Datos personales

Especialista en Teatro Venezolano

miércoles, 13 de junio de 2012

Paul Williams


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Nació en Caracas en 1940. Realizó sus estudios de teatro en la Escuela Nacional de Arte Escénico, hoy Juana Sujo, dirigida en esos años por esta prestigiosa actriz argentina y, posteriormente, estudió arte dramático en la Escuela de Teatro del Ateneo de Caracas, bajo la dirección del chileno Horacio Peterson. Se desempeña como director general de la Escuela de Teatro Porfirio Rodríguez.


Entre sus obras publicadas se encuentran: A toda velocidad, Coloquio de hipócritas, Las tijeras, Una noche cualquiera usted o yo, Historia de cómo el señor Otelo asesinó a su esposa Desdémona, La escopeta. (Publicación en forma de libreto por Aveprote).


Entre sus obras inéditas están: El general cuenta sus medallas, Ese necio doctor Fausto, Invasión, Seducción, Los ladrones de cuello blanco son personas honestas, ¿Dormiste bien, reina de Xilos?, Una familia honorable, El vaso hacia el callejón, Largo coloquio con una barragana (Monólogo para una actriz), Solo para cuerdos, La escopeta, Contando las estrellas, El Automóvil, (Versión teatral del cuento de Dorothy Thomas), El ratón de las orejas azules (Versión del cuento), Las frutas mágicas (Teatro para niños), Té, galleticas y cianuro, Hoy ha muerto un pobre infeliz, La visita de los buitres, Farsa de la mujer, El cornudo y el diablo, ¡Viva Caracas!, Buitres, S.A., El Hombre sin cabeza.



Se incluyen aquí las obras inéditas:
    - Los ladrones de cuello blanco son personas honestas
    - Seducción
    - Invasión
    - Buitres S. A.



LOS LADRONES DE CUELLO BLANCO
SON PERSONAS HONESTAS

COMEDIA EN DOS ACTOS Y UN EPÍLOGO

De: XXIII


ESCENOGRAFÍA:

Ambiente que muestra a la derecha del espectador, pequeña oficina que sirve de recepción y lugar donde labora la secretaria del Gobernador. Al fondo, balcón con puertas muy altas con cristales esmerilados, que al abrirse dejan ver barandas de hierro de principios de siglo. A la derecha, una puerta que conduce a la oficina de Rojitas, secretario privado del Gobernador  (primer plano) y a la derecha hacia el fondo un espacio donde arranca la escalera que conduce a los pisos inferiores. Entre la puerta y este espacio, un sofá y una mesita con revistas. A la izquierda, centro, puerta que conduce al pasillo que da acceso a la oficina del Gobernador. A la  izquierda de la puerta, escritorio con ala para la máquina de escribir y dos sillas, una de ella para visitante. A la derecha de la puerta, estante con libros y útiles de oficina.

A la izquierda del espectador, amplia oficina en que pueden verse: Al fondo, cuatro balcones idénticos a los de la oficina de la secretaria, y dos más a la derecha, estos dos últimos están separados por una pared contra la cual reposa un sofá de tres puestos de los años cuarenta. En el centro de la oficina, un poco hacia el fondo, un escritorio Art Deco con silla giratoria y dos butacas para visitantes. En la pared de la izquierda, al fondo, puerta que da acceso a la oficina, y en el rincón, cerca de esta un closet. A la izquierda primer plano, una nevera, un perchero y una bandera. Fotos y algunos cuadros de mal gusto decoran el ambiente. Sobre el escritorio del Gobernador un teléfono y algunos adornos insólitos.




PERSONAJES POR ORDEN DE APARICION:

SERAFIN:
Portero de la gobernación del Estado Bermúdez – Capital “Las Trincheras” – 50 Años.

ZORAIDA:       
Secretaria del Gobernador. 23 Años.

MISIA REMEDIOS DE ZERPA:      
Madre del Ingeniero Zerpa, Director de Cultura de la Alcaldía de las Trincheras. 65 Años.

COMANDANTE DE LA POLICIA:
Comandante del Ejército. Luís Márquez. 45 Años.
ROJITAS:
Secretario Privado del Gobernador del Estado. 30 Años.

PEDRO PEDROZA:
Gobernador del Estado Bermúdez. 40 Años.

ADALBERTO ZERPA:
Ingeniero Agrícola, poeta, Director de Cultura de la Alcaldía de las Trincheras, hijo de Misia Remedios. 45 Años.

CARLOS GARDEL:
Escultor natural de Buenos Aires, República Argentina. 40 Años.

FRANCISCO CARRILLO:
Director de Cultura de la Gobernación del Estado Bermúdez. 40 Años.

SANTA DE CARRILLO:
Su mujer. 35 Años aproximadamente.

ÉPOCA:  Actual

ACCIÓN: Primer y segundo acto en la oficina del Gobernador del Estado Bermúdez – Una mañana cualquiera.

EPÍLOGO: Una mañana un mes después.

EL ESTADO BERMUDEZ: Estado imaginario al igual que su Capital.



ACTO I


ESCENA I:


SE ENCIENDE LA LUZ EN LA OFICINA DE LA SECRETARIA QUE TECLEA ANTE SU MAQUINA DE ESCRIBIR CON GRAN LENTITUD. ENSEGUIDA ENTRA SERAFIN CON UN TERMO LLENO DE CAFÉ Y LA PRENSA. SE ACERCA A ZORAIDA.


SERAFIN:       
¿Ya llegó Rojitas?

ZORAIDA:       
¡Qué va a llegar! Tú sabes muy bien que los lunes no aparece sino pasadas las diez.

SERAFIN:       
¡Qué tipo más zángano! Y después se llena la boca diciéndole al doctor que amaneció aquí en la oficina. ¿Te sirvo un cafecito?

ZORAIDA:       
No, Serafín, no. Tú sabes que cuando tomo café por las mañanas me equivoco mucho en la máquina de escribir.

SERAFIN:       
Cuando llegue el sinvergüenza ese le voy a caer encima a ver si me paga los tres mil bolívares que me debe desde el mes pasado. El viernes antes de irse me prometió que me los iba a cancelar hoy.

ZORAIDA:       
Si no te los dio el fin de semana mucho menos te los va a dar hoy lunes. Ese debe de haber dejado el pelero en las bibliotecas o en algunos botiquines.

SERAFIN:       
¡Pues él verá de donde los va a sacar! ¡Yo necesito mi dinero y voy a ladillarlo hasta que me los de!

(SE ESCUCHA RUIDO EN EL LATERAL QUE DA SALIDA A LA CALLE. UNA PERSONA SUBE LAS ESCALERAS APRESURADAMENTE).

ZORAIDA:       
Allí como que viene.

SERAFIN:       
Que va, ese no puede ser Rojitas. La persona que viene subiendo lo está haciendo como si viniera con ganas de trabajar.

ZORAIDA:       
¡Quién quita que sea él! ¿Tú no crees en milagros?
(ENTRA DOÑA REMEDIOS CON CARA DE VENIR CORRIENDO. SE DIRIGE DIRECTAMENTE AL ESCRITORIO DE ZORAIDA).

REMEDIOS:   
¡Zoraida, necesito hablar urgentemente con el doctor Pedroza!

ZORAIDA:       
Él no ha llegado todavía... usted sabe que los lunes...

REMEDIOS:   
¡Menos cháchara y más acción, niña! ¡Quiero que me localices a Pedroza y pronto, esté donde esté! ¡Ay, ánimas del purgatorio, cosa más horrorosa la que acaba de suceder!

ZORAIDA:       
¿Sucedió algo grave, doña Remedios?

REMEDIOS:   
Grave no, espeluznante. (MIRA FIJAMENTE A ZORAIDA QUE PERMANECE ANTE ELLA COMO ESPERANDO LA CONFIDENCIA) ¡Pero bueno, niña, ¿es que te vas a quedar sentada allí sin mover un dedo? ¡Té quedas impávida como una momia, cuando está a punto de producirse una catástrofe nacional! ¡Anda, vamos, muévete, necesito hablar con Pedroza inmediatamente! ¡Ay, Dios mío, quién me mandaría a mirar hacia arriba!

ZORAIDA:       
¿Y qué quiere usted que haga yo, doña? El doctor y Rojitas nunca llegan temprano los días lunes.

REMEDIOS:   
Sí, eso está muy bien, aceptémoslo... pero si tú fueras una funcionaria diligente ya hubieses tomado ese teléfono y le habrías llamado a su casa... ¿No te parece?

ZORAIDA:       
Ya lo llamé cuando llegué para recordarle una reunión, pero la señora Pedroza me dijo que no estaba allí, que estaba encuerado donde la querida que tiene en Agua Fría, desde el día viernes... la mujercita esa que apodan “la silla eléctrica”. Entonces le pregunté si ella sabía el número del teléfono de la fulana esa, y los que hizo fue nombrarme la madre y colgar la bocina con tanta fuerza que casi me deja sin tímpanos.

REMEDIOS:   
Yo, en caso de Matildita hubiera hecho lo mismo, para que no andes haciendo preguntas estúpidas... Bueno... y volviendo a nuestro asunto... ¿Cómo vamos a hacer para avisarle al Gobernador?

SERAFIN:       
Si usted quiere me acerco hasta la casa de la “señora esa” y le llevo su mensaje al doctor. Pero eso no le va a gustar; ya nos ha dicho claramente, que cuando esté de visita en casa de algunas de sus amigas no se le debe interrumpir, así se trate de un asunto de suma urgencia.

REMEDIOS:   
¡Pues lo lamento por Pedroza, pero en esta ocasión le vamos a interrumpir  gústele o no le guste! Yo no puedo dejar de cumplir con lo que considero mi deber hacia el partido en el que milito y mi lealtad hacia el Gobernador. ¿Dónde vive la tipa esa, Serafín?

SERAFÍN:       
Mire, Doña Remedios, es mejor que valla yo. Usted es una señora... y además... bueno... ya yo he ido a buscar al doctor en otras oportunidades.

REMEDIOS:   
(RESIGNADAMENTE) Bueno... si no queda otro remedio - así se hará.

ZORAIDA:       
Perdone mi curiosidad, doñita... ¿Pero es muy grave lo que sucedió?

REMEDIOS:   
¿Grave? ¡Grave no, catastrófico! (BAJANDO LA VOZ) Figúrense que hace poco, cuando cruzaba la plaza central camino a la iglesia se me ocurrió, no se porque, mirar hacia la estatua del General Bermúdez...  ¿Y saben con lo que me encontré? ¡Con que al caballo de la estatua se le habían caído los cojones!

SERAFÍN:       
¿Al caballo de la estatua del General Bermúdez?

REMEDIOS:   
Al mismito, Serafín.

SERAFÍN:       
¡Pero si ese caballo es de bronce!

REMEDIOS:   
¡Eso es lo que creíamos nosotros! Pero que va... por el polvero que quedó en el sitio donde cayeron las bichas esas pude constatar que está hecha de cualquier cosa menos de bronce.

SERAFÍN:       
Perdone, doña Remedios... ¿Pero usted se cercioró bien... no se habrá equivocado?

REMEDIOS:   
Me cercioré muy bien, Serafín; y hasta pase el dedo por encima del polvero que quedó en el sitio para estar más que segura.

SERAFÍN:       
(RIENDO) ¡Pues mire usted lo que son las cosas! ¡Con este acontecimiento “Las Trincheras” se va ha convertir en un pueblo famoso!

REMEDIOS:   
(LE MIRA EXTRAÑADA) ¿Y eso por qué?

SERAFÍN:       
(RIENDO) ¡Por tener el primer caballo capado en la historia de Venezuela!

REMEDIOS:   
(SE APARTA GLACIAL Y OFENDIDA) A usted le parece muy gracioso el asunto, pero no a mí. ¿Y sabe por qué? Por los partidos de oposición ya se dieron cuenta de lo sucedido y pasaron el dato a la prensa local y a la de Caracas... y allí no termina todo, Serafín. Cuando venía hacia acá me tropecé con un grupo de estudiantes del liceo que estaban manifestando dos calles más abajo, y lo que gritaban del Gobierno estatal no era nada halagüeño. Así que hay que avisarle a Pedroza para que se vaya preparando, porque lo que se le viene encima es un gran escándalo.

ZORAIDA:       
¿Pero qué culpa tiene el doctor de todo esto?

REMEDIOS:   
¡¿Pero niña, en qué mundo vives tú?! ¿Ya se te olvidó que esa estatua la erigieron la Gobernación y la Alcaldía?

SERAFÍN:       
¡Aquí hay gato encerrado; y si no me equivoco, algún vivo se llenó los bolsillos hasta el tope!

REMEDIOS:   
(SE TENSA) ¡Déjese de andar conjeturando y vaya inmediatamente a llevarle el mensaje al Gobernador!

SERAFÍN:       
(MIENTRAS SALE) ¡Bueno, doñita, no se altere! Y después dicen que este es un país democrático donde cada cual puede expresar libremente lo que piensa.
(SALE SERAFÍN. DOÑA REMEDIOS HACE UN GESTO DE RABIA Y SE DIRIGE A UNA DE LAS SILLAS DONDE SE SIENTA. ZORAIDA SE LE ACERCA).

ZORAIDA:       
(DESPUES DE VACILAR UN POCO) Doña Remedios... ¿Y se le cayeron las dos?

REMEDIOS:   
(CON CARA DE HORROR) ¡Zoraida! (LA MIRA CON ATENCIÓN) ¿Y cómo sabes tú que son dos y no tres? ¡Las señoritas, Zoraida, no tienen por qué saber esas cosas!

ZORAIDA:       
(INCOMODA) Bueno... toda mi vida he oído decir “las” y no “la”... por eso supongo que deben ser dos... o tres... o tal vez cuatro.

REMEDIOS:   
(SUSPIRA TRANQUILIZADA) ¡Tu ingenuidad me asombra, muchacha! ¡Es increíble que en esta época tan pecaminosa se encuentre uno con una muchacha tan candorosa e inocente como tú! (PAUSITA. LUEGO SU ROSTRO SE ILUMINA CON AIRE DE PICARDÍA) Pues fíjate como son las cosas. La gente del pueblo acostumbraba a decir que mi difunto marido era un hombre “cuatriboleado”... y lo decían, claro está, para aludir el gran temple y  valentía que le caracterizaba. Pero lo que nunca les pasó por la mente es que sin saberlo estaban afirmando algo que en realidad era cierto. Mi pobre Remigio, que en paz descanse, había nacido con una multiplicidad testicular que solo yo, sus padres y hermanos conocíamos.
(SE ESCUCHAN GRITOS EN LA CALLE. DOÑA REMEDIOS VA A LA VENTANA Y SE ASOMA. LUEGO ENTRA DE NUEVO MUY NERVIOSA)

REMEDIOS:   
¡La cosa se está poniendo fea! (PAUSITA) Bueno... ¡Pero no hay de qué preocuparse! Este pueblo es un perro viejo que ya ni ladra, y cuando lo hace, con uno pasarle la mano por el lomo y darle de comer cualquier pendejada se queda tranquilo y deja de mostrar los dientes. Mucho barullo por todo para luego terminar con un murmullito que casi ni se escucha.
        (SE ESCUCHAN ALGUNAS CONSIGNAS)

ZORAIDA:       
(SIN ATREVERSE A ASOMARSE AL BALCON) ¡Ay, doña Remedios, esta vez la cosa como que es en serio! ¿Está oyendo lo que están gritado?

REMEDIOS:   
Sí, hija, lo estoy oyendo; pero no te preocupes que siempre ha sido así; siempre han gritado las mismas tonterías y al final no ha pasado nada... y en esta oportunidad, como en todas las anteriores, no sucederá nada que lamentar, ya lo verás.
(APAGON. LUZ EN LA OFICINA DEL GOBERNADOR. EN ESCENA SE ENCUENTRAN, ROJITAS, SECRETARIO PRIVADO DEL GOBERNADORY EL COMANDANTE DE LA POLICÍA)


ESCENA II

ROJITAS:       
(MIENTRAS SE MUEVE POR LA OFICINA GESTICULANDO NERVIOSAMENTE) ¡Es que no termino de convencerme! ¡No termino de convencerme aunque me lo digan y me lo repitan una y otra vez!


COMANDANTE:     
Pues convénzase de una vez por todas, Rojitas. Yo lo vi con estos ojos que se han de comer los gusanos y lo palpé con estas manos. ¡Puro cemento blanco y  yeso fue lo que quedó en el lugar donde cayeron!

ROJITAS:       
(DANDO LARGAS ZANCADAS DE UN EXTREMO A OTRO DEL SALON) ¡Qué angustia! ¡Qué mortificación! ¡Se nos cae el mundo encima y el doctor que no llega! ¡Se nos viene encima el mundo entero y el no hace otra cosa que beber aguardiente y calentar la cama de una de sus concubinas! ¡De una de sus tantas concubinas! ¡Esta vaina es inaudita!

COMANDANTE:     
Tómelo con calma, hombre, que nada va a conseguir con agitarse de esa forma. Ya Pedroza debe estar en camino. Tenga paciencia y entienda que la gobernación no está situada a tres cuadras de la casa donde vive la mujercita esa sino a diez kilómetros de distancia.

ROJITAS:       
(SE DETIENE Y MANOTEA FURIOSAMENTE EN EL AIRE) ¡Usted me exaspera con su tranquilidad! ¡Me pone los pelos de punta con su maldita flema inglesa! ¡Estamos a punto de quedar en ridículo ante la opinión mundial y usted no hace otra cosa que justificar la ausencia del doctor Pedroza!

COMANDANTE:     
Nada vamos  a ganar con desesperarnos;  el asunto se arreglará tal como se arreglan todos los asuntos en este pueblo... con el tiempo. El olvido mitiga todo escándalo y el tiempo es el camino expedito al olvido. Otros escándalos mucho más grandes que este se han armado y aquí estamos... frescos como una rosa primaveral. ¿Y quién se acuerda de ellos, dígame usted? ¡Pues nadie! (SE ACERCA A ROJITAS) Mire, Rojitas... nuestro pueblo es por naturaleza desmemoriado...

