo
¿Qué es lo que pasa ahora?

Adriana se asoma. Pablo la mira.

Pablo
Supongamos que la nota la escribió ella.

Gustavo
No, ella no pudo haberla escrito.

Pablo
¿Por qué?

Gustavo
Aquí no hay ni máquinas de escribir, ni computadoras.

Pablo
Está bien... Supongamos que se la hayan enviado a ella.

Gustavo
Por supuesto que se la enviaron.

Pablo
Pero, si puede acceder a una carta... o,  peor aún, acudir a una cita...

Gustavo
También puede traer un fósforo a casa.

Pablo
Sí, pero... ¿Por qué no ha escapado?

Gustavo
Por eso lo llamé.

Pablo
Usted mismo me dijo que sin una llave es imposible que se pueda entrar o salir.

Gustavo
Ahora no estoy seguro, pero usted tiene que descubrir el mecanismo.

Pablo
Si duda tanto, por qué no hecha a su mujer. No recuerda aquella vieja definición: Los celos son un sentimiento que cuando se tienen es porque ya no vale la pena tener celos.

Gustavo
La necesito.

Pablo
¿La necesita?

Gustavo
Sí, para sentirme mejor.

Pablo mira instintivamente hacia donde sabe que está Adriana. Esta se esconde justo a tiempo para que Gustavo no la descubra, ya que él ha seguido la mirada de Pablo.

Gustavo
¿Qué pasa?

Pablo
Creí ver algo.

Adriana (En off, a lo lejos)
¿Sí?

Gustavo (A Adriana)
Nada... No salgas de tu cuarto.

Adriana
Sí...

Gustavo
¿Dónde estábamos?

Adriana se vuelve a agazapar para escuchar. Pablo lo nota.

Pablo
Supongamos, entonces, que en realidad ella recibió la nota... O mejor dicho que la nota le fue enviada.

Gustavo
¿Cuál es la diferencia?

Pablo
Que es posible que no la haya leído.

Gustavo
Pero de todas formas sabrá a quién pertenece.

Pablo
Sí. (Trans) Tenemos que arriesgarnos.

Gustavo
No entiendo.

Pablo
Si la nota era para ella, no puede haberla leído. De lo contrario la hubiera destruido.

Gustavo
Tiene razón.

Pablo
Entonces tenemos que convencerla de que la nota que usted iba a leer no tiene nada que ver con una nota amorosa.

Gustavo
No es más fácil darle una paliza y que confiese todo.

Pablo
Sí.

Adriana casi sale de su escondite.

Pablo
Pero nunca sabremos qué mecanismos utiliza para salir o dejar entrar a alguien. Así que querido amigo, si quiere convencerla de que ese papelito no tiene nada que ver con ella, ni un rasguño. ¿Me entendió?

Gustavo
Pero...

Pablo
Ni un rasguño.

Gustavo (A regañadientes)
Está bien.

Adriana le envía un beso a Pablo.

Pablo
Bien. Ahora tenemos que buscar la manera de explicar que este papelito, no es este papelito.

Gustavo
Tenemos que fabricar otro.

Pablo
Muy bien. Usted ha resultado ser muy inteligente.

Adriana le envía otro beso a Pablo.

Gustavo
¿Y éste?

Pablo
Dejemos que ella lo consiga. Si no hace mención es muy probable que demos en el clavo.

Gustavo
Probable no, seguro.

Pablo
No, amigo. Recuerde que el miedo nos hace cometer las mayores estupideces. Ella sin saber su procedencia puede destruirlo para no tener problemas. Ahora, busque papel. Uno parecido a éste.

Gustavo sale. Pablo se sienta en la silla. Marca de elipsis temporal. Entra Adriana.

Adriana
Puedo sentarme a tu lado.

Pablo
Sí.

Adriana se sienta

Adriana
Espero que salgamos de esto. Tengo los nervios destrozados.

Pablo
Esta noche todo habrá terminado.

Adriana
¿Crees que se está creyendo todo este asunto?

Pablo
Por supuesto.

Adriana
Es que lo del otro papel resultó tan falso.

Pablo
¿Qué querías? Lo de la lista de compras se le ocurrió a él.

Adriana
Sí, pero a mí me costó mucho fingir que me tragaba el cuento.

Pablo
Él te cree muy estúpida.

Adriana
¿Y lo soy?

Pablo
No tanto.

Adriana lo mira con tristeza.

Pablo
Perdóname. No quise ofenderte.  Es que, en el fondo todos somos estúpidos.

Adriana
No vengas de nuevo con tu filosofía. (Trans.) Gracias por evitarme otra golpiza, creo que no lo hubiera soportado.

Pablo
Ya eso se acabó.

Adriana
Todavía no sé qué es lo que vamos a hacer.

Pablo
Tú vas al lugar acordado. Ahí estaremos esperándote él y yo.

Adriana
¿Entonces?

Pablo
Tengo un amigo que se va a hacer pasar por tu amante.

Adriana
Ajá.

Pablo
Es un hombre muy rudo. Sin principios.

Adriana
¿Sí? ¿Y es buenmozo?

Pablo
¿Qué importa eso?

Adriana
¿Por qué tendría yo un amante feo?

Pablo
Porque no tienes muchas posibilidades.

Adriana
Claro. Tú eres un ejemplo de eso.

Ambos ríen.

Pablo
Cuando tu marido ataque a Joel, mi amigo lo hará pedazos.

Adriana
Y, ¿por qué tu amigo no viene para acá y lo hace pedazos aquí?

Pablo
¿Tú sabes qué es lo más difícil de un trabajo así?

Adriana niega.

Pablo
Desaparecer al cadáver.

Adriana (Horrorizada)
Cuando dices hacerlo pedazos, ¿es en serio? ¡No, Pablo!

Pablo
Es el único recurso.

Adriana
Y... tú... ¿Qué pasó con todo el asunto de los principios? Esto es peor que escapar.

Pablo
Nadie va a saber que fuimos nosotros.

Adriana
Pero no hay necesidad de matarlo.

Pablo
Tu mamá murió hace un año.  Él tiene todo tu dinero.

Adriana
Murió... ¡Dios mío! (Casi en susurro) No me dijo nada. (Llora en silencio) Pero, ¿qué le hice?

Adriana llora en silencio, Pablo la abraza.

Pablo
Te quitó la libertad, la dignidad, la posibilidad de despedirte de tu mamá.... No dejes que se quede con tu dinero, por lo que entiendo era mucho, más de lo que tú supones.

Adriana
Pero, ¿por qué ella no me lo dejó a mí?

Pablo
Es terrible, Adriana.  Todos creen que tú estás muerta.

Adriana
¿Cómo?

Pablo
No sé muy bien cómo lo hizo, pero hay una lápida con tu nombre en el cementerio, acta de defunción incluida.

Adriana
Por eso no quería que saliera, ni me asomara. ¡Maldito! ¡Desgraciado! Yo lo espero aquí y lo mato de una vez. ¿Para qué tanta vuelta?

Pablo
Ya te dije, sacar un cadáver de este edificio sin que te vean es casi imposible. Hay dos viejas, que parece que lo único que hacen es vigilar quien entra y quien sale. Ya a mí hasta me saludan. Vamos a dejar que vaya al lugar de la cita. Estaremos cerca de un río.

Adriana (Amarga)
Los cadáveres del río siempre aparecen, aunque sean como fantasmas.

Pablo
Pero no tienen por qué vincularlo a ti.

Adriana
¿Esta noche?

Pablo le da una llave. Adriana ve la llave con extrañeza.

Adriana
¿Y esto?

Pablo
Para que salgas.

Adriana
Tú entrabas con esto.

Pablo (Asiente)
Cuídate que nadie te vea salir. Por eso lo puse a las once... ya a esa hora las viejitas están dormidas.

Ambos sonríen.

Pablo
Tienes que ir.

Adriana
Tenlo por seguro.

Pablo
Él va a venir antes para acá.  Tienes que lucir tranquila.

Adriana
No te preocupes. El odio me va ayudar.

Pablo asiente, sonríe con cierta tristeza

Adriana
¿Te vas?

Pablo
Es preciso, hay cosas que tengo que preparar, y ponerme de acuerdo con mi amigo.

Adriana
Sí... (Repentina) Y, ¿cómo voy a hacer para recuperar mi dinero si yo estoy muerta y él también va a estarlo?

Pablo
Tengo una orden de retiro firmada por él... en blanco. Tú puedes retirarla con tu cédula. En el banco no comprueban si estás viva.

Adriana extiende la mano. Él no le da la orden. Ella lo mira extrañada.

Pablo
Sí Gustavo te lo encuentra estás perdida.

Adriana
Sí. ¿Por qué no sacas ese dinero de una vez? No esperes...

Pablo
Tiene su firma, pero falta un sello. Lo vas a llevar esta noche.

Adriana
No entiendo.  ¿Por qué?

Pablo
Cree que será él quien lo llene. Por ahora es solamente una especie de garantía de pago.

Adriana
No sé por qué... Me da miedo.

Pablo
Tienes que ser fuerte.  Todo esto va a terminar.

Ambos se abrazan. Pablo sale. Ella se sienta en la silla, va a llorar, pero se contiene.

Adriana
Tengo que ser fuerte. Es un milagro que haya conocido a Pablo. ¿Cómo llegó a mí? ¿Será un ángel? (Sonríe) Sí, es un ángel. (Se acaricia el cuerpo con cierta sensualidad) Ahora mi vida, mi nueva vida, depende de él.  Creo que voy a llegar a amarlo.

Saca de un bolsillo el pedazo de venda y se lo pasa por la mejilla con cariño. Se detiene bruscamente. Suena la puerta. Ella se queda mirando el pedazo de venda. Lo esconde rápidamente. Corre a la cocina. Entra Gustavo. Está tenso, camina de un lado a otro. Luego trata de calmarse y se sienta como un rey en su trono.

Gustavo (Llama)
¡Adriana!

Adriana (En off)
¿Quieres café?

Gustavo (Despótico)
Lo estoy esperando.

Adriana (En off)
Ya voy.

Entra Adriana con una bandeja. Hay café y unas galletas.

Gustavo
¿Y eso? ¿También es porque te rendiste?

Adriana (Niega)
Después de mucho tiempo me siento feliz.

Gustavo
¿Tú? ¿Feliz?

Adriana
Sí... soñé con mi mamá.

Gustavo (Fastidiado)
Ajá.

Adriana
Soñé que ella estaba muerta.

Gustavo (Amoscado)
¿Y eso te da felicidad?

Adriana
Sí, me dijo que yo estaba junto a ella. En el mismo cementerio.

