Dramaturgo, director y productor teatral,
articulista, ensayista. Ex-director general del Instituto de las Artes
Escénicas y Musicales (IAEM). Fue Coordinador de Teatro de la Casa Nacional de
las Letras Andrés Bello. Cursó estudios y dictó talleres en ICREA. Guionista de
cine y televisión. Licenciado en Letras UCV. Vinculó en un principio su trabajo docente, dramatúrgico y de puesta en escena al Teatro Universitario (T.U)
de la UCV, del que fue integrante en tiempos del director Luís Márquez Páez.
Entre sus obras teatrales
podemos mencionar: Luvina (Premio Municipal
de Teatro- mención Obra Teatro Universitario, 1998) Tres en cárcel, Acorde final:
estas tres piezas reunidas en el libro Teatro Negro (2003); La trastienda, Historia con calle, La Celada,
Cuarteto de amor para una historia de dos, entre otras.
Se incluyen aquí las obras:
- Acorde final
- Luvina
- La celada
- Cuarteto de amor para una historia de dos
- La celada
- Cuarteto de amor para una historia de dos
ACORDE
FINAL
ACTO UNO
El decorado consta de tres
marcos de puerta elaborados con lona y al principio están enrollados sobre sí
mismos. Tres sillas plegables. Dora está sola y llora con amargura. Se oyen
risas, Dora se limpia rápidamente las lágrimas y adopta una postura
desfachatada. Entra Ana riendo. Interrumpe su risa al encontrarse con Dora. Es
evidente que se detestan. Entra Tresio. También se sorprende con la presencia
de Dora. Están sentados cada cual en una silla. Ana y Dora se miran entre hostiles
y curiosas. Tresio camina de un lado a otro. El intercambio hóstil de las dos
mujeres se interrumpe de vez en cuando para seguir los pasos de Tresio. Tresio
se sienta y comienza a golpearse monótonamente el muslo en un acto que refleja
su nerviosismo. Las mujeres dejan de mirarse y se ensimisman. Ana comienza a
tamborilear con el pie, en una especie de contrapunto con el sonido que emite
la palma de Tresio con su muslo. (Su gesto es de impaciente inconsciencia).
Dora ensimismada comienza a tararear algo que por supuesto va al ritmo de la
percusión. Tresio silba y acompaña melódicamente a Dora. Ninguno de los
personajes se da cuenta de la presencia del otro. La música se interrumpe
abruptamente con la presencia del Detective, quien llega con un almohadón alargado,
lo tira en el piso. Todos se ponen de pie bruscamente al unísono, y clavan las miradas asustadas e
interrogativas en el Detective. Un profundo silencio y la inmovilidad total
suspenden el tiempo por unos breves instantes. El suspiro del Detective,
denotando cansancio rompe la tensión, y el ritmo vuelve a la normalidad)
Detective:
Buenos días. La mañana está un poco perra. Disculpen
la tardanza.
Ana:
Está bien... ¿Podríamos comenzar de una vez?
Tresio:
Sí... ¿Podríamos terminar de una vez?
Detective:
¡Cómo gusten! Iniciemos el final de todo esto.
¡Eeeh!... Todos los presentes estamos involucrados directamente con Orlando
López.
Ana mira con displicencia a
Dora. Dora trata de retenerle la mirada
pero luego la baja. Ana la sigue mirando y se dirige al Detective.
Ana:
Decía usted que todos estamos involucrados con
Orlando. Me parece que no...
Dora levanta la mirada y mira
de forma retadora a Ana. Ella sonríe. Dora va a decir algo pero Ana mira con
prepotencia al Detective.
Ana:
Por lo menos usted. ¿Qué tiene que ver con él?
Detective:
Ya sabe que estoy encargado del caso. Eso me vincula
pero no de la misma forma que a ustedes... mis relaciones son... Profesionales.
Ana: (Mirando a Dora)
Sí, mucha de la gente que está presente mantiene
relaciones "profesionales" con Orlando.
Dora:
Es verdad... Y parece que con quien no mantenía
ninguna relación era con su esposa.
Ana voltea abruptamente y está
a punto de golpear a Dora. Esta la mira con sarcasmo. Tresio interviene para
solventar la situación.
Tresio: (Impaciente)
Me parece excelente que jueguen a las sutilezas, pero yo... Y en caso de que
alguno de los presentes no lo sepa, soy un hombre ocupado. (Al Detective) así
que le agradezco que exponga su asunto y todos felices. ¿Está bien?
Detective:
Le recomiendo que llame a su despacho y advierta que
va a estar un largo rato ocupado en otros asuntos.
Tresio, que se disponía a
marcharse, se detiene. Es la viva imagen de la indignación. Ana lo observa. El
Detective y Dora se quedan sentados. Intercambian una sonrisa. Ana se da cuenta
que fue impulsiva, y un poco apenada se sienta sin perder la compostura. Tresio
no sabe qué hacer y la imita. El Detective y Dora vuelven a sonreír.
Detective:
Ya sabemos que Orlando López fue declarado como
desaparecido. Todo el mundo cree que huyó del país. Sin embargo, no hay pruebas
de ello. Lo que quiere decir que si en siete años no hay rastros de él será
declarado legalmente muerto.
Dora:
Y disfrutará el solo de los millones que se robó.
Ana:
Sin embargo,
ya fue confiscada una parte de sus bienes.
Dora:
Una mínima parte.
Ana:
Tú debes saber con exactitud cuánto.
Tresio:
Dejemos esas cuentas a la justicia.
Detective:
En lo que a mí respecta, tengo grandes sospechas de
que López no está fuera del país, ni escondido en ninguna parte... Creo que
está muerto... Y para ser más preciso creo que murió asesinado.
Tresio se pone de pie asustado.
Seguidamente hace una fanfarria de suspenso.
Tresio:
Tata ta tan.
Todos lo miran entre extrañados
y con reproche.
Tresio:
Aquí va una fanfarria.
Ana: (A Tresio)
¡Supongo que el señor no está jugando!. (Al
Detective). Y usted podría decirme...
Detective:
¿En qué baso mis sospechas?... Para eso los he
citado aquí.
Dora inicia una fanfarria. Los
demás la miran enojados.
Dora: (Aludiendo a Tresio. Divertida)
Creo que corresponden otros acordes de suspenso.
Tresio:
¡Así es! (Imita al Detective) para eso los he citado
aquí.
Entre Tresio y Dora realizan la
fanfarria. El Detective está atónito. Ana mira furiosa al dueto improvisado.
Ana: (Sobre los acordes)
Decía, entonces, que cree que a mi esposo lo
asesinaron.
Detective:
¡Exactamente!.
Ana:
¿Por qué no fue directamente a la policía? Así nos
hubiéramos evitado esta reunión tan desagradable.
Detective:
Vamos a dejarlo correr. Es posible que esta reunión
sea más que esclarecedora para todos... Por lo pronto ¿Podría decirme dónde
estaba usted en el momento que desapareció su esposo?
Los acordes suben de volumen
para marcar el final del mismo. Tresio se aproxima a Ana y mira al Detective.
Ana: (Seria)
Ya eso lo dije en la jefatura el día que denuncié la
desaparición... Pero, ¡No veo por qué no pueda repetirlo!
Detective:
Mejor vamos a reconstruir los hechos. Es posible que
visualizándolos saquemos algo en claro.
Dora:
¿Y hasta que hora tenemos que soportar a este señor?
Detective:
Hasta que se haga la luz sobre muchas cosas
obscuras.
Dora:
Pero si la policía le ha dado a este asunto todas
las vueltas posibles.
Detective:
Todas las que ellos consideraron prudentes.
Dora:
Y casi vomito los intestinos.
Detective:
Pues prepare su estómago... Creo que faltan unas
cuantas vueltas.
Tresio:
Puede resultar divertido... En todo caso podemos
continuar con nuestro acompañamiento musical.
Detective:
Si quieren cantar me parece perfecto. Al fin y al
cabo a eso he venido... A oírlos cantar.
Ambos se miran cómplices. Ana
está furiosa. Sin embargo, se repone.
Ana: (Al Detective)
Estoy ansiosa por "reconstruir los
hechos". Sobre todo si mi esposo lleva a cabo su parte.
Detective: (Se desplaza por el escenario)
Yo puedo hacerlo. De hecho conozco el expediente.
Esto hará las veces de la cabaña.
El Detective desenrolla la lona
que hace las veces de ventana.
Detective:
Aquí la ventana grande. Aquí la puerta de entrada.
Una habitación aquí.
Tresio:
¿Qué es todo esto?
Detective:
La habitación del doctor aquí. Y la de usted
señora... Aquí.
El Detective desenrolla las
lonas y aparecen las puertas. Ana y Tresio ven asombrados la disposición de la
escenografía y al Detective que conoce perfectamente la disposición de los
elementos. Cambia la luz. Ahora todo son altos contrastes. Tresio, Ana y el
Detective se sientan como en una sala. Ríen.
Nota: lo que está en subrayado
no lo escucha el público. Sólo una palabra que otra o un susurro.
Det=Orlando:
Miami es un paraíso. Todo lo que quieras está
allí.
Tresio:
Pero podrías probar con Europa. Es posible que
encuentres nuevas perspectivas de vida.
Det=Orlando:
Para qué quiero el dinero europeo. Esa gente debe
tener controles difíciles de burlar... Aunque en Italia hay todo un
escándalo que promete.
Tresio:
Yo me refería a...
Det=Orlando:
Sí... Habría que estudiar cómo funciona un
negocito por allá... Pero es tan lejos...
Ana:
A veces viajar me da asco.
Det=Orlando:
¡No seas imbécil!
Sale la luz de atmósfera. Ana
rompe.
Ana:
¡No! Me dijo, sin gritar, muy por lo bajito, que estaba borracha. Y al principio no fue
agresivo. (Trans) ¿Quiere los hechos o no?
Entra luz. Los actores se
colocan de manera idéntica. Ana hace exactamente los mismos gestos. Ríen.
Det=Orlando:
Miami es un paraíso. Todo lo que quieras está
allí.
Tresio:
Pero podrías probar con Europa. Es posible que
encuentres nuevas perspectivas de vida.
Det=Orlando:
Para qué quiero el dinero europeo. Esa gente debe
tener controles difíciles de burlar... Aunque en Italia hay todo un
escándalo que promete.
Tresio:
Yo me refería a...
Det=Orlando: (Para sí)
Sí... Habría que estudiar cómo funciona un
negocito por allá... Pero es tan lejos...
Ana y Tresio se miran y comparten un gesto de
desprecio hacia Orlando. Este los sorprende y suelta una carcajada.
Tresio:
Yo no estaba hablando de hacer negocios.
Det=Orlando:
Sí... ¡yo sé de lo que estabas hablando... La
cultura y toda esa paja! Ya tienes medios para irte. Gracias a mí.
Porque no aprovechas y das una vueltecita por los viejos museos. Mientras
tanto Ana y yo estaremos dando vuelta en un carrusel de Diesen World.
Ana:
A veces viajar me da asco.
Det=Orlando:
¡Estás borracha!
Ana:
¡No!. Estoy asqueada. De ti. De cada negocio más
sucio que el otro. El banco de mis
padres lo convertiste en un chiquero.
Tresio:
Cálmate Ana...
Tresio le hace una señal al Detective
indicándole que ahora sí.
Det=Orlando:
¡No seas imbécil!
Ana:
Es un buen consejo.
Pero para seguirlo tendría que exterminarte. A ti y a la corte de
amantes callejeras que son las que ahora gobiernan todas las cosas.
Tresio:
Ana ¡por favor!
Det=Orlando:
Una estupidez más y vomito. (Se pone de pie y se
dirige a su cuarto) hasta mañana... ¡ah,
Tresio, no te vayas a meter en la habitación de mi mujer!... Te lo
digo porque no es nada divertido.
Ana realiza un gesto frustrado
de abalanzarse sobre la espalda de Orlando. Tresio la toma por un brazo aunque
ya ella ha suspendido la acción. Ambos se miran. Orlando voltea y los observa
mirándose. Suelta una carcajada y se mete en su cuarto. Que en realidad es un
marco de puerta. Orlando se voltea y es el Detective, quien camina por un lado
y se coloca al lado de Dora. Ana mira con furia a Tresio y se va a la otra
habitación. Rompe y se va al lado de los otros observadores. Tresio se queda
indeciso. Luego camina con decisión hacia el cuarto de Ana. Se detiene y se
dirige a la habitación de Orlando. Ahí
también se detiene. Da media vuelta y se va a su habitación. Cambia
inmediatamente la atmósfera.
Ana:
Al día siguiente Orlando se había marchado sin
despedirse.
Tresio:
Se llevó sus efectos personales.
Detective:
Sí... Todo eso está en el informe... ¿No escucharon
los disparos?
Ana:
¡¿Disparos?!. ¿Hubo disparos?
Detective:
Es lo que afirman los técnicos del seguro.
Tresio:
¿Y la policía? ¿No asegura nada?
Detective:
Asegurar es un asunto de mi compañía. La policía y
nosotros no siempre tenemos los mismos intereses.
Dora comienza a prepararse para
irse. (Ella intentará irse en varias
oportunidades. Los demás se lo impedirán en forma sutil algunas veces y otras
de manera clara).
Ana:
Eso no es un asunto de intereses, estamos hablando
de evidencia incriminatoria.
Detective:
Estamos hablando de intereses... Del ocho por ciento que paga su banco, del
interés que pueda tener un comisario en resolver el caso o lo interesante desde
el punto de vista noticioso... Estamos hablando de intereses.
Dora:
Y dígame: ¿Qué "interés" tiene usted en que yo esté presente?
Detective:
Sé de buena fuente que el asesino va a actuar de
nuevo... Y muy pronto.
Tresio y Dora inician acordes.
Tresio: (Suspende los acordes Dora sigue)
¿Contra quién?... ¿Cómo lo sabe?
Dora: (Tresio retoma. Dora suspende los acordes)
¿Y eso qué tiene que ver con que yo esté aquí?
Ana:
¡No te hagas la ingenua que ni mi maridito se lo
creería! Este señor piensa que uno de nosotros mató a Orlando.
Dora:
Sigo sin entender. Si uno de ustedes mató a Orlando,
¿Qué papel juego yo? ¿Acaso soy la carnada para el asesino?
Tresio:
Creo que para la mente de nuestro investigador de
seguros, tú eres tan sospechosa como nosotros.
Dora:
Y aún así... Para qué citarnos aquí.
Detective:
El que mató a Orlando López, está obligado a
realizar su jugada hoy.
Ana:
Bien, si el asesino repite será aquí en sus propias
narices...
Tresio:
¡Claro!. Sobre todo si en realidad hubo un asesinato y si la "buena
fuente" de este señor no es otra
estratagema para sonsacar información.
Dora:
¡Es verdad!... Una fuente que sepa tanto sobre lo que va a pasar tendría que ser el asesino.
Ana:
Así es. Y entonces ya él (Señala al Detective) lo
sabría y no fuera necesario toda esta farsa.
Detective:
Si mañana a las doce del medio día, no se presentan
pruebas que contradigan el expediente, la resolución que declara a Orlando
López como desaparecido será irreversible...
Tresio:
Al menos que aparezca declarando desde Miami.
Detective:
¡Ya le dije que fue asesinado!... ¡que el asesino
está a punto de actuar por segunda vez! ¡Entre hoy y el mediodía de mañana!. ¡Y
si no deja el sarcasmo, es muy posible que consiga su objetivo! Y el muerto
puede ser alguien de esta sala... Usted, por ejemplo.
Ana:
¿Y por qué este supuesto criminal está
interesado en que se sepa del crimen
hasta el punto de cometer otro asesinato?... ¿No entiendo?
Tresio:
Supongo que lo que quiere es justamente que no se
sepa. Si es verdad lo que este hombre dice, creerá que uno de nosotros puede
atestiguar contra él.
Dora:
Entonces lo que quiere es que nadie le eche a perder
la jugada. Esto parece una partida de barajas.
Tresio:
¡Todo esto es una tontería! Lo que entiendo es que
toda esa paja funcionaría si el asesino fuera uno de nosotros y quisiera matar
al resto.
(Acordes de Dora. Esta vez se le unen el Detective y
Ana)
Detective:
Eso es exactamente lo que creo que sucede.
Acordes sostenidos de los
cuatro. Apagón.
ACTO DOS
El Detective rompe con el coro.
Camina unos pasos y enfrenta al grupo.
Detective:
Hay dudas, preguntas. No sé. Siempre que estamos
atrapados por el amor nos sentimos capaces de meter una mano por la boca del
mundo, cogerlo por las vísceras y darle la vuelta como si fuese una larga media
de mujer. Nuestro cuerpo despide los más exquisitos olores, hacemos proezas
insospechadas hasta para nosotros mismos... Y al mismo tiempo con toda la
seguridad que da el amor... ¡Dudamos!
Dora:
Y eso qué tiene que ver con esto.
Tresio:
El señor delira.
Ana:
No, el señor da un rodeo.
Detective: (Para sí)
Y sin embargo, dudamos. (Trans) una pareja de amantes
furtivos... Es allí cuando el amor parece más real, que ha sobrepasado todas
las fronteras, cuando el cosquilleo y los latidos del corazón comienzan con tan
sólo pensar en el otro... ¡Dios mío! ¡Y dudamos!.
Tresio:
No me diga que de Bárbara Catland va a saltar a
descartes, es válido en estos tiempos post modernos pero yo tengo mucho
trabajo... (Hace ademan de marcharse) Así que, si me lo permite...
Tresio ahora estará con la
misma actitud que estuvo Dora. Tratando de marcharse y los demás se lo impiden.
Con las mismas estrategias utilizadas con Dora.
Detective: (A Tresio)
Por ejemplo usted... (Señala a Tresio que se detiene
en mitad de camino. Todos miran extrañados al Detective) ¿Por qué esa duda?
¿Por qué se detuvo ante la puerta de Ana María de López?
Tresio: (Nervioso)
Yo...
Dora:
Así es... Y luego frente a la puerta de Orlando.
Tresio:
Y usted cómo puede estar tan segura. ¿No ha pensado
que eso puede haber sido una duda en la reconstrucción que acabamos de hacer?
Detective:
Se detuvo frente a la puerta de la señora aquella
noche. ¿Sí o no?
Tresio:
Eh...
Detective:
¡¿Titubeó usted frente a esa puerta?!
Dora:
Es claro que sí. Sí no, no estuviera tan pálido.