ROJITAS:       
¡Por favor, Comandante!

COMANDANTE:     
Si se les hace difícil recordar el presente, imagínese usted lo que costará retener su pasado inmediato. Porque del lejano es mejor que ni siquiera nos molestemos en hablar. Nosotros somos de los que, si una noche aplaudimos a un hombre por una hazaña importante, y al día siguiente tratamos de recordar el motivo por el cual batimos palmas, seguiremos con la certeza de que lo hicimos, porque nos duelen las manos, pero nunca logramos atinar en cual fue el motivo que nos condujo a aplaudir. (ROJITAS HACE UN GESTO CON EL CUAL DENOTA SU FASTIDIO ANTE EL DISCURSO DEL COMANDANTE  Y SE ALEJA DE ÉL) ¡Reconozca que es así y no se desespere! ¡Tanta preocupación lo que puede proporcionarle es un infarto o una úlcera!... y otra cosa... no sea tan ingenuo como para llegar al extremo de creer, que una ciudad como esta va a lograr aceptar la atención mundial; eso sería pedir demasiado.

ROJITAS:       
(PASEÁNDOSE) Lo que no termino de entender, es el motivo por el cual usted no ha hecho apresar al estafador ese de mierda que nos ha engañado tan vilmente.

COMANDANTE:     
Para evitarme problemas futuros – deje de caminar, hombre, que me pone nervioso – prefiero hablar primero con el Gobernador.

ROJITAS:       
(AUMENTANDO EL RITMO DE SU CAMINAR Y DE SUS GESTOS) ¿Pero dónde está su autoridad? ¡Dígamelo! (SE DETIENE) ¿Quiere decir que si no se encuentra el doctor Pedroza usted se encuentra atado de pies y manos?

COMANDANTE:     
(SONRIENTE) Yo sé muy bien cómo se manejan estos asuntos, señor secretario.
(ROJITAS DA UN BUFIDO Y SE DESPLAZA POR  LA ESCENA).
¿Quiere dejar de caminar, por favor? (PAUSA) Entiéndame... si me apresuro y actúo sin estudiar el caso, el que a la larga puede salir trasquilado soy yo.

ROJITAS:       
¿Pero y eso por qué? Usted es...

COMANDANTE:     
Sí, soy el Comandante de la Policía... pero hasta tanto no tenga la certeza de quien es el verdadero culpable no actuaré.

ROJITAS:       
SE SIENTA EN LA SILLA DEL GOBERNADOR Y COLOCA LOS PIES SOBRE EL ESCRITORIO DE ESTE) ¿Y acaso no sabemos ya quién es el culpable?

COMANDANTE:     
No. Yo al menos no lo sé.

ROJITAS:        (GOLPEÁNDO SOBRE EL ESCRITORIO) ¡No lo sabrá usted, Márquez, pero yo sí!

COMANDANTE:     
¡Ah, sí! ¿Usted lo sabe? (SE ACERCA A ÉL) Dígamelo entonces. ¿Quién supone usted que es el culpable?

ROJITAS:       
¡Pues el escultor! ¿Quién otro podría ser? (GOLPEÁNDO DE NUEVO SOBRE EL ESCRITORIO) ¡Vamos, dígame! ¿Quién otro podría ser?

COMANDANTE:     
¿Y si no se trata del él? (PAUSA) ¿Y si se trata de un arreglo entre este y otros más?

ROJITAS:       
(APUNTANDO GROSERAMENTE CON UNO DE SUS DEDOS AL COMANDANTE) ¡Pues entonces averígüelo! ¿Acaso no es ese su trabajo?

COMANDANTE:     
(SE LE ACERCA Y LE BAJA LOS PIES DEL ESCRITORIO DE UN MANOTON) Lo haré... ya se lo dije... (CON TONO MACABRO)... Pero primero voy a hablar con el Gobernador... porque de repente y tal...

ROJITAS:       
¿De repente y tal, qué?

COMANDANTE:     
Resulta que es mejor quedarse callados y dejar las cosas como están.

ROJITAS:       
No entiendo los que trata de insinuar.

COMANDANTE:     
No insinúo nada, Rojitas, solo le sugiero esperar. Sería tonto creer que un solo hombre ha podido urdir todo este asunto. (PAUSITA) Mire, amigo secretario... yo le aseguro que detrás de bastidores deben estar escondidos los otros actores que participaron en esta gran farsa. Me extraña que un hombre corrido como usted se deje engañar por las simples apariencias. Pero no lo culpo; siempre tenemos por costumbre considerar como “supuestos culpables” de cualquier robo, a quienes por su condición de desfavorecidos sociales creemos débiles de manos y fáciles de tentar. Olvidamos, Rojitas, que en lo que a robos se refiere, la tentación también tiene amigos poderosos entre esos que lucen siempre cuellos inmaculadamente blancos como el de usted...

ROJITAS:       
¡Comandante!

COMANDANTE:     
¡No, Rojitas, no seas injusto! “La debilidad manual” no es un patrimonio de los patas en el suelo. El vicio de robar siempre suele estar mas a gusto con el que tiene, porque estos siempre ansían duplicar su capital, como se siente mas a sus anchas con el que esta mas cerca de donde hay dinero e impunidad, porque se corren menos riesgos. Como aquí, donde todo se facilita. Aquí se puede comprar cualquier conciencia que no tenga principios muy firmes, y eso abunda como la mala yerba entre los militantes de los partidos políticos que parasitean en nuestra oficina.

ROJITAS:       
¿Y después de la cantaleta que acaba de dedicarme, que piensa hacer?

COMANDANTE:     
Sugiero que no nos apresuremos... para luego no tener que vernos obligados a echar marcha atrás y a buscar un chivo expiatorio a quien echarle el muerto encima. Esperemos, amigo Rojitas; así no nos veremos en la necesidad de llegar a ciertos extremos.

ROJITAS:       
(SE LEVANTA Y SE PASEA NERVIOSO) ¡Esperar! ¡Esperar! Y seguramente cuando usted se decida a actuar los culpables estarán bien lejos.

COMANDANTE:     
Eso déjemelo a mí, es mi trabajo, como usted acaba de decírmelo. (ALZANDO LA VOZ Y ACERCÁNDOSE A ROJITAS CON AIRE AMENAZADOR) ¡Y otra cosa! ¡No me dé órdenes ni me alce la voz porque yo no soy sirviente suyo!  (CON VOZ MUY SUAVE)  Yo le garantizo que si el culpable es “digno” de ser apresado, lo será.

ROJITAS:       
(PASEÁNDOSE) ¡Digno de ser apresado! ¡Todo ladrón es digno de ser apresado, señor Comandante!
COMANDANTE:     
(MIRÁNDOLE FIJAMENTE Y CON UNA SONRISA EN LOS LABIOS). ¿Usted lo cree así señor Rojitas?

ROJITAS:       
(CALLA. LUEGO COMIENZA A MOSTRARSE NERVIOSO ANTE LA MIRADA DEL COMANDANTE) Bueno... claro que hay excepciones. (SALE A UNO DE LOS BALCONES Y MIRA HACIA LA CALLE)  Y en este asunto no quiero opinar más, haga usted lo que quiera o lo que considere conveniente. (GRITANDO HACIA LA CALLE) ¡En este pueblo de mierda el que menos puja bota una cátedra gótica sin sentir el menor ardor!

COMANDANTE:     
Eso es muy cierto, Rojitas. (SE ACERCA AL BALCON) Usted en muchos de sus “pujos” a expulsado unas cuantas catedrales, y nunca ha mostrado incomodidad al sentarse o al caminar... y si no me equivoco... las limosnas recogidas en las diferentes misas que se han impartidos en esos templos han sido abundantes en la mayoría de los casos.

ROJITAS:       
(ENTRANDO APRESURADAMENTE A LA OFICINA, SE DIRIGE AL BAR, TOMA UNA BOTELLA Y SE SIRVE UN TRAGO) Márquez... si uno se ayuda en estos puestecitos es para no morirse de hambre y de penurias; por eso yo, como todo aquel me trabaja en estos cargos claves, pero mal remunerados, me veo obligado a tener los dedos en posición para echar mano a todo aquello que se ponga a mi alcance... claro que procurando no perjudicar a la Nación. Mi familia es numerosa, como usted bien lo sabe y... y el... el sueldo miserable que gano no me alcanza ni para comprar papel toilette.

COMANDANTE:     
Usted no tiene por qué darme explicaciones, Rojitas, que yo le entiendo perfectamente. Por eso mismo le digo que esperemos; porque tal vez en esta oportunidad se ayudó con el monto de la estatua, otro empleado con un “sueldo miserable” como el que usted gana... y no estaría nada bien que le expusiéramos al escarnio público sin antes enterarnos de quien se trata.

ROJITAS:       
¡Pero en esta oportunidad se trata de ciento cincuenta millones!

COMANDANTE:     
Sí, es cierto... una suma bastante elevada... pero no “todos” están obligados  a dar golpes de tres millones de bolívares, como ese que dio usted hace seis meses cuando la construcción del Liceo. Otros son mucho más ambiciosos y multiplican en vez de sumar.

ROJITAS:       
(AHOGÁNDOSE CON EL TRAGO) Si se refiere usted al obsequio que me hizo la constructora por las atenciones que les dispensé durante las obras, quiero aclararle que no se trató de ninguna trácala sino de...

COMANDANTE:     
Unos la llaman comisión... otros obsequios... otros regalos... pero al fin y al cabo viene a ser lo mismo. Yo no soy ciego, Rojitas... y además... yo también he tenido mis “trajines”.

ROJITAS:       
Me gustaría que cambiáramos de tema, Comandante.

COMANDANTE:     
Sí, creo que es lo mejor. (AFUERA SE ESCUCHA UN GRAN ALBOROTO. MARQUEZ MIRA FIJAMENTE COMO TIEMBLA LA MANO DE ROJITAS, A QUIEN EL TRAGO SE LE DERRAMA CON EL MOVIMIENTO)  ¿Qué le sucede? ¿Le puso nervioso la conversación? (SALE A UNO DE LOS BALCONES) ¡Cómo que se alborotó aún más el gallinero! ¿Qué pasará ahora?

ROJITAS:       
¿Puede ver algo?

COMANDANTE:     
Sí... son los estudiantes y unas cuantas viejas que están manifestando dos calles más abajo... algunos hasta han tenido la osadía de llegarse hasta aquí y lanzar varios volantes hacia la entrada del edificio. (ENTRA Y PASA A OTRO DE LOS BALCONES BUSCANDO UNA MEJOR PERSPECTIVA).

ROJITAS:       
Con tanto vago que hay en esto pueblo que hay de este pueblo, a lo mejor aprovechan la situación que se ha creado para hacernos pasar un mal rato. (SE QUEDA PENSATIVO).

COMANDANTE:
(ENTRA A LA OFICINA Y SE QUEDA MIRANDO A ROJITAS) ¿En qué piensa?

ROJITAS:       
(QUE NO HA ESCUCHADO DICE EN VOZ ALTA HABLANDO CONSIGO MISMO) ¡Coño, hay que tener las bolas bien grandes para meterse ciento cincuenta millones en el bolsillo con un fraude como este! (SACA UNA MANZANA DEL REFRIGERADOR Y COMIENZA A COMERLA).

COMANDANTE:     
(DESDE UNO DE LOS BALCONES, IRONICO) ¿Se le fueron adelante?

ROJITAS:       
(SE VUELVE Y LE MIRA SORPRENDIDO) ¿Cómo dijo?

COMANDANTE:     
DISIMULANDO MIENTRAS SONRIE) Aquí, hablando solo, Rojitas… decía que “se fueron adelante los que estaban manifestando.
(SUENA EL TELEFONO ROJITAS VA Y LO ATIENDE).

ROJITAS:       
¡Aló!... Sí, Zoraida, soy yo. (PAUSA) ¡Qué descaro! ¡Esos muchachos lo que se merecen es que le den unos cuantos planazos! (PAUSA) Esta bien, yo se lo diré al Comandante. (CUELGA) ¿Sabe lo que dice en los volantes que lanzaron en la entrada del edificio? ¡Qué aquí todos somos una partida de funcionarios corruptos! ¿Qué le parece esa perla? ¿Usted hay visto mayor osadía?

COMANDANTE:     
¡Qué muchachos tan pendejos! Se ve que no conocen la historia… ¿Por qué cuando no ha habido gobiernos corruptos en este país? Cacos, rateros, ladrones, hurtadores, depredadores, birladores, malversadores, derrochadores, corruptos… siempre distintos nombres pero al final del cuento el mismo mal. Y yo me pregunto… ¿Por qué hemos de ser precisamente nosotros los que acabemos con este vicio? Si las protestas de honorables personalidades ni siquiera han servido para que se robe con más recato… ¿Por qué amedrentarnos por los gritos de unos carajitos exaltados y los chillidos de unas cuantas viejas faltas de varón? Mire, Rojitas; en este país no se va a dejar de robar nunca, porque eso de tener todo lo que a uno se le antoja sin doblar el lomo es muy sabroso, y porque si eres un personaje influyente o mimbro del partido de turno entonces tienes las puertas abiertas para el saqueo y la rapiña. ¿Y qué puede hacer uno como representante de la ley? ¡Pues nada! Simplemente cruzarse de brazos o meter la mano también; porque si yo aprieto las clavijas y el autor del robo resulta un chivo importante, entonces serán ustedes los que se unirán para apretármelas a mí por haber ofendido a un hombre honorable y probo.

ROJITAS:       
Yo creo que usted está exagerando, Márquez.


COMANDANTE      
No, no lo crea. Yo hace algún tiempo era un hombre “más o menos honesto”, pero me he visto obligado a colarme en la fiesta y a bailar la misma danza que están bailando todos aquí, teniendo en muchos casos por pareja a un bandolero que se ha robado medio país. Mire su caso. Usted está más enrollado que un kilo de estopa en muchos asuntos turbios, y a pesar de…

ROJITAS:       
(ALTERADO ENFRENTA AL COMANDANTE) ¡Comandante, usted me ofende!

COMANDANTE:     
¡No se agite, hombre, que yo soy de confianza! (PAUSA) Usted, y esto no vaya a negármelo porque tengo pruebas, ha falsificado la firma del Gobernador, y de este modo ha cobrado comisiones, conseguido permisos para instalar bares y burdeles, y ha concedido terrenos del Municipio a todos aquellos que le han engrasado la mano. Y aquí está hablando tranquilamente con el máximo representante de la ley, como si nada hubiera sucedido y con la cara dura además…

ROJITAS:       
¡No le voy a permitir por nada del mundo que me siga ofendiendo! ¡Yo soy!...

COMANDANTE:     
¡Espere, déjeme hablar!... Pues tiene el tupé de criticar a otro ladrón, por el simple hecho de haber sido mas ambicioso que usted. Pero puede dormir tranquilo, Rojitas; yo soy una tumba y esos artefactos no hablan ¿Y para que hablar? En este país ya se franquearon todas las barreras, y todos, ricos, obres, militares, diputados, sindicalistas, meten la mano como en una piñata de feria. Y cada día aumenta nuestro afán de lucro; afán que nos corroe como un cáncer. Pero no nos sentimos bien si no poseemos el carro último modelo o si no vivimos a todo dar… y nos enlodamos y no nos importa, porque estamos convencidos que con todos esos vienes pendejos estamos cubriendo toda nuestra incultura, mediocridad y subdesarrollo.
(AUMENTAN LAS CONSIGNAS. ROJITAS SALE AL BALCON Y MIRA HACIA LA CALLE. LUEGO REGRESA  A LA OFICINA).

ROJITAS:       
¡Allí están de nuevo los vagos esos con sus protestadera!

COMANDANTE:     
¡Déjelos que protesten, que ya se cansarán! Además… si no gastan esas  energías juveniles acumuladas en esos ajetreos, ¿dónde las van a gastar? Déjelos protestar, que al fin y al cabo a ellos nadie les para bolas. Usted sabe bien que en este pueblo el mayor interés en un suceso dura menos de una semana… y cuando ese interés se prolonga un poco mas, con recurrir a los iluminados, los sádicos y los platillos voladores, podemos cambiar el rumbo de la atención pública… ¿Entonces de que preocuparse?
ROJITAS:       
(SE DIRIGE AL ESCRITORIO DEL GOBERNADOR. EL COMANDANTE VA HACIA UNOS DE LOS BALCONES) ¡Si, usted tiene razón, no veo porque tenemos que preocuparnos! ¡Carajo, tanto escándalo por ciento cincuenta millones piches!
       
APAGON




ESCENA III


(SE ENCIENDE LUZ EN LA OFICINA DE ZORAIDA. SERAFIN Y ESTA CONVERSAN).

SERAFIN:       
¿Siguen encerrados allí el par de joyas esas?

ZORAIDA:       
Sí… y con la orden de no dejar pasar sino al doctor Pedroza, al doctor Zerpa y al doctor Carrillo.

SERAFIN:       
Eso quiere decir que habrá reunión en la cumbre.

ZORAIDA:       
¡Ujú! ¿Le cobraste a Rojitas?

SERAFIN:       
Claro que le cobré… pero el muy cínico me dijo… “como se te ocurre pasarme la raqueta en un día como hoy, cuando nos encontramos traumatizados por el problema de la estatua”… pero le voy a…
(ENTRA EL GOBERNADOR CON CARA DE POCOS AMIGOS, SE ACERCA AL ESCRITORIO DE ZORAIDA)

GOBERNADOR:     
¡Buenos días!

ZORAIDA:       
¡Buenos días, doctor!

GOBERNADOR:
¿Ya está reunida la gente o todavía no han llegado?

ZORAIDA:       
Sólo están allí Rojitas y el Comandante, porque el Alcalde se encuentra en Madrid y el doctor Carillo…

GOBERNADOR:     
¡De Carrillo no me digas nada; ese debe estar durmiendo la borrachera del día domingo! ¡Uf, que dolor de cabeza tan arrecho tengo! ¡Serafín!

SERAFIN:       
Diga doctor.