Gustavo
¿Cómo dices? Eso no fue un sueño.

Adriana lo mira con mucha firmeza. Gustavo comprende todo. Se levanta de la silla asustado.

Adriana
Por eso yo no te maté, Gustavo... Hace años yo morí.

Black Out.

Música de fondo

La silla ha salido. El escenario está completamente vacío. Pablo camina de un lugar a otro. Mira el reloj constantemente.

Pablo
¿Qué pasa? ¿Qué pasa? Espero que ese imbécil no se arrepienta.

Entra Adriana. Pablo no la ve llegar.

Adriana
¡Pablo!

Pablo voltea sorprendido. Mira el reloj.

Pablo
¡Adriana! ¿Qué haces aquí?

Adriana (Inocente)
Este es el lugar, ¿no?

Pablo
Pero, Gustavo no ha llegado. ¡Escóndete!

Adriana
Entonces, tu plan fracasó completamente.

Pablo
No... Lo único malo es que llegaste demasiado temprano.... ¡Un momento! Y, ¿Gustavo no te vio salir?

Adriana (Sarcástica)
No, te lo juro... nadie me vio salir.

Pablo
¿Dónde estará?

Adriana
Esa es una buena pregunta. Dime, si matamos a Gustavo, ¿no crees que te relacionen con él?

Pablo
¡No entiendo!

Adriana:
Las tres viejitas de abajo, por ejemplo, los tienen que haber visto entrando y saliendo.

Pablo
¿Lo dices por los días que me hice pasar por detective?

Adriana
Lo digo por las veces que te habrán visto con él…

Pablo
Es lo mismo… ahora tienes que esconderte

Adriana
No creo que sea necesario.

Pablo
¡Adriana! ¿Qué te pasa? ¡Claro que es necesario!

Adriana
Pablo… no sé cómo pude creerte. El maldito encierro que te embrutece, las ganas desesperadas por salir de ese hueco.  ¡Coño! Era tan evidente. ¿Por qué tirar piedritas a la ventana de un baño clausurado?… Entrabas y salías cuando querías… la esperanza nos hace ver sólo lo que le conviene.

Pablo
Pero si todo está saliendo bien…

Adriana asiente y lo mira con sarcasmo. Y saca el papel de autorización. Él sonríe. Estira la mano. Ella lo esquiva y se guarda el papel.

Adriana
Sí todo está saliendo bien ¡De maravilla! Eso sí que te lo puedo jurar… ¿Qué pasó con tu yeso y tus vendas?

Pablo
¿Ah?

Adriana
Te curaste rapidísimo. Apenas horas.

Pablo (Nervioso)
No era nada… Y con todo esto me lo quite para poder actuar… pero todavía me duele.

Adriana (Sonríe)
Tan estúpida me crees… debo haber lucido patética… ahí clamando ayuda, y tú con tus principios, tu llave en el bolsillo, el fósforo absurdo, las carta de amor que se transforma en lista de mercado, el detective de novelín… y yo guardando un pedacito de venda para tenerte… y fue lo que me permitió darme cuenta de todo. Eran cómplices tú y el mamarracho de Gustavo…

Pablo
Has cambiado mucho en apenas unas horas.

Adriana
Sí, en algunas cosas. Antes de venir para acá pasé por el cementerio. La lápida de mi mamá está al lado de la mía.

Pablo
¡Claro! Te lo había dicho. Todo lo que te dije es verdad.

Adriana
No. Tu amigo el grandote ni siquiera existe y el plan para matar a Gustavo tampoco era verdad. Era a mí a quien tenías que sacar viva del edificio. Sin que nadie me viera. Yo era el cadáver complicado, sobre todo si moría en ese edificio. Aquí en la esquina del callejón El Carmen no existo. Matar a un cadáver es fácil. Nadie iba a saber quién era la mujer flotando en el río inmundo. En cambio a ti sí que te van a reconocer. El asesino del hombre del apartamento 3 del edificio La Noria. (En tono de noticias). Según declaración de los vecinos, el hombre encontrado asesinado esta mañana, es el mismo hombre que fue viudo desde hacía tres años, apareció muerto de una puñalada en el pectoral izquierdo. Las autoridades suponen que mantenían una relación homosexual, ya que el presunto asesino poseía la llave del inmueble.

Los disparos van sonando a medida de que el locutor dice el texto.

Voz de narrador de noticias: Continúa el texto.
...la llave del inmueble. Se encontró, además, en el apartamento alguna ropa de mujer, que fue identificada como de la esposa fallecida hace años, pero los técnicos determinaron un uso reciente de la misma.  Esto apunta el hecho como un crimen pasional. Por otra parte se informó que fue retirada una alta suma de dinero, de la cuenta de Fernández, nadie pudo identificar a la mujer que utilizó una identidad falsa para realizar la operación.  Asimismo, nadie sabe quién mató a Pablo Ojeda, y si el suceso tiene relación con la muerte de Gustavo Fernández. (Pablo cae) El cadáver de Ojeda presenta cinco tiros de bala, dos de los cuales resultaron letales. La policía especula ajuste entre delincuentes, dado el amplio historial de Pablo Ojeda, cuyo cuerpo fue hallado flotando en el río, enredado en unos escombros a la altura del callejón El Carmen.

Adriana se planta frente al cadáver.


Adriana
Y ando por la vida, como andan los seres de la noche, ¿te acuerdas? Esta vez no me protege nadie, solamente el miedo... sólo eso me queda.  A lo mejor es una bendición.  Sólo cuento conmigo.  Y eso es bueno... nadie puede ser responsable... solamente yo.

Adriana arrastra el cadáver hasta salir de escena.


Telón Final




CUARTETO

DE AMOR PARA
UNA HISTORIA DE DOS

El escenario recuerda un circo, uno cilindro cuyo tope, de dos metros de diámetro es más estrecho que la base, de unos tres metros de diámetro y de cincuenta centímetros de ancho, está a un lado del escenario.  Dos cilindros similares, mucho más pequeños hacen las veces de sillas. Al fondo al lado izquierdo, una pareja de músicos, una mujer esbelta con traje de payasa muy suavizado, toca un instrumento de cuerda, un cello o un violín. La acompaña un hombre, también con traje de payaso suavizado, toca instrumentos de percusión y ocasionalmente un instrumento de viento. Entra a escena otra pareja de payasos, estos con trajes con más colorido, narices falsas redondas, sombreros estrafalarios, etc.
La pareja de músicos interpreta alguna pieza  de Scott Joplin o similar.
Los payasos reproducen una escena de cine mudo. Todo un proceso de seducción. Hay mucho de erotismo y de parodia en toda la situación. Ella hace gestos seductores pero no suelta prenda. Él no puede resistir ni sus encantos ni sus desplantes. Llega el momento que la resistencia de ella decae, él está  a punto de lograr su cometido… un cambio de luces les delata que el público los observa. Se sienten descubiertos. Se acomodan como pueden. Y se colocan en situación de presentadores.
Entra música circense de presentación.

PAYASO:
Señoras y señores, la Compañía de Teatro “La mala costumbre”, les presenta con carácter absolutamente de exclusividad…

PAYASA: (Por lo bajo)
Ya que no hay otra compañía que se preste a hacerlo.

PAYASO: (Tratando de ignorarla)
Sin deudas literarias…

PAYASA: (Se saca los bolsillos vacíos)
Pero sí económicas.

PAYASO: (Incómodo)
Sin pretensiones…

PAYASA: (Más descarada)
Que no sean las de opacar a William Shakespeare.

PAYASO: (Reparando directamente en la payasa)
…y sin censura…

PAYASA: (Burlona)
Porque  no lo necesita.

PAYASO: (Al público mal disimulando el enojo)
Les presenta la comedia teatral “Cuarteto de amor para una historia de dos”…

PAYASA: (Ofendida)
Comedia teatral el padre que inoculó a tu madre para que vinieras tú a desdibujar el mundo. ¡Desgraciado! Esta vaina no es ninguna  comedia… esto es una tragedia.

Se interrumpe la música abruptamente. Los músicos quedan a la expectativa.

PAYASO:
Que tú sepas de géneros teatrales lo que sabe un fabricante de armas sobre la hambruna infantil, no te da el derecho a desinformar a la honorable audiencia.

PAYASA: (Como para sí y un poco al público)
No sé qué tiene de comedia esta historia que, además, venimos representando desde hace décadas, que siempre hace llorar y que siempre (Melodramática) hace que un temblor de dignidad recorra mis venas libertarias.

PAYASO: (Erudito)
La tragedia necesita personajes trágicos, personajes colocados en una altura importante, (Ella deja el melodrama y lo mira fastidiada) con un teleos definido, con una grandeza…cómo diríamos…una grandeza ¡Divina! (La mira de arriba abajo con cierto desprecio) tú no eres preciosamente Lady Macbeth,  ni mucho menos Medea o alguna otra de esas grandes y maravillosas heroínas trágicas. (Para sí) Aunque divina sí que estás.

PAYASA:
Y tú tampoco eres así un héroe que se diga… payaso, eres un triste payaso.

Él la mira con cierto desdén.

PAYASO:
Sí, pero el maquillaje se quita, la nariz sale con suficiente facilidad… lo difícil es arrancarte esa mirada, adocenada y sobreviviente de feminista del siglo pasado…

PAYASA: (Retadora. Autosuficiente)
¿Una mirada sobreviviente de feminista del siglo pasado?
A ver… ¿Qué es una mirada sobreviviente de feminista del siglo pasado?

PAYASO:
Tú sabes, esa mirada…

Ella se siente descubierta y se tapa los ojos. Luego trata de mirar sin mostrar los ojos.

PAYASO:
¡Esa mirada que se ha ido acomodando, poco a poco, para poder subsistir a los últimos comerciales de toallas sanitarias!

Ella deja de esconder la mirada y lo enfrenta indignada.

PAYASA:
¡¿Toallas sanitarias?!!

PAYASO:
Sí…toallas sanitarias.

PAYASA: (Amenazante)
¡¿TOALLAS SANITARIAS?!!

PAYASO:
Toallas sanitarias… la imagen clásica, en la contemporaneidad,  de lo que es una mujer liberada y más aún… ¡Feliz!

PAYASA:
No estoy hablando de cómo la mujer de hoy encara sus rutinas menstruales. Estoy hablando de tu manera de calificar esta obra.  Y yo insisto que esto es una tragedia. Es una tragedia porque esa mujer está enamorada de alguien como tú. Y, visto como sea visto, eso es una tragedia.

