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Especialista en Teatro Venezolano

jueves, 5 de marzo de 2015

Thais Erminy



                                Whisky & Cocaína 
                                       La tercera mujer
                                 En un desván olvidado
                    Chismes nocturnos de señoras decentes
                                            La cárcel



Dramaturga, docente teatral, diseñadora y fotógrafa.
Entre sus obras de teatro se encuentran:
La cárcel (Premio Dramaturgia de El Nuevo Grupo 1981), La tercera mujer (1982), Whisky & cocaína (Premio VIII Bienal Literaria “José Antonio Ramos Sucre”), En un desván olvidado (Premio Dramaturgia Fundarte 1991), Chismes nocturnos de señoras decentes (1996), La decisión  (s/f.), Ildi… yo te amo (s/f.), entre otras.


WHISKY
&
COCAÍNA


Escenografía:
Un salón de estudio, descanso, y trabajo a la vez. Un lugar íntimo, informal, cálido.
En el lateral izquierdo, una larga cortina bohemia, sitio por donde se entra y se sale del lugar.
Al fondo, también a la izquierda, una ventana grande.
Del mobiliario destaca, al lado derecho una mesa rectangular de trabajo con su banco. Al lado izquierdo un sillón de dos puestos, una mesita con gaveta, una silla antigua de madera. En el centro, al fondo, una estantería con libros, y un teléfono.
Regados por el lugar: revistas, cojines, entrañas esculturas; muñecos y muñecas.
En las paredes afiches de cine; y fotos de ella en acción cinematográfica.

Personajes:
CAROLINA: 30 – 35 años. Alta, imponente, de rasgos atractivos. Actriz de cine. Viste pijama-pantalón, camisa y pantuflas exóticas.
MIGUEL ANGEL: 35 – 40 años. Bien parecido, varonil. Director de teatro. Viste: pantalón blue jean, camisa, chaqueta deportiva y cómodos zapatos.

Se abre la puerta de la sala del teatro y se escucha una canción muy de moda: positiva, alegre y cantada en español. Al ir entrando el público se deberá contagiar de un ambiente entusiasta, producido por la escenografía y la música. A esta canción, le siguen otras de las mismas características. En la medida en que los espectadores se van sentando, les sorprenderá oír la voz de una mujer, en vivo, que sale detrás del escenario y que a veces dobla parte de las canciones. Cuando la sala esté un poco quieta, se escuchará el ruido de una licuadora. Con todo el público totalmente ubicado, se apagarán las luces de la sala. Al mismo tiempo que se enciendan las luces sobre el escenario, entra Carolina tomándose un batido. Se dirige al aparato de sonido doblando la canción que está escuchando. Se la ve tranquila, alegre. Apaga el aparato. Termina de tomarse el batido; deja la copa en la estantería y de allí mismo agarra una botella de whisky y un vaso. Luego camina hacia la mesa de trabajo y los deja. Busca una hoja de periódico que ya tiene doblada y la coloca cerca de la botella. Abre una gaveta, saca un libreto todo marcado; lo deja. Va hacia la ventana y se estira como una persona muy satisfecha y recién levantada. Después hace unos ejercicios corporales y otros de dicción. Al terminar agarra el libreto, lo abre en una página específica, lo relee rápidamente y lo deja).
CAROLINA.- (Hablará como si Arturo estuviera presente. Dirá las siguientes palabras fríamente) No serás libre nunca, Arturo, ¡nunca! (Hace que se sirve y se toma un trago. En esto se le cae la hoja del periódico, ella la recoge) Tengo una flojera. (Se despereza y trata de concentrarse de nuevo. Esta vez dirá las mismas palabras, pero melodramáticamente –no cursi-) No serás libre nunca, Arturo, ¡nunca! (Al oírse, en Carolina) No me acaba de gustar así; no sé cómo a Miguel Ángel sí. (Como La Chata hace que se sirve un trago) ¿Vas a seguir insistiendo en el divorcio, Arturo? (Breve pausa) Jamás te lo daré. (Pausa. Como dándole tiempo al parlamento de él) ¿Sí…? ¿Cómo me vas a obligar? (Pausa) Te di los mejores años de mi vida, mi juventud, mi… (Molesta, fastidiada, deja la botella y el vaso. En Carolina) ¡Qué mujer tan tonta! (Coge un cigarrillo, lo enciende, mira con picardía el humo. En Carolina) Yo nunca podría ser así, hay mucho que explorar, el mundo está lleno de gente para quedarse sola. (Apaga el cigarrillo; acerca la botella y el vaso) ¿Por dónde iba? (memorizando con palabras veloces el texto que ha dicho, continua. Amenazante. Como La Chata) No abras esa puerta, Arturo, o te pesará. (Breve pausa) Te ruego, mírame, soy yo, La Chata, tu esposa. (Breve pausa) Te quiero, Arturo. (Silencio reflexivo. En Carolina) Aún no puedo creerme este “te quiero”; ¡no lo puede amar ya! (Pausa. Regañándose) Ya está asumido que aún lo quiere. (Pausa. Como La Chata y con verdad) Te quiero, Arturo. (Amenazante) No me mires así, ¡¿acaso soy una anciana?! (Todo el siguiente texto en Carolina) (Molesta) La Chata en 1900 y el mundo siguió girando. (Pausa. Prende otro cigarrillo) Me enferma que todavía existan mujeres así… (Breve pausa) Bueno, mi mamá también lo era; ¡pero caray, la vieja ya tendría 65 años! (Sin poderlo creer) Igualitas… toda una vida centrada en un hombre, hasta que les dan dos patadas. (Breve pausa) Como hizo papá, que de ser por mí, la habría dejado antes; porque era seca, persecutoria, rutinaria, y él un sibarita. (Camina un poco buscando concentración. De aquí en adelante como La Chata) Voltea, mírame, soy yo, La Chata, tu esposa. Te quiero, Arturo. (Pausa) Tú me has vuelto achacosa, me has vuelto una amargada y ahora quieres botarme como a un coroto viejo. (Agarra la hoja del periódico) Eres un abuelo baboso, ¿no te da vergüenza? ¡Besándote en la boca con esa muchachita! ¿Te parece justo ponerme en ridículo delante de todo el mundo? ¿No la podías mantener escondida? (Tirando el periódico) ¡Maldita sea! ¿Dónde haces tus cochinadas con ella? (Más amenazante) Si te vas la llamo y formo un escándalo. ¡Te voy a arruinar! (Toma el vaso y la botella) Por tu culpa he caído en esto. (Breve pausa) Sí, voy a seguir. (Hace que se sirve un trago) ¡A tu salud! (Como si Arturo se le fuera a acercar para quitarle la botella) No te atrevas, es mía. (En forma grotesca, como una prostituta) Tómame a mí. (Se abre un poco la camisa de la pijama, y se sube la cabellera) ¿No te gusto así tampoco? (Le coquetea vulgarmente. Se da cuenta que él se le va a ir. Se le arrodilla) ¿Quieres que me arrastre ante ti y te suplique que la dejes? (Se levanta) ¡No me des la espalda! (En ruego) Arturo, detente, te necesito. (Como si Arturo fuera a abrir la puerta) Si te vas te juro que la llamaré. ¡Los destruiré a los dos! (Arturo se va y ella cae desplomada en el piso. En ruego viendo hacia la puerta, vuelta un guiñapo) No te vayas, por favor, no te vayas; te lo imploro, Arturo…
(En eso, entra Miguel Ángel. Se le ve iracundo pero contenido. Trae un periódico y el libreto. Carolina se asusta por lo intempestivo de su llegada, porque la agarró en un momento de absoluta privacidad, practicando su ensayo)
CAROLINA.- (Rompiendo el ensayo) ¿Qué haces tú aquí?