Detective:
¡Cállese! (A Tresio) estoy esperando su respuesta.
Tresio:
Yo quería despedirme de la señora y expresarle mi
solidaridad... Solamente eso.
Dora: (Sarcástica)
Solamente eso...
Detective:
¡Le dije que se callara!.
Ana:
Ya está bueno Tresio. Es evidente que lo sabe. (Mira
a Dora) que ambos lo saben.
Tresio:
¡Ana! No es necesario. No creo
Ana:
¿No crees? ¿No crees qué? Piensas que todo ese
discurso sobre el amor y la duda son ganas de filosofar. (Al Detective) sí,
somos amantes. Amantes desde hace tiempo. ¿Y entonces? (Aplaude) ya encontró a
su asesino... Lléveselo para su casa. ¿Lo quiere envuelto?
Tresio: (A Ana)
Lo que conseguiste fue destruir mi reputación.
Ana: (Contenida)
¡Tresio, ya lo sabían! No te pongas estúpido.
Tresio:
¡No! Nadie lo sabía... Ni siquiera Orlando. Estas
cosas se sospechan, pero para saberlo tienes que estar frente a la cama con dos
mequetrefe desnudos y asustados a tu merced. La otra manera de saberlo es que
alguien lo admita. Si no es así solamente se supone.
Ana:
Lo suponían o lo sabían. ¿Cuál es la diferencia?
Tresio:
¿La diferencia? Es que acaso no tienes idea de lo
que significa un escándalo en mi posición, para mi vida. Para la vida del país.
¡Estamos hablando de mi reputación!
Dora:
No sé por qué tanta alharaca por una reputación.
Detective:
Porque existen re putas como tú que no valen nada y
reputaciones como la del señor que son imprescindibles para la estabilidad
democrática.
Tresio:
Sí... Y a pesar de su sarcasmo, me siento orgulloso.
Dora:
Yo también.
Detective:
Cada uno a su oficio.
Tresio:
Nunca fui el más brillante de ningún centro
educativo, ni siquiera de un salón (Sonríe melancólico) ni siquiera de una
mísera materia...
Dora se le pone al lado en un
gesto de solidaridad. Ana la mira con sarcasmo.
Ana:
Tal para cual.
Tresio:
Sin embargo, siempre estuve al lado de gente
brillante.
Dora se crece. Tresio la mira y
se aparta en un gesto inconsciente que denuncia su desprecio.
Tresio:
Yo era lo que llamaban un pico de oro. Pero lo que
me mantenía al lado de toda aquella gente era mi reputación de ser
completamente honesto e imparcial.
Detective:
Así que un juicio suyo valía más que cualquier
dinero o calificación honorífica.
Tresio:
¡Exacto!
Dora:
Yo conocí a una colega con fama de tener
cangrejera... Y le iba... (Hace un gesto que indica que le iba muy bien)
Detective: (Ríe)
Me parece una metáfora perfecta.
Ana:
Porque usted es investigador. De metáforas mejor no
opine.
Tresio:
Ni de política... La colega de la señora tenía una
fama que cierta o no la beneficiaba únicamente a ella. (Dora se queda pensando)
en cambio mi fama de honesto e imparcial está al servicio de...
Dora:
¡De todo el burdel!
Tresio la mira indignado.
Tresio:
Le exijo respeto a mi investidura. Yo soy miembro
del congreso de la república.
Dora:
¡Exactamente,
es lo que quise decir!. (Ante una nueva reacción de ira, Dora se apresura a explicarse) mi colega se
beneficiaba ella, pero también beneficiaba a todo el burdel, porque iba más
gente... Su... Eh... Su virtud se irradiaba hacia todas nosotras. Y más o menos
es lo mismo con usted, todos sus colegas gozan con su reputación.
El Detective aplaude. A todas
estas Ana se ha mantenido aparte. Esta abochornada. De vez en cuando mira de reojo
y contiene sus reacciones.
Tresio:
Bueno... Debo admitir que dicho así... Funciona como
metáfora. Pero es otra cosa. Yo soy una garantía de verdad...
Detective:
Cuando ellos quieren que creamos una gran mentira
sacan a la palestra uno de estos reservorios morales... Gracias a su prestigio
nos comemos el cuento.
Tresio:
¡Espere un momento! ¡No permito que se me trate
despectivamente! Son años andando por el camino recto, estrangulando
tentaciones, evitando hasta las mínimas cosas que pudieran apartarme del camino
decente...
Ana: (Explota)
¡Ya está bueno Tresio!
Ana y Tresio quedan aparte.
Ana:
¡Por el amor de Dios! ¡Cuántas tonterías!. Te
aseguro que la colega de la señora tampoco tenía cangrejera y de todos modos al burdel le iba bien. ¡Así
es la vida coño! Ya estos saben que somos amantes.
Tresio:
Pues si lo saben es porque tú se lo dijiste.
Ana:
No, lo sabían... Ese maldito Detective lo que estaba
era preparando una celada.
Tresio:
¿Qué se traerá entre manos?
Ana:
O es un imbécil o sabe algo.
Tresio:
Toda esa historia sobre que el asesino va a
repetir... No sé.
Ana:
Es una buena deducción... Pero es evidente que está
errado.
Tresio la mira capcioso.
Tresio:
Espero que tengas razón... Estamos juntos en esto no
es así.
Ana:
¿Por qué lo preguntas?
Ana se aleja asustada.
Tresio:
Estamos juntos en esto. ¿Verdad?
Ana:
Sabes que sí... Y ahora que se ha oficializado, más.
Ana lo abraza con sensualidad.
Tresio se aparta bruscamente.
Tresio:
¡No bromees! Sabes que esa noticia nos puede
destruir.
Ana:
Apenas lo
saben esos dos.
Tresio:
Pues no lo debería saber nadie.
Ana:
Un investigador de seguros y una ramera. ¡Una
reputación tiene que ser muy débil para que gente así la ponga en peligro!
Entra el Detective e
interrumpe.
Detective:
Ok. Usted estuvo parado frente a la puerta de la
señora. Recordó las palabras de Orlando López, pensó en su reputación y decidió
no entrar... Pero eso no explica el que se quedara parado frente a la puerta
del marido... O es que no se quedó pensando sino que entró y lo mató.
Tresio:
Yo estuve allí... Pensando si entrar y acabar con
esa alimaña...
Detective:
Y por amor a la humanidad decidiste acabar con él.
Tresio:
He debido hacerlo...
Dora:
Pero de nuevo su reputación le impidió entrar...
(Para sí) hay que ver que una reputación puede echar vaina.
Ana:
Esta vez se equivoca.
Tresio: (La interrumpe)
¡Ana...!
Ana:
Matarlo era apenas una gesto de profilaxis social.
El deseo de miles de personas estafadas con el banco que construyeron mis
padres con esfuerzo, con honradez...
Dora la interrumpe con una
carcajada. Todos la miran con reproche.
Dora:
Perdonen... Levantar un banco con honradez (Se le
escapa una risa, la reprime y se avergüenza) está bien es posible
Ana: (La mira con dignidad)
A lo mejor no es posible. A lo mejor hay
trampas, pero que son como la reputación
de Tresio o la cangrejera de tu amiga. Necesarias y aceptadas por todos. Vas a
un banco y sabes que el banquero se va a ganar el mil por ciento de lo que
invierta con tu dinero y te dará a ti un seis un siete o un veinte... Pero eso
es parte de las reglas.
Detective:
Hacer trampas también es parte del juego.
Ana:
Pero salirse de las reglas no. Una trampa puede
hacerse si hay una regla... Cuando se
pide un préstamo, todo el mundo sabe que terminará pagando muchísimo más y que
los intereses harán que pierdas la casa, el carro, el terreno o la misma vida.
Pero lo saben e igual piden el préstamo. Las cartas están sobre la mesa y allí
radica la honorabilidad del banco, (Mira a Tresio) eso es la reputación.
Tresio:
¡Un gran negocio!... Y Orlando no se conformaba con
eso.
Ana:
No se conformaba con nada. Y además era incapaz de
actuar sin retorcimientos. Ni las fechorías las realizaba como los demás. Decía
que amaba que existieran reglas pero que odiaba seguirlas. Y siempre lo quería
todo, un pedazo de algo, una propiedad compartida eran una ofensa... La mitad
del banco era mía, la otra mitad era de mi hermano. Él lo quería todo...
(Llora) y lo mató.
Detective:
Yo creía que...
Ana:
¿Que murió de una larga y penosa enfermedad?. Pues
sí. Murió de SIDA... Orlando... ¡Ese hijo de puta! Al enterarse de que mi
hermano era homosexual le presentó a un alto y musculoso y atractivo joven que
hoy también está muerto, pero su familia disfruta de los millones que le fueron
pagados por un famoso banquero. ¡Un crimen perfecto!
Tresio:
Ana ¡Ya por favor!
Ana:
Juré matarlo...
Dora está de rodillas, el pecho
sobre los muslos, ha iniciado un lamento muy quedo, lo acompaña con la palma
que choca contra el piso. Paulatinamente va subiendo la intensidad y el
volumen. Ana llora.
Dora:
Ojalá que en el infierno la gente se siga pudriendo
para que te pudras por toda la eternidad Orlando López.
Tresio quiere esconderse detrás
de sí mismo. Tiene los puños cerrados y con ellos se cubre la cara. Los hombros
hacia adelante como queriendo tapar el pecho. Las rodillas un poco inclinadas y
los pies hacia adentro. El Detective lo saca de ese estado con cierta
brusquedad.
Detective:
Tú entraste al cuarto de Orlando López y lo mataste.
Tresio:
¡¡No!!
Ana lo mira extrañada. Tresio
se sorprende a su vez del asombro de Ana. El Detective lo interroga con
violencia.
Detective:
Pero el señor López usó y abusó de tu reputación, es
decir de tu modus vivendi. Y, según creo, después te estaba chantajeando.
Tresio:
Sí. Me llevó al banco y me dio acciones. Él sabía
que todo el mundo cree que si yo doy el aval, es porque el negocio es honesto.
Así, su estafa estaba garantizada. Era
mucho dinero y acepté. Cinco días antes de su... desaparición me dijo que tenía
planeado un nuevo golpe antes de que todo saliera a flote...
Detective:
Él quería tus acciones. ¿No es así?
Tresio: (Asiente)
Que si no se las daba, diría a todo el mundo que yo sabía de la
trampa desde el principio.
Dora: (Al público)
La reputación de mi amiga por lo menos no dañaba a
nadie.
Detective:
Y te ibas a quedar sin dinero y sin modo de
conseguirlo. Te verías obligado a trabajar.
Tresio:
¿En dónde? Lo único que he sabido hacer siempre es
aparentar ser honesto y ya ni eso me iba a quedar.
Detective:
Y entonces entraste y lo mataste.
Tresio:
¡¡Que no!!
Detective:
Sí, la señora y tú lo estuvieron planeando
durante un mes. Tú lo mataste y ella es
tu cómplice.
Tresio toma de la pechera al
Detective lo sacude.
Tresio:
¡¡¿Acaso no escuchas?!!...¡¡Dije que no!!
Tresio lo sigue sacudiendo. Lo
tira al piso y el Detective se queda inmóvil. Tresio se va a "su
habitación" Ana se va a "la suya". Volvemos a tener la iluminación
de la reconstrucción.
Tresio:
Fui a mi cuarto. Escuché disparos.
Tresio sale de la habitación y
descubre el cadáver. Se queda petrificado. Mira hacia todos lados. Ana sale de
su habitación y ambos se miran atónitos.
Ana:
¿Qué hacemos?
Tresio:
No sé... Ahora no sé.
Ana:
Yo pensaba que nunca iba a pasar.
Tresio:
No hablemos de eso ahora.
Ana:
Siempre lo imaginé como un momento de felicidad...
Pero lo único que siento es terror.
Tresio:
Ya no hay vuelta atrás.
Ana:
¡Estoy aterrada!
Tresio:
Ahora es más fácil. Todo esto va a pasar. Va a salir
bien.
Ana:
Tenemos que hacerlo desaparecer.
Tresio:
Sí.
Ana: (Para sí. Impactada)
Ten cuidado o tus sueños se pueden hacer realidad.
Dora sonríe. Y mira al vacío. Todo
su gesto es de complacencia.
Tresio:
El basurero...
Si Dios quiere lo quemarán sin
ser descubierto.
Tresio se lo monta al hombro.
Ella lo ayuda. Están muy nerviosos. Hacen ademan de salir. Cambia la luz
ambiente e inmediatamente el Detective se baja del hombro de Tresio.
Tresio:
Nunca había estado en contacto tan estrecho con un
cadáver. Fue espantoso.
Ana:
Fuiste muy fuerte...
Tresio:
No, fui un
cobarde... Tú sí fuiste valiente. Yo no me atreví. Cargarlo después de muerto
era más fácil... Debes haber sufrido mucho.
Ana:
Tresio yo... ¿qué quieres decir?. Pensé que tú...
(Lo abraza. Luego se suelta y lo mira. Niega con la cabeza). Yo no lo maté.
Hubiera querido pero yo no fui.
Tresio se deja caer en una
silla. Está muy deprimido y desde allí inicia una transición que termina en una
franca carcajada. El Detective se saca una pistola del bolsillo con disimulo y la pone detraes del puf. Dora
lo observa y la toma disimuladamente.
Tresio:
Me sentía como una cucaracha. Te comencé a admirar
de una forma más parecida al miedo que al amor (Ríe). Y tú pensando que había
sido yo. (Ríe). No fuimos nosotros. (Ríe) y cargamos con ese maldito cadáver.
(Ríe) y un mes padeciendo este infierno. (Ríe). No sé qué es mejor, el alivio
de que seamos inocentes o la frustración de no haber sido nosotros quienes
acabamos con esa alimaña.
Ana:
Si no fuimos ni tú ni yo. ¿Qué hacía el cadáver en la sala?. ¡Alguien
nos estaba vigilando!
Tresio:
O tal vez fue un suicidio.
Ana:
¡¿Orlando?! ¡¿Suicidarse?!. No tenía tanto sentido
de la justicia.
Tresio: (Asintiendo)
Sí. Además... No soy experto, pero dudo que alguien
pueda darse balazos en tantas partes del cuerpo.
Ana mira con detenimiento a
Dora. Dora evade la mirada. El Detective interrumpe la acción.
Detective:
Entonces, se deshicieron del cadáver. Y es hoy
cuando se enteran que no fueron ustedes quienes lo mataron. ¿No hablaron nunca
más del asunto?
La pareja se mira y sonriendo niegan
en respuesta al Detective.
Detective:
¿Habrá alguien que crea ese cuento?
Las palabras del Detective
provocan una risa alegre en la pareja y asienten. Luego comienzan a hablar entre
ellos ignorando a los demás.
Tresio:
Yo me preguntaba cómo te habías desecho del arma.
Ana:
Yo solamente pensé en que no iba a soportar vivir
contigo. Siempre tendría el peso de que habías matado a sangre fría.
Ambos ríen.
Tresio:
Y yo tendría el peso de no haber matado a sangre
fría.... Alguien lo hizo por nosotros.
Ana:
Es un alivio doble. Está muerto y no somos
culpables.
Detective:
¡Muy conmovedor! Pero aún siendo verdad... De todos
modos pesa intento de homicidio.
Ana:
No, ni siquiera hubo el intento... Todos piensan en
matar a alguien alguna vez y no por eso son criminales. Aquí estamos hablando
de un hecho...
Tresio:
Si es por pensar
habría que juzgar a las miles de persona que estafó.
Ana que ha estado pensando se
asusta y se abraza a Tresio.
Ana:
Pero si nosotros no fuimos... A lo mejor el muchacho
del seguro tiene razón y corremos peligro... Alguien podría querer matarnos...
Los personajes se comienzan a
mover y a mirarse con cautela. No hacen el menor ruido. Dora realiza acordes de
tensión todos le hacen señas indignadas para que se calle. Ella ríe y sigue.
Fuera de escena suena un despertador todos se miran extrañados. El Detective
sale. Un momento de tensión y Dora sale detrás. Un instante después sale
Tresio. Ana se queda un segundo y luego sale. Queda el escenario solo. Suena un
disparo exageradamente fuerte. Un lapso corto de silencio. Entran Ana y Tresio.
Se miran asustados. Entra el Detective, tiene un despertador en la mano. Está
furioso. Entra Dora.
ACTO TRES
Detective:
Un despertador. Alguien lo puso allí para llamar mi
atención.
Tresio:
¿Qué dice?
Detective:
Ese disparo... Trataron de matarme. Pero apenas me
rozaron la cabeza.
Ana:
¡Estamos en peligro!
Detective:
Sí, quien lo hizo lo intentará de nuevo. Y contra
cualquiera de nosotros.
Tresio:
Usted quiere asustarnos. ¿Quién querría matarlo?
Dora:
¿Y para qué?
Detective: (Señala a Tresio)
Usted, por
ejemplo, sería feliz si yo muriera.
Ana: (Mira de reojo a Dora)
Él estaba a mi lado y le garantizo que no hizo nada.
Dora:
¡La mejor testigo del mundo!
Detective:
¡Ya basta de pendejadas! Estuve a punto de morir y
ustedes se enredan en un conflicto de celos por un hombre que ambas odiaban.
¡Estamos en peligro de muerte!. ¡Es que no se dan cuenta!
Dora:
No pudo haber sido nadie de nosotros... Estábamos
muy juntos.
Detective:
Sólo sé que me dispararon.
Tresio: (Burlón)
De nuevo sin testigos.
Detective: (Lo enfrenta)
Pero sabiendo de suficientes motivos para tratar de
matarme.
Tresio:
Motivos que comparten varios miles de personas.
Ana:
¡Pero usted está encaprichado con Tresio!
Detective:
¿Usted sabe que Tresio es uno de los principales
testaferros de Orlando López?
Dora: (Ríe)
Pero ¡Dios mío! ¿Cómo hizo este hombre para tener
una reputación?
Tresio: (Avergonzado)
Si... Si de algo sirve... Es dinero legal, los
bienes legítimos.
Ana:
¡Tresio!
Tresio:
Juré no decir nada... Mi palabra todavía vale
algo...
Dora:
Será para él mismo.
Detective:
Si Orlando López no es declarado muerto. No se
abrirá el testamento. Y según creo es allí en donde está claro su papel de
testaferro. ¿Me equivoco?
