Dramaturgo, director, docente, corresponsal, editor y representante internacional
de amplia trayectoria en el mundo del teatro. Premio Nacional de Teatro 1995. |
(Sainete tradicional para recordar a mi pueblo)
SALA DE PUEBLO. MUEBLES MODESTOS. NADIE EN ESCENA. ERMENEGILDA ENTRA CORRIENDO.
ERMENEGILDA.-
¡Romualda! ¡Romualda!
ROMUALDA.- (Apareciendo. Alarmada).
Ermenegilda, ¿qué ocurre?
ERMENEGILDA.-
¡Ay, Romualda! ¡Lo que ha ocurrido! ¡Lo que ha ocurrido!
ROMUALDA.-
¿Y qué ha ocurrido, mujer?
ERMENEGILDA.-
¡Déjame espirar que casi no puedo hablar!
ROMUALDA.-
Pero, Ermenegilda, por Dios, ¿qué ha ocurrido?
ERMENEGILDA.-
Una desgracia. ¡Una gran desgracia!
ROMUALDA.-
¿Pero qué desgracia ha ocurrido, mujer? ¡Cuéntame!
ERMENEGILDA.-
¡Anacleta! ¡Anacleta, la hija de los Cabello Peinado!
ROMUALDA.-
¿Pero, qué le pasó a Anacleta?
ERMENEGILDA.-
¡Ay! ¡No me atrevo a contártelo!
ROMUALDA.-
¡Pero, mujer, habla de una vez, que me va a dar algo!
ERMENEGILDA.-
Está bien. Te lo diré. Pero después no vayas a decir que soy una chismosa.
ROMUALDA.-
Está bien, pero habla. ¿Qué le pasó a Anacleta?
ERMENEGILDA.-
¡¡¡Qué dio un mal paso!!!
ROMUALDA.-
¡Ay, Dios mío! ¡¡Qué horror!! Dígame, y ella que estaba comprometida para casarse.
ERMENEGILDA.-
Así es mijita, ¡y con un buen partido!
ROMUALDA.-
¡Qué! ¿Qué ese muchacho es partido?
ERMENEGILDA.-
No, mujer. Que es un buen candidato.
ROMUALDA.-
¡¡¡Así que Anacleta dio un mal paso!!! ¡Quién lo iba a creer! ¡Tan seria que parecía y resultó una motolita!
ERMENEGILDA.-
Dígame, ahora no podrá casarse.
ROMUALDA.-
¡¡Qué desgracia para esa familia!!
ERMENEGILDA.-
¡Esa familia como que tiene mavita! ¿Te acuerdas de Manuela, la otra hija?, ¡se casó con un patiquín de la ciudad y al poco tiempo descubrió que era del otro lado!
ROMUALDA.-
¡Qué horror!
ERMENEGILDA.-
¿Y qué me dices del hijo? Parece que le pasó algo raro.
ROMUALDA.-
Ellos dicen que está trabajando la agricultura, pero ya todo el mundo sabe que está preso.
ERMENEGILDA.-
¡¡Mujer!! ¡Tú sí sabes cosas! ¿Y, por qué estará preso?
ROMUALDA.-
Guá. ¡Dicen que se robó unos burros y los vendió como carne de ganado!
ERMENEGILDA.-
¡¡¡Ay, Dios mío!!! ¡Me siento mal! ¡¡Creo que voy a vomitar!!
ROMUALDA.-
Pero, ¿qué te pasa?
ERMENEGILDA.-
¡Entonces yo comí carne de burro! Bastante carne que le compré cuando tenía la pesa. Una vez le dije: Mira Pancracio, esa carne está muy dura. ¿No será carne de burro? Pues mujer, se puso nervioso y me respondió:
“Mire Ermenegilda, déjese de esos jueguitos que no me convienen. Puede ser que esté un poco dura, pero échele bastante candela para que vea que se pone como carne de Lapa”. ¡¡Ahora me doy cuenta que la Lapa era yo!!
ROMUALDA.-
¡Y no se diga de la otra hija! ¿Te acuerdas? ¡Que al poco tiempo de casada el marido descubrió que se le jugaba con el boticario!
ERMENEGILDA.-
¡Claro que me acuerdo! Pero es que los hombres también son una amenaza, mijita. Fíjate en Fulgencia, la de los Tabate, ¡desde que el primo le hizo el daño, no pudo casarse nunca! ¡Claro! ¿Quién se va a casar con una mujer que tiene el camino… bueno… andado!
ROMUALDA.-
Es verdad. ¿Quién se va casar con una mujer usada?
ERMENEGILDA.-
¡Eso es lo que yo digo!
ROMUALDA.-
Pero, dime, ¿quién le hizo el daño a Anacleta?
ERMENEGILDA.-
No lo sé, ¡pero lo voy a averiguar! ¡¡Como que me llamo Ermenegilda!! Bueno… no es que yo sea chismosa o fisgona, pero uno tiene que interesarse en las cosas que ocurren en el pueblo. ¿No crees?
ROMUALDA.-
¡¡Así es, mijita!! A mí no me gustan los chismes, ¡pero uno tiene el deber de preocuparse del prójimo! Pero, dime, ¿cómo te enteraste del paso de Anacleta?
ERMENEGILDA.-
Me lo acaba de decir su prima Fulgencia, y tan pronto como me lo dijo corrí a contártelo.