GOBERNADOR:     
(SACANDO DINERO DEL BOLSILLO) Toma… llégate hasta la farmacia y me traes dos aspirinas,  luego te llegas hasta la licorería y me compras una botella de ginebra. ¡Uf! ¡Ya no quiero saber nada del whiskey; lo tomo y es como si bebiera orines con hielo!

SERAFIN:       
¿De qué marca quiere la ginebra?

GOBERNADOR:     
¡De la que sea, chico, con tal de que no sea whiskey!

ZORAIDA:       
Doctor… ¿Va a revisar la correspondencia antes de entrar a la reunión?

SERAFIN:       
¡Cómo se te ocurre, muchacha! (IRONICO) El doctor debe estar cansadísimo del ajetreo del fin de semana.

GOBERNADOR:     
La correspondencia la voy a leer después de la reunión; ahora lo que me interesa es arreglar el lío que se a prendido. ¡Uf, estoy molido!


SERAFIN:       
Y bien molido que lo dejaron doctor, porque está chupaito.

GOBERNADOR:     
Mira Serafín, es mejor que tengas cuidado con lo que dices, porque esta es la segunda bola que me lanzas y sin que te dieras cuenta en las dos oportunidades te he ponchado. ¡Así que cuida la lengua! ¡Cuida la sin hueso si quieres conservar tu empleo!

SERAFIN:       
No entiendo porque me dices eso doctor, yo no creo haberle dicho algo ofensivo.

GOBERNADOR:     
¡Sí, yo te aviso! Ni que yo fuera pendejo para no darme cuenta de tus ironías. Lo que debes hacer es apurarte, en vez de estar allí metiéndote en lo que no te importa. ¡Uy, uy, ya no soporto el dolor de cabeza! (SE DIRIGE A LA PUERTA QUE CONDUCE AL PASILLO Y A SU OFICINA) ¡Coño, me estoy meando! ¡Voy a cambiarle el agua al canario antes de entrar a la reunión! (SALE CERRANDO LA PUERTA).

ZORAIDA:       
¡Ay, Serafín, tú como que te andas buscando lo que no se te ha perdido!

SERAFIN:       
No le hagas caso, chica. Eso de que va a despedir es puro cuento. Él sabe que yo me sé su historia completita, y no va a ser tan estúpido para echarme y tenerme en la calle contándole sus trácalas a todo el mundo. El doctor será vagabundo y ladrón, pero de tonto no tiene ni un pelo.

ZORAIDA:       
De todos modos cuida esa lengua… cuida esa lengua.

SERAFIN:       
(MIENTRAS SE DIRIGE A LAS ESCALERAS QUE CONDUCEN A LA CALLE) Pero si el mejor modo de cuidarla es teniéndola en movimiento… (RIE)… ¡miembro que no se usa… miembro que se atrofia! (SALE).
(APAGON. LUZ EN LA OFICINA DEL GOBERNADOR. ALLI SE ENCUENTRA ROJITAS SENTADO EN LA SILLA DEL GOBERNADOR VA A SU ENCUENTRO. EL COMANDANTE AL OIR LAS VOCES ENTRA AL RECINTO)

ROJITAS:       
¡Al fin llega usted, doctor! ¡Qué desespero el nuestro! ¡Qué angustia la que estamos viviendo!

GOBERNADOR:     
¡Mira, Rojitas, a mí no me vengas con jaladoras de bolas tan temprano, que ya las tengo bien largas con tantos tirones que me han dado desde que soy Gobernador, los adulantes iguales a ti! ¡Así que apártate para allá y déjame tranquilo!

COMANDANTE:     
¡Buenos días, Pedroza!

GOBERNADOR:     
¡Buenos días, Márquez! ¡Uf, qué calor hace en esta vaina! (PAUSA MIENTRAS BUSCA ALGO EN UNA DE LAS GAVETAS) Comandante… tenemos que ir con cautela, porque creo que en este asunto hay más de un chivo implicado. (SE QUITA LA CHAQUETA Y SE LA TIRA A ROJITAS QUE LA ATAJA EN EL AIRE. LUEGO SACA DE UNA DE LAS GAVETAS UN FRASCO DE SAL DE FRUTAS Y COMIENZA A ABRIRLO) ¿Oíste lo que te dije, Márquez?

COMANDANTE:     
Sí… y en eso estoy de acuerdo con usted; solo estaba esperando que conversáramos para entonces proceder a encarcelar a los culpables… si es que son encarcelables, claro está.

ROJITAS:       
¡¿Volvemos a lo mismo, señor Comandante?!

GOBERNADOR:     
¡Mira, Rojitas, métete la lengua entre el culo y cállate de una vez por todas, porque ya me tienes hasta el gorro! Si por casualidad necesitamos tu opinión – cosa que nos creo factible – te la solicitamos; pero mientras eso nos suceda te quedas parado allí, como el nazareno de San Pablo, calladito y sin moverte. ¡Tráeme un vaso con agua!

ROJITAS:       
¡Ok, doctor! (CUELGA LA CHAQUETA EN EL PEDESTAL DE LA BANDERA Y SE DIRIGE A LA NEVERA EN BUSCA DEL AGUA).

COMANDANTE:     
Doctor… ¿quién… o quienes se encargaron de la negociación de la estatua?

GOBERNADOR:     
(SENTADO ANTE SU ESCRITORIO) Mira mi hermano, yo no tengo tiempo que perder en esas pendejadas; a mi me eligieron  para este cargo para mandar y administrar los churupos; pero de esos enredos de estatuas, homenajes y todas esas mariqueras que tienen que ver con la cultura yo no se nada ni me interesa. De la negociación se encargaron el ingeniero Zerpa, Director de Cultura de la Alcaldía, y el doctor Carrillo, Director de la Comisión de Cultura de la Gobernación.
(ROJITAS LE ENTREGA EL VASO CON AGUA AL GOBERNADOR, ESTE LO TOMA Y PONE EN EL SAL DE FRUTA).

COMANDANTE:     
¿Tuvo usted conversaciones preliminares con ellos para discutir precios, hablar con el escultor…?

GOBERNADOR:     
¡Jamás! Ya te dije que yo soy muy ignorante en esas cosas; lo mío es mandar y velar  porque se cumpla lo que ordeno. (TOMA UN CORTA PAPEL Y COMIENZA A DAR GOLPECITOS SOBRE EL ESCRITORIO) En este pueblo el único que sabe bastante de arte es Zerpa, y el doctor Carrillo que no sabe nada de nada pero si un  poco de cada cosa. Ellos se encargaron de todo ese merequeten; yo lo único que hice fue firmar unas planillas y nada mas… con decirte que ni siquiera leí lo que decían.

ROJITAS:       
Eso es muy cierto, de eso soy testigo… (CALLA RAPIDAMENTE ANTE LA MIRADA FULMINANTE QUE LE LANZA EL GOBERNADOR).

COMANDANTE:     
(MIENTRAS BEBE LA SAL DE FRUTA) El precio lo acordaron ellos dos con el escultor, al cual contactaron a través de un anuncio que publicaron en el diario “El Universal”. El precio de la estatua se compartió: Setenta y cinco millones aportó la Gobernación y la otra mitad la puso la alcaldía. Yo vine a ver la estatua – que por cierto es bien horrorosa – el día de la inauguración y solo por un momento, porque después no he vuelto a pasar por la plaza. Por lo que a mi respecta puedes estar tranquilo, porque del dinero que se invirtió no me tocó ni un centavo. Tu bien sabes que cuando algo se ha cocinado en esta oficina se te ha lanzado tu tajada, la cual has agarrado al instante y sin titubear. ¡No se te dio nada en esta oportunidad porque nada me tocó!

COMANDANTE:     
(AZORADO. ROJITAS SONRIE) ¡Doctor, mi interés en resolver este caso no reside en si me dieron o no; lo que quiero es hacer justicia, atrapar a los ladrones!

GOBERNADOR:     
(LEVANTANDOSE Y DESPLAZANDOSE POR LA ESCENA) ¡Mira, vale, déjate de necedades! Aquí la cosa está muy clara. O el escultor engañó a la Gobernación y a la Alcaldía, lo cual dudo, porque aquí los funcionarios siempre están como caimán en boca de caño, vigilando el mas mínimo centavo para que nadie se lo robe, excepto ellos; o alguno de los negociadores en combinación con el escultor se encargaron de llevar adelante el fraude, que es lo mas probable. Ahora fíjate bien: si el escultor nos engañó a todos nosotros hay que apresarlo y darle una buena tunda antes de meterlo preso, para que aprenda a respetar a las instituciones públicas del país; pero si se trata de mi segunda hipótesis entonces el asunto se pone color de hormiga. (SE LLEGA A SU ESCRITORIO Y COMIENZA A PINCHAR LAS CASCARAS DE MANZANA CON EL PAPEL SIN DARSE CUENTA DE LO QUE HACE) Ahora escúchame bien…  Carrillo, como tu bien sabes, es mi compadre, y su mujer además de ser amiga de mi costilla desde que eran niñas tiene lazos muy afectivos con mi familia. Por otra parte, si el implicado en el robo no es otro que Zerpa, entonces la vaina se complica mucho mas; porque misia Remedios, su mamá, es madrina de mi mujer y hermana de mi cuñado. ¿Ves como todo es un embrollo? Así que tenemos que andarnos con mucho sigilo, con mucho cuidado para no herir susceptibilidades; para no abrir heridas que luego sean difíciles de cicatrizar.

COMANDANTE:     
¿Así sean los ladrones?

GOBERNADOR:     
¡Así sean los ladrones! Ya te acabo de explicar que los nexos amistosos – familiares que nos unen a todos son muy profundos y de muchos años… además… a través de esos nexos tanto tú como yo hemos sacado nuestras buenas ganancias. (SE DETIENE AL DARSE CUENTA DE LO QUE HA ESTADO PINCHANDO) ¡Rojitas!

ROJITAS:       
(DANDO UN  SALTO, ASUSTADO) ¡Diga,  doctor!

GOBERNADOR:     
¿Quién carajo se ha estado comiendo mis vainas?

ROJITAS:       
¿Cuáles vainas, doctor?

GOBERNADOR:     
¡No te hagas el necio! ¡Grandísimo muerto de hambre! ¡Por eso es que te la pasas todo el tiempo metido en el sanitario! ¡Cagando y cagando! ¡Claro, si no haces otra cosa que comer, comer y beber!

COMANDANTE:     
¿Qué opina usted de todo esto,  Rojitas?

ROJITAS:       
(APROVECHA PARA ESCABULLIRCE AL BALCON) ¡Yo prefiero no opinar, comandante! (SALE)

GOBERNADOR:     
(SE DIRIGE AL BAR Y TOMA UNA BOTELLA DE WHISKEY LA CUAL MIRA CON ASCO PERO COMIENZA A DESTAPAR) Mira, Márquez, Rojitas no tiene nada que opinar en este asunto. Porque el también tiene el rabo bien largo y empantanado. Son muchas las tracalerías que le he dejado de vez en cuando para que se echara sus pequeñas ayudaditas… ¿Tú me entiendes, no es así? (ALZANDO LA VOZ Y ACERCANDOSE AL BALCON EN EL CUAL SE HA REFUGIADO ROJITAS) ¡Y te lo estoy diciendo estando él presente, para que no diga luego que yo no canto las cosas de frente sino a espaldas de los demás. Su sueldo es una cagada – yo lo reconozco – y bien sabemos que las farras, el carro, los trajes y las mujeres, así como otros gusticos no salen de la nada… “y como hay que ayudar a los amigos”… ¿No es así, Rojitas?

ROJITAS:       
(DESDE EL BALCON) Así es, doctor.

GOBERNADOR:     
Y figúrate, Márquez, las trácalas que habrá echo el gran carajo este sin que yo me haya enterado. Porque si en algunas ocasiones he apoyado sus tretas, y en otras me he hecho el tonto para que creyera que yo no estaba en nada y procediera, imagínate las que se me habrán pasado por alto cuando me he descuidado y he bajado la guardia. (SIRVIENDOSE OTRO TRAGO) Pero hay que ayudar a los amigos y esperar que estos nos ayuden a nosotros en los momentos que mas lo necesitamos. (MIRA LARGAMENTE A MARQUEZ QUE PERMANECE PENSATIVO) ¡Quite esa cara, Márquez, que ya la Gobernación y la Alcaldía le gratificaran por todos los “esfuerzos que están haciendo por esclarecer este caso”. (A ROJITAS QUE HA ENTRADO Y SE DEDICA AFANOSAMENTE A CEPILLAR LA CHAQUETA DEL GOBERNADOR) ¿Verdad, Rojitas?

ROJITAS:       
Si usted lo dice…

COMANDANTE:     
¿Supo lo de los comunistas?

GOBERNADOR:     
No… ¿Qué están haciendo ahora los vagos esos? (SE DIRIGE AL BAR) ¿Le sirvo un trago, Márquez?

COMANDANTE:     
No, gracias. (PAUSITA) Pues se comunicaron con Caracas y avisaron a todos los periodistas de todos los medios de comunicación, y ahora estos, como era de esperar, armaran un gran escándalo. Antes de que usted llegara estaban gritando consignas en contra del gobierno por todas las calles adyacentes.

GOBERNADOR:      Conque así es la cosa (OFRECIENDOLE UN VASO CON WHISKEY A MARQUEZ) Tómese un whiskisito, hombre, échele pichón. (PAUSA MIENTRAS SE BEBE EL TRAGO QUE MARQUEZ LE HA DESPRECIADO CON UN GESTO) Eso si que no me gusta nada, porque si vienen periodistas de Caracas van a publicar la noticia tal como acostumbran; exagerando los hechos a mas no poder, y eso nos va a convertir en el hazme reír del mundo entero. A mi no me preocupa la plata porque eso lo justificamos de alguna manera, pero el ridículo siempre queda registrado. ¡Hay que buscar la forma de evitar el escándalo!

COMANDANTE:     
Sí, eso es cierto… a los muchachos se les dan sus buenos planazos o se les encierran tres o cuatro días y listo… ¿Pero a quién se le ocurrirá planear a un periodista para que cierre el pico?

GOBERNADOR:     
(A ROJITAS QUE SIGUE CEPILLANDO  SU CHAQUETA) ¡Bueno, Rojitas! ¡¿Es qué piensas desintegrarme la vaina esa?! Eso que tienes en las manos me costó mi plata; no me lo gané en una rifa como de la impresión que lo supones tú. (PAUSA. PENSATIVO) Esto nos va a perjudicar en las próximas elecciones. Mira, Márquez, yo creo que vamos a necesitar un  chivo expiatorio… pero uno que no tenga nada que ver con nuestro partido o alguno de la oposición… y tenemos que empezar a buscarlo inmediatamente.

COMANDANTE:     
¿Usted lo cree así?

GOBERNADOR:     
Claro que sí, hombre, claro que sí. (PAUSA) Yo te sugeriría que te fueras con varios hombres al Terminal de pasajeros y que detengas al primer pajuo que se baje de cualquiera de los autobuses que cubren las rutas hacia los pueblitos más lejanos… y luego convocas a una rueda de prensa y los presentas como el escultor y autor del fraude, y asunto concluido. Eso sí; no permitas por nada del mundo que le entrevisten. (A ROJITAS MIENTRAS LE EXTIENDE EL VASO) ¡Anda, chico, sírveme otro trago! ¡Y ve a ver si te bañas! ¡Porque estás que tumbas! ¡Mucha pinta, mucho clavel en el ojal, pero el agua en el chorro y el jabón en la perfumería! (A MARQUEZ) Entonces vamos a hacerlo así.

COMANDANTE:     
Lo que usted propone va a ser imposible llevarlo a cabo.

GOBERNADOR:     
¿Imposible? ¿Y eso por qué? No te vayas a empatar ahora en poner las cosas difíciles.

COMANDANTE:     
No se trata de eso. Lo que sucede es que aquí todo el mundo conoce al escultor. Recuerde que estuvo presente durante la ceremonia de inauguración y que…

GOBERNADOR:     
¡No hombre, Márquez, que se van a estar acordando esos bolsas de nada! Se les olvida que fueron torturados y vuelven a votar para que gane el torturador, que se van a estar acordando de una cara.

COMANDANTE:     
En este caso es distinto. El escultor no se ha marchado; está viviendo en concubinato con una india en El Sanjón, y por ese motivo se ha hecho muy conocido entre la gente de por aquí.

GOBERNADOR:     
¡Conque así es la cosa! ¡Pues entonces tráigame a ese carajo inmediatamente para proceder a interrogarlo! ¡Rojitas!

ROJITAS:       
Diga, doctor.

GOBERNADOR:     
Dígale a Zoraida que llame de nuevo a Carrillo a su casa y a Zerpa a la Alcaldía.

ROJITAS:       
(LE TIENDE EL VASO LLENO DE WHISKEY) Enseguida, doctor… Tome, aquí tiene su whiskey. (PEDROZA TOMA EL VASO Y ROJITAS SE DIRIGE AL TELEFONO).

GOBERNADOR:     
(PROBANDO EL WHISKEY) ¡Carajo, vale, se te pasó la mano! ¡Esto es lo que se llama un trago de músico! (PAUSITA MIENTRAS BEBE) Y usted, Márquez, cuidado si meta la pata al esperar al escultor; lo quiero vivito y coleando.

ROJITAS:       
Zoraida tiene el teléfono ocupado… voy a esperar que termine de hablar.

COMANDANTE:     
Hay un detalle interesante en todo esto… el escultor es extranjero.

GOBERNADOR:     
¿Extranjero? ¡No me digas! Entonces el asunto como que nos va a resultar más fácil de lo que esperamos.

COMANDANTE:     
¿Usted cree?

GOBERNADOR:     
Claro que sí, chico. “Siempre es menos comprometido crucificar a un extraño, que tener que ponerle la soga al cuello a un nativo.

COMANDANTE:     
En eso tiene toda la razón.

GOBERNADOR:     
¡Pues entonces manos a la obra, y que sea lo que el diablo quiera!




