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Especialista en Teatro Venezolano

martes, 17 de abril de 2012

Marco Antonio Ettedgui

Bergman-Ettedgui


Una tragedia contemplativa         Un trágico bizarro



a mi amigo Javier Vidal
interesado en los prodigios de la vida.




APUNTES DE SU AUTOR
1.
No hay experimentación. Hay “inclusión”, es un “close-up”, un acercamiento. Forma de imán, la pieza tomó hierros cuando caminó. El acercamiento fue válido, más que la experimentación. Esto nos resultó tedioso y si no lo hubiésemos abandonado el espectáculo seguramente hubiese fracasado. Experimentar no es ya el verbo ni la acción. Decidimos investigar y ello nos dio más frutos. Pero lo esencial fue comprender que Gritos se acerca, está imantada, como un hueco negro.
2.
Al ser un “close-up”, Gritos se parece a la vida. A la vida total, no a la vida existencialista, ni a la vida pánica, ni a la religiosa o política o romanticista. Gritos es una vida total. Las posibilidades estéticas, la información, el meta-lenguaje que ella nos ofreció.
Cuando caí en cuenta de que Gritos era más humana que teatral/literaria/conceptual, fue cuando sentí que la pieza tenía una razón de ser, el acercamiento funcionó en la práctica.
3.
Gritos es un grupo filosófico tenue trabajando en el sentido de la acción teatral e infiltrándose en los sentidos de las situaciones de todo tipo de humano y de cultura. Y, lo que es más, encontrando y desarrollando sus espacios efectivos. De nuevo el espacio /ambiente / instalación. Creo que eso será mi cuestión en teatro, en mis trabajos con el medio teatro.
4.
Cuando los “performers”, los ejecutantes o actores comprendieron la dichosa sensación del espacio, la pieza se tornó sodomita. Es un verbo adecuado cuando la acción se desarrolla pero también es una adjetivo hermoso cuando Gritos es instalación /ambientación. De igual manera, la información sodomía nos ofreció un goce extraordinario.

5.
La sodomía como “close-up”, como víctima del imán de Gritos nos impide ofrecer una pieza teatral terminada, acabada, armada, construidísima. Me doy cuenta, igual Javier, que esa parte de la filosofía conceptual de Gritos, que la sensación de lo inacabado, lo no acabado, es parte de todo. Nuestra angustia por ello se tornó en felicidad. El acercamiento nos daría cada vez más puertas y ventanas. Pienso que si quisiera un “teatro” acabado tendría que incluir toda la vida en un tiempo muy corto de presentación. Me quedan tres salidas: entender el espectáculo como una fase evolutiva –lo es- extenderlo “in/outside” a toda la vida mía y de los intérpretes, o formulármelo en varios medios: video, radio, televisión, teatro, “performance”, “fluxus”, instalaciones. Gritos es un problema siempre por resolver. Eso me gusta. Cuando me harte de resolverlo lo abandonaré. Ninguna ley, ni natural, me lo prohíbe.
6.
La pieza no es estética. Quiero decir, que si bien es un acercamiento medio intuitivo, medio investigativo a las formulas de la vida, Gritos narra algo, no mucho: ¡ojo! Comienza con la espera de la familia burguesa de la muerte de la hermana enferma de cáncer en el útero. Avanza con codificaciones gestuales / significativas de la humanidad cotidiana. La hermana muere en un cuadro de fantasía  real y realidad fantástica. Vuelven las gestualidades comunes ahora con visos de narcisismo (entiéndase con esto que los personajes se ensimisman para revisarse y protegerse un poco de la guerra que les causó la muerte). La introspección conduce al desenfreno de la imaginación pero en las formas comunicacionales. Me refiero a que luego de desatar los lazos de la razón, el muestreo de la comunicación interpersonal/ personal, evoluciona al barroquismo de la manera. El lenguaje, los códigos, el medio, los significados cambian, se trastocan, aún siendo los mismos emisores. Gritos no es un estanque de vías fluviales que desembocan, sino un lago de formas con salida al mar.


7.
¿Quiere el espectador asociarse con seis personas desenfrenadas? Pienso que de alguna manera sí lo desea. Para sí o por “voyeurismo”. Es una pieza de arte para espectadores “voyeurs”, sensuales, atentos, curiosos, violentos. Creo que hay mucho que ver en Gritos, muchos objetos, elementos físicos, gestos, formas en general. No sé si muchos significados a conseguir dependen del grado intelectual del público y en ello no puedo entrar, cae en el campo de la psicología y la educación. Mi pieza no es educativa, es para un público educado.
8.
Hay un motivo sensual que mueve la pieza, lo sé. Creo que es más bien la causa y el efecto, los efectos se refieren a la moral. Personajes inherentes a la moralidad: desmorales, amorales, morales llenos, morales a medias, recientemente morales, inmorales, paramorales, en fin toda relación posible del freno y desenfreno mental en la comunicación en relación al acto moral.
9.
Las formas comunicacionales también soportan un análisis moral. En Gritos la comunicación conseguida es altamente enjuiciable. Allí su eficacia.
10.
Reunidos para refrescarse en ese ambiente. Pero a pesar del refugio, algunos rayos del exterior se cuelan, dan calor. De allí que la luz caiga sobre pequeñas áreas de la zona antibélica.
11.
Si la ecología de la pieza pertenece al otoño, el verano poco a poco parece responder también a la situación. Las necesidades, en concepto del frío, pueden semejarse a las del calor: cambio de temperatura, refugio, alimentación, sofocación, iluminación.