Tresio:
Es cierto... Pero yo no había pensado en eso.
Ana sonríe con un leve suspiro.
Dora ríe a carcajadas. Tresio está derrumbado. El Detective los mira desde las
alturas.
Detective: (A Ana)
Se da cuenta señora Ana de López, que no estoy encaprichado... Un poco temeroso
por mi vida tal vez.
Dora:
Si usted muere Orlando será declarado como
desaparecido. Y el caballero aquí continúa beneficiándose. Sí, usted vivo no
vale tanto.
Acordes de Ana. Dora la mira
con odio. Ana le devuelve una mirada como diciendo una por una no es trampa.
Tresio:
No había pensado en eso.
Ana:
Es absurdo. ¡Claro que lo pensaste!.
Tresio:
¡Sí! ¡Claro que lo pensé!... Pero no fui yo quien
intentó matar al investigador.
Dora:
Es difícil creerle algo. ¿Alguna vez ha dicho la
verdad? ¿Aunque sea cuando era chiquito?
Tresio:
No es un asunto de moral. En este momento la verdad
es un asunto práctico.
Detective:
O sea que algo se le podría creer.
Tresio:
Está claro que yo no maté a Orlando. Quien le
disparó a él tiene que ser el que lo atacó a usted. (Mira a Ana) yo no fui y
espero que me creas.
Dora:
A la señora tampoco le conviene que ese asesinato
salga a flote.
Ana: (Sarcástica)
¿Por qué? ¿Acaso también soy testaferro de Orlando?
Detective:
Ayudó a desaparecer a un cadáver. Se le puede acusar
de intento de homicidio, complicidad, puede ir presa y...
Dora:
...quedarse
sin un centavo.
Ana:
Son puras especulaciones.
Detective:
Pues a mi juicio ambos todavía son culpables.
Tresio:
Va a tener que probarlo. Ni siquiera existe un cadáver.
Detective:
Si su historia es verdadera de todos modos actuaron
como cómplices del verdadero asesino.
Ana:
O asesina. ¿Qué hace esta mujer aquí? Usted sabe
algo que nosotros ignoramos. ¿Por qué la invitó? Ella fue la última en
entrar... Pudo haber disparado.
Dora:
Desde un principio soy sospechosa. Pero no de
asesinato sino de esconder a Orlando. Recuerde que hasta hace poco lo que se
estaba investigando era una desaparición... Así que ahora yo sobro en
esta reunión.
Detective:
Dónde estaba usted ese día mi señora. ¿Podría
contestar?
Dora, Ana y Tresio hacen
acordes de suspenso. El Detective sonríe pero sigue con la mirada clavada en
Dora.
Dora:
¡No sé ni siquiera la fecha de la que se está
hablando!
Ana:
17 de abril de 1996. Dos de la madrugada. Hace un
mes y unas cuantas horas.
Dora:
¿Cómo me voy a acordar? ¿Qué hacía usted el doce de
abril de 1995 a las tres de la tarde?... (Hace un gesto indicando que nadie
sabe) bueno, tomando en cuenta que dejé la profesión hace más de un año, que
Orlando se encontraba en la cabaña y que eran las dos de la madrugada, supongo
que yo estaba durmiendo.
Tresio:
Es evidente que la pregunta es estúpida.
Detective:
Haga un esfuerzo. Uno no puede recordar cualquier
día así como así. Pero, por ejemplo. Todos recuerdan el día de su primera
comunión. Que estaban haciendo el 27 de febrero de 1989. Y cosas así.
Dora:
Ese día no estaba haciendo la primera comunión y no
había saqueos por mi casa. Así que no me acuerdo.
Detective:
Pero fue el día que salió del hospital. Y en sus
circunstancias creo que no debe haber olvidado ese día.
Dora:
No. No olvido el día que salí del hospital. Lo que
no tengo anotada es la fecha. ¿En qué fecha hizo usted la primera comunión?
Detective:
Eh... No lo recuerdo...
Tresio:
¡Vaya! Es una mujer muy inteligente.
Ana:
Sí. Es muy astuta...
Detective:
Astuta y con experiencia... Según tengo entendido tiene antecedentes penales.
Dora:
Mis antecedentes son políticos.
Ana:
Pero, ¿Desde
cuándo la gente como tú va presa por cuestiones políticas?
Tresio:
La política no está negada a los ignorantes.
Dora:
Yo no soy tan ignorante. Hice secundaria completa y
hasta intenté en la universidad. No pude...
Ana aplaude.
Ana:
Ahora viene la parte más esperada. (Como anunciante
de circo) "la confesión de una puta".
Tresio:
¡Ana!
Ana:
Nada de reproches. Ahora estamos obligados a
escuchar ese cuento atroz de bar a las tres de la mañana. "yo era una
virgen y un malvado me puso una barriga y me abandonó en la carretera, me
recogió un camionero. Y eso de "recogió" en muchos sentidos y terminé en un bar. Y no
sabía de "verdaíta" que es bar
era un burdel hasta que fue muy tarde.
Detective:
Según creo haber escuchado, la señora quería
contarnos una historia un tanto distinta.
Dora:
Sí, (Asume ahora ella el tono de presentadora de
circo).
Tresio y Ana tararean música
circense.
Dora:
Sin camiones, sin camioneros, sin virginidad
destrozada por un malvado. (Rompe con la presentación) más bien el malvado
aparece cuando el oficio ya es una rutina. (Retoma). Sin equívocos burdeles.
Con una vida tan triste como la de cualquiera: con dos o tres momentos viendo
de cerca, apenas a unos cuantos metros la nunca bien ponderada y siempre
ausente felicidad. Una vida tan ingenua como la del que más: creyendo que algún
día va a ser distinto. Con una vida tan necia como la de todo hijo de vecino:
con existencia de relojería suiza pero llegando justamente a destiempo. Con
tantas ganas de comer sabroso como todos pero abriendo mucho más las piernas...
Tresio: (Circense)
Y con estudios académicos.
Ana:
Y presidio político.
Dora: (Asiente)
El que pasó en esa época por un liceo se metió en
política. Todos éramos de izquierda. Pero luego fue como una maldición.
Ana:
¡Va a hablar del muro Berlín y todo eso!. Esto es un
castigo del cielo. Primero sabemos de su oficio y ahora esto.
Dora:
Antes daba pena no ser de izquierda, ahora da pena
haberlo sido. Vamos de vergüenza en vergüenza.
Tresio:
Hay quienes viven de un extremo a otro.
Dora:
Yo. De banda a banda. De la más pura pasé a ser la
más puta. No había término medio, ni salida. (Trans). Pero sí lo había, si
había salida, en mi corazón... Ni la pazguata del colegio de monjas ni la más
pervertida del burdel. Eso existía pero nunca aprendí a negar algo sin
sustituirlo por la cosa contraria.
Ana:
¡Por favor!... no quiere decirnos que hizo el 12 de
abril pero sí que ha hecho durante toda su vida.
Detective: (Hace callar a Ana con un gesto)
Déjela seguir (Alienta a Dora para que siga)
Dora:
Cuando fumé marihuana era porque estaba harta de la
cordura, cuando comencé a venderme era casi una virgen. Cuando quise dejar de ser puta, conocí a Orlando. Y
siempre en el extremo ahora era yo la más fiel, la más abnegada...
Ana:
Pero si mal no recuerdo la esposa abnegada era yo.
Dora:
La más abnegada amante. Por eso ni siquiera
detestaba a la señora... Ella también ocupaba su santo lugar.
Tresio: (Sarcástico)
Ni tan santo... Yo lo puedo asegurar...
Dora: (Cortante)
Tresio también era parte de ese santo lugar.
Detective:
Entonces, llevaba una feliz vida de amante con
Orlando López. Hasta iban a tener un hijo...
Ana:
¡¿Cómo?!
Dora está a punto de quebrarse.
Ana la mira con furia. El Detective sonríe.
Detective: (Melodramático)
Pero la desgracia cayó sobre ustedes.
De una manera perversa Ana
comienza a acompañar musicalmente (tarareando y con percusión) las palabras del
Detective. Luego acompañará junto con Tresio. La escena de la reconstrucción.
Detective:
Ese niño, que significaba tu redención total, que significaba, también,
cierta seguridad económica, no llegó a nacer... O nació muerto. Dos días después una enfermera te explicó con
lujos de detalles como ocurrió la tragedia. Ese mismo día te dieron de alta. No
sé si en realidad podías estar en tu casa durmiendo.
Dora:
Sabía que Orlando estaba en la cabaña. Llegué con la
certeza absoluta de lo que tenía que hacer...
Entra la iluminación que
ambienta la reconstrucción. Se repite el final de la escena cuando Tresio solo
en la sala duda si entrar en la habitación de Ana. (Los movimientos y el tiempo deben ser
exactos a la otra reconstrucción). Luego se detiene en la habitación de
Orlando. Tampoco entra y finalmente se va a la suya. Entra a escena Dora. Se
dirige a la habitación de Orlando. Este entra intempestivamente a la sala.
Ambos se sobresaltan con el encuentro. Dora que tiene una pistola en la mano
suspira muy profundamente es la primera en recuperarse. Está apuntando a
Orlando. Por unos segundos hay una inmovilidad y un silencio absoluto.
Dora:
Hola Orlando.
Det=Orlando:
Qué haces aquí.
Dora:
Hoy supe...
Det=Orlando:
¡Cállate! (Señala la puerta. Se le ocurre algo) ven,
vas a ser testigo de un adulterio.
Orlando toma por un brazo a
Dora y la lleva hacia la habitación de Ana. Dora se suelta el brazo con brusquedad
y de nuevo lo apunta.
Dora:
¡Deja, cada quien está en su cuarto!
Det=Orlando:
¿Cómo lo sabes?
Dora:
Tengo horas esperando que se acuesten.
Dora dirige decidida el arma a
la cabeza de Orlando. Este demuestra por primera vez cierto temor.
Det=Orlando:
¿Qué pasa?
Dora:
Hoy supe lo de Jorge.
Det=Orlando:
¿Jorge? ¿Qué Jorge?
Dora:
Lo de nuestro… Lo de mi hijito.
Det=Orlando:
¿Qué? ¿Hoy? Si eso fue hace tres días.
Dora: (con ira)
Fuiste tú. Tú pagaste. Lo mandaste a matar.
Det=Orlando:
¡Estás loca!
Dora comienza a temblar
ostensiblemente.
Dora:
Sí. Me volví loca. Me volví loca de dolor. No nació muerto. Y me volví loca cuando lo supe. Y estoy
loca de rabia.
Orlando ahora está más
asustado.
Det=Orlando:
Quédate quieta. De todos modos... Eh... No estaba
bien... Tenía problemas.
Dora:
¡Mentira! Con
un bastardito podías perder el divorcio y tener que darle algo a tu amantísima
esposa.
Det=Orlando:
¡Guarda eso!
Dora:
Mataste a mi hijo.
Detective=Orlando trata de
escapar. Dora tiembla mucho. Suenan dos disparos. Det=Orlando cae. Dora
temblando se aleja corriendo. Cambia la iluminación. El Detective rompe pero
Dora sigue tomada por la escena del crimen. Ana la mira y se conmueve. Se le
acerca y la abraza. Ambas abrazadas lloran. Ana se calma. Dora llora en su
hombro. El Detective cruza mirada con Tresio.
(Entra blak out lento)
ACTO CUATRO
Tresio:
Usted realmente maneja información.
Detective:
Es mi trabajo. Por ejemplo... (Saca una pistola de
la cartera de Dora).
Ana:
¿Y esa pistola? Acaso fue la que sonó allá afuera.
(Ríe asombrada) ¿El disparo lo hizo usted mismo?
Detective: (Niega y muestra la pistola)
La dejé detrás del almohadón antes de salir.
Dora:
Sabía que yo la iba a tomar. También sabía que había
sido yo quien mató a Orlando.
Detective:
Solamente lo imaginaba.
Ana:
Pero ella nos ha podido matar a todos. ¿Cómo se
atreve a provocar a una asesina dándole un arma?
Detective:
Fue un riesgo calculado.
Tresio:
Pero si el cálculo le hubiera salido mal en este
momento esto fuera un reguero de cadáveres.
Ana:
¡Usted es un loco irresponsable!
Detective:
De responsabilidad no le conviene hablar a nadie en
esta sala... Digo, por eso del rabo de paja.
Tresio:
Toda esta comedia tiene que tener algún sentido.
Detective: (Demagogo)
Llegar a la verdad... Es como una obsesión.
Ana:
Ahora Dora irá a prisión, yo seré una viuda pobre,
Tresio se quedará sin medio, sin reputación, a lo mejor encarcelado pagando los
crímenes de Orlando, su seguro se ahorrará un dinero y usted estará feliz porque
la verdad y la justicia prevalecieron.
Dora:
¿Qué es verdad y qué es justo en todo esto?
Tresio: (A Dora. Extrañado)
¿Usted disparó sobre el investigador?
Dora:
Sí. Pero fallé. Disparé porque me sentí descubierta.
Detective:
Es decir el único blanco posible, para aquel momento
era yo. Mis cálculos resultaron exactos.
Ana:
Falló de tan
cerca... ¡Qué mala puntería!
Dora: (Niega. Con odio contenido)
Y mala suerte... (Mira al Detective) si él sabía de
antemano que había sido yo quien disparó contra Orlando... ¿Por qué?
Tresio:
No entiendo. ¿Cómo lo iba a saber? Además para
conseguir corrió el riesgo de morir... ¿De qué le iba a servir?
Dora:
Sé que él lo sabía... Pero no puedo explicarlo.
Ana: (Al Detective)
Desde el principio habló de crimen... Nunca creyó en
la desaparición de Orlando.
Tresio:
Por eso Dora también fue invitada a esta reunión.
Dora: (Para sí)
Y me dejó hablar ¡El muy desgraciado!
Tresio:
¿Para qué esta comedia? ¿Por qué arriesgarse a que le disparara si ya
sabía que era ella?
Detective:
A veces hay que arriesgarse para que otros digan la
verdad.
Ana:
Ahora soy yo la que no le cree.
Detective:
¿Por qué? ¿No le conviene creerme?
Ana:
¡No! Porque nos llamó para que lo ayudáramos a
descubrir algo que ya había descubierto.
Dora: (Como un soliloquio)
Estaba jugando conmigo. Sabía lo de mi hijo y lo
presentó aquí como un espectáculo. ¿Con qué derecho? Porque maté a esa rata.
¿Ese es el derecho? Y usted... ¿No se ha equivocado nunca?... ¿Y la señora? ¿Y
el señor?
Tresio:
Me parece una estrategia para llevarnos a algún
lado.
Dora:
No tenía derecho de exponer mi dolor para lograr su
investigación.
Tresio:
Todos hemos sido expuestos.
Dora:
Sí... Su reputación quedó en entredicho frente a una
puta. Ahora sabemos que la señora Ana de López tiene un amante, usted mismo.
Bien, eso es estar expuesto al
escándalo. ¡A mí el escándalo me reflenflinfla! Por eso a mí se me expone al
dolor. La humillación tiene sendas insospechadas. ¿No es así?
Tresio: (Al Detective)
Diga de una vez que se trae entre manos.
Detective:
¡La democracia!
Ana inicia unos acordes. Tresio
se suma. El Detective demostrando su buen humor lo secunda. Se forma una pieza
para las cuatro voces. Cada cual sabiendo que es en chanza pero eso se ve en la
actitud. La pieza es correctamente interpretada. El Detective se separa. Todos
lo miran y guardan silencio repentino. El Detective cabecea afirmativamente con
una sonrisa en los labios. Los demás están atentos a lo que va a comenzar a
decir.
Detective:
Sí, la democracia. Es decir el igualitarismo, el
fraternalismo, el amiguismo, el liberalismo... El gobierno y sus beneficiarios
compartiéndolo todo... Yo asumo parte de la complicidad, estrangulo mi manía
por la verdad, Dora queda libre y sigue recibiendo su dieta de amante. La
señora Ana y Tresio siguen felices y reputados y yo disfruto de... Cómo se
dice... Honorarios profesionales pagados en cómodas cuotas mensuales o en un
único pago. El cliente siempre manda.
Dora: (Desfachatada y vulgar)
Toda esta basura para proponer un vil chantaje. ¡Qué
poco práctico!
Tresio:
No... Perversamente práctico. Ahora nuestro secreto
está a flote, puede probarla y nos hunde a todos. Y si nos negamos, en todo
caso él cobra la comisión del seguro.
Detective:
Usted en vez de cuidar tanto su reputación se ha
debido meter a investigador... Lo hace muy bien. (A Ana) ¿Entonces? ¿Qué?
¿Democratizamos el crimen?
Ana se deja caer con un suspiro
de alivio en el puf. Casi sonríe. Tresio con una actitud derrotada se sienta al
lado de Ana.
Ana: (Displicente)
Me tiene atada. ¡Maldita sea!.
(Dora se resiste. Enfrenta al Detective)
Dora:
Al igual que Orlando usted primero destruye la
dignidad de una persona antes de negociar con él... Ese es el método hasta para
llevar a una mujer a la cama.
Detective: (La evade)
Ya hemos hablado demasiado. ¡A decidir!.
Tresio, quien ha reaccionado
con las palabras de Dora. Se levanta. Por su actitud es claro que tiene una
intensa actividad mental. Encara al Detective.
Tresio:
¿Cómo supo
que Dora nos estaba espiando esa noche?
Ana:
El informe policial.
Tresio:
¡No!. Dora era sospechosa de esconder a Orlando. La
información no puede estar allí.
Ana:
Lo dedujo.
Dora:
Él lo sabía.
Detective:
¿Cómo iba a saberlo? Además no es problema de nadie
como hago mi trabajo.
Tresio:
Dora le dispara a usted de cerca y lo falla... ¿Cómo
hizo para no fallar a Orlando a más distancia y con la luz apagada?
Detective:
Cuestión de suerte.
Ana:
Sí... Porque putería tiene... Pero puntería nada.
(Para sí) ¡Lástima que la suerte le haya durado para una sola rata.
Tresio:
No, eso es mucho más que suerte. Tú tienes más
secretos guardados. Esa escenografía, las luces...
Ana:
Pero si ella misma dijo...
Tresio:
No es lo que ella dijo. Lo que pasó es lo que
interesa. (Al Detective) y tú lo sabes y lo vas a decir ya.
Los tres se abalanzan sobre el
Detective.
Dora:
¡Habla!