ESCENA IV


        (ZERPA HACE SU ENTRADA A LA OFICINA ACOMPAÑADO DE SERAFIN QUIEN TRAE UNA BOTELLA DE GINEBRA QUE VA A COLOCAR SOBRE EL ESCRITORIO DEL GOBERNADOR. LUEGO DE MIRARLE LA CARA A LOS PRESENTES SE RETIRA DISCRETAMENTE).


ZERPA:  
¡Buenos días, señores!

GOBERNADOR:     
¡Carajo, Zerpa! ¿Cómo se te ocurre decir “buenos días”, cuando nos encontramos metidos en un berenjenal?

ZERPA:  
Pues a eso he venido, a que aclaremos este enojoso asunto ahora mismo. (AL COMANDANTE) Márquez… ¿Ya dio usted el mandato para que encarcelen a el escultor?

COMANDANTE:     
Antes de que eso suceda tenemos que hablar con usted, Ingeniero Zerpa, para saber si alguien es cómplice del tipo ese.

ROJITAS:       
(IRONICO) ¡Tronco de vaina! ¿Verdad, Serpa? ¡Cómo hay ladrones en este país!

ZERPA:  
Eso es cierto, Rojitas; estamos inundados de ladrones por los cuatro costados; pero en este embrollo el efractor es el escultor. El pica piedras ese nos engañó descaradamente, burlándose de  las autoridades y personas del gentilicio de esta ciudad.
COMANDANTE:     
Si es el culpable se le apresará. (PAUSA) Ahora permítame que le haga algunas preguntas. (PAUSITA) ¿Usted cómo poeta; cómo hombre viajado, cómo artista, no se dio cuenta del fraude que se preparaba?

ZERPA:  
Espera un momento, Márquez… yo vine a avizorar la estatua por primera vez el día de la inauguración, antes no la había visto.

GOBERNADOR:     
¡¿Y por qué coño no la habías visto antes?! ¿Acaso no fuiste tú uno de los que contrató al escultor?

ZERPA:  
Sí, eso es verdad, eso no lo refuto… ¿Pero cómo verla si la vaciaron en Caracas y la trajeron y acoplaron al pedestal durante las horas del crepúsculo?

COMANDANTE:     
¿Cómo es la cosa?

GOBERNADOR:     
¡Mira, chico, déjate de excusas! ¡Te dejaste timar por el tipo ese y nada más! Dime una cosa… ¿Por qué no viajaste a Caracas a presenciar el vaciado?

ZERPA:  
Porque Carrillo viajó a la capital en tres oportunidades y me hizo saber que todo marchaba portentosamente.

GOBERNADOR:     
¡¿Carrillo viajó tres veces a Caracas?! ¡Hum, ya empiezo a ver clara la vaina.

ROJITAS:       
¡Y bien clara! ¡Coño, ese Carrillo se las sabe todas!

COMANDANTE:     
El chivo como que va a resultar de  altura.

ZERPA:  
De él fue el paradigma de montar la estatua en la penumbras de la noche y precisamente en la fecha en que yo me encontraba en Cupiraguaipoy disponiendo lo de la feria artesanal.

GOBERNADOR:     
Mira, Rojitas, dile a la niña esa, a Zoraida, que me llame inmediatamente a Carrillo. Que le diga que lo quiero aquí en menos que canta un gallo, y que le advierta que lo quiero “sin señora”… ¿Oíste bien? “Sin señora”.

ROJITAS:       
(SALIENDO DE LA OFICINA) Lo que usted ordene, doctor; enseguida le hago transmitir su mensaje.

COMANDANTE:     
Aquí no hay que darle muchas vueltas al asunto; esto está más claro que un manantial.

ZERPA:  
¡Esto es una vergüenza! ¡Nuestro pueblo vilipendiado, ridiculizado ante el dictamen público! Un villorío  que se deja engañar ingenuamente, aceptando una estatua de selenita por una de bronce; y todos nosotros allí, en las circunstancias del timo, descorriendo el cendal que cubría el tremebundo fraude.

GOBERNADOR:     
Y un fraude bien espantoso, de eso no cabe la menor duda.

COMANDANTE:     
Eso es muy cierto, Pedroza, porque la estatua esa es más fea que abortar morochos.

ZERPA:  
(SIN OIRLOS) Un manto que ahora se ha convertido en un jirel de ignominia para nosotros. ¡Cómo se irán a mofar de nosotros en la capital! Porque ellos son de los que se creen poseedores de la sapiencia universal y consideran que de Petare para acá todo lo demás no es mas que forraje y campesinado. (MUY DOLIDO)… Para ellos no somos más que pobre vasallos de la fortaleza medieval que es la apabullante Caracas.

ROJITAS:       
(ENTRANDO) ¡Mandado hecho, doctor; ya Zoraida está llamando a Carrillo!

ZERPA:  
(PASEANDOSE AGITADAMENTE) ¡Ignaros! ¡Ignaros! ¡Ese es el epíteto con que nos van a sopuntar cada vez que hablen del asunto!

COMANDANTE:     
Vamos, Zerpa, no se lo tome de esa forma. ¿Usted ya olvidó que un Gobernador en Caracas colocó paradas de autobús plásticos que duraron lo que tarda en espabilar un cura loco, y que en San Cristóbal construyeron una villa olímpica con paredes de cartón piedra? Que nosotros tengamos ahora una estatua ecuestre de nuestro prócer en yeso pintado no viene a diferenciarnos mucho de ellos. Si tontos hemos sido al dejarnos engañar también lo han sido ellos.

GOBERNADOR:     
¡Coño, Márquez, te estás gastando una dialéctica y una prosopopeya de candidato presidencial en tiempos de campaña electoral! ¡Déjate de vainas, chico, porque de repente el pueblo pide un referéndum y salimos disparados como corcho de champaña, y si eso sucede las auto consolaciones de nada nos van a servir!

COMANDANTE:     
Mire, doctor, nuestra estatua es tan fea y falsa como las efigies del Libertador que los caraqueños enviaron a México y al Perú. El caballo de la enviada a México tenía cabeza de cocodrilo y cola de pato, y la que enviaron a Perú - que estaba vaciada en yeso y cemento mezclados - daba la idea de un don Quijote cabalgando sobre una danta… ¿Y usted sabe lo peor de todo?

GOBERNADOR:     
¡No hombre, cómo voy a saberlo!

COMANDANTE:     
Que ambas se desmoronaron en cuanto los miembros de las comitivas que fueron a inaugurarlas pusieron pie en el avión que los traía de regreso al país.

GOBERNADOR:      ¿Cómo es la vaina?

COMANDANTE:      Lo que acaba de oír. A los caraqueños también les han pasado sus buenos chascos con las estatuas… y como el himno nacional dice en una de sus estrofas -  y esto se lo escuché decir en una oportunidad a Serafín – “Seguir el ejemplo que Caracas dio”… Pues entonces nosotros…

GOBERNADOR:     
(SOLTANDO UNA GRAN CARCAJADA) ¡Esa vaina si que está buena!  (RIE GROTESCAMENTE) ¡”Seguir el ejemplo que Caracas dio”! ¡Que vaina tan buena, no joda!

COMANDANTE:     
Y siendo así… ¿Cómo se van a reír de nosotros los caraqueños?

GOBERNADOR:     
Mira, Márquez… ¿Y en esos dos casos que acabas de referir…? ¿Quién corrió con todas las culpas?

COMANDANTE:     
¡Pues el escultor! ¿Quién otro iba a ser?

ZERPA:  
Pues entonces “sigamos el ejemplo que Caracas dio”.

GOBERNADOR:     
Sí, vale, sigamos el ejemplo de Caracas… aunque yo ya me había decidido por esa solución.

ZERPA:  
Eso si el escultor no ha puesto ya pie en polvorosa.

ROJITAS:       
¡Pues hay que apresarle!

ZERPA:  
¡Si hay que apresarle! ¡Apresarle y así enseñarle a respetar a nuestros próceres y nuestro acervo cultural!

COMANDANTE:     
¡Y a nuestras honorables instituciones!

ROJITAS:       
¡Por ladrón!

ZERPA:  
¡Por su irrespeto!

GOBERNADOR:     
¡Y por pendejo, por no haber picado los cabos después del fraude!

ROJITAS:       
¡Hay que hacer justicia, Comandante, esas vagabunderías no se pueden permitir!

COMANDANTE:     
No se preocupen ustedes que se hará justicia. (PAUSITA) ¿Pero y si el ladrón es otro y no él?

GOBERNADOR:     
(CONSTERNADO COMO LOS DEMAS ANTE LA PREGUNTA DE MARQUEZ, ESTALLA LUEGO VIOLENTAMENTE) Bueno… en ese caso… en caso de que no sea el autor del robo… pues entonces… (ESTALLANDO) ¡Carajo, Márquez, no vengas ahora a confundirnos el asunto! ¿Acaso ya no habíamos convenido en buscar un chivo expiatorio?

COMANDANTE:     
Sí, es cierto, pero y si como digo…

ZERPA:  
Yo pienso que lo que sugiere Pedroza es lo mas aconsejable en este caso, culpar al artista sea o no el ladrón. No creo que exista otra solución “más saludable”.

GOBERNADOR:     
¡Eso no hay ni que discutirlo! ¡Así que manos a la obra! ¡Márquez, vaya a preparar el calvario y la cruz, porque ya en este proceso tenemos el Cristo que vamos a crucificar.


TELÓN RÁPIDO

FIN DEL PRIMER ACTO





ACTO II


ESCENA I


SE     ENCIENDE     LA    LUZ   EN    LA    OFICINA    DEL GOBERNADOR.    TODOS    SE    ENCUENTRAN   EN  EL MISMO SITIO Y POSICION QUE CUANDO FINALIZARA EL   PRIMER    ACTO.     INMEDIATAMENTE   ENTRA A ESCENA EL ESCULTOR Y TODOS SE MOVILIZAN.

ESCULTOR:   
¡Buenos días, señores!

ZERPA:  
¡Hablando del ilustrísimo Rey de España y el que hace su entrada!

ESCULTOR:   
(SIN VER A ZERPA) Señores… Disculpen… ¿Se encuentra el señor Gobernador?

GOBERNADOR:     
(A ZERPA) ¡No me digas que éste es el tipo! ¡Pero si hasta cara de ladrón tiene! ¡Ilustrísimo, claro que si está el Gobernador!

ESCULTOR:   
¿Es usted?

GOBERNADOR:     
¡Pero bueno, Márquez! ¿Qué esperas para detener al mequetrefe este?

COMANDANTE:     
(AL TRATARA DE SACAR EL REVOLVER ESTE SE LE ENREDA Y SE LE CAE AL PISO; AL RECOGERLO APRESURADAMENTE SE DIRIGE AL ESCULTOR Y LE APUNTA AMENAZADORAMENTE) ¡Arriba las manos! ¡Arriba las manos! ¡Arriba las manos y ponte de cara contra la pared! (A EMPUJONES LLEVA AL ESCULTOR CONTRA UNA DE LAS PAREDES Y PROCEDE A REQUISARLO. EL ESCULTOR APOYADO CONTRA LA PARED PERMANECE ATERRADO SIN SABER QUE HACER) ¡Dame tú cédula! (EL ESCULTOR LE MIRA SIN ENTENDER) ¿Tú como que eres sordo? ¿Acaso no oíste que te pedí la cédula de identidad?

ESCULTOR:   
Pero che… ¿De dónde voy a sacar una cédula de identidad?

GOBERNADOR:     
¿Turista? (DESCONCERTADO) ¿Y si eres turista por qué te permitiste realizar el trabajo que se te encomendó?

ESCULTOR:   
¿Cuál trabajo, che? La verdad es que no sé de qué me hablas.

ZERPA:  
El señor Gobernador se refiere a la estatua que vació usted.

ESCULTOR:   
Y como no vaciarla si ofrecían buen dinero y nadie se molestó en preguntarme cual era mi situación en el país. Le aclaro algo… (AL COMANDANTE) ¿Puedo voltearme?

COMANDANTE:     
Está bien, hazlo.

ESCULTOR:   
(DE FRENTE A ELLOS) Antes de iniciar el trabajo ni siquiera me pidieron documentación, y cuando lo finalicé y vine a cobrar lo mío, solo me hicieron firmar un papelero increíble sin siquiera preguntarme si el nombre que aparecía allí me pertenecía. Si ustedes son así, tan desordenados, a nosotros los extranjeros no nos queda otro remedio que adaptarnos a su modo de ser para poder subsistir.

COMANDANTE:
¡Bueno, chico, deja la cháchara y ven a sentarte aquí! (LO EMPUJA  HACIA  UNA  DE LAS SILLAS) ¡Ahora te sientas allí y no te levantes  si  no te  lo ordeno! ¿Me oíste bien?

ESCULTOR:
Sí, señor, le oí bien… pero podría explicarme…

COMANDANTE:
¡Te callas! Y no abras esa boca hasta que yo te lo exija.

ROJITAS:
¡Así me gusta, Comandante, carácter con esa gente para que aprendan a respetar! (AL ESCULTOR) ¡Muchacho, que agallas tenés!

GOBERNADOR:     
La verdad es, Zerpa, que si analizo este asunto con sangre fría, a los que debería mandar al paredón es a Carrillo y a ti por incompetentes.

ZERPA: 
¿Pero por qué, doctor?
GOBERNADOR:     
¿Y tienes el tupé de preguntármelo?

COMANDANTE:     
(SE DETIENE AL LADO DEL ESCULTOR) ¡Rojitas! A partir de este instante tome usted nota de todo lo que responda este sujeto… y por favor, no se pierda ni una sílaba de lo que pronuncie.

ROJITAS: 
¡Pero si yo no sé escribir a máquina!

GOBERNADOR:     
¡Qué vas a saber! Tú lo único que has aprendido en la vida es tracalear, emborracharte, fornicar, comer y cagar.

COMANDANTE:     
Entonces, por favor, dígale a Zoraida que venga y que Serafín le traiga la máquina de escribir.

ROJITAS:       
Ya les hago venir. (SALE)

ESCULTOR:  
(AL COMANDANTE) ¿Pero qué sucede? ¿De qué crimen me acusan?

GOBERNADOR:     
¡No te hagas el loco, sureño, que estás descubierto!

ZERPA:  
¡Y quien lo veía, tan educado, tan fino! ¡Pero estos sinvergüenzas son capaces de cualquier cosa por dinero!

ESCULTOR:   
En verdad, señores, no término de entender lo que se traen ustedes entre manos con este recibimiento tan poco cordial.

COMANDANTE:     
No te impacientes que ya te vamos a refrescar la memoria.

ZERPA: 
(DOLIDO) Y yo que pensaba que usted era un hombre de gentilicio, un hombre probo; y nos ha resultado un vulgar ladrón.

ESCULTOR:   
Señores, si no me hablan claro seguiré sin entenderles. ¿Es que a ustedes se les imposibilita hablar sin tantos rodeos?

(ENTRA ROJITAS)

ZERPA:  
El que va a tener que decir toda la verdad sin rodeos, es usted; porque después de su declaración tendrá que vérselas con la de los ojos vendados.

GOBERNADOR:     
¿La de los ojos vendados? ¿Y quién es esa tipa, Zerpa?

ROJITAS:       
La justicia, doctor. Lo que pasa es que el doctor Zerpa siempre se empeña en expresarlo todo filosóficamente.

GOBERNADOR:     
Ese es el problema de los hombres cultos; siempre hablan enrevesado en vez de ir directamente al grano. Por eso es que yo no los soporto.

(ENTRA ZORAIDA)

ZORAIDA: 
¿Me llamaba, doctor?

GOBERNADOR:      Sí, chica, ven acá. Mira… vas a sentarte ante tu máquina de escribir y vas a ir mecanografiando, palabra por palabra, todo lo que se le pregunte a este señor y lo que responda… ¿Okay? Y no vayas a volver todo un pastiche. Separa las preguntas de las respuestas para que no nos enredemos después.

(ENTRA SERAFÍN CON LA MAQUINA DE ESCRIBIR)

SERAFIN:  
Aquí está la máquina, doctor. ¿Dónde la pongo?

GOBERNADOR:     
¡¿Dónde va ser necio?! ¡Ponla sobre el escritorio! ¿O es que piensas colocármela en el lomo?

ZERPA: 
Zoraida… ¿Por qué no ayuda a Serafín a despejar el buró?

ZORAIDA:  
¿El qué…?

ROJITAS:       
¡El escritorio, chica!
(ZORAIDA PROCEDE. EL COMANDANTE QUE HA ESTADO ELABORANDO UNA LISTA DE PREGUNTAS SE ACERCA AL GOBERNADOR)

COMANDANTE:     
Ya tengo listas las preguntas que van a servir para desenmascarar a este sinvergüenza. (SE ACERCA AL ESCULTOR) ¡Y mira, sureño, vas a decirme toda la verdad o vas a vértelas negras! (SE ACERCA DE NUEVO AL GOBERNADOR) ¿Quiere echarle un vistazo a las preguntas, doctor?

GOBERNADOR:     
No, hombre… ¿Para qué? La autoridad eres tú y yo no me tomo atribuciones que no me corresponden.

SERAFIN:       
Ya la máquina está en su sitio, doctor… ¿Me puedo ir?

GOBERNADOR:     
Sí, está bien, márchate. Pero escúchame lo que te voy a decir… te sientas allá afuera y no dejes entrar a nadie a mi oficina, excepto a Carrillos.

SERAFIN:       
No se preocupe, doctor, no dejaré entrar a nadie más. (SALE SERAFÍN. EL COMANDANTE SE ACERCA AL ESCULTOR LIBRETA EN MANO)

COMANDANTE:     
Mira, chico… ¿Cuál es tu nombre?

ESCULTOR:   
¿El mío?

COMANDANTE:     
Claro, no va a ser el mío. Dije bien claro… “¿Cuál es tu nombre?”

ESCULTOR:   
Carlos Gardel, para servirle.

COMANDANTE:     
¿Carlos Gardel?

ROJITAS:       
¿Cómo el cantante de tangos?

ESCULTOR:   
Sí, che… Carlos Gardel como “el gran cantante de tangos”. Porque lo de cantante a secas le queda chico al Zorzal de La Plata. Mi madre me puso su nombre para honrarle.