PAYASO:
Estar enamorado de quien sea, o de lo que sea,  no es una condición trágica… lo que le da la condición trágica a una historia es el destino inexorable y la nobleza del héroe.

PAYASA:
Espérate un momento.

PAYASO:
¿Qué pasa?

PAYASA:
O sea que tú eres un payaso trágico y yo una payasa cómica. Sales jodido.

PAYASO: (Despectivo)
No, ni tú ni yo somos trágicos. Ya te lo dije. (Se quita la nariz y se la enseña) Y esos personajes, menos. Alguien de todos los días nunca es trágico. (Se coloca de nuevo la nariz) A lo mejor patéticos, pero ¿trágicos? ¡Nunca!

PAYASA:
… estar enamorada de un imbécil te destina inexorablemente al fracaso.

PAYASO:
¡Ya basta de desatinos! Es lo que uno haga, la acción que uno tome lo que te lleva al fracaso o a la victoria… si te enamoras de un imbécil, pero tú eres de buena madera… no tiene por qué ser un fracaso… se puedes cambiar  hasta la vida misma, para  ser feliz al lado de la persona que amas… yo lo haría.

PAYASA:
¿No dijiste que la tragedia  tiene que ver con el destino?

PAYASO:

PAYASA:
¡Y bueno! ¡Estos seres están destinados!

PAYASO:
Sí…pero no es lo mismo… Mira el hombre o huye o enfrenta… eso define el carácter del personaje y su historia.

PAYASA: (Harta)
A tus teorías teatrales las meto en una licuadora y sale bosta de vaca… Pura paja. A mí me interesan son los hechos ¡Vamos! dile al “Honorable público”  a que viene tu personaje a esta habitación de hotel.

PAYASO:
A tirar amiga mía, a tirar.

PAYASA: (Autosuficiente)
¿Sí?

PAYASO: (Con impaciencia contenida)
¿A qué va una pareja a una habitación de hotel? (Al público) ¿A alguien se le ocurre qué otra cosa puede hacerse en una habitación de hotel? Hey, hey, hey… no estamos hablando de viajes… ni de mudanzas… estamos hablando de un hotel más o menos decente, a pocas cuadras de tu oficina, al que acudes de vez en cuando en horas de oficina. ¿A qué se puede ir? Vamos a ver, vamos a ver…

PAYASA:
Sí, pero este día… precisamente este día tu personaje y mi personaje vienen a otra cosa.

Él pone cara de desencanto.

PAYASO:
¿A otra cosa? Es que no vamos a…

PAYASA: (Hastiada)
Coño… me vas a decir que no conoces la historia…

PAYASO:
Pero nunca he estado de acuerdo… Al fin y al cabo tú estás muy buena…  y me gustas… ¡Al Diablo con todo! ¡Qué importa el director o la obra!… vamos a cambiarla…(Suplicante) un poco… vamos, vamos… un besito (La abraza, ella se resiste) vamos payasita mía… un besito y después quién sabe, entretelones podemos encontrar la felicidad.

Ella se zafa con displicencia. Y se aleja.

PAYASA:
¡Aléjate de mí so bellaco!

PAYASO: (Romántico melodramático)
Te juro que por este deseo que me carcome, soy capaz de cambiar hasta las más finas hebras que componen el pasado que sostienen tú existencia y la mía, para que en el presente todos los resortes del universo armen un destino en el que tú seas mía…mía.

PAYASA:
Deja la ridiculez… ¡Payaso!

PAYASO: (Se mira a sí  mismo de pies a cabeza)
¡Y dale con lo de payaso! ¿Por qué será que las mujeres te echan en cara tu condición como si eso fuera un pecado? A un oficinista le arrojan en pleno rostro de seis de la mañana, recién afeitado y olorosito a after shave, su rutina asquerosa y asfixiante, su montaña de requisitos inútiles hasta para echar un polvo. A un banquero le salpican con delicados punticos de saliva, su faz  recién masajeada con finas cremas traídas directamente de la france, con aquello de que vive de la usura, y que no presta ni una caricia al menos que con eso se gane un millón de besos sin importarle que cada uno de ellos le sea otorgado por mero interés. A un político le lanzan en su cara recién fotografiada, que es un hipócrita y un demagogo y que nada de lo que ofrece se ve reflejado a la hora de la verdad provocando insatisfacciones por doquier. A un carnicero le estampan en sus mejillas manchadas con la sangre  del cordero de hoy que quita el hambre en algunos, que sólo está pendiente de la carne y que no se fija en los sentimientos de lo que él considera una simple mercancía. A un militar le disparan en plenos cachetes mofletudos, que es un dictador en potencia y que quiere mandar hasta en el más mínimo movimiento en la batalla amorosa que suelen librar debajo de sábanas verde oliva. A un payaso bueno…que somos unos desequilibrados, que hablamos muy alto, que  solamente decimos la verdad, que somos graciosos, demasiado inteligentes, que nos mantenemos en forma, que no le tenemos miedo al ridículo, ni a los golpes, ni a las caídas y que nos maquillamos mejor que ellas… ¡Uf! ¡Nos detestan!…Pero yo sé perdonar. Ven amada mía…no hagas que luche con todo un universo, cuando solamente basta que mudes tu férrea voluntad.

Él trata de acercársele. Ella lo rechaza con una sacudida.

PAYASA:
¡Déjame estúpido! ¡¿Cómo se te ocurre ofrecerme la felicidad en diez minutos detrás de una cortina?!

PAYASO: (Ofendido)
¿Diez minutos?

PAYASA: (Para sí)
Tal vez… ni siquiera diez minutos.

PAYASO:
¿Qué insinúas? Nunca hemos…

PAYASA: (Lo calibra)
¡No hace falta! ¡Se te nota! Sueñas con un Ferrari, te encanta la comida rápida, el “fast fut” como le dicen, en vez de una buena sopa de costilla hecha lentamente a la leña, en fin querido, eres un video clip porque no puedes con un largo metraje…

Él trata de esconderse para no seguir siendo calibrado.

PAYASO:
¡Ya basta! Vamos a nuestro asunto… (Al público) ¡Distinguido público! (A la payasa) Esta vez no interrumpas (Al público) El grupo teatral “La mala costumbre” 

Los músicos corres a sus instrumentos y retoman la pieza circense.

PAYASO:
…tiene el honor de presentarles la comedia (Mira a la payasa de reojo) la comedia dramática…  “Cuarteto de amor para una historia de dos”.

PAYASA: (En tono discursivo y grandilocuente)
Es una historia urbana, de las postrimerías del siglo pasado y del comienzo de éste, en dónde el anonimato de cada individuo (Se interrumpe) ¿De verdad tengo que decir toda esta paja?

PAYASO:
Ya está bueno… termina de una buena vez

PAYASA:
Pero es que eso de las postrimerías del siglo pasado…

PAYASO:
¡Ya!

PAYASA:
… y del comienzo de éste en donde el anonimato de cada individuo provoca estilos de vida que se desvanecen… ¡guácala! ¡No lo soporto más!

La música se interrumpe de nuevo. Los músicos se ven molestos.

PAYASA:
Eso que viene sobre la ineluctibilidad de yo no sé qué diablos, aunque me saquen del espectáculo no lo vuelvo a decir… La otra vez cuando salí del teatro estaban dos tipos conversando, me reconocieron, y eso que no llevaba la nariz. (Se aprieta el pantalón con coquetería para destacar sus formas. Él la mira enamorado) En fin me reconocieron y comenzaron. “Mujer estás ineluctablemente buena”

PAYASO:
¡Ya basta!

Se retoma la música

PAYASA: (Reinicia con grandilocuencia)
Señoras y señores ante ustedes una extraña historia que, según éste (Señala al payaso) ser, es una comedia, en la cual dos personajes, que también vamos a representar nosotros, se encuentran periódicamente en un cuarto de hotel a disfrutar de lo que se ha dado por llamar “encuentros sexuales de amigos con derechos”, pero este encuentro  será diferente…

PAYASO: (Tono declamatorio)
Sí, será diferente… cada quién viene con una intención y un destino que hallará la confrontación antologi… etnológi… sicolo… coñoelamadre… (Piensa)

Mira pidiendo ayuda a la payasa. Esta se hace la desentendida. Luego cede a regañadientas.

PAYASA: (Con displicencia) 
On…

Él la mira desconcertado. Hace un gesto de meditación, haciendo un círculo con el índice y el pulgar de cada mano,  y luego la interroga con otro gesto. Ella se da una palmada en la frente.

PAYASA:
¡Chico ¡ ON…on  ¡ontológica!

PAYASO:
¡Ah…(Retoma) que hallará la confrontación ontológica… para luego descifrar las verdaderas fuerzas del destino que solamente el amor puede desatar.

La payasa hace un gesto de hartazgo y rompe.

PAYASA:
Este mecié hará las veces de Mario… Un tipo como cualquiera de esos que si se consiguen a la mujer pendeja ideal la usan hasta que se consiguen a otra mujer pendeja ideal y así construyen su ilusión de felicidad…

PAYASO:
No todos somos así…

PAYASA:
Tú eres peor  mi amor.

PAYASO: (Enamorado)
¿Mi amor? ¿Me dijiste mi amor? (TRANS) Vamos pa´detrás de la cortina… un ratico. (Por lo bajo) aunque sea diez minutos…

Los músicos interrumpen de nuevo, los payasos los miran, los músicos molestos les hacen señas de que continúen. Los payasos asienten y hacen gestos de disculpas.

PAYASA: (Ignorándolo. En tono discursivo)
La ineluctibilidad del destino se hará eco en la vida de estos dos seres que han olvidado lo más importante. (Rompe) ¡Ya! Vamos al grano.

La payasa se quita la nariz y el sombrero. Él hace lo mismo y sale. Ella se acuesta en el cilindro grande que hace de cama. Cambio de luces. La música cambia radicalmente. Los músicos quedan a obscuras. Mientras están Mario y María los músicos apenas se ven en sombras e interpretan una música más contemporánea e incidental. Se oyen pasos. Ella se incorpora con nerviosismo. Va al espejo y se arregla con coquetería. Se da cuenta que los pasos siguen de largo. Se desencanta. De nuevo oye pasos. Se acomoda. Tocan la puerta. Ella camina coqueta y enamorada. Abre la puerta y hace un gesto esperando ser besada. Entra el payaso sin nariz, con saco y corbata elegante. Los mismos pantalones y camisa de payaso. Él entra como una tromba. Mira el reloj. Hace un gesto de desespero.

MARIO:
Hola María… vete desvistiendo que estoy un poco apurado.