Tresio:
¡Explica desgraciado!
Ana:
Es tu turno muchachón.
Entra atmósfera de
reconstrucción.
Los actores asumen posiciones y
actitudes idénticas a la primera reconstrucción.
Det=Orlando:
Miami es un paraíso. Todo lo que quieras está allí.
Tresio:
Pero podrías probar con Europa. Es posible que
encuentres nuevas perspectivas de vida.
Det=Orlando:
Para qué quiero el dinero europeo. Esa gente debe
tener controles difíciles de burlar... Aunque en Italia hay todo un escándalo
que promete.
Tresio:
Yo me refería a...
Det=Orlando: (Para sí)
Sí... Habría que estudiar como funciona un negocito
por allá... Pero es tan lejos...
Ana y Tresio se miran y comparten un gesto de
desprecio hacia Orlando. Este los sorprende y suelta una carcajada.
Tresio:
Yo no estaba hablando de hacer negocios.
Det=Orlando:
Sí... ¡Yo sé de lo que estabas hablando... La
cultura y toda esa paja. Ya tienes medios para irte. Gracias a mí. Porque no
aprovechas y das una vueltecita por los viejos museos. Mientras tanto Ana y yo
estaremos dando vuelta en un carrusel de Disney World.
Ana:
A veces viajar me da asco.
Det=Orlando:
¡Estás borracha!
Ana:
¡No!. Estoy asqueada. De ti. De cada negocio más
sucio que el otro. El banco de mis padres lo convertiste en un chiquero.
Tresio:
Cálmate Ana...
Det=Orlando:
¡No seas imbécil!
Ana:
Es un buen consejo. Pero para seguirlo tendría que
exterminarte. A ti y a la corte de amantes callejeras que son las que ahora
gobiernan todas las cosas.
Tresio:
Ana ¡Por favor!
Det=Orlando:
Una estupidez más y vomito. (Se pone de pie y se
dirige a su cuarto) hasta mañana... ¡Ah,
Tresio, no te vayas a meter en la habitación de mi mujer!... Te lo digo
porque no es nada divertido.
Ana realiza un gesto frustrado
de abalanzarse sobre la espalda de Orlando. Tresio la toma por un brazo aunque
ya ella ha suspendido la acción. Ambos se miran. Orlando voltea y los observa
mirándose. Suelta una carcajada y se mete en su cuarto. Orlando se voltea y es
el Detective, quien camina por un lado y se coloca al lado de Dora. Ana mira
con furia a Tresio y se va a la otra habitación. Tresio se queda indeciso.
Luego camina con decisión hacia el cuarto de Ana. Se detiene y se dirige a la
habitación de Orlando. Ahí también se detiene. Da media vuelta y se va a su
habitación. Entra a escena Dora se dirige a la habitación de Orlando. Este
entra intempestivamente a la sala. Ambos se sobresaltan con el encuentro. Dora
que tiene una pistola en la mano suspira muy profundamente es la primera en
recuperarse. Está apuntando a Orlando. Por unos segundos hay una inmovilidad y
un silencio absoluto.
Dora:
Hola Orlando.
Det=Orlando:
Qué haces aquí.
Dora:
Hoy supe...
Det=Orlando:
¡Cállate! (Señala la puerta. Se le ocurre algo)
ven, vas a ser testigo de un adulterio.
Orlando toma por un brazo a
Dora y la lleva hacia la habitación de Ana. Dora se suelta el brazo con
brusquedad y de nuevo lo apunta.
Dora:
¡Deja, cada quien está en su cuarto?.
Det=Orlando:
¿Cómo lo sabes?
Dora:
Tengo horas esperando que se acuesten.
Dora dirige decidida el arma a
la cabeza de Orlando. Este demuestra por primera vez cierto temor.
Det=Orlando:
¿Qué pasa?
Dora:
Hoy supe lo de Jorge.
Det=Orlando:
¿Jorge? ¿Qué Jorge?
Dora:
Lo de nuestro... Lo de mi hijito.
Det=Orlando:
¿Qué? ¿Hoy? Si eso fue hace tres días.
Dora: (con ira)
Fuiste tú. Tú pagaste. Lo mandaste a matar.
Det=Orlando:
¡Estás loca!
Dora comienza a temblar
ostensiblemente.
Dora:
Sí. Me volví loca. Me volví loca de dolor. No nació
muerto. Y me volví loca cuando lo supe. Y estoy loca de rabia.
Orlando ahora está más
asustado.
Det=Orlando:
Quédate quieta. De todos modos... Eh... No estaba
bien... Tenía problemas.
Dora:
¡Mentira! Con un bastardito podías perder el
divorcio y tener que darle algo a tu amantísima esposa.
Det=Orlando:
¡Guarda eso!
Dora:
Mataste a mi hijo.
Det=Orlando trata de escapar.
Dora tiembla mucho. Suenan dos disparos. Det=Orlando cae. Orlando se incorpora
al ver que Dora huye. El Detective, que ha estado observando toma el arma y dispara a quemarropa. El
Detective se lleva el arma y se esconde. Observa como Tresio se lleva el arma y
se esconde. Entra Tresio y descubre el cadáver y se queda petrificado. Entra
Ana ambos se miran atónitos.
Tresio:
¿Tú?
Detective:
Escondieron tan mal
al cadáver que no hubiese pasado un segundo sin que lo descubrieran. Fui
yo quien se tomó el trabajo de convertirlo en cenizas y esparcirlas al viento.
Soy el único que asistió a su funeral.
Sale atmósfera. Dora se sienta
y comienza a reír. Está aturdida.
Dora: (Esto tiene que ser todo un perfomance)
Entonces tampoco fui yo. (Rie. Luego se pone
furiosa. Se dirige al Detective) ¡Desgraciado!
Dora se abalanza contra el
Detective. Tresio reacciona y la imita
el Detective empuja a Tresio que cae al piso. La actitud del Detective
es retadora y autosuficiente. Ana sonríe.
Ana: (Risueña)
¡Te has estado burlando todo el tiempo! ¡Maldito
chantajista!.
Ana pone furiosa y embiste al
Detective. Éste, con un gesto que muestra voluntad de golpear, detiene la
embestida de Ana, cuyo miedo la para en seco.
Tresio: (A Ana)
Tranquila. Que esta hiena ya está atrapada.
Tresio se pone de pie y se
acerca amenazante. El Detective le muestra el arma que está en su cinturón.
Dora de espaldas al Detective se le aproxima con cautela y en un movimiento
rápido le quita el arma y lo apunta. Se ve que está dispuesta a matarlo.
Dora:
¿Con qué derecho? ¿Por qué me usaste así? Ahora sí
que no te voy a fallar.
Tresio está de frente a Dora un
paso más cerca de ella que el Detective. Trata de impedirle que dispare.
Tresio:
¡No!. Ahora que sabemos que eres inocente... No
cometas una tontería.
Ana: (Casi histérica)
¡Mátalo!... ¡Se burló de nosotros! Nos quiere someter...
¡Mátalo!
Tresio:
¡Ana! ¡Ya basta!
Ana le hace un gesto disimulado
a Tresio. Éste trata de entender.
Ana: (Asume otra vez la pose histérica)
¡Déjala! Está en su derecho.
Tresio comprende lo que quiere
Ana. Duda un segundo y como derrotado se aparta del Detective. Dora y el
Detective quedan frente a frente. Dora lo apunta directamente a la cabeza. Ana
inicia acordes de suspenso. Le da un codazo a Tresio para que la siga. Él lo
hace. Es claro que están incitando a Dora para que lo mate. Dora está a punto
de disparar. El Detective está muy tenso. Dora depone la actitud decidida sin
dejar de apuntar al Detective.
Dora: (A Ana)
¿Lo mato y te saco de un apuro? (Apunta con firmeza
al Detective) ¿Quiero saber?. ¿Mi dolor vale tan poco?
Ana suspende abruptamente los
acordes. Decepcionada se deja caer en un asiento. Una leve sonrisa burlona y
resignada asoma en sus labios. Tresio sigue mirando la escena con gran interés.
Detective:
Ningún dolor vale mucho. El dólar es otra cosa...
Dora apunta al Detective de
nuevo con decisión. El Detective se enseria.
Detective:
Estás allí con tu pistola... Bueno mi pistola... Con
esa cara de dignidad recuperada y juras que algo se está reivindicando. ¡No
seas estúpida! Desde un principio estamos hablando de negocios.
Ana: (Irónica)
Ni yo me había fijado.
Detective:
Me las estoy jugando todas aquí. Ya no hay vuelta
atrás para nadie. Y menos para mí. Desde hoy soy la justicia de todos ustedes o
no soy nada. Y la justicia vale dinero. Hace un mes que preparo esta velada.
Hace un mes que puse mi renuncia en la compañía. No estoy apostando a una
comisión...
Ana:
Estás apostando al dinero de Orlando.
Detective:
Que al fin y al cabo tampoco era de él... Ni de
ustedes... Ven... Orlando López también entendía que es democratizar los
hechos... Estafó a ricos, a pobres, a putas, esposas y pobres viejecillas...
Sin distingos de razas o religión.
Dora:
Y tú quieres ocupar su lugar...
Dora le acerca la pistola. El
Detective la vigila, es claro que prepara una estratagema.
Dora:
Y muy pronto lo vas a lograr... El mismo lugar en el
basurero.
Detective:
No entiendes nada. Ya te dije que estoy apostándolo
todo. Nunca más tendré que inclinar la
cabeza, ni dar las gracias, ni sonreír tímidamente... Ahora es blanco o negro,
vivir como un rey o morir. Tú no me asustas.
Hace una maniobra y le quita la
pistola. Luego la apunta.
Detective:
No les queda otro remedio que hacer negocios
conmigo.
Tresio:
Ya veo. Las circunstancias han cambiado
Detective:
Nada ha cambiado. Al contrario ahora las cosas son
más democráticas que nunca.
Ana: (Mirando el arma)
Sí... Ahora todos somos realmente culpables.
Dora:
No, yo no soy culpable.
Detective:
Mi plan es perfecto... Y todos somos culpables.
Ana:
No era más fácil proponernos el negocio esta mañana,
sin que pasara todo este lío.
Detective:
Esta mañana
yo tenía todas las cartas, pero nadie lo sabía. Si vinieron aquí era por
información sobre la póliza. Ni siquiera me habrían escuchado. Uno debe ponerse
al mismo nivel para poder negociar. Eso lo aprendí en el "manual del
negociante con éxito"
Ana: (Cayendo en cuenta)
¡Oye! ¡Pero Dora no pudo colocar el despertador...
Ella no sabía que vendríamos a este sitio.
ACTO CINCO
El Detective toma el despertador. Lo mira, lo muestra y de nuevo lo mira con nostalgia.
Detective: (Señalando el despertador)
Perteneció a mis abuelos. Lo traje ayer. Hoy antes
de entrar le puse la alarma calculando el desarrollo de los acontecimientos...
¡No pueden negar que sé manejar las situaciones!
El Detective hace unos acordes
triunfales. Luego ríe. Se guarda el arma.
Ana:
¿Cómo supiste qué iba a ocurrir en la cabaña esa
noche?
Tresio:
Es como si hubiera adivinado que todos queríamos
matar a Orlando.
Detective:
En realidad yo creí que quien lo iba a matar era
Dora.
Dora:
¡¿Yo?!
Ana:
¿Pero cómo lo supiste?
Detective:
La compañía estaba consciente de que Orlando López
se había ganado el odio de casi todo el país. Así que cualquiera lo podía
matar.
Tresio:
¿La póliza no cubría asesinato?
Detective:
Sí. Pero no si lo mata un beneficiario. Así que los
investigué. Supe lo de la enfermera contratada para matar al recién nacido.
Dora:
Por eso me enteré... ¡He debido matarte cuando pude!
Detective:
Así que convencí a otra enfermera para que te lo
contara todo. Y nuestra amiga reaccionó tal como yo esperaba.
Ana:
Pero... ¿y los otros beneficiarios?
Detective:
La lista de los demás beneficiarios son usted y una
hermana que reposa en un sanatorio.
Ana:
Pero no podía sacarme del medio.
Detective: (Mira a Tresio)
Sí podía. Dados ciertos antecedentes...
Dora: (Sin seguir el curso de la conversación)
Eres mil veces más pervertido que Orlando.
Detective:
Espiando a Dora supe que no sólo ella quería
matarlo.Y en apenas un segundo vi pasar todo mi pasado miserable, mi vida de
investigador mediocre, mi esposa gorda y amargada, unos hijos segundones y
hasta feos... Vislumbré, también, un
futuro hermoso. Esta velada la vi pasar ante mis ojos con apenas uno que otro
detalle diferente. Así mismo me vi en un yate. "La ermita del
navegante". Lindas mujeres semi desnudas correteando por cubierta y
untándome, con delicadas manos y con sensualidad estudiada un fino y aromático
bronceador... Comprendí el por qué, el cómo y el para qué de la corrupción, del
chantaje y del robo... Supe para siempre qué es ser un ganador y qué un
perdedor. Sentí nauseas de la comisión que quería obtener al. Mis posibilidades financieras habían crecido
una enormidad con esta decadente pareja de amantes...
Ana:
Ahora tendremos que callar toda esa inmundicia. O
nos hundimos todos.
Dora:
Yo no voy a callar nada.
Detective:
Es nuestra palabra contra la tuya. Y recuerda que es
la que menos vale.
Dora mira a Ana quien le
devuelve una mirada triunfal. Tresio le rehuye la mirada. El Detective está
triunfante.
Dora: (Derrumbada y sarcástica. Se entrega)
Entonces ¡Que viva la democracia!
Tresio: (Reacciona explosivamente)
¡Ya!. Se acabó. Yo voy preso. A la mierda mi
reputación. (Al Detective) ¡Grítalo! ¡Escríbelo!. Soy el testaferro de Orlando López.
Yo intenté matarlo y fallé. Quise hacer desaparecer el cadáver y también
fracasé. No sólo se va a saber que soy un inmoral sino que soy un incapaz.
Ana:
Pero... Podemos salvarnos. ¡No hagas ahora una
tontería. No es la primera vez que mientes.
Tresio:
Y siempre me he sentido miserable.
Detective:
Entonces ¿Para qué cambiar las cosas?.
Tresio:
Para morir como un hombre a pesar de haber vivido
como un gusano.
Detective:
¿En la cárcel?
Tresio asiente orgulloso.
Tresio:
O aquí si te apetece. Si nosotros morimos tampoco
tendrás ningún beneficio.
Dora se le aproxima solidaria.
Dora:
O sea que el plan no era tan bueno después de todo.
Ana:
¡Cállate!... Déjame pensar... Tresio tiene razón. Si
nos matas ¿A quién vas a chantajear?.
Detective:
Están locos. Si ustedes mueren pierden de todos
modos. Lo único que tienen que hacer es darme un poco de la tajada.
Tresio se coloca al lado de
Dora. Y mira decidido al Detective.
Tresio:
O nos matas aquí o nos vemos en la cárcel.
Detective:
Pero, si todo está podrido. ¿A qué viene ese
heroísmo fuera de contexto?
Dora:
No es heroísmo... Tu negocio no funciona si nos
comportamos con dignidad… ¡No vales nada!.
El Detective busca con la
mirada a Ana intentando su apoyo. Ana lo mira y se le acerca.
Ana:
Tú lo explicaste muy bien... Así son los negocios.
Detective:
En realidad crees que estás en el lado de los ganadores... Están jugando a los buenos...
Como en las películas.
Tresio:
No... Calculaste mal nuestra predisposición a ser
cómplices.
Detective:
Ya dije que este es mi todo o nada... Así que todos
vamos a morir.
Tresio:
Por mí no hay marcha atrás.
Detective:
Pero Orlando era una rata. Hicimos justicia. Entre
los cuatro hicimos justicia. Por qué tenemos que pagar en un país que nadie lo
hace.
Dora:
Es el único país que tengo.
Detective:
Pero con todo ese dinero podemos irnos de aquí y
tener muchos países.
Ana:
No trates de convencer a gente que sufre un arrebato
místico... Es inútil.
Detective:
¿Y a ti? ¿Te puedo convencer?
Ana: (Finge con humor un arrebato de santidad. Luego
Ríe)
Hoy la rueda de la fortuna me coloca al lado de los
perdedores... Y creo que a ti también.
Detective:
No... A mí no.
El Detective saca la pistola y
los apunta. Las dos mujeres realizan unos acordes. El Detective se ve furioso y
las apunta. Tresio después de vencer su cobardía se interpone entre el
Detective y las dos mujeres, todos esperan la muerte. El Detective ríe
derrotado.
Detective:
De todos modos así no es negocio.
Y se lleva la pistola a la
boca. Blak out. Suena un disparo. La luz se prende Ana esta inmóvil viendo el
cadáver. Tresio y Ana van saliendo tarareando una canción de voudevil. Cuando
están a punto de hacer mutis se palmean como los basquebolistas. Y salen. Dora
los ha visto salir y hace un acorde final. Y sale rápido.
Fin
LUVINA
“Hay que ser lo bastante sutil para sentir
La presencia de la madre,
Pues la vida comienza con un olor…
“hay que ser lo bastante sutil para descubrir
Dónde está el padre,
Pues la vida termina por un sonido…”
Indicación del tranta
Lizelle Reymond. Shiri Aniruah
La vida en la vida.
ACTO UNO
Un hombre de unos cuarenta años
—El Capitán— espera impaciente. Una muchacha observa su inquietud sin decir una
palabra. El Capitán la mira, cruzan mirada y él sigue observando en lontananza.
Capitán:
Están demorando…
Muriel lo mira impertérrita.
Capitán: (Para sí)
La espera es la madre todos los infartos… ¿Por qué
me miras así?
La muchacha voltea hacia otro
lado pero permanece impasible.
Capitán:
Ahí vienen…
ven vamos a ayudarlos…
Salen de escena. Después de una
pausa entra Luvina, aunque con movimientos naturales ha entrado muy despacio y
todos sus gestos son excesivamente lentos, no carga sino una pequeña cartera.
Tiene cara de estar malhumorada. Observa el entorno con desdén. Entran Antonieta y Ernesto cargando un baúl. Luvina
hace un gesto de rechazo a Antonieta. Los movimientos de Antonieta son por el contrario muy rápidos aunque igualmente naturales. Los de Ernesto también son
notablemente rápidos. Luvina mira a Ernesto y quita la actitud de rechazo y
asume una actitud de mucho cansancio.