ROJITAS:       
Para honrarlo o deshonrarle… de acuerdo al resultado de la investigación.

GOBERNADOR:     
Entonces a lo mejor a nuestro estimado no le va resultar difícil “cantar” toda la verdad.

ROJITAS:       
Con tal de que no nos cante un tango.
(TODOS RIEN, MENOS GARDEL QUE NO ENTIENDE NADA)

ZERPA: 
¿Necesitará acompañamiento?

GOBERNADOR:     
Ahora estoy seguro de que no… pero “ya lo tuvo”. ¿O es que ustedes creen que este tarado se las ingenió para dar el golpe solito? ¡Qué va, señores, Carrillito tiene algo que ver en este rollo; eso no me lo saca nadie de la cabeza!

COMANDANTE:     
¿Preparada, Zoraida?

ZORAIDA:       
Un momentico, Comandante, que estoy cambiando la cinta de la máquina.

ROJITAS:       
¡Date prisa, muchacha, date prisa!

ZORAIDA:       
¡Ay, Rojitas, no comiences con tu apuradera porque me voy a enredar más!

COMANDANTE:     
Mire, señor Gardel… ¿Supongo que usted estará enterado ya, de que al caballo de la estatua del General Bermúdez, la que vació usted y que inauguramos el mes pasado, se le cayeron los cojones esta mañana?

ESCULTOR:   
(HORRORIZADO) ¡¿Los cojones?! ¡Qué horror, che! (PAUSITA. LUEGO EXTRAÑADO) ¿Y qué son los cojones, che?

ROJITAS:       
Ahora éste nos va venir a decir…

ZERPA: 
… que no sabe lo que son…


GOBERNADOR:     
¡Esto si está bueno! (GRITANDOLE A LA CARA AL ESCULTOR) ¡Los testículos, chico, los testículos! No me vengas a decir ahora que no sabes lo que son los testículos; porque bien grande los debes tener tu para atreverte a cobrar ciento cincuenta millones por ese burro de yeso.

ESCULTOR:   
Lamento mucho, doctor, que sus pocos conocimientos sobre las diferentes manifestaciones artísticas le lleve a interpretar el arte escultórico de una manera tan inadecuada. Cualquier persona con un gusto refinado, cultura y sensibilidad, sabría captar la belleza de mi arte creativo en toda su extensión. Esa estatua hecha por mis manos sería elogiada grandemente en mi país, porque es esa copia de París que es Buenos Aires, si saben apreciar lo que es el arte. Pero, claro; eso se lo debemos a nuestros ancestros europeos que nos legaron tan fino sentido, tan…

GOBERNADOR:     
¡Mira, vale!, déjate ya de hablar pendejadas y vamos a lo nuestro. Estas utilizando una jerga que no la entendemos ninguno de los aquí presentes.

ESCULTOR:   
Eso no lo pongo en duda… a los naturales de los países subdesarrollados se les dificulta mucho comprender a la gente ilustrada…

ZERPA: 
Amigo Gardel… yo creo que usted…

GOBERNADOR:     
Mira, sureño, yo no sabré un carajo de arte, pero lo que si te puedo asegurar es que ese mamotreto que esculpiste no se parece en nada a un caballo y el sujeto que se encuentra sentado encima no tiene nada que ver con nuestro héroe estatal.

COMANDANTE:     
Señor Gardel… ¿De qué material fue vaciada la estatua?

ESCULTOR:   
Pues… ¿Acaso no lo saben?

ZERPA: 
Si se lo preguntan, es porque no estamos muy seguros de ello.

COMANDANTE:     
Sí, eso es cierto. Tenemos dudas debido a lo que sucedió esta mañana.

GOBERNADOR:     
Supongo que no irá a decirnos que hizo el vaciado en bronce.

ESCULTOR:   
¿En bronce? ¡Pero mirá, che! ¡¿Quién va a ser tan estupido para vaciar una estatua en bronce por veinte millones de bolívares?!

ZERPA:  
Ciento cincuenta, señor Gardel.

ESCULTOR:   
Veinte millones, doctor Zerpa.

ROJITAS:       
Por lo visto la india del Sanjón le hizo olvidar cuanto fue que cobró.

GOBERNADOR:     
Mira vale… según tengo entendido, a ti se te cancelaron ciento cincuenta millones por el esperpento ese que quieres hacer pasar como obra de arte. ¿Ya lo olvidaste o es que te quieres hacer el loco?

ESCULTOR:   
(ASOMBRADO) Pero… pero… ¿Pero qué decís, pibe? El convenio era muy claro: vaciar en cemento y yeso, firmar por ciento cincuenta millones y cobrar veinte por mi trabajo.

GOBERNADOR:     
Mira… mira… espérate un momento. Vamos con calma, piano, piano. ¿Cuánto cobraste tú por el vaciado?

ESCULTOR:   
Veinte millones… ya se los he dicho varias veces.

COMANDANTE:     
¿Y por cuánto firmaste el contrato?

ESCULTOR:   
Por ciento cincuenta millones, como habíamos convenido.

GOBERNADOR:     
(QUE NO TERMINA DE ENTENDER) ¡Mira, chico…! ¿Cómo es la vaina? Porque me tienes todo confundido… Dices que firmaste por ciento cincuenta millones, pero que cobraste solo veinte millones… ¿Tú como que me estás tomando el pelo?

ROJITAS:       
Decididamente el señor Gardel nos vio cara de pendejos.

ZERPA: 
Mire, señor Gardel; yo no creo que usted haya sido tan estúpido como para firmar por una suma y cobrar por otra menor.

ESCULTOR:   
¡Pero si eso era lo convenido, che!

GOBERNADOR:     
¿Lo convenido con quién?

ESCULTOR:   
¡Con el doctor Carrillo!

ROJITAS:       
¿Convenido con Carrillo? ¡Ahora si que está aclarado todo este lío!

GOBERNADOR:     
¡Te quieres callar, Rojitas! (TOMA UNA SILLA Y SE SIENTA ANTE EL ESCULTOR) Mira Carlitos, es preciso que nos expliques detalladamente cual fue la negociación que te propuso Carrillo. Pero queremos que nos expliques detalle a detalle… poquito a poco… con calma y tranquilidad.

ESCULTOR:   
De acuerdo, voy a explicarles como fue la negociación. El doctor Carrillo en nuestra última reunión, además de fijar el precio que debía cobrar por la estatua, me dijo… “Mira Carlitos, vacías la estatua en cemento y yeso y cuando esté lista, la pintas de dorado y la trasladas desde Caracas… y otra cosa, debes hacerla colocar en el pedestal en horas de la noche. Luego, al día siguiente, te vas a la Gobernación y buscas el cheque… inmediatamente lo endosas y me lo llevas a mi oficina… entonces yo lo deposito en mi cuenta y a los tres días cuando ya se pueda hacer efectivo, te doy tu cheque por veinte millones y después…”

COMANDANTE:     
Hasta aquí todo esta clarito… ¿y después?

ESCULTOR:   
Luego me dijo, que de los ciento treinta millones restantes le correspondía sesenta al borracho del Gobernador…

GOBERNADOR:     
¡Ay! ¡Ay! ¡Yo a ese degenerado lo voy a estrangular!

ESCULTOR:   
…treinta millones para el Comandante, para que se haga el de la vista gorda…

COMANDANTE:     
¡Pero qué hijo de puta es ese Carrillo!

ESCULTOR:   
…cinco millones para el jala bolas de Rojitas…

ROJITAS:       
¡Coño de su madre!

ESCULTOR:   
Y un repele de un millón para Zoraidita.

(ZORAIDA  DA UN GOLPE A LA MAQUINA DE ESCRIBIR. EL GOBERNADOR SE PASEA BUFEANDO. ZERPA SACA UN PAÑUELO Y SE SECA LA FRENTE. EL COMANDANTE GOLPEA EL PISO LLEVANDO UNAS COMPAS, MIENTRAS MIRA FIJAMENTE HACIA UNO DE LOS BALCONES)

ESCULTOR:
(LOS MIRA EN SILENCIO Y LUEGO DE UNA PAUSA, CONTINUA SU RELATO)… Después dijo que el tomaría los miserable catorce millones que le correspondían ya que la parte gorda la había distribuido entre ustedes… Luego me enfatizó… “De esto no debes decir nada, Carlitos, pues se trata de un secreto de Estado en que estamos involucrados. (PAUSA) Tres días después del cobro lo encontré y me dijo… “en consideración, Gardel, a tu excelente trabajo y a la discreción que has demostrado, pásate dentro de una semana por la Gobernación donde procurare conseguirte unos cinco millones como gratificación. Pero antes déjame hablar con los otros integrantes del combo, a ver que opinan. Y desde ese día no le he vuelto a mirar la cara. He ido a su casa, he venido por aquí, le he solicitado en la Alcaldía y nada, siempre lo niegan… que si está en Caracas, que si está en un entierro… excusas tras excusas. Entonces me dije… si el doctor Carrillo se me anda escondiendo, por algo será…

COMANDANTE:     
¡Asunto aclarado! Zoraida… ¿Tomó nota de todo lo que se habló en esta oficina?

ZORAIDA:       
Espere un  momentito, señor Comandante, porque todavía no he podido ponerle la cinta a la máquina.

ROJITAS:       
¡Ahora sí que pusimos la torta!

GOBERNADOR:     
¡El que la va a poner eres tú si no cierras el pico!

COMANDANTE:     
Aquí no hay más nada que investigar, todo ha salido a la luz. Carrillo hizo de las suyas y se embolsilló ciento treinta millones de un solo carajazo.

GOBERNADOR:     
¡Hay que llamar a Carrillo inmediatamente! (MIRA A ROJITAS)

ROJITAS:       
¿Lo llamaste, Zoraida?

ZORAIDA:       
Sí, lo llamé… y le dije que viniera “sin señora”, como me lo indicaron.

GOBERNADOR:     
¿Y se puede saber que te contestó?

ZORAIDA:       
Algo que no entendí… “que el hombre que se lanzaba de un avión sin paracaídas se estrellaba y como él lo sabía bien, no iba a ser pendejo como para dejar el aparato en su casa y lanzarse al vacío sin su ayuda”.

ROJITAS:       
(FRUNCIENDO EL CEÑO) ¿Y que trataría de decir con eso?

ZERPA: 
Se trata de una metáfora, Rojitas.

COMANDANTE:     
¿Y qué quiso decir con esa metáfora, si puede saberse? Usted que es poeta podrá interpretarla con facilidad.

ZERPA: 
¡Cómo voy a saberlo, Comandante, si se trata de una metáfora surrealista!

GOBERNADOR:
¡Caramba, Zerpa, usted siempre con su intelectualismo! ¡Zoraida, llame de nuevo a Carrillo!

ZORAIDA:       
¿Y qué le digo, doctor?

GOBERNADOR:     
Dígale usted, que si no viene enseguida y “sin señora”, le voy a cortar a él, las que se le cayeron al caballo esta mañana.




ESCENA II


(SE ENCIENDE LA LUZ EN LA OFICINA DE ZORAIDA. SERAFÍN SE ENCUENTRA SENTADO, CUIDANDO. ENTRA ZORAIDA QUE VIENE DE LA OFICINA DEL GOBERNADOR)

ZORAIDA:       
Allá dentro la cosa está que arde… yo casi creo que en esta oportunidad no van a lograr ponerse de acuerdo.
SERAFIN:       
No te preocupes, muchacha, de un momento a otro arreglan el asunto y todo queda como si no ha pasado nada. Tu sabes que ellos son blancos y se entienden, y yo se por experiencia que contabilidad de oficina del Estado siempre se pone al día aunque los dineros robados no vuelvan a aparecer.

(HACE SU ENTRADA CARRILLO SEGUIDO DE SU MUJER)

CARRILLO:     
¡Qué dice esa secre y ese servidor del Estado!

ZORAIDA:       
¡Buenos días! ¿Cómo está usted?

SERAFIN:       
¡Para qué le preguntas eso al doctor, si por encima se le ve que le va de lo mejor!

ZORAIDA:       
¿Cómo está usted, señora?

SRA. CARRILLO:   
Bien, queridita; odiando este calor que me ha traspirado toda. ¿Por casualidad ustedes no tienen un desodorante por aquí?

ZORAIDA:       
No, señora. Los desodorantes están guardados en el closet que está en la oficina del doctor Pedroza.

SERAFIN:       
Pero Zoraidita… ¿A qué vienen esas aclaratorias? La señora Carrillo sabe muy bien en qué lugar de la oficina del doctor se guardan los desodorantes.

SRA. CARRILLO:   
(MUY AZORADA) ¡Oh, si… si… claro que lo sabemos…! ¿Verdad Carrillito?

CARRILLO:     
(EXTRAÑADO) ¿Lo sabemos? Lo sabrás tú, porque no tengo ni la menor idea de donde guarda Pedrosa esas vainas.

SRA. CARRILLO:   
(DE PRISA) Anda, amor, vamos a entrar de una vez.

SERAFIN:       
(SE LE INTERPONE) Usted me va a perdonar, señora Carrillo, pero tengo órdenes precisas del doctor de solo dejar pasar al doctor Carrillo. Usted va a tener que esperarle aquí afuera.

SRA. CARRILLO:   
Vamos, Serafín, no seas necio. ¿Acaso no te has dado cuenta de que Carrillito y yo somos una misma persona?

SERAFIN:       
Eso lo sé, señora, pero yo no hago otra cosa que cumplir las instrucciones que me da el doctor.

SRA. CARRILLO:  
No te preocupes, Serafín, deja eso en mis manos. “Yo luego me las arreglo con Pedroza”. (ABRAZANDO A CARRILLO Y APARTANDO A UN LADO A SERAFÍN) ¡Vamos mi amor… enfrentemos a la jauría!

CARRILLO:     
Vamos, mi reina… pero antes me gustaría que nos pusiéramos de acuerdo en algunos puntos… no me gustaría que me agarraran fuera de base en algunas cosas.

SRA. CARRILLO:  
Lo que tú digas, mi prenda.
(DESAPARECEN HACIA LA OFICINA DEL GOBERNADOR)

SERAFIN:       
¡Qué tipo tan resabiado! ¡Resabiado y ladrón! Por eso es que la Gobernación y la Alcaldía siempre están hediondas a queso… claro… como sus máximas autoridades tienen tan buena leche.

ZORAIDA:       
La verdad es, que quien ve al doctor Carrillo tan elegante y distinguido, no se imagina que el tipo le mete de frente al choreo. Me imagino lo que sufrirá su pobre señora.

SERAFIN:       
¿Cuál señora?

ZORAIDA:       
La de él… ¿Cuál otra va a ser?

SERAFIN:       
(RIE) No jodas, Zoraida; que va a sufrir esa. Ella solamente sufre cuando no tiene un hombre montado encima.

ZORAIDA:       
(HORRORIZADA) ¡Caray, Serafín, tu tienes una lengua bien arrecha! ¡Ojala Dios no te castigue por andar calumniando a los demás!

SERAFIN:       
Yo no estoy calumniando a nadie. Lo que acabo de decir lo sabe todo el mundo… menos el marido, claro está. Pero en esta ciudad no hay diván de dentista, psicólogo, médico, abogado o cualquier bicho más o menos notorio, que no le conozca el frente y la espalda a la doña esa. Claro que lo de ella es solamente gente de alcurnia… pero de policía para arriba, es mucho el que le ha pasado la mano y otra cosa también.

ZORAIDA:       
(SE LEVANTA MOLESTA Y VA HACIA LA VENTANA) ¡Ay, chico, cállate, cállate, que no quiero seguir escuchándote! ¡Tú lo que tienes por lengua es una navaja de barbero!

SERAFIN:       
Digo lo que es y nada más. (PAUSITA, LUEGO ENTRE RISAS) Zoraidita… (ESTA SE TAPA LOS OIDOS) Si tu acuestas uno detrás de otros, a todos los hombres con que la señora Carrillo se ha acostado, te aseguro que la cola llega a Caracas, sigue rumbo hacia Maracaibo, cruza sin dificultades la frontera colombiana y termina sin muchas dificultades en mitad del Ecuador.

ZORAIDA:       
¡Viejo exagerado!

SERAFIN:       
Así es la cosa, Zoraidita, aunque tú no lo creas.


(APAGÓN)




ESCENA III


(SE ENCIENDE LA LUZ EN LA OFICINA DEL GOBERNADOR. PEDROZA SE ENCUENTRA FIRMANDO LA CORRESPONDENCIA DEL DÍA, A SU LADO, DE PIE ROJITAS. ZERPA Y EL COMANDANTE SE OCUPAN AFANOSAMENTE EN COLOCARLE LA CINTA A LA MAQUINA DE ESCRIBIR, MIENTRAS EL ESCULTOR LE PREPARA UN WHISKEY A PEDROZA. HACEN SU ENTRADA MUY UFANOS, CARRILLO Y SEÑORA. ENSEGUIDA TODOS PONEN CARA DE CAÑÓN)


CARRILLO:     
(ALEGREMENTE) ¿Cómo que tenemos velorio? (RIE) ¿Cuándo es el entierro de las mochilas del caballo?

GOBERNADOR:     
(SE LEVANTA FURIOSO) ¡Mira, Carrillo, déjate de vacilones pues estás descubierto!

CARRILLO:     
(RIENDO) Vamos, hombre, la cosa tampoco es tan terrible como para que la tomen de esa forma. Ni que hubiera cometido un delito.

GOBERNADOR:
¿Y qué quieres, que nos caguemos de risa?

CARRILLO:     
No estoy pidiendo eso, hombre; pero al menos podrían buscarle el lado divertido a la cosa.
ROJITAS:       
¿El lado divertido? ¿Pero es que este robo tiene su lado divertido? Yo al menos no se lo veo.

CARRILLO:     
(SE ABALANZA HACIA ROJITAS CON INTENCIONES DE GOLPEARLO. ZERPA Y EL COMANDANTE LE SUJETAN. EL ESCULTOR SIN SABER QUE HACER PERMANECE CON  EL VASO CON WHISKEY EN LA MANO) ¡Sin ofensas, Rojitas, sin ofensas, o te parto la cara de dos vergajazos! (FORCEJEANDO) ¡No me sujeten, señores, no me sujeten!