ROMUALDA.-
¡¡Qué desgracia para esa familia!! Y el hombre, ¿qué se haría?
ERMENEGILDA.-
¡¡¡Ese debe andar huyendo!!!
ROMUALDA.-
Yo no le deseo mal a nadie, mijita, pero ¡¡se lo merecía!! La mamá le daba muy mala vida a su marido. Y, además…
ERMENEGILDA.-
Y, además, ¿qué? Mujer.
ROMUALDA.-
Bueno, te lo digo porque eres tú, ¡y yo sé que no se lo vas a contar a nadie!
ERMENEGILDA.-
Claro, mujer, tú sabes que yo soy una tumba.
ROMUALDA.-
Me contaron que cuando su marido estaba grave de muerte, ¡ella se veía tras el corral con el señor cura!
ERMENEGILDA.-
¡¡¡Qué horror!!! ¡¡Y con el señor cura, que se la echaba de santo!!
ENTRA FULGENCIA CORRIENDO
FULGENCIA.-
¡Doña Romualda! ¡Doña Romualda! ¡Qué bueno que la encuentro!
ROMUALDA.-
Fulgencia, ¿qué pasa?
FULGENCIA.-
Le manda a decir mi mamá, que si tiene yodo que le preste. ¡Es para Anacleta!
ERMENEGILDA.-
¿Para Anacleta? Y, ¿eso se cura con yodo?
FULGENCIA.-
¡Claro, yo me curé con yodo!
ROMUALDA.-
¿Cómo? ¡¡Ay, Dios mío!! ¿Y a ti también te ocurrió eso?
FULGENCIA.-
¡Claro! ¡Y me curé con yodo!
ERMENEGILDA.-
Mijita, mijita, pero si eso no se cura con yodo… ni con nada. Después que el camino está abierto no se cierra… Ni con Piedra Lumbre.
FULGENCIA.-
Pero, sí, doña Ermenegilda. ¡Si se cierra! ¡Yo me cerré la mía!
ROMUALDA.-
¡Ay, Dios mío! ¡Qué horror!
FULGENCIA.-
¡Además, a Anacleta se le rajó solamente un poquito!
ERMENEGILDA.-
¡No, niña! ¡Eso se raja o no se raja!
FULGENCIA.-
¡Pero si fue solamente un poquito, aquí en la nalga!
ERMENEGILDA.-
¡Y fue por la nalga! ¡Qué horror!
ROMUALDA.-
¡¡Esto es el fin del mundo!! ¡¡A lo que hemos llegado!! ¡En mis tiempos no se veían esas cosas!
ERMENEGILDA.-
¡Nunca había visto nada igual!
ROMUALDA.-
¡Ese hombre es un sádico! Y, ¿ya está preso?
FULGENCIA.-
Pero, ¿qué hombre?
ERMENEGILDA.-
Pero, muchacha, ¿no entiendes? El hombre que le hizo el daño.
FULGENCIA.-
Pero, ¿qué daño?
ROMUALDA.-
Muchacha, el daño que le quieren curar.
FULGENCIA.-
Pero si no fue un hombre.
ERMENEGILDA.-
¿Que no fue un hombre?
FULGENCIA.-
Claro que no.
ROMUALDA.-
Entonces, ¿qué fue, un burro?
FULGENCIA.-
¡No, fue con un palo!
ERMENEGILDA.-
¿Fue con un palo? ¡¡Peor todavía!! ¡Esto es el fin del mundo!
ROMUALDA.-
Mira, muchacha, tranquilízate, y cuenta con calma qué fue lo que pasó.
FULGENCIA.-
Que Anacleta estaba monada en una mata de mango, dio un mal paso, se vino abajo, cayó sobre unas ramas y se rompió la nalga con un palo.
ROMUALDA.-
Ermenegilda, Ermenegilda. ¿Tú no dijiste que Anacleta había dado un mal paso?
ERMENEGILDA.-
¡Esta es la culpable! Pero, Fulgencia, ¿tú eres loca? ¿Tú no me dijiste que Anacleta había dado un mal paso?
FULGENCIA.-
Sí, pero usted no me dejó terminar lo que le iba a decir y se fue corriendo. Pero, ¿qué entendió usted, pues?
ERMENEGILDA.-
Bueno, yo entendí… eso, ¿verdad, Romualda?
ROMUALDA.-
Ermenegilda, Ermenegilda. Eso te pasa por mal pensada y chismosa.
FULGENCIA.-
Pero, ¿qué fue lo que pensaron ustedes que no entiendo?
ERMENEGILDA.-
Nada malo, niña, eso, que Anacleta se cayó de una mata de mango. ¿Cómo íbamos a pensar nada malo de una familia tan honrada y distinguida como tu familia? ¡No faltaba más!
ROMUALDA.-
Bueno, ya todo está aclarado. Voy a buscarte el yodo.
ERMENEGILDA.- (Exclama horrorizada)
¡¡¡Ay, Dios mío!!!
ROMUALDA.-
Mujer, ¿qué te pasa ahora?
ERMENEGILDA.-
Es que le conté lo de Anacleta a Sinforosa, a Encarnación, a Carmen Rosa y a Petra María. Adiós. (Sale corriendo)
FULGENCIA.-
No entiendo nada. No entiendo nada.
ROMUALDA.-
(Hace una exclamación)
FIN
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