Mario se afloja la corbata y se comienza a quitar el saco. Lo hace de manera rutinaria. Todavía ni ha mirado a María. María no se mueve, sólo lo mira. Está más desconcertada que triste.

MARIO:
Uf… ¡Un día de mierda! Y lo peor es que tengo que estar temprano en la casa para recibir una llamada de un cliente que es incapaz de llamar a horas normales. O por lo menos podría llamar a mi celular… En fin, el tipo es un necio pero tiene real parejo. Así que una tiradita y a volar…

Ante el silencio de María, Mario levanta la mirada y la descubre inmóvil mirándolo con desconcierto.

MARIO: (Sin agresividad, más bien con apremio)
¿Qué te pasa mujer? Es que no me escuchaste…

MARIA:
Imposible no escucharte, Mario.

MARIO:
¿Y entonces? Qué haces vestida… vamos, vamos, vamos… a la ca-mi-ta, a la ca-mi-ta. Mira que aunque vengo apurado tengo las ganas alborotadas. (Ríe. Predice) vamos a gozar una bola.

MARÍA:
No quiero.

MARIO:
¡¿Qué?!

MARÍA:
No quiero.

MARIO:
¿Cómo que no quieres? ¿Y a qué viniste? …si querías conversar hemos podido ir a un café… De verdad Maríita…estoy engatillado y tengo prisa… combinación perfecta para lo que llaman un polvo de gallo perfecto.

MARIA:
Hoy me hace falta más que eso.

MARIO:
¡Ah no mujer!… filosofías a la hora del té solamente en Inglaterra, que de verdad se toman un té y hablan pendejadas… aquí se tira. Que es más divertido y más sano.

MARIA:
No quiero hablar de filosofía quiero hablar de…

Mario se tapa los oídos.

MARIO:
No lo digas… si dices esa palabra se nos empava la vida. Y eso no lo podemos permitir… si se nos echa a perder que sea por motus propio y no por la mala suerte.

MARIA:
¿La palabra amor te parece pavosa?

MARIO: (Horrorizado)
¡La dijiste! ¡La dijiste! Y yo que me estaba jugando el cero ocho…ahora no sale ni con siete velas amarillas. Por lo menos avisa y uno se agarra la izquierda para que la cosa no sea tan grave. ¿Cuándo vas a aprender que hay cosas que no se dicen?

MARIA: (Sugerente)
Pero se hacen.

MARIO:
¡Tampoco! Yo follo, tengo sexo, coito, tiro pero nunca hago el “eso”. ¡Ni nadie lo hace! Eso es demagogia de cama. Así como antes ella preguntaba, “papi tú me quieres”… ahora se dice vamos a hacer el… la palabra esa. Y claro, al mojigato que tenemos por dentro se le hace más fácil ir a un hotel a hacer sentimientos profundos que a tirar. ¡Hipocresía! ¡Eufemismo! ¡Y falsa virtud! (TRANS) Y bueno María estamos perdiendo un tiempo precioso.

Mario comienza a quitarse de nuevo la camisa. Silba. Mira sonriente a María, pero ve que ésta no se mueve. Se le congela el silbido.

MARIO:
¿Qué te pasa mujer?

Silencio.

MARIO:
Ah coño…discúlpame. Quieres una escena de violación  como el otro día. (Socarrón) Te estás poniendo medio perversona. Pero bueno… ¡Todo sea por un buen polvo!

Mario se coloca la camisa como un pasamontañas. Respira jadeante. Se mueve con cierta lascivia.

MARIO: (Imitando a un malandro)
Ajá, ajá…llegó el duro (se señala a sí mismo) y  el máh duro (Se señala el sexo)

Se le aproxima, ella se aleja.

MARÍA:
Deja.

MARIO: (Imitando a un malandro)
Como te voy a dejá si tú ere el ángel de mi sueños mojao. Ven mamita pa que lo goce.

MARÍA: (Seria)
¡Qué me dejes chico!

MARIO:
Pero, cómo te voy a dejá si te amo.

MARÍA: (Sonriendo)
¿Me amas?

MARIO:
Te amo, te amo a violá el mah duro (Se señala el sexo) y yo.

Mario se le encima. Ella lo aparta con violencia, lo golpea. Él se aleja desconcertado.

MARIO: (Furioso)
¿Tú te volviste loca?  ¡Ah no chica!… ¡Mira lo que me hiciste! ¡No que va! Yo me voy.

Mario comienza a vestirse. Ella se sienta en la cama. Está abrumada.

MARIA:
Ven.

María le señala con la mano que se siente a su lado. Él, que se ha vestido casi completamente,  sonríe y se comienza a desanudar la corbata. Arroja la corbata y de desabrocha tres o cuatro botones de la camisa.

MARIO: (Contento)
Por fin mujer… (Mira el reloj) Mira todo el tiempo que hemos perdido.

MARIA:
Mario, por favor quiero hablar…

MARIO:
¡Adiós coroto! María, María ¿Qué te pasa mija? En serio miamor tengo prisa, prisa y ganas… ¿Qué te pasa que tienes ese halo de trascendencia?

María suspira, Mario arruga la boca y tras una pausa hace un gesto de resignación. Se palpa el bolsillo donde está la carta.

MARIO:
María… si tú quieres hablamos un ratico…pero dime. ¿Vamos a echar uno? ¿Sí o no?

MARÍA:
Sí… a eso vinimos.

Mario la observa hace un gesto negativo con la cabeza. Se palpa de nuevo el bolsillo y con aire culpable se dirige al baño.

MARIA: (Sumisa)
¿A dónde vas?

MARIO:
A la China Meridional… ¿A dónde voy a ir?  Tú si que estás rara… ¿No conoces estas habitaciones?  Tenemos viniendo para este hotel como nueve años

MARIA: (Nostálgica)
Siete

MARIO:
¿Siete?… De todos modos más que suficiente como para saber dónde quedan los baños. A esta misma habitación hemos venido como quinientas veces.

MARIA: (Nostálgica)
No tantas…

MARIO:
¡Ah bueno pues! Doscientas veintidós… y media…porque hoy vale por la mitad.  ¡Ya vengo chica voy a orinar!

Mario sale del escenario. Ella se queda melancólica mirando por donde él salió. Se oye un silbido de él entre bastidores. Ella saca la nariz y se la pone. Él entra al escenario y se sorprende. Ella se incorpora altanera. Se iluminan los músicos.

PAYASA:
¡Vamos…! ¡Bicho! ¡dile a la “honorable audiencia” para que fuiste a ese baño!

Él hace un gesto de hartazgo. Se coloca la nariz con cierta prosopopeya. Saca el gorro con gesto contenido. Se lo coloca. Comienza a hablar mirándola a ella más que al público.

PAYASO:
Mi personaje, el personaje que represento, Mario… no yo el payaso, sino Mario el personaje, fue al baño a orinar…

PAYASA:
¿Qué dices so mentiroso? ¡Canalla entre canallas…no fuiste a ningún orinar… lo que pasa es que te da pena confesar semejante cobardía… semejante porcina y rastrera acción!

PAYASO: (Impaciente)
Mario… el personaje fue a orinar (Ella va a comenzar de nuevo, él la para en seco con un gesto) fue a orinar y a dejar una carta.

PAYASA:
¡Ah! ¡Una carta! Una carta porque eres un cobarde…como todos los hombres. Ni de vaina le dicen a una mujer  que vamos a dejar esto hasta aquí, o mira me enamoré de una putica… ¡No! comienzan a portarse como lo que son, como unos puercos. Para que sea la mujer quien asuma la responsabilidad de la ruptura.

PAYASO:
Pero este tipo no se está portando así… le está dejando una carta…

PAYASA: (Irónica)
¡Que noble es!

Sale al baño. Entra con la carta. Él se asombra.

PAYASO:
¡No se te ocurra leer esa carta!

PAYASA:
¿Por qué no?

PAYASO:
Porque…eso es violar la correspondencia ajena.

PAYASA: (Lo mira con desprecio)
¡¿Correspondencia ajena?!…A quien va dirigida esta carta…

PAYASO:
A María.

PAYASA:
O sea (Se señala a sí misma)

PAYASO:
Tú no eres…

PAYASA: (Arbitraria)
Claro que lo soy… (Lee) “María. Nos llegó la hora…fueron nueve años intensos, y cómodos de una polvorosa relación”. (Interrumpe)  Ni que fuera una pastelería…. (Retoma la lectura)  “Así fuimos, no dejamos que el sentimentalismo se interpusiera. Tiramos bien y bastante. Por mi parte ninguna queja. Y ahora, para que  veas que el sentimentalismo sí es una mierda. Tengo que confesarte algo: Me enamoré de una maracucha, o por lo menos dejé que se involucraran los sentimientos. Ahora me da culpa hacerlo contigo…” (Interrumpe) “hacerlo contigo”, pero que ridículo…ahora dice “hacerlo contigo”, esto es patético….(Retoma la lectura) “…Ahora me da culpa hacerlo contigo y es peor que eso, me voy a casar con ella. Por eso es mejor que no nos veamos más. Es un asunto de respeto…respeto por ti. (Ella deja de leer y suspira indignada. Retoma la lectura) “Como nuestro próximo  encuentro siempre se ha  acordado en la última cita, esta vez no decidamos una próxima vez. Te aprecio y te tuve ganas siempre. Mario” (Deja de leer) ¡Pero que sucio!… ¡Rata de cañería!

PAYASO:
Pero por lo menos se lo informa.

PAYASA:
Y por qué no se lo dice e su cara  o le entrega esta… cosa en sus manos

PAYASO: (Incómodo)
Qué sé yo.

PAYASA:
Claro que sabes ¡bicho!.. Tú que te la pasas estudiando los personajes no te pelas esa respuesta ni borracho. ¡Degenerado! ¡Claro que sabes!

PAYASO:
Ya te dije que no sé… no sé y se acabó.

PAYASA: (Lo imita con chocancia)
“No sé y se acabó” ¡Mentiroso!

PAYASO:
Ya que tú sí sabes… ¿Por qué no lo dices y ya?

PAYASA:
Porque quieres tirártela una última vez… hipócrita, cobarde…traicionero, es por eso: Sabes que ella solamente va al baño al final de la jornada, y así va a descubrir la carta después que te hayas ido. ¡Eres de lo último!

PAYASO:
Ya te dije que es Mario…no yo.

PAYASA:
Tú eres igualito. No estabas ahí haciéndote el lelo…(Lo imita) “no sé, no sé y se acabó”…

PAYASO:
No… no soy igualito…yo  nunca te dejaría… o por lo menos te lo diría en tu cara.