MIGUEL ÁNGEL.- (Sin responder, camina, observa el periódico que allí se encuentra) ¿Es el de hoy?    

CAROLINA.- (Sin entender) ¿Qué? (Luego, atinando por la dirección de si mirada) Ah, no. (Se le acerca y le da un beso en los labios de buenos días. Él recibe el beso indiferente) ¿Y eso, por qué no avisaste que venías? (Mientras él va ejecutando las siguientes acciones físicas, ella irá hablando: él deja las cosas que trae en la mano, luego se saca el revólver que carga para protección persona, y lo coloca en un sitio seguro) (Ella fresca y tranquila ha ido diciéndole:) Ayer tenía ganas de verte. Te llamé y no te encontré; espero que la hayas pasado bien.
(Discretamente él camina hacia una gaveta, la abre, busca algo pero no lo encuentra)

CAROLINA.- Aunque por tu expresión…

MIGUEL ÁNGEL.- (Seguirá buscando en dos o tres sitios habituales, donde él guarda la cocaína. Siempre discretamente) ¿Estás llegando o te estás levantando?

CAROLINA.- (Sabiendo lo que él busca; aunque no está siendo obvio) ¿Se te perdió de nuevo?

MIGUEL ÁNGEL.- (La mira) Fui quien preguntó; no te me evadas.

CAROLINA.- (Se le acerca coqueta para abrazarlo) Me levanté hace rato. No me has contestado, ¿tú qué haces aquí?

MIGUEL ÁNGEL.- (Se la quita de encima) Quiero ensayar la escena final.

CAROLINA.- Tu citaste a las seis y son las 10.

MIGUEL ÁNGEL.- Ese es el ensayo general. ¿Acaso tienes otro compromiso?

CAROLINA.- (Pícara) Sí, contigo…¡No con el director!

MIGUEL ÁNGEL.- El que está aquí, es el director y necesitas que ensayes ahora, porque quiero probar un cambio.

CAROLINA.- (Alarmada) ¡¿Un cambio?! ¡¿A estas alturas?!

MIGUEL ÁNGEL.- No es exactamente un cambio, es… una reacción que quiero revisar para ver qué hago.

CAROLINA.- ¿Lo hablaste con Ibsen?

MIGUEL ÁNGEL.- ¡Ah, vaina, soy yo el que decide!

CAROLINA.- Pero la pieza es de Ibsen, Miguel Ángel.

MIGUEL ÁNGEL.- ¡Tú no sabes lo que quieres de la vida, Carolina!

CAROLINA.- (Cariñosa) Sí, a ti, mi amor. (Sonríe)

MIGUEL ÁNGEL.- (Disgustado) No estoy jugando.

CAROLINA.- NO tengo ganas de discutir.

MIGUEL ÁNGEL.- Como siempre; la damisela sólo busca su tranquilidad y sus placeres.

CAROLINA.- En cambio tú gruñes y gruñes.

(A estas alturas, él duda dónde la habrá escondido él mismo)

MIGUEL ÁNGEL.- Prepárate a ensayar.

CAROLINA.- Lo que usted ordene, señor director. Usaré una bata mía, la negra está en el teatro.

(Sale sin esperar respuesta. Él mira los libros, se le ilumina el rostro, se dirige hacia ellos, busca detrás de uno, pero no encuentra nada. Ella regresa y él disimula; comienza a abrir espacio para utilizar la mesa de trabajo como peinadora)
(Carolina viene con una bata roja sobre el pijama. En la mano trae un estuche de cosméticos y una caja de pañuelos faciales)

CAROLINA.- ¿Desde dónde lo tomo?

MIGUEL ÁNGEL.- Cuando La Chata está sola. (Ella que ha dejado las cosas, procede a ayudarlo para abrir todo el espacio posible)

CAROLINA.- ¿Y el revólver? ¿Y el espejo?

MIGUEL ÁNGEL.- (Levanta la mesita auxiliar y la coloca cerca de la supuesta peinadora) ¿El revólver? Usemos el mío. Y el espejo te lo imaginas. (Mientras habla buscará el arma, le sacará las balas, se las meterá en el bolsillo)

CAROLINA.- Traigamos el espejo que está en la sala.

MIGUEL ÁNGEL.- No; es muy grande.

CAROLINA.- (Sale a buscarlo, mientras dice:) total si no pesa y me puede ayudar a concentrar.

MIGUEL ÁNGEL.- (Coloca el arma en la gaveta de la mesita) En la gaveta de la mesita pongo el revólver. (De inmediato busca con la mirada dónde puede estar la cocaína. Ve un afiche, como si recordara que allí la escondió, va directo y detrás de la parte de éste, saca un tubo de la droga)

CAROLINA.- (Regresando con el espejo, lo ve a él con el tubo en la mano) ¿Vas a empezar tan temprano?

(Él no responde, se guarda el tubo en el bolsillo y acude a ayudarla. Agarra el espejo y lo coloca detrás de la supuesta peinadora. Ella le va preguntando:)

CAROLINA.- ¿Desde cuando entro al cuarto, o ya en la peinadora?

MIGUEL ÁNGEL.- Desde el momento en que tu hermana se va.

CAROLINA.- Ah, lo del periódico.

MIGUEL ÁNGEL.- Correcto; pero éste ya está en la peinadora. (Mientras dice esto, va a su periódico, toma una hoja específica que ya tiene doblada, y la coloca sobre la mesa de trabajo. Inmediatamente busca en una cajita, en la estantería, los implementos para prepararse un pase de cocaína)

CAROLINA.- ¿Y cuál es el cambio?

MIGUEL ÁNGEL.- Todo a su tiempo.

CAROLINA.- La verdad es que no entiendo.

MIGUEL ÁNGEL.- Ya entenderás. (Preparando un pase)

CAROLINA.- ¿Disfrutas haciéndolo frente a mí?

MIGUEL ÁNGEL.- (La aspira) Está del carajo.

CAROLINA.- ¿Pero, tienes que empezar tan temprano?

MIGUEL ÁNGEL.- ¡Déjame en paz, Carolina!

CAROLINA.- ¿Por qué o la dejas?

MIGUEL ÁNGEL.- Eso es mi problema.

CAROLINA.- Y mío desde hace un año.

MIGUEL ÁNGEL.- (La corrige) Dos.

CAROLINA.- El primer año no estábamos juntos.

MIGUEL ÁNGEL.- Pero nos acostamos varias veces.

CAROLINA.- ¿Y eso qué tiene que ver?

MIGUEL ÁNGEL.- Cierto que para la damisela no cuentan esos encuentros.

CAROLINA.- NO vas a confundir una relación con una atracción sexual.

MIGUEL ÁNGEL.- (Cínico) ¡De verdad! Como comer cuando se tiene hambre.

CAROLINA.- Un buen comienzo de pareja y muy sano.

MIGUEL ÁNGEL.- Sí, como para revolcarse con cualquiera, cada vez que te de la gana.

CAROLINA.- ¡Ya está Miguel Ángel, no sabes ni lo que estás diciendo! siempre que te metes esa porquería te pones agresivo.