Luego entran Muriel y el Capitán. Estos entran en lo que podríamos denominar
“en andante”. Y cargan otro baúl más pequeño. Dejan el baúl en el piso y Luvina
se deja caer en él en un gesto que indica que está exhausta.
Luvina: (A Ernesto)
Es que no te das cuenta que estoy muerta de
cansancio.
Ernesto:
Sí.
Luvina se pone de pie con mucha
firmeza. Se dirige a Antonieta.
Luvina:
Tú imbécil
¿Qué estás mirando?
Antonieta le devuelve una mirada
llena de resentimiento. Hay una competencia de miradas: la de Antonieta, llena
de odio y temor, la de la madre, altiva. Al final gana la madre y Antonieta se
repliega. Luego Luvina lanza una lánguida mirada a Ernesto.
Luvina:
¿Por qué me maltratas?
Ernesto:
Estoy cansado… solamente es eso.
El Capitán que ha visto la
escena tiene el impulso instintivo de consolar a Antonieta. Luvina lo detiene
con el primer movimiento rápido que hace desde que está en escena. El Capitán
se repliega y adquiere un tempus lentísimo de aquí en adelante.
Luvina:
Solamente es eso… ¿Solamente es eso… qué?
Ernesto: (Con impaciencia resignada)
Solamente es eso… mamá
Luvina:
Tienes que recordarlo siempre… soy tu mamá… ¿O es
que ya lo olvidaste?
Ernesto:
No, mamá… eso es imposible… ¡Nadie podría olvidarlo!
No, no he olvidado todos los sacrificios, todas las penurias y todo lo que
dejaste de hacer y todo lo que te viste obligada a hacer por nosotros.
Luvina:
Pero como últimamente me sueles llamar Luvina, como
si yo fuese una extraña, tengo que recordártelo… ¿Me entiendes?
Ernesto:
Sí… (Con énfasis) mamá.
Luvina:
Y espero que sigamos manteniendo relaciones
cordiales… por lo menos mientras dure el viaje.
Capitán: (A Antonieta)
Pareciera que habla en serio
Antonieta:
Aunque usted no lo crea sus palabras son sinceras…
por lo menos las que acaba de pronunciar.
Luvina:
¡Te estoy escuchando desgraciada! Mis palabras son
sinceras siempre… ¡Y no empieces! ¡No comiences muchachita… que tú me conoces!
Antonieta:
Sí (Con un énfasis que imita a Ernesto) mamá.
Capitán: (A Antonieta, en sordina)
Entonces en este momento están siendo cordiales
entre ustedes
Luvina:
Sí Capitán… estamos siendo cordiales… en otros
momentos es un verdadero infierno, ¿Quiere
llevar la información a la revista de sociales? ¿O es para su solaz
individual? (Hace como si leyera) “la
familia Rodríguez lleva una vida
miserable. Pero debido a un viaje a la que se ve obligada la cabeza de esa
familia (Rompe) o sea yo (Retoma) la cordialidad ha llegado a tal punto que sus
miembros logran comunicarse más allá de las señas y las miradas de odio. Se
gritan y se ofenden a viva voz, pero se
hablan” ¿Qué le parece? Linda historia para una página social… ¿No es así?
Ernesto: (Imitando el tono de crónica social de
Luvina)
Y en tal estado de cordialidad piensan estar
reunidos en el interior de un barquito, sin la posibilidad de echarse al río.
Una huida de la que no se puede escapar, podría decirse.
Antonieta: (Imitando, también, el tono de crónica
social de Luvina)
Recibiendo y dando amor a la extraña manera de los
condenados…
Luvina:
¡Ya basta!
Capitán:
¡Dios mío! La que nos espera.
Luvina:
¿Dios mío? ¿Dijo Dios mío? ¡Qué maravilla! Tenemos
un religioso a bordo.
A lo mejor nos convertimos.
Ernesto: (En guardia)
¿Nos convertimos? ¿Nos convertimos en qué?
Luvina:
En seres humanos, de esos que reciben a la gente sin
murmullos de desaprobación, ni comentarios sarcásticos… y ofrecen el mejor
camarote a la invitada de honor. Es decir… (Señala fuera de escena)… por lo
menos ese, el de la ventanita.
El Capitán la mira con ira
contenida, sale de cuadro levanta los brazos en
un gesto de desesperanza y menea la cabeza negativamente. Está muy
lento.
Capitán:
¡Vamos! ¡Zarpando! Que ya hemos perdido demasiado
tiempo. ¡Dios mío! La que nos espera.
Luvina lo ve partir, con ironía
hace una reverencia y se santigua. Muriel lo sigue y sale de escena. Luvina
mira a sus hijos con cierta vergüenza, estos la miran impasibles. Ella hace un
movimiento de hombros restándole importancia al asunto.
Luvina:
¿Qué quieren? Acabo de dejar mi casa… los muebles,
mis libros…
Ernesto: (Interrumpiendo)
Que hace más de veinte años que no tocas
Luvina:
¡Ernesto! (Retoma) acabo de abandonar mi casa, los
muebles, mis libros, mis utensilios de cocina, con los que sí trabajo todo el
tiempo desde hace veinte años… y acabo de dejar todo eso en contra de mi
voluntad. Estoy nerviosa, llena de rabia y de miedo, tengo unos hijos que me
están acompañando después de mucho rogar… y me quieren educada y feliz… mucho
pedir hijitos… mucho pedir…
Antonieta:
Y ya que estamos aquí… podrías decirnos por qué esta
huida tan rápida y sin explicaciones.
Luvina:
Cuando yo decida que es conveniente.
Sale Luvina. Los hijos se
miran. Es evidente que tampoco entre ellos hay buenas relaciones. Ernesto va a salir, Antonieta está en su
camino y no se aparta.
Ernesto:
¿Qué pasa?
También quieres que te diga “permiso (Énfasis) mamá”
Antonieta:
Quiero estar sola.
Ernesto:
Vete a otro lado a estar sola.
Antonieta: (Casi con agresividad)
Voy a estar sola aquí.
Ernesto:
Tengo que sacar mis cosas…
Antonieta se aparta para que
Ernesto pueda abrir el baúl Ernesto la mira con ira contenida. Quiere decir
algo pero se va. Hace un gesto de impotencia muy parecido al del Capitán.
Antonieta lo imita y luego reproduce el gesto de la madre. Su ritmo cambia y es
muy lenta. Entra Muriel, quien la imita cual espejo. Antonieta no nota su
presencia. Sigilosamente Antonieta abre
el baúl. Luego —a mucha velocidad— registra. Saca un cuaderno negro. Lo hojea con
angustia, diríase que está rezando. Sus movimientos se hacen cada vez más
lentos, hasta que su ritmo es claramente anormal. Descubre algo en la lectura
que le causa horror. Ahoga el grito. Muriel deja de imitarla. Los movimientos
de Antonieta son ahora inusitadamente rápidos. Está a punto de llorar. De
pronto se da cuenta que Muriel la mira. Se sobresalta y deja caer un marca
libros sin darse cuenta. Esconde el libro en forma torpe y apresurada. Trata de
reír pero la vencen las ganas de llorar.
Muriel ni se mueve y la sigue mirando impasible. Antonieta se recupera y
la mira con curiosidad. Al ver que Muriel parece no reaccionar esconde el libro
en el baúl. Luego la mira fijamente. Le hace señas. Muriel solamente la mira.
Antonieta:
¿Qué te pasa?… ¿Acaso eres muda?
Muriel no reacciona.
Antonieta:
Muda y sorda… y a lo mejor hasta gafa… porque no
reaccionas… ¡Hey! ¿Qué te pasa? ¡Hey!
¡Hey! ¡Responde!
Ambas hacen un movimiento
involuntario, producido por el repentino arranque del barco. Es un movimiento
leve pero que debe marcarse.
Antonieta:
Muy bien ya arrancamos. (Sarcástica) estoy segura de
que tú y yo vamos a ser muy buenas amigas. Por lo menos me vas a escuchar.
Además nos parecemos… aquí donde tú me vez yo también soy medio imbécil. Claro,
tu mamá debió ser peor que la mía… tú ni siquiera hablas.
Entra el Capitán de espaldas a
Antonieta. Y escucha las últimas palabras de ésta.
Capitán:
Ella no habla… pero no es imbécil… se llama Muriel.
Antonieta asiente.
Capitán:
Y tú tampoco eres imbécil (Trans) sólo estoy
haciendo un recorrido para ver si todo está bien… (Sigue su camino, se
devuelve, la mira) ¿Todo está bien?
Antonieta asiente y mira a
Muriel. El Capitán la mira, luego mira a Muriel hace un gesto indefinido y sale.
Antonieta:
Entonces no eres imbécil… pero que bien lo
disimulas… perdóname… si de verdad no lo eres… bueno te dará rabia que yo… vez
me llevas ventaja yo sí soy imbécil… ¡Dios mío! (A Muriel) ¡Haz algo, di algo!
¿Qué puedo hacer? Esto es horrible… tengo
una noticia que me está volviendo pedacitos por dentro…
Antonieta mira a Muriel. Está a
punto de decirle algo claramente trascendente. Se arrepiente. Muriel no deja de
mirarla. Antonieta se le acerca su gesto es de súplica.
Antonieta: (Solemne)
Voy a confiar en ti… (Rompe) no es un gran mérito…
(Se angustia) estoy desesperada…acabo de confirmar una sospecha de algo
horrible… quieren matar a mi mamá… pero es más horrible…
Muriel permanece impasible.
Antonieta la observa y se da cuenta de que es inútil. Hace un gesto de
impotencia. Le da la espalda y sale lentamente. Muriel ríe. Recoge el
marcalibros y se lo guarda. Saca una armónica y toca una melodía. Muriel hace
mutis por la izquierda. Sigue tocando la armónica. Baja la luz. Entra Luvina y
el Capitán. Ambos tienen una actitud furtiva. El Capitán comprueba que no hay
nadie.
Luvina:
Creí que no iban a dormirse nunca.
Capitán:
A pesar de tu aparente dureza los sigues viendo como
niños.
Luvina:
¡No seas ridículo!
Capitán:
¿Cómo supiste que te iban a matar?
Luvina sonríe con burlona
amargura.
Luvina:
Llegó una invitación… (Ríe) la corona en espiral…
Capitán:
¡La corona en espiral!… ¿Todavía usan ese maldito
método?
Luvina:
Sí, llegó uno de ellos… un muchacho… señora Rodríguez,
usted se merece el cielo, bueno no dijo eso, se merece un premio por la acción
heroica de hace dieciséis años… Vaya al sitio tal, un hombre vestido así y asao
usted le dice que es merecedora de la corona en espiral… en realidad no dijo
corona en espiral… dijo algo menos cursi… reconocimiento por la labor cumplida
(Ríe) método idéntico… solamente que
otra frase…
Capitán:
¡Sucios, miserables!
Luvina:
Y muy ingenuos.
El Capitán se le queda viendo y
sonríe nostálgico.
Capitán:
Has cambiado mucho.
Ella se aleja y le da la
espalda.
Luvina:
¡No vengas con pasado!… Ya el presente es lo
suficientemente detestable.
Capitán:
Es que tú eras tan distinta… tan…
Luvina: (Lo enfrenta)
Y tú no eras
tan bruto… ¿No te dije que no quiero hablar del pasado?
Capitán:
El pasado lo trajiste tú.
Luvina:
¡Estás loco! ¡Cállate! Ni siquiera lo menciones. Tú te fuiste y tú pagas… y si
te queda dignidad respeta tu palabra.
Entra Antonieta. Luvina la mira
y se asusta. Luego se le aproxima con violencia.
Luvina:
¡¿Qué haces aquí?!… ¡¿Acaso me estás espiando?!
Antonieta:
Hay algo muy importante que tengo que decirte…
Luvina:
¡¿Sí?! ¿Y si es tan importante por qué no lo dijiste
hace rato? ¡Ah! Ya sé… te estás haciendo pipí y quieres que mami te lleve al
baño.
Antonieta:
Justamente esperé este momento para…
Luvina:
Para meterte en mis asuntos.
Capitán:
A lo mejor es algo importante… por qué no la deja
Luvina:
No interfiera… (A Antonieta) si tienes algo
importante que decir dilo ya y déjame en paz.
Antonieta, que ha estado
mirando con odio contenido trata de sonreír.
Antonieta:
No, mamá… en realidad sí me estaba haciendo pipí… y
estaba buscando dónde, y por eso te
busqué…
Antonieta da media vuelta y se
va. El Capitán mira a Luvina con impaciencia y se le aproxima, la toma por los
hombros. Luvina lo mira asustada y pasiva.
Capitán:
Tú no estás loca… dime ¿qué te pasa?
Luvina:
Me pasa vida… (Ríe. Se aleja de él)… es un viejo
chiste… pero yo te voy a responder con
profundidad… ¿Que qué me pasa? Nada…
budismo Zen, del original… de ese
que viene en cajas con letreros en inglés.
Capitán:
Bueno… no has cambiado del todo.
Luvina:
No vengas con pasado… yo no he cambiado nada, porque
estamos hablando hoy, de hoy, en este momento, en este lugar… ¡Viste! El aquí y
el ahora… más del auténtico budismo Zen.
Capitán:
¿Por qué tanta ironía?
Luvina:
Pero, ¡Santa damisela de las noches de orgías! ¿Es
que te sabes todo el catálogo de lugares comunes? En qué espacio estelar de la
noche te estás educando. (Lo imita) ¿Por qué tanta ironía?
Capitán:
¿Y cómo carajo te pregunto el por qué de tanta ironía?
Macabuki irónidela cheremó. O: (Asume el gestus de caballero de la corte) habéis de
respondedme mi señora, pero no hallo respuesta que satisfaga mi científica
curiosidad para la continuidad repetida de vuestra ironía, o tal vez (Asume el
gestus de un policía de cine negro) Luvi estamos esperando… ¡Responde! ¿Qué
escondes detrás de tanta ironía?
Luvina:
Tal vez la clave está en el silencio. El problema
está en hacer la pregunta.
Capitán:
No Luvina… el lugar común está en esconder algo
frágil detrás de la ironía y no confesárselo ni a uno mismo.
Luvina: (Tratando de continuar con la actitud pero
tocada)
¡Mira pues! Curso de profundidad por
correspondencia. ¿Quién es tu maestro? Las hermanitas Bronté o Jean Paul
Sartre.
Capitán:
No, la frase es tuya… siempre has odiado los lugares
comunes.
Entra música triste con la
armónica. Luvina se sobresalta al ver a Muriel. Cruza mirada con el Capitán.
Pero éste ni se inmuta.
Luvina:
Es que nadie duerme en este puto barco. (A Muriel)
¡Con que haz estado escuchando zorra sinvergüenza!
Capitán:
Si te escuchó es imposible saberlo, en todo caso no
se lo diría a nadie.
Luvina
(Amarga):
Ella sí que no corre el riesgo de decir tonterías.
Capitán:
Vamos al asunto. En cinco días llegamos al pueblo.
Estás segura de que Filomena te va a esconder, y de que ellos no saben dónde
estás ahora.
Luvina: (Está todavía tocada)
Sólo tú y mis
hijos son los únicos que saben que estoy aquí. Y ni ellos saben para dónde
vamos. Quiero estar sola.
Capitán:
Tenemos que planear el desembarque… no es bueno que
nadie te vea llegar.
Luvina:
Faltan cinco días… tenemos tiempo.
El Capitán la mira, ella rehuye
la mirada. Él le da la espalda y sale. Luvina está a punto de llorar.
Luvina:
¡Malaya sea! Éste y sus lugares comunes casi me hace
llorar. (A Muriel) quien lo ve jura que es un pan de Dios. Pero me dejó con los
dos niños. Sola, sin trabajo, confiada a esa… gran organización de hombres
justos. No habían pasado ni cinco minutos de haberme abandonado cuando los
grandes hombres hacedores de futuro se me echaron encima. Tú sabes (Hace un
gesto significativo) la mujer divorciada. Y tuve que demostrar que soy dura,
despiadada. ¡Qué ironía! Me convertí en esta especie de mierda que soy por
defender a mis hijos y ellos me odian justamente por eso… pero no puedo ceder…
al fin y al cabo todo el mundo cede y se hace simpático para que lo quieran. ¡A
mí que no me quiera nadie! Simpática es una pierna de cerdo para el hambriento
y lo que quiere es comérsela. ¡No voy a ceder! Piensa mal y tendrás la razón,
sé la mala y tendrás el respeto, no quieras a nadie y alcanzarás la libertad.
Luvina que ha ido recuperando
el ánimo, está muy erguida y se ve satisfecha. Sale. Muriel la sigue. La luz
comienza a subir. Suena la armónica suavemente. Entra Ernesto. Es claro que
acaba de levantarse. Se despereza y asume una actitud sigilosa. Él, que venía
en un tiempo andante, asume un ritmo multo lentísimo. Registra sus cosas, toma
el libro y descubre un roto, que le produjo Antonieta, cuando se sobresaltó con
la presencia de Muriel. En ese momento escuchamos un abrupto cambio de volumen
y tono en la armónica. Ernesto hace un
gesto de enojo y gira hacia la música que está detrás de bastidores. Sale de
cuadro y entra con Muriel arrastrada por un brazo.
Ernesto:
Con que has estado registrando mis cosas…
seguramente eres una desgraciada espía. Bien nos lo dijeron en el período de
preparación… cualquiera, por más inocente que parezca, puede ser la mascarada
del más feroz enemigo. Pero con éste que
está aquí se acabó tu jueguito. ¡Tengo
más ojo de los que te imaginas!
Aquí Ernesto deja de mirarla.
Mira hacia todos lados como perdido en su perorata. Ella comienza a
desinteresarse de él.
Ernesto:
Porque me ves joven piensas que soy estúpido, pero
no. Fui el mejor del período preparatorio en
doctrina, deducción y lógica. Sólo tú puedes haber estado registrando
mis cosas…
Ernesto la mira para calibrar
el efecto de sus palabras, pero ella
está jugueteando con el marcalibros. Él no se fija con qué juguetea.
Ernesto:
Te haces la que no pones atención, pero sé que por
dentro estás temblando, eso también lo aprendí a hacer yo. Fíjate, estoy
furioso y mira. (La imita) pero sigamos…
De nuevo deja de verla para
perderse en sus deducciones.