PAYASA:
Yo sé que tú nunca me vas  a dejar.

PAYASO: (Gratamente sorprendido)
¿Me crees?

PAYASA:
Claro… si nunca vas a estar conmigo, cómo coño me vas a dejar.

Se ríe  malvada.

PAYASO:
Vamos a seguir por favor…

PAYASA: (Al público)
Pero que quede claro a qué fue ese bicho para el baño.

El payaso, le quita la carta a la payasa.  Entra el ambiente de iluminación y musical de Mario y María. Vuelve a salir y entra como Mario. Se queda mirando a la payasa. Esta lo mira en personaje de María. Pero él no reacciona. Ella se da cuenta y se quita la nariz y la esconde. El silba y le sonríe.

MARIO:
Bueno María…creo que hoy no es tu día…eso pasa…lástima porque yo en cambio estoy de a toque.

Ella asiente.

MARIO:
Primera vez, chica, que  no estamos a tono.

MARÍA:
Sí estamos a tono. Yo vine como siempre.

MARIO:
No se te nota.

MARÍA:
Es que llegaste tan distante, tan como si yo no importara… ¿Cómo es que decían en esa película?… el viejo y aburrido juego del mete y saca… no sé.

MARIO:
¡No! Yo llegué como siempre. Ese fue nuestro trato… relación sexual, dijimos. Hace siete años, ¿No? (Para sí) ¡Siete años!… (Gesto de asombro) Nada de sentimentalismos. Tú me gustas, yo te gusto… nos deseamos… vamos a la cama sin pedir nada que no sea asunto de la misma carne. Allí sí que vale todo… pero nada de compromisos fuera de las cuatro paredes. ¿No te acuerdas? Ni siquiera tenemos nuestros teléfonos, en cada cita se acuerda la siguiente… ¡Una maravilla!

MARÍA:
Sí.

MARIO:
Y entonces… qué es eso del “viejo y aburrido juego del mete y saca”. Viejo sí, aburrido  nunca… y sobre todo por eso, porque no están metidos los niños, los suegros, las quincenas, el día aquel que te quedaste mirando a otra. O no me ayudaste la tarde aquella con el trabajón que tenía… El amor, a la larga, trae todas esas cosas, y pone aburrido lo más divertido que tiene la vida.

MARÍA:
Sí… puede ser.

MARIO:
Puede ser no. ¡Es!

MARÍA:
Es… pero también esta manera es como demasiado parecida a una caja de Corn Flakes. (Él la mira interrogante)  Cuadradita, ajustada matemáticamente al estante y a las exigencias del tiempo moderno.

MARIO: (Con lascivia)
Sabroso y muy nutritivo.

MARÍA:
¿Sabroso? Sí, también fácil, sin complicaciones, está bien es un desayuno… pero a veces al mediodía no te acuerdas si desayunaste o no.

MARIO:
¿Qué hora es?

MARÍA:
No sé.

MARIO: (Mira su reloj)
Las cuatro y media.

MARIA:
Sí ya sé, estás apurado.

MARIO:
Las cuatro y media y te puedo decir que está mañana comí Corn Flakes, el original, con cambur picado, mucha azúcar, leche fría, en un plato que quedó limpiecito y me acuerdo perfectamente porque me encantó.

MARIA:
Y porque es lo que desayunas todos los días… Pero que tal unas caraoticas fritas, con queso blanco esparcidito por arriba, con dos arepas recién horneadas, mantequilla…

MARIO:
¡Ya va! ¡Ya va! Me estás dando la razón… eso es lo que yo digo, ¿Para qué vas a querer el mismo cereal todos los días, si puedes variar y lograr el producto esmerado que da el “a veces”?

MARÍA:
No es “el a veces” lo que da el producto esmerado es otra cosa. Nada que venga ya listo y metido en una caja  te va a dar lo que yo digo, aunque te lo comas cada mil años.

MARIO:
Y quien te está diciendo que te metas en una caja y que estés lista…

MARÍA:
No sé…

MARIO:
¿Cómo que no sabes?  Yo no te he obligado a nada, más bien te he propuesto una relación que nos haga libres, una manera de vivir sin traumas, ni dolores innecesarios…

MARÍA:
Yo acepté todo, y me ha gustado… es verdad… pero en todo este tiempo no hemos tenido tiempo de pensarlo.

MARIO:
¿Y para qué hay que pensar?

MARÍA:
Bueno, digo yo son siete años y no hemos tenido tiempo de pensarnos, de mirarnos, es como si fuesen siete años desechables.

MARIO:
Pero divertidos, que es lo que cuenta.

MARÍA:
Si como las comiquitas de Disney… tú eres Donald y yo soy Daysi.

MARIO:
¡Epa! Ese Donald es pato… mejor me pones como Mikey.

MARÍA:
¡Es en serio chico! ¿Cómo vamos a ser solamente divertidos? Somos gente ¿o no?

MARIO: (Un poco harto)
Claro chica, ni patos, ni ratones, ni el pendejo de Tribilín.

MARÍA:
Pero hemos sido tan comiquita, tan prescindibles… como una máquina de afeitar, como un platico de torta… como una servilleta de papel…

MARIO:
María, Tienes una obsesión con el automercado…  no será que tienes hambre.

MARÍA:
Tal vez.

MARIO:
Papa y sexo la razón de todo… Tú con hambre y yo con ganas

MARÍA:
Coño Mario a ti las dos cabezas te sirven para lo mismo… ya deja de escaparte. Esto no es libertad es miedo, al dolor,  al fracaso…

MARIO: (Fastidiado)
Aja…

MARÍA:
Mírame a los ojos y dime que en siete años no has sentido nada por mí.

Se miran. Él sonríe retador. Ella aparta la mirada y baja la cabeza.

MARÍA: (Sin mucha convicción)
Está bien, está bien…me puse susceptible…vamos a olvidarlo y a la cama…vente.

Ella lo toma por una mano y lo pretende conducir hacia la cama. Él hace resistencia. Ella se sorprende. Se vuelven a mirar, él le rehúye la mirada.

MARÍA:
¿Qué te pasa?

MARIO:
No he terminado.

MARÍA:
Ya ese cuento me lo sé…lo inventamos juntos.

MARIO:
Bueno, en realidad no lo inventamos…nos lo copiamos…eso lo dice todo el mundo. Lo bueno de nosotros es que lo practicábamos…y con mucha eficacia… hasta se me ocurrió en algún momento que era feliz… ¡Ojo! Felicidad sin sentimientos ni nada de esas cosas, ¡Felicidad operativa!

MARÍA:
¿Practicábamos?  ¿Ya no?

MARIO:
Practicamos pues… mujer… practicamos. Hoy estás con la precisión por delante. La susceptibilidad te da condiciones como para entrar en la NASA.

MARÍA:
Es que tú estás raro.

MARIO: (Con impaciencia)
¡Qué joder!  María…“tú sí estás raro”  en ese tono, tampoco se dice.

Mario se queda paralizado.  María se pone la nariz y ahora es payasa. Le habla a un Mario que no se mueve.

PAYASA:
¡Ves! ¡Este era el momento para decírselo! Sí María, estoy raro… lo que pasa es que me enamoré de otra… y no puedo verte más…o algo por el estilo. Pero no. Dices con suficiencia y cierto desprecio. “Qué joder…bla bla bla bla”  ¿Por qué no puedes ser sincero y decir tus cosas con transparencia?

MARIO:
Nadie es así…o bueno habrá alguno que dice su la verdad simple y llana, porque no tiene contradicciones. Yo si las tengo y que jode. Esto me está pasando…no lo estoy decidiendo…no  le digo la verdad porque quiero tenerla una vez más, porque la necesito, y a la vez me quiero ir porque viéndolo desde otro lado lo que hago es una canallada… si las cosas tuvieran un solo punto de vista…

PAYASA:
Sea como sea la que sale jodida es María…la relatividad es una verdad, una mierda y una trampa en un solo trago.

La payasa vuelve a María

MARIO: (Retomando)
¡Qué joder! María… “tú sí estás raro”  en ese tono, tampoco se dice. Esa son cosas de esposa,  no de amante.

MARÍA:
Pero los amantes tampoco se ponen raros de ese modo…tú empezaste.

MARIO:
¡No señor! Yo llegué bajándome la bragueta. Tú fuiste la que comenzó con toda esta ridiculez…ya hasta hubiéramos echado el primero. (Mira el reloj) Mira. (Le muestra el reloj en un gesto acusador) se nos está acabando el tiempo.

MARÍA: (Con un dejo de tristeza)
¿Ya te vas?

Los dos se miran.

MARÍA: (Entre irónica y triste)
Eso sí lo puedo preguntar… ¿verdad?

MARIO:
Pregunta lo que quieras María…Hoy estás rarísima… (Para sí) justamente hoy.

MARÍA:
Sí… tienes razón…estoy rara. Pero somos amigos ¿verdad? No, digo…además de tener sexo exclusivamente físico… podemos de vez en cuando…no sé…aceptar una debilidad del otro… qué te digo, cada seis u siete años, una vez, un día. A lo mejor, a veces uno necesita conversar algo, sentir algo… no puede ser tan horrible que a veces una esté rara…no sé. Es muy duro sentirse como una arpía porque necesitas un poco de cariño. No siempre somos lo que deseamos ser.

Él se pone la nariz, María se queda paralizada.

PAYASO:
Y es aquí cuando tú has debido ser más sincera… ¿Un poco de cariño?  ¡Nada de eso! Estás pidiendo formalidad, estás pidiendo una relación amorosa. Saltándote todas las normas, lo estás cocinando para hablar abiertamente de amor. Pero no… de manera circunstancial dices que necesitas un poco de cariño (imita la voz) “No siempre somos lo que deseamos ser”  Ni somos lo que decimos ser, diría yo.

MARÍA:
Él sabe hace tiempo que eso es lo que quiero…pero hoy estaba decidida a enamorarlo, a proponerle que nos amáramos. Pero justamente hoy él está más distante, más cínico. Me duele, no puedo evitar que me duela. En cierto modo lo estoy traicionando… pero no soy yo…es que estoy enamorada de ese bicho.

PAYASO:
Si estamos bravos no somos nosotros, si estamos alegres o enamorados tampoco… y es por esas cosas que actuamos ¿Entonces? ¿Quién es el responsable de nuestros actos? 

El payaso se quita la nariz, vuelve a la situación anterior. María retoma su parlamento.

MARÍA:
No siempre somos lo que deseamos ser.

MARIO:
Sí María, yo sé. Pero hoy no te has debido poner así.