MIGUEL ÁNGEL.- Tú qué sabes, n siquiera la has probado.

CAROLINA.- No tengo necesidad de eso para realizarme.

MIGUEL ÁNGEL.- Tampoco te gusta la caña.

CAROLINA.- La caña sí, a veces; la coca no me interesa; gente como tú y “Las Chatas” huyen de la realidad con esos vicios. Yo no.

MIGUEL ÁNGEL.- (Burlándose de sí mismo) ¡Qué estúpido, por supuesto! Tú no perteneces ni a la generación del whisky, ni a la de la cocaína; tú eres más de avanzada.

CAROLINA.- (Respondiéndole a su antipatía) Vas a tener que pincharte para alcanzarme, entonces.

MIGUEL ÁNGEL.- (Molesto) Estás hablando mucha paja, vamos a trabajar.

CAROLINA.- (Se coloca cerca del banco y comienza el ensayo. Carolina, como en La Chata, hace que se sirve un trago en el vaso y lo bebe. El siguiente parlamento lo dirá artificialmente. Frío) Arturo, te has ido. Todo está vacío. Aunque quiera no puedo renunciar a ti.

MIGUEL ÁNGEL.- (La interrumpe) ¿Qué te pasa? sonó horrible. Dime, ¿qué está viviendo La Chata en esos momentos?

CAROLINA.- Ella viene de mostrarle el periódico a su hermana, viene de volcar sobre ella lo terrible que ha sido Arturo. Se siente…

MIGUEL ÁNGEL.- (Interrumpiéndola) Rompe el distanciamiento, hazlo en primera persona, háblame un poco de sus antecedentes.

CAROLINA.- (Se toma unos instantes) Bueno, mira… Mi sueño, toda la vida fue ser modelo; viajar, conocer mucha gente. Un día en un coctel de publicitas conocí a Arturo. ¡Él me dio la oportunidad! Increíble, la gente por la calle empezó a reconocerme; había pegado una cuña de medias Marlene. (Transición) Al poco tiempo nos casamos y me prohibió seguir ejerciendo. Entonces…

MIGUEL ÁNGEL.- (Vuelve a interrumpir) Carolina, eso no es lo que quiero. Métete más adentro del personaje.  

CAROLINA.- (Teniéndole paciencia a sus exigencias, toma aire) ¿Qué quieres que te diga…? Me siento como una piltrafa, desde que mi marido me quiere abandonar por una reinita de belleza que conoció siendo jurado de un concurso.

MIGUEL ÁNGEL.- (Ya molesto, la vuelve a interrumpir) ¡Demuéstrame eso! Vuelve a empezar.

CAROLINA.- (Se concentra y repetirá el parlamento un poco mejor) Arturo… te has ido. Todo está vacío. Aunque quiera no puedo renunciar a ti. (Se sienta en el banco. Se ve derrumbada. Voltea y se mira al espejo) Fui bella y tuve 20 años al igual que ella… (Pausa breve) En ese tiempo me tomabas el rostro y decías que yo era todo para ti, que te permitiera estar siempre a mi lado. (Breve pausa) ¡Mentiste! He hecho lo imposible para mantenerme joven. (Pausa) Arturo, no sé hacer otra cosa que vivir para ti. Mi razón de existir es ser tu esposa; ¿ahora quién soy? nada. Me arrugo, mis carnes se caen y no puedo retenerte.

MIGUEL ÁNGEL.- (Interrumpe) Un momentico, esto no sale, empezaste mejor pero te fuiste. (Exaltado) Vamos a buscarle otra vuelta. (Se mueve un poco tratando de encontrar la forma de hacerla reaccionar a ella) Arturo te dejó, te abandonó, entonces tú fuiste a llamar a la reinita y te salió el tiro por la culata: te dijo (enumerándolo) que no se había casado contigo, ni jurado fidelidad, ni mucho menos amor eterno. Allí, ¿qué le pasa a La Chata? 

CAROLINA.- Enfurece.

MIGUEL ÁNGEL.- ¡¿Y a ti, a ti Carolina, qué sientes?! ¡Demuéstrame cómo se conmueve tu aparato digestivo, tu circulación!

CAROLINA.- ¿Mi actuación no lo traduce, todo no está implícito en ella?

MIGUEL ÁNGEL.- ¡No, coño! lo quiero sentir yo. Tienes que prestarle tus vísceras a ella. ¡Sácalas, conéctate, vomítalas!

CAROLINA.- Espera. ¿Qué quieres que me reviente?

MIGUEL ÁNGEL.- ¡Sí, si es necesario para llegar a donde quiero llegar, sí! (Silencio. Tensión)

CAROLINA.- (Rompiendo la tensión)  Okey, okey, te complazco pero a mi forma, ¿okey?

MIGUEL ÁNGEL.- Como quieras, pero hazlo.

(Ella retoma desde el segundo párrafo. Aquí, desde que empieza a ensayar, comenzará a maquillarse grotescamente viéndose al espejo)

CAROLINA.- Fui bella y tuve 20 años al igual que ella…

MIGUEL ÁNGEL.- (Interrumpe) No, no, más adelante; desde: “Arturo no sé hacer otra cosa…”

CAROLINA.- (Asiente con la cabeza. Retoma la concentración y sigue maquillándose) Arturo no sé hacer otra cosa que vivir para ti. Mi razón de existir es ser tu esposa; ¿ahora quién soy? nada. Me arrugo, mis carnes se caen y no puedo retenerte. (Breve pausa) Mis labios y mis pies se secan al mismo tiempo. (Pausa) Caminábamos juntos… ahora volteo y tú no estás. (Deja de maquillarse y enfurecida le grita) ¡Cállate! no te justifiques. (Viendo al espejo fijamente por unos instantes, como manteniendo la imagen de Arturo en él, hace que se sirve un trago, y luego, maliciosamente con un gesto de su dedo índice lo llama) Así… ven. (Besa al espejo y deja la huella. Después se va distanciando lentamente, al mismo tiempo que su rostro se va transfigurando, por lo que supuestamente está viendo en el espejo) No… no me atormentes con esas imágenes. Te revuelcas con ella. No me hagas esto. Yo jamás vi a otro hombre que no fueras tú. ¡Te odio! (Pausa. Hace que se sirve otro trago) Me reventaba las mandíbulas de noche, de tanto y tanto apretarlas para no hablar, para no perderte.

MIGUEL ÁNGEL.- (Azuzándola) Te sangraban; había mal aliento en tu boca.

CAROLINA.- (Continúa) Me decía… son aventuras, pasarán.

MIGUEL ÁNGEL.- (Molesto, porque ella  no acababa de entrar en el personaje) Te consumías sola.   

CAROLINA.- (Un poco desesperada por el azuzamiento de Miguel Ángel, da más intención a los parlamentos) Pero tus ausencias se hicieron más frecuentes y entonces empecé e beber.

MIGUEL ÁNGEL.- (Sin quererse montar sobre el tono de ella, como para sí mismo, pero con ganas de darle más fuerzas) Eso es, estamos llegando al fondo.

CAROLINA.- Y el whisky me daba valor; imaginaba cosas, y me ayudaba a olvidar.

MIGUEL ÁNGEL.- Pero sufrías, porque no es nada cojonudo sentir cómo lo hieren a uno.