12.
Al igual que “Arteología” pensé montar “Macbeth Rey” (Shakespeare- Jarry), Gritos llega a la muerte sin asumir ante ella una posición existencial, sino como una búsqueda del origen:
12.1. Social-histórico. El origen de la evolución.
12.2. Individual. Preguntas sobre mi yo origen, no sobre mi final.
(12.1 y 12.2 no cuestionan el nacimiento. Nacimiento es diferente a origen).
13.
Como ecología y como vida, Gritos admite el cambio. El cambio de un grito a otro, de una función a otra. En el proceso de funciones voy a proponer la venta de dos entradas juntas para dos presentaciones diferentes y a los actores el cambio de algunos actos.
14.
En el discurso de los cuadros se ve como el modo comunicacional va viciándose y desembocando en conflictos y más búsqueda de la comunicación.
15.
Los sonidos del público forman parte del ambiente.
16.
Hay un valor necesario del ruido a consecuencia del silencio.
17.
A mis actores les satisface que investigue con ellos nuevos movimientos, nuevas salidas, nuevos audios. Hoy, en el estreno, los sorprenderé con nuevos modos en cinta de sonido. Les produce nuevas intenciones, nuevas formas de resolver momentos específicos de los personajes.


18.
¿Por qué a otro estudioso del humor como Woody Allen le interesa Ingmar Bergman como fuente?
19.
Audio: 1. Traté los planos sonoros hasta el cuarto nivel.
             2. “Collage” como medio plástico para resolver la música. Cada pieza y
                  cada sonido combinado (superpuesto, paralelo, retrocedido,
                  cortado) con otro, eliminó la individualidad del primero para
                  convertirse en un grupo sonoro.
             3.  Cada día cambié el audio sin que los actores lo supieran de
                 antemano. Eso les cambió las reacciones e intenciones. El teatro se
                 aleja del fastidio.

















DRAMATIS PERSONAE
AGNES
Es la dueña del lugar donde viven las cuatro mujeres. Ha nacido allí y crecido allí. Aferrada a la tierra, su vida transcurrió en paz y serenidad de campo. No es nadie en la vida social. Apenas cree en sus facultades artísticas: pinta, toca el piano. No ha tenido hombres en su sexo ni en su amor. Es triste que tenga cáncer en el vientre desde los treinta y siete años de edad. Pronto desaparecerá del mundo con la misma discreción con que apareció en él. Pasa la mayor parte del día acostada en su cama, cómoda y grande para su dolor. De vez en cuando se levanta, pero el dolor es muy fuerte. Procura no quejarse mucho. Procura también no protestar ante Dios. Él no es cruel. Reza por su alma. Esperanza. Fe. Caridad. Demacrada e hinchada de vientre.
KARIN
Es por dos años la hermana mayor del grupo. Está casada con un buen ejecutivo. Siempre piensa que su matrimonio fue un error. Ahora su marido le repugna tanto física como moralmente. Tiene hijos, pero eso no importa porque no han dejado huella de maternidad en ella. Rostro impecable y orgulloso. Pareciera que nada le inmuta. Leal al matrimonio, pero fuerte al odio que o sostiene. Colérica con la vida. Este odio, desesperación y fuegos internos no se expresan nunca al exterior, quizás en sueños, que significan un tormento para ella. En medio de este tumulto de represión existe una facultad de entrega y nostalgia por una intimidad, pero este valor muere poco a poco entre los músculos de su cuerpo.