MARÍA:
Hoy, u otro día…es igual para ti…pero hoy para mí es distinto.

MARIO:
Está bien, me rindo. Hoy no se tira.

Mario se sienta en actitud resignada y dispuesto a escuchar.

MARÍA:
No, no… ya está…de verdad que me estoy portando como una boba. Vamos a dejar toda esta tontería atrás…un lapsus sentimentalis, eso le pasa hasta a las más duras… y a los más duros también. Me vas a decir que tú no has tenido tu corazoncito.

MARIO:
Pero a los quince años, cuando uno todavía no ha vivido. Después es imperdonable. Es decir después que conoces a la mujer… bíblicamente como se decía antes… es decir, después del primer hachazo… eso del corazón se queda muy atrás… y después, si te casas…desaparece para siempre.

MARÍA:
Tú no eres así.

MARIO:(Malcriado)
Sí soy.

MARÍA: (Niega)
Hum, hum.

MARIO: (Enfático)
Sí soy así.

MARÍA:
Está bien…eres así. Atila corazón de piedra.

MARIO:
¡Coño! Yo no digo que sea Atila.

MARÍA: (Burlona)
Mario el cínico sin corazón.

MARIO:
Eso está mejor.

MARÍA: (Desmintiéndolo con cariño)
Mario, te he visto llorando. Aquí en este cuarto, en mis piernas. ¿No te acuerdas?

Mario recuesta la cabeza en sus piernas

MARIO:
Eso era cuando el divorcio… por eso te digo que después del matrimonio desaparece para siempre. ¡Y no tienes que estar sacándome eso!

MARÍA:
Nunca hablo de eso… pero ya que el día se puso caprichoso. (Recordando) Eso fue al principio. Cuando estábamos comenzando a salir.

MARIO:
Ya ese matrimonio estaba listo.

MARÍA:
Eras un desgraciado… te quitabas el anillo para hablar conmigo.

MARIO:
¡Ajo! (Trans) Esa caraja ya había decidido mandarme al carrizo y yo como un mismo pendejo escondiendo el anillo. ¿Salvando qué?

MARÍA:
Tú me gustabas mucho… pero se te veía en la cara que eras un vagabundo. Desde el primer día vi lo del anillo. Pero, vaya usted a saber por qué,  eso me atraía. Era como la certeza de que yo te gustaba. ¡Una sí que es boba!



MARIO:
No, boba no. La soledad que es una mierda. (Trans) Eva sabía lo de nosotros y no decía nada… (Se levanta y va a proscenio) ¿Será que me estaba montando cacho la muy coño e´madre?

MARÍA:
A pesar de que yo sé cómo son los hombres, no sé por qué me creí eso de que tú no la querías.

MARIO:
¡Claro que no la quería!

MARÍA:
¿Y las lágrimas?

MARIO:
Claro que  no la quería…Orgullo de macho.

MARÍA:
A mí tampoco me querías.

MARIO:
¡Epa! Páralo ahí. Yo nunca te dije que te quería, ni que te amaba, ni nada de eso. Al contrario. Siempre te lo dije, y tú estabas de acuerdo, nada de sentimientos. ¿Te acuerdas? Había un loco que decía que eso de mezclar la cuchara, la paloma y el corazón era un invento de la edad media. ¿No te acuerdas?  La pasión tiene que ver con Jesucristo, es decir mezclar la pasión de la muerte, con la pasión del amor… y entonces el resultado era un dolor y una sufridera y una vaina…

MARÍA: (Recordando)
Sí… “sólo se ama si duele”…y entonces la gente buscando la manera de sufrir para tener la certeza de estar amando.

MARIO:
Los propios pendejos.

MARÍA:
¡No digas eso que todos somos más o menos así?

MARIO:
Pero tú y yo logramos una cosa distinta y bien rica… Era desencadenar la pasión sin tener dolor, empatarse sin sufrir…

MARÍA:
¿Para qué tenías que decirme que no la querías? ¿Por qué tenías que darme explicaciones relacionadas con los sentimientos? Eso es como decir te quiero en entrelíneas.

MARIO:
No me jodas María. Eso fue hace más de siete años. Nos hemos pasado el Kamasutra de arriba abajo…y ahora me vas a venir con que te dije “te quiero” por debajo de cuerdas. A lo mejor, no lo sé. Pero por arriba de cuerdas, quedamos que nada de amorcito corazón, que nada de sentimientos, ni de celos, ni de preguntarme después de un tremendo orgasmo que si te quiero. Quedamos en eso. ¿Sí o No?

MARÍA:
Quedamos.

MARIO:
No me vengas entonces con vainas de entrelíneas. Eso es para leer el periódico no para tirar.

MARÍA:
Ya, ya, no es para tanto.

Mario mira el reloj y luego a María.

MARIO:
Bueno, no se pudo… me tengo que ir.

María se acuesta en  la cama de manera sensual.

MARÍA: (Serena)
No te vayas.

MARIO: (Mira el reloj)
Te dije que estaba apurado.

MARÍA:
Deja a ese cliente… por un día no se te va a ir. A lo mejor deja de ser tan fastidioso.

MARIO:
Es mi mejor cliente.

MARÍA:
Y yo soy tu mejor cama.

MARIO:
Tú hoy me quieres volver loco.

MARÍA: (Seductora)
Volvernos locos.

María se levanta. Se acerca a Mario. Están muy cerca.

MARIO:
María…de verdad me tengo que ir.

MARÍA: (Sin soltarlo)
Ese sí que no eres tú… desde cuando el deber antes que el placer.

MARIO:
Si este negocio se me cae estoy frito.

María se aparta. Se desabrocha los botones de la camisa. La suelta en el piso. Se acuesta de nuevo en la cama.

MARÍA: (Juguetona)
Está bien… tú te lo pierdes.

Mario suspira. Se termina de vestir lentamente. Se pone la corbata. Evita mirar a María. Ella sigue en su actitud seductora y sonríe. Él está que no se aguanta. Comienza a salir de la habitación totalmente tomado entre la fuerza que lo retiene y la que lo impulsa a huir. Ella disfruta este caminar de él. Es claro que María cree que va a ganar. Pero él llega a la puerta, la abre a duras penas y sale dando un portazo. A María se le congela la sonrisa en la boca. Está a punto de llorar, se comienza a desinflar. Se queda un buen rato inmóvil

MARÍA: (Tristísima. dice a la puerta por donde salió Mario)
¡Qué vaina! (Transición) Si alguien me pregunta yo diría que soy una mujer libre, por lo menos no hay un test feminista que me raspe. Tengo una profesión, hablo bien, doy la pelea en el mundo laboral, tengo prejuicios más bien pendejos, me visto como me da la gana y hasta hablo mal de los hombres… ¡Coño! Y este tipo me tiene de cabeza. (Pausa) No tiene por qué tenerle miedo al amor. ¡Por supuesto que se sufre! Y ¿Qué tiene de malo?  También sufriendo uno sabe que está vivo… no es lo único ¡Claro! Es que  nadie puede ser feliz así, sin comprometerse con nada, sin sentir nada. Como una máquina de refresco, que ni sufre ni padece… Ahí, contra la pared… viendo como la vida le pasa por delante, dando su vaina cuando  le metes un  billete y le das su golpecito. ¡No amigo!… ser feliz no es lo contrario a no sufrir… a lo mejor te pasas la vida evitando todo sufrimiento y es eso lo que te hace infeliz ¡Está bien! Ni la pareja ni nadie es responsable de tu felicidad, pero no es para quedarse un  montón de años huyéndole a los sentimientos… eso también es parte de uno. Una tiene manos, brazos, alegrías, tristezas, tetas, ganas de comerse una pizza, envidia, dientes, primos, vestidos nuevos, zapatos viejos, recuerdos, compañeros de trabajo, amor…!Coño una es todo eso! La próxima vez te lo digo aunque me vengas con tu discursito de último tango… (Cayendo en cuenta) No quedamos para la próxima vez…

Se levanta coge la camisa se la pone lentamente. Camina hacia la puerta por donde salió Mario. Se detiene y hace un ademán de resignación. Llora. Entra al baño. (Pausa). Tocan. Ella entra al escenario.

MARIO: (En off)
María…mejor me quedo, que se joda ese cliente.

María sonríe. Se da cuenta que tiene la camisa y se la quita apresuradamente. Corre a abrir, luego se da cuenta que dejó caer la camisa en otro lado, corre, la coloca más o menos en dónde estaba.

MARIO: (En off)
María…María, abre coño.

María camina lentamente hacia la puerta. Abre y camina hacia la cama sin esperar que él termine de entrar. Mario camina hasta quedar frente a la cama. Se miran.

MARIO:
¿Fuiste al baño?

María lo mira interrogante.

MARIO:
Digo, como te demoraste tanto para abrir.

MARÍA:
No, estaba decidiendo si dejarte entrar o no.

Mario mira el reloj.

MARIO:
Perdí el día con ese cliente…

MARÍA:
Ya le dirás alguna excusa…tú eres bueno en eso.

MARIO:
¿Qué? ¿Vas a seguir?

MARÍA: (Sonríe)
No.

MARIO:
¿Comenzamos?

Ella asiente con una sonrisa. Él se acerca y se sienta en la cama.

MARÍA:
¿Un masajito?

Mario comienza a darle un masaje en los pies. Ella comienza a relajarse y cierra los ojos. Él se queda frotando los dedos de una manera algo maquinal. La mira y sonríe enamorado. María de pronto se incorpora.

MARÍA: (Con apremio)
¡Ya va! ¡Ya va! ¡Ya va!

MARIO:
¿Qué pasa?

MARÍA:
Nada…ya vengo.

Mario se incorpora como un rayo y la intercepta.

MARIO:
¿Para dónde vas?

María lo mira divertida.

MARÍA: (Lo imita)
A la China Meridional… ¿A dónde voy a ir?  Tú si que estás raro… ¿No conoces estas habitaciones?  Tenemos viniendo para este hotel como nueve años

MARIO:
Siete.

MARÍA:
Bueno ya, déjame pasar.

MARIO:
¡No!

MARÍA: (Con apremio)
¿Estás loco?

MARIO:
No… hay una nueva técnica…si lo haces aguantándote puedes alcanzar un orgasmo increíble.

MARÍA: (Urgida)
Yo quiero tener orgasmos creíbles, apártate.

MARIO:
Pero tú nunca vas al baño… sino después.

MARÍA:
Pero esta vez voy antes. ¿Quítate que me voy a reventar?

MARIO:
María no…

MARÍA:
¿No qué? ¿Qué te pasa?