CAROLINA.- ¿Qué más querías, Arturo? te tenía tu ropa impecable; la casa y el jardín limpios. Yo soy una mujer de su hogar, que cuidé tus hijos para que no sufrieran. ¡¿En qué te fallé para que me cambies por esa rata?! Los niños nunca se dieron cuenta de todas tus parrandas a lo largo de estos 20 años. Tus camisas pintadas; los lápices labiales en el carro.  Sobre tus chaquetas  los cabellos rubios, rosados, verdes de cuanta bicha había; y yo callaba.
¡Lo único que te faltó fue meterte a tirar con ellas sobre mi propia cama!

MIGUEL ÁNGEL.- (Emocionado) Eso es, sácala brutalmente, deja que aflore toda la mierda.

CAROLINA.- (Viendo al espejo) En la foto estás feliz, radiante; ausente del mundo. A la reinita no la vi al principio, se me nubló la vista. (Hace que se sirve otro trago y se lo bebe) Le estás gritando al mundo que no te importa nada, que no soy suficiente mujer ya, y no te lo voy a perdonar, ¡te lo juro! (Sujetándose la cabeza con las palmas de las manos como no queriendo recordar) Le tienes la lengua metida hasta la garganta.

MIGUEL ÁNGEL.- ¡Métete en la escena, vívela!

CAROLINA.- Coño, los estoy viendo, están aquí. (Finge que está ya mareada y empieza a enloquecer. Viendo al espejo fijamente) Se deslizan como serpientes. Se besan. Le chupas los pezones. Bordeas su cintura, acaricias sus muslos. (Breve pausa) El cuerpo se me congela. (Breve pausa) Miles de clavos brotan por los poros. Quiero abalanzarme sobre ti y caerte a golpes y a ella destrozarla. Quiero meterme en el medio de los dos, devorarles la lengua. (Haciendo que se sirve otro trago, lo va bebiendo mientras habla) (Más intensa al espejo) Me miras como si yo no existiera, ¡mierda! Te veo fijo y tú me ignoras. Te tengo que agarrar por el brazo, traerte hasta mí y decirte: estoy viva. Te lo juro que estoy viva y me las vas a pagar, instante a instante me los vas a pagar. Todos los momentos que me has hecho sentirme hueco de colchón para ahora botarme, me los voy a cobrar. Esa mujer no existe, la que existe soy yo y te lo voy a demostrar. (Le da la espalda al espejo. No quiero ver. Se encuentra en una lucha por descubrir y desconocer. Se levanta, va hacia la mesita auxiliar con la botella en la mano. Abre la gaveta, mira hacia adentro, duda. Se retuerce, se come su pelo, simula beberse un trago, dos. Saca el revólver. Comienza a llorar. Se sienta en el suelo. Llevando consigo la botella y el revólver, se la ve allí sentada como un ratón asustado. Vuelve a beber; luego con dificultad se quita la bata, se envuelve desde la cabeza, se riega todo el maquillaje por el rostro. Va hacia el espejo, lo mira, mueve la cabeza en son de negociación y horror) (Mientras dice el próximo parlamento, realizará las siguientes acciones: agarra el arma y la soba, la mete entre sus piernas, la disfruta, la sube y juega con sus senos; luego se mete el cañón en la boca, lo acaricia con su lengua) Vas subiendo; tu lengua la recorre toda, muerdes su cuello, le susurras al oído, llegas a la boca. Abres más sus muslos, ella cede. La vas a poseer… no por favor, no lo hagas. (Observa el arma, la sube hasta su cabeza, mira de nuevo al espejo, y habla mientras mueve el revólver por su cabeza) Te lo imploro, detente, no sigas. Sé que estás ardiendo; pero por Dios yo existo, estoy aquí, te veo, aún estás a tiempo, te lo ruego, ¿es que no me escuchas? (Sorprendida, como si la imagen se le hubiera desaparecido) ¡¿Arturo dónde estás?! (Voltea el rostro, no quiere ver. Agarra el periódico. Se le queda viendo a la foto. Luego como un resorte se para del banco y deja el arma)   

CAROLINA.- (Asombrada) ¿Cómo tomaron esta foto? ¡Qué vaina! ¿Será posible que la prensa no respete? ¡¿Cómo se les ocurre publicar esto?! No lo puedo creer, ¿Miguel Ángel, cómo no me habías dicho nada? esto es muy grave para mi imagen. ¿Qué vamos a hacer?

MIGUEL ÁNGEL.- (Más asombrado aún) ¿Qué, qué “vamos” a hacer? ¿Tú y yo? ¡Estás loca!

CAROLINA.- Es injusto, vale. ¡Con qué derecho!

MIGUEL ÁNGEL.- ¡¿Vas a continuar diciendo sandeces?!

CAROLINA.- ¡Cómo que sandeces! ¿No te parece un atropello? Voy a armar un lío gigante; de abogados, pleitos y demás. ¡¿Hasta cuándo?!
(Mientras ella continúa, él anonadado se sirve parte de lo último de cocaína que le queda allí, y la aspira)
Antes inventaban chismes, ahora tiran espías a la calle. ¿Tendrá una que volverse paranoica? ¡Pero no me voy a quedar con los brazos cruzados! Mejor nos hubiésemos acostado en la Plaza Venezuela a las 12 del día. (Mirándolo a él) ¿No tienes nada que opinar, nada que decir?

MIGUEL ÁNGEL.- Sí, que estoy pasmado; me tienes asombrado con tu reacción.

(Ella se dirige a la peinadora para desmaquillarse)

CAROLINA.- Ahora que deberías gruñir, te quedas tan tranquilo.

MIGUEL ÁNGEL.- Coño chica, párate ahí. ¡Tú has salido en esa foto con un tipo que no soy yo!

CAROLINA.- No confundamos las cosas Miguel Ángel, lo nuestro es un asunto,  y la rabia que tengo con la prensa es otro.

MIGUEL ÁNGEL.- ¿Para ti es más importante esa foto que lo que significa por sí misma?

CAROLINA.- No pensarás que fue a propósito para que tú te enteraras.

MIGUEL ÁNGEL.- ¿Conmigo lo que te importa es que me haya enterado?

CAROLINA.- Cómo perdonarte lo del ensayo, sólo para que yo viera esa foto.

MIGUEL ÁNGEL.- No solamente se te ocurre irte a un hotel con Rolando, sino que entras a la habitación muerta de la risa.

CAROLINA.- (Tirando el periódico) ¡Fotógrafo marico!

MIGUEL ÁNGEL.- Ese fotógrafo cumplió con su trabajo.

CAROLINA.- Torturar también es un trabajo, matar también es un trabajo, robar también es un trabajo.

MIGUEL ÁNGEL.- ¡Hasta cuándo le vas a echar la culpa al fotógrafo!

CAROLINA.- Se me ocurre que pudiera ser una idea del productor de la obra, para lograr más publicidad… pero si es así, me va a oír.

MIGUEL ÁNGEL.- ¡No fue idea de nadie! Es tu sola responsabilidad.

CAROLINA.- Sí, pero nadie tenía por qué haberse enterado.

MIGUEL ÁNGEL.- Te irrespetaste y te cagaste en todo lo que te rodea.