MARÍA
Es la hermana menor. Casada con un hombre rico, apuesto, de la mejor sociedad. Tiene una hija de cinco años que es igual a ella, mimada, juguetona, de mirada dulce, tímida, sonriente, con un ansia sexual de placer a cada momento. Está concentrada en ella. A veces, en el problema de su hermana. No sabe nada de sociedad, economía, cultura o política del mundo donde vive. No tiene muchas preocupaciones morales ¿o sí? ante los actos que realiza.
ANNA
Es la sirvienta de la casa. Como de treinta años, equivale a una madre frustrada en su papel. Lo verifica el hecho de que tuvo una hija que murió a los tres años de edad. Siempre fue amiga de Agnes, y la muerte de su hija no influyó mucho en su amistad. Es callada. Es “voyeur”. Es omnipresente. Es todo analítica. Es extra-auditiva. Pero tímida. Cuerpo inasequible. Todo en ella es pesado: cuerpo, boca, cabellos, ropa, rostro, mirada. No habla. Analiza, pero quizá no piensa.
EL HOMBRE
Representa el sexo masculino en aquella casa. Es necesario una presencia varonil en el hogar. La muerte siempre tuvo que ver con la representación sexual del hombre.  La virginidad que se pretende crear entre ellas no quita el uso sensorial de la presencia de este hombre. Como Anna, y más que ella, es omnipresente. Realmente, es quien obligará la acción. Frío y distante, él es quien más cercano y cálido estará de la acción. A veces, es sacerdote o marido o médico. Él sabe cuando hacer sus papeles. La razón es que es el encargado por el escritor para ser quien supervise que todo esté controlado, organizado y medido en función de la acción.
UNA (O DOS) PRESENCIAS
Es una o dos personas que simbolizan, perdón, que son las fantasías de Anna. En realidad, es decir, en la acción son dos personas que aparecen con la función de los medios de comunicación. Al ellos accionarse, este elemento aparece en escena. Creo que con la radio es más eficaz la presencia.
1.
Absoluto silencio.
María y el señor sentados. Mirada perdida. Agnes acostada en la cama. Sus ojos están inflamados por el insomnio y el dolor contenidos. Ha permanecido acostada dos horas luchando contra los dolores. Pero ella quiere moverse algo, activarse. Cuando todo está inmóvil como ahora, los nervios le aumentan el dolor. Anna de pie en la misma actitud. Entra Karin con una copa en la mano. Se sienta.
Agnes hace esfuerzos a través del copete de la cama. Quiere ver a través de la ventana porque ha oído la lluvia. El señor toma un vidrio, se lo da. Luego él ha sacado una vasija con agua hirviendo y vaporosa. La coloca bajo el vidrio para que se humedezca. Agnes limpia el vapor y ve, a través de la ventana empañada, la lluvia. El señor retira el vidrio.
Ante este comienzo de acción, el resto de los personajes va cobrando la suya. María sentada, como velando una hermana viva; dormita. Doblada en la silla, boca entreabierta, facciones distendidas. Karin apaga la lámpara a punto de extinguirse y trata de reactivarla de nuevo. Agnes ya ha visto todo. Trata de acostarse de lado porque así es menor el dolor.
Anna susurra algo a María en el oído.
Karin mira a Agnes, Agnes finge dormir.
Karin va a la mesa. Se sirve té. Lo bebe. Llama a Anna.
María va hasta ella. Toma la jarra. Se sirve agua.
La bebe.
Karin y María susurran algo.
Karin se sienta donde estaba María.
María va al espejo del fondo pero el hombre la detiene con un espejo de mano.
Vuelve en sí. Sonríe un poco, sólo un poco. El señor le quita el espejo. María va hasta Karin, pero ésta ha comenzado su labor de cuidado. No hace caso a María.

(Pausa)

María se despereza. Toma un cojín. Se sienta en una silla de la mesa y apoya la cabeza en él. Se debate entre el sueño y la vigilia. Fija su mirada en una foto.
Agnes se mueve en la cama. Siempre lo ha estado haciendo. Suda.
Anna se levanta a secarse el sudor.
Karin la ve. Voltea directo hacia la luz. El sol está brillante entre la niebla. De pronto, Karin rompe a llorar. No violento ni desesperado llanto, sino como el deslizar de un conjunto de lágrimas involuntarias sobre sus mejillas. María tiene a mano una caja de música que abre y cierra sin dejar que ninguna música se consuma del todo. Karin toma un cepillo. Se peina a su modo.
Anna en la parte trasera. Se cambia de bata. Se desata las cuerdas del cabello. Las peina con movimientos distraídos.
María sube a la cabecera de la mesa. Se acomoda el cabello con las manos.
El  señor saca ensimismado un peine de su bolsillo y peina el cabello. Pausa de Karin.
Pausa de María.
Pausa del señor.
Los cuatro rostros herméticos, secos, carecen de expresión. María come galletas. Ofrece un pedazo a Karin.
Karin se levanta. Se quita la cálida manta y la deja sobre la silla. Va a la mesa. Comen las dos de la manzana.
Anna todavía peinándose, toma una foto de su peinadora. Camina al comedor. No quita los ojos de ella. Suspira levemente.
Agnes grita y se arquea. Todos la ven sin levantarse de donde están. Agnes poco a poco va cayendo sobre la cama. Se está durmiendo al fin. Reposa pequeña y doblada. De vez en cuando la recorre un escalofrío que parece un sollozo, pero ahora está tranquila.
2.
Absoluto silencio.
Karin sube la mirada lentamente. La dirige al rostro de Anna.
Ésta siente la mirada, voltea. Karin mira a su alrededor, hace un gesto.
Anna con la foto en la mano atraviesa el cuarto hasta la otra punta.
El señor la sigue muy de cerca con un reflector de pie. Muy de cerca, tan de cerca que su rostro es el mismo sol entre la niebla y el calor similar al del verano.
Anna abre su armario. De él cae un pesado maniquí al suelo.
3.
Absoluto silencio.
El señor coloca la luz de pie cerca de Agnes. Anna se pierde en la oscuridad. Agnes está sentada ahora al borde de la cama.
Anna llega con un poco de caldo y se sienta al lado de ella al borde de la cama. Ofrece a Agnes.
Agnes no tiene apetito y aparta la taza como si sintiera repugnancia.
María y Karin toman el vidrio.
El señor, con agua hirviendo, humedece el vidrio. Así, María y Karin ven a través de de la humedad de la lluvia. Hablan en voz baja de la naturaleza.
Karin camina con el vidrio en la mano hasta el centro del cuarto.
María toma una caja de un baúl y sigue a Karin.
En el centro del cuarto, las dos juegan a las cartas. Más bien, las leen. Tienen confianza en premoniciones o sólo pierden el tiempo.
El señor ha salido de escena de una manera evidente. Tocan la puerta del teatro. Las mujeres se miran inquisitivamente.
Karin. (Susurra) Alguien se acerca.
Entra el señor vestido de médico con un maletín.