MARIO:
Nada.

Mario hace un gesto de quien tiene muchas ganas de orinar.

MARIO:
Yo primero… yo lo hago más rápido.

Mario entra. Tranca la puerta tras él. Ella se ríe. Él sale casi enseguida. Ella lo mira extrañada. Él también la mira extrañado. Ella entra al baño. El corre, busca por todos lados. Levanta el colchón. No consigue nada. Levanta la cama a duras penas. Entra María. Se le queda mirando divertida. Él la descubre y baja con lentitud la cama. Se miran. Ella divertida y él tratando  de decir algo que no le sale.

MARÍA:
Estás haciendo ejercicios.

MARIO:
Sí…  ¡No! ¿Qué ejercicio chica? Nada. Qué se me quedó una media atrapada en la pata y… (Se mira los pie y tiene las dos medias puestas. Se siente descubierto)

MARÍA:
Mentiroso.

MARIO:
Yo…

MARÍA:
Estabas haciendo ejercicio… para que te hincharan los músculos y te cacé.

MARIO:
Me…me  descubriste…

MARÍA:
Pero no se te nota.

MARIO:
¿Y qué tú quieres? ¿A Rambo?

MARÍA: (Sincera y tierna)
A mí me gustas tú…sin que tenses los músculos, sin que a veces te pongas más joven …siempre me has gustado mucho…y nunca has estado así muy bueno que se diga.

MARIO:
Eso dices tú… yo tengo mis fans

MARÍA:
No lo dudo…

María se le aproxima, se abrazan. Se comienzan a besar suavemente, iniciando el acto amoroso. Se acarician los brazos, la espalda. Se miran a los ojos. Él aparta la mirada. Mira nerviosamente al baño luego a María como tratando de descubrirla. Ella se deja mirar y devuelve una mirada mansa.

MARIO:
¿Estás bien?

MARÍA: (Asiente)
¿Y tú?

MARIO:
Te estás burlando de mí.

MARÍA:
¿Yo? ¿Por qué?

MARIO:
Cuando yo salí… ¿Qué hiciste?

MARÍA:
¿Cómo que qué hice?… (Coqueta) Yo sabía que ibas a venir y te esperé…pero te demoraste más de la cuenta… pero yo sabía que iba a venir…

MARIO:
¿Lo sabías?

MARÍA:
Es que así eres tú… nunca te vas. No me  olvido de aquella vez… que estábamos en Barbados…y aquel gordo, más simpático, ¿Te acuerdas? me comenzó a echar los perros… y tú

MARIO:
Y fuiste al baño.

MARÍA: (Extrañada)
¿En Barbados?

MARIO:
¿Qué Barbados? ¡Ahorita!

MARÍA:
Sí, tú viste…que no me querías dejar entrar.

MARIO:
¡No! Cuando yo salí

MARÍA:
Si hubiera ido no me hubiera estado reventando cuando tú no me querías dejar entrar.

MARIO:
Pero entraste.

MARÍA:
¿Cuál es la obsesión con el baño?… ¿De verdad hay un cuento con el orgasmo y no hacer pipí?

MARIO:
¿Entraste o no?

MARÍA:
¿Qué sé yo? A lo mejor entré, no me acuerdo… ¿Qué importa?

MARIO: (Desconcertado)
No…no importa.

MARÍA:
¿Cómo que no importa? Tienes rato con el cuento del baño…

MARIO:
Deja, deja… loqueteras mías.

MARÍA:
Bueno…pero yo sabía que ibas a volver…tú nunca has preferido un cliente a una cuchara.

Él ríe con desgana. Está muy intrigado por el paradero de la carta.

MARÍA:
Además, tú no eres de los que se van…bueno ningún hombre es de los que se van…hay que botarlos.

MARIO:
Sí.

MARÍA:
¿Qué te pasa? Estoy hablando como toda mujer adulta contemporánea… mal de los hombres y no saltaste a decir tus lugares comunes…

MARIO:
Imagínate uno adecuado para esa estupidez y ya tienes la respuesta.

MARÍA:
Me gusta más que me la digas tú… a veces te lo tomas en serio y te pones medio bravo…y me excito.

María se le aproxima sensual, llena de erotismo. Mario que está como ausente… intenta una sonrisa.

MARIO:
Ya vengo.

María lo mira desconcertada. Mario va al baño y cierra la puerta. María, con una sonrisa enigmática, se va a la cama. Se acuesta. Entra Mario.

MARIO:
¿La leíste?

MARÍA:
No.

MARIO:
Dámela…

MARÍA: (Soez)
¿Me la estás pidiendo? ¡A estas alturas!

MARIO:
¡Déjate de vainas! Dame la carta… ¿La leíste o no?

MARÍA:
¿Cuál carta?

MARIO:
La leíste…

MARÍA:
Era para mí… ¿No?

MARIO:
Sí, pero…

MARÍA:
No la he leído todavía.

MARIO:
¿Me lo juras?

María le enseña la carta.

MARÍA:
No tuve tiempo.

MARIO:
Dámela. Y sin jueguitos…dame la carta.

MARÍA:
Aquí dice María.

MARIO:
Pero si no la has leído, esa carta todavía me pertenece.

MARÍA:
¿Según quién?

MARIO:
Según la ley.

MARÍA:
¿En cuál artículo de la constitución  dice eso?

MARIO:
¿Y cuál dice que la correspondencia es inviolable?

MARÍA:
No sé,  pero ese sí existe.

MARIO:
Bueno, pero la ley funciona cuando se manda por correo. Esta la puse yo en el baño, así que es mía y me das mi vaina.

Mario se le encima para quitarle la carta, ella no se deja.

MARIO:
No en serio María, devuélvemela. Ya no quiero que la leas.

MARÍA: (Juguetona)
¿Por qué?

MARIO:
Si te lo digo es lo mismo.

MARÍA: (Juguetona)
Tú estás loco si crees que una mujer te la va a devolver una carta cerrada dirigida a ella. Y mucho menos con ese misterio.

MARIO: (Serio)
Ya esa carta no es para ti.

MARÍA:
Y sí era para mí hace cinco minutos

MARIO:
Sí.

MARÍA:
Hace cinco minutos ¿Yo era otra?

MARIO: (Muy serio)
No…yo era otro.

MARÍA:
Si yo soy la misma…esta carta sigue siendo para mí.

María hace el gesto de abrirla. Mario se la arrebata y se dispone a romperla.

MARÍA: (Con urgencia)
¡No la rompas!

Mario se detiene y la mira.

 MARÍA:
Por favor…

Mario se detiene y la guarda

MARIO:
No la vas a leer.

MARÍA:
Dime ¿Por qué eres otro?

MARIO:
A lo mejor soy el mismo, pero antes me estaba haciendo el pendejo.

MARÍA:
No me puedes hacer eso… Mario, en serio, puedo morir.

MARIO:
Si sigues insistiendo la rompo en tu cara.

María se pone la nariz y se le queda viendo a Mario que trata de ignorar a la Payasa. Ella con el gesto lo increpa, el con resignación se pone la nariz y espera con marcado  ademán de paciencia el comentario de la payasa. Pero esta lo observa inquisitivamente, poco a poco el gesto de paciencia del payaso se va tornando en tensión y furtividad. La payasa, con las manos en la espalda lo mira fijamente. El payaso se muestra cada vez más intimidado.

PAYASA:
Esto está muy raro.

PAYASO: (Harto)
¿Qué es lo raro?

PAYASA:
Así no es la historia.

PAYASO:
¿Cómo que así no es la historia?

PAYASA:
No…

PAYASO:
¡Deja la payasada!

PAYASA:
No puedo... Además así no es la historia…todo esto es nuevo…

PAYASO:
Sí, a lo mejor… quien sabe… a lo mejor la cambiaron.

PAYASA:
¿Quién?

PAYASO:
¿Qué se yo? El autor…el director…el destino… En fin, quien haya sido es lo de menos… ¿Para qué la cambió? Es lo importante.

PAYASA:
Sí supiéramos quién fue podríamos saber que se trae entre manos…

PAYASO:
No seas ilusa…si de verdad hay algún cambio…estamos dentro de los planes…y nunca sabremos cuál fue la intención…incluso pronto olvidaremos que hubo cambios. El público tampoco sabrá si los hubo, al menos que hayan venido a la función anterior… (Despectivamente) pero no creo…el pasado nunca existió….o mejor dicho cada cambio trae consigo siglos y siglos de pasado que justifican este nuevo presente.

PAYASA:
Si fuese así… ¿Porque me doy cuenta que algo está raro?

PAYASO: (Prosopopéyico)
¡No sé! Una grieta en el inexorable destino del personaje teatral.

PAYASA: (Seria)
Pero no es a nosotros que están cambiando… es a ellos…a los personajes.

PAYASO: (Prosopopéyico)
¿Qué sabes tú… los designios del autor son inconmensurables para unos seres diminutos como somos nosotros…atenidos a la buena fe del teclado, la calidad de la tinta, el capricho instintivo del actor, la reflexión activa del director, los azares de la puesta en escena, en fin caracteres intangibles presos en un remolino creativo, azaroso, furtivo, esplendoroso, abismal.

PAYASA:
¡Deja la payasada!

PAYASO:
No puedo… (Le muestra la nariz)

Se hacen muecas.

PAYASO:
Vamos a seguir nuestro asunto…en definitiva ni siquiera estamos seguros de que algo cambió…y de todos modos es poco lo que podemos hacer.

PAYASA:
Hay algo que no me cuadra.

PAYASO: (Se quita la nariz)
Volvamos mujer que el tiempo apremia.

Ella se quita la nariz. Es claro que no está para nada convencida. Él va a su puesto. Ella está un poco desubicada. El payaso la lleva a su sitio y la moldea hasta llegar al gesto preciso que tenía cuando se interrumpió la escena. Él hace otro tanto consigo mismo.

MARÍA:
No me puedes hacer eso…tengo que saber que dice ahí… Mario, en serio, puedo morir.

MARIO:
Si sigues insistiendo la rompo en tu cara.

MARÍA:
Está bien, está bien…guárdala…   ¡Pero no entiendo!