CAROLINA.- (Nerviosa encendiendo un cigarrillo, se dirige al ventanal) Por favor, dame una tregua; necesito pensar lo que voy a hacer. (Se queda viendo por la ventana) (Él la observa. Luego ve la hoja del periódico, la agarra y la vuelve una pelota, después la tira hacia la salida. Se sienta y se le queda viendo donde cayó) (Hay unos momentos de profundo silencio)

(Luego, Carolina voltea, se le ve distinta, triste. Está preocupada por él)

CAROLINA.- Miguel Ángel… nunca he querido dañar nuestra relación; créeme.

MIGUEL ÁNGEL.- Carolina… (También se le nota una carga de tristeza) (Breve pausa) lo que está pasando es algo muy difícil de enfrentar para mí.

CAROLINA.- Lo sé. Eso era lo que estaba pensando; siento lo que estás sufriendo.

MIGUEL ÁNGEL.- Me hago miles de preguntas y llego a una sola respuesta, debemos terminar Carolina.

CAROLINA.- No, Miguel Ángel, yo te quiero, te quiero de verdad. No puede ser que lo nuestro se derrumbe así.

MIGUEL ÁNGEL.- Todos hemos cometido imprudencias; pero cada vez que recuerdo esa foto, mi interior se retuerce. Mi cuerpo está dividido en dos; una parte dice: sí, y la otra: no.

CAROLINA.- Eso es dolor, dolor y rabia, mi amor. Tienes toda la razón de sentirte así. A mí me hubiera pasado exactamente lo mismo, y ni siquiera sé si hubiera podido tener tu paciencia.

MIGUEL ÁNGEL.- Ninguna paciencia, Carolina. No sabía cómo decírtelo, cómo enfrentarme a ti, cómo preguntarte. Por eso resolví aprovechar la coincidencia de la obra. (Breve pausa) ¿Qué hubieras hecho tú?

CAROLINA.- habría volado a tu casa para poner las cosas en claro.

MIGUEL ÁNGEL.- Te aseguro que no es así de fácil, cuando tantas sensaciones y emociones diferentes se pelean dentro de uno.

CAROLINA.- ¡Qué egoísta! No pensé en ti, sino en lo que me hicieron.

MIGUEL ÁNGEL.- Me siento al borde de un ancho río; no sé si quedarme en esta orilla, o tirarme para que la corriente me arrastre.

CAROLINA.- Mira… he decidido no hacer ningún lío. ¿Para qué otro escándalo? Lo que lograría es beneficiarlos a ellos.

MIGUEL ÁNGEL.- ¿La fotografía de nuevo?

CAROLINA.- Tienes razón; ya eso no tiene importancia.

MIGUEL ÁNGEL.- Sé que eres un ser libre y por eso estoy tratando de comprender lo que pasó.

CAROLINA.- Jamás podría aceptar que por algo ajeno a mí, y a ti se llegue a terminar nuestra relación.

MIGUEL ÁNGEL.- ¡¿Qué hago con lo que siento?!
(Se dirige a aspirar lo último de cocaína que queda allí servido)

CAROLINA.- Miguel, te ruego que dejes eso; no lo hagas por mí, hazlo por ti. Ya se te acabó, no vuelvas a comprar más. Un hombre de tu talento no se puede perder así. En los últimos meses has estado consumiendo muchísimo. He pensado que son los ensayos y me he aferrado a la esperanza que después del estreno volverías a dejarla.

MIGUEL ÁNGEL.- Quiero que entiendas, como mi compañera y persona sensible, que a veces uno se deja arrastrar por lo demonios que lo habitan, y vas cayendo, cayendo…

CAROLINA.- Por los dos, detente, ¡arráncalos de ti!

MIGUEL ÁNGEL.- Y tú, ¿qué vas a hacer con Rolando?

CAROLINA.- Mi amor, fue un instante sin ninguna magnitud. Tú tienes que haberlos vivido también.

MIGUEL ÁNGEL.- Sí, pero no soporto que tú lo hagas.

CAROLINA.- La relación que hemos construido es difícil, pero real. Mi centro eres tú.

MIGUEL ÁNGEL.- ¿Repetirías encuentros fortuitos con él o con cualquier otro tipo?

CAROLINA.- Miguel, yo nunca he indagado en esa parte de tu vida privada. Lo importante es nuestro amor.

MIGUEL ÁNGEL.- Cerebralmente te comprendo Carolina, pero visceralmente no puedo aceptarlo. ¡Coño entiéndelo!

CAROLINA.- Entonces, ¿qué hacemos, Miguel Ángel? ¿Nos encerramos en un calabozo?

MIGUEL ÁNGEL.- ¿No te es suficiente con tu independencia?

CAROLINA.- ¡¿Cuál?!  Si estás cambiando las esposas y los candados por leyes y normas.

MIGUEL ÁNGEL.- No puedo vivir con la duda de que cuando no estés conmigo puedas estar con otro.

CAROLINA.- Las cosas no son así. Tú lo sabes. Sexo por sexo es una atracción entre dos personas, a quienes si se les presenta el momento y ambos lo desean, se acuestan, pero luego pasa, y se acabó.

MIGUEL ÁNGEL.- (Tajante) ¡Tienes que terminar este asunto con Rolando!

CAROLINA.- ¿Qué quieres, convertir esto en una caricatura de amor libre? No vale, no; comprendo tu dolor, lo siento más de lo que pueda suponer. Pero volver a una relación represiva, no lo aguantaría.

MIGUEL ÁNGEL.- ¿Entonces, te vas a tirar a la vida alegre?

CAROLINA.- Cálmate… lo que quiero es que vivamos libremente y compartamos, no las vivencias que nos puedan dañar inútilmente, sino las cosas trascendentales entre una pareja. Nuestro amor, nuestra vida en común pero con libertad, sin yugos falsos. Estar juntos, siendo libres.

MIGUEL ÁNGEL.- ¡¿Libres?! Estás usando esa palabra alegremente, Carolina. ¿Qué es ser libre, realmente? Estás pregonando una falacia. En palabras todo suena muy bonito y es lo que estoy tratando de decirte.  En mi mente puedo comprender que te provoque otro tipo, pero que en la realidad te acuestes con él, no.

CAROLINA.- Toda relación con otro implica un riesgo.

MIGUEL ÁNGEL.- ¿Entonces? ¡a tirar, tirar, tirar, porque el mundo se va a acabar!

CAROLINA.- (Mientras habla, agarra la bata y el bolso de cosméticos y los pone sobre una silla) Coño no, eso es otra cosa.

MIGUEL ÁNGEL.- Tú lo que quieres es hacer abiertamente, lo que los hombres hacemos a escondidas.

CAROLINA.- Mira Miguel Ángel, cuando nosotros nos planteamos esta relación lo hicimos considerando que la pareja tradicional está en crisis.

MIGUEL ÁNGEL.- Lo hemos hecho durante dos años, para no repetir experiencias pasadas.

CAROLINA.- Bueno, dejemos de delimitar lo que es y lo que no es sexualmente permisible.

MIGUEL ÁNGEL.- Eso sería ideal, y cuando pase se acabarán los problemas y tal vez allí hombres y mujeres podamos conseguir la paz.

CAROLINA.- En el sexo no hay amor, sólo genitales, y todas las represiones lo persiguen, puesto que es el único momento irrepresable.

MIGUEL ÁNGEL.- Entonces para ti el sexo es una gimnasia corporal.

CAROLINA.- No. Su ejercicio no tiene que ver con la dignidad, la honestidad. El sexo se agota en sí mismo, simula el amor. Allí está su fuerza y su limitación.