(Pausa)

El médico saluda a Karin y a María. Ignora a Anna.
Va a ver a Agnes. Deja la puerta abierta. Se sienta al borde de la cama y habla en voz queda con ella. La acuesta.
Palpa el vientre, toma el pulso, toca las glándulas de las axilas y entrepiernas, capta de respiración, ve las pupilas de los ojos. Hace un cariño.
Agnes intenta sostener las manos del médico entre las suyas.

(Pausa)

El médico las ve. María voltea el rostro. Karin se acerca.
El médico la toma en hombros la lleva al otro extremo. Le habla sobre los resultados y su teoría. El actor debe investigar su texto aquí.
María abre el maletín del doctor, con timidez. Saca tres discos. El médico termina de hablar con Karin y se vuelve al cuarto.
María esconde los discos. El médico cierra su maletín. Se despide de Karin y María.
Ignora a Anna.
Se va.
María ve los discos: The Beatles, Elvis Presley y María Callas.
Extrañada mira el de la Callas. Va al tocadiscos portátil en el piso. Coloca el de los Beatles.
Anna y Karin ven a María.
Agnes comienza a quejarse de la nada, al grito leve.
Anna con la mano en la boca. María toma una vacinilla. La pone debajo de sí como para defecar. María agarra el cuchillo y se lo coloca en el cuello.
María. (Susurro). Perdóname, perdóname, perdóname, perdóname, perdóname, perdóname, perdóname, perdóname, perdóname.
Se corta la vena. Cae muerta. Todo es tan rápido que parece mentira.
4.
Absoluto silencio
En una noche de otoño. En Venezuela no hay otoño, pero es otoño.
Agnes está acostada contando las vigas de madera que sostienen el techo. Pierde el conocimiento o, quizá, cae en el sueño. Lo que sí es cierto, es que no ha muerto aún. Su cuerpo de vez en cuando se arquea de dolor.
Karin entra a la zona iluminada con los ojos vendados. Anna la lleva y la sienta.
El marido de Karin entra en iguales condiciones.
Se sienta.
Los tres están vestidos de negro. Juego de manos.
Sobre la mesa están servidos los platos y hay dos reproductores que contienen una cinta grabada. La sirvienta los enciende.
Anna espera la orden de traer la fuente con la sopa.
El grabador de él emite un sonido arrastrado, grueso, carrasposo.
Anna sale de escena.
El grabador de ella emite sonidos de puertas cerrándose y suspiros contenidos. Aparte de estos sonidos, el acto está bañado en un innegable silencio. Un silencio. Un silencio lleno de odio, un odio recíproco que es casi palpable, despiadado y constante.
Ninguno de los dos en su matrimonio ha gozado de liberación o simple alivio durante los últimos quince años. Casi podríamos hablar de la lealtad del odio total. No se deben nada el uno al otro más que incomodidad de las vísceras.
NOTA: Los dos llevan joyas lujosas. Es lo único que quizá se deban. La cinta de él dice: “Pescado”.
Anna se apresura a buscar la bandeja. La coloca sobre la mesa. El marido la abre y encuentra un reproductor de cinta con sonidos del mar. El marido la ofrece a Karin. Ella niega con la cabeza.
Él sonríe.
La cinta de ella dice: ¿Por qué sonríes de esa manera?
La cinta de él dice: no sonrío.
La cinta de ella dice: ¿Quieres tomar café en el salón o nos vamos en seguida a la cama?
La cinta de él dice: No quiero café, gracias.
La copa de agua que bebe Karin, cae.
Las cintas en este momento emiten música. Extraña, contenida, narrada en otro idioma para marcar la situación incomunicante, angustiosa y tímida.
Karin mira a su marido con algo de temor.
Él simula no haber visto nada, no haber oído nada, no haber sentido nada. Karin termina de comer y se seca los labios con minuciosidad. Luego tira la servilleta sobre la mesa y se levanta.
Llama a Anna. Anna le arranca la venda de los ojos.
Se va de escena. Anna comienza a retirar la mesa.
Cuando se va, Karin toma un trozo de cristal de la copa rota. Se va a un rincón.
El marido aparece en escena, se sienta en una silla al otro lado del espacio.
La cinta cambia la música a un poema dramatizado.
(“Kadish” en plegaria a Dios)
Simulando el tocador de Karin, el gran espejo del teatro la acompaña en su próximo acto de vejación.
Karin se sienta ante el espejo de espaldas al público. Anna apaga los dos reproductores y deja aquél con la poesía.
Karin (susurrando) No es más que un montón de mentiras. No es más que un montón de mentiras.
Anna va hasta Karin. Comienza a desvestirla. Del negro vestido cambia a la blanca bata de casa. Cuando Karin se ha puesto el camisón y la bata, se queda, vacilante, en el centro de la habitación. Anna la mira.
Karin (susurra) No me mires así.
La abofetea. Anna sube un hombro, pero no dice nada.
Karin (susurra) Perdóname.
Su tensión aumenta. Locura incipiente.
Karin. Puedes irte.
Anna se va.
Karin toma el pedazo de cristal. Se sienta en un taburete contra la pared, corta con fuerza parte del muslo y seguidamente, con cuidado, los labios del sexo. Permanece unos segundos inclinada hacia delante. Se levanta, se alisa el cabello y se seca el sudor de su frente. Tiene los ojos muy abiertos.
Karin (Para sí. Definitivamente, para sí) Al fin y al cabo, todo es un montón de mentiras.
Con el rostro desapasionado sale de su dormitorio. El marido lee.
Karin se levanta el camisón y descubre su sexo.
Marido. (Voltea a ella) Estás sangrando.
Karin ríe obsesivamente.