SRA. CARRILLO:   
(QUE SE HABIA QUEDADO REGAZADA, AHORA AVANZA. PEDROZA AL VERLA SE DIRIGE FURIOSO A SU ESCRITORIO) ¡Ay, Rojitas, no sé cuándo vas a aprender a comportarte! Siempre utilizando expresiones fuera de tono al referirte a los demás. Deberías tener mucho cuidado cuando profieres ciertos términos; ya que en muchos casos, tus aseveraciones no pensadas pueden ofender a algunas de las personas que se encuentran presentes. Pero que se puede hacer… de tal palo tal astilla. Ese era precisamente el peor de los muchos defectos que tenía tu padre… el poner a funcionar la lengua totalmente desvinculada del cerebro. Por eso en el Partido nadie lo soportaba… siempre hablando necedades sin medir el alcance de las bestialidades que su boca insolente lanzaba a diestra y siniestra. Pero si es bien cierto que nunca se destacó en ningunos de los cargos que se le encomendaron, debido a su incapacidad, mediocridad y falta de inteligencia, al menos, como venía diciendo, sabía disculparse cuando ofendía a una persona… por eso se pasó la mayor parte de su vida disculpándose con todo el mundo. Pero tú careces hasta de tan insignificante cualidad.

GOBERNADOR:
¡Carrillo! ¿Zoraida no te advirtió que la piñata era sin señora?

SRA. CARRILLO:   
(VA HACIA EL) ¡Ay, Pedrosita, no seas tan pesado! No sabía que mi presencia te resultaba tan molesta. Pero te advierto; en esta ocasión me vas a tener que soportar; porque si mi marido va a ser puesto en la hoguera, lo lógico es que yo, como su consorte, esté presente para ayudarle a apagar las chamizas.

ROJITAS:       
¡Señora, por favor!

CARRILLO:     
¡Ay, chico, pero tú estás hoy más brincón que una quinceañera en día de feria! Ahora le vas a impedir a mi mujer que hable. Ni que lo estuviera haciendo con el hocico tuyo.


COMANDANTE:
Carrillo, por favor, hablemos claro. El señor escultor, aquí presente, ya nos ha confesado el hurto que se ha cometido en perjuicio de la Gobernación y de la Alcaldía…

CARRILLO:     
¡Ay, gran cosota! Ni que fuera tan difícil de adivinar. ¡Puéis, no jodas, me embarré las manos! ¿Y qué? ¿Alguien tiene algo que objetar?

SRA. CARRILLO:   
¿No escucharon? ¿Oyeron la confesión de mi marido? (PAUSA) ¿Qué les sucede? ¡Vamos, digan algo…! (TODOS CALLAN MOLESTOS Y SORPRENDIDOS) Carrillito les está dando la oportunidad de hablar, de decir lo que piensan. Rojitas… ¿qué te sucede que no hablas? Anda, mijo, di lo que sientes, no te quedes con nada por dentro que puedes reventar como un petardo. (AL VER QUE ROJITAS CALLA SE ACERCA A ZERPA) ¿Y usted, Zerpa, no tiene nada que decir? Ande… Atrévase. Mi marido ha propiciado un momento de sinceridad, y tanto él como yo, estamos esperando que todos ustedes manifiesten su sentir. Queremos que las cosas quedan bien claras, para que después no andén diciendo por allí, a espaldas de nosotros, que mi amantísimo esposo no es mas que un simple ladrón. ¿Qué sucede, Pedroza? Con nosotros puedes ser todo lo franco que quieras; ambos estamos dispuesto a no ofendernos por nada de lo que digan ustedes.

(ENTRA ZORAIDA Y SE SIENTA ANTE LA MAQUINA DE ESCRIBIR. SU APARICIÓN BAJA UN  TANTO EL CLIMA DE TENSION. EL ESCULTOR SE ACERCA AL GOBERNADOR Y LE ENTREGA EL WHISKEY, ESTE LO PRUEBA Y LO COLOCA A UN LADO DEL ESCRITORIO DESPUÉS DE HACER UNA MUECA DE DESAGRADO. ZERPA, DESPUÉS DE UNA PAUSA SE ACERCA A CARRILLO)

ZERPA: 
A mí lo que me incordia de todo esto, Francisco, es el hecho de que no me advirtieras nada de lo que…

CARRILLO:     
¿Advertirte a ti? ¡Qué va, mijo, para que te empeñaras en dividir mitad y mitad! ¡No seas tú tan pendejo, hombre!

ROJITAS:       
¡Pero esto es bochornoso! ¡Usted pregona su delito como si se tratara de una hazaña!

CARRILLO:     
No todos tenemos la cualidad de ser sinceros, Rojitas. Yo siempre me he vanagloriado de mi sinceridad.

ROJITAS:       
¡Usted no es más que un amoral!

CARRILLO:     
(CORRE DETRÁS DE ROJITAS QUE SE ESCABULLE GIRANDO ALREDEDOR DEL ESCRITORIO DEL GOBERNADOR) ¡Mira, degenerado de mierda, si me vuelves a ofender te voy a volar los sesos y luego te los voy a hacer comer! (SACA UN ENORME REVOLVER. ZORAIDA Y LA SEÑORA CARRILLO GRITAN. ROJITAS SE OCULTA DETRAS DE UNA SILLA. EL ESCULTOR SALE SIGILOSAMENTE A UNO DE LOS BALCONES) ¡Sal de ese escondite, mariconcito cagón!

COMANDANTE:     
¡Señores, por favor, un poco de orden y respeto!

ZERPA: 
¡Doctor Carrillo, por caridad, guarde ese adminículo! ¡No veo la necesidad de llegar a la violencia para lavar una ofensa!

GOBERNADOR:
(SE LEVANTA Y DA UN MANOTAZO SOBRE SU ESCRITORIO) ¡O guardas ese revolver, Carrillo, o te hago detener y enjuiciar sin ningún tipo de contemplaciones!

SRA. CARRILLO:   
¡Ay, Carrillito, guarda ese revolver! (CARRILLO LE OBEDECE) Te fijas mi amor, que no vale la pena ser sincero ni amable con esta gente.

ROJITAS:       
¡Esto me la va a pagar, Carrillo, le juro que me la va a pagar!
(CARRILLO SE LLEVA LA MANO AL BOLSILLO, ROJITAS CORRE DE NUEVO A SU ESCONDITE. LUEGO, AL VER QUE CARRILLO AVANZA HACIA EL, RAPIDAMENTE SE DESPLAZA Y SE OCULTA DETRÁS DE LA SILLA DEL GOBERNADOR)

ROJITAS:       
¡Te juro que me la va a pagar!
GOBERNADOR:     
¡Mira, chico, deja ya de graznar y apártate de mí, que estás hediondo a sobaco de mocho! (ROJITAS SE APARTA PAUSITA. EL ESCULTOR ENTRA DE NUEVO, PERO SE QUEDA CERCA DEL BALCON) ¡Zoraida, sírvales un cafecito a los invitados! (EL ESCULTOR VA Y SE SIENTA)

ZORAIDA:       
¿Para usted también, doctor?

GOBERNADOR:     
No, chica, tú sabes muy bien que yo no tomo esa porquería. (SALE ZORAIDA) ¡Rojitas, sírveme una ginebrita! (SE ACERCA A CARRILLO) Mira, Carrillo… yo he permitido aquí ciertas licencias para que cada uno de ustedes se ayude un poquito; pero eso de pasarle la raqueta a la Alcaldía y a la Gobernación al mismo tiempo ya raya en el abuso. ¿Cómo crees que voy a justificar ahora ante el Presidente de la República, la prensa y el Partido la falsedad de la estatua?

CARRILLO:     
¿Y tú le vas a parar bolas a eso? No parecen cosas tuyas. No te vengas a empatar en una sordidez. Si se les ocurre preguntar les decimos que esta era provisional, mientras vaciábamos la verdadera; luego nos hacemos los locos y se la dejamos allí para toda la vida.

ZERPA: 
¿Y cuándo se derrumbe y no queden sino las cabillas de las cuatro extremidades, que les decimos? Recuerde que es de cemento y yeso… ni siquiera de plomo.

CARRILLO:     
¡Pero que empeño de ustedes en poner las cosas difíciles! Mira, vale, en este mundo todo tiene solución. Si por si acaso se les ocurre preguntar, que no lo harán, porque aquí nadie le para bola a nada sino al bonche y el dinero, le decimos que cambiamos de opinión, y que a última hora decidimos no colocar la estatua del General Bermúdez sino una escultura cinética de Jesús Soto y asunto concluido. Aquí la gente es tan ignorante que se van a tragar el cuento completito. Si no dijeron nada y se calaron el rinoceronte ese que le hicimos pasar por caballo, no creo que vayan a protestar si le dejamos los cuatro tocones sobre el pedestal.

SRA. CARRILLO:   
Y si por casualidad protestan, les ponemos un hermoso matero de cerámica de los que yo fabrico y con eso les tapamos la boca. Si les parece bien la idea, yo estaría dispuesta, por tratarse de ustedes, a vendérselo a un precio bastante razonable para sacarlos del apuro en que se encuentran.


CARRILLO:     
Y en último caso, como aquí la gente lo que quiere es comida, porque están muertos de hambre; se agarra, se les reparte dos o tres camiones de víveres, y ya verán ustedes que al día siguiente ni se acuerdan que una vez hubo una plaza con una estatua ecuestre en esta ciudad.

GOBERNADOR:     
¡Coño, vale, tú deberías estar dirigiendo películas de ciencia-ficción! Tienes las metras de robarte ciento cincuenta millones de bolívares, y ahora me vienes a hablar de dejar los tocones en el pedestal o de repartir camiones de comida. ¡Claro está; este pendejo es el que va a tener que comprar la comida y alquilar los camiones! ¿No es así? ¡Y yo me las voy a tener que calar! ¡Yo te aviso!

CARRILLO:     
Yo lo que no entiendo es ese agite de ustedes. Han armado un escándalazo como si tratara del fin del mundo. (PAUSITA) ¡Miren, díganme una cosa…! ¿Antes esta ciudad tenía un lugar con el pomposo nombre de plaza Bermúdez?

SRA. CARRILLO:   
¡No hombre, que plaza íbamos a tener! Aquí lo único que había era un  peladero de chivo horrible lleno de maleza y de excrementos de perro. Que nosotros consideramos “ese terrenito” como nuestra “plaza mayor”, eso es harina de otro costado.

CARRILLO:     
¿Es verdad o no lo que dice mi mujer?

ROJITAS:       
No me vengas a decir…

CARRILLO:     
¡Mira, marruñeco, la pregunta no te la hice a ti, sino a la gente importante que está presente en esta oficina, okey! (PAUSITA) Ahora otra pregunta… ¿Antes teníamos estatua ecuestre del General Bermúdez?

SRA. CARRILLO:   
Claro que no la teníamos. Lo que había en el centro del “terrenito” era un mojón de cemento inmenso todo carcomido, encima del cual reposaba un angelito todo deforme que tocaba una trompeta… ¿Es o no es así? Hagan memoria, señores, hagan memoria.

ZERPA: 
Esperen un momento, señores… ustedes están…

CARRILLO:     
¿Y para qué servía el pedestal? O mejor dicho… ¿Cuál era el uso que se le daba?

SRA. CARRILLO:   
Pues era utilizado por los zagaletones del pueblo como meadero y para ocultarse cuando se iban a masturbar después  de ver las películas porno que exhibe el cine Roraima.

ZERPA: 
(HORRORIZADO) ¡Señora, yo no veo la necesidad de sacar a relucir esos cosas! ¡Usted se extralimita!
SRA. CARRILLO:   
¿Pero es verdad o no lo que digo? ¡Vamos, hablen!
CARRILLO:     
¡Claro que es verdad! Y siendo así… yo no veo porque no dejar las cosas como están… quiero decir…

ZERPA: 
¡Ah, sí, que maravilla! ¡Y tú te quedas con los ciento treinta millones!

CARRILLO:     
Allí si diste en el clavo, viejito, porque devolverlos no puedo. Yo cancelé un montón de deudas que tenía… adquirí otras vainas que no tengo porque revelar y… y ya no me queda plata ni para comprarme una caja de chiclets.

SRA. CARRILLO:   
Imagínate que estamos tan mal, Pedroza, que hasta tenemos pensado solicitar un préstamo al gobierno para así poder sufragar algunas deudas que aún nos quedan pendientes.

GOBERNADOR:
(DANDO UN GOLPE FUERTE SOBRE SU ESCRITORIO) ¡Carajo! ¡La verdad es que ustedes son bien descarados! (FURIOSO) Quiero hacerte una pregunta, Carrillo… ¿Tú crees que nosotros nos vamos a quedar cruzados de brazos, como si nada hubiera ocurrido?

CARRILLO:     
Pues no les queda otra alternativa, Pedrocita, porque repartir no puedo. Ya te dije que todo está más que gastado.
ROJITAS:       
(MOVIENDOSE POR LA OFICINA COMO UNA SABANDIJA, LLENO DE INDIGNACIÓN Y DE DESPECHO) ¿Pero por quien nos ha tomado usted a nosotros? ¿Qué es eso de repartir? Usted se está expresando como si estuviera tratando con ladrones y gente del mal vivir. ¡Aquí nadie quiere nada, lo que queremos los aquí reunidos es que usted retribuya lo tomado!

CARRILLO:     
Serás tú el único que no quiere su parte; porque lo que son estos tres, se están muriendo de la arrechera porque no les tiré ni un centavo.

ZERPA: 
(MUY AGITADO) Su proceder es inconcebible, Carrillo. Por su flaqueza nuestro pueblo ha sido ridiculizado y ya la opinión nacional e internacional nos señala con el dedo y hace mofa de nosotros. Y usted se contenta en decir… “que importa”, pues si importa, e importa, porque hombres y mujeres recatados y honestos participamos en esa farsa sin saber que éramos víctimas de tan deleznable cometido. (TROPIEZA EN SU CAMINAR CON LAS PIERNAS DEL ESCULTOR QUE DUERME PLACIDAMENTE SENTADO EN UNA DE LAS SILLAS) ¡Vea donde pone los pies, hombre! (CONTINUA SU DISCURSO SIN DETENERSE) Seguro estoy de que a todos ya nos están conjeturando de depredadores del erario público, y yo eso no lo puedo tolerar.

ROJITAS:       
¡Así se habla, doctor!

SRA. CARRILLO:    Lindo monólogo, Ingeniero Zerpa; digno de un buen dramaturgo pero asquéante en boca de un poeta. Por eso he sostenido siempre que su poesía es lastimera y ramplona. Quizás, si se empeñara un poco en no rimar tanto, tal vez no se dificultaría el obtener un arte menos que menor, que es el arte que correspondería a un hombre de poco talento, cualidad de la cual carece usted totalmente.

ZERPA:          
¡Señora mía, mida usted sus palabras!

SRA. CARRILLO:   
¡Y usted su comportamiento, Ingeniero Zerpa, pues se está comportando como un iletrado! Usted, que se hace llamar culto, debería estar al tanto de que la corrupción es un problema mundial y no nacional. Por eso resulta estúpido que nos estemos dando tantos ínfulas considerándonos como los únicos y absolutos poseedores de ese mal, cuando este campea por el mundo entero. Así que dejemos ya la ostentación, que eso es de pueblos incivilizados.

ZERPA: 
Lo único que puedo aconsejarle, señora, después de oírla expresarse de esa forma como lo ha hecho, es que junto con su esposo, el doctor Carrillo, se avoque a la elaboración de un manual en el cual se enseñe a las próximas generaciones, el “como delinquir en contra del erario público y las diferentes formas de defenderse y salir del paquete”. Si lo hace le aseguro un éxito rotundo.

COMANDANTE:
¡Señores! ¿Qué está sucediendo aquí? ¡Orden, orden por favor!

SRA. CARRILLO:
¡Por fin escuchamos su voz, Comandante! Pero por el amor de Dios, deje a un lado esos falsos aires de autoridad. Todos los aquí reunidos constituimos una gran familia y en las grandes familias siempre se lava la ropa sucia en privado… y eso es lo que estamos haciendo.

ZERPA: 
¡Qué va, señora! Mi conglomerado familiar puede preciarse de su honradez y decencia… y no creo que usted pueda decir lo mismo.
(CARRILLO SE AVALANZA HACIA ZERPA. EL COMANDANTE Y EL GOBERNADOR LO TOMA POR AMBOS BRAZOS Y LO SOSTIENE MIENTRAS PATALEA TRATANDO DE SOLTARSE)

CARRILLO:     
¿Qué tratas de decir con eso, desgraciado? ¡Suéltame! ¡Suéltame que voy a desintegrar a este renacuajo!

COMANDANTE:     
¡Vamos, Carrillo, deje de hacer el necio!

ESCULTOR:   
(DESPERTANDO Y MIRANDO EL PATALEO DE CARRILLO) ¡Cálmate, che, que la violencia es el arma de los que no tienen la razón!

CARRILLO:     
Está bien… está bien… me voy a calmar… pero te advierto poetastro de burdel, que no te voy a soportar un insulto más.

COMANDANTE:
Señores… ¿Por qué no hacemos un esfuerzo y tratamos de comportarnos como personas decentes?
        (PAUSITA. SE CALMAN UN TANTO LOS ANIMOS)

GOBERNADOR:     
Carrillo… ¿Y tú de verdad te gastaste los ciento treinta millones así, de un solo carajazo?

CARRILLO:     
Sí, chico, ya te lo dije.

GOBERNADOR:     
(DESOLADO) ¿Pero lo gastaste todo… absolutamente todo?

CARRILLO:     
No todo, porque al bolsa este… (SEÑALA AL ESCULTOR) le di veinte millones por el adefesio ese que hizo.