Ernesto:
No se me escapa nada. El Capitán, ¡No! Hubiera
reaccionado de forma brutal, de ser él, lo digo porque mi plan lo afecta, y
también a su barco… al menos que también
fuera un… pero no creo, en nuestro curso de tipología describen a tipos como
ese… (Hace un gesto de desprecio) él
está muy lejos del profundo universo ideológico al que pertenecemos tú y yo…
Muriel se va y él no se da
cuenta. Entra Antonieta que lo observa hablando solo.
Ernesto:
Así que no me queda duda de que tú y sólo tú
estuviste registrando mis cosas y sabes
todo el plan…
Antonieta se sobresalta. Pero
luego se recupera y lo encara decididamente.
Antonieta:
Sí, ¡Claro que fui yo!
Ernesto da un respingo de
sorpresa.
Antonieta:
Pero no pensaba ocultarlo… tanto que anoche fui a
hablar con mi mamá.
Ernesto:
¡¡¿Qué dices?!!
Ernesto se lanza sobre su
hermana y trata de ahorcarla.
Ernesto:
¿Cómo se te ocurre traicionar así a la organización?
¿Con qué derecho?
Antonieta:
¡Ernesto! ¡¡Es mi mamá!!
Ernesto:
¡Vaya! ¡Qué noticia! ¡Eso quiere decir que somos
hermanos! ¡¡¡Burra!!! También es mi mamá y sé quién es su hija… pero yo estoy
hablando del sagrado deber de fidelidad a la organización.
Antonieta:
¡Yo no soy de la organización!
Ernesto:
Eso también lo sé.
Antonieta se suelta de sopetón.
Está horrorizada.
Antonieta:
Te volviste loco… ¡Dios mío! ¡Ojalá que no sea
hereditario!
Ernesto:
También llamaron loco a Bolívar y a Napoleón.
Antonieta:
Pero ellos no… (Guarda silencio repentinamente)
Entra Luvina. Ernesto la mira y
retrocede, está a punto de saltar.
Luvina:
Espero que no hayan podido dormir… para que sepan
cómo me siento. Esto es una pocilga flotante…
Ernesto:
Antonieta mintió… sabes que eso no es posible.
Luvina: (A Antonieta)
Ya se lo dijiste…
Ernesto:
Pero ¡Por Dios! ¿Cómo vas a creer semejante niñería?
Es una soberana mentira.
Luvina:
No tienes por qué ponerte así, ni maltratarme. (A
Antonieta) ¿Ya lograste tu objetivo? (A Ernesto) Sí, ya sé que es mentira, no
me subestimes, ni te burles de mí…
Antonieta:
Creo que estás equivocada…
Luvina:
No sigas tú también.
Ernesto: (Aliviado)
¡Ah! Me crees…
Antonieta: (Angustiada a Ernesto)
Tú también estás equivocado…
Luvina: (Furiosa)
¡Ya basta! ¡Sí! Me equivoque… traté mal a Antonieta.
¡Claro que sé que no se estaba haciendo pipí… lo usé sólo como… una manera de
decir… y sé que ella hizo lo mismo…
Ernesto: (Desconcertado)
¿Ella dijo que se estaba haciendo pipí?
Luvina: (Con furia contenida)
¡Dije que ya basta! Cuando hablé de pipí… no estaba
hablando de meados, me estaba refiriendo, de una manera grosera, lo admito, a
la inmadurez de estarme espiando… y sé —también— Ernesto mío que cuando ella
dijo que me estaba buscando porque no sabía dónde orinarse, sí estaba hablando
de meados, de mearme encima…
Entra el Capitán.
Luvina:
(Antonieta va a decir algo) ya basta dije… (A
Antonieta) ¡Eres una impertinente que sigues debajo de las faldas de tu madre…!
Antonieta: (Con odio)
Porque tú no has querido soltar la falda de mierda
para que yo pueda vivir…
Ernesto: (Ríe)
Ustedes estaban hablando de orines (Ríe) ¡De orines!
Capitán:
¿Qué sucede?
Ernesto: (Riendo)
Que estaban hablando de orines…
Capitán:
Y de faldas de mierda según pude escuchar…
Luvina:
Pues si tanto te molesta mi falda manténte bien
lejos, no sabes el alivio que eso significa.
Antonieta:
Si eso fuera verdad el alivio sería mío. ¡Y no es
verdad que te estuviera espiando! Solamente quería decirte… (Se detiene con
determinación)
Capitán:
Es como si no te atrevieras a hablar…
Luvina:
Porque no tiene nada que decir.
Antonieta:
Antes no me atrevía… ahora no quiero.
Ernesto:
Creo que estás madurando Antonieta… que estás
comprendiendo cosas.
Antonieta:
¡No seas ridículo!
Luvina:
Ahora insultas a tu hermano… ¡A mí que no me culpen!
Capitán:
Vamos a relajarnos… vengan, vamos a orillar y pisar
tierra un rato. Es la mejor forma de calmar los ánimos.
Luvina:
Si es por esto olvídelo… hoy ha estado suave,
recuerde: “relaciones cordiales durante el viaje”
Luvina los mira a todos y se
va. Ellos quedan entre un incómodo silencio. El Capitán siente que sobra, hace
un gesto y se retira. Ernesto que ha estado cavilando hace un gesto de quien
acierta una idea.
Ernesto:
¡Claro! Quien tiene la información es la mudita…
(Ríe) estaban hablando de meados…
Antonieta lo mira con rabia e
impaciencia. Entra Muriel. Ernesto la embiste.
Ernesto:
Te me escapaste antes… pero ahora…
Antonieta:
Ernesto… tenemos que hablar.
Ernesto:
Ya va… que antes tengo que arreglar algo sobre
cierta información que se me escapó ayer.
Antonieta:
De eso quiero hablarte.
Ernesto:
Esta muchacha que se hace la enferma no es más que
una espía.
Antonieta:
Por favor Ernesto no digas más tonterías.
Ernesto descubre el
marcalibros.
Ernesto:
¡Ajá! ¡¿Y esto?! ¡Con que tonterías! (Encara
agresivamente a Muriel) ¡Y esto! Ahora no podrás decir ninguna excusa.
Antonieta:
¡¡¡Aay!!! ¡¡¡Ya!!! Claro que no va a decir ninguna
excusa, ni va a decir más nada… ella no habla… ese marcalibros se me cayó a mí…
yo fui la que registró tus cosas, y las registré porque ya lo imaginaba. Yo sé
que piensas matar a mi mamá.
Ernesto suelta a Muriel
abruptamente y corre a taparle la boca a Antonieta. Muriel se queda viendo, con
pasividad, la acción.
Ernesto:
¡¿Estás loca?! ¡No digas ese sacrilegio! (A la
sordina) todavía no es seguro que en realidad no sea muda.
Antonieta: (A punto de llorar)
¿Pero qué te pasó? Tú eras tan brillante… y mírate…
repitiendo como un loro esas cosas de la organización… alucinando con espías y
comportándote como un verdadero idiota.
Ernesto cambia totalmente de actitud. Se comienza a
comportar con “lógica”. Muriel toca algo marcial y repetitivo.
Ernesto:
Y si me ves así… ¿Por qué no le dijiste nada a Luvina? (Silencio de Antonieta) ¿No será
porque en el fondo sabes que si la organización da esa orden es porque alguna
razón poderosa debe tener?
Antonieta:
Y tú… si estás tan claro porque no dices como
siempre… por qué no dices: mi mamá… por qué ahora es Luvina. Mejor decir la
señora Luvina… o para que puedas hacerlo más fácil “la señora aquella”.
Ernesto:
No me has dicho por qué no se lo dijiste.
Antonieta: (Después de una pausa marcada)
Porque la odio.
Ernesto: (Horrorizado)
¡No! ¿Cómo dices semejante? ¿Cómo puedes odiarla?…
Ella es nuestra mamá.
Muriel deja de tocar
repentinamente.
Antonieta:
¿Quién, Luvina?
Cambio de escena. Suena una melodía. Luvina y el Capitán bailan
una especie de tango o un vals. La actitud es agresiva nada erótica, más bien
marcial.
Luvina:
Claro que los quiero… son mis hijos. Pero son muchas
las razones…
Capitán:
Por las razones que te den la gana. Tienen que
cambiar el hábito de herirse.
Luvina:
No pasa nada… no está escrito cuál es la forma de
dar amor.
Capitán:
¡Por favor! Si quieres engañarte usa algo que puedas
creerte.
Luvina:
Quien sabe de engaños ciertamente eres tú…
Capitán:
Estamos hablando de tus relaciones familiares.
Luvina:
Te repito que es muy tarde para que interfieras en
nuestros asuntos.
Rompemos a la otra escena.
Vuelve música de percusión.
Ernesto:
¡No te burles!
Antonieta:
Si no me burlo… es que me asombra que te acabes de
dar cuenta que la señora aquella, la
enemiga de la organización es tu mamá.
Ernesto toma pedagógicamente a
Antonieta por los hombros, y en tono paternal le explica.
Ernesto:
Cuando hablamos de una idea, cuando lo que está del
otro lado de la balanza es el mundo entero, entonces ella es Luvina… pero si
hablamos de sentimientos es mi mamá…
Antonieta:
Siempre lo es… si hablamos de sangre, de… de leyes
(Con rabia) de recuerdos… ¡Siempre! ¡Siempre! Es nuestra mamá… ni un día de mi
vida ha dejado de serlo… ni de tu vida, ni de la desgraciada vida de nadie que
esté cerca. Es y será hasta el día que… siempre será nuestra mamá.
Ernesto:
En mi caso la decisión no es ciega
Antonieta:
¡Ah! Y si la decisión no es ciega…
Ernesto:
Es consciente…
Antonieta:
Consciente… si la decisión es consciente no importa
si matas a tú mamá…
Ernesto:
No… o bueno sí… pero en todo caso la organización no
tiene mamá.
Entra melodía y vuelve baile.
Luvina:
Te repito no es tan grave. Cuando Antonieta crezca
me lo agradecerá.
Capitán:
Grave o no… que se pierde con intentar un
acercamiento desde otro sitio.
Luvina:
Está bien… un día de estos lo pensaré.
Capitán: (Deja de bailar)
Ojalá no tengas que arrepentirte.
Luvina deja de bailar. Lo
empuja. Él no se mueve. Luvina lo vuelve a empujar y él retrocede un poquito.
El acto se repite varias veces.
Luvina:
¿Qué quieres? Crees que estoy loca. Crees que odio a
mis hijos. ¿Soy un poco antipática?… Bueno, soy una porquería… ¿Y qué
quieres? ¿Que sufra?… Hace años que
cambié el sufrimiento por esta manera de ser… y duele menos. Querías hablar de
pasado. ¡Bien! Todo lo que vez en mí que
no te gusta va por tu cuenta.
Capitán:
No, la tristeza… la soledad a lo mejor sí… el disfraz ese horrible es de
tu propia cosecha, yo no soy responsable
de eso y gracias a Dios.
Luvina: (Sarcástica)
De verdad que te has vuelto religioso.
Capitán:
Y de verdad que te has puesto necia.
El Capitán sale de escena.
Luvina baila sola. Queda a media luz. Se
ilumina la otra escena. Entra la percusión.
Antonieta:
¿Y cómo piensas hacerlo? ¿Le vas a recitar un
catecismo de esos de la organización, y luego le das dos tiros?
Ernesto se mueve incómodo.
Ernesto:
Lo dices de una manera que suena horrible.
Antonieta: (Burlona)
¡Vas a hacer exactamente eso!
Ernesto:
Bueno… no exactamente… no es un catecismo…
Entra el Capitán. Sale
percusión. Luvina sale de bailar y hace mutis.
Capitán:
Espero que se hayan calmado los ánimos. Es claro que
la convivencia con la señora no debe ser del todo fácil.
Ernesto:
De eso
estábamos hablando.
Capitán:
Me alegro.
Antonieta:
Discutíamos una manera de cómo resolver eso.
Ernesto: (Tratando de establecer un código con
Antonieta)
Yo no hablaba precisamente de resolver un problema
de convivencia con mi mamá.
Capitán:
En todo caso cualquier esfuerzo en esa dirección es
importante.
Entra Luvina.
Luvina:
De mí… están hablando de mí.
Los personajes se sientan a
cenar, con velas y vino. Muriel sirve la mesa.
Antonieta:
Sí… de ti… de lo que significa tu vida para
nosotros.
Capitán:
Creo que están tratando de ser más conscientes.
Ernesto:
Sí… sobre todo Antonieta insistió mucho en eso.
Luvina:
¿Y qué significa mi vida para ustedes?
Antonieta:
Ernesto te ve como una pieza clave en el universo.
Ernesto:
Cosa que no le gusta a Antonieta.
Capitán:
Cada quien es como es.
Antonieta:
Pero en el fondo él y yo queremos lo mismo.
Luvina:
¿Y qué es? Si se puede saber.
Ernesto:
¡No es lo mismo!
Antonieta:
Que se acaben los conflictos en la familia… (A
Ernesto) ¿Acaso no quieres eso?
El Capitán abraza a Ernesto.
Capitán:
Vamos… las mujeres nunca van a entender ciertas sutilezas filosóficas, ellas son más
instintivas… pero te aseguro que en el fondo esta niña tiene razón, ustedes
quieren lo mismo… o bueno quieren el mismo resultado.
Luvina:
La cuestión es cómo hacerlo.
Antonieta:
Ernesto cree saber cómo, pero a mí me parece cosa de
libros.
Capitán:
Ves lo que te digo… las sutilezas filosóficas no van
con ellas.
Luvina:
Déjalo que se explique…
Ernesto: (Mira a Antonieta con ganas de matarla)
Estuvimos enfrentados ella y yo… y el centro del
problema eras tú.
Luvina:
¡Gracias!
Ernesto:
Y entonces… tomando en cuenta que no todas las
decisiones vienen de los sentimientos, a veces se tienen ideas de las cosas…
Antonieta:
O se tienen a las cosas como si fueran ideas…
Ernesto: (Al Capitán.)
Para ser una mujer no está mal. En definitiva…
cualquier decisión debe tomarse desde el compromiso que se tiene con la vida.
Luvina:
Y no es mejor eliminar el problema de raíz.
Antonieta y
Ernesto: (Desconcertados)
¿Qué?
Luvina:
Bueno dudo que Antonieta entienda… pero Ernesto
escúchame, es posible que si hay discordia en la familia… debemos acabar con lo
que genera esa discordia.
Capitán:
Es verdad… a los problemas se deben atacar en su
esencia… buscar cuál es el punto débil… y esa es la puerta.
Antonieta:
Eso tenemos que tomarlo en cuenta.
Ernesto:
No entiendo Antonieta… ¿Qué quieres decir?
Antonieta:
Que ahora pienso igual que tú. Lo que quieres hacer
está bien. Muy bien.
Ernesto:
No Antonieta… no es lo mismo.
Antonieta:
Sí, si es lo mismo,
estoy contigo y… estoy de acuerdo con mi mamá… el problema hay que
eliminarlo de raíz.
Los cuatro brindan chocando las
copas. Muriel se incorpora al brindis. Beben y apagan las velas.
Blak out.
ACTO DOS
Vemos a Antonieta y a Ernesto en el mismo lugar y en una pose
exacta a la del final de la última escena. La diferencia es que están ellos
solos. Ambos repiten exactamente igual
sus parlamentos anteriores.
Ernesto:
No Antonieta… no es lo mismo.
Antonieta:
Sí, si es lo mismo,
estoy contigo y… estoy de acuerdo con mi mamá… el problema hay que
eliminarlo de raíz.
Ernesto:
Pero… mi mamá te trata mal y por ello vas a
asesinarla. Esto es lo más espantoso y absurdo que he escuchado en mi vida.
Antonieta: (Con mucha ironía)
En cambio yo no había escuchado en la vida nada tan
hermoso y lógico como matar a la mamá de uno porque un señor que nunca has
visto así te lo ordena.
Ernesto:
Por lo menos entiendes eso.
Antonieta: (Para sí)
Está completamente loco. (A Ernesto) sí…es hermoso.
Pero tenemos que hacer un plan más… personal
Ernesto:
¡Epa! ¡No trates de engañarme! No vas a participar
en esto. Tú no perteneces a la organización.
Antonieta:
Hazlo tú solo entonces… pero eso no quiere decir que
lo hagas de la manera burda del catecismo y los dos balazos… entre otras cosas
porque te van a descubrir.
Ernesto:
No creo que sea tan fácil… si soy astuto…
Antonieta:
Ernesto… estamos en un barco… somos cinco personas…
una es el asesi… el ejecutor, quedan cuatro… otra es la vícti… la ejecutada…
una está más allá que de acá, quedamos solamente dos… yo lo sé… te queda una
persona que es el Capitán…
Ernesto:
¿Y entonces?… ¿Tengo que matarlo también?
Antonieta:
¡No! Te digo que es una sola persona de la que debes
cuidarte.
Ernesto:
¿Y entonces qué importa cuál es el método? Conque no
esté el Capitán presente…
Antonieta se da en la frente.
Antonieta:
Y pensar que la idiota de la familia siempre fui yo.
¡Mira… piénsalo al revés!
Ernesto: (Extrañado)
¿Que sea Luvina la que me ejecute a mí?
Antonieta: (Contenida)
No… Ernesto… no. Si en un barco…en pleno río…
aparece mi mamá con dos balazos… y el Capitán saca la misma cuenta. También
quedan solamente dos… tú y yo ¿entiendes?
Ernesto:
Tienes razón… voy a tener que matar al Capitán.
Antonieta:
Bueno… o pensar un poquito. No sé, si consiguiésemos
algo que parezca un accidente… que a su vez sirva a tu propósito de
ajusticiamiento… que ella misma por ser como es provoque su propia muerte.
(Pausa) ¿Cómo dijeron ellos?… En el
problema está la solución… ella es entrometida… (Rompe) ¡no! ¿Cómo la
intromisión podría provocar la propia muerte? No… olvídalo.
Ernesto:
Intro… misión. Dentro de la misión
Ernesto se queda paralizado.
Antonieta:
Tenemos que pensar en otra cosa… Ernesto… ¡Ernesto!
¡¿Qué te pasa?! Te dio lo mismo que a la muda…
Ernesto corre como un
desaforado al baúl. De allí saca unos sobres.
Ernesto:
Cuando envíe uno de estos, diciendo misión cumplida.