5.
Absoluto silencio.
El señor, Karin, María sentados en fila frente a la cama de Agnes. Anna en la misma fila, pero de pie. Rostros del público: inertes, pasivos, en espera.
Agnes en máxima expresión de dolor. Lentamente, como subiendo una gran montaña de arena, trepa por el resplandor de la cama. Quiere comunicar un dolor o exorcizarse ella misma de él.
Agnes enciende el reproductor que está al pie de la cama.
La cinta de Agnes dice: Anna-Anna-Anna-Anna-Anna-Anna-Anna.
Todos miran a Anna. Ella va a la cama.
Agnes. Ven Anna. Ven a mí. Siéntate a mi lado.
Acércate a mí.
Anna deja caer el chal, se quita las medias. Entonces abre el escote de su camisón sin descubrir sus pechos. Agnes es arropada en su regazo. Anna abraza a la enferma, le susurra inaudibles palabras de consuelo. Anna le moja un poco los cabellos. La maquilla de blanco con grandes ojeras y rostro demacrado
Mucha ternura en sus actos. Agnes se derrite en ternura, se tranquiliza la fuerte tensión de su cuerpo atormentado.
Agnes. (Susurra) Eres buena… buena.
Las dos mujeres se adormecen abrazadas.
María, Karin y el señor aplauden.
Seguidamente uno por uno van hacia el espejo a efectuar el mismo acto de castración hecho por Karin. Todos aplauden.

6.
Absoluto silencio.
Las siete de la mañana.
Agnes respira profundo, tiene la boca abierta y los labios azulados.
El público debe saber que el pulso apenas se le oye. Sus mejillas son dos manchas rojas. El rostro hinchado.
Las nueve y media.
El Señor. (Susurra a Anna) Las nueve treinta minutos.
Anna lo ve largo rato. Le hace señas con las manos como una sordomuda.
Convulsiones de Agnes. La respiración profunda cede por momentos a fuertes convulsiones que tuercen brazos y piernas de la enferma. Entreabre los ojos y habla cortante.
Aumentan los síntomas de asfixia y se lanza hacia delante como si una mano muy potente estuviera empujando su cuerpo.
Las once y cuarto.
El Señor. (Susurra a Anna) Once y quince minutos.
Anna lo ve largo rato. Se toca los huesos de cuello y hombros.
El cuerpo martirizado se relaja. Pide algo de beber. Labios cortados y secos. Los cabellos empapados de sudor. Anna y Karin tratan de cambiar las empapadas sábanas. Humedecen su cuerpo con agua fresca, peinan sus cabellos y le ponen un camisón limpio. El médico le inyecta morfina.
Todos se sientan a esperar. María mira a uno del público. Anna tiene frío.
Karin mira al techo y emite sonidos de grieta.  María tiene frío. Anna mira a uno del público.
El señor mira el reloj.
Señor (Susurra para sí) Las cinco.
Agnes emite un quejido. Esta vez las convulsiones son profundas. Respiración profunda. El cuerpo se lanza para atrás y para adelante. De improviso, Agnes canta el aria de la ópera “La Traviatta” en la muerte (es admisible una versión grabada de ella).
Todo esto acompañado de gritos desgarradores, agitación de los brazos, asfixia que ahoga su voz.
Cae sobre el lecho, el cuerpo se estremece con fuerza y los ojos se abren. Todas las mujeres acogen sus manos en el rostro, María llora en susurro. El médico y Anna se ven.
Ahora reina una misteriosa quietud.
María es la primera que se sienta, casi desmayada.
(Pausa)
Karin con la mano en la nariz se acerca a ver a Agnes. Trata de escuchar su corazón. Poco a poco cae en el piso. De cuatro patas y como si se tratara de apartar goma de pegar de sus rodillas, se arrastra hasta la silla más cercana.
Anna y el médico entablan una conversación con gestos de manos y antebrazos. Anna baja la cabeza afligida. Se sienta en el piso al pie de la cama de Agnes. Todos se duermen. El señor apaga las luces.