MIGUEL ÁNGEL.- Cada vez que te acuestes con un tipo va a salir publicado.

CAROLINA.- Trataré de que no suceda, pero no lo puedo garantizar. ¿Qué quieres, que deje mi carrera? ¿Acaso yo te he exigido que dejes la cocaína como ultimátum para seguir juntos?

MIGUEL ÁNGEL.- Pero me la vives cuestionando.

CAROLINA.- Y eso a ti te entra por un oído y te sale por el otro. Sigues haciendo lo que tú quieres; y no por eso nos hemos separado.

MIGUEL ÁNGEL.- ¡Qué va! Tú no vas a ceder. Vas a seguir plantada en lo que tú llamas libertad.

CAROLINA.- Sí, la que siempre creí que teníamos.

(Él se sienta en el sillón)

MIGUEL ÁNGEL.- Tal vez tengas razón y lo difícil sea el primer trago.

(Ella se sienta a su lado)

CAROLINA.- El compartir las noches que nos provoque, sin obligación, es reavivar constantemente nuestro amor.
El poder estar callado sin tener a alguien atrás preguntándote: ¿qué te pasa, sucede algo, qué piensas?  Nos ha brindado un oxígeno para crear y progresar más. En tener cada uno su espacio vital para hacer lo que quiere, cuando quiere y como quiere, nos ha permitido una autonomía floreciente. El matrimonio es una enajenación a la libertad. En resumen, reencontrarnos siempre para sumarnos, y no por un papel. (Breve pausa) Yo te quiero, Miguel Ángel.

(Él la mira; se ven. Se abrazan fuerte, se besan en la boca; se abrazan)
(De pronto, con suavidad, Miguel Ángel la va separando de sí. La suelta)

MIGUEL ÁNGEL.- (Sentado, recostando su cabeza al respaldar del sillón) Lo siento Carolina, hasta aquí me llega el sudor de él.

(Muy molesta hasta que termine esta escena)

CAROLINA.- (Se levanta) ¡¿Te es imposible aceptar que me haya acostado con Rolando y no me sienta culpable?!

MIGUEL ÁNGEL.- Quiero llegar al fondo de esto. Eres capaz de tener tus sentimientos conmigo y tus sensaciones con otro. ¿Quién eres, realmente?

CAROLINA.- Carolina, tu compañera. ¿Te acuerdas? Soy un cuerpo, un alma, una mente, un sexo igual que tú. ¡¿No lo vas a poder aceptar nunca?!

MIGUEL ÁNGEL.- No podré. (Se dirige a buscar más cocaína, ve que allí no le queda)

CAROLINA.- (Se ha dado cuenta) ¿Se te acabó? ¿Qué vas a hacer ahora?

MIGUEL ÁNGEL.- Como para reírse; no estoy disputando tu amor, sino tu necesidad de libertinaje vaginal.

CAROLINA.- De libertad sexual; exprésate correctamente. La mía. Porque la tuya sí está excusada y es normal según las buenas costumbres.

MIGUEL ÁNGEL.- ¿Qué te corre a ti por las venas?

CAROLINA.- Amor, deseo y otras mierdas que me controlo delante de ti.

MIGUEL ÁNGEL.- (Agarra el revólver y comienza a jugar con él. Irónico) ¿Rolando te convirtió en la Mujer Maravilla y él fue tu tarzán?

CAROLINA.- Ah… lo que quieres es saber cómo fue. (Breve pausa) Pues sí, Rolando es un tipo dulce, tierno. ¡Sin apuros! Te acaricia y te da tiempo de sentirlo por todo el cuerpo. Y sabe invitarte a disfrutar de él. Es suave, gentil… (Transición) En cambio tú eres muy intenso, ¡pero esa intensidad es ficticia, siempre estimulada por la cocaína!
(Ella le da la espalda y camina)
Eres incapaz de dejar la discutidera y tomarte la vida con alegría. ¡Eso es! jugar, reírte, festejar, divertirte. ¿Lo querías saber? Ya está.

(Mientras ella ha ido finalizando su parlamento, él se ha sacado una bala del bolsillo, abre el tambor del revólver; y al mismo tiempo que ella habla y voltea; él está metiendo la bala en el tambor, lo cierra y le da vuelta como una ruleta rusa)

CAROLINA.- (Se paraliza) ¡¿Qué haces, te has vuelto loco?!

MIGUEL ÁNGEL.- (La apunta) Vamos a jugar.

CAROLINA.- Deja eso, Miguel Ángel.

MIGUEL ÁNGEL.- No, ni de vaina, vamos a divertirnos. (Rápidamente agarra una muñeca y de debajo de su falda larga, le saca una bolsa de cocaína –al mismo tiempo que termina el parlamento-) ¿No es lo que te hace falta?

CAROLINA.- (Viendo la bolsa. Alarmada) ¡¿Qué es eso?!

MIGUEL ÁNGEL.- Cocaína, ¿no la reconoces?

CAROLINA.- ¡¿De dónde la sacaste?! (En ruego) Deja ese revólver. 

MIGUEL ÁNGEL.- (Amenazante. Apuntándole) camina.

CAROLINA.- Me da miedo, por favor, suéltalo.

MIGUEL ÁNGEL.- Camina, te dije.

CAROLINA.- ¡A dónde!

MIGUEL ÁNGEL.- Al teléfono.

CAROLINA.- ¿Por qué?

MIGUEL ÁNGEL.-  (Más amenazante) vas a realizar tu gran actuación. Te consagrarás. ¡Camina!

CAROLINA.- ¿A quién voy a llamar?

MIGUEL ÁNGEL.- A Ibsen.

CAROLINA.- (Sorprendida) ¿Para qué?

MIGUEL ÁNGEL.- Le dirás que tache mi nombre de los afiches, de los programas, de toda la publicidad; no estaré como director de esa cagada.

CAROLINA.- ¿Le vas a decir cagada a la obra?

MIGUEL ÁNGEL.- A la obra y a él también.

CAROLINA.- ¡¿Cómo?!

MIGUEL ÁNGEL.- ¡Lo que oíste, esa vaina se acabó!

CAROLINA.- No, Miguel Ángel, es tu trabajo, y el mío, están involucradas 6 personas más. ¡¿Cómo vamos a suspender?! Tú no puedes hacer eso.

MIGUEL ÁNGEL.- Lo hiciste tú, no yo.

CAROLINA.- ¿Y la inversión? ¿Y nuestros proyectos y la compañía?

MIGUEL ÁNGEL.- O suspendes la obra o no respondo. ¡Llama!

CAROLINA.- Entonces hazlo tú, dile que por esa mierda de foto, vas a echar todo abajo. Yo no quiero.

MIGUEL ÁNGEL.- Bueno, entonces llamarás a Rolando.

CAROLINA.- (Asombrada) ¡¿A quién?!

MIGUEL ÁNGEL.- No te hagas la sorda.

CAROLINA.- No tengo nada que hablar con él.

MIGUEL ÁNGEL.- Le dirás que venga a buscarte, que aún te quedan residuos de la picazón.

CAROLINA.- (Alarmada) ¡¿Cómo voy a decir eso?!

MIGUEL ÁNGEL.- ¡Ah, carajo! una tipa tan liberal no tiene vergüenza.

CAROLINA.- (Temerosa) No puedo.