Me será otorgado algo que no sé qué significa… se llama la corona en espiral. Y
eso tiene que ver por intro - misión. Luvina va a querer entrar en los secretos
de este sobre, es decir en los secretos de mi misión, ¡eres un genio Antonieta
intromisión. Y cuando entre o trate de hacerlo, ella será la causante de su
propio castigo. Así, sigo dentro de los lineamientos de la organización, y a la
vez se cumple tu deseo… como diríamos más intimista.
Antonieta:
Pero, y qué vas a poner dentro del sobre. Algo que
la asuste… la piensas matar de un susto.
Ernesto:
No, mira esto.
Prepara una cuerdita. Se
destapa y explota. Antonieta da un brinco.
Ernesto:
Imagínate si pongo una carga de TNT, expandida.
Luego usamos esta cuerdita que se ha usado de alarma dentro de la organización.
Esta chispa enciende el TNT extendido. Y pun.
Antonieta hace un gesto de
horror del que se recupera a duras penas.
Ernesto:
Creo que acabo de inventar un arma que el futuro
causará furor entre los hombres que amen al futuro. (Solemne) acabo de inventar
el sobre bomba.
Antonieta: (Deprimida)
Es horrible.
Ernesto: (Enajenado)
Te imaginas los beneficios: embajadores,
presidentes, políticos, amas de casa… todos alguna vez reciben un sobre. Creo
que acabo de dar un paso definitivo hacia la madurez de nuestras ideas y hacia
el crecimiento del hombre.
Antonieta: (Irónica)
Yo no diría crecimiento yo diría un paso hacia
nuevas formas de destrucción, que no es lo mismo pero… no está mal.
Ernesto: (Entusiasmado)
Está muy bien… y además nuestro objetivo caerá
fácilmente
Antonieta:
Ernesto.
Ernesto:
¿Qué?
Antonieta:
Cuando te metiste en esto comenzaste a llamarla
Luvina.
Ernesto:
Ya eso lo discutimos.
Antonieta:
Ahora no la comiences a llamar.. “objetivo”… se va a
extrañar mucho.
Ernesto:
¿Por quién me tomas?
Antonieta lo mira. Y menea la
cabeza. Luego lo enfrenta.
Antonieta:
¡No la vayas a llamar objetivo!
Ernesto:
Bueno voy a mi cuarto. (Emocionado) ¡Tengo que
experimentar!
Antonieta: (Preocupada)
Va a caer… le das un sobre así… con decirle que es
muy importante que no lo abra… bastará para que lo abra.
Ernesto:
Sí… sólo tenemos que buscar la manera de entregarle
un sobre… y que suene lógico que le digamos que no debe abrirlo.
Antonieta:
Ya encontraremos la manera. (Preocupada) ¿y estás
seguro que esa cosa expandida tiene los efectos que dices?
Ernesto: (Orgulloso)
Mira. ¡No van a quedar ni pedazos!
Ernesto al ver la cara de
horror de Antonieta trata de consolarla.
Ernesto:
Bueno voy a poner un poco menos y así recuperaremos
algunos pedacitos… es nuestra mamá… un entierro se merece.
Antonieta:
Va a caer, con decirle que es muy importante que no
lo abra bastará para que lo abra.
Ernesto se retira a su
camarote. Antonieta respira hondo. Se quiebra pero se recupera inmediatamente.
El Capitán, Muriel y Luvina llegan del pueblo. Antonieta al ver a Luvina se
quiebra de nuevo,
Antonieta: (Amorosa a Luvina)
¿Cómo les fue en el puerto?
Quiere abrazarla pero ella la
aparta.
Luvina:
Deja que estoy sudada.
Antonieta está a punto de
llorar. El Capitán la consuela. Luvina se pone furiosa. Y va decidida a
separarlos. Muriel, como sin querer se le interpone en el camino. Luvina la
toma por los brazos y la sacude. Muriel la imita. Creyendo (O aparentando
creer) que es un juego. El Capitán se acerca afectivamente a Antonieta.
Comienza a llorar en el hombro del Capitán. En escena paralela vemos a Luvina
luchando por desprenderse de la inocencia de Muriel. Pero ya el hecho del
acercamiento está satisfecho. Así que el
Capitán y Antonieta se acercan y contemplan, cómplices los intentos denodados
de Luvina por zafarse de Muriel. El Capitán le coloca la mano en el hombro y
Muriel lo mira y se retira impasible.
Luvina:
Este despojo de la naturaleza acaba de humillarme,
de burlarse de mí. Lo que pasa es que se sabe de memoria los deseos de su amo…
de todos sus deseos supongo. Y tú desgraciado: ¡no toques a mi hija! (A
Antonieta) cretina… qué necesidad tienes
de acercarte a esa basura. Óyeme bien Capitán… si esa sub normal me vuelve a
tocar… en este barco va haber un
asesinato.
Antonieta:
Eso tenlo por seguro.
Luvina:
Sí… ténganlo por seguro… en este barco va haber un
asesinato.
Capitán:
Cálmese.
Luvina:
¡¿Y qué va hacer para que me calme?! ¡¿Me va abrazar
para que llore en su hombro?!
Antonieta:
¡Mamá! Estás molesta porque recibí algo de afecto…
¿eso es lo que te tiene así?
Luvina:
¿Así? ¿Cómo, así?
Antonieta: (Contenida)
Así… como una hiena con mal de rabia.
Luvina: (Gruñe)
¡¡¡Aaaahhh!!! ¡¡¿Una hiena?!! ¡¡¡¿Con mal de
rabia?!!! ¡¡¿Yo?!! ¡¡¿Acaso parezco una
hiena con mal de rabia?!!
El Capitán y Antonieta niegan
con la cabeza, totalmente dispuestos a convencer a cualquiera de que no parece
una hiena con mal de rabia.
Luvina: (Contenida)
Está bien… soy todo eso… me niego a que mis hijos
reciban afecto desinteresado… pero no es que sea una hiena… ¡peor! Soy un
monstruo. Las hienas quieren a sus hijos… ¿no es así Antonieta?
Antonieta:
No sé…
Capitán:
Todo esto es un montón de malentendidos.
Luvina:
No lo son Capitán…yo estoy entendiendo muy bien.
Antonieta:
Hubiera querido que fueran malos entendido.
Luvina:
¡Pero no es así… que más esperas de mí. !
Entra Ernesto.
Ernesto: (A Antonieta)
Todo está listo.
Antonieta:
Espero cosas de Ernesto.
Luvina:
¿Qué cosa está lista?
Antonieta:
Quiero tener algo de intimidad.
Luvina:
¡Ah! ¡Un secreto! Te estás haciendo mayorcita…
tienes hasta tus propios secretos.
Ernesto:
Éste es compartido.
Antonieta mira furibunda a
Ernesto. Este la mira extrañado.
Capitán:
Espero que sea algo relacionado con aquello que
hablamos.
Luvina:
Sí… yo también… espero que sea algo relacionado con
eso que ustedes hablaron.
Ernesto:
Sí… es en referencia a eso.
Antonieta:
Pero sigue siendo un secreto.
Ernesto:
Así es… un secreto.
Luvina:
Un secreto que todos, menos yo, conocen
Capitán:
No todos.
Luvina:
Sí… a lo mejor nuestra amiga la bobita tampoco sabe.
Ernesto:
No… sólo Antonieta y yo conocemos el contenido del
sobre… (Se interrumpe)
Ernesto cruza mirada cómplice
con Antonieta.
Antonieta:
¿Por qué tenías que nombrarlo?
Luvina:
¡Ah! Un sobre. Conque queremos enviar
correspondencia.
Capitán:
Si es así… quedan solamente dos puertos en el camino
donde puedan hacerlo… “La Encrucijada” y “Punta Calvero”. Les recomiendo la segunda parada… es más seguro.
Antonieta:
Gracias.
Luvina: (Como restándole importancia)
Era un sobre… bueno ya se descubrió el secreto.
Ernesto:
Es verdad… disculpa Antonieta.
Antonieta trata de aguantar la
risa. Finge resignación.
Antonieta:
¡Qué remedio!
Luvina:
Por supuesto que el contenido tiene algo de interés…
aunque no sea el plato fuerte.
Ambos asienten pero no sueltan
prenda. Es notorio como Antonieta disfruta de la jugada. El barco arranca.
(Movimiento de los actores) el Capitán se extraña. Y hace mutis.
Antonieta:
Bueno. Ahora solamente queda mandarlo.
Ernesto:
Sí… cualquiera de las dos paradas sirven.
Luvina:
No me van a decir qué hay en ese repugnante sobre
¿verdad?
Antonieta:
No… como tú dijiste el plato fuerte ya se lo
comieron.
Ernesto:
Sí… fue una indiscreción de mi parte.
Luvina:
Y ustedes creen que yo nací ayer y que me pueden
engañar.
Ernesto y Antonieta se miran
asustados. Ella ríe con suficiencia.
Luvina:
¿Es que creen que no vi su cruce de miradas?… A
Ernesto no se le salió lo del sobre… lo hicieron a propósito. Ustedes quieren
matarme.
Ernesto: (Anonadado)
Objetivo…
Luvina:
¡No me interrumpas!
Lo hacen para hacerme sufrir. Uds. quieren matarme, llevarme a la tumba
hecha pedazos… el plato fuerte… creen que soy estúpida… pero si lo que quieren
es mandar ese sobre miserable sin que yo sepa su contenido, háganlo… no me
interesa.
Entra Muriel. Luvina la ve, la
aparta bruscamente, sale y se esconde. Ernesto y Antonieta hacen un gesto de
alivio, se hacen señas, se medio ríen y comienzan a hablar asegurándose de que Luvina escuche.
Establecen un doble discurso. Uno corporal y otro hablado. El primero es una
suerte de comentario sarcástico del segundo. En este incorporan a Muriel. Quien
sigue el juego, aparentemente sin entender.
Ernesto:
Se dio cuenta.
Antonieta:
No importa. De todos modos ahora no va a querer
meterse con lo que esta adentró.
Luvina: (Escondida. Para sí)
Eso es lo que ustedes creen.
Ernesto:
Menos mal… porque es una bomba.
Antonieta:
Sí… si se entera que tengo novio va a explotar.
Ernesto:
Todavía no es tu novio.
Antonieta:
Pero cuando Benito lea lo que escribí… va a esperar
mi regreso.
Luvina: (Escondida. Para sí)
Benito. Yo no conozco ningún Benito.
Ernesto:
De verdad dijiste cosas muy lindas… aunque algunas
un poco picantes.
Antonieta:
¡Ernesto! Te atreviste a leer toda la carta.
Ernesto:
No tuve más remedio… quien preparó el sobre fui yo.
Antonieta:
Espero que Luvina nunca lo abra.
Luvina: (Escondida. Para sí)
Voy a abrir ese sobre aunque sea la última cosa que
haga en mi vida.
Ernesto:
Es hora de dormir.
Antonieta:
Sí… cuida el sobre.
Ernesto:
No tienes que decírmelo… tengo una misión y la voy a
llevar a cabo.
Luvina:
Voy a abrir ese sobre pase lo que pase.
Ernesto y Antonieta salen.
Muriel toca la armónica y los sigue. El escenario queda un momento solo. Se
apaga lentamente el sonido de la armónica. Entra Luvina arrastrando al Capitán.
Capitán:
¿Qué quieres ahora?
Luvina:
Necesito que me hagas un juramento.
Capitán:
¿Otro?
Luvina:
Voy a decirte algo y si no juras no te lo voy a
decir.
Capitán:
Si lo que quieres es alejarme más de mis hijos…
olvídalo.
Luvina:
No… ¡jura que es muy importante!
El Capitán hace un rito un
tanto extraño. Luvina sonríe satisfecha.
Luvina:
No lo haz olvidado. Ok. Necesito que no dejes bajar
a los niños ni en La Encrucijada ni en Punta Calvero.
Capitán:
¡Bah! Eso no es un secreto…
Luvina:
Espérate. El secreto es que vamos a tener un nieto.
Capitán:
¿Qué? … Un hijo de Antonieta… pero si es una niña.
Luvina:
No… es de Ernesto —que también es un niño— pero él
no sabe nada… ni se lo voy a decir.
Capitán:
¡Estás totalmente loca! Me privaste de mis hijos y
ahora quieres hacer lo mismo con Ernesto.
Luvina:
Tú te privaste… no yo. Y escúchame… cuando sepas
quien es la mujercita, entenderás mis razones.
Capitán:
No creo que haya nadie que pueda justificar esa
locura.
Luvina:
Es la hija de ele ele.
Capitán: (Sorprendido)
La hija de ele ele. De Leopoldo Liminales. No puede
ser…
El Capitán entra en un profundo
mutismo. Está sorprendido y deprimido.
Luvina:
Se llama ola ola… me encomendó un mensaje para
Ernesto. Que lo espera justamente allí…en Punta Calvero. La muy boba juraba que
yo le iba dar ese mensaje.
Capitán:
Sí… la muy tarada creyendo que una mamá quiere
que su hijo sea feliz.
Luvina:
No te burles… ¡no te burles! Estamos hablando de la
hija de ele ele. Y recuerda que juramos…
Capitán:
¡Basta! Que
ya tengo una indigestión de juramentos!
Luvina:
Pero en este caso.
Capitán:
Sí ya sé… es la hija de Liminales... Ahora sé por
qué que no quieres que bajen en punta calvero… lo que no entiendo es qué tiene
que ver La Encrucijada… es por el sobre ¿verdad?
Luvina:
Sí… cómo podemos saber que en ese sobre no hay una
comunicación para ola ola.
Capitán:
Comprendo… lo llevaremos nosotros y en el camino lo
abrimos… si no es para ola ola, entonces lo enviamos.
Luvina:
Exactamente.
Luvina se alegra y lo abraza.
Él aprovecha y le pasa los brazos por la
cintura. Ella lo mira burlona y se aparta. Se va a retirar y se tropieza con
Muriel. La reacción de Luvina es de rabia contenida. Muriel le sonríe.
Luvina:
Oye pequeño fantasma… mejor dicho, mira pequeño
fantasma. Tú eres como el miedo… siempre
estás allí pero es a veces cuando sales.
Capitán:
Así también es el amor.
Luvina:
En nombre de la gran vomitona universal: no
comiences
El Capitán la toma por los
brazos. Está molesto.
Capitán:
Me estoy hartando de tu humor… de tus juramentos, de
tus sarcasmos… no atices mi impaciencia… que está loca por saltar.
El Capitán sale. Ella sonríe.
Luvina: (A Muriel)
Sigue siendo un ingenuo.
Muriel le contesta con un
soplido grave y prolongado de la armónica.
Luvina:
Pero es una rata…
Muriel responde con un sonido
agudo, y más corto. Luvina no se da cuenta.
Luvina:
Seguro que tú opinarías que es un gran hombre.
Muriel responde con un sonido
grave y melodioso. Luvina la observa capciosa.
Luvina: (Amoscada)
Pero es un criminal y un irresponsable.
Muriel responde con un sonido
agudo.
Luvina:
La noche está hermosa.
Muriel responde con un sonido
grave y melodioso.
Luvina:
Tú me estás escuchando… y además me estás respondiendo.
Muriel responde con un sonido
grave y melodioso, además le sonríe y le
confirma de este modo la apreciación.
Luvina se emociona.
Luvina:
¡Ya vengo… voy a avisarle a los otros!
Luvina se apresura pero es
detenida con un sonido agudo y desagradable. Luvina se voltea y la mira
intrigada.
Luvina:
¿No quieres que busque a nadie?
Muriel responde con un sonido
grave y melodioso.
Luvina:
Bueno será un secreto… tuyo y mío.
Luvina se acuerda de algo y
corre a un baúl y saca una flauta. Se inicia un diálogo musical entre ambas. La
música hace venir a los otros tripulantes. El Capitán. Antonieta y Ernesto se
quedan asombrados. Luvina al verlos rompe. Muriel continúa.
Luvina: (Conmovida y feliz)
Sólo trataba de seguirla. Tenía veinte años que no
tocaba la flauta. (A Antonieta. Riendo tímida) ¿Te sorprendiste?
Luvina mira a Muriel
amorosamente. Le acaricia el cabello. Antonieta y Ernesto cruzan miradas
incrédulas. Antonieta asiente con un lento y pequeño movimiento de cabeza.
Capitán:
Es la primera vez que la veo sonreír en mucho
tiempo.
Antonieta asiente con un lento
y pequeño movimiento de cabeza.
Ernesto: (A la sordina a Antonieta)
Está sentimental… es un buen momento para entregarle
el sobre.
Antonieta lo mira furibunda. Él
ignora la mirada. Sale un momento. Entra Ernesto con el sobre y se lo da a
Antonieta. Ella lo mira suplicante.
Antonieta: (Suplicante. A la sordina)
Déjalo para más tarde.
Luvina: (Alegre)
¿Qué cosa?
Antonieta:
¿Ah?
Luvina:
¿Que qué cosa para más tarde?
Ernesto:
El Capitán nos comunicó que no podemos bajar en las
dos últimas paradas… cuestiones de seguridad. Así que Antonieta te quiere pedir
un favor.
Luvina cruza mirada con el
Capitán. Éste la baja avergonzado.
Luvina: (Sarcástica)
No puedo imaginarme… ¿Qué será?
Antonieta: (A duras penas)
Si pudieras tú entregar el sobre al correo.
Luvina:
¿El sobre? ¿Cuál sobre? ¡Ah! El bendito sobre.
Antonieta se lo entrega.
Antonieta: (Seria. Amorosa)
Mamá… por favor no lo vayas a abrir.
Luvina:
Yo, incapaz.… Es correspondencia ajena.
Antonieta:
Sí… con el corazón en la mano insisto… no abras este
sobre.
Ernesto reprime una carcajada
tapándose la boca con una mano.
Luvina:
Ya lo dijiste… pareciera que no confías en mí.
Antonieta:
Te quiero… y quiero confiar en ti… no abras el
sobre.
Ernesto se le acerca y la
aparta.
Ernesto:
Ya basta, cállate, que la vas a convencer de verdad.
Antonieta: (Para sí)
Es verdad…yo no quiero que muera.
Muriel suena la armónica con
fuerza.
ACTO TERCERO
Muriel sola, toca la melódica.
Entra Luvina. Sonríe.