GOBERNADOR:     
A mí no me importa lo que le diste al sureño este, lo que quiero saber es si aún te queda algo para que lo devuelvas.
CARRILLO:     
¡Pero tú eres bien fastidioso, Pedroza! Tanto yo como mi mujer te hemos dicho que no nos queda ni un céntimo. Pero como veo que no me entendiste, te lo voy a repetir de nuevo y por última vez. ¡Me lo gaste todo, todo, todoooo! ¿Me entendiste ya?

GOBERNADOR:     
Si, Carrillo.

CARRILLO:     
Supongo que quieres… o mejor dicho… ¿Quieren saber en que los gasté, verdad? Pues voy a complacerlos. Me compre una casa de playa en la isla de Margarita, un chalet en Los Andes para ir a temperar, pagué lo que me faltaba para tener la propiedad de nuestra casa en esta ciudad, le compre un carro nuevo a mi hija y otro a mi mujer, etc., etc., etc. ¿Complacidos?

COMANDANTE.-
¿Qué podemos hacer, doctor? Ya Carrillo confesó su delito… ahora solo espero su decisión…  usted dirá.

GOBERNADOR:     
¿Y qué vamos a hacer, Márquez, si ya se espalilló toda la plata?

ZERPA:  
¿Y qué hacemos con la efigie? No nos podemos hacer los locos y dejar el esperpento ese sobre el pedestal… como se ha sugerido pérfidamente en esta oficina.

GOBERNADOR:
Tendremos que vaciar una nueva. ¿Qué otra cosa podemos hacer? (PAUSITA. LUEGO FURIOSO) ¡Mira, Carrillo, te salvas de esta por ser mi compadre; porque de no ser así, coño, te raspo y te meto bien preso por ladrón!

CARRILLO:     
(ENARDECIDO) Mira, Pedroza, déjate de altanería conmigo porque yo me conozco tu historia completita, y mucho de parecida tiene con la mía. ¡Así que si me vienes con pendejadas abro la bocota bien abierta y canto! Tu sabes muy bien que yo me he callado muchas tracalerías tuyas por consideración, y ahora te toca a ti cerrar la trompa y bien cerrada. ¿Acaso los amigos no son para ayudarse en los momentos difíciles? ¿Es o no así?

GOBERNADOR:     
¡Pero, hombre, quien te está diciendo lo contrario! Tampoco es para que te pongas así, como si te hubiera ofendido. Yo lo único que quería hacerte entender, es que tienes que resolver tus asuntos particulares de otra manera; porque metiéndonos a todos en problemas no creo que sea la forma mas adecuada. ¡Caray, tú te enciendes por nada, pareces un yesquero!

CARRILLO:     
(HACIENDOSE EL DIFÍCIL) ¡No, esto no se lo voy a perdonar, a mi nadie me ofende en la forma como lo ha hecho Pedroza!

SRA. CARRILLO:   
¡Vamos, mi amorcito, no seas rencoroso, perdona a Pedroza! Anda, hombre, hagan las paces de una vez por todas. Yo estoy segura de que él no quiso ofenderte. ¿Verdad, Pedroza?

GOBERNADOR:     
Claro que no, Carrillo.

CARRILLO:     
Bueno, está bien… (PAUSITA) Te voy a perdonar en consideración a los lazos amistosos y de compadrazgo que nos unen… porque de no ser así… (SE ABRAZA CON  PEDROZA, LUEGO SE SEPARA Y SE DIRIGE HACIA EL LUGAR DONDE SE ENCUENTRA EL COMANDANTE. LO ABRAZA) ¡Venga un abrazote, Comandante Márquez!

GOBERNADOR:     
(QUE SE HA ACERCADO A LA SEÑORA CARRILLO) ¡Temperamental! ¡Luego me las voy a arreglar contigo, para demostrarte que soy temperamental, pero en la cama!

SRA. CARRILLO:
(EN VOZ BAJA TAMBIEN) ¡Ay, qué rico! El oírte hablar así me eriza todo el cuerpo. (RAPIDAMENTE) Carrillo sale esta noche para Barcelona… si quieres te pasas por la casa a eso de las diez.

CARRILLO:     
(ABRAZA A HORA AL ESCULTOR) ¡Amigo escultor!

SRA. CARRILLO:   
(EN VOZ ALTA) bueno, señores, ahora que todo ha sido aclarado y solucionado…

ROJITAS:       
¿Solucionado? Pues yo no veo cual es la solución.

ZERPA: 
Eso mismo digo yo. ¿Dónde está la solución? ¿Cómo hacemos con la efigie?

GOBERNADOR:
(MOLESTO) ¡Mira, Zerpa, no me sigas jodiendo la paciencia con el peo de la efigie! Ya te dije que hay que vaciar otra y no se hable más del asunto. Ya nos la ingeniaremos para ver de dónde sacamos el dinero.

SRA. CARRILLO:   
¡Así se habla, Pedroza, carácter con esta gente para finiquitar de una vez por todas, tan enojoso problema!

ROJITAS:       
Doctor… ¿Pero de dónde vamos a sacar el dinero? Casi estamos en la bancarrota.

GOBERNADOR:     
¡Ya se verá, chico, ya se verá! (A LA SEÑORA CARRILLO EN VOZ BAJA) A eso de las diez y media te caigo por allá.

ROJITAS:       
El señor Gardel nos puede decir cuánto nos puede costar una de verdad, verdad.

COMANDANTE:     
Sí, eso es cierto. Díganos usted, señor Gardel…
(TODOS MIRAN AL ESCULTOR)

GOBERNADOR:     
Queremos que nos haga un presupuesto para una estatua… pero esta vez la queremos de bronce… ¿Ok?

ESCULTOR:   
Lo estudiaré y le entregaré un nuevo presupuesto.

GOBERNADOR:     
Procura no excederte en el costo… ya oíste que estamos en bancarrota.

ESCULTOR:   
No se preocupe usted por eso, doctor… Pero eso sí, la comisión del doctor Carrillo la ponen ustedes, yo no.

ZERPA:  
No se preocupe usted, amigo Gardel, que en esta oportunidad el doctor Carrillo no va a meter la mano en esta negociación.

CARRILLO:     
(SE ABALANZA HACIA ZERPA) ¡Mira, grandísimo hijo de puta! ¿Qué es lo que estás tratando de insinuar?

ZERPA:  
TEMEROSO) ¿Insinuar? ¿Y quién está insinuando algo aquí?

COMANDANTE:     
Señores, señores, no empecemos de nuevo.

CARRILLO:     

¡Vuélveme a ofender y verás cómo te vuelo los diente de un carajazo!

GOBERNADOR:
¡¿Te quieres callar, Carrillo?! (AL ESCULTOR) ¿Entonces, artista, para cuando vas a tener lista la nueva “efigie”?

ESCULTOR:   
Creo que en seis meses puedo tenerla lista.

GOBERNADOR:     
¡Así me gusta, hombre! ¡Entonces manos a la obra y a inaugurar la estatua dentro de un mes!

ESCULTOR:   
Usted escuchó mal, doctor, yo dije seis meses.

GOBERNADOR:     
Pero yo la quiero para dentro de un mes. No pienso aguantarme seis meses de chismografía y manifestaciones. Así que a trabajar.

ESCULTOR:   
¡Pero, che, tú crees que yo soy Superman!

COMANDANTE.- 
Amigo Gardel… ¿Por qué no hace un esfuercito y nos saca con rapidez de este atolladero?

ESCULTOR:   
(DESPUÉS DE UNA PAUSA) Bien… está bien… voy a trabajar día y noche para complacerles.

GOBERNADOR:     
Eso es lo que a mi me gusta de los extranjeros, nunca dicen no a nada, aunque no tengan la más puta idea del trabajo para el cual se han comprometido.

COMANDANTE: 
De todos modos, pienso que deberíamos tomar algunas precauciones…

GOBERNADOR:     
Claro que sí, Márquez… (PAUSITA) Mira, Gardel, para que no te vayas a desaparecer, dejándonos metidos en este berenjenal, nos vas a dejar aquí tu documentación y te vas a ir a vivir a la casa de Zerpa.

ZERPA: 
¿A mi casa? ¿Por qué a mi casa?

GOBERNADOR:     
Sí, vale, se va a vivir a tu casa y le vas a servir de chaperón hasta cuando vaya al sanitario. Luego nos pasas la cuenta de lo que se coma y beba durante su estadía en tu terruño. Y procura que esta vez la vaina salga bien. ¿Estamos? ¡Carajo! ¿Y dónde se habrá metido Zoraida que no trae el café?

ZERPA: 
Si no queda otro remedio se hará como usted dice, doctor.

GOBERNADOR:     
Es que no queda otro remedio, Zerpa. Si queremos quedar bien ante la opinión pública, que a ti te preocupa grandemente, tenemos que meterle pecho al asunto. (YA MEDIO BORRACHO) ¿Pero dónde se metería Zoraida?

ROJITAS:       
¡Y yo, como el más pendejo, a parir los millones que se van a necesitar!

GOBERNADOR:     
¿Y qué quieres tú, zángano? No trabajas en todo el año y ahora que te sale poner a pensar esa cabeza de chorlito armas el gran escándalo. ¡Justifica tu sueldo vago de porquería!

CARRILLO:     
Sí, Rojitas, justifica tu sueldo, porque aquí todos, bien o mal, justificamos lo que hacemos.

SRA. CARRILLO:   
¡Así se habla, mi amor, así se habla! Eso que has dicho es una gran verdad.

COMANDANTE:     
Ahora lo que tenemos que pensar, es lo que vamos a decirle a la gente del pueblo, mientras el amigo Gardel se ocupa de la estatua.

GOBERNADOR:     
No, hombre, que les vamos a decir. Mira Zerpa, llama a tu compadre del Diario La antorcha, y dile que necesitamos sus servicios…


ZERPA: 
¿Qué prefiere en esta ocasión, doctor? ¿Un platillo volador… un sádico… o un iluminado?

GOBERNADOR:     
No, vale, ese disco ya está muy gastado… dile que inicie una serie de reportajes… donde hable de una mujer violadora de hombres. El tema antes no se había tocado y te aseguro que va a captar la atención de toda la comunidad… y de paso le va a dejar un billetaje de ganancia a tu compadre.
COMANDANTE:     
¿Y usted cree necesario que decretemos toque de queda mientras apresamos a la “enfermita sexual”?

GOBERNADOR:     
Mira que no es mala idea… podría ser.

CARRILLO:     
La verdad es, que nosotros siempre estamos en todo.

GOBERNADOR:     
(RIENDO) Es que familia que reza unida, permanece unida.

COMANDANTE:
¿Y qué dice ese Rojitas, que lo veo con cara de pocos amigos?

ROJITAS:       
¿Yo? Usted está viendo visiones, Comandante, yo estoy tan alegre como todos ustedes.

SRA. CARRILLO:   
Se le nota, Rojitas… pero procure no morderse la lengua porque se puede envenenar.

CARRILLO:     
No se ponga así, amigo secretario. Hoy por mí y mañana por ti. Además… todo hombre inteligente aprende de las experiencias de los demás.

ZERPA: 
Eso es muy cierto, Rojitas. “Todos hombre inteligente aprende de las experiencia de lo otros hombres”… Bonito pensamiento. ¿Nos vamos, señor Gardel?

ESCULTOR:   
Cuando guste, doctor Zerpa. ¡Hasta luego, señores!
(TODOS SE DESPIDEN)

GOBERNADOR:     
¡Hasta luego, señor Gardel! (PAUSITA) Simpático el sureño ese… (ESTALLANDO) ¡Pero, coño, donde carajo se habrá metido Zoraida con ese café!

(APAGÓN)

FIN DEL SEGUNDO ACTO




EPÍLOGO

HA TRASCURRIDO UN MES. AL LEVANTARSE EL TELON, LA OFICINA DEL GOBERNADOR Y LA DE ZORAIDA SE ENCUENTRA CON LAS PUERTAS DE LOS BALCONES ABIERTAS DE PAR EN PAR. EN LA OFICINA, BANDEJAS CON PASAPALOS, RAMOS DE FLORES Y SOBRE UNA MESA PREPARADA PARA LA RECEPCION, VASOS BOTELLAS DE WHISKEY, ETC. EN LA RECEPCIÓN, FLORES Y UNA QUE OTRA BANDEJA, ZORAIDA SE ENCUENTRA DISTRIBUYENDO LAS BANDEJAS MIENTRAS QUE SERAFÍN SE ENCARGA DE ARREGLAR LOS LICORES Y LOS VASOS.

SERAFIN:       
Los ladrones andan hoy como carajitos con zapatos nuevos. Alegres y dándose bomba en la plaza. ¡Pandilla de sin vergüenzas! (PAUSITA) ¿Leíste el titular de La antorcha?... dice en letras grandotas… ¡Día de júbilo nacional!

ZORAIDA:       
Y la verdad es que tienen razón, porque inaugurar dos estatuas para el mismo pedestal y en la misma plaza en menos de dos meses es toda una proeza. (SE ESCUCHAN COHETES) ¡Ya se armó la fiesta! (SE ASOMA A UNO DE LOS BALCONES) ¡Qué gentío hay allá afuera! Debe haber venido gente de todos los pueblitos cercanos, porque a muchos de ellos no los he visto jamás en mi vida.

SERAFIN:       
Esa gente no vino, la trajeron. Desde esta mañana muy temprano han estado llegando autobuses alquilados por el Gobernador, repletos de militantes y simpatizantes del Partido. Esa era la única forma de hacer bulto y engañar a los periodistas y los canales de televisión invitados. (PAUSITA)

ZORAIDA:       
A esta hora ya deben haber quitado el manto a la estatua.

SERAFIN:       
Así es… los zánganos descubrieron la estatua nueva y los pendejos nos quedamos sin equipo para el hospital y con el stadium sin reparar. Ahora dirán que no se hizo el pedido y las reparaciones por “reducción de presupuesto”.

ZORAIDA:       
Y no aprendemos, Serafín, porque en las próximas elecciones volvemos a votar por la misma gente. (PAUSITA) Serafín… ¿por qué los venezolanos seremos tan desmemoriados?

SERAFIN:       
Todos los países tienen sus defectos y la falta de memoria es uno de los tantos que tenemos nosotros. (ZORAIDA PERMANECE PENSATIVA) ¿En qué piensas, muchacha?


ZORAIDA:       
(SANTIGUANDOSE) ¡Dios me perdone, pero cada vez que veo al doctor Carrillo y a su mujer, me dan ganas de caerle a palos! ¡Tan tranquilos y contentos que andan los dos!

SERAFIN:       
¿Cómo habrá quedado la estatua? Porque cuando pasé por la plaza esta mañana estaba cubierta con varias sábanas para que nadie la viera.

ZORAIDA:       
Ve poniendo el whiskey en los vasos antes de que llegue la gente.

SERAFIN:       
En eso estoy.

ZORAIDA:       
Esperemos que esta oportunidad el General Bermúdez no salga tan mal parado como la vez anterior.

SERAFIN:       
Eso esperamos todos… Chica… el que no ha vuelto más por aquí es el Escultor.

ZORAIDA:       
Como va a venir si se marchó a su país el mismo día en que entregó la estatua.

SERAFIN:       
Estaba apurado el hombre.

ZORAIDA:       
Pues sí… figúrate que el doctor Zerpa en persona le llevó hasta el aeropuerto.

SERAFIN:       
Así es la cosa.

ZORAIDA:       
El Ingeniero Zerpa dijo… “La progenitora del señor Gardel se encuentra en las puertas del Edén, y el como vástago benévolo se ha pirado a su terruño a brindarle sus últimos adioses”. Ven, Serafín, vamos a traer las bandejas que están en la recepción.

(SALEN AMBOS Y HACEN SU ENTRADA EN LA OFICINA DE ZORAIDA. TOMAN LAS BANDEJAS QUE ALLI SE ENCUENTRAN. SE ESCUCHAN VOCES Y RISAS EN LAS ESCALERAS)

ZORAIDA:       
¡Allí viene la gente!

SERAFIN:       
Y vienen tan jubilosos como si la estatua les hubiera salido gratis.

ZORAIDA:       
Ven, apúrate, vamos a prepararle los tragos entre los dos.

(VAN CON LAS BANDEJAS A LA OFICINA DEL GOBERNADOR. ENSEGUIDA ENTRAN A LA RECEPCION: CARRILLO, ZERPA, EL COMANDANTE, PEDROZA Y ROJITAS, TODOS ACICALADOS Y SONRIENTES)

ZERPA: 
¡Adelante, caballeros, adelante! ¡Este soberbio acontecimiento hay que celebrarlo muy por lo alto!

ROJITAS:       
¡Adelante todos, que el escoses espera!

COMANDANTE:     
¡Pues manos a la obra, porque la garganta me estaba pidiendo un trago desde hace rato!

CARRILLO:     
Y no es para menos con el calor que está haciendo.

GOBERNADOR:     
Un calor arrechísimo… yo estoy casi a punto de derretirme.

CARRILLO:     
Vas a tener que procurar que estas celebraciones se repitan más a menudo; es la única forma de beberle el whiskey a Pedroza.

ROJITAS:       
(LE MIRA ATERRADO, LOS DEMAS RIEN) ¡Eso no lo diga ni en juego! ¡Yo no quiero volver a saber nada de inauguraciones de estatuas!

GOBERNADOR:
(QUE MIRA CON IMPACIENCIA HACIA LAS ESCALERAS) Bueno, señores… ¿qué esperan? ¡Pasen a la oficina que en un momento estoy con ustedes!

ZERPA: 
(MALICIOSO) ¿Qué sucede, Pedroza, estás cazando alguna liebre?

GOBERNADOR:     
(NERVIOSO) ¡No hombre, qué liebre voy a estar cazando!

COMANDANTE:
No creo que se trate de una liebre… Pedroza está a la caza de una zorra.

GOBERNADOR:
(ALGO MOLESTO) ¡Vamos, señores, déjense de chistes malos…! lo que sucede es que estoy acalorado y quisiera refrescarme un poco antes de entrarle a los tragos… además… voy a hacer una llamada telefónica que requiere de cierta privacidad.

 ROJITAS:      
Entonces no esperemos más y pasemos a la oficina; el doctor Pedroza se nos unirá cuando termine.