MIGUEL ÁNGEL.- Está bien, voy a ayudarte. ¡Te daré coraje! (Ve la botella) (Para sí mismo) ¿Por qué no? (A ella) Agarra la botella.

CAROLINA.- ¡¿Qué?!

MIGUEL ÁNGEL.- No joda, agarra esa mierda, te dije.
(Carolina agarra la botella)
Destápala.

CAROLINA.- ¡¿Qué planeas?!

MIGUEL ÁNGEL.- ¡Ah! ¡Destápala!
(Ella lo hace)
Siéntate en el banco.
(Ella pensando que él no se va a atrever a más, le da la espalda para retirarse del salón. Él hace un disparo al aire. No sale la bala. Al oír ella el sonido del gatillo, se detiene el seco)
Vas y te sientas como buena niñita, o te dejo aquí como cenizas de puta.
(Mientras ella camina él abre la bolsa y como puede se mete un pase. Ella se sienta)

MIGUEL ÁNGEL.- Ahora, empínate la botella.

CAROLINA.- ¿Qué persigues con eso?

MIGUEL ÁNGEL.- ¡Bebe!

CAROLINA.- Así no me gusta.

MIGUEL ÁNGEL.- ¿La… “damisela” quiere hielo y agua?

CAROLINA.- ¡No quiero tomar!

MIGUEL ÁNGEL.- Nadie te ha invitado a un trago. ¡Te estoy ordenando que te bebas la botella!

CAROLINA.- ¡¿Estás loco?!

(Él se le acerca, le agarra la cabeza por el pelo, se le echa hacia atrás, poniéndole sus rodillas sobre las piernas de ella. Luego, mueve esa rodilla hacia el sexo de ella, y el revólver se lo pasa por los senos)

MIGUEL ÁNGEL.- ¿Así te gusta? ¿Te excita? ¡Te divierte!
(Ella trata de defenderse con el brazo que le queda libre. Él le pega la punta del cañón a los labios fuertemente)
Tranquila potranca. Estamos festejando.
(Ella como puede, mueve las piernas)
¿Así te resististe ante ese cabrón? No, él no te supo dar; a ti te gusta a lo salvaje, a lo duro.

CAROLINA.- (Como puede, le grita) ¡Me haces daño!

MIGUEL ÁNGEL.- No te supo coger, confiésalo.
(Ella se mueve ferozmente; él pierde algo de equilibrio y se para, pero le pone la pistola en la cabeza)
Bebe o disparo, Carolina. (Levanta el gatillo)
(Ella al sentir lo que él acaba de hacer, aterrorizada, toma un trago)
¡Bebe hasta que yo diga!
(Ella comienza a beber sin parar)
¡Así, sigue!
(Ella va a hablar)
¡No te despegues la botella!
(Ella sigue bebiendo, pero se le derrama ya, el whisky por la boca)
No seas callejera; lo estás botando. Puta, traidora.
(Con fuerzas superiores a ella, Carolina se le suelta, corre con la botella y se la tira. No se la pega)
(Él más entusiasmado) Ah… ¡¿entraste en calor?!
¡De pinga, ahora camina hacia el teléfono!
 
CAROLINA.- (En un grito desgarrador) No… coño, ya es suficiente.

MIGUEL ÁNGEL.- (Tenso por el grito, se pasa el revólver de mano un instante, para secarse el sudor en el pantalón) Me estás obligando a tirar del gatillo, Carolina. Me estás obligando…

CAROLINA.- (Al verlo así se asusta más) Por favor Miguel Ángel tranquilízate, estás sudando; cuidado.

MIGUEL ÁNGEL.- ¿Te acobardaste? Entonces no me hagas esperar. Marca el teléfono de Rolando. ¡Muévete!
(Ella muy nerviosa, toma el auricular, disca el número) (Él se le ha ido acercando. Cuando ella dice…)

CAROLINA.- ¿Aló?
(Él corta la llamada. Agarra el auricular y se lo pega al sexo de ella, mientras le dice, riéndosele en la cara, burlonamente)

MIGUEL ÁNGEL.- Jaque mate a la “reina”.

(Ella le arrebata el auricular, éste queda descolgado)

(Él comienza a reírse enajenadamente, con cara de triunfador, vuelve a agarrar la bolsa, le mete la mano y como puede se sirve, en la palma un pase grande; luego cierra la bolsa. A partir de aquí, él estará bien drogado, eléctrico, acelerado)

CAROLINA.- (Aún la bebida no le ha hecho del todo efecto, pero ya está mareada. Lo mira; luego reacciona) Desgraciado, ¿por qué cortaste? Me hubieras dejado hablarle. Entérate, te mentí; Rolando es un tipo rico, salvaje, sin censura, lanzado. Con vida propia. Te besa y te extrae hasta los ovarios, y hace el amor en todas las posiciones. Me acosté con Rolando porque me provocó, ¿lo oyes?, cobarde. Rolando me provocó, por eso tiré con él, te guste o no lo hicimos y fue exquisito, y lo volvería a hacer. Rolando es un tipo divino. Rolando es fuego, Rolando es…

(Con el revólver en la mano, él suelta la bolsa y de un salto le llega al lado de ella y con su mano le tapa la boca. Carolina se defiende como una tigra)

MIGUEL ÁNGEL.- Cállate, cállate, no vuelvas a hablar de ese tipo. Cállate. (Riéndose) ¡Te puedo callar, qué maravilla!

(Hay un forcejeo, caen sobre el sillón. Carolina agarra el arma, le apunta y levanta el gatillo)

CAROLINA.- A mí sí no me tiembla el pulso, Miguel Ángel.

MIGUEL ÁNGEL.- (Se espanta. La mira fijamente) Suelta eso.

CAROLINA.- (Agarra la bolsa de cocaína) ¿Por qué no ríes ya? ¡No dejes de reír!

MIGUEL ÁNGEL.- ¿Qué vas a hacer?

CAROLINA.- ¡Ríete! (Ya bastante mareada; borracha; hablará como si unos técnicos de cine estuvieran presentes)
Muchachos coloquen las cámaras aquí.
(Ella busca con la mirada algo. Luego le ordena) Coge las pinturas.

MIGUEL ÁNGEL.- (Mira el bolso de cosméticos) Por favor, carolina, cuidado con ese material.

CAROLINA.- Agarra los cosméticos te dije.

(Él toma el bolso. Luego se detiene a verla)
¡No dejes de reír! Es parte importante de la película, esto no es una tragedia. Ahora sí vamos a jugar, ya verás. (Le ordena) Ve a la peinadora.
(Él un poco atemorizado, le sigue el juego)
Abre el bolso y coge una pintura de labios; ¡rápido! No pierdas el personaje.

MIGUEL ÁNGEL.- Tú no sabes de armas, Carolina, deja el revólver y cuidado con la bolsa.