Luvina: (Se acerca)
Me alegro de encontrarte aquí. Mis hijos están con
el Capitán… el muy desgraciado está empeñado en ganarse el cariño de esas dos
bestias. Sabes, voy a compartir contigo un secreto… la correspondencia de
Antonieta con el tal Benito. Voy por ella…
Muriel comienza a tocar una
melodía a un ritmo muy rápido. Luvina suspende la acción. Muriel se detiene.
Luvina:
¿Qué pasa? Te molesta que viole la intimidad de mi
hija. ¿qué madre no lo haría en mi lugar? ¡ah, ya sé! Tienes miedo a que me
descubran. No. Están tratando de pilotear el barco. Si yo abriera ese sobre en
ese momento… ellos nunca… ¡jamás! Se enterarían. Pero… si estás en desacuerdo mejor dejo los
secretos para tierra firme. Y para que veas… diga lo que diga en ese sobre va a
cumplir su misión… lo voy a enviar… si el Benito ese la quiere que se la lleve.
(trans) la que no se va a salir con la
suya es la hija de ele ele. Aunque quien
sabe… la vida es tan rara.
Muriel la mira y va a tocar.
Luvina se lo impide haciéndole entender que ya sabe lo que le va a decir.
Luvina:
Sí, sí… cuando llegue a Punta Calvero la voy a
buscar… si me da buen pálpito vengo y se lo digo a mi hijo. ¡si me da buen
pálpito! Ni el Capitán se imagina dónde está escondida esa muchacha… aunque
violara el juramento de todas formas no podría ayudarlos.
Movimiento de ambas producido
por el barco.
Luvina:
¡Mira qué bien!
Supieron atracar. Llegamos a La Encrucijada. Voy a dar una vuelta. Chao
niña. Y no te preocupes esta carta la voy a leer en Punta Calvero, no aquí.
Sale Luvina, entran Ernesto,
Antonieta y el Capitán mirando en lontananza.
Capitán:
Luvina ya bajó… pero que apuro.
Antonieta:
Y nosotros aquí.
Ernesto, tratando de hacerle
entender a Antonieta que eso es parte
del plan, se deshace en gestos.
Ernesto:
Eso estaba previsto Antonieta… no te quejes.
Antonieta:
¡Deja la ridiculez! Ya basta de estarme hablando en
clave.
Ernesto refuerza la
gesticulación, indicándole que allí está el Capitán. Éste lo mira extrañado.
Ernesto se desespera.
Ernesto:
¡Antonieta!
Antonieta: (Harta)
Sí, ya sé que el Capitán está aquí… y que va a
sospechar… pero es por culpa de tus estúpidos disimulos.
Capitán:
¿De qué se trata todo esto?
Ernesto:
Nada, nada… una broma que siempre gastamos… (Ríe
forzado. A Antonieta, aparte) ya lo echaste a perder… (Al Capitán) bueno me voy
a mi camarote. Permiso. (A Antonieta aparte) espero que ahora puedas inventar algo sobre lo que trata
nuestro juego… y ojalá que se lo crea.
Sale Ernesto. Antonieta se
acerca al Capitán.
Antonieta:
Tengo que confesarle algo.
Entra Muriel con la armónica.
Capitán:
Supongo que tiene que ver con todo ese espectáculo
que armó tu hermano.
Antonieta:
Sí… también tiene que ver con el sobre. Le hicimos
creer a mi mamá que era para un novio mío… con el fin de que se dispusiera a
abrirlo.
Capitán:
¿Un novio tuyo? ¡Me hizo creer otra cosa!
Antonieta:
Sí… habrá inventado cualquier otra cosa para que
Ernesto y yo no pudiéramos echarlo al buzón… era parte de nuestro plan
Capitán: (Extrañado)
¿“Nuestro plan”?
Antonieta contiene el llanto a
duras penas. Ernesto desde un escondite observa.
Cuando Ernesto habla. Muriel
sube el volumen. Y Antonieta y el Capitán
gesticulan y hacen la pantomima de estar hablando. Cuando ellos hablan, vemos a
Ernesto, haciendo denodados e inútiles
esfuerzos por escuchar.
Ernesto:
Qué estará diciendo ahora… la condenada armónica de
Muriel no me deja escuchar.
Antonieta:
Es más horrible de lo que usted pueda imaginar. No
sé si deba.
Capitán:
Presiento que me vas a sorprender…
Antonieta:
Yo sospecho lo mismo.
Capitán:
¿Por qué?
¿Querían que Luvina saliera del barco?
Antonieta:
En realidad el objetivo no era precisamente que
saliera del barco.
Ernesto:
Por la cara que pone el Capitán se nota que está
mordiendo el anzuelo… Antonieta como que no es tan imbécil después de todo.
Capitán:
Entonces está relacionado con el contenido del
sobre…
Antonieta asiente.
Capitán:
Bueno… se va a llevar un tremendo chasco… se lo
merece. Esto en caso de que abra el sobre.
Antonieta: (A punto de romper a llorar)
Lo va a abrir.
Capitán:
Bueno si es muy malo lo que contiene el dichoso
sobre… no te preocupes. Nuestra intención es mandarlo desde Punta Calvero. Así
que no lo va a leer ahora.
Antonieta se dirige a toda
prisa hacia bastidores.
Antonieta:
Tenemos que encontrarlo.
El Capitán la sigue intrigado.
Ernesto se preocupa al ver la extraña reacción. E intercepta al Capitán.
Ernesto:
¿A dónde va usted?
Capitán:
Permiso muchacho.
Ernesto:
Le hice una pregunta.
Capitán:
Y yo te pedí permiso.
El Capitán lo aparta y sigue.
Ernesto lo toma por un brazo.
Ernesto:
Antonieta le contó la verdad… no es así.
Capitán:
Por lo menos los aspectos más importantes.
Ernesto:
Es decir que sabe lo del sobre.
El Capitán asiente.
Ernesto:
¿Le explicó mis razones? (El Capitán niega) ¿No?
Pues bien… es una misión.
Capitán:
¿Una misión? ¿y para qué Luvina tiene que abrir un
sobre en tu misión?
Ernesto: (Lo mira con desdén)
¡Pero que bruto! ¿Y cómo va a explotar si no lo
abre?
Suenan acordes producidos por
Muriel.
Capitán:
¡¡¿Explotar?!!
¡¡¿El sobre va a explotar?!!
Más acordes.
Ernesto: (Desconcertado)
¿Qué le dijo Antonieta?
Capitán:
¡Apártate! ¡Tu hermana corre peligro!
Ernesto: (Más desconcertado aún)
¡¿Antonieta?!
El Capitán corre hacia
bastidores en busca de Antonieta. Casi tropieza con ella.
Antonieta:
No está.
Capitán:
¿Es verdad que el sobre va a explotar?
Antonieta mira asombrada al
confuso Ernesto.
Antonieta: (Extrañada)
¿Le dijiste?
Ernesto:
Disculpa… pensé que tú… ¿Estás en peligro?
Capitán: (Exaltado)
Entonces es verdad… tenemos que conseguir a Luvina.
Por un costado aparece Luvina sin que nadie se percate de su
presencia.
Luvina:
¿Tienen que conseguirme? ¿Para qué?
El Capitán se precipita sobre Luvina.
Capitán:
¡¡Luvina!!
El Capitán trata de abrazar a
Luvina. Ella lo esquiva con desdén. Antonieta se le aproxima alegre pero se
contiene.
Luvina:
¿Qué ocurre? ¿Me gané la lotería?
Antonieta:
¿Dónde está el sobre?
Luvina:
Vas a seguir con el cuento del endemoniado sobre… no
voy a hurgar en tus cosas… ya te lo dije.
Ernesto:
¿Dónde está?
Luvina:
Es un secreto… mi misión es llevarlo sano, salvo e
inviolado hasta Punta Calvero. Y de allí enviarlo por correo.
Capitán:
Dame el sobre.
Luvina:
En primer lugar no me tutee… en segundo no se meta
en mis problemas familiares. El sobre lo tengo yo... y conmigo se queda.
Antonieta:
Mamá por favor.
Luvina:
¿Cómo quieres que te diga que no voy a violar tu
correspondencia?
Capitán:
No se trata de un juego.
Ernesto:
Solamente Luvina entiende lo que es serle fiel a una
misión.
Luvina:
Al fin… alguien que confía en mí. (A Antonieta.
Señalando a Ernesto) ¡Eso es amor! Deberías seguir su ejemplo.
Antonieta y el Capitán cruzan
miradas de angustia. El Capitán hace un amago de golpear secretamente a
Ernesto.
Ernesto:
Yo te apoyo Luvina.
Luvina:
¡Gracias hijo! Pero no me digas Luvina.
Antonieta:
¡Dile objetivo!
Luvina:
¡Antonieta! ¡Más respeto!
Capitán:
¿El sobre está en el barco?
Luvina:
¿Jugamos palito mantequillero?
Ante el desconcierto de
Antonieta y del Capitán y del mutismo de Ernesto. Luvina se sube de hombros y
se encamina hacia bastidores.
Luvina:
Pero jugamos después… ahora voy a descansar de un
grato paseo.
Luvina sale por bastidores. El
Capitán atisba hasta que la pierde de vista y se abalanza sobre Ernesto. Lo
toma por la pechera.
Capitán:
¡Gorgojo infeliz! ¡¿Qué tipo de perversa misión
puede implicar una cosa así?! ¡Estás
totalmente loco!
Ernesto:
Usted no entendería nunca.
El Capitán lo suelta con
brusquedad.
Capitán: (Retador)
¿No? ¿Por qué?
Ernesto:
Un pobre marinero qué va a saber de futuro… de
solidaridad y hermandad libertaria. De misiones más allá del bien y del mal.
Antonieta:
Capitán… ojalá que no lo sepa nunca… él antes era…
normal.
Ernesto:
¡Cállate! ¡Ya está bueno de repetir ese cuento! Soy
normal todavía… pero ustedes ignoran la verdad fundamental…
Capitán:
Es posible que yo la conozca.
Ernesto:
¿Sí? Se la explicó un pescado.
Capitán:
Yo sé en dónde estás metido… sé del juramento del
futuro. Sé de la fidelidad, del halcón… de los principios fundamentales, de la
dialéctica suprema… y toda esa paja.
Ernesto:
Desgraciado… Con que eras tú él que estabas
registrando mis cosas.
Capitán:
No… (Ridículamente solemne) ¡Yo soy el Comandante Franco!
Antonieta lo mira atónita.
Ernesto se sorprende pero luego comienza a reír.
Ernesto:
¡Necio! Te buscaste la peor de todas las imposturas…
en primer lugar porque el Comandante Franco, fue uno de los hombres más
brillantes por inteligente y por valiente que hemos tenido… en segundo lugar,
porque su muerte está registrada… y para peor mala suerte. Era mi papá… el
marido de Luvina.
Capitán:
¿Y tú pensabas asesinar a la esposa de ese “gran
hombre”?
Ernesto: (Acusa el golpe)
Eh… era una misión.
El Capitán lo vuelve a tomar
por la pechera.
Capitán:
¡Muchacho pendejo! Ibas a matar a tu mamá y después
más nunca ibas a poder vivir en paz!
Antonieta: (Atónita)
¿Tú eres el Comandante Franco?
El Capitán ríe abiertamente y
extiende los brazos esperando un abrazo de su hija. Esta se le acerca y le da
una patada en la espinilla. El Capitán se soba como suele hacerse en estos
casos: sin ninguna dignidad. Ernesto lo mira de hito a hito.
Ernesto:
Tú… ¿El Comandante Franco? (Ríe despectivo. Sale)
Capitán:
¿Por qué tuve que romper el juramento? Ahora será
más difícil recuperar el sobre.
Por otro lado del escenario
vemos como Antonieta alcanza a Ernesto. Este esboza una sonrisa prepotente. Antonieta está
consternada.
Antonieta:
Ernesto.
Ernesto:
Ese idiota
Antonieta:
¿Tú crees?
Ernesto:
¿Qué?… ¿Estás
loca?
Antonieta:
Sí es. (Pausa) ¿Cómo iba a saber que existía un
Comandante Franco?
Ernesto:
Porque… ¡No es! Mi papá está muerto y era un
gigante.
Antonieta:
Es apenas un poco más alto que tú…
Ernesto:
¡Patosa! El cadáver de mi padre es una columna que
sostiene con su sangre derramada la idea viva del futuro del hombre libre y
perfecto.
Antonieta:
Eso lo dice algún libro de la organización.
Ernesto:
No… eso lo dice Benito.
Antonieta:
¿Mi novio?
Ernesto:
¡No te burles! Si permití que usaras el nombre es
porque ya estaba escrito en el sobre. Pero Benito Suárez es el hombre más
importante de nuestro grupo. Un hombre así es un paradigma.
Antonieta: (Mirando al Capitán)
¿Cómo el Comandante Franco?
Ernesto:
Como el Comandante Franco. (Trans) ¡Antonieta! ¡No
es!
Antonieta:
Nos abandonó… no era tan grande… (Con nostalgia)
apenas un poco más alto que tú. Eso… nadie es mucho más alto que tú. (Sonríe)
tenemos papá.
Luvina:
¡Los estoy escuchando!… Esa arpía inicua… violó el
más sagrado de los juramentos.
Ernesto: (Reverente)
¿Él es? ¿Él es el Comandante Franco?
Luvina:
¡Qué Comandante Franco ni qué carajo! ¡Arturo!
¡¡Arturo!!
Ernesto: (Asombrado, para sí)
Es de verdad el comandante…
Antonieta:
Es Arturo el tipo que nos abandonó
Ernesto:
¡Cállate! Tú no sabes lo que es la trascendencia.
Ernesto:
Comandante es un placer… además usted es mi papá…
estoy a sus órdenes…
Capitán:
Recupera el sobre… (Da una orden militar) ¡Confisque
el sobre!
Ernesto se cuadra. Antonieta
hace un gesto de desesperación por la necedad de Ernesto.
Luvina:
Arturo ¿Por qué rompiste el juramento?
Capitán: (Harto)
Por el maldito sobre.
Luvina: (A Antonieta)
¡Viste! ¡¿Viste lo que conseguiste?! ¿Todo es por el
bendito sobre? ¡Yo les voy a dar su sobre!
Luvina sale y se tropieza con
Muriel. Esta última carga el sobre en la mano. Luvina lo toma y va a dárselo al
Capitán. Este extiende la mano de manera ansiosa. Ella devuelve el gesto con
malicia.
Antonieta:
Dámelo.
Ernesto:
¡Un momento tiene que dármelo a mí! Es una orden que tengo que cumplir.
Luvina:
Antes de regresarlo yo también voy a cumplir mi
misión de madre. (Melodramática) por el bien de mi hija voy a enterarme de su
contenido.
Muriel inicia unos acordes de
suspenso. Luvina comienza a abrirlo. Los tres se lanzan a impedirlo, pero
ninguno tiene la distancia para lograrlo. Ella lo abre y los demás hacen el
gesto de esperar la explosión e inmediatamente el gesto de sorpresa porque no
ocurrió nada. Antonieta mira con desprecio a Ernesto.
Ernesto:
¡Eres un inútil!
Ernesto: (Sorprendido y decepcionado)
No entiendo qué pudo suceder.
Luvina se dispone a leer pero
Ernesto se lo impide sin darse cuenta ya que ha acompañado sus palabras con el gesto de revisar el
sobre. Se da cuenta de que no es el sobre bomba. Se extraña.
Ernesto:
¿Qué es esto?
Éste no es.
Luvina:
¡Claro que no! Esta mañana le envié al tal Benito el
sobre. !Y sin abrirlo! ¡Eso puedo jurarlo! (Trans) ¡Sí ya sé que no me creen!
Antonieta: (Feliz)
Te creo.
Capitán:
Todos te creemos.
Luvina:
¿Aunque no pueda probarlo?
Antonieta:
Te juro que ya lo probaste.
Ernesto:
¡¿Enviaste el sobre a Benito Suárez?! ¡Dios mío va a
explotar!
Luvina:
Pero niña ¿Qué le escribiste a ese hombre?
Capitán:
Lo importante es que no lo abriste.
Luvina: (Furiosa con el Capitán)
Me vas a tener que explicar por qué rompiste el
juramento. ¡Ah! Ernesto. Sin leer yo sé que contiene ese sobre. (Señala el que
Ernesto tiene en la mano)
Ernesto: (Aprieta el sobre contra su pecho)
Eso si no te lo voy a creer…
Luvina:
Es para una muchacha llamada Ola Ola… pero déjame
decirte que sé más todavía… aunque el nombre es horroroso ella es
preciosa…
Ernesto:
¡Ola Ola!
Antonieta:
No me digas que tienes una novia llamada así…
Ernesto en serio… no puedes seguir en esa organización…
Luvina: (En tono de acaparar la atención perdida)
El asunto es mi querido… que la niña no está en el
punto que acordaron… Ella está aquí en La Encrucijada… y está esperando.
Ernesto:
¿A mí?
Antonieta:
¡Claro idiota!
Capitán:
Creo que espera algo mejor.
Ernesto:
¡Voy a tener un hijo!
Luvina: (Saca un papel del escote y se lo da)
Aquí la vas a encontrar.
Antonieta: (Tartamudea)
¡Un sobrino! (Deja de tartamudear) ¡Voy a ser tía!
Luvina:
Estos necios me están convirtiendo en una abuela
casi adolescente. ¡Cría cuervos!
Ernesto: (Emocionado)
¡Ya no me interesa La Corona en Espiral!
Luvina: (Asustada)
¡¿La qué?! ¿Quién te iba a dar eso?
Antonieta:
Nadie mamá
Ernesto:
Nadie mamá
Ernesto ve el papel y sale
corriendo. Deja caer el sobre. Luvina lo va a tomar. El Capitán y Antonieta se
apresuran a impedirlo. Gana el Capitán. Ambos se miran y sonríen.
Luvina:
Voy a descansar…
Sale Luvina. Antonieta, El Capitán y Ernesto suspiran y se relajan,
sintiendo que todo el lío se ha terminado. De pronto se percatan
de que Luvina fue a buscar el sobre.
Antonieta:
El sobre…
Todos corren en la dirección
por donde salió Luvina. La entrada de Luvina, con el sobre en la mano. Los
detiene abruptamente.
Luvina:
Al fin me voy a enterar del contenido del sobre….
Luvina abre el sobre y un
apagón indica que es el
Fin
RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS DE AUTOR. Cualquier reproducción o
representación parcial o total, por medio literario, audiovisual o teatral sin
autorización del autor, queda sometido a las penalidades que estipula la Ley de
derecho intelectual.