7.
Absoluto silencio.
Este cuadro es el sueño común de las tres mujeres.
No es imposible, las tres han vivido siempre juntas y en este momento la misma circunstancia. María y Karin como dos niñas tomadas de la mano.
El señor con las manos atrás va hasta un cubo de agua en el que se refleja un halo de luz.
Tiene sombrero y guantes.
Anna camina torpe al otro lado del espacio, con la columna vertebral muy tensa deja un muñequito en el suelo. Lo mismo al otro lado. Debe repetirlo dos veces más. Luego, cae en el piso con la misma torpeza con que camina.
María y Karin le ofrecen la mano. Anna golpea sus dedos, en el suelo.
El señor va bajando al suelo en armonía con el ascenso de Anna a la posición original humana. Karin se estremece rápido. Su columna vertebral se parte.
Cae destrozada. Anna camina y toma un globo blanco.
Lo infla. Lo amarra. Toma tinta de la mesa. El señor saca un bolígrafo de su bolsillo. Le sube la bata a María de manera que se vea su espalda. María quieta. Anna escribe una palabra en griego. El señor escribe sobre la espalda de María una palabra en latín.
Apagón.





8.
Absoluto silencio.
Los personajes aparecen en las posiciones de antes del sueño. María se levanta. Baila y adopta gestos de ritual egipcio, sin serlo del todo.
Las luces se van apagando.

9.
 Absoluto silencio.
Una mañana de otoño. Oscura. Nublada. Es la mañana que sigue a la muerte de Agnes.
María, Anna, Karin y el señor con lentes oscuros.
Anna y Karin atienden a Agnes muerta: le cambian la ropa, la maquillan y la peinan.
Quizá huela un poco a incienso de iglesia.
Agnes: medias blancas, zapatos de seda, ropa interior y vestido recién planchados y discreta cinta que le sostiene el sombrero. Y una rosa amarilla entre sus manos.
María tiene una vela en la mano. Con su luz puede verse en el espejo.
El señor coloca un reproductor de cinta en cada esquina del espacio.
Las cintas tienen grabados sonidos de personas en un cuarto. En ambiente de las cuatro cintas encendidas debe transmitir un tumulto de asistentes en el velorio de Agnes.
Los cuatro miran la ventana al mismo tiempo.
Los cuatro miran la cocina al mismo tiempo.
Los cuatro miran el espejo al mismo tiempo.
Los cuatro miran el techo al mismo tiempo.
(Pausa)
Tres de ellos miran a María.
Tres de ellos miran a Karin.
(Pausa)
Tres de ellos miran a Anna. Anna saca la lengua.
Tres de ellos miran al señor.
Suena el timbre o una campana-corneta.
El señor va a abrir la puerta.
Entra el capellán, que es el señor, por la puerta principal.
Se detiene.
Música.
Poco a poco avanza hasta Agnes. Se arrodilla en el copete de su cama.
Las mujeres lo imitan sin saber por qué, inseguras. Se lleva una mano a los ojos y se apoya en el copete como para no caerse.
Capellán. (voz queda) Dios, nuestro Padre, ha tenido bien en llamarte a su seno en la flor de la juventud, y además te ha encontrado digna de sufrir una larga y penosa agonía. Tú la aceptaste con paciencia y sin lamentaciones, segura de que tus pecados serían perdonados por la muerte de nuestro Señor en la cruz.
Que tu padre del cielo se apiade de tu alma cuando comparezcas  ante él. Y que sus ángeles borren de tu memoria todos tus dolores terrenales.
El capellán voltea y mira al espacio vacío, molesto por el ruido de los visitantes. Mira a Anna: gesto de apagar las cintas. Anna se levanta a hacerlo.
Apaga uno. Apaga otro. Apaga el tercero.
Capellán. (voz queda) Si es cierto que has acumulado nuestro sufrimiento en tu pobre cuerpo, si es cierto que lo has acumulado al morirte, si es cierto que encontrarás a Dios allí arriba, si es cierto que él volverá su rostro hacia ti, si es cierto que tú sabrás hablar la lengua que comprende Dios, si es cierto que te hallarás con él, si todo esto es cierto, ruega por nosotros Agnes, querida hija, y escucha lo que voy a decirte.
Anna apaga el cuarto reproductor.
Se mira las manos. Están sangrando sus palmas.
Capellán. (voz queda) Ruega por nosotros, los que estamos en esta tierra sucia y oscura, bajo un cielo cruel y vacío. Extiende tus sufrimientos a los pies de Dios y ruégale que se apiade de nosotros y nos libre por fin de nuestros temores, nuestra angustia y nuestra incertidumbre. Agnes, tú que has sufrido tanto en esta vida, tienes que ser digna de transmitir nuestra oración.
Queda trastornado y exhausto. Se interrumpe y vuelve a ser el profesional que sabe conducirse como es debido. Da un tirón a la sotana y empieza a estrechar las manos.
Se va de la casa. María le sigue hasta la puerta.
María. (en susurro) Padre: ¿puede perdonar mis pecados?
Anna se limpia las manos del agua de Agnes.
Karin se sienta cansada.
El capellán le dice algo en el oído a María. Sale por la puerta principal.
Anna se sienta en la cama viendo a Agnes muerta.
María va al baúl donde tiene aquellos tres discos del médico.
Lo busca y extrae de él los tres discos envueltos en papel de regalo. Abre el papel y ve que las tres carátulas están pintadas de negro. Se extraña.
Coloca el disco que ella cree. En este momento suena el aparato de sonido de la sala con una pieza clásica de gran envergadura melódica. El pequeño tocadiscos suena con un bolero de Lila Morillo.
María extrañada.