CAROLINA.- No hables que va a comenzar el rodaje. Concéntrate, mira al espejo. Piensa bien lo que te voy a decir… (A los técnicos) ¿Cámara lista?, va a comenzar la acción. (A Miguel Ángel) Imagínate la cara de La Chata y ¡píntala!
(Él se queda inerte)
(Ella a los técnicos) ¡Corten!, ¡corten!
(A Miguel Ángel) ¿No oyes lo que te estoy diciendo, tienes los oídos sucios? Dije que pintaras el rostro de La Chata.
(A los técnicos) Cámara de nuevo. A sus puestos. ¡Acción!
(Ella rápidamente se retracta) ¡Un momento! hay que limpiar ese espejo.
(Él sin saber qué hacer)
¡Límpialo! Apúrate que se nos va la luz.
(Él limpia el espejo tomando unos pañuelos faciales)
Ahora sí, dibuja su cara; y no te lo vuelvo a repetir.
¡Cámara acción!
(Él comienza. Pinta un círculo)
Sonríe, demuéstrale felicidad.
((Él dibuja dos redondeles por ojos, una raya por nariz) (Ella sin dejar de apuntarlo en ningún momento)
Así, así vas bien.
(Él pinta dos rayas por labios. Termina. Cierra los puños y los apoya en la peinadora, no la ve) (Ella busca ángulos diferentes para disfrutar el dibujo) Preciosa, exquisita. Ponle los labios más carnosos.
(Él no se inmuta)
(Ella muy molesta) ¡Corten! (Más amenazante le repite) ¡¿Coño, tú no entiendes?! (Muy cargada de rabia) Que le pongas los labios más carnosos.

MIGUEL ÁNGEL.- (En un arranque de desesperación, raya gruesamente los labios en el espejo, mientras le grita) ¡Dame mi cocaína, entrégame mi material!

CAROLINA.- ¡Silencio! (Anuncia) Toma final… concentración. (Exigente hacia él) Bésala galán. Acaba de encontrar su pareja ideal.
(Él mira hacia el techo)
No te distraigas, los pies de película corren. (Le grita) ¡Bésala!
(Él se acerca a besar al espejo, pero se arrepiente y de inmediato se retira)
(Ella se coloca en posición y le dispara. La bala no sale. Él casi se desmaya)
(Sonreída) ¡Qué suerte tienes!
(Seria) ¡Conéctate! Encontraste a la heroína de tus sueños, no la puedes besar así. ¡No! Fusiónate con ella, y luego mira a la cámara, vamos a obsequiarte un “close-up”.

MIGUEL ÁNGEL.- (Besa el espejo, queda todo pintado. Sin moverse) Todo el dinero que tenía lo invertí en esa compra., me la das o soy capaz de lo que sea.

CAROLINA.- (Dirigiéndose a los técnicos) Muchachos, este actor no sigue el guión; es imposible, no tiene remedio. Mejor desaparezcan.
(Miguel Ángel va a caminar)
Tú no, cariñito. Contigo no he terminado aún. (Mira a su alrededor y en un instante decide) Móntate sobre el pretil de la ventana.

MIGUEL ÁNGEL.- (Pensando que la situación se había acabado, se sorprende) ¡¿Carolina?! ¡Ya basta! El juego terminó, entiéndelo. Necesito un pase, necesito algo, lo que sea. ¡Pero basta!

CAROLINA.- ¿Basta? ¿Y todo lo que me hiciste? ¡Móntate en el pretil!

MIGUEL ÁNGEL.- Fue tu culpa, me sacaste de mis casillas. ¡Me estás enloqueciendo Carolina!

CAROLINA.- No me interesa; tú empezaste, ahora asume las consecuencias.

MIGUEL ÁNGEL.- ¡Escucha! Agarraron al Pirri pinchando a un chamito de 12 años, no voy a poder conseguir más coca, ten  cuidado con esa bolsa.

CAROLINA.- No me cuentes historias de asesinos.

MIGUEL ÁNGEL.- ¡No seas estúpida, comprende!

CAROLINA.- ¡No me grites y móntate sobre esa mierda!

MIGUEL ÁNGEL.- (Enfrentándosele, hablará hasta gritar e irá tensando más a Carolina) No lo haré, no joda, no lo haré, estás loca, no lo haré.
(Un instante de silencio. La mira fijamente) No te atrevas.
(Camina para acercársele y manoteándole hacia la cara) Reconócelo, ya es suficiente. Dame esa arma. Dame mi perico. (Acercándosele más) ¡Dame el revólver! (Al mismo tiempo que hablará extenderá la mano para quitárselo de un arrebatón) Carolina, ¡dámelo! (Ella es más veloz, lo esquiva y dispara al mismo  tiempo. No sale la bala. Él se queda petrificado. Ella vuelve a montar el revólver. Él da media vuelta y se dirige hacia la ventana)

CAROLINA.- (Le extiende el paquete) ¿Lo quieres?
(Cuando él se va a mover)
Ni un paso más; cuando yo decida te la daré.

MIGUEL ÁNGEL.- Pide lo que sea pero dámela.

CAROLINA.- Ya te lo dije, ¡salta la ventana y párate sobre el pretil!
(Él trepa con cuidado, baja hasta el pretil, mira hacia abajo, se sujeta fuerte del quicio. Le vemos medio cuerpo; de la cintura hacia arriba)

CAROLINA.- (Jugando con el paquete, lo abre) Mira, listo para que te emperiques.

MIGUEL ÁNGEL.- Cuidado Carolina con lo que haces.

CAROLINA.- Si te lo lanzo, ¿lo atraparías?

MIGUEL ÁNGEL.- ¡Claro! pero ciérralo primero.

CAROLINA.- ¿Y si te caes?

MIGUEL ÁNGEL.- Déjame entrar.

CAROLINA.- No te muevas sin mi permiso o disparo de nuevo.

MIGUEL ÁNGEL.- ¡Alcánzamela, entonces!

CAROLINA.- Tómala. (Diciendo esto voltea la bolsa y cae la cocaína al piso. Miguel Ángel salta la ventana y entra al salón. Se lanza al piso y aspira bastante cocaína. Esta se riega toda)

MIGUEL ÁNGEL.- (Levantándose y estallando) Coño de la madre, vuelve a disparar, anda, hazlo cuando quieras; ¡sucia! (Él camina libremente, sin hacerle caso a ella. Brinca, danza, va a los cosméticos y se traza unas rayas diabólicas en la cara)

CAROLINA.- (Estupefacta) ¡¿Qué haces?!

MIGUEL ÁNGEL.- ¡Soy libre! (Voltea hacia ella) Ven, denúdate. Anda, seamos libres… (Se quita la camisa)

CAROLINA.- (Niega con la cabeza, con todo su cuerpo; abraza el revólver) No quiero.
(Miguel Ángel enloquecido, seguirá con unos movimientos satánicos, que irán en aumento angustioso)
¡Frena eso Miguel Ángel! Estás fuera de ti.
(Él se le acerca, hace que la va a abrazar, ella le rehúye)
(Asustada, intenta escapar. (Él la rodea como si la estuviera cercando)
No sigas por favor…
(Él la deja y se dirige a la muñeca de donde sacó el paquete de cocaína, la agarra y diabólicamente se la pasa por el cuerpo)
No seas asqueroso. (Ella deja el revólver)
(Él suelta la muñeca, se tira al piso, aspira y lame más cocaína)
No hagas eso, es espantoso.

MIGUEL ÁNGEL.- (Se levanta) ¡Gran vaina! (Con audacia, pasa la ventana y se para de nuevo sobre el pretil)
 (Ella va a dar un grito, pero que ahoga y lo detiene llevando su propia mano a la boca)
(Él abre los brazos, en un éxtasis de libertad) Esto es aire, podría volar… ¡Volar!
(No se ve que él cae. Eso lo resolverá el espectador)
(Al mismo tiempo, ella atemorizada mete sus dedos entre la cabellera, y su rostro se encoge en una expresión de espanto) 

Apagón.



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