ZERPA:  
Andiamo, señores.

(ZERPA, ROJITAS, EL COMANDANTE Y CARRILLO ENTRAN AL PASILLO. PEDROZA QUE MIRA HACIA LA ESCALERA, DA UN GOLPE AL PASAMANO)

GOBERNADOR:     
¿Dónde se habrá metido la coño de madre esa?

(APAGÓN EN LA RECEPCION. INMEDIATAMENTE ENTRAN LOS CUATRO PERSONAJES A LA OFICINA DEL GOBERNADOR)

ZORAIDA:       
(MUY ALEGRE) ¡A ver, Serafín ya está listo el agapé!

ZORAIDA:       
¿Ágapé? ¿Qué es eso doctor?

SERAFIN:       
¡La bebedera de caña, niña! (A ZORAIDA EN VOZ BAJA) Como les gusta el aguardiente. Si así les gustara trabajar, este país estaría más industrializado que el Japón. (A ZERPA) ¿Un whiskisito, doctor?

ZERPA: 
Claro, hombre, eso ni se pregunta.

ROJITAS:       
Ponte las pilas, Serafín, que no pareces un funcionario de la administración pública.

SERAFIN:       
Eso es verdad, en nada me parezco a ustedes que siempre andan con las pilas puestas… pero no para trabajar sino para otras cosas de las cuales es mejor no hablar.

ROJITAS:       
¡Carajo, Serafín, tu no pierdes oportunidad para…!

(SERAFÍN SE ALEJA RAPIDAMENTE CON LA BANDEJA Y SE ACERCA A CARRILLO QUE TOMA UN VASO)

ZERPA: 
¡Qué acto tan hermoso el de ahora! Yo en los jamás de los jamases había visto una conglomeración tan enorme de ciudadanos en una celebración programada por la Gobernación y la Alcaldía. ¡Qué apoteosis! Les confieso que casi estuve a punto de dejar caer de mis ojos perlinas lágrimas de emoción.

(SERAFÍN LES SIRVE A ROJITAS Y AL COMANDANTE)

CARRILLO:     
No me creerán, pero al decir las últimas palabras del discurso, se me hizo un  nudo tan grande en la garganta que casi no termino de decirlo. (PAUSITA) Es que para mí ha sido un verdadero honor el que todos ustedes, por unanimidad, me escogieran para pronunciar las palabras que daban por inaugurada la nueva estatua.


ROJITAS:       
(A ZERPA) ¿No se habrá dado cuenta de que lo hicimos a propósito para ver hasta donde llegaba su desfachatez?

SERAFIN:       
(ACERCANDOSE A CARRILLO) Tómese otro trago, doctor Carrillo, para que así se termine de bajar el nudo ese que tenía en la garganta.

CARRILLO:     
(TOMA UN VASO) ¡Gracias, Serafín!

(LUZ EN LA RECEPCIÓN. PEDROZA SE ENCUENTRA ASOMADO EN EL BALCON. ENTRA LA SEÑORA CARRILLO)

SRA. CARRILLO:   
¡Discúlpame, Pedrocita, pero se me hizo tarde!

GOBERNADOR:     
¿Pero dónde andabas?

SRA. CARRILLO:  
Es que me encontré con tanta gente conocida que no había forma de escabullirme y venirme.

GOBERNADOR:     
¡Y yo como un verdadero pendejo, esperando aquí en la recepción!

ZERPA:  
¡Otro trago, Serafín! ¡Tómese otro Comandante!

CARRILLO:     
Serafín, no te olvides de mí. (SERAFÍN SIRVE)

SRA. CARRILLO:   
(ABRAZA A PEDROZA) ¡Pero no te pongas así! No me tardé porque quise. Además… por allí me dijeron que andabas con la rubia esa… la de los pechos que parecen melones.

GOBERNADOR:     
¿La esposa del General Feites?

SRA. CARRILLO:   
Esa misma… ya me dijeron que tiene amores contigo…

GOBERNADOR:     
No creas eso, mi amor. Desde que soy Gobernador me han llegado infinidad de mujeres… figúrate que hasta con Doña Remedios, la mamá del doctor Zerpa, me han amancebado.

SRA. CARRILLO:   
Por eso yo debo cuidar mi reputación… porque de repente también comienzan a hablar de mí y de ti.

GOBERNADOR:     
Olvídate de eso, mi amor y dame otro besito. (SE ABRAZAN)

ZORAIDA:       
La señora Carrillo como que se quedó paseando en la plaza.

CARRILLO:     
Es posible… mi mujer es muy caminadora.

COMANDANTE:     
Sí… tiene fama.

ROJITAS:       
Eso es verdad… y parece que no se cansa nunca.

CARRILLO:     
Es que ella es una mujer muy resistente.

ZERPA:  
Eso no lo ponemos en duda.

ROJITAS:       
¿Otro trago, señores?

TODOS:  
¡Claro que sí!

ROJITAS:       
¡Tragos para todos, Serafín! (SERAFÍN SIRVE)

SRA. CARRILLO:   
(APARTANDOSE DE PEDROZA) ¡Ya, ya, Pedroza, entremos de una vez!

GOBERNADOR:     
¿Cuál es el apuro?

SRA. CARRILLO:   
Que la gente es tan difamadora que se pueden poner a decir por allí que yo tengo mis vainas contigo. (RIEN AMBOS)

GOBERNADOR:     
Otro besito, otro besito. Anda, no seas malita. Anda mi ratica.

ROJITAS:       
¿Y qué le habrá pasado al doctor que no viene?

COMANDANTE:     
Debe ser que aún no se le ha quitado el calor.

SRA. CARRILLO:   
Ya, ya. No te extralimites con los besos, Kilo. Ven entremos.

GOBERNADOR:     
¿Por qué ese empeño tuyo de llamarme Kilo?

(ENTRAN AL PASILLO. PEDROZA TIENE LA CARA PINTADA CON LAPIZ DE LABIAL)

ZERPA: 
(ALCANZANDOLE UN TRAGO A ZORAIDA) Tómese otro traguito, Zoraidita, a ver si así deja de ser tan arisca. 

(ZORAIDA TOMA EL TRAGO. ENTRA A LA OFICINA EL GOBERNADOR Y LA SEÑORA CARRILLO)

GOBERNADOR:     
¡Divirtiéndose, muchachos!

ROJITAS:       
(QUE LE MIRA LA CARA) ¡No tanto como usted, doctor!

COMANDANTE:     
Chamba, Pedroza, usted se da sus gusticos… ¿verdad, Carrillo?

CARRILLO:     
Yo no sé de qué vainas están hablando. (TERMINA SU TRAGO Y SE BUSCA OTRO)

SRA. CARRILLO:   
(DESCUBRE LA PINTURA LABIAL EN LA CARA DE PEDROZA) ¡Pero Pedroza! ¿Dónde estaba metido usted? ¡Mire como viene manchado de pintura labial! ¿Quién le manchado de esa forma?

ROJITAS:       
¿Y ustedes no andaban juntos?

SRA. CARRILLO:   
¿Juntos? Oh, no, claro que no. Acabo de encontrar a Pedroza cuando entre a la recepción.

ZERPA: 
¡Que coincidencia! ¡La conquista de Pedroza usa el mismo color de pintura labial que usted, señora Carrillo!

SRA. CARRILLO:   
¡No lo dudo, doctor Zerpa, es el color que está de moda! Vamos, Pedroza, confiesa; dinos con que perdida te encontrabas allí.

CARRILLO:     
Vamos, mujer, deja tranquilo a Pedroza que le estás poniendo en apuros.

ZERPA: 
¿Nos acompaña con un trago, Pedroza?

GOBERNADOR:     
Claro… pero que sea de ginebra… ¡Y doble!

        (SE ESCUCHA UN GRAN ESCANDALO EN LA CALLE)

ZERPA:  
¿Qué sucederá ahora?

COMANDANTE:     
Esos deben ser los comunistas.

ZERPA: 
(ASOMANDO A UNO DE LOS BALCONES) La gente corre como enloquecida… ¿qué está pasando?

GOBERNADOR:     
¡Zoraida, baje un momento…! ¿Pero que te sucede, muchacha?
ZORAIDA:       
Es que me tomé dos tragos y me marié.

(TODOS RIEN. ESTRUENDO EN LAS ESCALERAS. DOÑA REMEDIOS ENTRA EN LA RECEPCION Y SE APOYA JADEAN DEL ESCRITORIO)

ROJITAS:       
(DESDE UNO DE LOS BALCONES) Algo grave está ocurriendo… la gente anda armada con palos y cabillas.

(DOÑA REMEDIOS SE RECOBRA, DA UN GRITO ENORME Y ENTRA AL PASILLO. EN LA OFICINA TODOS SE SORPRENDEN Y MIRAN HACIA LA PUERTA, ESPERANDO A VER QUIEN IRRUMPE POR ELLA. ENTRA DOÑA REMEDIOS A GRANDES GRITOS)

DOÑA REMEDIOS:
¡Qué desastre! ¡Qué desastre! ¡Qué desastre!

ZERPA:  
(CORRIENDO HACIA ELLA) ¿Pero qué te sucede, mamá, que te sucede?

GOBERNADOR:     
¡Hable, Doña Remedios! ¿Qué sucede?

COMANDANTE:     
Seguramente los… (ESTALLA EL CRISTAL DE UNA DE LAS VENTANAS) ¡Coño! ¿Cómo que están tirando piedras hacia la Gobernación?

GOBERNADOR:     
¡No, pendejo, son flores lo que nos están lanzando!

ROJITAS:       
(QUE SE HA ASOMADO A UNO DE LOS BALCONES) ¿Qué vaina estará pasando…? Abajo hay un grupo de mujeres y de hombres que están tratando de entrar al edificio.

GOBERNADOR:     
No me digas esa vaina; eso si que es grave.

SRA. CARRILLO:   
Doña Remedios, hable… diga lo que está pasando.

DOÑA REMEDIOS:
¡Qué desastre! ¡Esto se lo llevó el diablo!

ZERPA: 
Pero mamá… ¿Qué sucedió? ¡Habla de una vez!
ROJITAS:       
¿Será que los comunistas intentaron violarla?

ZERPA:  
¡Más respeto, Rojita, más respeto! Vaya a mofarse de…
(ENTRA SERAFÍN A LA RECEPCIÓN DANDO GRITOS, VA DIRECTO A LA OFICINA)

ROJITAS:       
¡Coño! ¿Qué sucederá ahora?

(ESTALLAN OTROS CRISTALES DE LAS VENTANAS DE LOS PISOS INFERIORES Y CAEN TRES PIEDRAS DENTRO DE LA OFICINA. SERAFÍN ENTRA CORRIENDO A LA OFICINA)

SERAFIN:       
¡Tronco de vaina, doctor, tronco de vaina!

GOBERNADOR:     
Habla, chico, ¿Qué es lo que está pasando?

SERAFIN:       
¡Ahora sí que nos jodimos! O mejor dicho… ¡se jodieron!

DOÑA REMEDIOS:
¡Qué catástrofe! ¡Qué catástrofe!

ZERPA: 
Mamá… ¿Quieres callarte?

ZORAIDA:       
¡Yo me quiero ir para mi casa!

GOBERNADOR:     
¡Cállate, chica! ¡No nos vengas a atormentar tú también!

(AUMENTAN LOS GRITOS Y LAS PIEDRAS. TODOS COMIENZAN A GUARECERSE. ROJITAS SE ACERCA A LOS BALCONES INTENTANDO CERRAR LAS PUERTAS)

SERAFIN:       
Doctor Pedroza, apriétese la correa del pantalón, porque lo que se vienen encima es enea!

GOBERNADOR:     
O hablas de una vez, viejo del demonio, o te estrangulo.

SERAFIN:       
¡La estatua nueva se cayó, doctor!

TODOS:  
¿Se cayó?
SERAFIN:       
Sí, como lo oyen… ¡Se cayó y se volvió mierda!

COMANDANTE:     
¡¿Pero cómo pudo caerse, si esa bicha es de bronce?!

SERAFIN:       
¿De bronce? ¡No me venga con cuentos, Comandante! La estatua que nos dejó el escultor era de puro plástico pintado de dorado… por eso las paticas del caballo no resistieron el peso y se escoñetó contra el piso.

GOBERNADOR:     
¡¿dijiste de plástico, Serafín?!

SERAFIN:       
Lo que acaba de escuchar.

ROJITAS:       
¡Plástico!

CARRILLO:     
¡Coño, qué bolas, hacerla de plástico!

COMANDANTE:     
Y lo peor es que el escultor ya desapareció del mapa.

SRA. CARRILLO:   
¡Pero esto es inaudito! ¡De plástico!

GOBERNADOR:     
(LLENO DE IRA) ¡Zerpa! ¡Zerpa!

ZERPA: 
(MUY HUMILDE) Diga, doctor.

GOBERNADOR:     
¿Qué dices a todo esto? ¡La estatua es de plástico! ¡De plástico!

ZERPA: 
(ENVALENTONADO) Bueno, si… ¿Y qué? Si, si es de polietileno, no de plástico. ¡Y no me vengan con guevonadas, porque aquí todo el mundo tiene su rabo bien largo y empantanado y no pueden ponerse a hablar pendejadas!

(AUMENTA LOS GRITOS Y LAS PIEDRAS. ROJITA HA LOGRADO CERRAR ALGUNOS DE LOS BALCONES)

ZERPA: 
Carrillo dijo hace un  mes que un hombre inteligente aprende de las experiencias de los demás… Pues bien, yo he puesto en práctica ese precepto. Y además, que ustedes se van a quedar calladitos… calladitos, como se quedaron la vez pasada. ¡Y sí no lo hacen, prepárense, porque voy a cantar toda la verdad…! Voy a decir todo lo que ocurre en esta Gobernación de porquería.

GOBERNADOR:     
Ok, Zerpa, nadie ha dicho nada... no se ponga así.

ZERPA: 
¡Yo me pongo como me da la gana, y al que no le guste que revire!

GOBERNADOR:     
¡Cónchale, Zerpa! ¿Entonces uno no puede ni hacerte una pregunta?

COMANDANTE:     
Por lo menos para saber…

SRA. CARRILLO:    Tampoco hay que ser tan susceptible…
CARRILLO:     
¡A prepararse, Rojitas!; porque hay que empezar a conseguir plata para adquirir otra estatua pero de verdad, verdad.

ROJITAS:       
¿Pero, plata, de dónde?

GOBERNADOR:     
¡Coño, chico, tu si que jodes! Ya se verá, ya se verá. ¿Un trago, doctor Zerpa?

COMANDANTE:     
Si, hombre, tómese otro whiskisito.

CARRILLO:     
Para celebrar, porque en la unión está la fuerza.

SERAFIN:       
(ACERCANDOSE A ZORAIDA) Vamos, Zoraida, acompáñeme a buscar hielo.

ZORAIDA:       
(MIRANDO) ¡Pero si aquí hay suficiente!

SERAFIN:       
¡Qué te vengas, necia! (ZORAIDA Y SERAFÍN SALEN A LA RECEPCIÓN)

GOBERNADOR:     
¿Ya pensaste de dónde vas a sacar la plata, Rojitas?

ROJITAS:       
Se joderán el gimnasio y la escuela artesanal… esa es la única plata que queda disponible.

COMANDANTE:     
¿No han notado que todo se quedó como en silencio?

SANTA: 
Debe ser que se cansaron y se marcharon a sus casas.

ZERPA: 
Asómese y vea, Rojitas… yo no me atrevo a hacerlo.
(ROJITA ABRE UNO DE LOS BALCONES)

SERAFIN:       
(CON ZORAIDA EN LA RECEPCION) ¡Busca fósforo en la oficina de Rojitas!

ZORAIDA:       
¿Pero para qué?

SERAFIN:       
No preguntes y obedece… otra cosa… ¿Dónde está el galón de gasolina que tiene guardado el doctor?

ZORAIDA:       
Ya lo traigo. (ENTRA EN LA OFICINA DE ROJITAS)

ROJITAS:       
(ENTRA ATERRADO A LA OFICINA. AFUERA SE VE UN RESPLANDOR ROJIZO) ¡Carajo, doctor, nos prendieron candela… nos van a asar como parrilla!

GOBERNADOR:
¡Como es la cosa! (CORRE A UNO DE LOS BALCONES, LOS DEMAS LE IMITAN) ¡Nos jodimos, esos coños de madre le prendieron fuego a la Gobernación!

(COMIENZAN A CAER PIEDRAS EN LA OFICINA A TRAVES DE LAS PUERTAS QUE HAN ABIERTO. LOS PRESENTES SE CUBREN CON MUEBLES Y DETRÁS DE ELLOS)

ZORAIDA:       
Aquí tienes, Serafín. (LE DA LA GASOLINA. ESTE LA DESTAPA Y COMIENZA A REGARLA POR LA RECEPCIÓN) ¿Qué piensas hacer?

SERAFIN:       
(SE ASOMA AL BALCON) ¿Yo? Pues ayudar a los que se encuentran allá abajo. (CONTINUA CON SU TAREA)

ZORAIDA:       
¿Y no hay otra manera, Serafín?

SERAFIN:       
No, Zoraida, cuando todo está tan corrompido, con lo único que se puede limpiar es con fuego. ¡Vamos!

(SE DIRIGEN RAPIDAMENTE A LA ESCALERA, DESPUÉS DE LANZAR EL GALON)


ZORAIDA:       
(SE QUEDA MEDITANDO, LUEGO VA HACIA SERAFÍN) Tienes razón… Esto solo se puede limpiar con candela.

SERAFÍN:       
¡Dame los fósforos!

ZORAIDA:       
No, Serafín, el fuego lo encenderemos ambos… porque un fuego purificador solo lo puede encender nosotros, el pueblo.

(ZORAIDA ENCIENDE VARIOS FÓSFOROS. TITUBEA. EN LA OFICINA CONTINUA LA LLUVIA DE PIEDRAS. ZORAIDA LANZA LOS FÓSFOROS)


APAGON TOTAL.

FIN DE LA OBRA.





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