10.
Continúa la música anterior.
Está en escena el marido de María. Parco, hermético, de espaldas al público.
María. (Voz débil. Posición original) Ayer vino el médico. Te manda saludo y espera que puedan reunirse pronto para jugar otra partida de ajedrez. Lo invité a pasar la noche aquí, pues el tiempo era muy desapacible. Se ha ido muy temprano esta mañana, antes de que ninguno de nosotros despertara. ¿Lo has pasado bien en la ciudad o solo has trabajado?
(Pausa) Nos han invitado al pueblo. Quieren que nos quedemos toda la semana de pascua. Creo que sería agradable, más que nada como cambio: ¿Qué opinas tú? (pausa) Ya sé que es pascua, venía la tía, pero quizá podamos arreglarlo. No es precisamente divertido…
Se interrumpe.
El marido se da vuelta sentado en la silla. Tiene un cortaplumas enterrado en las costillas.
Marido. (susurra) Ayúdame.
María retrocede unos pasos, hasta que algo la detenga.
María. (negando con la cabeza) No.
Él empieza a llorar con fuerza.
María corre hacia su marido, le extrae el cortaplumas, le ayuda en la herida, le llena de besos y palabras cariñosas. Detiene la hemorragia y le pide perdón. Se devuelve, natural, al punto de partida.
María avanza lenta hacia su marido, le hunde mil veces más el cuchillo en el pecho en un momento de loco frenesí.

11.
Absoluto silencio. Absoluta oscuridad.
Anna enciende un aparato de televisión. Se sienta cerca de él.
Karin y María más atrás, casi sin luz.
Al encender la televisión aparece un personaje nunca visto que inmediatamente se retira.
NOTA: ellas no lo ven. Sólo el público se percata de su presencia. Después de un momento…
María. (inaudible) Quiero que seamos amigas. Quiero que estemos muy cerca la una de la otra, que nos confiemos mutuamente nuestras cosas. Al fin y al cabo somos hermanas.
Tenemos tanto en común… hablaremos de nuestra infancia (Pausa) Karin…
Karin. (a través del reproductor de cinta. Voz grabada) Tengo miedo.
María: ¿He dicho algo que te haya ofendido?
Karin. (la cinta) No, no… sólo tengo miedo.
El médico entra a escena. Anna se levanta al verlo.
Él deja el maletín en el suelo. Se abre el abrigo.
Vemos que tiene pantalones y botas de cuero. Anna los ve. El médico sube el pie hasta la silla. Anna se arrodilla y le besa la bota con afán.
María: ¿De qué tienes miedo? ¿No será de mí? No comprendo qué quieres decir. Acaso no podemos abrazarnos (No trata de hacerlo) Karin. No, no me abraces.
María. Karin, sé que soy infantil y superficial, pero si aprovecháramos estos días en que vivimos juntas para aprender a conocernos…
Karin. No te acerques a mí.
María. Tú has leído mucho más que yo, has pensado mucho más que yo y tu experiencia es mucho mayor.
Karin. No. No quiero que hagas esto. No.
María. No digas nada.
La presencia aparece recostada de la televisión.
María. Es muy extraño que no haya intimidad entre nosotras, querida Karin.
Karin. Detesto este tipo de contactos.
Agnes grita a sus hermanas pero éstas no la oyen.
Karin. No puedo, no puedo. Hay muchas cosas que no pueden cambiarse. Muchas culpas. Y un temor constante. Parece el infierno. No puedo respirar entre tanta culpa.
El médico le arroja dos caramelos a Anna. Ella lo toma. Se abrocha el abrigo. Se sienta en la silla a ver televisión. Anna le abre el maletín sin que él vea.
Enciende un reproductor dentro del maletín y saca de él una forma luminosa. El médico se duerme en la silla.
Anna come los caramelos. Las dos mujeres nunca han apartado los ojos de la televisión.
El personaje la apaga. Agnes grita de nuevo.