MARIO:
No hay nada que entender. Mira, ya me perdí al cliente por hoy, ya pasamos por esa vaina medio metafísica de conocernos mejor, ¡Después de siete años! Salí de está habitación como huyendo de un presentimiento y regresé cambiado. Hoy hemos sufrido y reído. Me hiciste recordar una parte del  pasado que es un espanto. Nos hemos  puesto tristes,  me puse furioso, actué como un violador,  me diste unos coñazos.  Haz demostrado aptitudes insospechadas para la NASA y para el kung fu. Estamos cansados, vueltos mierda y mira tú, no hemos echado ni un solo polvo. ¿Qué nos está pasando María? ¡Esto es muy serio!…Vamos a dejarnos de carticas y pendejadas…vamos a lo que vinimos miamor…todavía están intactas las fuerzas en ese músculo que se llena y se vacía de sangre, que late, que se entrega, que crece y se encoge, que es el verdadero órgano del amor y que nunca, nunca ha estado ubicado en el pecho sino entre las piernas.

MARÍA: (Riendo. Sincera)
Estoy enamorada de ti.

Mario se deja caer en la cama. Se queda sentado mirándola.

MARIO:
¡María!

MARÍA:
Por todas esas estupideces que dices. Porque no puedes esconder detrás de esa máscara cínica una ternura que me da en los huesos. Porque aprendí a mirarte…y sé exactamente quién eres…

MARIO: (Culpable)
No sabes quién soy.

MARÍA:
Sí lo sé…

MARIO:
María… ¿no dijimos?…

MARÍA:
No lo vuelvas a repetir… sé quién eres, sé lo que dijimos, sé lo que siento… Esto no tiene nada que ver con la carta… hoy vine a eso: a decirte que estoy enamorada de ti, desde hace siete años…desde antes de que me tocaras, desde antes del pacto…y lo he seguido religiosamente para poder estar contigo de una manera muy distinta al pacto… y estoy segura que tú sabes eso… y si me has seguido el juego es porque tú también sientes lo mismo… (Sonríe) si estoy equivocada o no… de todos modos ya más nunca será igual… los dos vinimos hoy a cambiar las reglas… esa nota que me dejaste en el baño, esa carta…

MARIO:
No quiero hablar de esa nota…

MARÍA:
¿Qué pasó? ¿Por qué te arrepentiste?

MARIO:
Por todo lo que estás diciendo.

MARÍA:
No entiendo…dame la carta.

MARIO:
No.

MARÍA:
Mario…me acuerdo como si acabara de pasar, el día que ya no podíamos con las ganas, los dos teníamos miedos a encadenarnos. Tú todavía estabas con Eva y yo tratando de olvidarme de ese pendejo. ¿Ves? Todavía no lo olvido, todavía me da rabia. Tú me dijiste que si queríamos mantener una relación fluida, que nunca habláramos de amor, que  nunca habláramos de compromisos. Yo lo comprendí porque era mi circunstancia. Y te vi como una especie de salvador. Nunca hablé de amor pero me enamoré de ti. ¿Sabes por qué? Porque me propusiste exactamente lo que yo necesitaba. Y tú ya sabías que lo mío era amor, pero me aceptaste porque yo asumí el pacto. Yo te era cómoda y tú me eras cómodo. Éramos libres y no estábamos solos.  Pero sabes qué pasa, que el tiempo de tener hijos se me está acabando. Y quiero tener uno. Y peor aún quiero tenerlo contigo. Y no quiero tenerlo como ese montón de mujeres modernísimas que cargan su chamo como un emblema, y que entran en desventaja a toda relación, que están solas pero son amiguísimas del papá del carajito, un tipo buenagente que lo busca algunos fines de semana y que tienen una novia joven y enterita. Y una los ve desde la ventana como se van y una suspira no sabe si alegre o triste  porque tiene el día para una sola. Sola o con el tipo que nos pudimos levantar, al que respetamos mucho porque se cala nuestro hijo con madurez, y siempre lo vemos más inteligente que al exmarido. ¡No me joda! Cuando digo que quiero un chamo contigo quiero decir que quiero tener un hijo contigo todos los días. Que las fiebres, las peleas en la escuela y las buenas notas sean compartidas, que  los fines de semana sean para los tres. Y quiero seguir echándome unos polvos fenomenales contigo mientras el niño duerme en la habitación de al lado. Eso significa hablar de quincenas, levantarse todos los días y ver la misma cara. Y a veces me va a gustar, otras veces no. Y quiero un hijo contigo y no con otro porque a ti te amo. Y creo que  es eso lo que me puede hacer feliz, ya no es el no compromiso de hace siete años. Porque yo cambié. Ya no me hace libre la libertad de hace siete años.

MARIO:
Está bien…vamos a echar por la borda siete años de felicidad operativa. Y entremos en el fabuloso mundo de la felicidad metafísica.

MARÍA:
No te burles.

MARIO:
No me estoy burlando.

MARÍA:
Te estoy hablando en serio… por lo menos respeta… sabes que estoy dejando el alma en este cuarto.


MARIO:
¿Y para que vas a dejar el alma aquí? Recoge  tu vaina que te estoy hablando en serio.

MARÍA:
Mario…

MARIO:
Te estoy hablando en serio.  A mí también me estaba faltando algo. Yo en la carta…me… decía… pero ahora…

MARÍA: (Ansiosa)
No me hables de la carta… dijiste que ahora eres otro… ¿qué dice ese otro? el de ahora.

MARIO:
Me parece que embasurar un  tipo de polvorete como el nuestro con un poco de cotidianidad le da su vainita. Además (Respira para coger fuerzas) bueno yo… (respira de nuevo) Yo te amo. (Retoma el cinismo) ¡Bueno no sé! Digo yo… es una manera de decir que… ¡Tú sabes de que estoy hablando! ¡Mira pues! ¡Donde hemos llegado!

MARÍA:
Mejor cállate que ibas muy bien…

MARIO:
Hace un rato cuando me quise ir me di cuenta que eres lo más importante en mi vida. Y decidí mandar al diablo todo. Hoy con los maniático que se puso el día no pude hacerme el idiota, y se me vino encima la certeza de que te amo ¡Mira lo dije sin agarrarme la bola izquierda!

MARÍA:
¡Estás hablando en serio!

Él la mira. Ella sonríe. Se aproximan. La luz comienza a desvanecerse.  Ellos se aproximan.

MARÍA:
Y no te arrepientes de  haber escrito la carta. A mí me encantó.

Mario se sobresalta.

MARIO:
¿La leíste?

Ella asiente.

MARÍA:
De la primera a la última letra.

MARIO:
María… yo me equivoqué con esa carta…

MARÍA:
Deja ya de decir eso… de todos modos hablamos, ya sé lo que sientes, no vayamos para atrás.

MARIO:
Entonces, la rompo…

MARÍA:
Guárdala…algún día nos va a servir para recordar este momento.

Él  va a decir algo pero ella le pone la mano en la boca y lo calla. Se comienzan a quitar la ropa. El escenario queda a oscuras. Pausa. Se desarrolla toda una onomatopeya sexual.

PAYASA: (Disfrutando)
Hey, hey que no tienes que ser tan realista. Ay, ay… ¡huuum!

Orgasmo vocal y musical.

PAYASO:
Guao, payasita eres maravillosa.

PAYASA:
¡Y tienes lo tuyo payaso! …. Mira que hemos perdido tiempo.

PAYASO:
Te lo dije... ¡Te lo dije!

Entra música. Hay un pequeño lapso de silencio sigue la oscuridad total. Entra luz y vemos a los payasos que se están terminando de vestir.

PAYASA:
¿Cómo llegamos aquí? Esto no había pasado nunca.

PAYASO:
El destino hizo su trabajo.

PAYASA:
No entiendo… (Trans. Enojada) Y tú…no tenías por qué seguir actuando después que se apagó la luz.

PAYASO: (Pícaro)
Ni tú tampoco.

PAYASA:
Es que me agarraste fuera de base… y la escena anterior me dio en la madre.

PAYASO:
¿Te gustó?

Ella asiente entre tímida y coqueta. Él sonríe y le da un gran abrazo de payaso. Se dan un beso de piquito.

PAYASO:
Este final me gusta más.

PAYASA:
O sea… que tú también sabes que había otro final.

PAYASO:
De saberlo… no lo sé… pero tu y yo… nunca…

PAYASA:
Lo que no entiendo es cómo esa boba después de haber leído la carta…

PAYASO: (La interrumpe)
Pero todo terminó muy bien.

PAYASA:
Sí, pero no es lógico.

PAYASO: (Evasivo)
En el amor no hay lógica.

PAYASA:
Además dijo que le había encantado la carta.

PAYASO:
¡Qué sé yo! El estilo, la prosodia, la cadencia, la estructura paradigmática.

PAYASA:
No, no fue eso.

PAYASO:
Tú que tanto me críticas, ahora haciéndote preguntas trascendentales…

La Payasa se aproxima al Payaso que la espera tenso. Ella le saca la carta del bolsillo. Él está muy tenso y preocupado. Él la persigue. Ella abre el sobre.

PAYASO:
Deja eso

PAYASA: (Lee)
“María, no quiero que más nunca la última cita marque la primera. Quiero verte todos los días. (Se interrumpe)  ¡¿Qué?! (Retoma) Quiero hacerte el amor aunque a veces no tenga ganas. Porque de eso también estamos hechos. Hemos dicho demasiado en contra de algo que ahora me hace falta y espero que en estos nueve años no te haya convencido del todo. Por tus miradas y por tus abrazos sé que no. Lo que si quiero es que me convenzas tú de que amarnos de esta nueva manera no es un error…tienes toda la vida para cumplir con eso. Te amo Mario.” (Deja de leer y encara al payaso). ¿Qué vaina es ésta?

El payaso está muy avergonzado. Ella lo enfrenta con la carta izada. El Payaso, que está cabizbajo, levanta la cara y sonríe abiertamente.

PAYASO:
Me quedó bonita ¿Verdad?

PAYASA:
¡Loco! ¡Loco! ¡Y mil veces loco! ¿Cómo se te ocurre? ¡¿Sabes qué significa lo que has hecho?¡…(señala al público) ahora esta gente no sabrá qué es lo que en realidad pasa en esta obra… ¿Y Mario? Tampoco sabe por qué María se comportó así… ¿Cómo se te ocurre cambiar la historia?

PAYASO:
Solamente haces historia si puedes cambiarla.

PAYASA:
¿Y para qué un payaso quiere hacer historia?

PAYASO:
Porque la historia está hecha, sobre cualquier otra cosa, por la fuerza del amor.

La payasa abre la boca asombrada y mira al público, se queda paralizada, él ríe hace un gesto de amor a la payasa y se queda paralizado. Entra música al estilo del comienzo. Se va quedando oscuro lentamente.

Telón


RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS DE AUTOR. Cualquier reproducción o representación parcial o total, por medio literario, audiovisual o teatral sin autorización del autor, queda sometido a las penalidades que estipula la Ley de derecho intelectual.