12.
Absoluto silencio.
Anna enciende la televisión. Anna enciende la radio.
Aparece la presencia. Suena “Stranger in Paradise”.
Anna lee el periódico. La presencia dobla toda la canción. Anna se coloca zapatos muy pesados, unas botas de militar, quizá. Agnes emite un ruidito.
Anna escucha. No, ya no se oye nada. Anna oye de nuevo. Es un desesperado llanto infantil. Cruza el espacio y entra al cuarto de Agnes. Las dos hermanas allí con sendos palos atados a grandes huesos. María está sentada en una silla. Inmóvil como un maniquí. Anna intenta hablar, los labios forman palabras, oye su propio aliento, pero no puede hablar. Anna roza con un dedo el párpado de María. Ella vuelve la cabeza, la mira con súplica, mueve la boca pero no habla.
Anna se acerca a Karin, pero lo que intenta decirle es incomprensible.
De nuevo el llanto infantil. Anna voltea. Ya no se oye. Pero Anna se ha dado cuenta de que la difunta ha llorado, Anna trata de nuevo de hablar, pero no puede. Se sienta al borde de la cama y espera.
Toca las manos de Agnes sin moverlas.
Los labios de Agnes comienzan a moverse y al fin habla con voz remota.
Agnes. Te doy miedo ahora (pausa) ¿No puede ayudarme nadie? Estoy tan cansada…
Anna. (susurra) Sólo es un sueño.
Agnes. (susurra) No, no es un sueño. (pausa) Karin…
Anna se levanta.
Anna. Agnes quiere que Karin se acerque a ella.
Sin reacción aparente, Karin ve a Agnes.
Agnes. (extremadamente susurrando) Toma mi mano.
Ayúdame…

(Pausa)

Karin (susurra asombrada) No puedo. Ningún ser humano puede hacer lo que pides. Yo estoy viva, y no quiero ocuparme de tu muerte. Tal vez, si te amara. Lo que me pides es repugnante. (Sube la voz) Voy a dejarte ahora y dentro de unos días me marcharé de aquí.
Karin retrocede y abandona el dormitorio.
Agnes escuchó con los ojos cerrados.
El médico se despierta con el grito. Detiene a Karin.
Agnes. María…
Anna. Agnes quiere que se acerque María.
María hace un ademán de terror pero se detiene.
El médico saca un microscopio del maletín.
Agnes. No debes tener miedo. Debes tocarme, hablar conmigo, apretar mis manos.
María. Me quedaré.
Se sienta en la cama.
Agnes. No te oigo.
María se acerca. Agnes levanta las manos y le acaricia el cabello a María.
Agnes le pone la mano en la nuca, la estrecha con fuerza par sí. Le besa la mejilla. María se aparta de ella, se limpia la boca asombrada.
Karin mira por el microscopio.
María trata de salir pero está Anna en la puerta.
Agnes gime.
Anna se retira de la puerta. María sale.
Karin. (sin apartar la vista del microscopio) Ya ha empezado a descomponerse. Es algo repulsivo. Tiene grandes manchas en las manos. El médico recoge el microscopio, apaga la radio y la televisión. Agnes gime. María saca unas telas del baúl y al final sus discos. Comprueba si están dentro y lo que saca son grandes fotografías de las tres hermanas. Las vuelve a guardar. Toma su tocadisco. Parece irse. Ve a Karin.
Se ensimisma.
Toca su mano derecha con la izquierda. Agnes gime menos. Se quedan donde están, mirando a Anna y a Agnes.
Anna voltea hacia María.
María. (cuestionando) ¿Qué tengo en la mano?
Karin. No grites, puedes despertar a Agnes. No quiero perder la razón.
No nos ocurrirá nada, no nos ocurrirá nada. Anna continúa arreglando a Agnes. El médico apaga las luces de esa sección. Salen de escena.

13.
Absoluto silencio.
Anna y Agnes solas en la casa.
Anna camina lentamente hasta la ventana.
Con los ojos, la boca, los oídos, los senos, el cuello, cabellos, caderas y pies: trata de expresar su voz con el cuerpo. Es como la somatización de una futura guerra mundial.

14.
Absoluto silencio.
Anna escucha que una pequeña bolita de cristal cae al piso.
Deja que se tranquilice. La olvida.
Anna escucha que alguien la llama siseando desde donde están los aparatos de televisión y radio. Se ve muy levemente que es aquella presencia.
Anna se acerca lentamente a ellos. Se detiene en medio del camino, mira a Agnes. Continúa. Queda frente a él. Él la besa.

15.
Absoluto silencio.
Anna, confundida en cada segundo más y más, explota corriendo las grandes cortinas del fondo. Tras ella está el último cuadro del drama.
María y Karin están amarradas con cientos de metros de cable, suspendidas del techo y paredes del teatro. Gritan y susurran. Una luz tenue alumbra al señor que toca una colección de botellas como si fuera un xilófono. Mira sonriente al público. Atrás, a la izquierda, una mesa con ambiente de fiesta y guirnaldas. Cuatro maniquíes femeninos están sentados en ellas. Cuatro reproductores frente a cada uno con cintas grabadas inarmónicamente con maracas y pitos.

                              Puede o no terminar en apagón.



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